βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

230K 21.6K 24.8K

π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π€π‚π‹π€π‘π€π‚πˆπŽππ„π’
β€– ππ„π‘π’πŽππ€π‰π„π’
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π“π‘π€Μπˆπ‹π„π‘π’
━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ 𝐋𝐗: Me lo debes

930 110 178
By Lucy_BF

N. de la A.: os aconsejo escuchar la canción de multimedia mientras leéis la primera parte del capítulo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

✹.✹.✹

──── CAPÍTULO LX──

ME LO DEBES

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        EL BOSQUE CADUCIFOLIO que se erigía al suroeste de Kattegat era considerado un santuario para la mayoría de los habitantes de la capital. Las encinas, los fresnos y los serbales —entre otros tipos de árboles— que constituían aquel lugar de culto se alzaban imperiosos unos por encima de otros, conformando una inmensa bóveda glauca de hojas y ramas que solo era atravesada por la tibia luz del sol. El tvímánudr*, el quinto mes del misseri de verano, había traído consigo un ligero descenso de las temperaturas, junto con las primeras tormentas del equinoccio. Los días empezaban a ser más cortos y algunos árboles ya comenzaban a amarillear, señal inequívoca de que el skammdegi estaba cerca.

Se encontraba de pie frente a un enorme arce, tan inmutable que parecía una estatua, uno de los numerosos tótems que había en el templo Uppsala para rendirles pleitesía a los Æsir y a los Vanir.

Estaba quieta, con la mirada fija en un punto concreto del suelo y los pies clavados sobre la tierra húmeda. Llevaba un pañuelo oscuro que ocultaba casi todo su cabello, pero algunos mechones rebeldes asomaban junto a sus mejillas, ondeando al compás de la brisa vespertina. El paisaje era abrumador; todo el horizonte estaba siendo consumido por las llamas del atardecer.

Respiró hondo y exhaló despacio, tratando por todos los medios de mantener sus inestables emociones bajo control. A su alrededor los gorriones y los pinzones piaban frenéticamente mientras buscaban un sitio en el que pernoctar, siendo aquel gigantesco arce su objetivo para esa noche. Su canto resultaba tranquilizador, reconfortante incluso, pero nada podía aliviar su dolor. Nada podía librarle de esa congoja que llevaba acompañándola desde hacía una semana, estrujando su corazón, rompiéndolo en mil pedazos.

Sus ojos, que habían perdido gran parte de su brillo, no se apartaban del montoncito de tierra removida que había ante ella. De forma instintiva se llevó una mano al vientre, acariciándolo suavemente. Seguía estando algo abultado, pero ya no había nada —nadie— en su interior. Era un simple cascarón vacío, el recuerdo de lo que había estado a punto de tener... De lo que había perdido.

Una traicionera lágrima descendió por su mejilla. Ya habían transcurrido siete días desde entonces, desde que los dioses habían decidido arrebatarle a su hija, del mismo modo que hicieron con Gunnar hacía ya quince años. Había nacido muerta, pero la había podido ver y hasta incluso coger. Su carita, sus manitas... Era tan pequeña, tan frágil y delicada, que el corazón se le encogió de ternura cuando posó la vista en ella. Le pareció hermosa, a pesar de que estuviera ensangrentada y que apenas cupiese en una mano. No dejaba de ser su niña, su bebé.

Hilda se había encargado del cuerpo y ella no había puesto ninguna objeción, consciente de que la seiðkona le brindaría una despedida digna. La había enterrado en el bosque, a los pies de aquel imponente arce, dándole después las indicaciones pertinentes para que pudiera llegar hasta allí cuando se sintiese preparada. Pero no había sido hasta ese día, hasta ese momento, que había reunido el valor suficiente para visitar su tumba.

Dolía. Dolía demasiado estar allí.

Era una sensación punzante y desgarradora, un padecimiento constante que no se lo deseaba ni a su peor enemigo. Se sentía vacía, devastada, como si le hubieran arrebatado uno de sus tesoros más preciados. Y una parte de ella se creía merecedora de ese sufrimiento. Una parte de ella se responsabilizaba y culpabilizaba.

Cuando se enfrentó a Trygve aquella noche que lo dejó al descubierto, acusándolo de conspiración e intento de regicidio, durante unas milésimas de segundo repudió al bebé que llevaba dentro. Fue tal el sentimiento de traición que había despertado en ella el pescador, quien no había hecho más que manipularla a su antojo, que deseó no haberse quedado embarazada de él, aunque eso supusiera rechazar a su propio retoño. Fue un pensamiento fugaz y efímero, pero que cruzó su mente como un dardo envenenado. Y ahora Freyja la había castigado por ello, arrebatándole a su pequeña.

Había orado por ella, suplicándoles a sus progenitores, Amund y Halldóra, dos humildes granjeros que ahora residían en el Bilskírnir, el esplendoroso palacio de Thor, que la cuidaran y protegiesen. Ese era su único consuelo, saber que estaría en buenas manos, al igual que su bienamado Gunnar.

—¿Qué haces aquí? —articuló Kaia.

No tuvo que volverse a mirar para saber quién se hallaba tras ella. Eran tantos los años que llevaba a su lado, constituyendo el tándem perfecto, que había aprendido a reconocer hasta su manera de andar y moverse. Más que caminar parecía flotar, como si se tratase de un ente incorpóreo y etéreo. Era tan regia y elegante, tan majestuosa y sofisticada, que parecía mentira que fuese una de las escuderas más temidas de toda Escandinavia.

—Quería verte —respondió Lagertha—. Fui a tu casa, pero no estabas. Así que le pregunté a Hilda —prosiguió debido al mutismo de su interlocutora, que continuaba dándole la espalda—. Ella me dijo dónde podía encontrarte.

La Imbatible no dijo nada al respecto. No reaccionó de ninguna forma, lo que solo sirvió para incrementar la tensión que se había apoderado del ambiente, enrareciéndolo. Aunque poco le importaba, a decir verdad. Lo único que quería era estar sola y en silencio. Afrontar el duelo y superarlo de la mejor manera posible.

—¿Cómo te encuentras? —quiso saber la soberana.

Kaia se abrazó a sí misma. De repente tenía frío.

—Como cabría esperar —contestó en tono monocorde—, teniendo en cuenta que he perdido a mi hija. —Giró sobre sus talones, quedando cara a cara con Lagertha, que cuadró los hombros y se enderezó en toda su altura cuando sus ojos se encontraron.

Había rencor en su mirada, un profundo resentimiento que la traspasó como el más afilado de los cuchillos, aunque no podía culparla ni recriminarle nada. La castaña estaba en todo su derecho a odiarla y menospreciarla. No había sido justa con ella, y tampoco se había portado como una buena amiga. Debía asumir las consecuencias de sus actos... Y eso era justo lo que haría, doliera lo que doliese.

—Kaia... —pronunció su nombre en un susurro—. Lamento mucho todo lo que ha ocurrido. Cuando me enteré de que habías perdido el bebé, yo... —Realizó una breve pausa, tratando de buscar las palabras adecuadas. No quería empeorar las cosas ni herirla más de lo que ya lo había hecho—. Sabes que te entiendo mejor que nadie. Sé cómo te sientes —recalcó, haciendo acopio de toda su entereza.

Aquella última alegación logró tocarle la fibra sensible a La Imbatible, cuya máscara de impasibilidad cayó durante unos efímeros instantes. No obstante, enseguida se recompuso, retornando a una expresión neutral.

Era consciente de ello, sí. Sabía que Lagertha había pasado por lo mismo, dos veces además. Pero estaba tan dolida, tan disgustada y decepcionada, que nada de lo que pudiera decirle le haría sentir mejor o cambiaría lo que había sucedido. Su último encuentro, el modo en que la había tratado, dudando de ella como si nada las uniera, como si no hubiesen pasado juntas gran parte de sus vidas, era una espina que se había clavado demasiado hondo en su maltrecho corazón.

—¿Lo sabe alguien más? Aparte de tú y Guðrun —inquirió Kaia.

Fue la thrall quien dio la voz de alarma, avisando al sanador y a la comadrona. Fue ella la que les comunicó la trágica noticia a Hilda y a Lagertha, y la que había estado visitándola periódicamente para asegurarse de que todo iba bien y hacerla compañía. Su presencia y la de la völva habían sido las únicas que había tolerado aquellos últimos días. Y realmente no sabía por qué, dado que no dejaba de ser una esclava, alguien a quien conocía de apenas unas lunas, pero había algo en ella que la reconfortaba. Su silenciosa compañía la ayudaba a no sentirse sola, ni juzgada.

—No, le pedí que no dijera nada —solventó la rubia, entrelazando las manos sobre su regazo—. Ni siquiera lo sabe Torvi. Cree que se trata de una mera indisposición —puntualizó.

Kaia realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, satisfecha con la respuesta. Se frotó los brazos, puesto que seguía estando destemplada, y se volvió hacia la tumba de su hija.

Yrsa... Ese era el nombre que había elegido en caso de que fuera una niña. Significaba «pequeña osa».

—Bien, porque no quiero que lo sepa nadie más. Ni siquiera Drasil —subrayó, tratando por todos los medios de que no se le quebrara la voz. No quería contárselo a su primogénita porque sería demasiado doloroso, aparte de innecesario. Lo hecho, hecho estaba. Compartirlo con ella no serviría de nada, tan solo para preocuparla o hasta incluso decepcionarla por haberse dejado embaucar con tanta facilidad—. No volveremos a hablar del tema. Esto nunca ha pasado —apostilló con seriedad.

Lagertha inspiró por la nariz.

—¿Estás segura de que es lo que quieres?

La Imbatible se dio media vuelta y avanzó hacia ella. Puede que su rostro no reflejara nada, ni la más mínima emoción, pero sus orbes grises transmitían todo aquello que era incapaz de expresar con palabras. Estaba rota, destrozada... Y eso era algo que la reina no soportaba. Odiaba verla así, era demasiado para ella.

—Sí, y respetarás mi decisión —sentenció Kaia, tajante—. Me lo debes.

No esperó a que Lagertha contestara.

Se marchó de allí sin mirar atrás.

Vestfold era un reino extenso situado en la costa sureste de Noruega. Se trataba de un territorio rico y bastante poblado, cuya actividad se basaba principalmente en la pesca, sobre todo en la caza de ballenas. Aprovechaban todo de ellas, desde la carne, que era considerada todo un manjar, hasta la última gota de aceite. Tamdrup era la capital y, por tanto, la sede de Harald Cabello Hermoso.

A Trygve hasta le parecía irónico haber acabado allí, teniendo en cuenta a lo que se dedicaba en Kattegat, antes de huir y dejar atrás su antigua vida. Era como si el destino pretendiera burlarse de él, como si los dioses quisieran recordarle lo que era y de dónde provenía. Aunque no podía quejarse, dadas las circunstancias. Puede que aquello no formase parte de su plan inicial, pero al menos había logrado escapar con vida de Kattegat, que era más de lo que había esperado luego de que Kaia lo expusiera aquella noche en su casa, haciéndole saber que estaba al tanto de todo lo que había estado haciendo a sus espaldas.

Seguía sin comprender por qué La Imbatible no lo había apresado ese mismo día. Tenía pruebas más que suficientes para hacerlo —el detalle del tatuaje había sido decisivo—, pero, aun así, lo había dejado marchar. ¿Por qué? ¿Acaso los meses que habían pasado juntos, compartiendo infinidad de momentos íntimos, la habían echado atrás, frenando su mano? ¿O es que acaso había algo más, otros planes que tenía reservados para él?

Fuera como fuese, ahora estaba muy lejos de allí. Ya no tendría que preocuparse más por mantener esa fachada que le había permitido acercarse a ella y a sus compañeras. Ya no tendría que dormir con un ojo abierto todas las noches por si los acólitos de Lagertha irrumpían en su hogar para que respondiera ante ella por alta traición. Tampoco tendría que continuar reclutando personas afines a su causa para que le hicieran el trabajo sucio, y todo gracias a Harald.

Ahora que el gobernante de Vestfold compartía su mismo objetivo, acabar con la rubia, todo sería más fácil para él, porque ya no se vería en la obligación de conspirar en tabernas de mala muerte ni fingir que respetaba a aquella sucia arpía. Solo debía esperar a que su nuevo aliado descargara toda su furia contra ella, y entonces su sed de sangre sería saciada.

El Gran Salón de Vestfold era similar al de Kattegat, pero a la vez muy diferente. Era más simple y menos ostentoso, con esqueletos de ballenas colgando del techo a modo de trofeos y hermosas pieles de animales decorando las paredes. Aquella noche se habían dispuesto varias mesas a lo largo y ancho del comedor para poder dar cabida al mayor número de personas posible. Sobre sus astilladas superficies había alimentos de todo tipo, desde verduras y carne hasta lácteos y pescado, y alcohol para animar el ambiente, que ya de por sí era alegre y dicharachero. La música sonaba y las voces y risas de los comensales llenaban el aire, endulzando la velada.

El motivo de aquella celebración no era otro que el compromiso de Harald y Astrid, la pupila —y, según tenía entendido, amante— de Lagertha.

Cuando la secuestraron, luego de que esta los descubriera dirigiéndose hacia el muelle, no entendió por qué el soberano había querido llevársela en vez de aniquilarla. Ahora todo estaba más claro, aunque no por ello dejaba de parecerle retorcido. Puede que Harald no la hubiese forzado directamente a ello, concediéndole unos días para que lo meditara, pero era evidente que la joven escudera estaba allí en contra de su voluntad y que si había accedido a casarse con él era por pura supervivencia, porque no había tenido otra alternativa.

Harald se había propuesto destruir a Lagertha y su primera jugada había sido raptar a una de sus skjaldmö más preciadas para convertirla en su reina, volviéndola así en su contra. En otras palabras, había ido a darle en donde más le dolía.

Sentía curiosidad, no lo iba a negar. Le habría gustado ver la reacción de la rubia al enterarse de que Astrid, la mujer con la que había compartido cama las últimas lunas, había desaparecido, al igual que ellos. ¿Cómo se tomaría que su antigua aprendiza fuera a contraer matrimonio con el hombre que había intentado derrocarla? Conociéndola, no muy bien. Aunque eso a él no podía generarle más satisfacción.

Su mirada se desvió hacia la mesa en torno a la que estaban sentados Harald y Astrid. A su alrededor no dejaban de pulular esclavos que iban de aquí para allá con aparente ajetreo, cuidando que sus copas no quedaran vacías. Sin apartar la vista de ellos, se terminó lo que le quedaba de hidromiel de un trago y se levantó de su asiento, para posteriormente aproximarse a la pareja.

—Rey Harald. —Trygve inclinó la cabeza hacia el hombre en señal de respeto—. Astrid. —Miró a la muchacha, que lucía hermosa y radiante, como solo una reina podría. El vestido que llevaba, de tonos oscuros y vibrantes, se adaptaba perfectamente a su figura, realzando todos y cada uno de sus atributos. Esta enseguida compuso una mueca de aversión, como si su sola presencia la contrariara—. Mi más sincera enhorabuena. Os deseo un matrimonio feliz y duradero —añadió, comedido.

—¡Trygve! —exclamó el gobernante de Vestfold, alzando su cuerno vaciado con júbilo. Parte de su contenido se derramó en el proceso, dado que la coordinación ya empezaba a fallarle debido a los efectos del bjorr—. Me alegra que hayas venido. —Esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

El pescador asintió y unió sus manos a la espalda, irguiéndose cuan largo era. Podía sentir la incisiva mirada de Astrid clavada en él, perforándolo como una daga afilada. Saltaba a la vista que le guardaba rencor, y no era para menos: había traicionado a Lagertha y ayudado a escapar a Harald y a sus hombres, secuestrándola a ella en el proceso. Normal que no lo tuviera en alta estima, aunque poco le importaba lo que pensara de él.

En realidad, le daba absolutamente igual que se hubieran comprometido. Por él podían irse al Helheim los dos.

Si estaba allí no era para festejar en honor a los futuros cónyuges, ni mucho menos. Tenía un asunto pendiente con el monarca, y no pensaba dejarlo estar hasta que este cumpliera con su parte del trato. Ya había pasado una semana desde que habían llegado a Vestfold, pero Harald todavía no le había proporcionado las tierras que le había prometido a cambio de ayudarlo a huir.

—Yo no me alegraría tanto —repuso Astrid, punzante.

Los labios de Trygve temblaron, pero no llegaron a hilvanar la sonrisa que pugnaba por asomar a su curtido semblante. Era evidente que la morena no se lo iba a poner nada fácil —más ahora que iba a ascender en la pirámide social—, pero, mientras contase con el beneplácito de Harald, todo lo demás le traía sin cuidado. Quien tenía el poder allí era él, no ella. Puede que en Kattegat la corona la llevase una mujer, pero en Vestfold Astrid solo sería una mera consorte.

El soberano chasqueó la lengua.

—Hablas desde el resentimiento, querida —intervino, justo antes de darle un sorbo a su bebida. Se secó las comisuras con la manga de su túnica y le pidió al thrall que tenía a su derecha que le sirviera más bjorr.

—Hablo desde la sensatez —corrigió Astrid sin romper en ningún momento el contacto visual con el pescador, que se mantuvo imperturbable en su sitio—. Traicionó a Lagertha, su reina. ¿Qué te hace pensar que no te hará lo mismo a ti? —cizañó, metiendo el dedo en la llaga.

La fisonomía de Trygve se ensombreció ante la mención de la rubia. La tensión se adueñó de la línea de su mandíbula y un pequeño músculo tembló en el lateral de su cuello. Sus puños se cerraron con fuerza tras su espalda y sus iris garzos destellaron con rabia contenida. Si había algo de lo que se arrepentía era no haber podido vengarse de esa maldita ramera, no haberle dado su merecido.

—Esa mujer nunca ha sido mi reina —masculló entre dientes.

La escudera entornó los ojos, como si pretendiera escrutar sus más oscuros pensamientos. Harald, por su parte, hizo un ademán con la mano, queriendo restarle importancia al asunto. Tenía las mejillas arreboladas y la mirada nublada. Como siguiera bebiendo a ese ritmo no aguantaría mucho más.

—Este hombre me salvó la vida. Me ayudó a huir de Kattegat —remarcó el gobernante a la par que señalaba a Trygve con el dedo índice—. De no haber sido por él, ahora mismo no estaría aquí. Ahora me es leal a mí. —El énfasis en esos últimos vocablos fue más que notorio.

Astrid sonrió de manera burlona.

—Pero no lo hizo de forma altruista, ¿verdad? —soltó mientras jugueteaba distraídamente con el pendiente que colgaba de su oreja izquierda—. ¿Qué te pidió a cambio? ¿Un condado aquí en Vestfold? —Se echó hacia atrás, apoyándose en el respaldo de la silla, y cruzó una pierna sobre la otra.

—Así es. No tengo ningún problema en admitirlo —manifestó el pescador, encogiéndose de hombros con naturalidad. Los rasgos faciales de la joven se crisparon en el acto, lo que impulsó a Trygve a seguir hablando—: Arriesgué mucho liberándolo. De habernos cogido, me habrían ejecutado. Es un precio justo. —Si pensaba que aquello era motivo de deshonra o vergüenza, estaba muy equivocada. Merecía una recompensa por lo que había hecho, y la iba a obtener—. Un precio que confío se pague pronto —comentó, esta vez observando a Harald, que captó al vuelo la indirecta.

El monarca hizo un mohín con la boca, pero se forzó a sonreír.

—Por supuesto. De hecho, ya estoy en ello —aseveró luego de aclararse la garganta, que se le había quedado algo seca—. Pronto podrás disfrutar de tus tierras y hacer cuanto quieras con ellas.

Trygve se dobló por la cintura en señal de agradecimiento. Seguía sin fiarse de él, pero no le quedaba más remedio que ser paciente y esperar. No le convenía tensar demasiado la cuerda.

—Lo esperaré con ansias —se limitó a decir.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

Tvímánudr es el mes del calendario nórdico que va de mediados de agosto a mediados de septiembre.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis amores!

Sé que es un capítulo de transición, pero me parecía súper necesario para asentar un poco las cosas y aportar algo de calma al asunto, que buena falta nos hace xD No ha sido muy largo en comparación con los anteriores, pero considero que es bastante interesante y revelador. Más que nada porque nos ha servido para ver cómo van las cosas en Kattegat (y lo que no es Kattegat, jeje) después del dramote de los anteriores caps. :D

Pero bueno, vayamos paso a paso.

¿Qué me decís de la primera escena? ¿A vosotros también se os ha roto el corazón? Porque yo estoy que no sé qué hacer con mi vida. Mi pobre Kaia no merece nada de lo que le está pasando... Pero no me arrepiento. Vivo por y para el drama, ya lo sabéis. Y qué queréis que os diga, pero el hecho de que ahora esté molesta con Lagertha me encanta y me da mucho hype x'D PORQUE LAS COSAS VAN A CAMBIAR, MAI FRIENS. Ya os dije que se avecinan muchas curvas en este último tramo del primer libro *sonrisa maliciosa*.

Y bueno, el traidor volvió a aparecer. Parece que no le están saliendo las cosas como quería, pero qué esperaba si ha ido a negociar con el hombre más mentiroso y falso de toda Noruega. O sea, amigo, reacciona. ¿Qué creéis que pasará con Trygve ahora que está en Vestfold? ¿Cuáles son vuestras teorías? Porque las cosas se van a poner MUY interesantes a partir de ahora, y no exagero. Estamos entrando en la etapa de la guerra civil y yo no quepo en mí de la emoción.

Y creo que no tengo nada más que decir, solo que espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado de la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D.: en el próximo capítulo las niñas regresan a Kattegat. Ahí lo dejo.

Continue Reading

You'll Also Like

24.6K 871 30
-ΒΏIrme con vos o vivir en la calle?-preguntΓ© de brazos cruzados. -Tenes cinco minutos para elegir la mejor opciΓ³n. -AdiΓ³s, hermano. Tras mis palabra...
2.6K 176 8
Para empezar esta historia serΓ‘ un poco diferente a la cronologΓ­a de la historia asΓ­ que por favor espero y les guste puede que aygan algunas falta...
285K 14.7K 118
No se aceptan copias ni adaptaciones.
72.9K 5.2K 34
Enero es especial, y no en el buen sentido. Es la chica loca que se sienta al lado de la ventana y que parece de todo menos normal, pero no es la her...