La heredera durmiente: el des...

By LeireCortes_

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Esta es la secuela de "La guerrera durmiente: la maldición." La primera parte está terminada en mi perfil. **... More

Información importante
Capítulo 1 | Aurorita súper rebelde líder de guerra
Capítulo 2 | De promesas y planes
Capítulo 3 | Las cláusulas del hechizo
Capítulo 4 | El poder del rey
Capítulo 5 | Reencuentro
Capítulo 6 | La propuesta
Capítulo 7 | Distancia y prejuicio
Capítulo 8 | Que no te digan
Capítulo 9 | Por Eadburg
Capítulo 10 | Sobre escapadas e ingenuidad
Capítulo 11 | Esta es mi historia
Capítulo 12 | Burbuja de seguridad
Capítulo 13 | Verdaderas amistades
Capítulo 14 | Navidad
Capítulo 15 | Envenenamiento
Capítulo 16 | Monstruos
Capítulo 17 | Las razones tras un corazón roto
Capítulo 18 | Todo tiene consecuencias
Capítulo 19 | De regreso a una casa irreconocible
Capítulo 20 | De regreso a una casa familiar
Capítulo 22 | Conflictos, escapadas y cómplices
Capítulo 23 | Intentos, esfuerzos y aspiraciones
Capítulo 24 | La familia
Capítulo 25 | Cumpleaños, felicidad e intentos de asesinato
Capítulo 26 | Presa del destino
Capítulo 27 | Viejas rutinas, nuevas actitudes
Capítulo 28 | El momento en el que el mundo se derrumbó
Capítulo 29 | El peso del mundo sobre los hombros
Capítulo 30 | Las secuelas de una tragedia
Capítulo 31 | A simple vista
Capítulo 32 | Investigaciones y pruebas
Capítulo 33 | La culpa de una mala decisión
Capítulo 34 | El dolor de una traición
Capítulo 35 | Las intenciones ocultas de un buen gesto
Capítulo 36 | Descubriendo el pasado
Capítulo 37 | Shaye
Capítulo 38 | Confrontación
Capítulo 39 | Sangre en las manos
Capítulo 40 | Una decisión por ti
Capítulo 41 | Un esqueleto en el clóset
Capítulo 42 | La coronación
Fin del segundo libro
Secuela (de la secuela): La reina durmiente

Capítulo 21 | Evasión y comunicación

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By LeireCortes_

Cuando se levantó esa noche por culpa de las pesadillas, agradeció que Aurora la mantuviera entre sus brazos. No era que le fuera a contar, pero sintió mucha más esperanza cuando, al limpiarse las lágrimas, los brazos de Aurora irradiaban un calor muy confortante.

Se quedó mirando hacia el vacío a través de las cortinas cerradas de la cama y aguantó las ganas de llorar con más fuerza. La respiración de Aurora se sentía regular contra su espalda, pero no quería tentar al destino.

—¿Estás bien?

Como acto reflejo, todos sus músculos se tensaron. Le costó unos segundos recordarse que no estaba en peligro y que podía relajarse. Iba a estar bien, Aurora no le haría daño. Tenía que tranquilizarse si no quería oír su interrogatorio.

—Muy bien. Duerme.

Logró que su voz no sonara demasiado rota. Una victoria.

Aurora le dio la vuelta con suavidad, logrando que ambas quedaran frente a frente. Acunó su cara con sus manos y le limpió el resto de lágrimas.

—No vamos a funcionar si no hablamos. Tenemos que comunicarnos, ¿lo entiendes? Puedes decirme lo que te pasa.

—No es nada, Aurora, estoy bien.

Aurora suspiró.

—Por favor, no insultes mi inteligencia. Incluso una tonta sabría que no lo estás. —Besó su frente—. ¿Sobre qué sueñas?

—Juro que no sueño contigo, si es lo que te preocupa. Si lo hiciera, no estaría llorando, por el contrario, estaría muy...

—Nairi, ahora no. Cuéntame, a veces eso ayuda a ver que no es real.

—No quiero hablar de ello.

Aurora la abrazó con fuerza, escondió su cara en el hueco de su cuello, y subió y bajó su mano por toda su espalda. En contra de su voluntad, todos los músculos se le tensaron.

—¿No confías en mí?

—¡No es importante! —gritó un poco más fuerte de lo que le gustaría—. Sólo no importa, ¿sí? Déjalo.

No mucho después, su espalda comenzaba a humedecerse. Le tomó unos segundos darse cuenta que eran las lágrimas de Aurora. Oh, no, volvía a cagarla. ¿Acercarse a ella había sido un error? La estaba lastimando, y había prometido que sería mejor. Al parecer, tampoco sabía cumplir promesas.

—Perdón. Es sólo difícil.

Se separó de Aurora y se sentó, envuelta en las sábanas, intentando mitigar el frío.

—Siempre lo va a ser. Pero si te cierras, si no me hablas, te harás infeliz y yo... —Aurora cerró los ojos y los apretó—. No quiero que sufras tanto. Hablarlo debería de ayudar, creo.

—Hablarlo lo hace más real. —Aurora la miraba en silencio, todavía acostada en la cama—. Casi todos los días sueño con Yamin. Con su muerte, con cómo soy culpable de ella...

—Tú no eres culpable de eso. Yo lo soy. Yo lo llevé en ese plan suicida...

—La cosa es: sí soy culpable. Él hubiera ido con tu plan o sin él, y al menos con tu plan yo viví. —Sacudió la cabeza—. Es mi culpa. Él me dijo que no fuera al castillo, que era peligroso, que estaba haciendo mal. No lo escuché, y gracias a que fui y me descubrieron es que está muerto.

Su cuerpo se sacudía con violencia. Se cruzó de brazos, intentó respirar profundo, intentó parecer como que no le afectaba. Pero era demasiado tarde, había abierto el grifo y el agua salía a presión.

Aurora se recargó sobre su codo y puso una de sus manos sobre el brazo cubierto de Nairi, acariciándolo con el pulgar.

—Arriesgué mi vida sin pensar en las consecuencias y Yamin murió. —Resopló—. ¿Y para qué? Nada sirvió, todo fue en vano.

—¿A qué te refieres? Gracias a tu información es que descubrimos a Megaira. No fue en vano.

—¡Sí lo fue! Esa es la cosa. Todo fue para nada. —Respiró profundo—. Todo en Nestan es un desastre. Athanaric no está, pero la guerra continúa. Yamin quería terminar la guerra, pero parece que el fin está lejos.

Cerró los ojos. Todos habían fallado. Ella había fallado. Yamin había muerto en vano. Y todo era su culpa.

Aurora la abrazó y Nairi recargó su cabeza sobre su pecho.

—Perdóname por haberte echado la culpa por la muerte de Yamin. No fue justo. —No hubo respuesta—. ¿Estás enojada?

—Claro que no. Quizá no tenías razón en echarme la culpa por la muerte de Yamin, pero sí en que era egoísta, sólo pensaba en lo que yo quería. Tuvo su lado positivo, así pude mejorar. Y quizá su muerte no logró que terminara la guerra, pero sí ganó una batalla, una grande. Así funciona la guerra, y lo que hiciste fue importante. Lo que hizo Yamin, también. —Carraspeó—. Entonces, tu espalda. ¿Te recuerda a ese día?

Aurora había logrado percibir su tensión cuando tocaba su espalda. Mordió sus labios, decidiendo qué decir.

No podía saber cómo lucía, pero la tocaba de vez en cuando y sabía que estaba llena de cicatrizes. Su piel era irregular ahí donde la tortura de Athanaric había aterrizado. Si cerraba los ojos, podía recordar el dolor y la miseria que había vivido ahí, en esas horas donde deseó morir mucho más que en cualquier momento de su vida, y lo odiaba. Odiaba lo vívido que era el dolor, el miedo, la incertidumbre y la tristeza; lo fácil que eso se podía repetir si volvía a cometer un error. Seguía pensando que estar en Eadburg era peligroso: si alguien descubría que tenía una relación con la princesa heredera, estaba segura que le esperaba una larga y terrible tortura. Y estaba aterrada.

Pero, más que el dolor físico y el miedo a ser quien era, había un dolor más profundo que le recordaban esas cicatrices. Fue el mismo día que había visto morir a Yamin, y ahora tenía que vivir con el recordatorio grabado en su piel.

Asintió.

Aurora la apretó con más fuerza y besó la cima de su cabeza, entre el cabello.

—¿Quieres hablar de Yamin?

—¿Yamin?

Nairi puso distancia para ver la cara de Aurora.

—Sí, bueno, he oído que hablar de la gente que ya no está con nosotros ayuda a manejar el dolor. Pero recuerdos felices.

De esos tenía muchos. Aunque prefería tratar de volver a dormir y olvidar todo, ya lo había intentado por meses y no había servido. Tal vez intentar lo que Aurora proponía era una buena idea.

—¿Como qué?

—No sé, tu recuerdo favorito.

Casi todos los momentos con él eran felices. El día que la encontró y la llevó con él al campamento, cuando por fin se sintió parte de algo, de una familia; cuando tomaban un tiempo, lejos de las responsabilidades, para salir y acampar lejos de todos en medio del bosque... Sonrió.

—Cuando preparamos la fiesta de cumpleaños de Lanaia. Llevaba un año sin ver a sus padres, así que hicimos todo lo posible por llevarlos de Durga al campamento. Mandamos a Lanaia a una misión inventada y nos dedicamos a prepararle todo lo que ella quería. Le estábamos haciendo un pastel, pero ni él ni yo somos demasiado buenos cocinando cosas complejas, así que terminamos con casi cinco intentos de pasteles quemados.

Ese día había reído como pocas veces en su vida. Yamin y ella habían platicado por horas (quizá una de las razones por las que tantos pasteles se les quemaron) y simplemente habían vivido sin recordar que estaban en medio de una guerra, que Yamin acababa de perder a su novia, que Nairi seguía dolida por la pérdida de la suya y que todo parecía estarse yendo a la mierda. Porque ahí estaban los dos, juntos y apoyándose, pésimos en la cocina y riéndose de sus desgracias.

Al final, quizá ese era uno de los recuerdos que más atesoraría en su mente, por siempre.

Luego recordó en que ya no tendría ese tipo de vivencias con él jamás y volvió a llorar. No podía evitarlo.

—Está bien, todo está bien. —Aurora la abrazó con fuerza y, aunque todo el mundo parecía estar en su espalda, por primera vez pensó que todo era temporal. Algún día se sentiría mejor. Algún día superaría la muerte de Yamin como había superado la de Alfarr, la de su tía y sus padres antes que él.

Sólo tenía que darse tiempo.

***

¿Comentarios? ¿Qué tal su semana hasta el momento?

Nos vemos el viernes, cuando comenzaremos la segunda parte de la historia... MUAJAJAJAJA <3

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