illicit affairs ;; fillie

By sophhhhhie

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✧ ೃ༄*ੈ✩ 𝐛𝐮𝐭 𝐢 𝐤𝐧𝐞𝐰 𝐲𝐨𝐮'𝐝 𝐥𝐢𝐧𝐠𝐞𝐫 𝐥𝐢𝐤𝐞 𝐚 𝐭𝐚𝐭𝐭𝐨𝐨 𝐤𝐢𝐬𝐬, 𝐢 𝐤𝐧𝐞𝐰 𝐲𝐨𝐮'𝐝 𝐡... More

𝐜𝐚𝐫𝐝𝐢𝐠𝐚𝐧
𝐛𝐮𝐭 𝐢 𝐤𝐧𝐞𝐰 𝐲𝐨𝐮, 𝐝𝐚𝐧𝐜𝐢𝐧' 𝐢𝐧 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐥𝐞𝐯𝐢'𝐬, 𝐝𝐫𝐮𝐧𝐤 𝐮𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐚 𝐬𝐭𝐫𝐞𝐞𝐭𝐥𝐢𝐠𝐡𝐭
𝐩𝐥𝐚𝐲𝐢𝐧𝐠 𝐡𝐢𝐝𝐞-𝐚𝐧𝐝-𝐬𝐞𝐞𝐤 𝐚𝐧𝐝 𝐠𝐢𝐯𝐢𝐧𝐠 𝐦𝐞 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐰𝐞𝐞𝐤𝐞𝐧𝐝𝐬
𝐲𝐨𝐮 𝐝𝐫𝐞𝐰 𝐬𝐭𝐚𝐫𝐬 𝐚𝐫𝐨𝐮𝐧𝐝 𝐦𝐲 𝐬𝐜𝐚𝐫𝐬, 𝐛𝐮𝐭 𝐧𝐨𝐰 𝐢'𝐦 𝐛𝐥𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧'
𝐚𝐮𝐠𝐮𝐬𝐭
𝐫𝐞𝐦𝐞𝐦𝐛𝐞𝐫 𝐰𝐡𝐞𝐧 𝐢 𝐩𝐮𝐥𝐥𝐞𝐝 𝐮𝐩 𝐚𝐧𝐝 𝐬𝐚𝐢𝐝 "𝐠𝐞𝐭 𝐢𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐜𝐚𝐫"
𝐜𝐚𝐧𝐜𝐞𝐥 𝐩𝐥𝐚𝐧𝐬 𝐣𝐮𝐬𝐭 𝐢𝐧 𝐜𝐚𝐬𝐞 𝐲𝐨𝐮'𝐝 𝐜𝐚𝐥𝐥 𝐚𝐧𝐝 𝐬𝐚𝐲 "𝐦𝐞𝐞𝐭 𝐦𝐞 𝐛𝐞𝐡𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐥"
𝐛𝐞𝐭𝐭𝐲
𝐲𝐨𝐮 𝐜𝐚𝐧𝐭 𝐛𝐞𝐥𝐢𝐞𝐯𝐞 𝐚 𝐰𝐨𝐫𝐝 𝐬𝐡𝐞 𝐬𝐚𝐲𝐬 𝐦𝐨𝐬𝐭 𝐭𝐢𝐦𝐞𝐬, 𝐛𝐮𝐭 𝐭𝐡𝐢𝐬 𝐭𝐢𝐦𝐞 𝐢𝐭 𝐰𝐚𝐬 𝐭𝐫𝐮𝐞
𝐢 𝐝𝐨𝐧'𝐭 𝐤𝐧𝐨𝐰 𝐚𝐧𝐲𝐭𝐡𝐢𝐧𝐠, 𝐛𝐮𝐭 𝐢 𝐤𝐧𝐨𝐰 𝐢 𝐦𝐢𝐬𝐬 𝐲𝐨𝐮
𝐲𝐞𝐚𝐡, 𝐢 𝐬𝐡𝐨𝐰𝐞𝐝 𝐮𝐩 𝐚𝐭 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐲

𝐬𝐨 𝐦𝐮𝐜𝐡 𝐟𝐨𝐫 𝐬𝐮𝐦𝐦𝐞𝐫 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐚𝐧𝐝 𝐬𝐚𝐲𝐢𝐧𝐠 "𝐮𝐬", '𝐜𝐚𝐮𝐬𝐞 𝐲𝐨𝐮 𝐰𝐞𝐫𝐞𝐧'𝐭 𝐦𝐢𝐧𝐞 𝐭𝐨 𝐥𝐨𝐬𝐞

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By sophhhhhie

aproximadamente dos semanas antes del final de agosto, 2017;

La castaña sentía aquel ácido y metálico sabor en su boca como si de fuego se tratara. Detestaba vomitar, esa era la mayor razón por la que no solía beber, sus resacas eran lo peor del mundo. Sentía como alguien acariciaba su cabello mientras lo sujetaba, no tenía que mirar para saber de quien se trataba, sólo una persona en el universo hacía que sus pelos se pararon con una simple caricia. Finn Wolfhard había hecho pasar a la chica que claramente estaba bajos los efectos del alcohol.

Cuando ya no quedaba nada más en su estómago se sentó contra la pared, encontrándose con el azabache mirándola aún poco sorprendido.

—No me mires así —soltó ella en un murmullo débil. Su garganta dolía por el esfuerzo que había hecho un par de momentos atrás, y al parecer no pensaba parar en un par de horas. El chico mantenía su mirada fija en sus ojos, como si tuviera miedo de que todo eso fuera real.

—No te estoy mirando de ninguna forma —le respondió él en un suspiro mientras se rascaba la nuca, incómodo.

—Sí, me estás mirando con esa mirada de "oh, dijo que me ama, ahora cómo deshago de ella". No lo hagas, duele —sus palabras borrachas salían sin querer de su boca, y cuando vio que los ojos de Finn se abrían de par en par con un poco de indignación en ellos, supo que había dicho algo hiriente. —Lo siento.

—No importa —el chico se comenzó a levantar para salir del baño, pero sintió como alguien tomaba su mano.

—No te vayas —un murmuro inentendible salió de la boca de Olivia. Pero él lo entendió, y asintió mientras se sentaba al lado de la chica. Habían creado un lenguaje que sólo ellos podían entender.

Unos pasos se escucharon afuera del baño, y seguidos de estos se escuchó como alguien comenzaba a tocar la puerta de forma desesperada; —¡Tienes cosas que explicar, Finnegan Wolfhard! ¡Sal del baño de forma inmediata antes de que llame a Sadie! —una voz chillona se escuchó al otro lado de la puerta, y ella soltó una sonrisa de forma inconsciente. El de pecas le había comentado acerca de su hermanita menor, pero nunca imaginó que tendría el placer de conocerla. Metiche, pequeña y con la voz más potente y demandante que había conocido Rodrigo en toda su vida, esa era la hermana menor de Wolfhard.

—¡Llámala si quieres! —gritó Finn mientras entrelazaba su mano con la de Olivia, y por un momento en la cabeza de la castaña se formaron mil escenarios en donde el muchacho dejaba a su novia en Londres y decidía quedarse con ella. Estos no se siguieron formando por él mismo protagonistas los interrumpió con un susurro —Olivia...

—Sé que tenemos que hablar —lo interrumpió de inmediato. Wolfhard asintió sin mirarla, y sólo fijándose en sus manos entrelazadas. En esa pequeña burbuja en la que siempre se encerraban se escuchaban pequeños gritos detrás de la puerta que ambos decidieron cerrar. La castaña afianzó su agarre mientras tomaba aire, sus pulmones comenzaron a colapsar y sentía que el aire se le iba de estos, lo que iba a comenzar a contar no lo había hablado en un largo tiempo, y hace unas semanas no estaba en planes de hablarlo con el azabache. —Tu sabes que cuando yo vivía en Malibu, tenía una relación, ¿cierto? —Finn asintió, y ella volvió a tomar aire—. Conocí a Matt cuando tenía 15, todo era lindo, ¿sabes? Salimos un par de meses, y luego fuimos novios. No todo era perfecto después de un tiempo. Yo solía tener muchas amigas, muchos amigos, conocía a mucha gente, y mucha gente me conocía. Pero él me quería sólo para su persona, me quería tener encerrada. —su mirada fue hacía Finn, quien la miraba con un poco de lástima. —Recuerdo una vez que yo de verdad quería ir a una fiesta, pero él estaba sólo en casa, y quería que me quedara con él, y... —la respiración de Olivia se cortó, y sintió al chico a su lado pasar su brazo por sus hombros, sin soltar su mano. Sus cabezas se juntaron mientras los ojos de Rodrigo comenzaban a gotear. —Y él me dio una cachetada. Y todo fue cuesta abajo desde ese momento...

—Liv, no tienes que contarme, no es necesario —soltó el de pecas en un susurro con un tono horrorizado mientras dejaba pequeños círculos en la mano de la castaña, como era de costumbre.

—Lo perdoné, porque él se disculpó, y me dijo que nunca volvería a pasar, y yo estaba muy enamorada como para no creerle. Pero pasó más de cinco veces, sin contar las veces que... —Olivia miró a Finn, esperando que este hiciera algún gesto para darle a entender que sabía a lo que se refería, pero nada llegó—, ya sabes, no me dejaba salir, denigraba algunas partes de mi cuerpo, me decía que prefería a otras chicas. Un día simplemente no lo pude tolerar más, y le conté a Landry. —los ojos de la castaña a este punto eran dos cataratas, una presión se esparcía por su pecho y un dolor comenzaba ser revivido, casi podía sentir la pesada mano del chico en su mejilla, o su corazón arrugándose ante el maltrato psicológico—. Landry me ayudó a contarle a mis padres, y mis padres pusieron una orden de restricción. Y cuando pensé que todo estaba yendo mejor, veía a mi terapeuta tres veces por semana, tomaba algunas pastillas, pasó todo lo de mi grupo activista —el azabache asintió, dándole a entender que no debía ingresar en ese mal momento y podía seguir adelante —. Y luego mis padres se comenzaron a divorciar, y luego me enviaron acá. Y luego te conocí a ti.

Rodrigo sintió como un peso se iba de sus hombros, compartir esa experiencia se sentía mucho más liberador de lo que esperaba, Finn era la primera persona que sabía fuera de su reducido círculo de amistades, pero si Olivia era sincera, Wolfhard había sido muchas de sus primeras veces. Se quedaron abrazados un rato, mientras que los sollozos de la castaña comenzaban a cesar, y el chico depositaba pequeños besos en su frente, los gritos desde el otro de la puerta habían cesado, y por fin eran sólo ellos. El azabache acunó la cara de la muchacha con ambas manos, y comenzó a dejar pequeños besos en los destellos que recorrían las mejillas de Olivia, y como si de la última botella de agua en el desierto, los labios de Rodrigo se encontraron con los de Finn.

Compartieron un beso dulce y corto como se les había hecho hábito los últimos días, y dejaron sus frentes reposar juntas mientras que el ambiente se ponía un poco más pesado. La chica no quería que ese momento terminara nunca, estar con su amante era como sanar, era como si el chico dibujara estrellas alrededor de sus cicatrices, era simplemente mágico. Quería pasar cada momento del día junto a él, quería que Finn la quisiera de la misma forma que ella lo quería a él, quería que la amara.

—Liv —susurró el chico un poco asustado, y la de ojos cafés hizo un ruido en respuesta, tenía sus ojos cerrados mientras esperaba que el chico hablara—, ¿de verdad me amas?

La susodicha se tensó, se alejó rápidamente de él abriendo los ojos de la forma más grande que se le permitía hacerlo, no esperaba esa pregunta; —Sí. —contestó sin miedo, y en el rostro del chico se formó una mueca aterrorizada—. ¿De verdad son las peores dos palabras que has oído? —consultó ella en un tono irónico mientras se comenzaba a parar un poco mareada. El de pecas corrió a su rescate y ella lo espantó con una palmada en la mano.

—Oli... —suplicó él, necesitaba que lo dejara ayudarla, se lo debía.

—Está bien, si no me puedes amar, Finn. Pero no actúes como si no sintieras nada por mí, porque ambos sabemos que es mentira.

—Liv...

—¡Para de nombrarme! —Olivia gritó exaltada mientras se recargaba contra la pared y miraba la expresión culposa del pelinegro—. Necesito... Necesito que me des respuestas concretas, necesito que me digas que me vas a elegir a mí y a no ella, necesito que me des un poco de seguridad por primera vez en esta mierda de verano, Finn. Necesito... —dijo, y luego se retractó mientras sus ojos se volvían cada vez más oscuros—. No, Finn. No necesito, te exijo que elijas. Te exijo que me elijas, porque nunca me había enamorado tanto como me enamoré de ti, y necesito que, por primera vez en mis diecisiete años de vida, alguien me ame tanto como yo a esa persona. —las lágrimas comenzaban a amenazar con salir de los ojos de la castaña, estaba harta de esta situación. Sabía que ella se había expuesto, sabía que ella lo había empezado, pero ahora necesitaba terminarlo. Wolfhard se acercó a ella e intentó abrazarla, acto al que ella se opuso al principio, y de verdad luchó por evitarlo, pero al final terminó cediendo.

Era el simple toque del chico el que la hacía estremecerse, el que hacía que sus pelos se pusieran de punta, no quería seguir peleando con ese sentimiento, pero no podía quedarse en un lugar donde la cantidad de amor no fuera mutua, no podía hacer eso de nuevo.

—Me voy —soltó ella mientras se soltaba del abrazo y comenzaba a caminar hacía la puerta, y no pasaron más de dos segundos cuando el chico estaba al frente de esta impidiéndole el paso.

—No te vas a ir —el tono de Finn fue firme, casi demandante, pero la chica solamente alzó una ceja.

—Suficiente, Finn. Tengo que irme.

—No, no te vas a ir hoy. Estás borracha, eres menor de edad, no puedes conducir en este estado, no te vas a ir, y ese es el punto final. Mamá está trabajando un turno de veinticuatro horas, Brooklyn dormirá en su habitación, tú en la habitación de Brooke, pero no te irás, algo te puede pasar en el camino.

Y en ese momento el corazón de Olivia dio un vuelco, la estaba eligiendo, por primera vez. La susodicha simplemente asintió. La estaba tratando por primera vez como si se tratara de Millie; —¿Por ella harías lo mismo, cierto? —consultó ella mirando al suelo, y no hizo falta que se explicara, Wolfhard sabía de lo que hablaba.

—Sí, por ella haría lo mismo.

Salieron del baño, donde había una pequeña con la oreja pegada a la pared, y una expresión de frustración en su pequeño rostro, que se transformó en una de furia cuando dirigió su mirada a su hermano mayor.

—¡¿Cómo le pudiste hacer esto a Millie?! —gritó Brooklyn perforándole el tímpano a ambos, y ella dio un saltito un poco asustada.

—Brooklyn... —Finn suspiró mientras la miraba cansado, la pelinegra se había colgado de su pierna mientras lo pateaba, y él dirigió su mirada hacía Olivia—. Yo me encargo de esto, tu sube. Primera puerta a la izquierda.

Rodrigo asintió mientras comenzaba a subir. Entró al lugar indicado, y se encontró con una habitación de color azul, llena de decoraciones en blanco, sonrió, acordándose de su habitación en Malibu, que no era muy diferente a aquella. Se acercó a uno de los estantes que tenía la menor de los Wolfhard en el cuarto, y vio pequeñas polaroids enmarcadas, con su madre, su hermano, los amigos de su hermano, otra pequeña, y ella. Dos mechones de cabello separados del resto, simulando un bigote en su rostro y en la pequeña, sonrió inconscientemente para sentir la usual culpa recorrerla, Millie seguramente era una persona preciosa, y no se merecía nada de lo que estaban haciendo Finn y ella.

Escuchó un poco más de gritos en la parte de debajo de la casa, pero en cuanto se recostó en la cama los dejó de sentir, cayendo dormida de inmediato. Cuando despertó ya era de noche, y una aspirina junto con un vaso de agua yacían en la mesita de noche, junto con su celular, que señalaba las 2.45 am. Bebió la pastilla con el vaso de un solo sorbo, para luego volverse a recostar.

La maravillosa escultura que era la silueta de Wolfhard se cruzó por sus pensamientos una vez más en ese bendito verano. Sus rulos, sus pecas, sus inmensos ojos café, la forma en la que siempre sabía que decir, la forma en la que la abrazaba, su singular aroma a cigarros mentolados y jazmín, su amabilidad, la manera en la que apretaba su cintura cuando dormían, como si tuviera miedo de que al despertar ella se esfumara, casi como si la necesitara y la eligiera día a día.

Olivia decretaba el no saber un rabano sobre el amor, sus experiencias habían sido fallidas, y no tenía ejemplos que le sirvieran, pero si es que alguna vez lo llegaba a experimentar, definitivamente se sentiría como esto. Como esa parte que bailaba cada vez que el chico estaba junto a ella, todo se quemaba cuando estaban juntos, se sentía empoderada, y cuando él se iba la sensación permanecía. Finn no sólo le había enseñado a amarlo, sino también a amarse a ella misma, y fuera como terminara todo esto, se lo iba a agradecer para siempre.

Ni en sus sueños más salvajes de un par de meses anteriores su imaginación hubiese sido capaz de proyectar semejante sentimiento, el de quererse y querer.

Se levantó de la cama cuando su garganta comenzó a secarse, y cuando hacía su camino hacía el baño, una luz seguida de un tecleado furioso, su curiosidad comenzó a comérsela viva, y la llevó hacía la habitación de él chico de sus sueños. La maraña de rulos se encontraba acostado en su cama con la luz blanca que emanaba su computadora iluminando su cara, y no tardo en encontrarse con la mirada de ella. Una dulce sonrisa se formó en su rostro cuando divisó su cabello desordenado, que se le contagió a ella.

—¿Te desperté? —cuestionó un poco consternado, mientras cerraba el aparato y la invitaba a pasar con un simple gesto. La castaña comenzó a caminar mientras negaba y se sentaba en el catre del susodicho.

—Llevaba despierta un rato, y luego me dio sed. Pero tú te cruzaste en mi camino, como siempre —mientras jugaba con sus manos y miraba hacia abajo sintió una mano en su cadera que la impulsaba, y ella se dejó acomodar entre los brazos de Wolfhard. Su cabeza rápidamente se encontró con el pecho de este, se saludaron casi como si fueran amigos de toda la vida, y prontamente encontraron comodidad en el otro, pronto sintió el mentón de Finn en su coronilla uniéndose a la reunión de viejos amigos—. ¿Cómo está Brooklyn?

—Después de muchos gritos acordamos que yo debía decirle en un periodo de dos semanas desde que ella llegue, y con eso ella no le contaría a nadie —el tono cansado de Finn le revelaba que no había sido fácil llegar a ese consenso con su hermana, y ella simplemente asintió.

Las suaves caricias que el azabache le brindaba circularmente en el hueso de su cadera hacía que miles de escalofríos se repartían a lo largo de todo su cuerpo, y sólo le quedaba devolver las caricias de la misma forma.

No se sorprendió cuando despertó con los rayos de sol filtrándose por las persianas del muchacho, y sin hacer mucho ruido, se levantó. Se calzó y rápidamente salió de la casa, subiéndose a su auto. Un putrefacto olor a alcohol impregnó sus narices, y se tuvo que contener para no vomitar ahí mismo. Le dio una última mirada a la casa mientras ponía las llaves en el jeep, y salió de ahí.

Cuando llegó al cuarto de hotel que había mantenido tan bien guardados sus secretos durante esos dos meses, se sorprendió cuando vio maletas en el pasadizo, pero no se sorprendió cuando la cabellera morena de su madre su cruzó frente a ella.

—¡Oh, querida! —soltó la mujer mientras abría sus brazos hacía ella, Olivia comenzó a caminar de forma descolocada, y se dejó fundir en un frío abrazo—. ¡Te había intentado llamar, pero no contestabas desde ayer en la tarde!

—Hola mamá —dijo aún contra el pecho de la mujer, que la estrujaba cada vez más fuerte—. Estaba en la casa de una amiga, y me quedé sin batería, lo siento.

—Está bien, nena.

Tan pronto como la mujer soltó a Olivia, el ambiente se tensó, y la mente de la castaña empezó a andar a cien kilómetros por hora, ¿acaso se venía a quedar con ella? ¿Irían a otro viaje antes de la escuela? ¿Eran las maletas de su padre igual? ¿Qué hacía su madre, Marjorie ahí? Se mareó de tantas preguntas y comenzó a caminar hacia la isla de la cocina mientras dejaba sus llaves en cualquier lugar. Su madre la alcanzó mientras le alcanzaba una taza llena de café. Los cortos sorbos le recordaban al sabor de la boca de Finn por la mañana.

—Debes tener muchas dudas con lo callada que estás hoy —jugueteó la mujer mientras llevaba un bollo de canela hacía su boca, interrumpiendo la perfecta tormenta que azotaba la cabeza de Rodrigo. Cuando la susodicha iba a abrir la boca, la puerta del baño de abrió, dejándola ver a su pequeño hermano salir de este.

—¡Prince! —exclamó emocionada al momento de ver al pelinegro de nueve años. Había pasado más de una semana desde que no hablaba con él, y más de un mes sin verlo, por lo que la emoción fue mutua. El chico corrió hacía Olivia mientras esta abría sus brazos, y lo recibía cómodamente. Ambos compartieron ese abrazo, y después el castaño pasó su brazo por la cintura de la chica, mientras que esta apoyaba su cabeza contra la suya.

—Olivia —un poco conmovida con la escena Marjorie llamó la atención de ambos, quienes compartieron una mirada y luego miraron a su madre. La mujer suspiró antes de continuar hablando, y Olivia supo que todo lo que venía no sería bueno. —Con tu padre decidimos que lo mejor para todos, sería mudarnos a Nueva York. —y entonces las maletas en el pasillo comenzaron a cobrar sentido, pero la vida de Rodrigo simplemente tenía menos. —Comienzan el ciclo escolar en menos de dos semanas, y están actualmente inscritos en un par de academias de primer nivel, encontramos una casa a un excelente precio cerca de estas. Su padre vendrá a visitarlos, ustedes irán a visitarlo, se verán para las fiestas, vacaciones, recesos.

—Esto tiene que ser una broma, mamá —los ojos de Olivia rápidamente se empañaron, y mientras se soltaba del agarre de su hermano, comenzó a caminar hacía su madre —. ¡Dime que es una puta broma, por favor! —exclamó en un alarido que dañó su garganta, Marjorie abrió sus ojos sorprendida, mientras ella se paraba de la pequeña silla con elegancia.

—Es por tu bien, Olivia. Tenías mucho pasado en California, es por tu bien esto que estamos haciendo —la soberbia que se escuchaba en su tono de voz se sentía de forma indirecta, haciendo que la sangre de Rodrigo comenzara a burbujear.

—¡Lo mejor para mí está en Malibu, mamá! ¡Con Landry, con papá, con mis amigos!

—¿Qué amigos, Olivia? —preguntó de forma irónica la madre de Olivia. —Oh, ya sé. Tus amigos activistas que tienen denuncias por acoso sexual, ¡o tus amigas drogadictas!

La mirada de Rodrigo se fue hacía Prince, y pronto notó que no sólo eran las maletas de su madre, si no que las maletas del pequeño se encontraban ahí igualmente, y recordó que hasta donde ella tenía entendido, el menor de los Rodrigo quedaría bajo la tutela de su padre.

—¿Trajiste a Prince contigo? ¡Prince había elegido a papá, él quería quedarse con papá! —le reclamó aun mirándola fijamente, la frívola expresión de su madre no cambió.

—Con tu padre decidimos que era lo mejor para Prince, así como para ti.

La castaña le dio un último vistazo antes de salir, llena de rabia.

—¡¿A dónde vas?! —escuchó el grito de su madre a su espalda.

—¡Donde mis amigas drogadictas, quizás!

...

La vida de Olivia había cambiado de forma rotunda en menos de una semana, si bien antes tenía pensado volver a su ciudad natal y obligarse a sí misma a superar a Finn, ahora debía convivir con el fantasma del chico en cada rincón de la ciudad. Se había intentado mantener ocupada en esos días, recibiendo cosas que llegaban por correo, yendo a comprar muebles para su nuevo hogar, hablando con Landry y explicándole toda la situación. Y evitando a Wolfhard.

El dispositivo móvil de la castaña tenía al menos catorce llamadas perdidas de parte del de pecas, y más de cien mensajes, pero ella no tenía la suficiente estabilidad emocional como para responder. Se sentía agobiada, sentía que el mundo giraba muy rápido a su alrededor y ella seguía en el mismo lugar que siempre. Salió de la tina con un poco de dificultad, el agua se había enfriado, su paciencia se había agotado, y el amor que tenía por Finn había dejado de ser suficiente como para forzarla a quedarse a su lado.

Se miró al espejo, y por primera vez en mucho tiempo, se reconoció. Esa chica que dormía dentro de ella, no la que estaba hecha pedazos, no la que se quedaba en una mala relación, no la que era la segunda, no. La Olivia sonriente, la que se quería, la independiente. Por primera vez en un largo tiempo había tomado un baño sin llorar, y cuando se reencontró con ese antiguo reflejo, con esa desconocida, la recibió con una gran sonrisa, la había extrañado.

Con sus usuales pantalones holgados y una pequeña cartera, se escapó por la puerta principal de la casa de ladrillos, sin llamar la atención de su madre. Una llamada a Sofia le bastó para estar dentro de una peluquería, sentada y con tintura en su cabello, un mensaje entró a su teléfono. 

—Entonces, ¿te quedas? —preguntó Bryant a su lado, mientras miraba su teléfono y dejaba que masajearan su cabello. Ella asintió mirando su reflejo nuevamente, se le hacía reconfortante.

—Empiezo el instituto en una semana, creo.

—¿Público o privado? —Sofia Bryant se destacaba por su curiosidad, y por ser ansiosa ante todas las respuestas.

—Privado —dijo ella, soltando un suspiro antes se seguir hablando, sintiendo como su dispositivo móvil volvía a vibrar. —Academia Schuyler, creo que es la misma a la que asisten un par de amigas de Finn.

Finn. Su nombre dolía al pronunciarlo. La morena a su lado abrió los ojos de par en par.

—¡Livi! ¡Ahí voy yo! —el tono emocionado de la susodicha se vio acompañada de una amplia sonrisa, y ambas rieron como dos niñas. —Hay un baile de bienvenida, el día antes de que comiencen las clases, deberías considerar ir.

—Voy a pensarlo —respondió Olivia, guiñándole un ojo.

—No me dijiste que Finn conocía gente de este lado del puente, aparte de su novia, ¿sabes cómo se llaman? —ahí estaba de nuevo, su auténtica curiosidad.

—Sophia... —intentó hacer memoria Rodrigo mientras cerraba un ojo y sacaba la lengua, chispeó los dedos cuando la respuesta se le vino a la mente —. ¡Lillis! ¡Sophia Lillis e Iris Apatow! —miró a su amiga esperando alguna reacción de su parte, pero esta palideció.

—Olivia, ¿cómo se llama la novia de Finn? —cuestionó en un susurro, observándola un poco asustada.

—Millie, Millie Bobby Brown.

—Olivia, te recomendaría fuertemente ni si quiera pisar dentro de la academia.

La castaña le dio una mirada confundida; —¿de qué hablas?

—Iris Apatow es básicamente la reina de la academia Schuyler, y Brown junto con Lillis, Blanchard y Ortega son algo así como sus secuaces. Aún recuerdo cuando un chico de la academia Laurens le rompió el corazón a Jenna. Dicen las malas lenguas que Iris hizo una pataleta hasta que lo expulsaron —Sofia miró a su amiga con una expresión horrorizada, y vio que ambas la compartían.

—Señorita, es hora de lavar su cabello —una de las peluqueras se dirigió a Olivia, quien aún con una expresión de terror en su rostro asintió.

—¡Pero del baile de bienvenida no te salvas, Livi! —gritó su amiga para luego ser callada por todos en el salón.

...

Llevaba un par de días evitando a Finn cuando supo que no podía seguir haciéndolo, y con una valentía que no tenía claro de dónde había sacado, lo citó en el mirador donde habían comido por primera vez. Era una sorprendente tarde de agosto, 31 de agosto, cuando sólo faltaban cuatro días para entrar a la Academia Schuyler, para ser más específicos. Estaba lloviendo, y esa era la sorpresa. Con los vidrios cerrados de su jeep, sintió como alguien tocó su ventana, y ahí estaba él. Sacó el seguro de la puerta y el empapado muchacho se subió lo más rápido que pudo.

Un silencio sepulcral los invadió, la expresión enojada de Finn le decía todo a Olivia, quien aún no se atrevía a hablar. Su lengua había sido devorada por gatos, y su garganta se encontraba seca, nada le hacía sentido, hasta que él rompió el silencio.

—Teñiste tu cabello —murmuró, mirando los reflejos rubios en el pelo de Olivia. Con esa mirada que la mataba y la traía a la vida nuevamente.

—Sí... —soltó ella, con una leve risita. No esperaba que él lo notara. —Escucha, Finn... Sé que te estuve evitando, y sé que debí responderte, pero ambos sabemos que él que debe tomar una decisión aquí eres tú.

—Livi... —con el usual murmullo que la hacía flaquear el chico se tiró hacía atrás, sin poder hacer contacto visual.

—¡No me llames Livi, Finn! ¡Ni Liv, ni Oli! ¡Mira el desastre que hicimos! —explotó, finalmente. —¡Me haces sentir cosas que no creo volver a sentir con nadie más! ¡Me enseñaste cosas, me enseñaste a explayarme contigo! ¡Básicamente me enseñaste un lenguaje que sólo sé hablar contigo! ¡Así que, en vez de llamarme nombres, empieza a ponerte los pantalones y toma una mierda de decisión, porque aunque no lo creas, no te voy a esperar para siempre! —Rodrigo terminó de gritar mientras golpeaba con su puño el volante del auto llena de rabia, estaba furiosa. Tan pronto como su orgullo se lo permitió, miró al chico, quien tenía una expresión que ella nunca había visto en su rostro.

—¡¿Crees que para mí esto es fácil, Olivia?! ¡¿Crees que quiero hacerte daño a ti, o a Millie?! ¡Sólo estás pensando en ti! ¡No piensas en que yo me estoy arruinando por ti, que arriesgué cosas por ti, que nunca pensé en arriesgar! —Wolfhard le devolvió el grito, pero de forma más baja, mientras que los ojos de la castaña se empapaban rápidamente.

—Yo igual me arruiné por ti, Finn. ¿Y sabes qué es lo peor? —preguntó mirándolo directamente a los ojos, con una expresión enrabiada —. Que por ti, me arruinaría miles de veces, las miles de veces que fueran necesarias para que me eligieras a mí. Para que te quedes conmigo. —y sólo le hizo falta ver la culpa en los ojos del de pecas cuando soltó en esa última frase para saberlo, él había elegido a Millie. —Quédate conmigo, por favor. Finn, escógeme por favor.

La voz rota de Olivia resonó por las cuatro paredes que los encerraban, le estaba rogando, necesitaba que se quedara, que la escogiera y que la amara. Y soltó un sollozo cuando no hubo una respuesta, por que el silencio no tan sólo era la ausencia de sonido, sino que también era la abundancia de una respuesta que ella no quería oír.

—Siento que tengas que perderme —soltó Wolfhard en un susurro roto, mientras se acercaba a la chica y le secaba una lágrima, y el simple roce la hizo llorar aún más, porque sería uno de los últimos que le brindaría.

—No te perdí, Finn. No eras mío para perderte. —con una débil sonrisa se acercó aún más a él y lo besó de forma lenta. Su último beso. Lleno de sentimientos, lleno de amargura, lleno de amor. Olivia lo amaba, y tenía la sospecha de que eso no cambiaría en un futuro cercano. Finn la quería. —Ahora vete. —le dijo cuándo se separaron, aún con sus frentes juntas, con la mano del chico acariciando su mano en formas circulares.

—Te quiero, Livi. —le dijo dedicándole una sonrisa triste, preparándose para salir de ahí, para dejarla.

Y con el amor en la maleta de su memoria, lo vio irse, adiós al chico de sus sueños. Donde ayer lo veía dormir, hoy lo veía marchar.

Ella condujo de vuelta a su nuevo hogar, sin saber que el dolor que sentía no sería para siempre. Se sentó en la cama con un suspiro, y cuanto lo hizo, el nudo que reprimió todo el camino, se soltó. Un sollozo roto salió de sus labios, y dejó que todo el dolor que sentía se externalizara.

No le gustaban las conversaciones que sonaban a despedidas, no le gustaban las despedidas. Quizás se debía a lo mucho que se apegaba a la gente que amaba, porque Olivia amaba a Finn. Lo amaba con cada fibra de su corazón, lo amaba con una fuerza que nunca pensó amar a nadie, y tener que despedirse de él, le rompía el alma.

Era difícil decirle adiós a alguien de quien no quería despedirse. Decirle adiós al chico de sus sueños, al que había visto mirarla y dejar de mirarla, al que amaba como a nadie en ese momento. El que le había enseñado tanto. Se lanzó destruida a la cama, y sin sollozos, su llanto salía pulcro, sólo lágrimas. Porque aún le quedaban muchas para derrochar, en especial si era por alguien que valía la pena como Finn.

Ya no sabía cómo iba a poder escuchar sus bandas favoritas sin él a su lado, porque se había adueñado de cada una de sus narrativas. Se había adueñado de sus sonrisas, de su cuerpo. En algún momento la castaña llegó a pensar que ella fue hecha sólo para existir a su lado, pero el dueño de su corazón le demostró que ella era más que eso, que podía vivir sola, que debía quererse, porque ella merecía algo mejor que eso.

¿Y cómo lo voy a odiar, si él me ayudó tanto? Pensó mientras recuerdos de Finn Wolfhard pasaban por su cabeza, viendo su figura voltear a mirarla, a tocarla, a besarla. Viéndolo leer, comer, dormir. Sintiéndolo respirar, existir. Tenía galería llena de memorias hermosas y efímeras junto a él, y entonces lo supo, no lo podía odiar, y no lo haría.

Iba a derrochar todas las lágrimas que fueran necesarias para sanar, y lo iba a hacer por ella misma, porque ella valía más que todo el dinero que tuviera el hombre más adinerado del planeta en su cuenta bancaria. Ella sanaría, pero no por él, no porque lo amaba, no por venganza. Ella sanaría y lo dejaría de amar, porque era lo mínimo que ella merecía.

...

Sofia Bryant había conseguido sacarla de su habitación dos días seguidos. El primero fue el día dos de septiembre, en el que pasaron el día buscando por su vestido ideal, y el segundo era el día de hoy, tres de septiembre. Se encontraba en las escaleras del antiguo salón que vendría siendo el centro de eventos de las academias Schuyler y Laurens, su vestido color salmón sin hombros, con una larga abertura en la pierna derecha se robaba más miradas de las que ella y su amiga esperaban. Tenía la esperanza de que la pareja que arruinaría su noche no se encontrara ahí, pero allí se encontraban.

Vio a la chica de sus pesadillas materializarse mientras bajaba de una larga limusina con un pomposo vestido, y vio al chico de sus sueños perder el aliento al verla. Sintió como si clavaran una daga en su pecho, y se quedó congelada ahí durante un rato, viéndolos ser felices juntos, algo que ella nunca tendría. Sophia se acercó a saludar cuando se cruzaron, al igual que todos los amigos de Finn. Byant se aseguró de no dejarla sola en ningún momento, pero cuando la susodicha decidió ir al lavabo, se encontró desolada en un mar de personas que no conocía. Entonces prefirió salir, la cálida noche la envolvió con una sueva brisa.

—¿Nueva? —escuchó una voz masculina a su espalda, y giró rápidamente. Su cabello suelto hecho ondas se movió causando un efecto cautivante para todos los que estaban ahí para presenciarlo. El chico de rulos que le había hablado pareció perder el aliento al verla, y ella sonrió débil.

—Sí, nueva y transferida directamente de California —contestó ella, viendo al chico ubicarse a su lado en el pequeño balcón antes de las escaleras, ella bajó su mirada.

—También soy nuevo, pero antes también vivía acá, con mi padre, cuando nos enteramos que había quedado en la academia Laurens fue muy impactante, ninguno de los dos se lo esperaba... —y eso fue último que supo de la vida del de rulos antes de que Finn Wolfhard se cruzara en su vista. Buenmozo como siempre, usando un traje, bajando las escaleras de forma apresurada, y lo siguió.

Escuchó al chico despedirse mientras ella corría detrás de Wolfhard, con la respiración agitada lo encontró fumando un cigarrillo en los primeros escalones del lugar. Se ubicó de forma silenciosa a su lado, antes de decir cualquier cosa, tomó aire de forma fuerte, haciendo que el chico la mirara. Sus pupilas se dilataron y sus ojos se abrieron.

—¿Qué haces aquí? —murmuró un poco impactado ante lo que parecía ser una visión de la muchacha, tan reluciente como siempre.

—Mamá decidió que nos mudaríamos a Nueva York —le contestó ella con simpleza.

—No me habías contado eso —reclamó el de pecas antes de darle una calada a su cigarrillo.

—Tu no me habías contado que no le dirías a Millie, así que supongo que estamos a medias. —con una sonrisa débil bajó un escalón para mirarlo fijamente, nada en él había cambiado, seguía siendo el mismo chico que le robaba el sueño. 

—Si le diré —Finn cerró los ojos con fuerza, mientras en su rostro se formaba una expresión arrepentida —. Pero quería que ella disfrutara esta noche, es especial —hizo una pausa para tomar aire, mientras volvía a abrir los ojos, y posar su mirada en Olivia —. Ella planeó todo esto, ¿sabes?  Ella se preocupó de todos los detalles, e incluso se preocupó de conseguirle entradas a los chicos, porque ella necesitaba que vivieran lo que era un baile de verdad.

Ambos soltaron una risita ligera, mientras se miraban a los ojos. La voz de Carla Bruni entonaba una dulce melodía adentro del salón, y Olivia sólo sentía la urgencia de besar los labios de Finn; —Ella es maravillosa —en un tono nostálgico las palabras salieron de su boca, ignorando sus instintos más carnales.

—Sí, lo es.

—Yo... —hizo una pausa, para mirarlo a los ojos, y perderse en ellos una vez más —Yo me voy. —el chico asintió, y también ella. Comenzó a subir los escalones hasta que sintió una voz a sus espaldas.

—Olivia —dijo el azabache, consiguiendo que ella se girara. —¿Todavía me quieres, aunque te haya hecho daño? —había un tono de niño pequeño, desesperado por pedir ayuda en su voz, que la hizo suspirar.

—Te voy a querer para siempre, Finn. Pero te voy a querer de lejos, porque de cerca dueles más —el chico esbozó una sonrisa triste, satisfecho con su sonrisa, y ella subió otro escalón, pero algo no la dejó seguir —Finn.

Murmuró, volviendo a jurar sus ojos con los de él, café en café, Wolfhard hizo un ruido para que ella supiera que si le estaba prestando atención, mientras le daba otra calada a su cigarrillo; —¿Te voy a superar algún día? —le preguntó triste, cerrando sus ojos, evitando el contacto visual.

—¿Y cómo no? —le sonrió el de pecas, contagiándose con su tristeza. —Si he visto flores romper el pavimento.

Y se quedaron un minuto sonriéndose apenados, porque ambos sabían que de los dos, ambos perdían de igual manera, habían entrado en un juego sin ganadores. Y en esa singular burbuja que creaban cada vez que estaban juntos, no sintieron como gente llegaba a su lado.

Olivia vio como Millie tomaba del brazo a Finn y le daba una cachetada. Un suspiro ahogado salió de su garganta, y recordó en ese preciso momento las palabras de Augustine. "Pero recuerda que todo lo malo que haces, se devuelve."

Cuando vio la expresión de Brown llena de lágrimas, cuando vio las miradas decepcionadas de sus amigos, supo que aunque no se arrepentía de lo que había hecho durante ese verano, si se arrepentía del daño que estaba causando en ese momento.

El verano se le había escapado como esa botella de vino que se acababan cuando las cosas se ponían feas, porque él no era de ella. No era de ella para perderlo, no era de ella para amarlo, y ahí lo comprendió, parada viendo el daño que habían causado, que ella había estado viviendo bajo una esperanza inexistente todo ese verano, bajo la esperanza de que eso no se acabara, bajo la esperanza de que él la eligiera, bajo la esperanza de quedarse en esa habitación de hotel para siempre. Habían intentado cambiar para mejor, ella había cambiado para mejor, gracias a él, y él había crecido, gracias a ella. Pero aun así, él no era de ella, no para amarlo, ni menos para perderlo.

"Back when we were still changin' for the better"

SOOOOOOO HERE WE ARE. terminé de escribir a olivia aproximadamente 2 o 3 días atrás, y la verdad es que ya la extraño🥺 tenía el hábito de apoyarme en este personajeJAJJAJAJAJA pero extraño aún más escribir a millie, LO BUENO ES QUE PRONTO LA TENDREMOS DE VUELTA jiji. esta es la última parte de august, y ahora sólo tenemos a finn en betty. lo siento por el cliffhanger una vez más, pero en el próximo capítulo les voy a contar que es lo qué pasa después de la bendita cachetada de millie (que si lo pensamos bien, se la totalmente merecía:p) nos vemos en la próxima entrada, yyyyy, en la entrada "august" en un par de horas ya debería estar el código a la playlist de olivia.
xoxo;
svfi

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