Si las personas fueran conste...

By flormsalvador

10M 1.1M 2.1M

Aidan tenía una vida perfecta, hasta que descubre que su familia le oculta un terrible secreto. *** La vida d... More

LIBRO 1. Introducción
✵ Capítulo 01
✵ Capítulo 02
✵ Capítulo 03
✵ Capítulo 04
✵ Capítulo 05
✵ Capítulo 06
✵ Capítulo 07
✵ Capítulo 08
✵ Capítulo 09
✵ Capítulo 10
✵ Capítulo 11
✵ Capítulo 12
✵ Capítulo 13
✵ Capítulo 14
✵ Capítulo 15
✵ Capítulo 16
✵ Capítulo 17
✵ Capítulo 18
✵ Capítulo 19
✵ Capítulo 20
✵ Capítulo 21
✵ Capítulo 22
✵ Capítulo 23
✵ Capítulo 24
✵ Capítulo 25
✵ Capítulo 26
✵ Capítulo 27
✵ Capítulo 29
✵ Capítulo 30
✵ Capítulo 31 - PARTE UNO
✵ Capítulo 31 - PARTE DOS
✵ Capítulo 32
✵ Capítulo 33
✵ Capítulo 34 - PARTE UNO
✵ Capítulo 34 - PARTE DOS
✵ Capítulo 35
✵ Epílogo
DISPONIBLE. Libro 2

✵ Capítulo 28

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By flormsalvador


Jugueteo con el pequeño cachorro que lame la palma de mi mano, es tan bonito y su pelaje lo hace ver esponjoso, parece un peluche que me dan unas ganas de abrazarlo y apretarlo por la ternura que despierta en mí.

—¿Igual coquetearás con Hensen? —Becca me pregunta.

Alzo la cabeza y frunzo mi ceño, dándole una mirada de pocos amigos. Ella jamás dejará de atacarme, ya he aceptado este trato de su parte.

—Ahora crees que soy zoofílico —murmuro—. Genial.

Me regala una sonrisa y niega varias veces.

—Te tengo entre ceja y ceja. No te librarás tan fácilmente de mí, sólo dame tiempo de superarlo y puede ser que tu honorífico nombre regrese a mi lista de gente que quiero dentro de mi área.

—Así que... ¿mi nombre es honorífico?

—Oh, bájale, por favor —suplica, comenzando a caminar con Hensen.

Le permito que se aleje y me quedo pensando si venir con ella ha sido buena idea. La respuesta es sí, Rebecca me pidió conversar un rato... mentira, lo hice yo. Quería darle las gracias por su ayuda con el título para mi proyecto, igual platicarle acerca de lo que he escrito y discutir un poco sobre lo que pueda ocurrir en el juicio.

Cuando le envié el mensaje, ya había aceptado que me rechazara, sin embargo, me llevé una gran sorpresa al instante en que me contesto con un simple "yo paso por ti".

Como acompañante, vino en el asiento de atrás su mascota, el pequeño cachorro de tan solo tres meses, muy juguetón y pachoncito. Un algodón blanco, redondo y chico. Todavía no descifro de qué raza se trata.

—¡Aidan! —Su voz llamándome me hizo regresar al espacio. La miro—. ¿Vendrás o piensas quedarte ahí en lo que resta del día?

Pongo los ojos en blanco y me aproximo a ella trotando.

—¿Cómo te ha ido con el ensayo? —vuelve a hablar.

Bufo, ladeando la cabeza hacia la derecha.

—La profesora ha quedado encantada —admito—. Dibujé un cómic al final explicando la conclusión que escribí, tal vez en algún futuro puedas leerlo —Me encojo de hombros, restándole importancia a lo que he dicho—. Me gustaría saber qué opinas acerca de mi pequeña metáfora.

—¿Pequeña? —cuestiona en un tono irónico—. Pregunta, ¿cuántas palabras y hojas fueron?

—Uhm —pienso—, no recuerdo la cantidad de palabras exactas, pero sé que ocupé diez hojas sin contar la portada.

—Woah —Becca se sorprende y esboza una sonrisa—, confiaré en que esa pequeña metáfora se extendió lo suficiente para querer expresar tu objetivo principal, sé que has tenido días malos, todo el mundo los tiene. Es bueno que hayas sacado provecho de ello, es lo mejor que podemos hacer, convertir el cero en diez o la F en A.

Meto las manos a los bolsillos de mi pantalón y formo una mueca con mis labios.

—En mi caso, la F no la pude convertir en A —vacilo—. Hice lo mejor que pude, ahora intento llevar por un buen camino mi propio escrito. Tengo mis pensamientos en orden... sólo que aún me falta un paso. Sólo uno.

—¿Cuál?

—Poder perdonar por completo —trago saliva—. Es difícil hacerlo cuando se trata de alguien importante en tu vida...

—¿No sería fácil?

—No —niego—, porque en ocasiones el amor que se le tiene a alguien se puede convertir en decepción, y la decepción es una completa mierda, sobre todo cuando la imagen que tienes de ese alguien se reduce a nada. Es como cuando compras una pintura creyendo que es original y luego te enteras de que es una réplica demasiado chafa.

—Tus comparaciones son un cien de cien.

—Tú eres un cien de cien y yo un diez de cien. —Paso una mano por mi cabello y suspiro.

—¿Qué clase de halago es ese? —se ríe.

—Uno sincero. Eres grandiosa, Rebecca Dankworth. Lo digo en serio, siempre me ha agradado salir contigo, conversar y reír, eres la chica con la que mas he convivido y estoy agradecido por haberte conocido. Todavía recuerdo cuando te miraba desde lejos, no creí que algún día tú y yo estuviésemos de esta forma.

La chica suaviza su entrecejo y muestra un gesto de confusión. Le he dicho lo que nunca planeé hacer, estoy listo para su interrogatorio y explicarle todo desde el inicio, no intento que me dé otra oportunidad. Me ha quedado en claro que esto ya terminó, ella lo decidió así, y respeto su decisión.

—A ver, dale reversa que eso no me lo has dicho, ¿mirarme desde lejos? ¿A qué te refieres con eso?

Suelto una risa y detenemos nuestra caminata en medio del parque, Rebecca alarga un poco más la correa de Hansen y pone toda su atención sobre mí.

—¿Me creerías que eras mi platónico? —Le regalo un guiño.

—Bromeas —deduce.

—¡Qué va! ¡Lo digo en serio! —carcajeo—. Puedes preguntarle a Aitor, saber que eras el mejor promedio, la gimnasta principal del instituto y una belleza inigualable llamó demasiado mi atención. Eras mi top número uno... eres.

Me fijo que sus mejillas se sonrojan y aprieta sus labios, asimilando lo que le he dicho. Pone una mano sobre su cara cubriéndola por completo para que yo no puedo verla y escucho su risa nerviosa.

—El día en que caí en el asiento vacío a tu lado no fue un accidente, Aitor me empujó a propósito. Él quería que te hablara. Estaba nervioso, desde mis pies hasta la cabeza, por eso balbuceé al inicio, me sentí incompetente y luego... —pauso— llegó tu hermano. Madre mía, sigo sin entender cómo Brendon es tu hermano. Tú eres un rubí y él-

—Una piedra de grava —me interrumpe.

—Iba a decir una de río, pero eso me agrada más —asiento feliz—. Dime, ¿será que tus padres me quieran recibir como su yerno después de que pase el juicio?

Becca me mira con fastidio y golpea mi pecho con su mano libre.

—Primero te echo yo de mi casa.

Llevo mi labio inferior hacia afuera y creo un mohín con este, tratando de lucir tierno ante los ojos de la chica. Fracaso. Ella me sigue mirando igual.

—Ya entendí —alzo mis manos, dándole a entender que me he rendido.

—Sé que mi hermano es una pésima versión de nuestra familia, la culpa la tiene mi padre que le cedió el poder de sentirse superior a mí por ser mujer. Cree que proteger es pisotear.

—Y por eso pisoteé su orgullo con un casco.

—Definitivamente lo hiciste —me apoya—. Gracias a eso papá le recortó sus tarjetas y se enteró de otras cosas, ¿adivina quién es la favorita ahora?

—Por Dios, Dankworth, ¿tu lado malvado ya ha salido de su cueva por fin?

—Tranquilo, Howland. Nadie te quita tu papel de oveja que cubre a tu lobo interior, ese es exclusivo para ti —bromea—. Sólo estoy ocupando el lugar que merecía desde hace años, Brendon todo este tiempo les estuvo enseñando la parte benévolamente hipócrita a ellos, sus insultos llegaban a doler.

—Entonces espero que le hayan dolido mis golpes —admito—. Aidan pone a las perras en su lugar.

Aquello causa una fuerte carcajada de su parte, esta es contagiosa por lo cual le sigo. Es un sonido vivo y me siento tan bien al hacerlo, he llorado demasiado este último mes que esta sensación me llena por completo, no quiero que acabe, necesito estar así por unos minutos más, sólo un poco más.





Me quito el gorro de mi sudadera y apenas dejo atrás al guardia, vuelvo a colocarla. Muevo impaciente mi pie en espera del elevador, este abre sus puertas y me adentro apretando el botón del piso que tío Pol me ha indicado. En el interior, hay una música instrumental que aumenta mi desesperación.

El sonidito indicando que he llegado se hace presente y salgo del cubículo.

Miro la placa que cuelga en cada puerta hasta que doy con la correcta. Me mantengo frente a esta y un mundo de dudas comienzan a invadir mi cabeza, no tengo idea si ha sido buena idea venir, todavía estoy resentido, algo dentro de mí no cierra por completo.

Paso la punta de mi lengua por mis labios y tomo una bocanada de aire al mismo tiempo que giro la perilla.

La luz se vuelve tenue, las paredes son azules con diseños blanco, hay una temperatura ambiente y el sonido de la puerta cerrándose detrás de mí hace eso por toda la habitación. Las zuelas de mis tenis crean un sonido cada que los arrastro por la alfombra, mis ojos escanean todo lo que hay alrededor.

No se encuentra nadie a excepción del hombre en la camilla. Y claro, yo que acabo de llegar.

Me detengo a lado del sillón marrón para observarlo detenidamente.

Él abre los ojos poco a poco. Su mirada se ilumina cuando me ve y mi respiración comienza a pesar. Esto es más difícil de lo que imaginé.

—Aidan —pronuncia.

Su voz es ronca, pero a la vez frágil, como si sus cuerdas vocales chocaran entre ellas más de lo normal. Percibo una vibra baja que se intenta endurecer ante mí, aunque no lo logra.

—Hola —musito.

—Por un momento pensé que no vendrías-

—No lo iba a hacer —lo interrumpo.

—Comprendo —asiente, intentando acomodarse para tener una mejor posición—. ¿Al final por qué lo hiciste?

En ningún momento desvío mi vista, la mantengo sobre la suya y hago mi mayor esfuerzo en conservar mi postura firme. No voy a irme de aquí hasta tener respuestas de su parte y dejarle en claro cómo me siento.

Mi labio inferior tiembla, amenazándome.

—Supongo que por la misma razón por la que mi padre no te demandó —expongo.

—Hijo...

—No me llames así, no soy tu hijo —vitupero—. Tú hijo ya no está aquí, yo soy tu nieto.

Las palabras raspan mi garganta, el dolor aumenta cada que hablo, me quema y mi pecho se oprime, esa presión que daña si le permites que crezca. Nunca imaginé tener que actuar tan vil con mi abuelo, no él estando en una camilla de hospital, enfermo y sin armas. Derrotado por completo.

Sin embargo, esto es real. Está sucediendo y ya no puedo evitarlo.

—Ahora entiendo la razón por la cual siempre desviabas los temas sobre él, las veces que callabas a tía Jane porque hacía alguna referencia a papá. Todo este tiempo se trató de ti y no querer que el remordimiento te comiera vivo.

—Aidan, no es así —niega.

Respiro hondo y vuelvo a hablar:

—¿Cómo podías mirarme a los ojos cuando lo hiciste vivir un infierno? —me quito el gorro de mi sudadera y prosigo—. El amor que me diste debiste dárselo a él... papá lo necesitaba, yo no.

—Lo sé. —Me da la razón.

—Oh, ¿en serio? —echó una risa sin humor—. Bien, lamento informarte que tu alcancía de obras caritativas ya llegó a su fin, evita intentar remediar tus malos actos con el hijo de tu hijo. Se acabó. Eres mi abuelo y siempre lo serás, pero la imagen que tenía de ti la he enterrado como tú lo hiciste con sus recuerdos. Tres metros bajo tierra.

—Daniel.

Me ha llamado por mi segundo nombre. Sé lo que significa, sólo lo usa cuando requiere mi atención, conozco sus palabras, también las razones y eso me hace sentir tan mal porque de alguna forma u otra, él y yo estamos conectados.

—Tengo en mente todo lo que he hecho, no hay un solo día en que no escuche su voz llamándome y recordando la última plática que tuvimos. Estoy consciente que voy a pagar cada una de las cosas que le hice —desvía su vista al suelo y regresa a mí—. Acepto tu rechazo, me lo merezco —su voz se quiebra—. Pero no dejaré que te vayas con la idea de que contigo quise remediar el daño que le ocasioné, la mejor versión de mí que te mostré y el amor que te di fue de verdad, no se trató de remordimiento, eso es algo que ni naciendo en otra vida a su lado podría reparar.

Me rindo.

Mis paredes se derrumban y mi defensa de vuelve débil, ha roto mi fortaleza, la ha hecho venir abajo. Estoy consciente de lo que sucede, tengo los pies sobre la tierra, ya he pasado por suficiente, solo me falta superar esto y aceptar que mi vida debe continuar, me he cruzado con piedras, caí y me levanté, aunque todavía cojeo.

—¿Por qué lo hiciste? —Mi voz tiembla.

Se queda callado, mirándome con lágrimas en los ojos.

—Por cobarde —susurra—, por no ser capaz de aceptar el dolor.

Me dejo caer sobre el sillón café y mi vista se nubla, la imagen que veo de él se distorsiona, la cual no está tan alejada de la realidad.

—¿Jamás le pediste perdón?

Sonríe a medias, desvía su mirada al frente, hay tanta melancolía en su rostro. Abuelo se encuentra destrozado, lo conozco demasiado bien, él sufre y yo también lo hago, a pesar de todo, sus sentimientos me afectan.

—Lo hice, no como debí, pero le hice saber que estaba arrepentido y sé que me escuchó, él me escuchó. —Me voltea a ver y algunas lágrimas recorren sus mejillas—. Nunca obtuve una respuesta.

—Pues entérate que él te quería —le digo.

Y ese será mi eterno castigo.

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