Tres amores y medio | 1

By teguisedcg

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A Inma le acaban de romper el corazón. Sin embargo, a pesar de no estar del mejor humor, termina saliendo de... More

Introducción 🍃
<< Prólogo >>
<< Playlist >>
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diéciseis (II)
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Dieciocho (II)
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veinte (II)
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
«La primera noche»
«Solo somos amigos»
<< Segunda parte >>
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
<< Epílogo >>
«Una peculiar forma de abrir puertas»
«En un universo paralelo»
«Bebé en camino»
«Feliz cumpleaños, papá»
Sigue leyendo...
<< Lectura conjunta >>

Capítulo Doce

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By teguisedcg

Capítulo dedicado a kim_lou-jones aquí tu dosis de drama, amiga jiji 🤭💕

(Canción: Corazón mármol de Alice Wonder) 

<< 12 >>

Queda menos de un mes para que empiecen las vacaciones de Navidad y yo ya estoycontando los días para disfrutar de esas fechas. Echo de menos la época de instituto cuándo vivía con mis padres porque todos los findes de semana de este mes y el siguiente nos íbamos a esquiar o en mi caso a hacer snowboard y creo que era de las pocas cosas que si disfrutaba hacer en familia. Invierno es sin duda mi estación favorita y la lluvia y la nieve podrían estar presente durante los 365 días que yo no pondría quejas por ello.

Escondo mi rostro bajo mi bufanda. Siento la nariz fría y seguramente esté rojiza por las bajas temperaturas. Estoy de camino al aula de mi querido profesor Palacios y es la primera vez que llego tarde. Ando de forma rápida, pero sin llegar a correr, aunque es lo que más deseo. Hace dos semanas que presentamos la primera parte del trabajo y ahora debemos presentar la segunda parte dónde consiste en que expliquemos cómo vamos a organizar el mobiliario y los trabajadores que tendremos bajo nuestro mandato. Teo y yo nos hemos involucrado bastante en este trabajo. Tanto cómo que hemos hecho entrevistas a trabajadores de hoteles cercanos e incluso directores y dueños de estos.

Ha sido interesante conocer sus vivencias y los comienzos que tuvieron ellos. Incluso ha habido un director que se ha ofrecido a dejarme hacer las prácticas en su hotel y no he sido capaz de decir que no.

«Sería muy idiota si lo hiciese».

Estoy a nada de tocar la puerta del aula cuándo esta se abre abruptamente. De ella sale una chica tapando su boca con la mano y se marcha del aula dando arcadas. Joder.

No pierdo el tiempo y entro en la clase. Toda la atención cae sobre mí y la pareja que estaba exponiendo su trabajo se calla repentinamente por mi interrupción.

—Perdón —murmuro avergonzada.

El señor Palacios hace un asentamiento de cabeza. Subo las escaleras hasta llegar a dónde me suelo sentar. Teo está al lado de mi silla vacía y lo veo temeroso. Me siento en mi sitio y veo como el alivio se refleja en su mirada.

—¿Qué pensabas? ¿Qué te iba a dejar tirado? —susurro.

—Por un momento, sí.

—Me ofendes, señor Teo.

—Y a mí por su culpa casi me da un infarto, señorita Inma —sigue la broma.

Nos intercambiamos una sonrisa antes de pasarnos entre nosotros los apuntes y la información que vamos a tener que presentar. No debería estar tan nerviosa porque ya expuse en su momento la primera parte del proyecto, pero Palacios en la última clase decidió avisarnos que estos hipotéticos hoteles se podrían llevar a cabo si se organizasen bien y ha sido como poner más presión sobre mis hombros.

La pareja termina de explicar. He llegado justo a tiempo porque los siguientes somos nosotros. Respiro un par de veces profundamente. Siento cómo las manos me tiemblan por el nerviosismo y las sacudo intentando quitar esa sensación de mi cuerpo. Esta vez el primero en explicar es Teo cosa que me beneficia para poder sosegar mis alterados nervios.

Mi compañero es capaz de dejar la timidez y el nerviosismo atrás para hablar con claridad y fluidez. Voy pasando las diapositivas al ritmo de su explicación mientras por el rabillo del ojo observo a mi profesor. Su atención está centrada por completo en Teo y me fijo en el atisbo de sonrisa que se forma en su rostro envejecido y me gustaría creer que eso es una buena señal.

Teo se gira sobre su propio eje y se acerca al escritorio.

«Tú puedes».

Yo puedo.

Inhalo y exhalo antes de plantarme delante de toda mi clase. Al principio me tiembla ligeramente la voz, me aclaro la garganta y soy capaz de continuar la explicación de manera elegante y firme. Las diapositivas ayudan a que me relaje mientras hablo porque si no recuerdo algo con tan solo fijarme en la imagen o en la información que hay reflejada en nuestro proyecto soy capaz de continuar. La última diapositiva es explicada y yo suelto un suspiro de alivio.

Aunque por dentro estoy completamente satisfecha por nuestro trabajo. Teo y yo volvemos a subir a nuestros asientos sin disimular las sonrisas. El resto de compañeros salen y explican sus proyectos hasta que la hora pasa. Teo se tiene que marchar a su facultad mientras que yo debo cambiar de clase para una nueva hora antes de poder ir a tomar algo la cafetería.

A pesar de que la siguiente hora la profesora no es la que mejor me cae, que el proyecto haya salido bien logra alegrarme esa clase y me dirijo a la cafetería con una sonrisa en el rostro. Al entrar me pongo de puntillas buscando a mi grupo de amigos. Hace un mes me hubiera dado estrés por estar en un sitio tan grande y tan llena de gente sola, pero ahora creo que he mejorado en ese aspecto y me adentro al lugar. Elevo la cabeza buscando mi mesa cuando localizo la melena rubia de Hugo y el cabello morado de Miri. Están sentados de nuevo en la mesa del fondo.

Voy esquivando personas a mi alrededor hasta llegar a la mesa dónde se encuentran mis amigos. Iván y Lara también están. Me dejo caer en la silla al lado del castaño y este me acerca un vaso de plástico del que sale un humo cálido y el aroma a café inunda mi nariz. La ligera sonrisa que llevo mostrando se amplía aún más y abrazo ladeadamente a Iván.

—Si lo sé, te traigo siempre el café —bromea él.

Le saco la lengua divertida.

—Gracias —digo antes de tomar el primer trago—. ¿También le has puesto azúcar?

—Un paquete y medio, como sé que te gusta —responde. Baja la voz ligeramente—. ¿No podías ser más rarita?

—Original, no rarita.

Lara cuenta que ha suspendido un examen de literatura; se excusa en que los autores del siglo XIX se le han atravesado y le cuesta mucho leerse sus obras, Miri intenta consolarla y nosotros la animamos distrayéndola. Iván se queja de su profesor, Miri habla sobre una oferta de trabajo que le han ofrecido y Hugo nos explica sobre lo poco que le está gustando las prácticas en una empresa de diseño.

Escucho como una silla rechina por ser arrastrada contra el suelo y siento alguien sentado muy cerca de mí. Por el rabillo de ojo su mirada ceniza es lo primero que llama mi atención junto a ese pequeño lunar.

Mueve su cabeza hasta conseguir que su rostro esté a escasos centímetros del mío y me fijo en las distintas tonalidades de azul y gris que combinan en su iris, queriéndote sumergir en su mirada.

—Mikel me ha dicho que te ha invitado al bar. Es de mala educación que huyas de tus compromisos con la gente —susurra.

—¿Por qué tanto interés en que cumpla con dicho compromiso?

—Solo me preocupo porque Mikel no tenga una mala impresión de ti. Solo eso.

—Seguro que se llevó una buena impresión de mí cuando me vio saliendo de vuestra casa vestida con tu ropa —comento con ironía.

—Te puedo asegurar que yo por lo menos sí, excepto por la parte de que te ibas a ir sin decirme nada—responde dibujando una sonrisa lobuna en su rostro.

—Idiota.

Niego con la cabeza divertida y bebo de mi café sin retirar mi mirada de los ojos cenizas que están fijos en mí.

—Capullo, pesado y ahora idiota. Siempre me insultas cuando yo te piropeo.

—No quiero que me piropees.

Retiro mis ojos de su mirada que me observa de una forma más intensa y abrumadora.

—Entonces, ¿por qué estás roja? —pregunta con su rostro peligrosamente cerca del mío logrando que su aliento cálido me erice la piel.

—Porque tengo calor.

Y no es hasta que veo como su sonrisa se amplía que me doy cuenta de lo que acabo de decir y de cómo él lo puede malinterpretar. Enzo enarca amabas cejas y se relame sus labios antes de mostrar su característica sonrisa torcida.

—Es por la calefacción, pervertido —digo, sonriendo con mis labios pegados al vaso de plástico.

—Nuevo insulto. Muy bonito, Inma.

Lo ignoro deliberadamente y sigo bebiendo de mi café tranquilamente. Entonces noto como la pierna de alguien se pega contra la mía. Bajo los ojos a mis piernas y me encuentro con la imagen de las rodillas de Enzo pegándose a las mías a propósito. Junto más las mías una contra la otra cortando dicho contacto que ya me estaba cortando la respiración.

Un simple roce.

«Cada día estoy peor».

Enzo parece no darse por vencido porque siento como sus dedos recorren mi espalda antes de apoyar su abrazo en el respaldo de mi silla. Siento su calor incluso a través de su ropa. Arrastra mi silla hasta que consigue que mi cuerpo esté demasiado cerca del suyo, logrando que su rostro quede a muy pocos centímetros del mío. Trago saliva nerviosa. Uno de sus ásperos dedos retira un mechón ondulado de mi rostro y lo coloca detrás de la oreja. En vez de apartar la mano después de hacerlo sus dedos dibujan un camino sobre la piel sensible de mi cuello.

Si antes tenía calor, ahora estoy sofocada.

—Estoy seguro de que tus amigos son más fáciles de convencer —susurra con la voz más grave de la cuenta.

Estoy tan centrada en el movimiento de sus dedos contra la piel de mi nuca que no es hasta que él se queda observándome fijamente que reacciono. Parpadeo un par de veces completamente perdida sin comprender del todo que quiere decir con eso.

—¿Q-qué?

Ahora es Enzo quién me ignora para centrar su atención en mi grupo de amigos.

—Los jueves en el bar de Mikel hay ofertas de cerveza. Un cubo de ocho botellines por diez euros —comenta con indiferencia.

Retira su brazo del respaldo de la silla llevándose con él la calidez que desprendía. Se aparta de mi lado al levantarse de la silla. Su calor es sustituido por el frío de su ausencia, aunque todavía no se ha marchado. Lo observo entre confusa y molesta.

—¿Nos vemos esta noche? —cuestiona divertido.

—¿Una cerveza por menos de un euro? —pregunta Lara y Enzo asiente—. ¡Cuenta conmigo!

—Alcohólica —mascullo, consiguiendo una mala mirada por parte de mi mejor amiga.

—Porque ahora estés menos asalvajada no significa que dejes de serlo.

—Así que, ¿menos asalvajada? —habla Enzo con la curiosidad brillando en sus ojos.

—¿Tú no te ibas?

Sus ojos se centran en mí por la pregunta y se encoge de hombros.

Lo último que quiero es que Enzo se entere de las cosas que hacía cuando era adolescente. Mi adolescencia a partir de que Enzo se marchase a Irlanda se convirtió en una larga fase de rebeldía dónde me junté con muy malas influencias. Recuerdo que conocí a Edu en ese ámbito. Nos entendíamos a la perfección porque ambos proveníamos de familias muy similares y teníamos ciertos problemas que compartíamos. Cuando yo dejé de hacer las cosas que solía hacer y él siguió, ahí, en ese preciso momento, fue dónde la relación perfecta que me había parecido resultó ser un espejismo de lo que realmente era.

Por esa época ya había empezado la universidad, conocía a mis compañeros de piso y me centré en mis estudios. Dejé las gilipolleces de niñata y maduré. A Edu el cambio no le hizo tanta gracia. Entonces, empezaron los insultos, las amenazas, los celos, los malos gestos y el engaño.

Enzo no necesita conocer esa parte de mi vida. Ahora soy una persona totalmente distinta y de la que estoy sumamente orgullosa.

Fulmino a la castaña que tengo como mejor amiga mientras ella sonríe de forma encantadora al chico de ojos grises.

—Cállate —articulo con el movimiento de mis labios.

Pero claro, Lara pasa de mi culo completamente divertida por la situación.

—Inma ahora está en su fase tranquilita. Le tendrías que haber visto como era antes de que saliese con el gilipollas de su ex.

«Realmente me volví peor gracias a Edu».

Sin embargo, no lo aclaro. Prefiero que cambiemos de tema y eso no ocurre.

—Mmh, ¿una Inma salvaje? Sería interesante verlo.

«No, no lo sería».

Mi voto de silencio sigue intacto. Puedo sentir su mirada clavada en mí en espera a que diga algo, pero no soy capaz de decir nada. Los recuerdos de esa etapa se reproducen en mi cabeza y me doy cuenta de que los malos abundan consiguiendo eclipsar los buenos. Es cierto que me divertía, mucho, pero las veces en que lo hacía a la mañana siguiente todo era borroso y confuso y no recordaba ni mi nombre.

Comienzo a retorcerme los dedos nerviosa. Al final el silencio acaba inundando nuestra mesa y yo solo espero que empiecen a hablar de otra cosa. Sin embargo, todos están expectantes a que la persona que hable sea yo.

—Yo me tengo que ir a terminar un trabajo. Ya me avisáis —digo precipitadamente mientras recojo mis cosas.

Ni siquiera me he terminado el café. Me levanto de mi sitio sin dejar que nadie impida mi huida. Ni en Enzo es capaz de detenerme, aunque noto su mirada clavada en mi nuca cuando salgo de la cafetería.

Agarro con más fuerza de la cuenta las correas de mi mochila. Siento como mis manos están temblando. Bajo las escaleras que conducen a la biblioteca con prisas. Entro en el silencioso lugar. Me siento en la primera silla libre que localizo y al dejar la mochila en el suelo suelto un suspiro tembloroso.

Permito que el silencio pacífico me tranquilice. Un par de chicos que hay en el otro lado de la mesa en la que me he sentado me miran raro porque lo único que he hecho ha sido mirar fijamente a un punto de la biblioteca intentando acompasar mi respiración. Saco el archivador y repaso los apuntes de las últimas clases. Conecto los auriculares a mi teléfono para escuchar música. Empiezo a subrayar las palabras claves del documento que tengo en frente para el siguiente examen. El móvil vibra sobre la mesa y la pantalla se ilumina por la llegada de un nuevo mensaje.

ENZO:

¿Por qué has huido a la biblioteca?

INMA:

No he huido.

¿Y cómo sabes que estoy en la biblioteca?

Espero su respuesta, pero ningún nuevo mensaje aparece en nuestro chat. Veo que sigue en línea. Los dos tics se han vuelto azules. Sin embargo, no me responde. Miro con el ceño fruncido la pantalla del teléfono. ¿Por qué no dice nada?

Entonces noto movimiento en mi lado izquierdo y me percato de que alguien se sienta. De un momento a otro, dejo de tener un auricular en mi oreja.

—¿Qué estás escuchando? —pregunta una voz enronquecida.

«Su voz».

Pego un respingo en mi sitio al darme cuenta de que se trata de Enzo.

—¿Tú quieres que muera o qué?

—Depende de la causa.

—¿De la causa?

Su rostro está del mío lo suficiente cerca para que sea capaz notar su aliento cálido contra mis labios, experimentando un hormigueo extraño en ellos por el recuerdo de los besos compartidos a su lado.

—Morir a besos siempre me ha parecido una buena causa de muerte —dice, rozando su boca con la mía al hablar.

La respiración se me atasca. Siento mi rostro acalorado y no necesito mirarme en un espejo para saber que estoy sonrojada. Sus ojos no dejan de mirar los míos quedando nuestro alrededor en un segundo plano.

—¡Sh! Haced las cochinadas fuera de la biblioteca. Ugh —susurra un chico con un gran libro frente a él.

—¿Por qué no te centras en esas leyes y nos dejas en paz, Raúl?

El tal Raúl parece encogerse en su sitio al escuchar a Enzo y no vuelve a decirnos nada más. Aunque en verdad tiene razón. Recojo mi archivador, los apuntes y mi teléfono bajo la atenta mirada de Enzo.

—¿Nos vamos? —pregunta y yo asiento.

Él se levanta de su sitio siguiéndome escaleras arribas hasta salir del estrecho pasillo y terminar en la entrada de la universidad. Intento evitar hacer contacto visual con Enzo directamente porque no sé qué le ha podido contar Lara en el tiempo que he estado fuera y tengo miedo de ver la decepción reflejada en su mirada. O lo que es peor, que me pregunte sobre ello.

—¿Qué te pasa?

—Nada —mascullo sin dirigirle la mirada.

—Me gusta que me miren cuando me están hablando —sisea ligeramente molesto.

Levanto la mirada de mis botas y las clavo en sus ojos cenizas. Un músculo de la mandíbula sobresalta y sé que está más molesto de lo que ha dejado ver en su tono de voz.

—No me pasa nada, Enzo. No me agobies —hablo a la defensiva.

Me dirijo a la salida sin esperar una respuesta de vuelta. Escucho pasos pesados detrás de mí y sé que Enzo está siguiéndome. Una de sus manos rodea mi brazo y frena mi huida. De nuevo.

—Inma, espera, joder. Solo, no lo entiendo. No te entiendo.

Me zafo de su agarre más bruscamente de lo que se merece, pero ahora mismo necesito espacio.

—No hay nada que entender. Solo... Mmh, nos vemos en el bar luego, ¿vale?

Hace el amago de volver a cogerme el brazo, pero al final parece resignarse y deja caer lánguido el brazo a su costado. Le ofrezco una sonrisa tensa antes de terminar de bajar las escaleras. Camino hasta la parada de autobús, aunque en vez de esperar en la que está en frente de la universidad —dónde se encuentra Enzo cerca—, ando un par de calles más adelante para imponer distancia entre ambos mientras que los malos recuerdos invaden mi mente formándose un nudo en mi estómago.


* * *


Al final después de la insistencia de Iván y muchas llamadas perdidas de Lara he acabado viniendo al bar. Estamos sentados en una mesa de la esquina de forma parecida a cómo nos sentamos en la cafetería salvo por la diferencia de que Mar y Teo están al lado de la parejita. Han pedido dos cubos de cervezas. He acabado aceptando, pero solo una. Todo por no hacerles el feo con el dichoso juego al que quieren jugar.

—¿Empezamos o qué? —pregunta Mar antes de pegarle un nuevo trago a su botellín.

—Dadme un minuto —pide Hugo y vuelve a teclear algo en su teléfono.

Todos nos quedamos en espera de que mi amigo rubio diga algo para que empecemos el juego. Entonces siento como alguien arrastra una silla, acabando en frente mía. Rizos castaños, mirada grisácea, nariz recta y labios mullidos aparecen en mi campo de visión. Sus ojos grises desprenden un brillo ansioso.

—¿Me puedo sentar a tu lado? —cuestiona Enzo con cautela.

—Mmh, sí, claro.

—Vale, ya podemos empezar —dice Hugo.

Mi amigo rubio me guiña un ojo antes de beber su cerveza y chocar puños con Enzo.

—Empiezo yo... ¿facilito? —pregunta el castaño, todos asentimos—. Yo nunca he hecho pellas.

Iván le da un largo trago a su cerveza. Lara, Hugo, Enzo y yo también bebemos. De Teo y Mar no me sorprende, pero sí de Miri, al final va a acabar siendo una buena niña después de todo.

—Yo nunca he mentido a mis padres —anuncia Teo antes de beber de su cerveza. Toda la mesa imita su gesto antes de reírnos.

«Somos una panda de mentirosos».

—Yo nunca he besado a alguien de mí mismo sexo —dice Hugo divertido.

A sorpresa de unos pocos, Hugo bebe, a mí la verdad es que me deja indiferente. Lara, Miri, Iván y yo bebemos. Veo como Teo me observa con curiosidad y Enzo enarca una ceja sonriendo a su botellín.

—Yo nunca lo he hecho con un desconocido —grita Lara y le da un largo trago a su cerveza.

Iván y yo imitamos su gesto y después de pensárselo un par de segundos, Enzo también bebe.

«No me sorprende».

—Yo nunca me he drogado —masculla Miri antes de beber ligeramente avergonzada.

Teo bebe y yo lo sigo. Mi compañero de proyecto y yo intercambiamos una mirada incrédula por el nuevo dato antes de sonreírnos con comprensión. Supongo que será uno de los tantos temas que podremos discutir en nuestra cafetería particular.

—A mí nunca me ha gustado alguien de este grupo —dice Mar antes de beber indecisa con la mirada fija en la mesa.

La parejita bebe sin pensárselo antes de darse un pico. Teo después de mirar fijamente su botellín también lo hace. Hugo e Iván son los únicos que no beben, aunque parecen estar absorto en sus pensamientos y al final mi amigo rubio acaba bebiendo.

Yo me quedo mirando fijamente mi botella, esperando que la persona que está a mi lado haga algún movimiento, pero no lo hace. Trago saliva duramente intentando tragar la decepción que me acaba de invadir. El entendimiento de lo que eso significa cae sobre mí y acabo sintiéndome fatal. El silencio reina entre nosotros hasta que Lara decide romperlo.

—Sois unos putos orgullosos. Sí se nota la tensión desde aquí —comenta arrastrando ligeramente las palabras.

Escucho su risa ronca, pero no dice nada más. Dejo de rascar la etiqueta de mi botellín de cerveza y me levanto abruptamente de mi sitio.

—Tengo que ir al baño. —Y me marcho.

Al llegar al servicio, entro en uno de los pequeños cubículos, cierro con pestillo y me dejo caer en la taza del váter. La decepción se arraiga con mayor intensidad en mis huesos. Las ganas de llorar comienzan a aparecer. Inspiro y expiro varias veces intentando tranquilizarme pare evitar ponerme a llorar porque no le gusto a un capullo.

Mi móvil vibra en mi bolsillo trasero. Lo saco y desbloqueo con la ilusión dejándose ver para que vuelva a desaparecer dejando paso a la desilusión.

MAR:

Yo me voy a ir a casa, ¿te espero?

Sé que realmente no se quiere ir y las lágrimas amenazan con más fuerza por exteriorizarse.

INMA:

Sí, ya salgo.

Vuelvo a tomar una nueva bocanada de aire. Me armo de valor y salgo del baño. Estoy caminando en dirección a mi mesa cuando me doy cuenta de que el chico de rizos castaños y mirada grisácea también se ha ido. Paseo mi mirada disimuladamente alrededor mío buscándolo, pero tampoco lo localizo. Termino de acercarme a la mesa dónde se encuentran todos pare recoger mi chaqueta y vestirme con ella. Mar y yo nos despedimos de los seis integrantes restantes. Me despido de Mikel que se encuentra en la barra con el ceño fruncido, pero que me sonríe de vuelta y me devuelve el gesto. Mar me alcanza cuando estoy a punto de abrir la puerta de madera y envejecida del bar. Estamos a punto de salir cuando freno mi movimiento sobre el pomo.

Dudo un momento antes de atreverme a preguntar.

—¿Sabes a dónde se ha ido Enzo?

—Creo que dijo que iba a saludar a alguien de una de las mesas de allí. —Me señala con la cabeza la zona del fondo.

A pesar de que sé que no debería mirar, lo hago igualmente. Efectivamente, está sentado con el grupo de amigos con el que lo he visto interactuar en la cafetería del campus. Aunque a diferencia de la cafetería no tenía a una chica colgada de su cuello a solo unos centímetros de besarlo. Enzo parece no hacer nada por acortar la distancia y la chica se encarga de hacerlo por él. Trago saliva entre enfadada y triste.

Mar se coloca frente a mí, opacando esa imagen. Apoya una mano en mi baja espalda y me alienta a salir. Obedezco. No es hasta que observo mi alrededor ligeramente borroso que me doy cuenta de que estoy llorando.

—No sabes lo que está pasando —intenta consolarme Mar.

Rodea mis hombros pegándome a su cuerpo mientras yo noto como el mío comienza a temblar por el llanto.

—¡Oh! Sí que lo sé. No es la primera vez que veo una situación así.

Y el recuerdo de Edu engañándome se abre paso por mi mente repitiéndose una y otra vez como una especie de mala broma por parte de mi subconsciente.

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