Macabra Tentación - 1.El Vínc...

By VeronicaGM

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Detrás de una leyenda siempre hay algo de realidad.Para entender la verdadera historia, debemos conocer todo... More

Elegia
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capitulo III
Capitulo IV
Capitulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítlo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI

Capítulo VIII

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By VeronicaGM

Capítulo 8

Recorrí las sombrías y húmedas calles de Londres a toda velocidad a lomos del caballo. Atravesé incluso una de las calles más peligrosas donde se concentraban la mayoría de los tugurios de la ciudad y donde un par de borrachos tuvieron que echarse a un lado para no ser arrollados. Otros en cambio se colaban en los burdeles dispuestos a pagar por pasar la noche con hermosas mujeres (y no tan hermosas), un hecho que me parecía de lo más denigrante para la mujer, que por placer o por necesidad se ofrecían a tal negocio.

Agité las riendas para acelerar el paso, el frío era intenso y se colaba por la fina tela del vestido helándome la piel. A mi paso la gente se daba la vuelta para mirarme preguntándose qué haría una chica tan joven en medio de la noche cabalgando a toda prisa a lomos de un caballo. En la mayoría de las calles reinaba el silencio y las pisadas del animal resonaban por todas partes. Seguí mi marcha hasta que por fin salí de Londres y me adentré en la zona boscosa en dirección a mí antigua casa. Continué por aquel terreno hasta dar con el camino de tierra que debía tomar, todo estaba oscuro excepto los lugares donde la luna incidía con su luz, aunque de poco servía ya que la densa niebla cubría la mayor parte del bosque.

Parecía que aquel camino llevase muchos más años abandonado de los que en realidad llevaba ya que los arbustos y demás hierbajos casi lo tapaban por completo, señal de que ningún carruaje había pasado por allí en mucho tiempo.

Tampoco existía camino alguno que condujese hasta la casa excepto ese, por lo tanto deduje que James ni siquiera tenía carruaje. Realmente no le hacía falta, pues se movía a una velocidad increíble. Le indiqué al caballo que disminuyese el paso, no se veía bien y preferí ir con cuidado, seguí avanzando hasta que al fin pude vislumbrar la casa, esta se alzaba majestuosa e imponente ante mis ojos, estaba igual... Tal como la recordaba. La casa tenía dos plantas decoradas con grandes ventanales y estaba pintada en color blanco, aunque la pintura estaba visiblemente estropeada. En la oscuridad de la noche tenía un aire misterioso y fantasmal rodeada por aquel bosque. Parecía que fuese ayer cuando junto a mi madre pasábamos los fines de semana y el verano allí, me sentí triste pero a la vez feliz de que James la hubiese comprado y que siguiese perdurando en el tiempo. Avancé hasta llegar a la puerta de entrada al jardín. Me bajé del caballo y lo até en uno de los ganchos de hierro que sobresalía del muro de piedra, este rodeaba toda la casa.

En su día colocamos algunos de esos ganchos expresamente para ese fin. La verja de la puerta estaba oxidada y algunas hiedras asomaban por los huecos de los barrotes, ese dato me indicaba que James aún no había terminado de arreglar aquello, empujé suavemente la verja y esta se abrió provocando un chirrido ensordecedor. Al entrar observé el jardín, las malas hierbas crecían a su antojo y todo estaba terriblemente silencioso, tan solo el sonido de un búho u otro animal nocturno lo interrumpía. Avancé por el camino lleno de hojas secas, todo el exterior seguía igual que entonces, el porche seguía intacto presidido por dos enormes columnas que ahora estaban estropeadas por el tiempo al igual que la madera de las escaleras. James no había hecho ninguna clase de arreglo allí. Eso me hizo pensar que quizás no fuese a permanecer aquí tanto tiempo como afirmaba o que tal vez solo la quería para esconderse durante el día. Empecé a subir por las escaleras del porche, las maderas crujían bajo mis pies cada vez que pisaba un escalón. Aquello daba miedo tan oscuro y solitario, ¿y si James no estaba? Tendría que esperar sola a que volviese, esta era la única oportunidad que tendría para venir aquí, mañana cuando Thomas regresase no podría escapar tan fácilmente.

Me dispuse a llamar, agarré el llamador con forma de cabeza de león y al golpear la puerta con él esta se abrió suavemente, algo que me extrañó. Empujé un poco más hasta que cupe por el hueco, todo estaba sumido en la penumbra en su interior, solo la luz nocturna se colaba tímidamente a través de los ventanales. Entré hasta encontrarme en el hall de entrada, nada había cambiado desde la última vez que vinimos, algunos de los muebles incluso seguían cubiertos con la sabana que les pusimos, ningún tipo de reforma u arreglo se había hecho en aquella mi antigua casa. Un silencio sepulcral lo invadía todo, James no se encontraba allí como temía. En ese momento una extraña ráfaga de aire paso delante de mí alborotando los mechones de pelo que me caían por la cara, un escalofrío recorrió todo mí cuerpo, aquello no estaba bien, no estaba sola. Con la respiración agitada y el miedo filtrándose por todos los poros de mi piel me giré. Delante de mí se encontraba Jena con sus ojos felinos y su sonrisa burlona observándome detenidamente, tan pálida que parecía irreal. Esta vez no estaba cubierta de sangre si no que llevaba un elegante vestido en tono beige ribeteado con encaje blanco y su pelo negro estaba recogido en un moño, más peligrosa y hermosa que la última vez que nos vimos. Me quedé paralizada bajo su siniestra mirada.

—Hola pequeña, te dije que volveríamos a vernos —me saludó con tono divertido. Reculé unos pasos.

—¿Cómo sabías que vendría aquí? —le pregunté sorprendida y asustada a la vez.

—Fue fácil, tu ruidoso paseo a caballo y tu aroma inconfundible se cruzaron en mi camino, solo tuve que seguirte un poco para averiguar dónde ibas, así que me adelanté para recibirte —dijo mientras se acercaba más a mí.

—¿Dónde está James? —le exigí.

No podía mostrar debilidad o miedo, no podía darle esa satisfacción. Si aquellos eran mis últimos momentos los afrontaría con el poco coraje que tuviese.

—No está —aseguró con voz lastimera—. Así que solo estamos tú y yo aquí, mmmm y hueles de maravilla —cerró los ojos y me olió.

—¿Vas a matarme?, cuando vuelva James y vea lo que me hiciste irá a buscarte —tenía que intentar algo para que me dejase ir, eso fue lo único que se me ocurrió.

Reculé un poco más hasta que me topé con la pared, ahora ya sí que no tenía escapatoria. Estaba condenada...

—Cuando lo haga, ya me habré marchado de la ciudad —rio de forma estridente y burlona.

En un segundo su mano estaba en mi cuello, el corazón se me iba a salir del pecho. Sentí como me presionaba con fuerza y empezaba faltarme el aliento, tiró de mi hacía arriba y me sostuvo en el aire, mis pies no tocaban el suelo. Cuando empezaba a ahogarme me soltó y caí bruscamente al suelo, proferí un grito de dolor. No pude hacer otra cosa que intentar respirar y toser mientas me encontraba ahí tirada. Momentos después me agarró del pie y tiró de mi hasta que mi cabeza se golpeó contra el suelo, sentí como perdía la noción de lo que pasaba y todo me daba vueltas. Aquel era mi fin y jamás podría decirle a James cuanto le amaba.

—Eres tan frágil e inocente pequeña —recorrió mi rostro con la larga uña de su dedo índice.

Se movió tan rápido que ni siquiera pude ver cuando se sentó encima de mí. Su mirada felina me paralizó, ni siquiera podía moverme para resistirme, sonrío y dos largos colmillos se desplegaron donde antes había unos normales. Se relamió los labios con la lengua. En un segundo como dos pequeñas agujas sus colmillos se clavaron en mi cuello, pude sentirlos afilados desgarrando mi carne. La sangre comenzó a brotar de las incisiones y caía cálida por mi piel, sentí como me drenaba. Comencé a sentirme débil, la vida me iba abandonando poco a poco. Cuando creí que estaba a punto de desmayarme, Jena voló hacia el otro extremo de la estancia cayendo al suelo, al fin pude moverme y gateando con las pocas fuerzas que me quedaban, me acurruqué en un rincón cerca de la ventana.

Cuando me atreví a mirar busqué a Jena y vi que James estaba delante de mí, Jena se puso en pie de un salto, su boca estaba llena de mi sangre que goteaba sobre el vestido.

—¿Qué estás haciendo aquí Jena? Te advertí que no te acercases a ella —la amenazó con voz firme y desafiante.

—Me traen sin cuidado tus advertencias —su voz parecía aún más siniestra, hablando de aquella forma.

Se limpió la boca con la manga, poniéndosela perdida. Yo no me atrevía a moverme, solo observaba a aquellas dos criaturas pálidas como la nieve discutir. Jena se abalanzó sobre James tan rápido que ni siquiera pude verla, los dos se enzarzaron en una pelea de la que apenas podía ver nada, solo se escuchaban objetos romperse y caer al suelo. Apenas distinguía nada, se les veía aparecer esporádicamente cuando alguno de ellos caía al suelo. Con cada impacto alguna parte del suelo o de la pared quedaban destrozados, cuando al fin pude ver algo James sujetaba a Jena del cuello, vi que estaba herido, una herida profunda que sangraba profusamente cruzaba su mejilla derecha, su hermoso rostro se hallaba desfigurado. Jena rio.

—¿Piensas que la muerte de Lea y ahora la mía no tendrán consecuencias? —le advirtió en tono amenazante—. Si me dejas ir me marcharé y no volverás a saber nada de mí, pero si me matas otros vendrán, mi presencia aquí no es casual.

—No puedo hacerlo después de lo que has hecho con Emily —estaba dispuesto a matarla de todas formas.

Contemplando desde el rincón aquella escena ahora de verdad comprendía lo peligrosos que eran aquellos seres y de lo depravados y violentos que podían llegar a ser. James no vacilaba mientras la sujetaba, la sangre de la herida había dejado de brotar y el odio hacia Jena se reflejaba en sus ojos grises.

—El consejo entenderá cuales fueron mis razones para acabar con vosotros, no merecéis ser vampiros, sois un lastre para los de nuestra especie. Nada de lo que digas evitará tu muerte esta noche —era la segunda vez que escuchaba nombrar el consejo.

Mientras la mantenía sujeta del cuello y sin inmutarse por sus intentos de escapar, James se acercó a la vieja chimenea, agarró uno de los sables que había expuestos en la pared y con un rápido movimiento dejó caer a Jena y le corto la cabeza.

Esta se desprendió de su cuerpo y rodó por el suelo hasta toparse con mis pies, sus ojos abiertos de par en par me miraban incluso después de muerta. Su cuerpo yacía en el suelo y se movía con espasmos y movimientos bruscos, pocos segundos más tarde dejó de moverse y su sangre empezó a formar un gran charco. James soltó la espada ensangrentada y corrió a mi lado, me tomó entre sus brazos apretándome con fuerza contra él.

—Lo siento Emily, nunca imaginé que vendrías tu sola hasta aquí, debí haberla matado aquella noche —sus palabras eran cálidas y sinceras, al contrario que sus manos que estaban heladas.

Yo estaba en shock y ni siquiera pude devolverle el abrazo. Permanecimos así un rato hasta que por fin pude reaccionar y también le abracé, si no hubiera sido por su pronta aparición en esos momentos estaría muerta, hubiese sido la sexta mujer asesinada ese mes. Cuando al fin nos separamos nos miramos el uno al otro sin creer que estuviésemos juntos. James estaba hecho un desastre con la cara salpicada de la sangre de Jena y la suya propia; esta estaba comenzando a secarse. Instintivamente toqué mi cuello con la palma de la mano. Allí estaban las dos incisiones por donde me había sido extraída gran parte de mi sangre, mi vestido blanco había adquirido un tono rojizo debido a toda la que chorreo en él.

—¿Estás bien? dime algo por favor —me suplicó.

Acaricié su herida que ya se había cerrado, tan solo quedaba una cicatriz. Había sanado en cuestión de minutos, era increíble.

—Mírate, estás horrible —fue lo único que conseguí decir.

James tomó mi rostro entre sus frías pero suaves manos y me besó dulcemente en los labios.

—Te quiero Emily —me aseguró—. Estas helada. Vamos tienes que calentarte, encenderé la chimenea.

Me cogió en brazos y me llevó hasta las escaleras que conducían al segundo piso, me senté en el último escalón.

—Espera unos minutos, antes he de deshacerme de todo esto.

Observé impasible como en un segundo ya no había rastro del cuerpo ni tampoco de la cabeza de Jena. Me sentía débil y cansada, pero me levante de allí. Quería saber que iba a hacer con el cuerpo, me acerqué a la ventana, aparté las cortinas y le vi cavando un hoyo en el jardín. Cavó dos, uno a cada lado del camino. En uno deposito la cabeza y en el otro el cuerpo sin vida, pero no los tapo. Después volvió dentro.

—Emily, ¿qué haces ahí?, no tenías por qué haber visto como la enterraba. Ya has tenido suficientes emociones por esta noche ¿no crees? —me regañó cariñosamente.

—¿Por qué no la has terminado de enterrar? —se acercó a mí y los dos miramos por la ventana la tierra removida.

—Esperaré que salga el sol y la convierta en cenizas, después removeré la tierra y taparé los hoyos, así no quedará ningún rastro de ella —me explicó con voz tranquila.

Comprendí que aquello era algo que ya había hecho más veces. ¿Qué edad tendría realmente?

—Dame un segundo.

Quitó una de las sabanas que cubrían los muebles, en este caso un diván y comenzó a limpiar la sangre del suelo, aunque esta también había alcanzado la alfombra que se encontraba delante de la chimenea donde tantos cuentos e historias me había contado mi madre.

—Quita también la alfombra, se ha manchado —le indiqué.

Enrolló la sabana manchada de limpiar el suelo dentro de la alfombra y las depositó a un lado de la chimenea.

—Cuando la encienda las quemaré.

Me acerqué por detrás y me agarré a su brazo, teníamos que hablar.

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