Murmullos de Skrain

Por Angie_Eli_Carmona

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La guerra entre dioses y humanos está en su punto más alto. Las tropas se preparan, los reinos enemigos se u... Más

Introducción
Capítulo 1. «Palacio de los horrores»
Capítulo 2. «Reunión no anticipada»
Capítulo 3. «Llegada al infierno»
Capítulo 4. «Las fiestas del despilfarro»
Capítulo 5. «Amor en llamas»
Capítulo 6. «Presentaciones, reencuentros, y pláticas»
Capítulo 7. «Prueba de poder y resistencia»
Capítulo 9. «Deseos profundos»
Capítulo 10. «Comunicación fallida»
Capítulo 11. «La lectura del llamado»
Capítulo 12. «Las bestias desconocidas»
Capítulo 13. «Ojos hambrientos»
Capítulo 14. «Los gigantes y su historia»
Capítulo 15. «Los espejos del alma»
Capítulo 16. «Roces inconvenientes»
Capítulo 17. «Siempre fue él»
Capítulo 18. «Poder, codicia, deseo»
Capítulo 19. «Astras, gigante de la guerra»
Capítulo 20. «Resurrección maldita»
Capítulo 21. «Nacimiento desastroso»
Capítulo 22. «La influencia del tiempo»
Capítulo 23. «Ejerce la influencia divina»
Capítulo 24. «Camuflaje histórico»
Capítulo 25. «Cinco grandes consejos»
Capítulo 26. «La madre de todo»
Capítulo 27. «Las pistas en lo más mundano»
Capítulo 28. «Influencias divinas»

Capítulo 8. «Recuerdos de la infancia»

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Por Angie_Eli_Carmona

Suzzet hizo que la energía creciera, poco, más lo suficiente como para que se notara. Se notaba su esfuerzo, tenía la frente perlada de sudor. No soportó mucho, y tan solo unos cuantos segundos después mandó la energía directamente hacia el lago.

Skrain bajó la mirada. No sabía si aquel sería un buen resultado, y tenía que ver con que Suzzet había sido la primera en pasar. Sabía que elegir a una criada por los elfos influiría bastante en su suerte, más no que tanto.

—Bien —dijo Raniya—. Aunque bastante pobre para tratarse de tí.

Suzzet hizo una pequeña reverencia burlona y volvió a su lugar. Entonces Dafaé nombró a Connor, y él avanzó, divertido, hacia la cruz. Parecía que haberlo puesto entre sus amigos de la niñez había sacado ese aire serio de él, porque los tres, Ranik, Adaliah, y Connor, se reían entre ellos dejando ver qué eran viejos amigos.

Connor tenía una pequeña sonrisa divertida para cuando llegó a la cruz. Para cuando alzó las manos, Dafaé y Raniya parecían un poco molestas. Dafaé, a la que no parecía gustarle que se burlaran de ella y de sus pruebas, se lo tomó personal, haciendo una masa de energía significativamente más grande para ir hacia Connor.

Connor había estado entrenando con Suzzet varios días antes de eso. Era una de las pocas maneras que él encontraba para estar cerca de ella. Siendo así, sabía un poco de manejar energía, podía distinguirla, más no había intentado manejarla. Para cuando la energía llegó a él lo primero que hizo fue tambalear un poco en su mismo lugar, más no dejarla ir.

Dafaé estaba inspirada. Mandó tres bolas de energía de un golpe, todas pequeñas, más rápidas y peligrosas. Connor las atrapó a duras penas. Para la última ya estaba dando su máximo esfuerzo, así que, aunque la atrapó, no pudo mantenerla por mucho tiempo.

—Decepcionante —dijo Raniya—. Decepcionante.

Connor suspiró. Olemus lo recibió con un gesto cálido, no parecía enojado, más bien lo consoló y le dijo que a la próxima lo haría mejor. Adaliah estaba demasiado concentrada en ellos como para no escuchar que su nombre fue el siguiente en ser nombrado. Akhor le llamó la atención jalándola de la muñeca, y, a diferencia de los demás dioses, fue el único que la condujo hacia la cruz.

—Concéntrate —le dijo, con sus ojos entrecerrados—. No decepciones con algo que es un don tuyo ya de por sí.

Tal vez aquello fuera un don de Adaliah, sí, pero acababa de descubrirlo. No sabía si realmente era tan buena como para soportarlo sin antes haber entrenado.

Adaliah concentró su mirada en Dafaé. Ella sonreía, su enojo parecía haberse esfumado por completo. La energía que le mandó a Adaliah fue rápida, certera, y sencilla de atrapar. Podía ver y sentir como esta se alimentaba de su propia energía, porque este era otro tipo de magia, una que no se nutría de su propia esencia vital, sino que le quitaba una parte de sí misma, que se ligaba directamente a su alma.

Requería mucho de sí misma mantener el control. Adaliah aun estaba débil, tenía poco que se había recuperado de lo de sus piernas. Sabía lo que era mantener la magia viva a pesar del dolor, pero le costaba encontrar fuerzas en dónde parecía no haberlas.

«Manejar magia es un estira y afloja —una voz, la de Eadvin, se infiltró en su mente. Él estaba justo frente a ella, mirándola fijamente—. Consigue energía de la magia, no dejes que ella la consiga de tí»

Adaliah frunció el ceño, tratando de concentrarse. Fue en ese momento en que Dafaé lanzó los demás proyectiles de energía, uno, dos, tres, cuatro. Adaliah respiró hondo y comenzó a luchar no con la energía, sino con la idea que tenía ella misma de su debilidad. Eso era lo que permitía que las cosas se vieran más difíciles, el que tenía una pobre opinión de su fuerza.

Entonces, Dafaé le pidió a Adaliah que manejara la energía solo con una mano. Ella suspiró, concentrada, y puso una de sus palmas arriba para guiar la energía con una sola mano tal como se lo pidieron. Estaba apunto de intentar algo más mágico, de intentar manejar la energía con su mente, cuando sintió que un tirón le quitó la concentración, como si tomaran la energía de ella y la alejaran a propósito. Entonces, la energía voló y cayó al lago justo como la de Suzzet.

—No tan mal —dijo Raniya. Adaliah hizo una reverencia, seria y un tanto furiosa, al mismo tiempo buscando entre los rostros de los demás participantes a alguien que pareciera culpable por haber frustrado su demostración. Todos parecían mirarla con admiración, no había nadie sospechoso.

Los siguientes pasaron. La mayoría solo logró mantener la energía unos tantos segundos, excepto Yian, que hizo una demostración magnífica, hasta malabares y cambios de forma magníficos, sorprendiendo así a todos.

—¡Es trampa! —se quejó Varia—. Este fue el ejercicio de Dafaé y él ya estaba preparado.

—No hay trampa en esto —explicó Dafaé con gesto serio y sin inmutarse—. Simplemente Yian maneja la energía del espacio naturalmente, así que no le es difícil manejar la magia pura, porque eso es básicamente lo que hace todo el tiempo y para lo que ha entrenado. Dios, Varia, ¿Nunca vas a madurar?

Varia estalló en furia. Su cabello se incendió, alzándose como llamas vivas naranjas, amarillas, y rojizas. Sus ojos, castaños, fulminaron a Dafaé, y el mismo cielo se puso de un color anaranjado, como en el atardecer.

Dafaé mostró su propia furia también. En el agua se mostraron mil y un reflejos de ella, y el cielo tronó, pasando de este brillante color anaranjado a un oscuro negro y violeta.

Raniya rió, divertida.

—Tranquilas, chicas, no quiero tener que reconstruir otra parte del palacio por sus destrozos.

Con eso fue suficiente para silenciarlas. Adaliah tenía el ceño fruncido, miraba a Dafaé como si fuera la primera vez que la tenía frente a ella. A primera vista ella parecía tranquila, simple, y un tanto seria, más si la mirabas bien, es más, llegando a conocerla, mirabas lo peligrosa que podía ser.

Dafaé le devolvió la mirada. Se miraron fijamente entre ellas unos segundos, no como reto, sino más bien como en reconocimiento. Ambas sabían que tenían intereses escondidos que no revelarían ni mucho menos dejarían que fueran detenidos. Ambas querían ganar la guerra.

Después de mirarse entre ellas, Adaliah notó que el alivio recorrió su pecho una vez pudo volver su vista a la competencia o pelea, lo que fuera que estuviera sucediendo. Raniya estaba diciendo algo sobre las puntuaciones y como se resolverían, Adaliah no puso mucha atención.

El día pasó rápido. Comida, cena, entrenamientos, Adaliah siempre estaba ocupada. ¿Cómo iba a hacerle para tener todo listo a buena hora, entregar los platos, entrenar, y aparte mantener una especie de vida social? No lo sabía, más parecía imposible.

Llegó el día siguiente y se levantó justo a tiempo para hacer el desayuno. De cocinar sabía lo básico, además tenía la ayuda del cocinero y sus ayudantes, lo que hacía las cosas menos difíciles. Aún así, para la hora de servir la comida, las cosas se complicaron. Raniya llevó su ego y exigencias hasta un punto crítico, le pedía a Adaliah que se apresurara, criticaba todo, se mantenía inamovible y ruda como nunca.

Adaliah terminó ese día aún más cansada que el anterior. Ni siquiera supo cuando se durmió, más bien notó que despertó en la sala de estar del nivel de Akhor con una manta ya puesta y hasta con una especie de mini desayuno a su lado. Se despertó por el olor del té a su lado, aquel vapor dulce despertaría a cualquiera.

A pasos lentos y cansados avanzó hasta llegar al comedor. Ese día había despertado más temprano, lo que, en su mente, hizo que se sintiera un poco más aliviada porque no terminaría tan apurada como el día anterior.

Las luces estaban encendidas. Adaliah entrecerró los ojos, no sabía que tendría compañía tan temprano.

—¿Ya estás aquí? —una voz conocida llamó su atención, la de Ranik. Él batía una especie de salsa en un gran y brillante cubo, tenía un mandil y sombrero que le hacían ver gracioso. Atrás de él apareció Connor, que parecía estar batiendo algo más y tenía la boca llena de chocolate, haciéndolo ver todavía más curioso que a Ranik.

—¿Qué les dije de...? —Skrain se detuvo en seco al ver que Adaliah ya había llegado a la cocina. Estaba entrando al comedor también, por lo que casi choca la puerta contra ella e incluso puso las manos en su espalda para no caerse. Las cosas que traía en las manos, huevos, verduras, y especias, se detuvieron de caer gracias a su poder del aire, quedando suspendidas a su alrededor.

—¿Qué es esto? —preguntó Adaliah, un tanto incómoda más que sorprendida. Nunca, en todos sus años de vida, alguien había hecho algo así por ella. Nunca. Era una heredera, todo lo que le daban tenía que ver con eso. El deber, el poder.

—Ayuda, tontita —contestó Connor—. Fue idea de Skrain.

Adaliah giró la cabeza para mirarlo. Tenía los ojos grises fijos en ella, callado, como a esperando a ver su reacción. Adaliah tenía la garganta seca, apenas si podía respirar con seguridad. A duras penas, dijo:

—Gracias.

Skrain asintió, y, por su parte, dijo:

—No es nada. Todos pensamos que te veías muy apurada ayer, y Raniya es...

—Todo lo que Amaris no es —dijo Adaliah. El silencio se instaló entre los cuatro, que parecían volver a los recuerdos de aquella niña que los había tenido siempre tan embelesados.

Adaliah nunca había entendido porque Amaris siempre se ganaba el favor de todos, no hasta aquel momento. Por fin pudo notar el porque. Amaris era tranquila, sencilla, y ayudaba a los demás tal como ellos lo estaban haciendo en aquel momento. Amaris siempre era un respiro de aire fresco. Lástima que las cosas hubieran cambiado tanto.

Los cuatro no dijeron mucho más y se pusieron a trabajar. Adaliah no dejaba de sorprender a los tres chicos que habían llegado a ayudarle, los tres notaban que se veía distinta. Era más tranquila, más amable, aunque, al mismo tiempo, igual de sarcástica que antes. Era una combinación un tanto extraña de ver.

El desayuno estuvo listo justo a tiempo, e incluso les dió tiempo de poner unos nuevos centros de mesa y vestirse bien para no parecer desentonados.

Todos parecieron sorprendidos al ver a los tres nuevos ayudantes de Adaliah, más nadie dijo nada. Fue aun más significativo todo lo que sirvieron, la mayoría platos típicos del Reino Luna, de los que Adaliah sabía mucho.

Para Adaliah, por primera vez, comer hizo que se sintiera nostálgica. Extrañaba su hogar.

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