Error.

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  —Cállate. Cállate. Cállate, Kim DoYoung. 

Dijo TaeYong de forma cantarina, no, más bien, de forma infantil mientras se cubría las orejas y cerraba los ojos, agitando su cabeza una y otra vez para darle a entender a su malicioso mejor amigo que no quería escuchar ni una palabra más de toda la mierda que estaba soltando sin parar desde hace unos, quizás, quince minutos, cuando se le había ocurrido la brillante idea de explicarle el porqué de sus dolores físicos. 

DoYoung, quien tenía las manos metidas -en una postura de fingida inocencia- dentro de aquellos bolsillos de su pechera de mezclilla clara con el logo de la panadería y pastelería en el centro del pecho, se encogió de hombros, sonriendo de forma maliciosa. 

  —Sabes que es real lo que digo —respondió con simpleza el pelinegro—. Pudiste haberte follado o ser follado por un hombre horrible que, en cualquier momento, aparecerá en tu casa con un ramo de flores y una propuesta de matrimonio. 

TaeYong, que de todos modos pudo escuchar a su amigo, bajó con pesadez los brazos para dejarlos apoyados sobre el mostrador de madera, mirando con el ceño fruncido al pelinegro que se acercaba con pasos tranquilos hacia la puerta de vidrio, manteniendo aquel característico aire burlesco a su alrededor. 

Suspiró, sabía que DoYoung estaba exagerando, pero no podía evitar sentirse ansioso. 

Sí, había cometido un error al beber hasta que su cuerpo no pudiera más -sabiendo lo caliente que se ponía con alcohol en su sistema- pero tampoco era como para crearse alguna película estúpida en la cabeza con un tipo que, seguramente, estaba igual de ebrio que él. 

Y, si era sincero, confiaba en su buen gusto en los hombres, incluso en estado de ebriedad. 

¿Verdad? 

¡No dudes de ti, Lee TaeYong! 

Y le obedeció a aquella vocecita llamada consciencia. 

Finalmente se humedeció los labios y peinó su rojo cabello hacia atrás, viendo a DoYoung voltear el pequeño cartel colgado en la puerta para anunciar que el local estaba abierto. Sonrió.

Era su parte favorita del día. 

  —Estoy seguro que no se debe acordar ni mierda de lo que hizo esa noche. —la seguridad bailó en su voz con ciertos toques de altanería—. Y, de todos modos, de lo único que me debo preocupar ahora es de mi dolor físico. 

—¿Y del VIH? ¿Fue con consentimiento? —contraatacó DoYoung de inmediato, manteniendo sus cejas en alto mientras caminaba hacia la parte trasera del mostrador, poniéndose a un lado de un TaeYong enfurruñado—. ¿Siquiera recuerdas si usaron condón?

TaeYong no pudo evitar bufar. 

DoYoung, como su mejor amigo, realmente a veces se comportaba como una madre -sólo tenían un par de meses de diferencia en edad- dándole sermones que, si su propia madre aceptara su homosexualidad declarada desde los quince años -vaya, ya iban a ser doce años desde entonces- seguramente también le daría. 

Rodando los ojos y tomándose su tiempo para demostrar su molestia al permanecer con el puente de su nariz fruncido, se sentó en el alto taburete tras la caja registradora, metiéndose las manos en los bolsillos de su pechera idéntica a la del pelinegro. 

—Yo di la idea, eso sí lo recuerdo. Y vi los condones usados al despertar. —murmuró de mala gana, dando una mirada hacia los pasteles que había hecho la noche anterior. Ser dueño de una panadería y pastelería siempre había sido su sueño. Prosiguió antes de que DoYoung le reprochara—. Y, de todos modos, me hice el examen para descartar. —se encogió de hombros—. Estoy limpio. 

El error Perfecto. 《JaeHyun x TaeYong》OS.Where stories live. Discover now