El error Perfecto. 《JaeHyun x...

By happin3ss

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Olvidar al tipo con el que había cometido un grave error, quizás, no era tan malo después de todo. TaeYong n... More

Error.

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  —Cállate. Cállate. Cállate, Kim DoYoung. 

Dijo TaeYong de forma cantarina, no, más bien, de forma infantil mientras se cubría las orejas y cerraba los ojos, agitando su cabeza una y otra vez para darle a entender a su malicioso mejor amigo que no quería escuchar ni una palabra más de toda la mierda que estaba soltando sin parar desde hace unos, quizás, quince minutos, cuando se le había ocurrido la brillante idea de explicarle el porqué de sus dolores físicos. 

DoYoung, quien tenía las manos metidas -en una postura de fingida inocencia- dentro de aquellos bolsillos de su pechera de mezclilla clara con el logo de la panadería y pastelería en el centro del pecho, se encogió de hombros, sonriendo de forma maliciosa. 

  —Sabes que es real lo que digo —respondió con simpleza el pelinegro—. Pudiste haberte follado o ser follado por un hombre horrible que, en cualquier momento, aparecerá en tu casa con un ramo de flores y una propuesta de matrimonio. 

TaeYong, que de todos modos pudo escuchar a su amigo, bajó con pesadez los brazos para dejarlos apoyados sobre el mostrador de madera, mirando con el ceño fruncido al pelinegro que se acercaba con pasos tranquilos hacia la puerta de vidrio, manteniendo aquel característico aire burlesco a su alrededor. 

Suspiró, sabía que DoYoung estaba exagerando, pero no podía evitar sentirse ansioso. 

Sí, había cometido un error al beber hasta que su cuerpo no pudiera más -sabiendo lo caliente que se ponía con alcohol en su sistema- pero tampoco era como para crearse alguna película estúpida en la cabeza con un tipo que, seguramente, estaba igual de ebrio que él. 

Y, si era sincero, confiaba en su buen gusto en los hombres, incluso en estado de ebriedad. 

¿Verdad? 

¡No dudes de ti, Lee TaeYong! 

Y le obedeció a aquella vocecita llamada consciencia. 

Finalmente se humedeció los labios y peinó su rojo cabello hacia atrás, viendo a DoYoung voltear el pequeño cartel colgado en la puerta para anunciar que el local estaba abierto. Sonrió.

Era su parte favorita del día. 

  —Estoy seguro que no se debe acordar ni mierda de lo que hizo esa noche. —la seguridad bailó en su voz con ciertos toques de altanería—. Y, de todos modos, de lo único que me debo preocupar ahora es de mi dolor físico. 

—¿Y del VIH? ¿Fue con consentimiento? —contraatacó DoYoung de inmediato, manteniendo sus cejas en alto mientras caminaba hacia la parte trasera del mostrador, poniéndose a un lado de un TaeYong enfurruñado—. ¿Siquiera recuerdas si usaron condón?

TaeYong no pudo evitar bufar. 

DoYoung, como su mejor amigo, realmente a veces se comportaba como una madre -sólo tenían un par de meses de diferencia en edad- dándole sermones que, si su propia madre aceptara su homosexualidad declarada desde los quince años -vaya, ya iban a ser doce años desde entonces- seguramente también le daría. 

Rodando los ojos y tomándose su tiempo para demostrar su molestia al permanecer con el puente de su nariz fruncido, se sentó en el alto taburete tras la caja registradora, metiéndose las manos en los bolsillos de su pechera idéntica a la del pelinegro. 

—Yo di la idea, eso sí lo recuerdo. Y vi los condones usados al despertar. —murmuró de mala gana, dando una mirada hacia los pasteles que había hecho la noche anterior. Ser dueño de una panadería y pastelería siempre había sido su sueño. Prosiguió antes de que DoYoung le reprochara—. Y, de todos modos, me hice el examen para descartar. —se encogió de hombros—. Estoy limpio. 

—Gracias a Dios. —dijo el pelinegro de forma dramática, llevándose una mano al pecho. TaeYong soltó una fuerte carcajada. 

Sabía a ciencia cierta que cuando DoYoung actuaba como una señora de sesenta años, religiosa y solterona, era porque ya se estaba tomando las cosas con calma, así que él también tenía permitido relajarse. 

—Idiota. —murmuró entre dientes, volviendo a ponerse de pie cuando recordó que había llevado un producto nuevo—. Como sea, hoy tú te harás cargo de agacharte porque eres mi mejor amigo y no quieres escucharme gemir por el dolor en mis piernas. 

El tono cantarín de su voz combinó a la perfección con las suaves palmaditas amistosas que dio en la espalda de su amigo que le dedicó una mala mirada, algo que le hizo sonreír radiantemente, cual infante que se sale con la suya. 

—No olvides recordarme por qué soy tu mejor amigo, Lee. —refunfuñó el pelinegro antes de sonreír, sin poder contenerlo. TaeYong volvió a reír—. ¿Trajiste algo nuevo hoy? —cuestionó el de afiladas facciones al cabo de unos segundos, tomando asiento en el taburete que el pelirrojo había utilizado con anterioridad—. Debo decirte que tu última receta fue como un grano en el culo. 

Y TaeYong volvió a soltar una carcajada, aprovechando de caminar hacia la parte trasera del local, aquella especie de bodega donde tenían los repuestos para las cosas que suponían irían vendiendo durante el día y, además, sus pertenencias. 

Desde que tenía uso de razón se había interesado por dos cosas, la música y la pastelería pero, el venir de una familia demasiado convencional, demasiado religiosa y apegada a las leyes homofóbicas del país, le llevaron por un camino en específico; sus padres habían considerado que ser chef era mucho mejor que músico, porque la música lo dejaría mucho más cerca de las tentaciones del demonio, o algo así había dicho su padre, no lo recordaba muy bien,y tampoco le importaba a esas alturas. 

Después de estudiar cocina internacional, se había especializado en todo lo que era panadería y pastelería porque, mierda, los sabores dulces y las masas blandas, además de los llamativos colores y el chocolate -sobretodo el chocolate- eran su maldita obsesión; y allí, durante sus años de universidad, había conocido a DoYoung, su actual socio de aquel pequeño local donde, por lo general, era él quien creaba nuevas recetas, y el pelinegro le ayudaba con la preparación que, gracias a Satanás -le gustaba decir aquello para fastidiar a sus padres, quienes apenas y veía una vez al año- cada vez era mayor. La tienda cada vez tenía más y más clientes, permitiendo que cada uno fuera capaz de arrendar para sí mismo un pequeño departamento en el centro de la ciudad, en el mismo edificio, y cerca de su humilde local. 

El gato y el conejo. 

Era como se llamaba, y estaba ubicado frente a unos enormes edificios llenos de oficinistas. 

Aburrido, pero con dinero. Aún mejor para ellos. 

Se acercó a la última estantería de metal, donde tenían unas bandejas de color morado que indicaban que eran dulces con chocolate los que estaban allí, y con delicadeza sacó una de las bandejas. 

—Eres demasiado quejica —habló alzando un par de notas el tono de su voz para que DoYoung le escuchara desde el otro lado de aquella pared y puerta abierta, aunque el local no era demasiado grande ni tampoco demasiado concurrido a esa hora de la mañana—. Sólo eran unos panes dulces con líneas de caramelo. 

Mientras hablaba, aprovechó de sacar la pequeña bandeja para comenzar a caminar de vuelta a la parte principal de la tienda, donde se encontró con DoYoung en medio de un bostezo. 

Sonrió con burla, manteniendo una ceja arqueada cuando sus miradas se encontraron. 

DoYoung bufó. 

—Sabes que soy pésimo en motricidad fina. —DoYoung se encogió de hombros, alzando las cejas al ver la nueva creación de TaeYong—. ¡Oh! ¿Esos son brownies con forma de cabecita de gato? 

TaeYong asintió casi con orgullo ante la pregunta emocionada de su amigo, mostrándole su preparación antes de caminar casi dando brincos de felicidad -no tan literal, claro, podía ser gay e infantil pero no a esos niveles- hacia la parte delantera del local, donde tenían la vitrina con productos que necesitaban mantenerse en frío. 

—¿Cómo es posible que un idiota como tú pueda ser tan adorable para cocinar? —el pelinegro prosiguió, utilizando un tono malicioso que hizo a TaeYong rodar los ojos. 

Y de tanto que se distraía hablando con DoYoung, olvidó el pequeño detalle de que no deseaba agacharse, así que cuando lo hizo, soltó un quejido lastimero que hizo a DoYoung soltar una fuerte y escandalosa carcajada. 

Maldijo entre dientes, chasqueando la lengua y dejando la bandeja a un lado de su cuerpo, en el suelo. 

—Serás hijo de... 

Dejó las palabras suspendidas en el aire cuando la puerta a un par de pasos de donde estaba él, se abrió, haciendo sonar la pequeña campanilla en la parte superior. 

De inmediato tomaron su papel profesional. 

—Bienvenidos. 

—Bienvenidos. 

Dijeron al unísono, cada uno centrándose en su trabajo, por lo que él ni siquiera le puso atención a los dos hombres que entraron al local, comenzando a tomar con delicadeza aquellos brownies perfectamente bien envueltos en bolsas transparentes para mantener la higiene, ordenándolos en aquel mostrador con una temperatura más baja en su interior. 

Pudo escuchar los murmullos tras él, pero tampoco les dio importancia, tarareando entre dientes la última canción que había presentado en el bar de Ten, un amigo de la infancia -ese día de su desgracia sexual- aprovechando de poner el pequeño cartel que decía "producto nuevo" por la parte delantera de los brownies. 

—TaeYong. —llamó amablemente DoYoung—. ¿Me ayudas con dos cafés? Por favor. 

—Voy —murmuró de notorio buen humor, haciéndose una nota mental de enseñarle a DoYoung, por décima vez, cómo utilizar la máquina de café. 

Teniendo que morderse el labio inferior para no soltar una palabrota o quejarse abiertamente por el dolor en sus piernas, se puso de pie, sosteniendo la bandeja ahora vacía con sólo una de sus manos. 

No fue capaz de esconder una ligera expresión de dolor, por lo que se sintió ligeramente avergonzado cuando miró hacia los clientes y se percató de que los dos le estaban mirando. 

Se apresuró en sonreír, haciendo una pequeña venia con la cabeza que marcó su caminata hacia la parte trasera del mostrador principal, donde estaba la barra de café y la caja registradora. 

—¿Qué café van a querer? —preguntó amablemente, mirando a ambos chicos. 

Eran, seguramente, de un rango de edad parecido al suyo. 

Ambos, con bastante buena apariencia física, no sólo en sus rostros atractivos sino que, también, en sus cuerpos que gracias a sus ropas de oficinista -quizás lo único bueno que le encontraba a los oficinistas- se podían apreciar trabajados, se notaban jóvenes, más aún con sus cabellos perfectamente bien peinados y sus posturas un poco más despreocupadas que la de aquellos hombres que llevaban años sentados tras un escritorio. 

Uno, el pelinegro, era más alto que el otro, sacándole a él un poco más de diez centímetros de estatura, con una expresión severa y un tanto intimidante con ojos afilados y cejas gruesas. 

El otro, en el metro ochenta -eran un poco más de cinco centímetros más que él pero igual lle dolía en el orgullo- tenía unas facciones un poco más suaves, aunque eso no le quitaba lo intimidante que era su mirada, una especie de hielo en sus oscuros ojos enmarcados de forma almendrada sobre una nariz pequeña y unos bonitos labios; un chico castaño que, a pesar de no ser todo ángulos en la totalidad de su rostro, era bastante varonil. 

Y, ese rostro, por alguna razón, se le hizo ligeramente familiar, aunque intentó no pensar en ello porque sino le miraría más tiempo de lo debido y no quería crear malos entendidos, como siempre le sucedía. 

Para él, en todo caso, la mayoría de los oficinistas se parecían entre sí. 

—Yo quiero un latte. —dijo el pelinegro bien enfundado en su elegante traje negro, esbozando una sonrisa amable que no parecía ir acorde con sus facciones hostiles. 

TaeYong asintió con una sutil sonrisa en sus labios, volteando a mirar al castaño que le estaba mirando de vuelta con una intensidad que le puso -contra su voluntad- ligeramente ansioso. 

En serio, el tipo se le hacía conocido, pero no podía recordar de dónde. 

Fue realmente consciente de que se miraron fijamente, en silencio, por quizás más de los segundos considerados como normales en una situación como esa, pero más le incomodó a los otros dos presentes que a ellos mismos. 

El pelinegro alto carraspeó, ganándose una rápida mirada de reojo por parte del castaño. 

—Un americano, por favor. —murmuró finalmente el castaño que vestía un traje color gris, bien amoldado a sus varoniles hombros, utilizando a la perfección su voz grave pero suave. 

TaeYong volvió a asentir, sintiendo un sutil cosquilleo en su nuca mientras se daba media vuelta para ir hacia la máquina de café. 

Hasta su voz se le había hecho familiar. 

Frunció el ceño y tensó la mandíbula.

¿Dónde? Joder. ¿Dónde lo había visto?

¿Ex vecino? ¿Amigo de la infancia? ¿Compañero de curso en la escuela elemental? ¿Alguien a quien había ofendido?

Mierda. 

Era desesperante. 

Dejó de prestar atención a nada más que no fueran sus intentos de recordar y las dos preparaciones de café frente a él que, una vez listas, no tardó en poner en el mostrador junto a la caja registradora. 

—Aquí tienen —dijo con amabilidad y profesionalismo, volviendo a dibujar una sonrisa en sus labios—. Espero que lo disfruten. 

Dedujo que ya habían pagado porque cada uno sostenía una pequeña bolsa de papel en sus manos, más relajados, algo típico en las personas que ya habían hecho su compra. 

—Muchas gracias. —la simpatía inundó la voz del pelinegro que parecía realmente animado y agradecido, tomando su correspondiente vaso de café. 

—Muchas gracias. —el castaño dijo casi al unísono que el pelinegro, sin dejar de mirar a TaeYong mientras tomaba su vaso de café. 

Detalle en el que TaeYong intentó no pensar mientras les sonreía de vuelta, no sin antes compartir una mirada rápida con su mejor amigo.

—Gracias a ustedes. —el tono cantarín de DoYoung fue tan amistoso como su sonrisa. TaeYong sólo asintió. 

Y mientras ambos chicos salían de la tienda, hablando sobre unas reuniones de quién sabe qué mierda, TaeYong aprovechó de mirar al castaño quien, en la parte trasera de su cuello tenía un lunar -que dependiendo del movimiento de su cuerpo se escondía tras su blanca camisa- junto a lo que, claramente, era un chupón. 

Oh. 

Vaya

Sus labios cosquillearon.

¿Por qué?

Parpadeó rápido y jugueteó con las largas mangas de su camiseta a rayas blancas y negro cuando la puerta se cerró, permitiéndole ver cómo los chicos cruzaban hacia el edificio de enfrente. 

—Es él. —soltó repentinamente DoYoung, ganándose una confundida mirada por parte de TaeYong. 

—¿Quién es él? —cuestionó de vuelta hacia su amigo, moviéndose para ir a lavar lo utilizado al momento de hacer el café. 

—Él es el tipo con el que tuviste sexo casual. —dijo DoYoung con seguridad, a lo que TaeYong respondió en primer lugar con una risa ligera pero divertida. 

—¿Estás loco? —cuestionó, volteando hacia su mejor amigo que le miraba con las cejas en alto—. ¿Qué va a hacer un aburrido oficinista en un bar gay donde hacen presentaciones de músicos desconocidos y competencias de baile con connotaciones eróticas? —bufó a sus propias palabras, rodando los ojos y tomando la bandeja que había dejado sobre el mostrador. —Imposible. 

—¿Qué haces tú en un lugar como ese cuando estás toda la semana cocinando pasteles con cara de animalitos adorables? —contraatacó DoYoung con aire exasperado, TaeYong frunció el puente de su nariz y el pelinegro prosiguió. —Es él, estoy seguro, parecía querer mandarte señales con la mirada. "Recuérdame, maldita sea. Recuérdame."

Eso era completamente estúpido. 

...

—Era él. ¿No es así? —dijo Johnny una vez subieron al ascensor, quedando a solas—. El pelirrojo que te follaste el sábado en la madrugada era él, ¿verdad?

JaeHyun suspiró, no era necesario que su mejor amigo y compañero de trabajo reafirmara aquel hecho que, al menos para ellos dos, era bastante claro. 

Para ellos dos porque, obviamente, el pelirrojo no recordaba nada, pudo notarlo por la soltura con la que se movió, por cómo le miró mientras en su cabeza parecía poder verse un enorme "Te conozco pero no sé de dónde" hiriendo su orgullo. 

Le dio un corto sorbo a su café. 

—Me siento ligeramente ofendido. —confesó en lo que torcía los labios en una mueca de incomodidad. Johnny rió. 

—¿Qué esperabas? —Johnny habló con simpleza, encogiéndose de hombros—. El chico estaba bastante ebrio y, al otro día, tú te fuiste sin decir nada. 

Frunció el ceño, Johnny tenía razón en el último punto, pero es que la urgencia de saber que su hermano menor, JaeMin, había sufrido un accidente, le hizo volar de aquel pequeño y ordenado departamento con olor a vainilla y sol. Muy a su pesar

Había alcanzado a contemplar sólo un poco de la dulce expresión de aquel pelirrojo que lo había conquistado bajo luces de neón, voz grave, música movida y sensuales movimientos.  Terminar comiéndose la boca mientras se decían palabras obscenas e iban de camino al departamento del chico -que quedaba bastante cerca de allí- fue mucho más rápido de lo que su cerebro, también con cierta dosis de alcohol, fue capaz de procesar. 

Aunque sí recordaba que había sido el mejor puto sexo de su vida, y no se consideraba a sí mismo alguien precisamente santo.

—Debo admitir que —comenzó a decir Johnny sin esperar una respuesta de JaeHyun mientras bajaban del ascensor—. ahora que lo vi sin alcohol en mi sangre y sin esas luces de mierda molestas de la disco, el chico es bastante caliente. Bastardo con suerte. 

JaeHyun bufó, tensando un poco la mandíbula. 

Sí, TaeYong era, definitivamente, demasiado caliente. Rayaba en lo ilegal el hijo de puta con sus grandes y expresivos ojos, con sus facciones marcadas, su cuello delgado, sus largas piernas, sus firmes glúteos, y el lunar bajo aquellos sensuales labios. 

No pienses en ello, YoonOh.

Y le obedeció a su cabeza. 

—Yo también estaba ebrio. —aclaró, lamentándose de nunca olvidar nada. Prosiguió. —Y se mueve como un maldito demonio. —dijo entre dientes, con una especie de gruñido de por medio. Johnny rió. 

—¿Y qué piensas hacer? —Johnny, mientras hablaba, dejó su desayuno sobre la mesa a un lado del lector de credencial para anunciar su llegada. Prosiguió. —Me habías dicho que querías verlo de nuevo porque el chico realmente te había gustado, no sólo por el sexo y, mira, el destino es sabio.

Odió un poco el tono cantarín de su amigo. 

Claro, le había dicho aquello, creyendo  que el pelirrojo recordaba la noche juntos pero, intentar algo cuando el chico no recordaba ni su voz, ni su nombre, ni su rostro... Empezar desde cero, en realidad, era algo que le daba en extrema pereza. 

Odiaba las relaciones románticas, era pésimo para ello por su maldita personalidad independiente, humor negro y ácidos comentarios, pero también era porque nunca se sentía del todo satisfecho -no sólo sexualmente hablando- y, cuando conoció a TaeYong en aquella disco donde, además, el pelirrojo había presentado una canción llena de vida con una pista electrónica y su grave voz rapeando una letra altanera, descubrió que el chico tenía un humor similar al suyo, haciéndole competencia en medio de un coqueteo y una atracción intensa e instantánea que para él valió bastante, más aún cuando pudo ver el departamento del chico y comprobó que tenían gustos similares. 

Sí, TaeYong le había gustado no sólo por lo caliente que se veía, pero no al punto de intentar algo desde cero. Qué fastidio. 

¿Realmente no vas a intentar nada? No te creo, YoonOh.

Maldita voz en su cabeza.

Suspiró con suavidad, ahora siendo él quien dejara su desayuno sobre la mesa para comenzar a buscar su credencial entre sus bolsillos.  

—Detesto las relaciones, intentar algo con alguien que ni sabe quién soy, así que, por mucho que TaeYong me gustase, eso no va a cambiar. —dijo con seguridad, frunciendo un poco el ceño al no encontrar su credencial. Siguió buscando—. Y tampoco puedo llegar y decirle:"Hey, tener sexo contigo fue increíble. ¿Te parece si vamos a citas?" —se relamió los labios antes de mirar con cierto pánico a su mejor amigo. 

—¿Qué pasa con esa cara de estreñido? —preguntó Johnny con claro tono burlesco. JaeHyun tensó la mandíbula. 

—No tengo mi credencial. —murmuró, frunciendo aún más el ceño. 

¿Dónde la había visto por última vez?

Se movió por sus recuerdos para poder estudiarlos, no había visto su credencial en todo el fin de semana, de hecho, la última vez que la había visto fue la madrugada del sábado, cuando usó las tiras -que normalmente se usaban para colgarse la credencial al cuello- para atar las muñecas del pelirrojo que, en ese punto, ya se retorcía desesperado por ser atendido sexualmente. 

No pienses en ello o te vas a excitar, YoonOh

Y la realidad lo golpeó como un balde de agua fría. 

El departamento de TaeYong. 

Allí había dejado su credencial tirada en algún lugar debajo de la cama. 

Jodida vida. 

Jodido destino

Porque, sí o sí, al ver aquello, TaeYong sabría lo que había pasado entre ellos si, después de todo, salía su fotografía y su nombre.

Maldición

—Ya sé dónde está. —informó sin tener claro si su amigo, quien usaba su propia credencial para hacerlo entrar a la oficina, le había hablado durante aquel tiempo de colapso mental. Prosiguió cuando avanzaron por el largo pasillo, cada uno sosteniendo su desayuno. —TaeYong y yo jugamos con ella el sábado y... Creo que se me quedó allá. 

Maldijo a Johnny cuando éste se rió en su cara. 

—Bueno, amigo mío —canturreó el pelinegro, dando palmadas suaves en la espalda de JaeHyun—. El destino los quería juntos. ¿Ves?

Rodó los ojos, Johnny era un maldito romántico empedernido, y parecía realmente entusiasmado con la idea de verlo en una relación, con cualquier culo que se viera interesante según él.

Se iba a volver loco. 

Aunque, por alguna razón, igual le hizo algo de ilusión tener una excusa para hablar con el pelirrojo.

...

—Se llama Jung JaeHyun. Es un año menor que nosotros y trabaja en el área de diseño de una importante empresa. 

TaeYong parpadeó rápido cuando escuchó a DoYoung, volteándose a mirarlo en lo que terminaba de acomodar aquellos panes que recién había ido a buscar a su departamento.

¿De qué estaba hablando su mejor amigo? 

Frunció el ceño y ladeó la cabeza. 

—¿Quién? —cuestionó con suavidad, poniendo las pequeñas pinzas con forma de patitas de gato sobre el pan—. ¿Descubriste que te gustan los hombres y encontraste al amor de tu vida? 

—Pff. Imbécil. —DoYoung no tardó en decir, rodando los ojos y cruzándose de brazos ya sentado tras la caja registradora—. Estoy hablando del tipo con el que follaste el sábado. El oficinista que vino antes de ayer, ¿recuerdas? 

Claro que lo recordaba, y no porque el tipo fuera un Adonis o algo por el estilo -aunque sí era bastante guapo, pero no solía volverse loco por cosas así- sino que era porque no podía quitarse de la cabeza aquella sensación de que se conocían, de que lo había visto y escuchado antes, una sensación extraña que le cosquilleaba en los labios y las manos, llevándolo a acariciarse las muñecas una que otra vez. Una locura.

Pero, como no quería que DoYoung le siguiera fastidiando con aquel tema, se tomó un tiempo para pensar, como si realmente estuviera intentando recordar y, al cabo de unos segundos, asintió, dubitativo. 

—¿El de cabello castaño que vino con un tipo alto? —cuestionó con indiferencia, haciendo que DoYoung arqueara una ceja. 

—No te hagas el idiota, Lee. —refunfuñó el pelinegro, y TaeYong rió abiertamente, caminando de vuelta hacia el mostrador con la  bandeja vacía entre sus manos. 

—Insisto que no creo que haya sido él, en serio. —agregó, resgándole importancia al asunto al encogerse de hombros. No. No estaba tan seguro—. De todos modos, ¿cómo es que sabes esas cosas? Acosador. 

A pesar de que acusó con un toque malicioso y divertido, no pudo evitar sentirse sorprendido con que su amigo supiera esas cosas. 

Jung JaeHyun.

No, su nombre al menos no se le hacía familiar, lamentablemente, así que supuso que sí estaba imaginando cosas sólo porque el chico era atractivo y le había mirado con claro interés.

Dejó la bandeja en la parte baja del mostrador, recargándose despreocupadamente en éste mismo, con las manos metidas en los bolsillos de su pechera. 

DoYoung se encogió de hombros, como sin nada. 

—Ahora, cuando fuiste a buscar los pancitos, vino y conversamos un poco mientras hacía mi mejor esfuerzo por prepararle un café. —el pelinegro señaló hacia la máquina de café. TaeYong alzó las cejas, recién percatándose del desastre que había allí. DoYoung prosiguió—. Me contó que trabajaba en el área de diseño por temas familiares pero, en realidad, le gusta la música. 

TaeYong no tuvo problema en mostrar su sorpresa, formando una pequeña "o" con sus labios, incluso si DoYoung le dedicó una mirada intensa que pudo leer a la perfección "Te dije que podría visitar ese tipo de lugares" algo que ignoró por completo.

Y movió suavemente la cabeza, dándole a entender a su amigo que podía continuar, era claro que el pelinegro tenía más que decir, lo cual reafirmó cuando DoYoung sonrió con satisfacción. 

—Me dio esos datos que te di y, bueno —un brillo de malicia cruzó los ojos de DoYoung, tensando a TaeYong. Continuó—. me contó que suele ir a una disco cercana donde los fines de semana presentan a artistas locales no muy conocidos  

Oh.

Mierda. 

Y se tensó por completo. 

¿Realmente ese chico y él...?

No. 

No. 

Definitivamente no. 

El que visitaran un mismo local no significaba nada, además, eso explicaba la razón de sentir que lo había conocido antes. Seguramente lo habia visto por la barra o algo así, porque estaba seguro que el tipo no podía reconocer que era él quien a veces se subía a cantar porque siempre utilizaba máscara, le gustaba eso del misterio. 

Se humedeció los labios y negó con suavidad, reacomodándose en su posición. 

—Ok. Sí. Visitamos el mismo local pero eso no significa nada. —se apresuró en decir, aclarándose la garganta—. Además, no sé si olvidar su rostro sea tan fácil. Es decir...

Bueno, sí, cuando estaba bajo presión hablaba un poco más de lo que debería y, la verdad, no quería decir que el chico era guapo, no porque fuera tímido, sino porque sabía que DoYoung lo iba a fastidiar con ello. 

Demasiado tarde.

Avergonzado frunció el puente de su nariz, provocando una fuerte carcajada en DoYoung. 

—¿Cuánto quieres apostar de que fue él? —cuestionó con malicia DoYoung, entrecerrando sus ojos afilados. TaeYong chasqueó la lengua. 

Ya no estaba tan seguro de decir que no, pero... ¿Si era sincero? No creía que ese tipo de cosas tan ¿irreales? pudieran pasar en la vida, al menos no en la suya, donde las cosas habían terminado sucediendo gracias a su propio esfuerzo y largas noches en vela. 

Se encogió de hombros, adoptando una postura retadora al alzar ligeramente el mentón y dibujar una sonrisa ladina en sus labios. 

—Una salida a comer comida italiana. 

—Hecho, TyTrack. 

...

Con un suspiro escapando de entre sus labios, se apoyó en el marco de la puerta de su habitación, dando una mirada a ésta misma que estaba perfectamente ordenada -como siempre, era un maldito maniático- manteniendo en su cabeza las constantes preguntas que había sembrado DoYoung después de esa tarde. 

¿Realmente JaeHyun había sido el tipo con el que había follado?

¿Y eso qué importa? 

Es decir, no era la primera vez que tenía un ligue de una sola noche, aunque si era la primera vez que no recordaba nada y, quizás, esa era la razón de que su mente no dejara de darle vueltas al asunto, después de todo, no podría quedar colgado de alguien a quien había conocido en estado de ebriedad y, además, a quien no recordaba en lo más mínimo, joder. ¿Verdad? Verdad. 

La curiosidad se lo comía por dentro y DoYoung fomentaba aquel monstruo dentro de él. 

Y, bueno, si tenía que ser completamente sincero, prefería que se tratara de JaeHyun y no de un tipo desagradable, como había intentado dar a entender su mejor amigo. 

Maldito. 

Suspiró una vez más, caminando con pereza hacia su cama para tirarse de espalda en ella, con los brazos extendidos y los pies aún apoyados en el suelo, manteniendo sus ojos cerrados. 

¿Realmente es eso o tuviste un enamoramiento a primera vista, Lee?

Maldijo a su propia cabeza.

Hasta que el móvil en el bolsillo de su pantalón de pijama, sonó. 

Dio un respingo y abrió los ojos de par en par, manteniéndose en su posición mientras sacaba el celular para leer el remitente. 

"TenTenTen"

Ah. Con ese maldito quería hablar. 

—Te voy a matar, maldito tailanés. —dijo en un gruñido apenas contestó la llamada y se acercó el celular a la oreja, escuchando una risa desde el otro lado, algo que le hizo rodar los ojos—. ¿De qué te ríes, maldito?

¿Por qué estás tan enojado? —preguntó Ten desde el otro lado de la línea, sin dejar de reír. TaeYong bufó. 

—Me diste alcohol a pesar de que sabes cómo me pongo. —acusó con cierto toque infantil, mirando al techo y frunciendo el puente de su nariz. Ten volvió a reír. 

¿Yo? Pero si tú no te negaste a beber mientras coqueteabas descaradamente con YoonOh. 

Por la forma en la que Ten habló, no le costó imaginarse a su amigo encogiéndose de hombros mientras sonreía maliciosamente. Algo típico en él. 

Aunque, lo más importante de ello, fue que el chico le dio un nombre, y no tenía nada que ver con el oficinista. Estaba salvado. 
Lamentablemente, otra vez.

—¿Quién mierda es YoonOh? —cuestionó con expresión enfurruñada. —¿Y qué mierda me diste de beber que no recuerdo qué mierda hice ese día? 

Espera. —soltó Ten de inmediato, con voz ahogada—. ¿No recuerdas quién es YoonOh? ¿No recuerdas como se estaban comiendo la boca antes de ir a follar a tu departamento? Cabello castaño, ojos almendrados. ¿No? ¿Nada?

Ugh. 

Ahora se sentía peor. 

Torció los labios en una mueca de frustración, subiendo los pies hacia su cama. Aún sentía algo de dolor en su cuerpo y, mierda, eso le hacía pensar que realmente había tenido una gran noche con ese tal YoonOh. 

Suspiró, negando suavemente con la cabeza a pesar de que su amigo no podía verlo. 

—No recuerdo nada y, desperté solo así que... 

Dejó las palabras suspendidas en el aire, escuchando a Ten suspirar pesada y dramáticamente. 

Vaya. Qué decepción. —murmuró el taiwanés—. De hecho te llamaba para hablar de eso. Con lo bien que se llevaron, pensé que, no lo sé, ya estaban como unos tortolitos acaramelados planeando su futuro y follando como conejos. 

Oh. Eso sí que era una sorpresa. 

¿Se había llevado bien con el chico aquel? ¿Al punto en que Ten pensó que él, Lee TaeYong con pésima suerte en el amor, ya estaba en una posible relación?

Woaoh. 

Ya no sabía qué pensar sobre ello. 

Se humedeció los labios, frunciendo la nariz con cierta molestia, y sin saber con quién o por qué. 

Rodó sobre la cama, quedando en posición fetal, en el centro de ésta. 

—Ya sabes que no estoy en ese barco, Ten. —dijo con tranquilidad, jugueteando con una de las mangas de su negro suéter con cuello tortuga—. Y creo que él tampoco, por algo se fue tan temprano, ¿no crees? 

Uhm. Averiguaré qué pasó, realmente parecía interesado en ti. Hasta Johnny lo dijo. —murmuró Ten aunque para sí mismo, prosiguiendo antes de que TaeYong pudiera decir algo—. ¡Y tu también! Te veías tan sonriente y lindo. Maldición. Se veían tan bien juntos. Lloraré. 

Y TaeYong no pudo evitar soltar una fuerte carcajada, volviendo a girar en su cama para quedar acostado boca abajo, mirando hacia la pequeña alfombra que tenía a la bajada de la cama que daba hacia el balcón, donde su gato, negro y peludo, jugueteaba con algo que no pudo identificar. Frunció el ceño, esperaba que no fuera algo importante. 

—Que exagerado eres. —comentó con diversión, decidiendo que luego iría a ver con qué jugaba Leviatán—. Al menos me ayudas con mi paz mental al dar a entender que el tipo era guapo. Porque lo era, ¿verdad? 

Claro que lo... ¡Oh! ¡Cariño! 

TaeYong parpadeó rápido cuando Ten dejó las palabras olvidadas y dio paso a un saludo que, de inmediato, identificó como un beso extremadamente sonoro. 

¿Ten tenía pareja? ¿Desde cuándo? Otra cosa más que le tenía que reprochar al bastardo. 

¿Con quién hablas, bebé? 

Escuchó una voz masculina y extrañamente conocida, desde el otro lado de la línea, siendo seguida por la risa de Ten. Una risa coqueta y babosa que le hizo rodar los ojos. 

Con TaeYong. Le estaba preguntando sobre YoonOh y no recuerda nada. Creí que ellos... 

Uh. Sí. Algo supe. De hecho, deberías decirle que para la próxima, si no va a recordar, que no le deje marcas en todo el cuerpo. 

El tono de aquel tipo fue agradable y simpático, no había real reproche pero, joder, le hizo sentir extremadamente avergonzado. 

¿Realmente él...?

Ah. Joder. No acostumbraba a hacer ese tipo de cosas, ni siquiera con las cortas relaciones serias que tuvo en algún momento. 

En serio, ¿qué había pasado con él ese día? 

Si no confiara tanto en Ten, hasta pensaría que lo habían drogado, pero seguramente fue culpa de la euforia, el alcohol y las pocas horas de sueño.

La risa de Ten le hizo sentir aún más nervioso porque le dejó saber de que el taiwanés otra vez estaba en el teléfono. 

¿Escuchaste lo que dijo Johnny? —preguntó Ten. TaeYong gruñó en respuesta—. En fin, sólo te llamaba para saber sobre tu vida amorosa. 

—Que gran amigo eres, imbécil. —gruñó, viendo a Leviatán correr por toda su habitación, jugando aún con aquella especie de tarjeta con dos tiras. No le prestó atención—. Ni siquiera me habías contado que tenías pareja. 

No fuiste el único que lo pasó bien ese día, Kitty Yong. —dijo Ten en tono cantarín—. Como sea, cuídate, TyTrack, espero que recuerdes porque ese día te veías realmente bonito todo sonriente. 

TaeYong rodó los ojos, le avergonzaba cuando la gente le decía ese tipo de cosas en forma cariñosa. No era bueno para sobrellevar el cariño a pesar de que solía amar mucho a sus amigos, aunque pocas veces lo decía en voz alta. 

Se aclaró la garganta y cerró los ojos. 

—Cuídate, usen condón y nos vemos el Viernes, TenTencito. —murmuró con un tono suave que denotaba cariño, y Ten rió, lanzando un beso desde el otro lado de la línea antes de cortar. 

Con un suspiro y un extraño sentimiento de culpa, bajó el celular y cerró los ojos, enterrando el rostro en la cama. 

Estaba pensando demasiado las cosas, quizás sólo debería dormir. 

Sí. Esa era la mejor opción. 

...

Se despertó de golpe, inhalando profundamente y con los músculos de su cuerpo completamente agarrotados. 

Se sostenía con fuerza de las sábanas de su cama mientras su pecho subía y bajaba a gran velocidad, haciendo temblar sus hombros en respiraciones erráticas y calientes que tan de la mano iban con el sudor que perlaba su piel. 

La sensación de aquellos besos y mordidas por cada rincón de su cuerpo aún se sentían demasiado reales, electrizantes. Aquellas caricias obscenas, aquella calidez y suavidad contrastante con las fuertes penetraciones dadas en un ritmo rápido y constante que le hacía tocar las estrellas en medio de escandalosos gemidos. 

Sabores explotando en su boca. 

El aroma a café junto a un agradable perfume varonil inundando sus fosas nasales. 

Sus labios sobre una piel caliente, dejando rastros de su necesidad posesiva sobre aquel hombre que susurraba su nombre bajo gemidos graves e intensos apretones en contra de sus muslos. 

Gimió. 

Acababa de tener un sueño húmedo con lo que, estaba seguro, era un recuerdo de ese día. 

Y se sentía extremadamente afectado. 

Si había sido así de intenso, ¿por qué mierda lo había olvidado? 

Volvió a gemir, aunque de forma lastimera, relajando su cuerpo y hundiéndose más en sus sábanas, siendo acompañado por Leviatán que rápidamente se metió a la cama en búsqueda de calor. 

Odiaba admitirlo pero ese cabello castaño que vio en el sueño, le recordó a JaeHyun, incluso si sabía que aquel chico no era el responsable. 

Para su mala suerte. 

...

—No lo sé, Dodo. Todo es tu culpa. 

Refunfuñó, sosteniendo el celular en contra de su oreja con la ayuda de su hombro mientras terminaba de limpiar una de las vitrinas. El sol ya había bajado y el reloj ya anunciaba las siete y media de la tarde, por lo que ya era hora de cerrar. 

Escuchó a DoYoung reír a través del teléfono, por lo que bufó. 

¿Por qué? No es mi culpa que hayas mezclado a ambos chicos. —el tono cantarín de DoYoung hizo que TaeYong rodara los ojos—. Además, ¿qué tiene de malo? El chico es guapo y se verían bien juntos. ¿No has pensado en ello? No necesariamente tiene que haber pasado algo entre ustedes para estar juntos ahora.

Lo había pensado a la fuerza porque, después de ese sueño, su mente lo había torturado con escenarios de ellos dos y, joder, le desesperaba. ¡No tenía quince años como para estar pensando en ese tipo de cosas! ¿Imaginar cosas amorosas con alguien? Lo había dejado atrás hace unos diez años, entonces era irracional para él, realmente irracional. 

Y angustiante. 

Pero su mente se manejaba por sí misma y se negaba a detenerse. 
Escenarios cursis, sexuales, dulces, lujuriosos.

Suspiró con pesadez, poniéndose de pie para presionar el puente de su nariz. 

—¿Por qué estamos hablando de esto? —cuestionó de mal humor—. Hace tiempo pasé esa etapa, ¿sabías?

¡Oh! Cierto. Fue porque te pregunté si JaeHyun ya había ido. 

—No. No ha venido. —respondió de inmediato, mirando hacia el edificio de enfrente. Casi todas las luces ya estaban apagadas. Se dio media vuelta y caminó hacia el mostrador, él también debería cerrar ya—. ¿Por qué? 

Ayer encargó para hoy dos de tus brownies. Dijo que pasaría a eso de las siete y media y-

—¡Kim DoYoung! —exclamó, fastidiado, suspirando con pesadez—. ¿Por qué mierda no me dijiste? Ya estaba por cerrar, joder. 

¡Lo siento! —lloriqueó DoYoung desde el otro lado de la línea, TaeYong volvió a suspirar—. No creí que hoy tendría que faltar y se me fue por completo. Lo siento. Lo siento. 

Y rodó los ojos, DoYoung no era irresponsable, por lo que realmente el hecho de ir a hacerse cargo de Mark, su hermano menor, le había afectado más de lo debido. 

Dio una mirada hacia la vitrina, sólo quedaba un brownie, tendría que ver en la parte trasera de la tienda si es que quedaba uno más y... 

La campana de la puerta sonó y de inmediato volteó a mirar. 

Oh. Mierda. 

Era JaeHyun

Parpadeó rápido cuando sus miradas se cruzaron, relamiendo sus labios en un gesto nervioso. 

El chico venía un poco menos ordenado de lo normal y eso, por alguna razón, le daba bastante atractivo a su apariencia, de por sí, bastante llamativa. 

Alzó las cejas cuando se dio cuenta de que se habían quedado mirado y que, además, él seguía con el teléfono contra su oreja. Se aclaró la garganta y desvió la mirada. 

—DoYoung. Tengo que cortar. Dale mis saludos a Mark. 

Se apresuró en decir, escuchando un murmullo por parte de DoYoung pero sin ponerle real atención ya que colgó lo más rápido que pudo y guardó el celular en el bolsillo de su pechera, esbozando una sonrisa en dirección a JaeHyun que, en ese momento, ya estaba cerrando la puerta a su espalda. 

—Hola. Bienvenido. —dijo con voz suave, haciendo un pequeño movimiento con su cabeza, el cual JaeHyun correspondió, acercándose al mostrador. 

—Hola. —JaeHyun dijo con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios, casi imperceptible pero que dejó a TaeYong sin aliento cuando vio sus hoyuelos. Adorable. Pensó el pelirrojo antes de que JaeHyun volviera a hablar—. Ayer le encargué algo a DoYoung y... 

—¡Oh! Sí. Sí. Dame un segundo. 

Pidió haciendo un gesto con su mano para pedirle tiempo al castaño, quien asintió mientras aflojaba un poco el nudo de su garganta. 

Ugh

¿Cómo era posible que algo tan simple se viera tan sexy

Entre DoYoung y Ten le estaban fundiendo el cerebro. 

Sin borrar su sonrisa, volteó rápidamente, caminando hacia la parte trasera, rogando que sí le quedase un último brownie porque, sino, tendría problemas o, claramente, se vería obligado a ir a su departamento por los brownies que había dejado allá. 

Rebuscó con manos extrañamente temblorosas, sintiendo una enorme frustración golpeando sus entrañas cuando encontró la bandeja vacía. 

No era su día. 

Con cierta vergüenza fue de vuelta a la tienda, encontrándose con que JaeHyun miraba despreocupadamente su celular, teniendo dobladas las mangas de su camisa negra hasta la altura de sus codos, su cabello un poco alborotado y su saco puesto sobre el mostrador. 

Bueno, sí, el tipo era bastante atractivo. Caliente.
 
No pienses en eso. No pienses en eso. 

Se aclaró la garganta, tensando los hombros cuando JaeHyun alzó la mirada en su dirección. 

Se venía el momento incómodo. 

—Uhm. Sí. JaeHyun, verás... —comenzó a decir, jugueteando nerviosamente con sus manos. Prosiguió—. DoYoung tuvo un problema y me avisó sobre tu pedido un poco antes de que llegaras y —se aclaró la garganta, señalando en un movimiento rápido hacia la vitrina—. sólo queda ese brownie. 

Hubo un momento de silencio, en donde JaeHyun seguía mirando hacia la vitrina, moviendo ansiosamente su celular, como si estuviera pensando en algo. 

TaeYong no pudo evitar aprovechar ese momento para mirar el cuello de JaeHyun, donde vio otro chupetón, casi llegando a la curvatura de su varonil hombro. 

El chico lo pasaba bien al parecer. 

Y se le hizo agua la boca al tiempo en que sentía envidia de la persona que había hecho aquella marca.

¡Detente, Lee TaeYong!

Agradeció cuando JaeHyun volteó en su dirección otra vez. 

—Puedo ofrecerte lo que quieras de la tienda. Un producto extra y te lo regalo, no lo sé. —dijo rápidamente, frunciendo las cejas hacia arriba en una expresión que demostraba lo apenado que estaba. JaeHyun torció los labios. 

—¿Tienes algo más que tenga forma de gato? —cuestionó el castaño, guardándose el celular en el bolsillo de su bonito pantalón de tela color gris—. Es que son para mi hermano menor que está de cumpleaños y le gustan los gatos. —agregó, encogiéndose ligeramente de hombros. 

Mataría a DoYoung, en serio. 

Inhaló profundamente antes de suspirar. 

Estaba a punto de hacer algo estupido por culpa de su mejor amigo, pero la presión y el deber que le gritaban que debía atender bien a sus clientes, lo llevaba a ello. 

No mientas, TaeYong, no lo harías por cualquier cliente. 

Y mandó a la mierda a su cabeza. 

—Esto va a sonar un poco extraño pero... —se humedeció los labios, frunciendo el puente de su nariz—. Tengo un par de brownies en mi departamento, sólo tengo que dibujarles la carita y... —guardó silencio antes de reír con suavidad, pasándose ambas manos por su rojo cabello, ignorando el pequeño y rápido movimiento de ceja que hizo JaeHyun, alzándola. Continuó—. Si quieres me acompañas, es a una cuadra de acá. 

Y volvieron a mirarse fijamente por largos segundos, en silencio, hasta que JaeHyun rió con suavidad, asintiendo un par de veces. 

—Seguro. —JaeHyun se humedeció los labios—. Te sigo a donde quieras. 

¿Incluso a mi cama?

Y maldijo a esa otra voz maliciosa dentro de su cabeza. 

...

—Ponte cómodo mientras voy por los brownies. —dijo en lo que señalaba el sofá de su departamento y se guardaba las llaves en el bolsillo trasero de su negro pantalón—. No tardaré demasiado. Lo prometo. 

—Tranquilo, tengo tiempo.  —el castaño habló con confianza, dejando su maletín y saco sobre el sofá.

TaeYong alcanzó a ver a JaeHyun asintiendo, y corrió a la cocina. 

Mierda. Mierda. Mierda. 

Se llevó una mano al pecho e inhaló profundamente, apoyándose en el refrigerador para recuperar un poco el aliento. 

Ok. 

Muy bien. 

Se estaba comportando como un quinceañero, y le había costado más que la mierda respirar con tranquilidad en esa cuadra que se le hizo malditamente eterna. Pero, por lo poco que habían logrado conversar, el tipo definitivamente era nada de lo que uno se pudiera esperar de un oficinista. Era más bien relajado, con tintes de humor negro que le ayudaron a mantenerse con una ligera sonrisa dibujada en su rostro a pesar de la ansiedad que le revolvía las entrañas. 

Maldición. Se estaba volviendo loco. 

Y, lo mejor, era que se apresurara antes de volverse paranoico por tenerlo en su departamento. 

Tú lo trajiste para acá sin conocerlo, imbécil

Rodó los ojos para mandar a su cabeza a guardar silencio, y se puso manos a la obra. 

Entre derretir el chocolate blanco, dibujar las caras de cuatro gatitos -como disculpa le regalaría dos- y ponerlos dentro de una pequeña caja que no los fuese a arruinar de camino a la casa del castaño, no demoró demasiado, escuchando una que otra vez un murmullo suave desde su sala que, supuso él, era porque el castaño estaba hablando por celular o algo así, no le prestó demasiada importancia, al menos hasta que salió de la cocina.

—Me vas a dejar la camisa llena de pelos, Leviatán. —murmuró JaeHyun entre risas suaves, jugueteando con el negro gato sobre sus hombros mientras miraba despreocupadamente los discos de vinilo de TaeYong, quien se detuvo en seco apenas escuchó al chico. 

¿Por qué mierda su gato era tan cariñoso con un desconocido? Ni con él era de aquel modo, aunque la pregunta más importante era: ¡¿Cómo mierda JaeHyun conocía el nombre de su gato?¡ Muy bien, no quería mal pensar en nada pero... ¿y si realmente JaeHyun había sido el tipo que- 

¡No! 

No. 

Definitivamente no. 

Inhaló profundamente y rió con suavidad, retomando su andar en dirección al castaño que, al escucharlo, se volteó a mirarlo, acariciando bajo el mentón de Leviatán que estaba prácticamente derretido sobre sus hombros. 

Maldito gato con suerte

—Muy bien, ver así a Leviatán es demasiado extraño. 

Confesó con simpatía, dando una rápida mirada hacia las clavículas de JaeHyun que, ya sin corbata y con los primeros dos botones de su camisa abierta, dejaba ver aquel chupón justo por encima del hueso de su clavícula derecha. 

Frunció el ceño sin siquiera darse cuenta. 

—¿Qué pasó? —cuestionó JaeHyun con una pequeña risa de por medio, logrando que TaeYong alzara la mirada una vez más. 

Bueno. Lo había pillado con las manos en la masa. 

Se humedeció los labios y alzó las cejas, encogiéndose de hombros. 

—¿Qué pasó de qué? —se hizo el desentendido, ladeando la cabeza. JaeHyun arqueó una ceja en un movimiento rápido. 

Deja de hacer eso, hijo de puta. 

Y todo su ser estuvo de acuerdo con querer decir aquello, pero se abstuvo, manteniéndose tranquilo. 

—¿Por qué frunces el ceño? —insistió el castaño, ladeando también la cabeza, manteniendo un brillo malicioso en sus ojos astutos. 

TaeYong tragó saliva con pesadez, sin ser capaz de apartar su mirada de la mirada de JaeHyun, sintiéndose absorbido, perdido en aquel mar de café y chocolate. 

Inhaló profundamente, el aroma a café mezclado con el perfume varonil de JaeHyun inundó sus fosas nasales y, joder, sí podía recordar aquello. 

Sus piernas estuvieron a punto de fallar. 

Se mordisqueó el labio inferior. Ansioso.

—Sólo me estaba preguntando si es que sales con alguien que tiene complejo de vampiro o algo por el estilo. 

Se apresuró en decir, bajando un par de notas el tono de su voz, buscando sonar indiferente más que algo intimo. Le salió más como lo segundo, lo supo por la forma en que una de las comisuras de JaeHyun se alzó en una sonrisa ladina. 

Ah. Bastardo de mierda

—Quizás. —murmuró con simpleza JaeHyun, imitando un poco el tono de la voz de TaeYong—. Me aseguraré de preguntarle cuando sepa quién soy. 

Oh.

Oh.

¡OHH! 

Ok. 

Era momento de tirarse por el balcón y morir. 

Abrió la boca pero no salió nada de allí, ¿qué iba a decir de todos modos?

Fue salvado por el sonido del celular de JaeHyun, quien pareció borrar aquel aire malicioso en él para adoptar seriedad y frialdad mientras tomaba a Leviatán para bajarlo de sus hombros y dejarlo sobre el respaldo del sofá, contestando su celular que había tenido en el bolsillo de su pantalón. 

—JaeMin. Ya voy en camino. —se apresuró en decir mientras se estiraba para tomar su saco y maletín. 

TaeYong aprovechó ese momento para dar un paso hacia atrás, mirando con atención el apuro que parecía tener JaeHyun, aún sintiéndose algo aturdido y descolocado, con el corazón latiendo fuertemente contra sus costillas. 

Joder... Pero si los nombres no coincidían. ¿Qué tipo de casualidad era esa?

—Sí, estoy a un par de cuadras. 

Escuchó al castaño decir, y aprovechó ese momento para extender en su dirección la pequeña caja con los brownies. 

JaeHyun le miró parpadeando rápido al darse cuenta de que no tenía cómo tomar la caja, así que sostuvo el celular con su hombro en contra de su oreja, utilizando así aquella mano ahora libre para tomar la caja y mover los labios en un "gracias" apenas susurrado. 

TaeYong sintió un calor repentino cuando sus dedos se rozaron, calor que escondió al negar con suavidad y caminar hacia la puerta, abriéndola para JaeHyun, quien al salir del departamento se volteó hacia el pelirrojo, volviendo a susurrar un agradecimiento. TaeYong sonrió, alzando cuatro de sus dedos. 

—Son cuatro en total.

Susurró, a lo que JaeHyun respondió alzando las cejas, expresión que cambió a los segundos y dio paso a un bufido mientras rodaba los ojos. 

—¿Qué te importa a ti si estoy con alguien, enano del mal? —refunfuñó el castaño al teléfono y TaeYong se tuvo que morder el labio inferior para no reír. 

Se miraron una vez más, aunque esta vez fue un poco más rápido porque JaeHyun realmente iba con prisa. 

Se despidieron con una pequeña venia cada uno, y alcanzó a escuchar un "Te encanta joderme la vida" por parte del castaño antes de meterse en el ascensor. 

Y, ahora, podía morir en paz. 

¿Realmente JaeHyun era aquel chico? Pero si el nombre de su ligue de una noche se llamaba YoonOh, no JaeHyun. 

Quizás sólo los estaba mezclando, así como dijo DoYoung, y sólo porque el oficinista sí estaba llamando su atención. 

Ah. 

Mierda. 

Su cabeza iba a explotar porque quizás, sólo quizás, el tipo le gustaba un poquito. 

¿Te podía gustar alguien en tan poco tiempo?

Qué más da. 

...

Se dio media vuelta en la cama y soltó un pesado suspiro, sintiéndose incapaz de dormir en medio de la suave oscuridad y relajante tranquilidad que le provocaba el rugir lejano de algunos automóviles.

Su estómago aún se sentía revuelto, su cabeza aún se negaba a aceptar cosas porque no tenía prueba suficiente, no era muy creyente de esas cosas tan sacadas de historias románticas, libros juveniles o quién sabe qué, pero ahí estaba, con el sueño espantado y la ansiedad a flor de piel. 

—¿Por qué con JaeHyun fuiste tan amoroso y a mi apenas me ronroneas cuando tienes frío? —refunfuñó en contra de su gato, quien acostado en la almohada a su lado en aquella cama de dos plazas, sólo movió una oreja, sin abrir los ojos. TaeYong bufó—. Me voy a conseguir otro gato. 

Murmuró más que nada para sí mismo, volteando a la mesita de noche cuando su celular vibró. 

El brillo de la pantalla iluminó la habitación y, con cierta pereza, se estiró para tomar el aparato y revisarlo. 

Frunció el ceño cuando el anuncio de un mensaje nuevo, de un número desconocido, parpadeó en la pantalla.

Miró a su gato que, ahora despierto, miraba con atención la situación, como si supiera algo. Burlesco, con sus orejas en alto y meciendo suavemente su cola. 

TaeYong chasqueó la lengua antes de abrir el mensaje. 

Número desconocido: Gracias por los brownies, mi hermano fue feliz al verlos

Número desconocido: Por cierto, espero que éste sea el número de TaeYong y no el de DoYoung, porque moriría de vergüenza. 

Parpadeó rápido, ese mensaje... 

Y una risa suave, algo nerviosa, escapó de entre sus labios. 

JaeHyun.

¿Cómo mierda...? 

¡Oh! Claro. Su número estaba puesto en las cajitas aquellas con las que antes hacía despachos. 

No sé dio cuenta de su amplia sonrisa hasta que sus mejillas le quemaron, pero no le dio importancia, no cuando se acomodó en la cama y respondió. 

TY: No soy ninguno de los dos, es un número de citas, pero si quieres una cita a ciegas, no me quejaré. 

Soltó una risita maliciosa, dando una mirada a la fotografía que tenía JaeHyun. ¿Qué mierda se creía usando una camiseta sin mangas mientras abrazaba a un perro? Mostrando sus brazos, sus fuertes brazos. 

No seas baboso, TaeYong. 

Cierto. Cierto. Autocontrol. 

Número desconocido: Uh. ¿De verdad? Aceptaré la propuesta sólo porque su foto con Leviatán conquista a cualquiera. 

Oh. Claro. 

Su propia foto. 

Sintió que el rostro se le encendió en vergüenza. 

Su fotografía era sacando la lengua en un intento de imitar a Leviatán que estaba tirado a su lado en la cama, mirando a la cámara después de lamer sus intimidades y quedar con la boca abierta.

Tecleó rápidamente. 

TY: Ahora, quien muere de vergüenza, soy yo. Maldito Leviatán que me obliga a imitar sus caras

Número desconocido: Hahaha ¿por qué culpas al pobre de Leviatán? Es lo más lindo que hay. 

TaeYong chasqueó la lengua, dándole una mala mirada a Leviatán que se estaba lamiendo tranquilamente. 

—Bastardo con suerte. 

Susurró, aprovechando de guardar el número de teléfono de JaeHyun. 

¿Para qué? No tenía idea, pero... ¿Por qué no?

Se relamió los labios y encendió la pequeña lámpara a un lado de la cama, aprovechando la escasa luz para tomarle una fotografía a Leviatán mientras se lamía, enviándosela al castaño. 

TY: Ahí está tu enamorado, lavándose como si su vida dependiera de ello. :fotografía:

TY: Yo quiero saber sobre ese bonito chico que sale en tu foto. El de cuatro patas, no te ilusiones. ;)

Sonrió con malicia al escribir lo último, manteniendo el chat abierto y viendo con diversión aquel "JaeHyuuuun está escribiendo..."

Le ayudaba que su mente no estuviera divagando y sólo se centrara en contestar maliciosamente. 

JaeHyuuuun: Me agrada que sea limpio. Dile que ganó puntos extra conmigo. 

JaeHyuuuun: Qué desilusión y yo que te iba a enviar una foto mía. Lástima. 

Si será bastardo... 

TaeYong rodó los ojos y bufó, sintiéndose repentinamente acalorado. 

Una foto de JaeHyun no era una mala idea. 

Ah. 

Maldito. 

Maldito. 

Y antes de poder contestar, llegó un vídeo. 

JaeHyuuuun: Ese guapetón amigo se llama Capuccino y tiene cinco años. 

Leyó el mensaje y puso a reproducir el vídeo. 

Se quedó sin aliento. 

En el vídeo se podía ver al bonito perro, un labrador, mirando hacia la cámara cada vez que JaeHyun, con voz rasposa y adormilada, decía su nombre, aunque lo que le dejó sin aliento fue el hecho de que el perro estaba utilizando un brazo de JaeHyun como almohada, por lo que se podía ver parte del hombro y torso, desnudos, de JaeHyun. 

Santísima mierda.

El tipo tenía un cuerpo como para querer marcar y...

Oh. 

Por todos los demonios del infierno. 

Se estaba volviendo loco. 

Tragó saliva con pesadez, encogiendo un poco las piernas hacia su cuerpo. 

TY: ¿Eso es de ahora?

TY: Tienes lindas manos. 

TY: Dile a Capuccino que quiero conocerloooo

Presionó con fuerza el celular y se dio ligeros golpecitos con éste en la frente, soltando una especie de lloriqueo/gimoteo de toda la vergüenza y ansiedad que sentía. 

JaeHyun, incluso si no era el tal YoonOh, le estaba provocando algo que no debería provocarle porque ya es un hombre adulto destinado a estar solo. O al menos eso había decidido. 

Cuando miró el celular una vez más, se percató de que había mandado un audio. 

Oh. No. 

Tenía que ser una broma

Justo cuando iba a escribir que no escuchase esa mierda, un mensaje le llegó. 

JaeHyuuuun: ¿Qué mierda se supone que estás haciendo, TaeYong?

Y esas palabras, leídas con la voz del castaño, con la fiereza de su mirada, le calentó. 

Sí. Ya se había vuelto loco

¿Cómo mierda?

Pero es que de sólo imaginarlo haciéndole esa pregunta con los dientes apretados, voz rasposa y frustración palpable, le hizo sentir poderoso, malicioso, excitado, y eso era un gran problema. 

Además, con su nombre. 

Le dijo su nombre. 

Lo había nombrado antes, sí, pero no se lo había dicho directamente y...

Maldición. 

Estaba frito. 

Escribió lo más rápido que pudo, con dedos temblorosos. 

TY: ¿Qué crees tú que estoy haciendo?

No. Lee TaeYong. ¿Qué estás haciendo?

Y sobre la misma volvió a escribir. 

TY: HAHAHA no. No. Joder. Sólo pasé a llevar el botón de audio mientras me lamentaba por la suerte de algunos. 

Capuccino sí que tenía suerte por estar acurrucado con un JaeHyun sin camiseta. ¿O era sin ropa?

Nop. 

Ya.

Suficiente, Lee. 

Claro. Debía dormir. 

El celular vibró y le puso atención una vez más. 

JaeHyuuuun: Oh. Eso. Sí. Creo que Leviatán tiene demasiada suerte. 

TY: ¿Porque es muy lindo? 

JaeHyuuuun: No. Porque puede estar contigo mientras te estás lamentando de ese modo.  

Bien.

Sí. 

Bien. 

Perfecto. 

Sólo...

Y se volteó en la cama para gritar contra la almohada.

Nuevo nivel quinceañero desbloqueado. 

Por la mierda. 

No era como si fuese su primera vez coqueteando con alguien por mensaje pero, joder, se sentía tan distinto. 

Mierda. 

Mierda. 

¿Cómo debería responder? 

Ah. 

¿Por qué no se podía teletransportar?

El celular volvió a vibrar y sintió su rostro quemar mientras volvía a mirar la pantalla, quedándose acostado así, de vientre, con una semi erección bajo su ropa interior.

JaeHyuuuun: Me debo dormir ya, mañana es día de oficina. Intenta descansar, TaeYong.

TY: También intenta conciliar el sueño. Buenas noches, Jung. Nos vemos~

Conteniendo la respiración dejó el celular sobre la mesa de noche y se giró hacia Leviatán, compartiendo una intensa mirada con él antes de tomarlo y abrazarlo con fuerza, soltando un lloriqueo. 

—Leviatán... —gimoteó—. El humano se está volviendo loco. 

Y Leviatán le maulló en respuesta, sin apartarse. 

¿Cómo mierda iba a dormir ahora? 

Y se percató de un gran detalle.

Ambos sabían el nombre del otro pero nunca se habían presentado.

Mierda...

...

¿Será su nombre artístico? —DoYoung cuestionó con real curiosidad, incluso pensativo.

TaeYong rodó los ojos, aprovechando de poner un banano cruzado en su torso en lo que le daba el último sorbo  su taza de café. Ya era viernes, cerca de las once de la noche, por lo que ya estaba saliendo al local de Ten. 

El presentarse allí no era algo que hiciera sólo por el amor al arte, sino que también Ten solía pagarle una buena cantidad de dinero, lo que nunca venía mal en caso de que quisiera darse más de un capricho. 

Y sí, cantar y bailar le encantaban, así que lo hacía feliz de la vida. 

—Dodo, ¿por qué estamos hablando de JaeHyun? Otra vez. —bufó, intentando no demostrar su ansiedad incluso si era a través de una llamada, no le gustaba verse como un adolescente—. ¿No será que te gusta el tipo y para esconder tu enamoramiento repentino con un hombre intentas tirarmelo a mí?

Bufó. 

Le había contado a DoYoung sobre lo sucedido el día anterior en su departamento porque, bueno, DoYoung era su mejor amigo y la única persona con la que podía liberarse a pesar de que el muy maldito siempre lo fastidiara hasta terminar en los golpes.

No en serio, claro está. 

Ahora, lo que realmente no entendía era el porqué si amigo le había llamado -después de molestarlo todo el día con JaeHyun que no apareció por la panadería ese día- para seguir hablando del castaño. ¿Quería volverlo loco?

Escuchó a DoYoung bufar. 

TaeYong. Me gustan las tetas. LAS. TE. TAS

No pudo evitar soltar una fuerte carcajada que hizo a Leviatán gruñir mientras sostenía con su boca aquella tarjeta que no sabía de dónde mierda había sacado. 

—Uno nunca sabe cuando alguien puede darte vuelta el paraguas. —comentó de forma cantarina, comenzando a perseguir a Leviatán que corría por todo el departamento, imaginándose a DoYoung rodar los ojos. 

Idiota. —DoYoung refunfuñó—. Sólo terminamos hablando de JaeHyun porque ya se va a cumplir una semana de tu error y, la verdad, cada vez estoy más seguro que es él a pesar de esa mierda de los nombres. 

Yo también. 

Pensó. Pero jamás lo iba a asumir en voz alta. 

Frunció el ceño cuando se percató de que aquello con lo que jugaba Leviatán era una credencial que tenía un nombre. 

Un nombre que conocía. 

Jung YoonOh. 

Oh. Mierda. 

No sé enteró si DoYoung siguió hablando, simplemente tiró su celular al sofá y se abalanzó contra su gato que le gruñó e intentó correr, pero lo alcanzó antes de eso. 

—Leviatán. Dame eso. 

Dijo en una especie de lloriqueo, tirando suavemente de las cuerdas de aquella credencial. 

Leviatán gruñó aún más fuerte, removiéndose entre sus brazos, por lo que tuvo que ejercer un poco más de fuerza, ignorando los leves rasguños que le dejó el gato en uno de sus brazos cuando, finalmente, logró quitarle la credencial. 

Y quiso gritar cuando vio la fotografía. 

JaeHyun, o más bien dicho, YoonOh, le miraba seriamente desde aquella fotografía, con su cabello bien peinado, una camisa blanca y una corbata negra. 

Guapo

Intimidante

Maldición. 

Tragó saliva con pesadez, moviéndose de rodillas por su departamento para acercarse a su celular y acercarlo a su oreja. 

¡¿Qué mierda haces, TaeYong?!

Escuchó gritar a DoYoung y suspiró, sin dejar de mirar la fotografía mientras se mantenía apoyado contra el sofá. 

—Dodo. ¿Dónde quieres ir a comer comida italiana? 

...

Con un pesado suspiro escapando de sus labios y una amplia sonrisa dibujada en su rostro, se quitó aquella máscara de la purga y la dejó sobre la barra, aprovechando que toda la gente estaba atenta a la persona que en ese momento estaba presentando su espectáculo. 

Estar allí, rapeando, motivando a la gente y dejando que su voz saliera rasposa por encima de las rápidas melodías, le dejaba con una euforia burbujeante dentro de él, una especie de éxtasis y felicidad que lo mantenía en un estado energético e inquieto por varias horas más. 

Se sentó en el alto taburete y le sonrió a Ten, quien dejó frente a él un vaso con un líquido transparente. 

—Imagino que sólo es bebida. ¿Verdad? —dijo con cierto toque malicioso y burlesco, mirando fijamente a su amigo de la infancia que rió. 

No iba a negarlo, había tenido la pequeña esperanza de ver allí a JaeHyun para poder hablar con él, pero ni rastros del chico o de su amigo que, supo, era el chico con el que Ten había estado saliendo. 

Cuando Ten negó, sonrió, tomando el vaso para darle un largo sorbo. Agua. Y se lo tomó de un trago. 

—¿Cómo estuvo? —cuestionó cuando volvió a apoyar el vaso, ahora vacío, en la barra—. Me sentí más energético que otras veces. 

—Dejaste a un par de personas babeando por ti. —dijo Ten de inmediato, estrechando su mirada de una forma casi coqueta mientras sonreía. 

¿A qué se refería con eso?

TaeYong frunció ligeramente el ceño y ladeó la cabeza. 

—No sé si mis presentaciones estén hechas, precisamente, como para babear. —dijo con cierto deje de confusión, riendo entre dientes. Ten se encogió de hombros. 

—Tu voz grave y susurrada afecta a más de uno. —Ten habló con tranquilidad mientras dejaba una rosa roja sobre la barra. Prosiguió bajo la curiosa mirada del pelirrojo—. Como a YoonOh, que dejó esto acá, para ti, y desapareció. 

¿YoonOh había...?

Oh. 

Parpadeó rápido, mirando la rosa frente a él. En el tallo de ésta misma había una nota pequeña, perfectamente bien amarrada. 

¿De qué se trataba esto? 

Es decir, YoonOh aún no sabía que él ya sabía que era el oficinista, por lo que no podía evitar preguntarse -y emocionarse- por aquel detalle tan cursi y, mierda, sí, bonito. 

Se humedeció los labios e inhaló profundamente. 

—Dijo que iba a esperar cerca de tu departamento, así que... —Ten dejó las palabras suspendidas en el aire, malicioso. 

TaeYong alzó la mirada hacia su amigo por unos segundos, sin saber qué decir o hacer. 

Volvió a bajar la mirada hacia la rosa y, con manos temblorosas, quiso creer que por la adrenalina de su presentación, tomó la  nota y la leyó. 

"Dime, TaeYong. ¿Tienes complejo de vampiro?" 

Y así le estaba diciendo quién era. 

Quiso mantenerse serio, impávido, pero terminó por soltar una carcajada, con una sensación cálida burbujeando en su cuerpo; un cosquilleo bajo su piel, un ritmo alto en el latir de su corazón. 

Era estúpido, inocente y lindo, y le gustó. Joder. Le gustó aquel detalle. 

Tomó la rosa y su máscara, poniéndose de pie de un salto, sonriendo hacia su amigo. 

—Después te llamo. —la dijo animadamente a Ten, guiñándole antes de salir corriendo de allí. 

Mierda. ¿Qué era esto?

...

—¿No se te está congelando el trasero? —cuestionó con cierto toque malicioso y burlesco, metiendo sus sudadas manos dentro de los bolsillos de su negra chaqueta de mezclilla. 

Sí, realmente había corrido hasta allá, y cuando logró divisar a JaeHyun sentado en aquellas bancas puestas frente a la entrada del edificio de su residencia, se tuvo que detener para tomar un par de bocanadas de aire para no verse demasiado desesperado; teniendo que dejar la rosa sostenida por las correas del banano. 

Aunque, la verdad era que estaba más nervioso que la mierda. 

¿Qué hacía JaeHyun con él? 

Mantuvo su expresión cuando JaeHyun alzó la mirada en su dirección, vistiendo unos jeans rasgados y una camiseta manga corta a pesar del frío que hacía. 

Se miraron fijamente unos segundos hasta que JaeHyun frunció el puente de su nariz en un movimiento rápido. 

—No sólo el trasero. —confesó el castaño, logrando provocar una risa en TaeYong. 

Cambió el peso de un pie a otro, nervioso, e hizo un movimiento sutil con su cabeza para señalar hacia el edificio. 

¿Qué estaba haciendo, joder? 

¿Debería estar enojado? 

¿Cómo se supone que debía actuar? 

Sólo le quedaba seguir a su instinto. 

—Vamos. Te prepararé un café. —murmuró, relamiéndose los labios. 

Se iba a morir de la ansiedad. 

Tuvo que contener la respiración cuando JaeHyun le sonrió y se puso de pie, momento que aprovechó para comenzar a caminar hacia el edificio, siendo seguido por el castaño. 

Ya habían hecho esto antes, pero ahora se sentía mil veces más nervioso, un poco excitado también, pero sobretodo avergonzado. 

Tendrían que hablar sí o sí de lo sucedido hace una semana atrás, y no sabía cómo mierda abarcar el tema. 

Tranquilo, TaeYong, no eres un adolescente. 

Y era cierto. 

Al entrar al edificio saludó al conserje con una amplia sonrisa, algo que el hombre le devolvió tanto a él como a JaeHyun. 

—¿Tendré que pagarte el café? 

Escuchó a JaeHyun preguntar apenas se detuvieron frente al ascensor, así que le miró de reojo, arqueando una de sus cejas. 

¿Por qué esa maldita tensión era tan angustiante

Estaban de pie uno al lado del otro, y si bien no se estaban tocando, podía sentir el calor que irradiaba el cuerpo de JaeHyun, y eso le erizaba la piel. 

Alzó de una forma apenas perceptible una de las comisuras de sus labios. 

—Depende de cómo quieras pagarlo. —comentó con simpleza, encogiéndose de hombros y entrando al ascensor cuando este abrió las puertas. 

No sé iba a hacer el santo, no cuando la tensión sexual era tan malditamente obvia que lo tenía con las manos empuñadas dentro de los bolsillos de su chaqueta para obligarse a mantenerse cuerdo y no hacer una estupidez en público. 

JaeHyun rió, encargándose de presionar el botón del piso al que iban. 

TaeYong ni siquiera se sorprendió por ello. 

—¿Qué tan seguro estás de invitar a un desconocido a tu departamento?  —cuestionó JaeHyun con cierto toque altanero, metiéndose las manos en los bolsillos de su jeans. TaeYong arqueó una ceja, mirando de reojo al castaño. 

—Dejaste de ser un desconocido hace una semana. —susurró, bajando un par de notas el tono de su voz. 

No creyó que sería tan fácil compartir una mirada profunda con JaeHyun y sonreír con complicidad, pero lo hicieron, y eso hizo que sus entrañas se revolvieran en una anticipación extraña, un sentimiento desconocido. 

JaeHyun se humedeció los labios, y no pudo evitar hacer un seguimiento con su mirada al movimiento de la lengua del castaño.

Mierda. 

El timbre del ascensor sonó y las puertas se abrieron, así que bajaron de inmediato. 

—Dijiste algo parecido hace una semana. —el tono burlesco de JaeHyun hizo que TaeYong rodara los ojos. 

—Las estupideces que provocas, YoonOh. —refunfuñó, sacando las llaves de su banano para abrir la puerta y entrar al departamento. 

Mierda

Realmente toda su piel cosquilleaba con una gran necesidad, similar a lo que sintió ese día que despertó después de soñar con aquel recuerdo que, oh, joder, sí había sido con el castaño. 

Se relamió los labios y se aseguró de dejar su chaqueta y su banano puestos en el colgador a un lado de la puerta mientras que JaeHyun cerraba ésta misma. 

—¿Por qué me culpas a mi? —cuestionó con altanería el castaño—. Tú fuiste el que me habló primero. 

TaeYong parpadeó rápido y tomó la rosa, volteando a mirar al castaño que estaba apoyado en la puerta, y con los brazos cruzados sobre su pecho. 

Sus brazos

Sus trabajados brazos. 

Aquellos que había querido morder cuando vio el vídeo y... 

Autocontrol, TaeYong

Frunció el puente de su nariz, mostrando su confusión y evitando demostrar su ansiedad; sobretodo porque tenía la sospecha de que JaeHyun se había dado cuenta de que miró sus brazos. 

—No te creo. —el orgullo habló por él mientras giraba sobre sus talones para comenzar a caminar hacia su cocina—. ¿Americano sin azúcar? —preguntó sobre la misma, sonando más serio de lo que le hubiese gustado. 

Y todo por culpa de los nervios. 

Se aclaró la garganta, viendo cómo Leviatán pasaba por su lado y corría a toda velocidad hacia JaeHyun, quien le seguía de cerca, podía sentir su presencia. 

Bufó. 

—Maldito Leviatán infiel. —refunfuñó más que nada para sí mismo, escuchando a JaeHyun reír. 

—Hasta tu gato me considera encantador. —JaeHyun dijo con una suave risa de por medio—. Y sí, por favor, un americano sin azúcar.  

TaeYong miró por encima de su hombro al castaño, entrecerrando los ojos. 

La sonrisa divertida del chico era electrizante, nada a lo que parece ser el chico con su traje de oficinista. 

Y eso le gustaba

Sacudió la cabeza antes de poner a calentar agua y poner la rosa en agua, viendo por el rabillo del ojo cómo era que el castaño se sentaba sobre una de las sillas de la pequeña mesa que tenía junto a la ventana que daba hacia la ciudad. 

—Cuidado con ese ego, señor oficinista. —murmuró entre dientes, con una risa suave de por medio. 

Sentía un escalofrío constante en su nuca al saber que JaeHyun le estaba mirando, pero estaba fingiendo lo mejor posible que no se sentía en lo más mínimo ansioso o nervioso, suponiendo que el castaño no lo estaba notando, claro. 

Se movió con soltura por la pequeña cocina, dejando las tazas listas para que cuando el agua estuviera lista, servirlas de inmediato. 

No entendía por qué JaeHyun aún no contestaba -¿o en realidad sólo habían pasado unos segundos?- así que, siendo presa de sus nervios, se volteó hacia el chico, apoyando la espalda baja en el mueble de la cocina y cruzándose de brazos. 

JaeHyun le miraba fijamente, con Leviatán entre sus brazos, completamente gustoso de las caricias que estaba recibiendo. 

Arqueó una de sus cejas y tragó saliva con pesadez cuando el chico sonrió ladinamente. 

—¿Qué? —preguntó, parpadeando rápido—. ¿Te comieron la lengua los ratones?

Mierda. Tenía los nervios crispados con esas miradas oscuras. 

No solía comportarse así, menos cuando se suponía que tenía la opción de tener una buena ronda de sexo, y es que ese lado de su personalidad acostumbraba a espantar a la gente. 

JaeHyun sonrió más ampliamente, acariciando el cuello de Leviatán. 

—No. Tú eres más como un gato que como un ratón. 

Oh. 

Oh. 

Maldito hijo de puta. 

Alzó ambas cejas y tensó la mandíbula, quedando con una respuesta ácida en la punta de su lengua cuando JaeHyun retomó la palabra. 

—De hecho —JaeHyun mantuvo su tono tranquilo—. La personalidad de Leviatán es como la tuya. Míralo —y tiró suavemente de una de las orejas del negro felino—. Le gustan las caricias bruscas y estar sobre mí. 

Por la santísima mierda

Maldito JaeHyun.

Sintió sus orejas quemar, frunciendo el puente de la nariz junto con su ceño, y dándose pequeños mordiscos en el labio inferior. 

Nerviosismo. Deseo

Su cuerpo quemaba, su sangre burbujeaba, su vientre bajo cosquilleaba. El aire se sentía denso, algo eléctrico, una sensación atrayente que, definitivamente, le quería obligar a sentarse sobre JaeHyun y morderlo, morderlo y besarlo por completo. 

El chico era desesperantemente exquisito. 

—¿Por qué debería creerte? —cuestionó, orgulloso, ladeando un poco la cabeza—. De todos modos, no recuerdo. Me pregunto si es porque me llevé una desilusión.  

La satisfacción bailó dentro de él cuando vio el fastidio en el rostro de JaeHyun y, manteniendo su papel como hijo de puta, le sonrió con desilusión, encogiéndose de hombros y volteándose para fingir hacer algo con las tazas cuando, en realidad, sólo fue para poder sonreír abiertamente, divertido. 

Estaba jugando con fuego en varios sentidos, porque existía la posibilidad de que a JaeHyun le doliera el orgullo y se comportara como la mierda con él, o que el tipo, definitivamente, se fuera de allí por considerarlo un maldito. Y no lo culparía, claro, pero si iba a quedar colgado de alguien, por último que fuera alguien que soportara su humor negro y desagradable. 

Dio un respingo cuando sintió unas manos sobre su cintura, teniendo que apoyarse rápidamente del mueble de la cocina por culpa de la sorpresa. 

El cuerpo de JaeHyun se sentía caliente en contra de su espalda a pesar de que no estaba completamente pegado a él, algo firme y seguro que lo llevó a morderse el labio inferior mientras tensaba sus hombros. 

No. No sé iba a mostrar intimidado. Aunque sí de sentía como un maldito adolescente con hormonas revueltas. 

—¿Qué se supone que estás haciendo, YoonOh? 

Cuestionó en un susurro rasposo y grave, casi como un ronroneo lleno de coquetería pero, fingiendo, que no era así. 

Tuvo que contener una sonrisa cuando sintió el mentón de JaeHyun apoyándose sobre su hombro. 

—¿Debería intentar refrescarte la memoria? —preguntó el castaño en un susurro que iba con cierto deje juguetón, de coquetería y, a su vez, dominancia. 

Mezcla que dejó la cabeza de TaeYong dando vueltas en un remolino de deseo y necesidad enfermiza. Quería besarlo. Quería tocarlo. Quería marcarlo. Quería ser besado. Quería ser acariciado. Quería ser marcado. 

¿Qué hacía JaeHyun con él?

Se humedeció los labios, teniendo cuidado para darse media vuelta y así quedar frente a frente con el castaño que en realidad no tomó mucha distancia, sino que más bien, apoyó las manos en el mueble de la cocina, a los costados de su cadera, dejándolo encerrado, por así decirlo, entre sus brazos. 

Se miraron fijamente por segundos que parecieron eternos, donde no supo qué hacer con sus manos así que sólo las apoyó suavemente sobre el vientre del más alto, tocando su musculatura sólo con la yema de sus dedos. 

Estaba hecho a mano por los dioses, este maldito. 

—¿Gano algo con eso? 

Cuando hizo aquella pregunta pudo ver a JaeHyun arquear una ceja en un movimiento rápido -sensual- que por un momento lo dejó si  aliento, lo cual se mantuvo cuando el castaño se encogió de hombros y suspiró suavemente. 

—Hm. Iré a hacerle ofertas a Leviatán, él parece quererme más. —JaeHyun murmuró con tono lastimero, haciendo el ademán de alejarse, pero TaeYong rió. 

Maldición

¿Cómo, además de sexy, podía ser adorable?

Sostuvo a JaeHyun por los costados de su cuerpo, empuñando su camiseta, sin dejar de reír bajo la atenta mirada del castaño que, con las cejas en alto, parecía preguntarle qué mierda estaba pasando. 

Se humedeció los labios y sonrió, enterrando suavemente los dedos en los costados del cuerpo ajeno. 

—¿Qué pas-

E interrumpió a JaeHyun al inclinarse hacia el frente y alzar un poco sus pies, uniendo sus labios en lo que sólo fue un roce tentativo, acariciando suavemente mientras le seguía mirando fijamente a los ojos, formando dos medias lunas con los propios, malicioso y juguetón. 

Se sintió poderoso cuando escuchó a JaeHyun tragar pesadamente, y se sintió vulnerable cuando el chico le sostuvo de la nuca al tiempo en que le rodeaba la cintura, y terminaba de eliminar cualquier tipo de distancia entre ellos. 

Una risa quedó perdida en la boca de JaeHyun cuando sus labios se acoplaron como si estuvieran hechos para ello, encontrando de inmediato el ángulo perfecto para tomar un ritmo lento pero profundo. 

TaeYong no estaba muy seguro de qué mierda estaba sintiendo, pero su corazón parecía latir desbocado mientras enredaba los dedos de su diestra en los lacios cabellos de la nuca del castaño, tirando suavemente para expresar su desesperación. 

Se encontraba en el límite entre disfrutar lentamente o, realmente, dejarse llevar por aquella parte de él que se sentía desesperada. 

Y quizás fue culpa de JaeHyun por lamerle el labio superior, o quizás sólo ganó la segunda opción, pero en cuanto sintió la humedad de la lengua del castaño, se apartó sólo para subirse de un salto al mueble de la cocina y, con sus piernas, envolver la cadera ajena, acercándolo a él para volver a atacar sus labios, y ésta vez con más fiereza. 

¿Qué está pasando contigo, TaeYong? 

No le interesaba en lo más mínimo. 

En cuestión de segundos sintió como si su sangre fuera fuego puro, su cuerpo quemaba por completo, toda su piel cosquilleaba y se sentía en una especie de montaña rusa de emociones fuertes y exquisitas. 

Adrenalina, euforia, necesidad latente, donde sus lenguas se enredaban y peleaban entre sí por obtener dominio en la boca del otro. 

Se robaron suspiros, gemidos y quejidos, presionando partes de su cuerpo, tironeando de sus cabellos y mordiéndose los labios en medio de chasquidos obscenos y lamidas sugerentes que siempre iban de la mano con miradas provocativas y sonrisas lascivas. 

Una mezcla que retorcía sus entrañas y le llevaba a mover sus caderas para crear una fricción entre las erecciones de ambos. 

Un volcán a punto de hacer erupción, una oleada que lo mareaba y le hacía pensar en, exclusivamente, YoonOh. En el sabor de sus labios, en el calor de sus manos, en lo bien que se movía. Y antes de darse cuenta siquiera, ya le estaba quitando la camiseta al castaño para comenzar a atacar su blanca piel. 

No comprendía esa necesidad de ponerse posesivo, pero ahí estaba, tomando piel de JaeHyun entre sus dientes, succionando, lamiendo y besando mientras recorría con la punta de sus dedos cada maldita hendidura de su espectacular musculatura. 

Joder. Lo envidiaba y lo deseaba al mismo tiempo. 

—Entonces, ¿tienes complejo de vampiro, TaeYong? 

Cuestionó el castaño en contra del oído de TaeYong en un susurro ronco lleno de deseo que hizo al pelirrojo bufar y soltar una maldición entre dientes. 

—Cállate. Es tu culpa. —gruñó, dando una mordida un poco más fuerte por encima de la yugular del castaño, quien rió entre dientes. 

—Me aseguraré de hacer lo mismo, entonces. 

Y, desde allí, fue como si su cabeza dejara de funcionar, dando cabida a todas las sensaciones de su cuerpo. 

Se sintió derretir bajo el tacto de JaeHyun, se deleitó con los gemidos y gruñidos de JaeHyun. Gimió de forma desvergonzada, se movió de forma provocativa y se permitió acariciar y morder todo lo que se le vino en gana. 

Cada maldito rincón de YoonOh. 

Así como YoonOh lo hizo con él. 

Marcas quedaron plasmadas en su torso, en sus muslos y en su cuello; besos que viajaron desde sus tobillos hasta sus clavículas y se detuvieron en la zona de su pelvis, donde aquellos besos se volvieron mordidas que le hacían dar respingos con pequeñas risas escapando de sus labios que además eran acompañadas de suspiros de satisfacción y deseo latente. 

JaeHyun lo estaba llevando al límite, y sabía que el castaño también estaba en su propio límite. 

Se besaron una y otra vez, hasta que sus labios no lo soportaron más, se masturbaron el uno al otro y dejaron salir palabras lujuriosas de entre sus labios, en susurros sutiles, en mordidas coquetas. 

Siseó y gimió cuando YoonOh lo preparó, penetrándolo con sus dedos mientras él se abrazaba con más fuerza a sus hombros, y nada fue más allá hasta que él pidió y rogó entre gimoteos que, joder, lo penetrara de una puta vez. 

Descubrió que YoonOh disfrutaba sacándolo de quicio para luego darle lo que quería. 

Imbécil

Sus pieles chocaron una y otra vez, creando chasquidos húmedos que resonaron por todo el departamento en compañía de los gemidos de ambos que no iban para nada sincronizados con las penetraciones que cambiaban de rápidas y bruscas, a lentas y certeras, una y otra vez. 

TaeYong se sintió ver estrellas de todos los colores, subir al Cielo y bajar al Infierno constantemente, tocando la gloria, rayando en el pecado. 

Se movió en compañía de JaeHyun, ondeó su cuerpo y aferró sus piernas a las caderas del castaño, del mismo modo en que el castaño lo follaba sin descanso sobre el mueble de la cocina. 

Le enterró las uñas en la piel de los hombros, le cedió su cuello y le tiró el cabello, gimiendo su nombre una y otra vez hasta que no lo soportó más, llegando al orgasmo entre fuertes espasmos y escandalosos gemidos que, de seguro, habían escuchado algunos vecinos. 

Bastaron un par de estocadas más para que JaeHyun también llegara al orgasmo, y recién en ese momento se percató de que el condón había quedado olvidado. 

Sentimientos lo agobiaron, le hicieron subir y bajar en aquella nube de placer que lo dejó abrazado a los hombros de JaeHyun y con el rostro escondido en la bonita curvatura del cuello frente a él, riendo entre dientes. 

—¿Qué pasa? —cuestionó JaeHyun con una risa suave, abrazando con fuerza a TaeYong por la cintura, quien seguía sobre la encimera de la cocina. 

—Acá trabajo, ¿sabías? —murmuró entre dientes, pasando su nariz por el cuello ajeno en unas caricias suaves. 

¡¿Qué estás haciendo, Lee?! 

Pero ignoró a su cabeza y su grito despavorido. 

De todos modos, el chico le provocaba cosas, no podía evitar ponerse así. 

Alejó un poco el rostro cuando sintió las manos de JaeHyun tocando suavemente sus costillas. 

—Eso podemos arreglarlo. —dijo el castaño con aquel deje de coquetería que parecía ser natural en él. Prosiguió—. En tu cama puedo seguir intentando refrescarte la memoria. 

¿Cómo no sentirse derretir con esa mirada, con esa sonrisa de fingida inocencia, con ese suave tono de voz?

TaeYong rodó los ojos y soltó un bufido que, aunque no quisiera, terminó convertido en una sonrisa. 

¿Qué mierda estaba pasando con él? 

—Tú me ayudarás a limpiar acá, YoonOh. 

—Me encanta cuando dices mi nombre, TaeYong. 

El castaño le respondió en seguida, con un toque juguetón y malicioso que terminó con un suave beso fugaz e inocente que le hizo sentir avergonzado. 

—Eso fue asquerosamente cursi. —murmuró con el ceño fruncido, fingiendo molestia. JaeHyun se encogió de hombros. 

—Tus enojos fingidos no intimidan a nadie. Supéralo, TaeYong. 

Maldito hijo de...


...

—Tienes un problema, definitivamente sí. —refunfuñó, cruzándose de piernas e inclinando su cuerpo hacia el frente para apoyar los codos en sus rodillas, sosteniendo su mentón con ambas manos y, así, mirar a JaeHyun, quien tenía una ceja arqueada—. ¿Cómo no te va a gustar Animal Crossing? —cuestionó de mala gana, frunciendo el puente de su nariz—. Debes ser psicópata o algo por el estilo. 

No iba a admitirlo, no en voz alta al menos, pero escuchar la fuerte carcajada que soltó JaeHyun luego de que le dijo aquello, le hizo sonreír. 

Se sentía cómodo y tranquilo, algo que no soportaba demasiado después de lo que, se suponía, era sexo casual, pero con JaeHyun no lo sentía casual, mucho menos si después de quedarse sin aliento gimiendo, y haciendo gemir al castaño, se quedaron en cama, conversando sobre trivialidades y con Leviatán acostado a sus pies. 

Le relajaba mirar a JaeHyun, quien con su espalda apoyada en el respaldo de la cama, los brazos cruzados sobre su pecho -con marcas hecho por él, una satisfacción visual que le llenaba de orgullo- y con un pantalón deportivo puesto que le había prestado para que se sintiera cómodo -el maldito no estaba usando ropa interior y eso le mantenía en un calor constante- mantenía una postura tranquila, sin tensión en sus hombros, con su cabello ligeramente revuelto y una expresión adormilada pero atenta a todas las estupideces que habían estado hablando. 

El castaño, al terminar de reír, se encogió de hombros, manteniendo una sonrisa que remarcaba sus hoyuelos. 

—Me aburre hacer casitas y cuidar vecinos. —dijo con cierta burla, casi como si fuera algo demasiado infantil—. Con suerte cuido de mí y de mi perro. 

—No te creo nada. —contraatacó de inmediato, sonriendo. ¿Realmente estaban hablando como sin nada después de follar? Maldición—. A pesar de que eres relajado, se te nota que tienes tu lado cuadrado y metódico. Sino no podrías trabajar en una oficina. 

Su tono de superioridad llegó acompañado de una risa suave en lo que volvía a moverse para apoyar su espalda en el respaldo de la cama, dejando que su hombro rozara con el de JaeHyun, del mismo modo en que rozaron sus piernas cuando las estiró. 

JaeHyun le miró fijamente por largos segundos, teniendo en sus ojos un brillo malicioso y, además, de algo que no supo identificar pero que le hizo sentir bastante bien. 

—Sí, tienes algo de razón. —finalmente dijo el castaño, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en el respaldo de la cama—. Aunque intento no serlo demasiado. 

—Controlador. —susurró, intentando sonar divertido pero no lo logró. 

La verdad era que se había quedado un poco perdido contemplando la curva del cuello de JaeHyun, su cuerpo, sus manos. 

Le daban ganas de morderlo. Maldito. 

Cuando volvió su vista al rostro del castaño, se percató de que éste le estaba mirando una vez más, con apenas una sonrisa imperceptible en su rostro. 

—¿Qué? —preguntó con cierta hostilidad. Ansioso. 

—¿Qué de qué, TaeYong? —cuestionó de vuelta JaeHyun, aparentemente divertido. 

TaeYong frunció el puente de su nariz. Había sido atrapado y no quería admitirlo, así que sólo buscó desviar la atención hacia algo más. 

La rosa que JaeHyun le había mandado de regalo antes de la presentación, ahora estaba sobre la mesita de noche junto a la cama.

La había dejado allí como un recordatorio de que habían errores buenos.

—¿Por qué una rosa roja? —volvió a mirar directamente a los ojos de JaeHyun cuando hizo la pregunta—. Eso es demasiado cursi, ¿sabías?

Y lindo.

Pero eso no lo iba a decir en voz alta. 

JaeHyun se humedeció los labios, dedicándole aquella mirada indescifrable que iba bien acompañada con una sonrisita de superioridad. 

—Por ésto —murmuró el castaño, llevando su mano izquierda hacia la mejilla derecha de TaeYong, tocando con su pulgar por debajo del ángulo externo del ojo del pelirrojo. Prosiguió—. Tu cicatriz parece una rosa. Es linda. 

Ugh.

Se sintió derretir. 

Parpadeó rápido y sus mejillas se acaloraron, quizás era la primera vez que alguien alababa una de sus inseguridades y, maldición, se sintió bien, extremadamente bien, como si algo cálido burbujera dentro de él, como si su corazón diera brincos de felicidad, como si su bestia interna ronroneara, gustosa, por ese tipo de cariño. 

Se humedeció los labios y tragó saliva con pesadez, desviando la mirada porque la vergüenza le había golpeado con fuerza. 

—Eso es aún más cursi. —murmuró entre dientes, sin apartarse del toque de JaeHyun. 

—Y te gustó. —dijo el castaño casi de forma cantarina e infantil. TaeYong rodó los ojos. 

—Cállate. —refunfuñó, volviendo a mirar al rostro del castaño que ahora ya no le sostenía de la mejilla, sino que le había puesto una mano sobre el muslo. Intentó no pensar en lo bien que se sentían sus manos suaves y calientes sobre la sensible piel de aquella zona que se encontraba desnuda al sólo traer puesto un bóxer—. ¿Y por qué roja? Podría ser... No sé, ¿blanca?

JaeHyun emitió un sonido pensativo con su garganta mientras desviaba la mirada hacia Leviatán. 

¿Se había avergonzado? 

TaeYong le miró con atención, buscando no perderse sus expresiones. 

—Eso es porque soy pésimo en las relaciones amorosas —comenzó a decir JaeHyun—. Y Johnny me dijo que una rosa roja significaba que querías hacer las cosas bien y, bueno —se encogió de hombros, humedeciendo sus labios—. Me desesperas y quería intentar hacer algo bien y... 

Bueno, ahora sentía la enorme necesidad de comerse a JaeHyun a besos, más aún al verlo actuar tan tímido, con sus orejas sonrojadas y un constante fruncimiento del puente de su pequeña nariz. 

Sonrió, sonrió encantado. El guapo Jung YoonOh también podía actuar tímido. 

Joder. ¿Podría quedar aún más colgado de él? Definitivamente sí.

Se relamió los labios y puso una de sus manos sobre el muslo de JaeHyun, lo mismo que estaba haciendo el chico con él. 

—¿Entonces? —soltó en un tono cantarín, ganándose una confundida mirada por parte del castaño. 

—¿Entonces qué? —JaeHyun frunció el ceño. TaeYong rodó los ojos. 

—Estoy esperando, YoonOh. 

—¿Esperando qué, TaeYong?

Y bufó, exasperado, dando un apretón en el muslo del castaño, quien no tardó en soltar una fuerte carcajada.

El maldito le había entendido y sólo lo estaba fastidiando. 

Sus malas palabras y ganas de decirle que era un imbécil, quedaron perdidas cuando el chico se inclinó hacia él y le robó un beso, algo no demasiado rápido pero tampoco profundo, solo una presión entre sus labios que de inmediato le hizo inhalar profundamente y disfrutar de todas las sensaciones que inundaron su cuerpo. 

Abrió los ojos -¿cuándo mierda los había cerrado?- cuando JaeHyun se apartó en un movimiento lento y delicado. 

—¿Puedo tener exclusividad contigo, besarte en público e invitarte a citas en lo que intento conquistarte?

La forma suave y risueña en la que JaeHyun hizo aquella pregunta le hizo sentir como un quinceañero en su primera relación amorosa, sólo que con la madurez de alguien de veintisiete años. 

Fue una sensación embriagadora y cautivante que le hizo sonreír, contemplando el rostro del castaño. 

—Novedosa forma de decirlo. —susurró, sin esconder su felicidad tras sus ojos ligeramente entrecerrados—. De todos modos, ya tienes el cincuenta por ciento ganado, así que... Adelante. 

Se encogió de hombros y JaeHyun rió. Una risa fresca, con toques de timidez, relajo, deseo y diversión, una mezcla agradable que se mantuvo incluso cuando unieron sus labios una vez más, saboreándose con lentitud. 

Había sido un buen error. 

El mejor error de su vida

...

—¿Son novios?

Bufó, cubriéndose el rostro con la bandeja mientras escuchaba la risa maliciosa de DoYoung haciendo eco por toda la panadería. 

Era la quinceava vez que el pelinegro le preguntaba aquello, recibiendo la misma respuesta de su parte:

—No. DoYoung. Sólo estamos en... —bajó la bandeja de su rostro y movió suavemente una de sus manos, sin saber cómo explicarlo—. ¿Saliendo para ver si las cosas funcionan? 

Dijo de forma dubitativa. Era difícil de explicar, pero entre JaeHyun y él parecían entenderlo a la perfección. 

DoYoung se cruzó de brazos, adoptando una expresión juguetona. 

—Mientras tienen sexo. Él se queda en tu departamento, hablas con su hermano menor y... —se aclaró la garganta antes de tomar una bocanada de aire—. ¡Ponen una foto juntos en sus íconos de WhatsApp! —DoYoung exclamó, poniéndose en la posición de madre enojada; con las manos en la cadera y el ceño fruncido—. ¿No crees que es muy rápido, Lee TaeYong? Sólo ha pasado una semana y dos días desde que se conocieron, cosa que tú no recuerdas, ¿y ya están planeando si tener un hijo gato? No. Mamá DoYoung no está de acuerdo. 

—¿Qué? —cuestionó antes de soltar una fuerte carcajada, caminando hacia el mostrador, el cual quedó entre él y DoYoung—. Oye. Tú insististe en que recordara. 

Agregó entre risas, escuchando la campanilla de la puerta que anunciaba la llegada de un nuevo cliente. 

Se volteó no sin antes darle una divertida mirada a su mejor amigo que parecía estar refunfuñando realmente como una madre. 

—Bienveni- 

Las palabras quedaron perdidas en su garganta cuando sintió los labios de, quien supo, era YoonOh, en un beso inocente pero bien energético. 

Su perfume y aroma a café lo podría reconocer donde fuera, más aún el toque de sus labios y la calidez de sus manos en contra de sus mejillas.  

Parpadeó rápido y alzó las cejas cuando JaeHyun se apartó, sonriendo y sin soltarle de las mejillas. 

Mierda

¿A qué nivel le afectaba como para que su corazón pareciera estar vuelto loco golpeando contra sus costillas?

Se relamió los labios y sonrió, sin importarle que estuviera allí DoYoung. 

—El lunes pasado moría de ganas por hacer esto. —confesó el castaño en un susurro. TaeYong sonrió más ampliamente—. En fin —prosiguió JaeHyun—. Sólo venía a eso, estoy atrasado. —dijo rápidamente, robando un beso más rápido de los labios de TaeYong antes de apartarse por completo y mover amistosamente la mano en dirección hacia DoYoung—. Nos vemos. Tengan un lindo día. 

Y tan rápido como había aparecido, JaeHyun ya se había ido. 

Se sintió estúpido -como un quinceañero- cuando soltó una risa floja y se llevó una mano a los labios para tocarlos suavemente, siguiendo con la mirada al castaño que cruzó la calle con un trote suave, luciendo su terno color azul marino. 

Guapo

Ah. Mierda. 

YoonOh lo estaba volviendo loco. 

—Son novios. —murmuró DoYoung, burlesco. TaeYong rodó los ojos. 

—¡Que no!

Aunque no descartaba la idea para más adelante. 

Jung YoonOh, su error perfecto.

                          🌹🍑




N/A: ES EL CUMPLEAÑOS DE NUESTRO BUBU. FELIZ CUMPLEAÑOS AL MEJOR LIDER DEL MUNDO <3 No olviden darle amorcito al niño más lindo del mundo, la mejor personita que puede existir TT Se merece la felicidad completa #OurRoseTaeyongDay #happytaeyongday 
Gracias por leer TT y amen siempre a TaeYong <3 <3 <3 

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