ADICT II: Tornado

By FJavi86

578 7 0

El día más largo está a punto de comenzar para los ADICT. Tras enfrentarse con un aquelarre ruso de vampiro... More

Premonición. Rafa. Agua y viento.
Introducción.
2. La canción del terror.
3. Lo que faltaba...
4. Rebeldía total.
5. Visita.
6. ¡Fiesta!
7. El crucero (de 8:15 a.m a 9:00 a.m)
8. Kathya y Mikhail (de 9:00 a.m a 10:00 a.m)
9. El mapa (de 10:00 a.m. a 11:00 a .m)
10. Rescate (de 11:00 a.m. a 12 p.m)
11. Asalto (de 12:00 p.m a 1:00 p.m)
12. Obteniendo información (de 1:00 p.m a 2:00 p.m.)
13. Secuestro. (de 2:00 p.m. a 3:00 p.m.)
14. Tensión. (de 3:00 p.m. a 4:00 p.m.)
15. Virus (de 4:00 p.m. a 5:00 p.m.)
16. Resurrección (de 5:00 p.m. a 6:00 p.m.)
17. Neófitos (entre las 6:00 p.m y las 7:00 p.m)
18. Alerta Roja. (de 7:00 p.m. a 8:00 p.m.)
19. Incursión. (de 8:00 p.m. a 9:00 p.m.)
20. Deliberación. (de 9:00 p.m. a 10:00 p.m.)
21. Traición. (de 10:00 p.m. a 11:00 p.m.)
22. Fiesta. (de 11:00 p.m. a 12:00 a.m.
Epílogo (una semana después).

1. Infiltración.

25 0 0
By FJavi86

Rafa. Otro montón de catástrofes. Como si lo viera.

Al despuntar el alba nosotros habíamos llegado los primeros a la sede de la asociación para tratar un asunto que nos estaba llevando de cabeza en los últimos días. Desde que aquel follón de los rusos acabó, nos habíamos visto envueltos en un caso no tan extraño y paranoico como el anterior, pero que de todas formas se las traía. Y habíamos quedado ese día del mes de junio para hablar sobre ello. Los planes, las ideas, comenzaban a circular desde la boca de unos hasta los oídos de otros. Lucas, Sandra, Juanma, Galindo, Guillermo, Mónica y yo intercambiábamos opiniones respecto al caso. Hasta que llegó, cómo no, la idea graciosa de turno. La más fácil pero la más absurda.

―¡No! ¡No, no, no y un millón de veces NO!

―Venga, Rafa, es muy fácil...

―No sigas insistiendo, Lucas. Otro disparate más como este y Sergio se pondrá hecho una fiera. Ya ha tenido bastante paciencia. Por no hablar de Laura. Está que trina en los últimos meses. Y yo sé por qué.

Yo sabía por qué. A Laura le gustaba Javi, a Javi le gustaban Marta (y yo estaba convencido de que también alguien más, aunque no sabía quién, aunque me olía que seguía siendo Laura) y seguro que a Marta le gustaba algún otro, a juzgar por el humor de perros que también tenía Javi últimamente, lo cual se traducía en un follón de inconmensurables proporciones en ADICT. Ahora era Laura la que echaba broncas a diestro y siniestro. Como la semana anterior. Habíamos entrado a su despacho y Lucas le había dicho:

―¡Tenemos algo! ¡Tiburones! ¡Son tiburones!

Algo absurdo. Yo sigo sin saber de dónde sacó Lucas aquella absurda idea. Pero claro, era Lucas. Y habíamos ido a contárselo a Laura porque ella jamás había echado una bronca a nadie por irle con alguna tontería. Laura siempre había opinado que la investigación de todas las vías, por absurdas que fueran, podría llevarnos a esclarecer cualquier asunto. Pero aquella vez miró fijamente a los ojos a Lucas.

―¿Tiburones?―preguntó, como sorprendida.

―¡Claro que sí! Fíjate bien, los tipos esos roban los tiburones. Ya sabes, los cazan y los almacenan y el colmillo y las aletas, todo eso, ya sabes, está muy revalorizado―dijo Lucas. Entusiasmado, el chaval. Como siempre. Pero Laura le miró con mala cara.

―¿Tiburones? Ah, sí. Tiburones. Colmillos. ¿Eso crees?

―Así es, Laura.

Y Laura se levantó del sillón y empezó a dar vueltas. Ups, me dije, temiendo la explosión inminente.

―Estaría de acuerdo, excepto por una cosa―dijo Laura.

―¿Por qué?― preguntó Lucas.

―¡Que no – hay – tiburones – aquí – imbécil!―gritó Laura―. ¡Los tiburones están en tu sagrado culo, cataclismo andante! ¡Largaos todos de aquí y dejadme en paz! ¡Fuera! ¡YA!

Y eso había ocurrido. Tiburones. Menos mal que no habíamos ido a Javi porque seguro que nos hace un pareado acojonante en el sentido literal del término. Y ahora, en esa reunión, Lucas me proponía dardazo e infiltración. Lo que me faltaba por oír de Lucas. Suplantar a la flota de un buque de guerra atracado en el puerto de Cartagena desde hacía unos días. ¿Y todo para qué? Para evitar que entraran a robar. ¿A robar qué? Ni lo sabía ni me importaba qué se podía robar en un barco de esos. Tiburones no, desde luego. No teníamos ni idea, pero un par de días después de hablar con Laura teníamos algunos indicios. No muy esclarecedores, pero algo podíamos sacar en claro. Y es que en las últimas tres semanas se habían producido una docena de robos por aquella zona y la policía estaba en jaque. No tenían ni idea de quién podía ser. Algún profesional. Pero lo que proponía Lucas para cazar in fraganti a los ladrones era algo delirante.

―Dardazo y suplantación―había dicho, casi solemnemente, como si estuviera haciendo un juramento frente a la bandera nacional con el Rey de España al lado.

Pero aún así, lo peor de todo había sido el broncazo de don Alfredo Fuentes. Esa casi no la contamos. Javi, Laura, Sergio, Irene y yo habíamos ido en representación de la ADICT tras dimitir Marco como jefe de operaciones y pasar a un discreto segundo plano. Así me gusta. Huyendo de los marrones. Javi y Sergio le dijeron: no, tú no dimites y si dimites es para largarte. Pero ni caso. Así que con todo aquello a la pobre Irene no le quedó más remedio que quedarse de jefa de operaciones. Total, que nos presentamos ese día en la comisaría después de que el tipo al que había cogido Galindo se escapara por culpa de Lucas, como siempre... y el comisario empezó a echar broncas. Y Javi se enfadó y empezó a gritar.

―¡Lo que no es de recibo es que se os escape ese desgraciado! ―gritaba don Alfredo―. ¡La próxima vez lo atáis, le ponéis unas esposas, algo! ¡Lo que tengo que ver...!

―¿Ver? ¡A mí no me eche la culpa si fue Galindo el anormal de campo que se distrajo dos segundos mirando a una tía buenísima, que le cantaba una nana al crepúsculo, que pasaba por allí! ¡Que siempre está pensando en lo mismo, el muy ceporro!― gritaba Javi.

Y Sergio siguió los gritos diciendo que aquello era injusto porque seguro que aquellos tipos eran profesionales. E Irene acabó con la cara roja, yéndose de la sala, indignada con el comisario.

―¿Pero qué le habremos hecho?―decía, enfadadísima con don Alfredo.

―¡Venirme con el cuento de que son esos dos no cuela! ¡Porque esos dos eran tripulantes del barco! ¡¡No – pueden – robarlo, coño!! ¡Llevan cinco años navegando ahí! ¡Cretinos! ¡Ceporros!

Y Laura, conteniendo la respiración ante la escenita del comisario, al final estalló. Anda que estaban suaves los jefes...

―¡Javi no tiene la culpa, Sergio no tiene la culpa y yo no tengo la culpa!

Menudo número. Los policías se quedaban mirándonos a través de la cristalera del despacho de don Alfredo como si fuéramos monos peleándonos por el último cacahuete. Si llegan a venir del circo nos cogen y nos hacen un contrato vitalicio.

―¡¡Quiero la puta flota del puerto vigilada las veinticuatro horas!!― había ordenado Javi, de muy malas pulgas, al salir de la comisaría, arrancándose la corbata de un tirón que casi lo estrangula―. Sergio y Laura coordinarán los turnos de vigilancia. ¡Y al que cometa un solo error le mando a galeras!

Y ahí estábamos, durante la primera semana de un mes de junio que batía todos los récords de temperatura, vigilando a unos tipos que entraban en los barcos y se llevaban todo lo que pillaban y sacando tiempo de debajo de las piedras para estudiar para los exámenes finales de la universidad. Qué despropósito. Y es que habíamos hecho algunas averiguaciones tras el fiasco del tiburón de Lucas: habían aparecido destrozados, por ejemplo, varios paneles de mando de los que solamente quedaban dos cables mal puestos. Los sistemas electrónicos de a bordo habían sido saqueados. Vete a saber quién haría una cosa así.

―¡Pues si nadie los ha visto, está claro que son ellos!―había dicho Lucas.

¡Los – Vicuña – no andan – por ahí – robando – barcos!― le grité, malhumorado―. ¡No me toques las narices, hombre! ¡Que ya tenemos bastante!

Y entonces llegó aquel barco al puerto, repleto hasta arriba de militares. Y dije a los chicos:

―Este hay que controlarlo. No tardarán mucho en entrar a ver qué se van a llevar esta vez. Tenemos que hacer algo.

Y aquí fue la ideíta del siglo. La del dardazo, infiltración y suplantación. Otro plan del iluminado de siempre.

―Pues agarramos las pistolas de dardos, les metemos dos a cada uno en la espalda, nos ponemos sus uniformes y nos hacemos pasar por soldados del Ejército de Mar.

Muy bien, Lucas. Así me gusta. Claro, conciso y absurdo, como siempre. De todas formas a mí no se me llegó a ocurrir nada mejor con lo que entrar al barco y vigilar desde dentro. Así que cuando llegó Sergio esa mañana se lo dije, y nuestro coordinador general se echó a reír. Ya se olía alguna barbaridad semejante por parte de Lucas.

―Lo que hay que hacer es hablar con el almirante y explicarle la situación―dijo Sergio―. Una vez que se nos permita, nos infiltraremos limpiamente. Pero no hay necesidad alguna de utilizar la del dardazo.

Y eso mismo le dije a Lucas. Se quedó un poco decepcionado por no poder llevar a cabo su plan, pero cuando Irene nos enseñó las fechas de los robos, Lucas se sosegó un poco. Claro, se había dado cuenta de lo mismo que yo al ver la lista de robos y los cinco barcos en que éstos se habían producido.

―¿Lo veis?―nos preguntó Irene.

―Sí―respondí―. Todos los barcos han atracado en el puerto un día, llamémoslo día X, para quedarse aquí más de cuatro días. Y resulta que a los dos días justos de llegar les han robado.

Lucas miraba el papel que sostenía Irene como si nunca hubiera visto un folio. O tal vez miraba a Irene. No lo sé, la verdad. El caso es que Lucas dijo:

―Pues mañana por la noche les toca a estos de la Marina. Hay que hablar con el almirante este ya mismo.

Sergio se encargó de telefonear al almirante, que concertó una cita con ellos esa misma tarde en la sede de ADICT. Javi se presentó a las cinco y media con traje y corbata, y Laura con un elegante traje de chaqueta.

―¿Y esto?―pregunté. Yo no me había puesto traje ni nada por el estilo. Sergio se había puesto una camisa. Y decía que no se ponía más, que detestaba los trajes y que se sentía ridículo.

―Ya puede venir el mismo presidente del gobierno, que no.

Sergy, cállate―le espetó Laura―. Es un almirante y tenemos que estar presentables, al menos los jefes.

―Me voy a tirar desde la azotea―decía Javi, enfurruñado―. Tengo siete u ocho motivos para subir a la azotea de la universidad y arrojarme al vacío haciendo el salto del ángel.

―Por Dios, Javi―le dijo Marta―. ¿Y eso?

―Un examen el día siete, otros dos el quince y el diecisiete, luego el veintidós y el veintitrés, por no hablar del último, y el maldito test de comunicaciones. De esta no salgo. Ya veréis cómo de ésta no salgo.

―Seguro que sí, ya lo verás...

―Sí... eso espero. Bueno, ya te contaré cómo me va. Abre la puerta, Rafa.

―¿Que abra...?―pregunté. En ese momento oí que llamaban―. ¿Cómo has sabido que venía alguien?

―Oía pasos allá afuera―dijo Javi―. Abre, por favor...

Abrí la puerta y el almirante entró. Se dirigió a nosotros sin siquiera pestañear.

―Espero que sea algo importante. No puedo perder el tiempo tontamente.

―Es algo importante―dijo Sergio―. Verá, sospechamos que quieren robar algo en el buque que atracó aquí hace dos días.

―Es un buque de guerra con las últimas tecnologías en defensa―dijo el almirante―. No creo que nadie intente robar en él.

―Ya, eso creíamos nosotros con los anteriores barcos en los que han robado― intervino Laura―. Pero todos tenían unas medidas de seguridad extraordinarias y no han servido para nada. Los paneles de mando han aparecido destrozados y se han llevado muchas cosas.

―Bueno, autorizaré que se infiltren cuatro personas. Seguiréis las órdenes del capitán del barco, ¿de acuerdo? Estáis de incógnito, nadie excepto el capitán y yo sabrá quiénes sois realmente. Y cuando el barco zarpe, damos por acabada la operación y listo.

―Tampoco pensaba yo alistar a Lucas en la Infantería de Marina, aunque no es mala idea―dijo Sergio, pensativo―. Rafa, Lucas, Galindo e Irene es nuestro comando de infiltración por excelencia, ¿no?

―¡Ja!― exclamó Javi.

―¿Qué pasa?―pregunté, algo molesto―. Ya nos infiltramos en la residencia hace unos meses, y luego descubrimos todo el pastel, ¿no?

―Sí. Y todavía me acuerdo de cuando Galindo intentó fotografiar a Natalia en la ducha―dijo Javi, irónico, echando una mirada profunda a Galindo, quien respiró hondo y expulsó el aire como un caballon percherón ante las palabras del presidente―. No te pongas así, José Manuel, eso ocurrió así y ya está, no pasa nada. Bueno, id preparándoos. Señor, todo un placer ayudar―le dijo al almirante―. Estamos a su entera disposición.

―Gracias, presidente―el almirante estrechó las manos de Javi, Sergio y Laura―. Espero que cojáis a esos indeseables.

Y se marchó.

―Bien, vamos a preparar las cosas para la infiltración―dijo Javi―. Rafa, quiero que llames cada hora sin excusas.

―Eeeh... ¿y si...?―empecé a decir.

―Y si se te queda el móvil sin batería o sin cobertura, usas señales de humo o te largo a tu puñetera casa―dijo Javi, tajante.

―Vale...

―Lucas, Galindo, Irene, vais a ir a por unos uniformes. No quiero que deis el cante, ¿entendido?

―Bien...

―Sigamos, por aquí, veamos...―continuó Javi, y escrutó a su alrededor, para ir a detenerse justo enfrente de Laura y de Marta, que estaban juntas―, sí, vosotras dos os ponéis de incógnito frente al barco en el vehículo de vigilancia. Os informaré cada dos horas de lo que ocurra, salvo si ocurre algo relacionado con los ladrones, que entonces Rafa os informará a vosotras directamente...

―Pero si Rafa te va a llamar cada hora...―empezó Laura, sin entenderlo. Era amiga íntima de Marta pero ninguna de las dos tenía ganas de estar a solas con la otra desde que Laura había empezado a salir con Javi y habían roto.

―Ya, pero a mí me da la gana de llamar cada dos―terció Javi―. ¿Vale?

―Vale, vale...―aceptó Laura―. Pero tampoco hace falta ponerse así.

―¿Ponerse... cómo?―preguntó Javi, tranquilamente, pero lanzando una mirada que podría echar fuego.

―Nada, déjalo.

―Bien, más cosas. Irene, instala estas microcámaras en las zonas sospechosas de ser robadas. Si por un casual ocurre algún desastre y se nos escapan esos tíos, al menos les reconoceremos.

Javi tendió un par de cámaras a Irene.

―Bien, ¿algo más?―preguntó ella.

―Sí. Deja de ponerte ese champú en el pelo, que cada vez lo tienes más rubio.

―Oye, eso es cosa mía, ¿no?―preguntó Irene, algo mosqueada. La respuesta de Javi fue tajante. Sarcástica, fría y susurrante.

―No...

Y siguió, como quien no quiere la cosa, dando órdenes.

―Marco, vosotros vais a...

Irene había levantado la mano para interrumpir pero entonces Javi alzó el tono de voz.

―...a estar por la zona, de incógnito, vigilando, haciéndoos pasar por empleados público, ¡Irene, baja el puñetero dedo de una puñetera vez!― Irene puso cara enfurruñada y bajó la mano, cruzándose de brazos―, y cuando los tipos esos intenten huir, si es que logran salir del barco, les perseguís. Marta y Laura informarán.

―Oye, ¿te crees que somos una central de la NASA, para informar a todo el mundo, o qué?―protestó Laura.

―Sí... eso es lo que me creo―replicó Javi, más tajante aún―. ¿Alguna duda?

―Sí. ¿Por qué hablas así?

Era Irene, a quien no le había sentado nada bien lo que le había dicho Javi.

―Porque quiero, ¿vale?

Silencio. Irene pareció echar fuego por los ojos y, finalmente, dijo:

―No. No – vale.

―Perfecto... entonces todo aclarado― siguió Javi, como quien no quiere la cosa, como si aquello no fuera con él.

―Cómprate un bosque y piérdete― dijo Irene, con desdén. Javi volvió la mirada hacia ella. Decidió ignorar aquel comentario. Sergio estaba a punto de estallar en carcajadas, pero mantuvo la compostura.

―Esto... Por cierto. Si algo sale mal, Sergio... ―dijo Javi, esperando a que su amigo acabara la frase. Sergio estaba de brazos cruzados al lado de Javi. Descruzó los brazos y el dedo índice de su mano derecha se movió lenta, pero inexorablemente hacia la puerta de salida mientras hablaba.

―El responsable será enviado con viento fresco a la puta calle y poco nos importa quién sea― Sergio señaló la puerta.

―Exacto―dijo Javi―. ¿Alguna pregunta?

―Sí―fue José Antonio, que estaba callado, sin intervenir, hasta entonces―. Una pregunta así a modo de comentario...

―La respuesta es... no―dijo Javi―. ¿Alguna pregunta más?

―Pero si no he dicho nada...―protestó José Antonio.

―Seguro que era alguna estupidez―dijo Javi―. ¿Algo más?

―Sí―intervino Lucas―. ¿De dónde vamos a sacar cuatro uniformes de la Marina?

Viendo lo que estábamos viendo, yo me temía ya la respuesta de Javi.

―Pues conozco a alguien que los alquila a muy buen precio, Lucas...

―¿Ah, sí?―preguntó Lucas―. ¿Vas a ir tú o...?

―¿Yo? ¿Que vaya yo?

―Sí, bueno, si a ti te conocen...

―Claro que me conocen, y si quieres yo te acompaño.

―¿Me vas a acompañar?―preguntó Lucas.

―Claro que te voy a acompañar a alquilar los trajes, así te los presento...

―Ah, vale...

―Te presento a tus muertos en conserva. ¡Ve a la tienda y llévate los uniformes, que ya están encargados desde ayer!―exclamó Javi.

―¿No crees que te estás pasando un poco?―preguntó Marta entonces.

―Pues... Sí, lo creo―respondió Javi. Qué tío, qué sinceridad...

―¿Y entonces por qué te estás comportando así si sabes que te estás pasando?

Javi suavizó el tono de voz. Tomó aire y, suspirando con evidentes muestras de impaciencia, respondió:

―Porque prefiero esto, parecer un cretino y un presidente prepotente y engreído de una asociación de detectives a que cada uno haga lo que quiera y terminemos todos a dos metros bajo tierra antes de tiempo. Y no me preocupo por ti ni por Laura, porque vosotras estaréis en el coche blindado fuera de todo peligro. Me preocupa más el cuarteto que se va a infiltrar en el barco a esperar la llegada de unos chorizos.

―Vale, vale―dijo Marta, dándose por satisfecha con la respuesta del presidente―. Entonces, entendido...

―No quiero que salga esto como en la residencia, que fue un desastre y Julián casi se come viva a esta tropa. Tú no estabas aquí todavía―añadió Javi, sin subir el tono de voz―. Pero fue un desastre. Acabó herido hasta el director de la residencia. Vamos a hacer esto bien, señores. ¿Vale?― miradas de aprobación en todos, salvo en Irene, que seguía enfurruñada, y en Galindo, que parecía en total desacuerdo con el plan, aunque si lo pensaba no lo dijo. Sergio miró a Javi y levantó el pulgar. Y allá íbamos. La ADICT, de nuevo en acción...

―Pero qué bien hablas―decía Laura, riéndose. Javi le contestó.

―Ya. Debe ser la inspiración. Yo no soy así. Anda, vamos...

No sé muy bien qué pasó después porque todo fue muy rápido. Pero en menos que cantaba un gallo estábamos esa misma tarde Lucas, Irene, Galindo y yo subidos al barco, con los uniformes reglamentarios de la marina puestos y con una vigilancia de órdago. Laura y Marta allí cerca, en el coche blindado, vigilando todo, y Javi en persona, finalmente, las había acompañado, junto con Sergio, para que yo informara a todos a la vez; Marco y Juanjo barriendo la calle con los uniformes de los empleados públicos que se dedicaban a estas cosas y con una cámara en sus carritos de basura; José Antonio se había hecho con un puesto de chucherías de esos que van por las fiestas de los pueblos, sólo que este llevaba una cámara con la que desde el coche se podría cubrir toda la zona. Y Héctor se había metido en la hamburguesería de incógnito después de que el comisario en persona interviniera para dejarle allí. La hamburguesería estaba muy cerca del barco, era salir por la parte cercana al mar y darse de narices contra aquella mole.

―Oye, se está haciendo de noche, Sergio―dije en la llamada de las ocho y media de la tarde―. ¿Cuánto tiempo te crees que necesitan dos tíos para barrer la calle? Marco y Juanjo están dando el cante.

―Tú limítate a interpretar tu papel y listo. No estáis teniendo problemas, ¿verdad?

―No, no los tenemos...―dije―. Bien, ya te llamaré. Hasta luego.

Sergio colgó. Pasó un buen rato en el que me dediqué a pasear de un lado a otro del barco. Se acercaba la hora de volver a llamar cuando vi que Galindo estaba mirando hacia el puerto, embobado.

―Oye, ¿qué estás haciendo?―pregunté.

―Mira allí abajo―señaló Galindo. Miré en la dirección en que apuntaba su dedo. Otra chica. Este tío está enfermo, y además, me pone enfermo.

―Oye, Galindo, ya basta―dije―. Yo ya me pensaba que habías sentado la cabeza y tenías novia y esas cosas... pero está visto que no...

―Fíjate bien, Rafa, es la tía más buena que he visto en la vida.

Miré. El típico prototipo de siempre: una rubia impresionante, ojos azules brillantes y un extraño efecto que el sol poniente le daba a su piel, haciendo que ésta tornara en un extraño color plateado pálido para, pasados unos segundos, volver a su color natural. Sí, el típico prototipo, pero igualmente me quedé ensimismado.

Y entonces lo oímos, tanto Galindo como yo. Aquella voz tan bella, tan impresionante, tan lírica, no podía ser humana. Y cantaba. Cantaba como los ángeles.

No recuerdo nada más. Sólo que cuando volví en mí mismo estaba en el coche, Galindo junto a mí y Javi apoyado en la puerta del coche, abierta. Tanto él como Sergio estaban fuera de sí. Javi tenía varios arañazos y rasguños. Parecía que había estado peleándose con alguien.

―¡No entiendo cómo ha podido pasar esto! ¡Y enfrente de nuestras mismas narices! ¡Y espero que tengas una buena explicación!―decía Sergio.

―Es una verdadera suerte que estuviéramos aquí cerca―dijo Marta.

―¿Qué pasa?―pregunté, desconcertado.

―¿Que qué pasa? ¿QUE QUÉ PASA, ANORMAL DE PUEBLO?―bramó Javi. En ese momento le sangró la nariz―. Otra vez. ¡Mierda! ―se pasó un pañuelo―. ¿Que qué pasa? Eso pasa. Sergy, por favor...

Continue Reading

You'll Also Like

The Whole Truth By jaxharlow

Mystery / Thriller

436K 20.2K 52
Adele knows she witnessed a murder - what she doesn't know is just how personal it is. ...