Capitulo Final
Dimitri le tomó las mejillas con muchísima delicadeza al escucharla, la felicidad que estaba sintiendo en ese momento era tan grande que no cabía en su pecho.
—¿Estás hablando en serio? —bajó su rostro para quedar a su altura y los ojos de Maya brillaron con una felicidad que la iluminaba.
Tal como lo recordaba.
Una felicidad que siempre debía de estar ahí y que él se encargaría de que jamás volviera a desaparecer.
—Sí. —colocó sus manos arriba de las de él y con cariño las acarició. —Puedo amarte.
El hombre juntó con rapidez y desespero sus labios a los de ella. Esa boca que deseaba desesperadamente, que soñaba cada noche y que recordaba a la perfección a la mañana siguiente. Sus labios se encendieron en un beso acaparador, sintiendo su sabor. Maya podía sentir la calidez y hombría que tanto lo caracterizaba, la tomaba fuertemente de las mejillas mientras le acariciaba con la lengua desesperadamente. Se despegan lentamente para mirarse a los ojos y al ver la decisión en los de ella Dimitri bajó con desesperación respirando su aroma en a lo largo del cuello, es una sensación explosiva que hace que la piel se le ponga de gallina sin evitarlo. Se necesitaban, se deseaba y pedían a gritos ese momento.
—Espera... —se separó con dificultad. —Estas mal amor.
Dimitri sonrió ampliamente, como un niño pequeño a quien le acaban de complacer con el juguete de sus sueños.
—Dilo otra vez por favor. —juntó sus frentes sintiendo como el calor los envolvía satisfactoriamente.
—Mi amor. —dijo ella sonriendo de igual manera mientras lo abrazaba con cuidado. —Vamos acostarte necesitas descansar.
Dimitri la apretó fuertemente contra su pecho, en ese abrazo que tanto necesitaba y que solo obtenía en sueños tortuosos. Ahora estaba pasando y él simplemente no lo podía creer.
—Te amo tanto. —dijo dejando decenas de besos sobre su cabeza, frente y mejillas. —Te amo como tienes una idea. —la miró a los ojos con decisión, con firmeza y sobre todo con un amor inmenso que los cubría completamente. —Te prometo que jamás volverás a sufrir por mi culpa, te lo juro por mi vida.
Maya asintió, sin poder decir más. Sintiendo como el vacío en el interior que había tenido por tantos años se llenaba con el amor que estaba recibiendo en ese momento.
—Tambien te amo. —le acarició las mejillas con lentitud. —Nunca deje de amarte en realidad. —le confesó luego de dejar un pequeño beso sobre sus labios. —Pero ahora debes de descansar para que te recuperes.
Dimitri se enderezó sin dejar de sonreír para luego tomarla entre sus brazos y cargarla con facilidad haciéndola envolver sus piernas en su cintura. Maya gritó por la sorpresa pero rápidamente comenzó a reírse.
—Ya me curé, bonita. —su tono de voz solo demostraba lo feliz que se encontraba. —Mirame, estoy como nuevo.
Maya negó repetidas veces mientras sonreía ampliamente. Milagrosamente ya no le dolía nada y solo en ese momento se dió cuenta las verdades intenciones de su padre al decir tal cosa sobre el estado de Dimitri. La conocía demasiado bien.
—¿Y tus supuestas costillas rotas? —acarició su cabello al momento que el dejaba besos húmedos en todo su cuello. —No me gustan las mentiras Dimitri.
El caminaba tranquilamente llevándola cargada mientras subía los escalones sin dejar de besarle el cuello. Maya comenzaba a respirar con dificultad y el calor en la parte baja de su cuerpo empezaba a aumentar de gran manera.
—Lo sé. —la miró a los ojos entrando a una habitación la cual estaba perfectamente decorada al gusto de la castaña. —Fue una piadosa, lo prometo. Es solo que no quería que te fueras mi amor.
Maya miró el lugar con atención sintiendo como su corazón palpitaba con rapidez ante el bonito lugar. Era la habitación más bonita que había visto. El suelo, de madera clara tal como le gustaba y contrastaba con las paredes claras con bordes rosado pastel. En un espacio había una hermosa butaca moderna y elegante al mismo tiempo de color beige. Una puerta de madera blanca la cuál imaginaba era un cuarto de baño.
El lugar era espacioso. En el centro una gran cama cubierta con sábanas y colcha de flores que ella amaba y todo inmaculadamente blanco, rosado pastel y algún detalle en dorado. A pocos pasos, otra puerta de cristal daba a la terraza, lo que permitía que la luz del sol en las mañanas se reflejara en la cama pacíficamente.
—¿Te gusta? —preguntó Dimitri con nerviosismo al verla detallar todo con atención.
—Me encanta. —lo tranquilizó besándolo con deseó.
Un deseo ocultó en tantos años separados por las mentiras de gente sin corazón que no aceptaban el amor entre dos personas destinadas a estar.
—Te amo. —la beso con pasión a la vez que la recostaba delicadamente sobre el colchón. —Te amo como no tienes una idea. —tomó su labio inferior con mucha delicadeza para tirar de él mientras que con una de sus manos acariciaba la parte baja del abdomen.
Maya estaba deseosa, todo su cuerpo gritaba por sus caricias, su toque, sus besos y su escencia.
—Dimitri. —dijo entre jadeos sintiendo la humedad entre sus piernas.
—¿Quieres que paremos? —preguntó mirándola a los ojos con la mirada suplicante y la respiración agitada.
Maya negó con rapidez.
—Te deseo. —enredó sus dedos en su cabello con fuerza.
Dimitri sonrió dejando un caliente beso sobre sus labios antes de comenzar a desvestirla y a dejar besos húmedos por todo su cuello. El azul de su mirada cargaba un brillo hermoso que expresaba el deseo que le tenía desde que la vió en el lago hace tanto años atrás. Maya quería gritarle que la hiciera suya con rapidez mientras que Dimitri quería tomarse su tiempo con cada cosa que le hacía.
Acariciando sus hombros, su cintura y sus brazos, empezó a dejar promesas silenciosas, mientras ella se movía más contra su cuerpo queriendo que la besara justo donde su cuerpo estaba hirviendo de deseo.
Tumbándose en la cama, tiró de ella hasta que quedó sentada a horcajadas sobre él y entonces la miró con admiración al tenerla por fin junto a él. Después de tanto sufrimiento, despues de tanto dolor y noches en completa soledad: estaba ahí junto a él.
Maya movió las caderas para provocarlo un poco, pero estaba demasiada deseosa y la fina tela de la ropa interior la estaba molestando demasiado.
Dimitri notó como el cuerpo de ella pedia liberación y con rapidez la tumbó de espaldas y se arrodilló entre sus piernas arrancándole con desesperación la ropa interior.
Sus ojos brillaron con la hermosa vista y sin esperar más comenzó a dejar besos caliente justo dónde el calor la estaba matando.
Sintió como el placer comenzaba a consumirla y el apretón en su cadera la estaba matando. Quiso que siguiera pero lo necesitaba dentro de ella con una necesidad que jamás había sentido y Dimitri al darse cuenta se apresuró a desvestirse ignorando el dolor en el hombro el cual sorpresivamente ya no dolía como antes y con rapidez la penetró sintiendo como todo dentro de ellos de conectaban para siempre con esa unión.
—Te amo tanto, eres todo para mí. —susurró en su oído a la vez que aceleraba el ritmo. —Lo eres todo.
Le acarició los pezones con los dedos y le besó el cuello con besos ligeros a la vez que apasionados.
—Yo también te amo… —Las palabras de Maya quedaron interrumpidas por un fuerte gemido a causa del placer.
Dimitri le acarició la cintura a la par que las costillas y, agarrándole fuertemente las caderas la levantó ligeramente para poder llegar más adentro. El grito de placer por parte de Maya llegó segundos después sintiendo como la liberación la envolvía, solo ahí pudo correrse con fuerza luego de un par de embestidas más.
Se miraron a los ojos con un brillo único en ellos, un brillo que jamás olvidarian.
—Me arrepiento tanto el haber creído algo así de ti. —sus ojos se cristalizaron sin poder evitarlo. —Me arrepiento tanto haberte dejado sola por una mentira, todo lo que tuviste que pasar por mi culpa. Me arrepentiré toda la vida.
Maya negó limpiando la lágrima que caía por su mejilla.
—Ya Dimitri. —dejó un beso sobre sus labios. —No hay que torturarnos con el pasado. —lo abrazó sintiendo el calor de sus cuerpos mezclarse. —Tenemos un nuevo comienzo, nuestro comienzo para tener una nueva vida juntos, porque nos la merecemos.
Sus labios se entrelazaron, con delicadeza pero con todo el amor que ambos sabían que jamás había desaparecido. Esa clase de amor que solo pasa una vez en la vida, ese tipo de amor que toca el alma para quedarse marcado en ella de por vida, ese amor que sin buscarlo los tocó y que en una época incluso odiaron cada uno por su lado... pero ese amor que era el responsable de mantenerlos con vida. Ese que los convertía en el complemento y el claro ejemplo de que al final del día el amor verdadero si puede prevalecer.