Fake Lovers: Un desenlace alt...

By WILDERMINDER

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Cuando Betty se va de Ecomoda, el engaño de don Armando llega a oídos de Daniel Valencia, quien ve la oportun... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Nota del autor

Capítulo 10

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By WILDERMINDER

—¡Sofía! ¡¿Qué pasó con los tintos que le encargué hace rato?! —preguntó el doctor Valencia, abriendo la puerta de la oficina, sobresaltando a las secretarias que se encontraban en sus puestos de trabajo.

—Sí, sí, un momentico, doctor, ya los traen de la cafetería. —replicó Sofía, atareada y cubriendo el auricular del teléfono que sostenía contra la oreja.

—Bueno. —dijo su jefe y entró de nuevo a la habitación. —¡No, Mora, esas no van ahí, hombre! —se ahogó el grito cuando cerró la puerta.

—¿Sabe una cosa, Bertha? Yo no sé cómo es que esos dos no se están matando allí dentro. —le dijo Sofía cuando colgó la llamada. —Y cómo voy a aguantar yo este suplicio, si me tienen hasta el tope de trabajo, ¡vea! —se quejó señalando el papeleo pendiente sobre su escritorio.

—Uy no, mijita, yo creo que si aquellos dos no terminan arrancándose los pelos, va a ser usted la que se nos queda pelona... —contestó Bertha, para después darle una enorme mordida a uno de sus pastelillos.

***

Marcela le extendió a su amiga las llaves del carro que no estaría usando por un mes.

La cara de Patricia se iluminó ante el gesto.

—Con una condición. —advirtió Marcela, antes de soltárselas. —Tú me tienes que mantener informada de todo lo que haga Beatriz mientras que yo no esté en Ecomoda, y si sale de viaje, peor.

—Marce, ¿tú estás pensando que ella va a salir a alguna parte a encontrarse con Armando?

—No sé, pero si es así, quiero estar preparada.

—Sabes muy bien que, aunque no me prestes el carro, yo soy un manantial de información. —afirmó Patricia, y Marcela por fin le soltó las llaves. —Marce, muchas gracias, que tengas muy buen viaje.

—Gracias. —respondió Marcela, satisfecha con el trato.

***

Las tardes en Ecomoda solían ser mucho más tranquilas que las mañanas. No solía pasar demasiado y mucho menos para Patricia Fernández, después de que su mejor amiga y también jefa, se hubiese marchado.

Lo extraño fue percatarse de que un hombre subiera a dejar un ramo de rosas encargado con Aura María, para la "doctora Beatriz Pinzón".

"¡¿Qué tal?! Flores para el garfio, ¿no? ¿Será que Armando se está tomando tanto atrevimiento?", pensó.

La jirafa y pechuguín se emocionaron como naturalmente lo hacían cuando pasaba algo mínimamente interesante de lo que pudieran cuchichear, y partieron hacia la oficina de Betty con el ramo. Obviamente harían un escándalo, y Patricia tendría que averiguar la dudosa procedencia de esas flores.

***

Fueron Aura María y Sandra quienes irrumpieron con urgencia en la oficina de presidencia sin previo aviso y después tocar la puerta, pero en cuanto Betty vio el ramo de rosas en manos de su secretaria, podía imaginarse de qué se trataba.

—¿Qué pasa muchachas? —preguntó, tratando de disimular.

—Betty, ¡vea lo que le mandaron! —dijo Sandra.

—¿Y eso? —respondió tratando de sonar impresionada, frunciendo el ceño.

—Pues nada, que llegó acá un mensajero a dejar esto para la doctora Beatriz Pinzón, —explicó Aura María, emocionada. —pero no dijo nada más, ni de parte de quién ni nada.

Aura María le extendió el ramo, y Betty finalmente se levantó de su asiento para recibirlo. Las rosas de un color rojo vibrante estaban preciosas, en realidad.

—Pero, ¿no es como raro que no le hayan dicho quien las mandó? —preguntó, siguiendo con el juego.

—Ay sí, Betty. —dijo Sandra. —Esto amerita un 911. —concluyó, apresurandose a ir por las demás, antes de que Beatriz pudiera siquiera reaccionar.

—Ay pero mija, no creo que no sepa quién se las mandó, ¿ah? —preguntó Aura María, cuando Sandra salió de la habitación. —¿Será que el papacito francés ya se está reportando?

Betty se había olvidado por completo de que les había contado sobre Michell, y sintió una punzada de culpa en el estómago, porque con tantas cosas en su cabeza, no había tenido ni un segundo libre para pensar en él y en los momentos de ensueño que vivió en Cartagena.

Quizá no debió haberles contado, pero ya estaba hecho, y ahora lo que más le preocupaba era cómo les iba a explicar a sus amigas el misterioso ramo, cuando no tenía ni siquiera una base sólida por la cual empezar.

—No sé, Aura María, no tengo idea. —respondió, más para sí misma.

—A ver, Betty, usted está muy rara. —afirmó Aura María. —Suelte, ande, ¿qué es lo que no me está contando, ah?

El nerviosismo se apoderó de Betty. No lo podía echar a perder tan pronto, ¿o sí?

—Usted cree que no me dí cuenta, ¿verdad, picarona? Pero ayer se fue a cenar con el doctor Valencia... —comentó su secretaria con un usual aire de complicidad y una sonrisa en el rostro.

¡La cena! ¡Por supuesto! Pero, ¿qué les iba a decir? Sugerir que la cena de la noche anterior había tenido tintes románticos le sonaría absurdo a cualquiera. Y en realidad, no le quedaba otra opción que echar a andar la imaginación... tarea especialmente complicada, cuando Daniel Valencia y el romance no parecían encajar muy bien.

—Ah, sí. —dijo Betty y soltó una risilla entrecortada. —El doctor Valencia me invitó a cenar anoche... fue algo casual... nada especial. —terminó negando con la cabeza.

—No, no, eso sí no me lo creo, ¿cómo así que "casual", ah? De seguro la llevó a un restaurante bien lindo, bien elegante, ¿apoco no?

—Bueno, sí, sí. —asintió Betty, encogiéndose de hombros, restándole importancia inconscientemente, cuando debería estar haciendo lo contrario.

Sin duda, mentir al respecto le resultaría más complicado de lo que tenía en mente.

Sandra apareció de nuevo entonces, con todo el cuartel detrás, mucho más pronto de lo que se consideraría humanamente posible. Ahora la oficina de presidencia se había convertido en la nueva sala de juntas del cuartel. ¿Quién lo hubiera pensado?

—Bueno, bueno, que alguien nos cuente el chisme, ¿de qué va la reunión? —indagó Bertha.

Aura María se tomó el turno y la delicadeza de explicarles todo el embrollo del asunto.

—¿Pero cómo así, Betty? ¿Entonces no sabe quién le mandó el ramo? —preguntó Sofía.

Betty negó con la cabeza.

A Bertha se le ocurrió preguntar por Michell, y las demás de inmediato comenzaron a especular si el francés habría sido el remitente, pero como la respuesta para Betty era clara, simplemente les dijo que no había tenido ningún contacto con él desde que había estado en Cartagena, lo cual lo hacía "poco probable".

—Pero, ¿qué, Betty? ¿Entonces qué le pasa a su tinieblo, ah? ¿Es que no fue siquiera para dejarle una notica o algo? —preguntó Mariana.

Cuando Beatriz tomó el ramo, no se tomó el tiempo de examinarlo, así que al mirarlo con detenimiento sobre el escritorio, donde lo había colocado, se dio cuenta de que había una pequeña tarjeta escondida entre las flores.

Todas se mostraron curiosas cuando notaron el detalle, ansiosas por saber qué decía, pero Inés las reprendió para dejar que la presidente pudiera leer el contenido y Betty solo podía darle vueltas en su cabeza al lío, tratando de descifrar qué mentira soltar; nerviosa, porque tampoco sabía con qué tipo de pedantería escrita se encontraría.

"Querida doctora Pinzón:

Me imagino que estará leyendo esto en compañía de sus amigas y subordinadas, así que le recomiendo que no lo lea en voz alta porque se van a llevar una decepción, y lo que en realidad pretendo es hacer que el gesto parezca genuino. No vaya a echarlo a perder, ¿quiere? Supongo que insertar una cita romántica habría sido lo ideal, pero honestamente, no conozco ninguna, y preferí no perder el tiempo buscando. Sugiero que dejemos la cursilería para cuando sea realmente necesaria. Confío en que manejará la situación de la mejor manera.

Atentamente:

Daniel Valencia."

"Sí, ¿Qué fácil, no?", pensó ella.

—Son... del doctor Valencia. —dijo Beatriz al final, en voz alta.

Los rostros confundidos se hicieron presentes; la muchachas del cuartel se miraban entre ellas, tratando de comprender si habían escuchado correctamente.

Aura María, en cambio, soltó un gritillo de emoción, y se abalanzó sobre Betty en busca de la tarjeta.

—¡Mija! ¡Ay no, qué emoción! —exclamó, entusiasmada. —Traiga para acá, ¿qué tanto dice la tarjetica? —dijo, intentando arrebatarle el pedazo de papel, pero Beatriz fue rápida al apartar el brazo, así como Inesita lo fue al regañar a la anterior recepcionista.

—¡¡Aura María, por dios!!

—A ver, pero, ¡¿cómo así que el doctor Valencia?! Betty, usted no nos ha contado nada de eso, ¡¿de qué me estoy perdiendo?! —reclamó Bertha, molesta al no tener más información disponible.

Betty les contó lo que en su cabeza, sonaba más coherente, pero al añadir pequeños detalles extra, no podía evitar sentirse terrible.

Les contó que, en efecto, la noche anterior había salido a cenar con Daniel Valencia. Que al principio ella se había negado a aceptar la invitación, pero que al final accedió para no hacerle un desplante a un accionista de la empresa, y quedar como una altanera resentida.

Les dijo (lo cual terminó siendo verdad) que la cena no fue tan mal como se lo había esperado, y que el nuevo vicepresidente ejecutivo de Ecomoda se había comportado extrañamente amable y respetuoso con ella, lo cual a oído de todas las presentes, era una verdadera e impactante novedad.

Cuando Betty terminó de explicarles, las opiniones del cuartel estaban divididas.

Mientras que Sandra, Mariana y Aura María estaban encantadas con la noticia, Bertha, Sofía e Inesita compartían un poco de escepticismo.

—Oiga Betty ¿y a usted no se le hace medio raro que el doctor Valencia de pronto esté como interesado en usted? ¿Así de la nada...?

—Ay no Bertha, tan boba... —replicó Aura María. —pero por supuesto que el doctor Valencia quiere algo con Betty, pues que no ve lo triple mamita que está, ¿ah?

—Bueno, sí, está claro que quiere algo con ella... —comentó Sofía. —Es que un hombre como estos, no la lleva a cenar ni le manda unas flores tan divinas, nada más porque quiere ser su amigo, ¿cierto?

—Pero, mija, usted todavía sigue enamorada de don Armando, ¿no es así? —intervino Inés.

La pregunta la tomó por sorpresa. No estaba en condiciones de negarlo, cuando ellas sabían toda la verdad.

—Ay, no Inesita, ¿qué va? —interrumpió Aura María, antes de que Betty pudiera pensar en una respuesta. —Con un papasote como el doctor Valencia, ¡cualquiera se saca de la cabeza a don Armando!

—No, no, ¡pero es que el doctor Valencia es un ser horrible! —exclamó Sofía.

Justo como si lo hubiera invocado, Valencia se apareció en la oficina tomando a todas por sorpresa.

Sofía, quien no paraba de hablar santo y seña de las malas actitudes del hombre, no se percató de que había entrado, incluso cuando las demás guardaron completo silencio, y trataban de alertarla con la mirada.

—...además es de lo más antipático, no tiene ese mal genio de don Armando, pero es grosero, no tiene pelos en la lengua... —parloteó ella, y se detuvo abruptamente cuando se dio cuenta de la presencia del doctor.

—¿Interrumpo? —preguntó él, dirigiendole una mirada asesina a la mujer.

—¡Ay! ¡Já! Y es que en la novela así son ese tipo de patanes, ¿no es cierto, muchachas? —intentó Sofía enmendar la metida de pata, al escuchar la distintiva voz masculina, deseando que la tierra se abriera y se la tragara en ese mismo instante.

Las demás solo asintieron, pasmadas.

—Sí, me imagino. Es la desventaja de tener nombre de telenovela. —dijo él con un suspiro. —Doctora Pinzón, ¿tiene un minuto? —preguntó después, agitando una carpeta en el aire, sin mover más el asunto.

—Sí, claro. —respondió Betty. —Muchachas, nos vemos luego, ¿sí? —las despidió y decidió sentarse tras su escritorio de nuevo.

—Ah, Sofía, ¿tiene ya la lista que le pedí? —preguntó Daniel, claramente tratando de importunarla.

—Sí, sí, ya casi queda, en eso estoy, doctor. —respondió la mujer, nerviosa y afanada por salir.

—Pues no parece... —

Las demás secretarias se fueron moviendo hacia la puerta, saliendo una a una, mientras Aura María se dedicaba a hacerle señas y gestos de aprobación a espaldas de Daniel, antes de cerrar las puertas detrás de ella, sacándole una sonrisa a Betty. Esa muchacha no tenía remedio.

—Así que soy antipático y grosero... —comentó él, sentándose frente al escritorio, una vez que se quedaron a solas por completo. —Supongo que esa es la opinión que todos los empleados deben tener de mí.

—No pensé que le importara mucho... —respondió ella.

—No, no es por eso. Simplemente, es bueno saberlo, aunque no sea ninguna novedad.

—Sí, bueno, no encuentro otra manera para describir a alguien que, y hablo a modo personal, me ha dicho que me visto como un payaso, y que agredo la retina de la gente... —replicó ella, recordando sus duras palabras.

Él alzó las cejas y se llevó una mano a la barbilla.

—Vaya... veo que es una mujer rencorosa, Beatriz.

—No, no. Para nada, no le guardo rencor. —afirmó ella, y hablaba en serio. —Pero algunos insultos son más difíciles de olvidar que otros.

Él se quedó callado un rato, hasta que decidió responder.

—Uno no puede pasarse la vida desperdiciando tiempo para intentar agradarle a los demás, ¿sabe?

Obviamente no él iba a disculparse por cosas que hubiera dicho en el pasado, y Betty tampoco esperaba que lo hiciera, a decir verdad. Daniel Valencia había sido la única persona en decirle la verdad en la cara, muy a su manera, pero lo había hecho. Y aunque Beatriz no podía negar el daño y las heridas que esas palabras y la constante persecución en su contra le habían causado, y tampoco las justificaba, ya había decidido que dejarlo en el pasado era lo más conveniente por lo pronto.

—Ser amable con las personas no significa que esté tratando de agradarles, ¿o sí?

Él se mofó levemente y negó con la cabeza en señal de desacuerdo, pero no contestó a la pregunta.

—Qué lindas flores, —comentó evadiendo el tema con una facilidad de experto. —¿quién se las mandó? —dijo y se estiró para levantar el ramo.

—Un tal Daniel Valencia. —respondió ella. —Parece que se volvió loco.

—¿Qué fue lo que les contó? —preguntó con intriga en la voz.

—No pienso repetir en voz alta el montón de falsedades que me tuve que inventar para explicar esto. —replicó ella haciendo referencia a las flores.

Daniel la miró con ojos entrecerrados.

—No entiendo por qué tiene que ser tan complicado, se supone que es su vida personal, no tiene que dar tantos detalles...

Betty soltó una risilla entrecortada.

—Se nota que no está acostumbrado a los chismes de oficina, doctor. —notó ella. —Mientras más cantidad de detalles haya, más interesantes se vuelven.

—Sí, supongo que sí... En ese caso, más vale que lo hagamos interesante, ¿no? —respondió él con tono sugerente mientras se inclinaba sobre el escritorio.

Él la contempló con detenimiento y Betty trató de mantener la mirada tanto como le fue posible, pero terminó siendo la primera en romper el contacto visual.

Daniel Valencia tenía un extraño efecto en Betty. Ella no estaba segura de qué era exactamente, pero sabía que no tenía nada que ver con el hecho de que él intentara ser tan intimidante todo el tiempo; estaba comenzando a comprender que la fanfarronería era un mecanismo que el hombre utilizaba para incomodar a los demás.

Saberlo debería ahorrarle el nerviosismo, ¿verdad? Pero no era el caso.

Ella se aclaró la garganta.

—¿Qué es esto? —preguntó Betty, desviando la conversación, refiriéndose al folder.

—Ah, sí... Hice algunas correcciones en las brillantes proyecciones que presentó Armando de los negocios de las franquicias. —dijo él. —No eran mayormente graves, pero algunas cifras varían.

—De acuerdo, ya las reviso. —dijo ella, y procedió a examinar los papeles con cuidado.

Bajo la mirada curiosa e intensa de Daniel, Betty no podía enfocar correctamente como para hacer cálculos superficiales, así que se acercó una calculadora y trató de concentrarse en las operaciones.

En efecto, había pequeños pero constantes errores, que ahora el doctor Valencia se había encargado de rectificar.

El recuerdo de cuando ella misma tuvo que armar todo un plan de negocios para conseguir las disparatadas metas de don Armando la invadió, y aunque era vergonzoso, no pudo evitar reírse internamente de su propia ridiculez. Había sido tan tonta al apoyarlo de esa manera tan incondicional, para terminar siendo traicionada...

—Honestamente, don Armando es un hombre bastante profesional,—

Daniel arrugó el entrecejo y negó con la cabeza de inmediato.

—¡Por favor, claro que no! Armando es un completo inepto. —atacó él, irritado. —Usted solo dice eso porque no quiere insultarlo. Ese hombre solo ha tenido una o dos ideas brillantes en toda su vida.

—...pero de verdad tiene que dejar de intentar hacer proyecciones financieras. Es un fracaso. —concluyó ella y le fue imposible no reírse en voz alta.

Daniel la miró fijamente, como para averiguar si en verdad Betty había desacreditado a don Armando.

—Estoy hablando en serio. —reafirmó ella, y se sentía bien poder expresarlo, sin que se quedara como un simple pensamiento.

Daniel resopló y justo después de eso, las comisuras de sus labios se elevaron para formar una sonrisa. Se rió levemente; parecía genuinamente divertido.

—Lo sé. —contestó Daniel. —Y no se equivoca.

—Bueno, creo que tendremos que enviárselas por fax, a donde sea que esté.

—Yo me encargo. —respondió Daniel, mientras Betty le entregó la carpeta de vuelta. —Cualquier oportunidad para fastidiarlo es más que bienvenida.

Él salió después de eso, y aunque Betty de manera involuntaria seguiría pensando en lo confusamente lindo que resultaba ver al doctor Valencia sonreír, de verdad necesitaba enfocarse en el trabajo... aún le quedaba mucho por hacer.

***

Los días iban y venían en Ecomoda, y la verdad, a Mariana a veces le sorprendía cómo todo el mundo parecía más relajado, más dentro de sus papeles. Seguramente se debía al cambio de presidente en la empresa. Aunque trabajar bajo el mando general de don Armando nunca representó un problema, tener a una de sus amigas como jefa suprema de semejante compañía, como lo era el lugar donde laboraba, resultaba emocionante y la ponía de muy buen humor.

Al parecer eso le sucedía a todo el cuartel.

Su nuevo puesto en recepción no estaba nada mal, en realidad, y Mariana Valdez siempre trataba de ver lo bueno de cada situación, lo cual le permitía mantener el entusiasmo en todo momento.

Aunque estar en la planta baja significaba enterarse tarde de algunos chismecillos frescos que surgían en la planta ejecutiva, también tenía ciertas ventajas; pudo darse cuenta de eso rápidamente.

De cualquier manera, el tema de conversación que se había vuelto más frecuente, a una semana de la partida de los doctores Armando, Mario y doña Marcela, era la nueva y constante presencia del doctor Valencia.

Naturalmente, todos lo entendían... él había comenzado a trabajar ahí. Pero aún así, a la mayoría de los empleados, si no es que a todos, les costaba bastante acostumbrarse a verlo todos los días rondando por los pasillos como cualquier otro ejecutivo.

Quizás la razón por la que les resultaba tan extraño, incluso incómodo, era porque el accionista mayoritario siempre había sido de lo más distante con la empresa. Solía presentarse a la larga, cada vez que hubiese una junta directiva lo suficientemente importante como para quitarle el tiempo, o para ir detrás de la cabeza de don Armando. Ahora, formaba equipo junto con Betty y Nicolás Mora directamente, lo cual para Mariana, era la definición de ironía.

Pero eso no era todo.

La verdadera noticia que había estado en boca de todos desde que a la presidente le llegó ese ramo, era que el doctor Valencia parecía— No. No parecía. Andaba detrás de Betty.

"¿Quién se lo hubiera imaginado, ah?", pensó.

Al principio a Mariana le había encantado la idea, pero después de que Inesita comentara lo inquietante que resultaba, sentía que había algo raro ahí... algo que no podía a ciencia cierta expresar en palabras.

Era terriblemente confuso, y aunque no le gustaba pasar tanto tiempo reflexionando en la vida de los demás, en lugar de la suya propia, simplemente no podía evitarlo. Juntarse tanto con Bertha tenía sus consecuencias, después de todo.

Para empezar, las intenciones del doctor Valencia podían parecer dudosas, ¿no? Y es que si en realidad a él le gustaba la chica, ¿por qué demostraba sus intenciones ahora que Betty tenía a Ecomoda bajo su control y estaba tan divina? ¿Sería una simple coincidencia?

Además, Bettica no era ninguna tonta, no señor. Obviamente ella se había cuestionado tales intenciones, la muchacha incluso desahogó esas inquietudes frente al cuartel. Y es que era de esperarse... ¿cómo podía confiar tan rápido en alguien más, después del cataclismo que le provocó don Armando, cierto?

Por eso, a la mayoría de las chicas les sorprendió cuando Betty, días después de que el vicepresidente ejecutivo le hubiera revelado sus intenciones, les contara que había decidido darle una oportunidad. No podían culparla, en realidad. Nadie podía negar que el hombre estaba divino. Pero su actitud arrogante de siempre, le restaba puntos a su favor.

Por lo pronto, el doctor Valencia se comportaba como todo un caballero con Betty y solo con Betty. Y a Mariana no se le pasaban pequeños detalles que le hacían pensar que no podía ser tan insensible como aparentaba.

Se había vuelto habitual que don Daniel preguntara todos los días por la mañana, al llegar a Ecomoda, si la doctora Betty había llegado; y por la noche, no salía del edificio hasta que ella lo hiciera. Buscaba cualquier oportunidad que tenía para tocarla, tomarla del brazo, o posar la mano sobre el hombro de ella, y en ocasiones, incluso darle un beso en la mejilla que hiciera sonrojar a su jefa.

Era como si hubiese decidido convertirse en su sombra... las chicas del cuartel no podían decidir si era posible definirlo como algo fastidioso, cansón o, por el contrario, lindo. Pero cuando le preguntaron a Betty, ella solo respondió que no le molestaba.

Sea como fuere, él parecía determinado a conquistarla, de eso a nadie le quedaban dudas, y aunque a Betty tampoco debería, Mariana y Sandra concordaban en que se veía como distante... insegura; y a pesar de que resultaba comprensible hasta cierto punto, no terminaba de encajar.

Era como si con sus palabras estuviera de acuerdo y aceptando intentar algo con el accionista de Ecomoda, pero su manera de actuar no demostraba eso, exactamente. No cuando la atracción parecía no ser recíproca, y ¿cuál es el punto en dejar que un hombre que no te gusta te corteje?

En todo caso, aunque había una vibra extraña ahí, Mariana se mantenía fresca, y confiaba que si Betty no se sentía cómoda con el doctor Valencia, se lo haría saber al cuartel, y entonces, todas podrían buscarle una solución adecuada.

*

¡Estoy de vuelta!

Lamento mucho el retraso de esta actualización, han sido días muy pesados y se pasan demasiado rápido.

Espero que les guste el capítulo, y como siempre, estaré leyendo sus opiniones y críticas...

¡Hasta la próxima!

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