Nunca hay un punto medio.
Si no me agobia el silencio,
me desesperan los gritos.
Si no me encandila la oscuridad,
me enceguece la luz.
Me ahogo aunque respire,
y aunque despierte, no existo.
Te miro y no te enfoco,
te veo y siento morir.
Por el día mi cuerpo pesa,
y por las noches creo flotar,
acaricio las nubes que no están,
y me sumerjo en besos que no me diste.
Te extraño, y estás conmigo.
Te busco, y nunca te vas.
Pero me sigue agobiando tu silencio,
y me desespera la mente que no deja de gritar.