Murmullos de Skrain

By Angie_Eli_Carmona

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La guerra entre dioses y humanos está en su punto más alto. Las tropas se preparan, los reinos enemigos se u... More

Introducción
Capítulo 1. «Palacio de los horrores»
Capítulo 2. «Reunión no anticipada»
Capítulo 3. «Llegada al infierno»
Capítulo 4. «Las fiestas del despilfarro»
Capítulo 5. «Amor en llamas»
Capítulo 6. «Presentaciones, reencuentros, y pláticas»
Capítulo 7. «Prueba de poder y resistencia»
Capítulo 8. «Recuerdos de la infancia»
Capítulo 9. «Deseos profundos»
Capítulo 11. «La lectura del llamado»
Capítulo 12. «Las bestias desconocidas»
Capítulo 13. «Ojos hambrientos»
Capítulo 14. «Los gigantes y su historia»
Capítulo 15. «Los espejos del alma»
Capítulo 16. «Roces inconvenientes»
Capítulo 17. «Siempre fue él»
Capítulo 18. «Poder, codicia, deseo»
Capítulo 19. «Astras, gigante de la guerra»
Capítulo 20. «Resurrección maldita»
Capítulo 21. «Nacimiento desastroso»
Capítulo 22. «La influencia del tiempo»
Capítulo 23. «Ejerce la influencia divina»
Capítulo 24. «Camuflaje histórico»
Capítulo 25. «Cinco grandes consejos»
Capítulo 26. «La madre de todo»
Capítulo 27. «Las pistas en lo más mundano»
Capítulo 28. «Influencias divinas»

Capítulo 10. «Comunicación fallida»

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By Angie_Eli_Carmona

Adaliah generalmente pensaba mucho las cosas. Las conversaciones que tenía cada día las reproducía más de dos o tres veces en su cabeza antes de dormir, buscando pistas de algo que pudiera habérsele pasado, algo que pudo haber hecho mejor. Para ella la vida era un papel en blanco que a diario se llenaba más y más, y le gustaba analizarla tanto como fuera posible para no tomar decisiones precipitadas.

Pero eso no evitó que tomara una decisión precipitada, no evitó que besara a Skrain.

Adaliah no lo pensó, es por eso que sucedió.

En un momento estaban desayunando. Todos hablaban de sus vidas pasadas, reían, comían llenos de satisfacción, más Adaliah no podía concentrarse. Skrain estaba sentado a su lado, y su olor llegaba a ella como una sustancia embriagadora que no podía ignorar. Era una especie de combinación agridulce semejante al olor de la vainilla y el limón. ¿Cómo es que podía oler tan bien? ¿Por qué no podía sacarlo de su cabeza?

Había algo que no estaba viendo. Sabía que tenía las pistas frente a ella, pero Skrain no la dejaba concentrarse. Adaliah pensaba y pensaba, no podía evitar que su nerviosismo se mostrara en la forma en que movía los dedos en la mesa frente a ella, estos golpeaban al ritmo de sus pensamientos, rápidos y frenéticos. Entonces, Skrain la detuvo.

—Estás demasiado nerviosa —dijo. Su voz fue gruesa y melodiosa, como siempre lo era. ¿Cómo es que Adaliah lo notaba aún más en aquel instante? Sus ojos, grises, parecían cambiar de color, brillando a la luz del día.

Adaliah se soltó de su agarre. No quería contestar, ni mirarlo, ya era demasiado consciente de su presencia como para notarla aún más.

Justo en ese momento Raniya se levantó e instó a todos a ir a nadar, y Skrain, confundido, parecía ser de los que no querían seguirla. Adaliah tomó la iniciativa y avanzó hacia el mar para evitar mirarlo. Tenerlo lejos haría más fáciles las cosas. Se quitó su vestido, sintió la arena en sus pies y el agua tibia tranquilizarla, así hasta que se hundió en el lago y fue hasta lo profundo, su parte favorita para nadar.

Skrain no se quedó en el comedor como ella esperaría. En cambio, avanzó y la siguió, curioso. Alannah fue la única que se mantuvo en su lugar, mirando a los demás, un tanto sorprendida por lo mucho que habían cambiado.

Adaliah pronto tuvo a Skrain cerca de ella. La miraba fijamente, su torso apenas salía un poco con las pequeñas olas que los movían de un lado al otro. Raniya estaba haciendo olas para hacer las cosas más divertidas.

Justo entonces Olemus hizo una especie de juego, y todos salieron propulsados por una ancha y fuerte ola que mandó a todos hacia el borde más hondo del lago. Adaliah se hundió junto con Skrain en vez de salir hacia la superficie, pensó que aquello haría menos doloroso el impacto de la ola sobre ellos. Skrain la siguió. Ambos permanecieron cerca uno del otro, mirándose en la inmensidad de la profundidad, bajo el agua, dónde todo era silencioso.

Cuando la ola se hubo asentado, Skrain se acercó a ella, la tomó de la mano y la cintura, jalándola hacia la superficie. Al subir se miraron fijamente, y él la mantuvo firmemente agarrada, las olas seguían y seguían.

—Si sabes que puedo manejar el agua, ¿Verdad? —se burló Adaliah mientras intentaba zafarse de su agarre—. Pero gracias.

—Es que te veías tan frágil y susceptible debajo del agua —fue como él se justificó—. No pude evitarlo.

Adaliah no sabría describir nunca la sensación que la impulsó a actuar. Tal vez era cierto que una especie de hechizo estaba sobre ellos, pero no fue más que un simple encantamiento que le quitó a todos su inhibición y dejó fuera sus deseos. Eso siempre estuvo ahí, más ella se contenía y no lo dejaba salir.
Los deEra su cuerpo, actuando solo, acercándose a él y dándole un beso que poco a poco se salió de control.

Skrain se lo respondió con la misma efusividad con la que ella lo empezó. Hasta él estaba sorprendido de que Adaliah, que por fuera se veía fría y alejada de los demás, tuviera aquella iniciativa con él. Fueron minutos larguísimos y que ambos disfrutaron más que nada alguna vez, más, cuando terminaron, no pudieron más que mirarse fijamente, absortos en ellos mismos, como sino supieran lo que habían hecho.

—¿Qué...? —Adaliah frunció el ceño—. Me siento mal. Siento que algo anda mal.

—Y es porque realmente algo anda mal, querida —se burló Raniya. Enseguida salió del agua y se secó con su magia, haciendo aún más dramática la escena. Los únicos que no parecían sorprendidos eran Suzzet y Connor, que ni se acercaron ni se movieron o hicieron siquiera un gesto.

—Varia realmente hizo un buen trabajo esta vez —fue Olemus, el qué siempre iba y venía de aquel lugar, el que habló. Estaba al lado de Varia, que también había salido del agua y sonreía altaneramente. Le apretó las mejillas, divertido, y ella rodó los ojos.

—Lo único que Varia hizo fue demostrar lo débiles y humanos que ya sabemos que son —se quejó Akhor, que hasta cierto punto se veía serio, como dolido, cuando estás decepcionado—: Pero que uno de los dioses haya caído en su juego, eso sí es ridículo.

Skrain rodó los ojos. Adaliah frunció el ceño, más, en vez de que Varia explicara sus acciones, fue Raniya.

—Esto era una prueba. Una prueba para ver dentro de ustedes y sus debilidades carnales. ¡Solo tres de ustedes pasaron! Yo sé que lo dije. Me gusta el drama, sí, y vaya drama que han hecho ustedes. Ahora, los tres ganadores pronto tendrán una ventaja sobre los demás. Ya pueden irse.

Adaliah estaba deshecha, nunca se había sentido tan inútil. Fracasar siempre era para ella una enorme decepción. Skrain se acercó a ella, parecía tener la mirada decaída como de perro triste, mientras que Ranik, que también estaba cerca, parecía igual de decepcionado.

—¿Te acompaño a tú habitación? —fue lo que Skrain preguntó—. Creo que necesitamos hablar.

—No —interrumpió Akhor—. Tenemos que hablar nosotros, más bien. Ve con tú propia contendiente y felicítala por haber pasado esta prueba, yo tengo que reprender a la mía.

Skrain no dijo nada y se marchó de aquel lugar, furioso. Sus ojos revelaban lo poco que le gustaba aquella situación, más también una especie de impaciencia y ansiedad, como si aún no pudiera reprimir sus ganas de estar cerca de Adaliah. Akhor rodó los ojos, le gustaban las cosas difíciles en las relaciones, pero especialmente odiaba los triángulos amorosos. No quería tener que pelear por Adaliah, pero parecía que las cosas serían así.

Akhor sentía una atracción hacia Adaliah que no podía controlar. Tal vez tenía que ver con que ambos eran muy parecidos y podía entenderla a ella y a todo su ser de forma fácil y rápida, o su belleza, que era diferente de otras por ser antitemporal y etérea. Adaliah podría verse bien en cualquier estilo de pintura, tenía una piel tan clara y delicada, aquellos ojos fieros e intrigantes. Akhor no sabía decidir si lo que sentía era algo más que atracción, pero justo por eso que sentía es que era tan amable con ella, que le daba todo lo que necesitaba, que se mantenía firme a su lado. Estar cerca de ella hizo que por primera vez se sintiera interesado en algo después de renacer. Es lo que su cuerpo había deseado antes que comida, riquezas, o poder.

Adaliah se mantuvo en silencio, esperando a que Akhor le mandara algo, cualquier cosa. Él no decía nada, seguía callado, tranquilo. La miraba, como leyendo algo, algo que ni ella misma podía definir aún. Adaliah reconocía que Akhor era intrigante, poderoso, y al mismo tiempo podía llegar a darle miedo.

—¿Entonces, vamos a entrenar? —preguntó, ya cansada de esperar a que dijera algo, de aquel silencio que le ponía los pelos de punta.

—Sí. No me importan las estúpidas enseñanzas de Raniya, te enseñaré cómo leer la magia oculta. Ya puedes ver la magia pura, más la magia de las emociones y el alma es distinta. No es manipular algo ajeno, sino algo real, cercano, el cuerpo humano en sí. Varia hizo eso, les dió un empujoncito hacia algo que ustedes ya quieren de por sí. Sus deseos profundos. La magia que ella maneja es parecida a la del Sol con las mentes, más tiene algo más de tosco e intrínseco que no todos pueden manejar.

—No quiero ofenderte y sí, me parece bastante interesante esta magia oculta, pero tengo muchas cosas que hacer. La comida no se servirá sola, y los entrenamientos...

—Yo soy tú mentor —insistió Akhor. La tomó de la muñeca, más no la jaloneó hasta después de decir—: Y harás lo que yo crea que es mejor para tí. Mira el problema en el que te has metido por haberte dejado decidir tú destino.

—Yo... —Adaliah frunció el ceño mientras caminaban, confundida— ¿Problema?

—Deseas a Skrain. Eso te hizo caer y te hará caer cuando menos lo esperes. ¿No te das cuenta de lo peligroso que es amar a alguien?

—Dijiste desear primero —Adaliah se sentía ofendida. No porque se metiera con ella y sus deseos, sino porque estaba poniendo en duda el hecho de que en algún momento sus deseos podrían hacerla caer, tomar decisiones malas, precipitadas—. Tal vez puede que me atraiga, más eso no quiere decir que lo ame, o que en algún momento vaya a actuar mal en base a eso. Puedo ser fría de ser necesario, y las decisiones que tome no solo me darán lo mejor a mi, o a los que me rodean, sino a todos en general.

Akhor sintió su garganta secarse con cada una de las palabras que Adaliah decía. Se mantuvo serio, firme, mientras que ella, observando su reacción, notó que Akhor se veía significativamente más viejo que antes. Ya no parecía un joven, se veía maduro, como si hubiera envejecido unos cinco años en unos pocos días.

—Espero que realmente sea así —agregó él. Enseguida soltó el agarre que tenía sobre ella y comenzó a guiarla a lo largo del palacio a una zona alta en la que ella nunca había estado. El piso de Raniya, pero no del lado de sus habitaciones, sino el que tenía abierto al público. Muy al fondo, dónde parecía que no habría nada, estaba un amplio portal blanco.

Había grandes portales en todo el palacio. Era un lugar con paredes gruesas y tejados altos, salones enormes con vistas majestuosas. Aún así, ninguno era como aquel. Tenía grabados de oro que brillaban a la luz del sol, algunos eran palabras, otros símbolos, todos podían verse juntos o por separado, pero seguían teniendo una armonía que llenó el corazón de Adaliah de satisfacción. Le gustaba el arte. Había visto obras maravillosas antes, como el mural de los dioses, pero ninguna con tanta armonía como aquella.

—Entremos —dijo Akhor. Enseguida empujó la puerta, y lo que Adaliah vio era todo menos lo que esperaba. Libros, hileras largas y altas, una tras otra, juntas y ordenadas—. Aquí aprenderás todo lo que necesites, pero, por nada del mundo, intentes escapar con el conocimiento que encontrarás. ¿Entendido?

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