El Bosque de los Dioses

By HjPilgrim

656 75 48

Efasthereth es un lugar prohibido para los habitantes de Dëkifass. Morada de los dioses antiguos que alguna v... More

Prólogo
El Peso del Poder
Día de Entrenamiento
La Gran Noche
Refundación
Desaparecida
Efasthereth
El Pacto
Apéndice 1: Dëkifass
Apéndice 2: Zhora Lumbardis

La Pérdida

21 5 0
By HjPilgrim

Me despierto en una habitación que no reconozco. Parece una cabaña de madera, de esas que encontrarías por casualidad en los montes blancos de Tempros. El olor a humedad y el polvo asentado sobre los muebles me confirma que no está habitada, más que por mí en esta extraña situación. Me incorporo, miro a mi alrededor y no hallo más muebles que una mesa, una silla y la cama sobre la que estoy sentada. ¿Qué hago aquí?

Trato de hacer memoria, pero la cabeza me da una puntada. Me llevo las manos a la sien, me la acaricio y siento como se desvanece el dolor. ¿Habré salido con Orph a algún sitio y me desmayé? No entiendo nada. Lo siento todo tan difuso, tan extraño... Algo no está bien.

Un súbito escalofrío hace que descubra que estoy vestida sólo con mi ropa interior deportiva. Al examinarme veo en mi costado derecho tres cortes cicatrizados que parecen ser las consecuencias de un zarpazo de algún animal de gran tamaño.

—¡Ah! —exclamo al sentir de nuevo una puntada.

¡Qué me está pasando!

La puerta se abre y por ella se introduce un hombre de aspecto joven, pero cuya mirada parece tener cientos de años. Doy dos pasos atrás. Sus ojos violetas me asustan. No parece sorprendido de verme. ¿Me conoce? ¿Lo conozco yo?

—¿Estás bien, Zhora?

—¿Sabes quién soy? —pregunto abrumada por aquella voz reverberante.

—¡Vaya! Así que ese fue el precio del agua de Lavos.

—¿A-agua de Lavos?

Instantáneamente empiezo a temblar. Lavos es la contraparte de Thelos, la deidad que la mayor parte de Tie-Galam adora. Siempre he considerado que hay algo ahí que puede estar rigiendo nuestro futuro, no sé si llamarlo Thelos o Nâtar —la diosa de Hidria—, pero lo que sí no me agrada nada es que alguien me dé a beber algo que lleva el nombre del dios que simboliza al mal.

Eso me recuerda a pasajes de un libro que siempre me gustó de niña: La Rosa Negra. Eran los eremaven quienes tenían ese líquido de propiedades regeneradoras, pero que siempre se llevaban algo a cambio. Ese era el dilema que te enfrenta a tomar esa agua, si la bebes sanarás, pero algo perderás: las fuerzas, tu cordura, algún sentido o, en mi caso, mis recuerdos. Ya no me queda duda de que eso ha sido lo que me impide recordar qué diablos estoy haciendo aquí.

—Eres un eremav.

—¿Voy a tener que presentarme de nuevo? —pregunta retóricamente con tono cansado—. Mi nombre es Erenz de la casa de Valdemir.

Mis ojos se abren de par en par. Miro a mi alrededor buscando algo con lo que defenderme. Él no hace el amago de atacarme y siento, por un momento, que he vivido esta escena antes.

—No tengo intención de hacerte daño, Zhora —dice, levantando las manos en señal de rendición.

—¿Por qué estoy aquí contigo? —No hay ventanas en la habitación así que tampoco sé dónde me hallo—. ¿Estamos en Dëkifass?

Mi pregunta no tiene sentido. No hay eremaven en la ciudad. Creo que se habrían hecho notar hace mucho tiempo. Hace cientos de años que no hay noticias de ellos. Es como si hubieran sido borrados de la faz de la tierra.

—Estamos en Efasthereth.

—¿En Efasthereth? —repito incrédula. ¿Qué puede habérseme perdido en el bosque? Tendría que estar loca para poner un pie aquí.

—¿Qué es lo último recuerdas? —pregunta Erenz.

Me doy un suave pellizco a los labios con mi mano izquierda a la vez que pienso. Entrecierro los ojos tratando de dilucidar algún recuerdo reciente. Pero tengo tal confusión que no sé qué puede ser o no actual.

—¿Cuántos años tienes?

Lo miro extrañado. El último cumpleaños que recuerdo era... Sé que estaban mis padres, Orph también. Venisse y Hores, mis amigos y compañeros de estudios del MEF.

—N-no lo sé. Ve-veinte creo.

—De acuerdo con vuestro calendario local, es el año 243. La fecha: Sesem Sezidy.

—N-no puede ser... —digo con un hilo de voz.

¡No pueden haber pasado casi cuatro años! El eremav está jugando conmigo por alguna extraña razón.

—¿Te suena el nombre de Ricca?

Me estremezco al escucharlo, pero no entiendo por qué. Es un nombre que me gusta mucho. Cuando Orph y yo hablamos de nuestro futuro, de nuestros hijos, Ricca suele aparecer. Orph me deja elegir el nombre si tenemos una hija, siempre que él pueda poner a su hijo el de Vancen. Un nombre al que está muy apegado y que lo emociona —aunque, hasta el momento, no me explicó por qué.

—Sí... No estoy segura. ¿Por qué?

—Es el nombre de tu hija.

—No sabía que los eremaven eran bromistas. Apenas me gradué del MEF. N-no tengo una hija. Ni me uní con Orph.

No puedo confiar en el eremav. Son seres de las tinieblas, servidores de Lavos, que sólo buscan cumplir con sus oscuros propósitos. De alguna forma me secuestró y ahora está jugando conmigo. ¿Pretende dejarme huir para cazarme? Y ¿cómo diablos me hice estas heridas en el costado?

—¡Qué me has hecho! —exclamo un tanto atribulada, al no hallar ningún arma a mano.

Los eremaven son muy fuertes. Ni una escuadra de las Fuerzas Especiales de Dëkifass podría vencerlo sin estar correctamente armados. Sería muy estúpido por mi parte tratar de enfrentarlo en mi situación. ¿Qué puedo hacer si no? Estoy muy confundida.

—Si quisiera hacerte algo, ya lo habría hecho mientras estabas desmayada.

Lo miro aterrorizada. Saber que estuve tan expuesta, tan indefensa, me hace sentir peor.

—¿Por qué me diste de beber el agua de Lavos?

Erenz suspira.

—Te lo voy a explicar; pero te ruego, por favor, que no me interrumpas —dice, con un tono de evidente cansancio.

Asiento. ¿Qué tengo que perder?

—Mi querida Zhora Lumbardis, estás en Efasthereth porque tu hija Ricca desapareció. Las heridas de tu costado son producto de un enfrentamiento con un dios del bosque, al que venciste. Yo te salvé de las garras de otro.

—¿C-cómo? ¿Yo derroté a un dios? ¿Sabes lo loco que suena todo eso? —Erenz pone los ojos en blanco—. Suponiendo que eso fuera cierto, ¿por qué querrías de salvarme?

—Llegamos a un acuerdo. Yo te ayudo a encontrar a Ricca y tú me devuelves el favor con... algo que sólo puedes hacer tú.

—¿Cómo sé que todo eso no es más que una invención? Los eremaven no sois conocidos por vuestra sinceridad. Si me necesitas...

—Mira, Zhora querida, la verdad me tiene aburrido esta conversación. No me crees, ¡perfecto! Te llevo de vuelta a Dëkifass y le preguntas a tu familia si te mentí. Eso sí, el tiempo que pierdas, no lo recuperarás jamás y puede ser demasiado tarde para tu hija.

Si no logré que me atacara con esta actitud, no lo lograré nunca. Soy insoportable cuando hay algo que no me queda claro. ¡Perdón! No puedo evitarlo. Por esa razón les cuesta mucho a los desconocidos engañarme —o al menos eso creo.

No obstante, Erenz me está diciendo la verdad —por muy extraño que me parezca. Lo que me lleva a la terrible situación de haber perdido casi cuatro años de mi vida y, lo más importante, los recuerdos de tener una hija.

—Supongamos que te creo...

—Eso ya lo dijiste...

—¡Está bien! ¿Cómo puedo recuperar mis recuerdos?

—¿Acaso piensas que hay una forma de hacerlo?

—Estamos en Efasthereth. Si lo que dicen las leyendas son ciertas, aquí todo es posible.

—Me gustas mucho, Zhora —dice finalmente, provocando un fuego en mi interior. Quiero pensar que se refiere a que le gusta mi actitud. No es para nada algo romántico. Creo...—. Tienes razón. Existe una persona que tiene el poder de devolverte tus recuerdos. No nos tenemos que desviar mucho.

—Pero... Siempre hay un pero. ¿Me equivoco? —Erenz sacude la cabeza.

—Nos lleva a una zona donde yo no tengo influencia.

—No entiendo. ¿Influencia de qué?

—Hay áreas en las que los dioses no te atacarán mientras estés conmigo. Pero hay otras, una importante mayoría, en las que estarás en peligro. Cuánto más cerca estés del centro de Efasthereth, menos te sirve mi compañía.

—¿Y cómo es posible eso? Alguien como tú debería poder campar a sus anchas por aquí.

—Digamos que he sido castigado por los dioses. —Extiende su mano invitándome a seguirlo—. Ya te contaré la historia durante el camino, que no será corto.

Cuando me atrevo a dar un paso, caigo en que sigo en ropa interior. Puede estar preparada para permitirme moverme con libertad, pero no por eso voy a pasear de esta guisa por este maldito bosque.

—¿Dónde está mi ropa?

Erenz me mira como si le hubiera preguntado alguna tontería.

—La tiré. Estaba arruinada.

—Me parece muy bien, pero al menos podría ofrecerme una alternativa. O ¿te crees que voy a ir así a buscar a... Ricca?

Tan sólo decir su nombre me hace sentir algo tan profundo que provoca mil sentimientos. ¿Es posible que tenga una hija y que, de alguna forma, haya perdido casi toda memoria de su existencia? ¿Ha sido ese el pago que se ha llevado el agua de Lavos? Aun así, no hay forma de arrebatar un amor que trasciende explicaciones. No hay vida, no hay experiencia, no hay circunstancia en donde escuchar ese nombre no provoque una reacción. Él tiene razón: yo tengo una hija que se llama Ricca.

El eremav regresa llevando una ropa de cuero que hace que mis ojos se abran de par en par. No me parecen unas prendas apropiadas para recorrer Efasthereth, además que parecen ser muy pequeñas para mí.

—¡Estás de suerte! —comenta muy feliz—. ¡Estas prendas le pertenecieron ni más ni menos que a Aleis S'enne!

No puedo evitar soltar una carcajada ante la mera mención de nombre. Creo que debe de estar delirando. Aleis S'enne es la protagonista de La Rosa Negra. Aunque algunos estudios dicen que Aleis sí existió, sus aventuras tienen dos milenios de antigüedad. Podría creerme que esas pueden ser sus prendas si hubiera una clara marca del paso de los años. No obstante, ¡lucen como nuevas!

—¿En serio? Aparte del agua de Lavos, ¿tenéis algún otro líquido estupefaciente? —pregunto con tono cansado—. Además, se ven pequeñas para mí.

—Si a la señora respondona no le importa, ¿por qué no se la prueba?

Las crónicas indicaban que Aleis era una chica delgada, yo tengo un cuerpo más fibroso. Las perneras se me quedarán atascadas a la altura de las rodillas, pero, con tal de cerrarle la boca, se lo mostraré.

Agarro los pantalones de cuero mientras sacudo la cabeza y pongo los ojos en blanco. Su tacto es muy particular. No me recuerda a las prendas que he vestido del mismo material. A ver si esto va a tener trampa...

Para mi sorpresa me los ajusto al cuerpo e incluso los cierro. ¡Son muy cómodos! No parece ser un cuero rígido, sino al material técnico deportivo. Lo miro de reojo y veo una sonrisa triunfadora vestir su rostro. ¡Creo que lo odio!

—¿Y bueno?

—Parece que me sienta bien —concedo.

—No vistes un cuero común y corriente. Es piel de na'phelgö. Además de darte libertad de movimientos, te protegerá de la gran mayoría de los golpes de los dioses —indica mientras me termino de vestir con la camisa—. Ten cuidado porque no es invulnerable a los proyectiles o si te escupen fuego. Tiene propiedades mágicas, si quieres decirlo así, aunque no milagrosas.

Aquellas prendas se ajustan a mí y adquieren un color grisáceo jaspeado, a juego con la paleta de colores de la habitación.

—¡Ah! Y como ves, proporciona un poco de camuflaje.

—¿Cómo es posible que exista algo así y lo tengas tú? —Creo que la pregunta suena peor de lo que pretendía, por la cara que me pone.

—Te sorprendería ver los tesoros que tengo para ofrecerte.

—¿Alguna forma de hacerme invisible?

—Con un mordisco mío podrás ir de punta a punta del bosque sin que te importunen, con un límite. ¡Hasta yo tengo lugares vedados!

—No es justo lo que me interesa.

—Vamos. ¡Tenemos una bruja que nos espera!

—¿Bru-bruja? —La sonrisa de Erenz hiela mi sangre.

No sé cuántos misterios más me oculta Erenz, el bosque o la pérdida de mis recuerdos. Lo que sí sé es que Ricca es algo más que un nombre. Necesito recuperar mis recuerdos y, sobre todo, encontrarla y regresar a Dëkifass. Ella es lo más importante.


Notas del autor:

Sesem Sezidy: 8 de agosto (Octavo mes, octavo día, literal).

***

Un capi menos, en este caso de transición. Con este y los siguientes, vais a tener muchos datos de Dëkifass, su historia, Efasthereth y, sobre todo, de Zhora. Espero que no se os quede corto.

Ahora bien, ¿qué os parece el Agua de Lavos? Si existiera un producto así que pudiera sanar cualquier herida o enfermedad, por grave que fuera, pero se llevara algo de ti, ¿lo harías? Podría ser la expresión total de las leyes de la termodinámica de que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. ¡Vaya teoría que me acabo de sacar de la manga!

Erenz nombra a una bruja que pueda ser que sea quien pueda ayudar a Zhora a recuperar sus recuerdos. Pero no contaré más, os dejaré un poco haciendo vuestras divagaciones a la espera de los capis por venir.

¡Gracias por leerme!

Continue Reading

You'll Also Like

32.6K 4.5K 41
Regulus esta dispuesto a todo por el amor que nunca tuvo pero ahora está a su alcance y Severus esta arto de ser la víctima bañado de un villano .. J...
134K 18K 65
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
44.5K 6.5K 32
《 Transmigré a la antigüedad para ganar dinero y criar a mi cachorro 》 Continuación a partir del capítulo 200. Para leer la primera parte, busca la n...
12K 977 43
hola gente esta es mi primera historia espero les guste tratare de hacer lo mejor que pueda y tratare de actualizarla constantemente