Tres Encuentros, Un Deseo.

By CarolinaRoberti

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Conocimos a Diogo y Gina en Dulces Mentiras Amargas Verdades... Pero ... Te has preguntado.. ¿Cómo se conocie... More

Sinopsis.
Aclaración y disculpas... Espero lo lean!!

Prologo y Capitulo 1

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By CarolinaRoberti

PROLOGO.

Georgina caminaba por el atestado corredor del colegio, haciendo malabares para esquivar a la multitud de estudiantes que salía de las aulas para el periodo de descanso, buscaba un lugar para disfrutar en soledad del helado de fresa que se derretía en su  mano, a sus doce años,  era una chica tímida y no se caracterizaba por ser muy sociable, hace seis meses había sido trasladada de un colegio en la ciudad de Nueva York, a una escuela igual de prestigiosa en el estado de Massachusetts, como resultado de la crisis que estaba atravesando el matrimonio de sus padres; Su madre, había decidido colocar distancia entre ellos, para que los dos pensaran mejor acerca de su vida juntos, con ello, arrastrando a su hija a una nueva ciudad. Extrañaba profundamente a sus amigas, su colegio y toda su vida en la gran manzana, todas las noches insistía a su madre para llamar a Mileyy Lexi, sin embargo, le era difícil mantener su amistad a la distancia.

Logró sentarse en las gradas de la cancha de futbol, observaba a el grupo de chicos jugar, en general, le gustaban todos los deportes, disfrutaba la adrenalina de las diferentes carreras de carros o motos, la angustia que generaba el rápido avanzar del marcador en el juego de Básquet, pero sin duda no había nada como la vibrante emoción que despertaba en ella el futbol, pero no el deporte insignia de los norteamericanos, nacionalidad que ella llevaba con orgullo, su pasión,  la abanderaba el juego más famoso en el mundo, el futbol Soccer; Para ella, ningún deporte combinaba a la perfección todas las emociones, la angustia de un resultado en contra, la innombrable alegría de remontar un marcador o ganar un campeonato. A su corta edad, podría rebatir hombro a hombro con su padre delas diferentes ligas del mundo. El equipo de sus amores era el Manchester United, quien en ese año tenía muy buenas posibilidades de ganar la Liga Premier.

Observaba el desarrollo del juego, ninguno de los chicos destacaba más allá de las habilidades necesarias para jugar, movían el balón entre los equipo verde y azul, la pizarra de anotaciones indicaba un empate a 0. Uno de los jugadores del equipo verde, solicitó ser cambiado, momentos después, un chico que figuraba como referí del encuentro, le autorizó la salida del terreno de juego, de las bancas de espera, se levantó un joven alto, con un impresionante cabello oscuro, que inmediatamente llamó la atención de Georgina, por su contextura firme imagino que tenía alrededor de diecisiete o dieciocho años, totalmente fuera de su alcance. Aun así, el juego adquirió un nuevo interés para ella; El chico de cabello negro se ubicó en la posición de medio campista, sus jugadas destacan  por encima de los demás jugadores, gritaba a sus demás compañeros con propiedad, la profundidad de su voz, la tenía hipnotizada.

El enigmático jugador, recuperó un pase perdido por un compañero en la mitad de la cancha y corrió con el balón, por la banda izquierda, dejando en el camino a los zagueros del equipo contrario en medio de impresionantes jugadas, en el tiempo que llevaba en esa escuela, la chica había sido testigo de innumerables juegos, conociendo de rostro a la gran mayoría de los jugadores, por ello, podía afirmar, que el impresionante jugador era nuevo en la escuela. En la cancha, en medio de un limpio centro, el misterioso chico, pateo la pelota al área donde el delantero de su equipo la recibió y remató para hacer el primer gol del equipo azul; Para Georgina, resulto un máximo esfuerzo no gritar enardecida el fantástico gol, según ella, nada era más divertido que esta celebración. El juego se reanudó muy rápido, la concentración de la chica fue interrumpida por la estridente risa de MilouskaMonachi o Milo, como le gustaba ser llamada a la niña más popular de la escuela y por quien todos los chicos morían, junto a su séquito, era quien dictaminaba la escala social del colegio, chicas como Milo, nunca habían agradado a Georgina, su madre le había enseñado que el dinero, no determinaba el carácter, las intenciones o las buenas costumbres de las personas.

Volvió su mirada al juego, pero al parecer se había perdido los últimos minutos del primer tiempo, los equipo verde y azul, se hallaban agrupados en sus respectivos lados del área de descanso. Mientras empezaba el partido, un grupo de chicos ajenos al encuentro deportivo, cogió uno de los balones y empezaron un desordenado juego, la mirada de Georgina estaba centrada el chico de cabello oscuro, desde la distancia en la que se encontraba no alcanzaba a observar mucho acerca de su rostro, solo veía, definidos rasgos masculinos en la mandíbula, brazos y piernas.

-Lo que no daría por ver el color de sus ojos- pensaba la jovencita distraída.

De repente todo se volvió negro.

-¡¡Oh mierda!! – escuchó gritar Diogo a su espalda, inmediatamente se giró y la vio. La chica que antes había visto observar el juego con evidente entusiasmo, estaba tirada en el piso, desmayada, sin pensarlo, corrió hacia ella.

Los chicos que antes habían agarrado un balón de la cancha, comentaban que uno de los jugadores pateó muy mal y con mucha fuerza la pelota, golpeando a la chica en la cabeza, quien aparentemente no alcanzó a reaccionar al curso del balón.

El pálido e inocente rostro de la chica le atrajeron inmediatamente, era absolutamente preciosa, no perdió tiempo y la levantó en brazos caminando rápidamente hasta la enfermería del colegio, lo seguía un pequeño grupo de estudiantes, entre ellos su hermano Thiago que había llegado momentos después al lugar del incidente, su pecho golpeteaba de una manera extraña, ella lucia tan indefensa, despertando en él un poderoso instinto de protección. En la enfermería, la encargada le pidió que la recostara sobre la camilla.

-¿Va a estar bien?- preguntó con voz agitada debido al esfuerzo.

La enfermera lo miró condescendiente.

-Vamos a revisarla, en un rato, estableceremos su estado.

Diogo asintió y se dirigió a la pequeña sala de espera, donde ahora solo estaba su hermano. Quien se mostraba igualmente preocupado por el estado de la chica.

-¿Qué dijo la enfermera?- preguntó Thiago

-Lo de siempre- manifestó Diogo sentándose junto a su hermano.

Los chicos guardaron silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, nada les obligaba a estar en la sala de espera, aguardando por la salud de una desconocida, sin embargo, desde muy jóvenes sus padres les habían inculcado valores altruistas, así que pacientemente esperaban hasta que algún familiar de la chica llegara a la enfermería del colegio.

-Está en mi clase de conversacional dos - Afirmó Thiago a su hermano- se llama Georgina.

Diogo asintió en dirección a su hermano, habían pasado veinte minutos y la enfermera no salía para informarles del estado de Georgina. Su corazón no dejaba de palpitar apresuradamente, una desconocida angustia se había instalado en su cuerpo, al ver a Georgina tan desvalida en el piso.

Unos momentos después sus pensamientos fueron interrumpidos por las voces de unas personas que preguntaban por el estado de la bonita rubia, la asistente medica salió, se dirigió a las personas que habían llegado al interior de la consulta, mientras lo hacía, miró a Diogo y le sonrió, indicó a los acudientes el camino y los muchachos.

-Chicos, la señorita Spender ha despertado, muchas gracias por su ayuda, ahora, por favor vayan a clase, ya la hablaran con ella después. – indicó la enfermera con rostro afable.

La instrucción de la enfermera molesto a Diogo, quien vio frustrado su deseo de conocer a Georgina y cerciorarse que realmente se encontraba bien. Aun así, se levantó y salió junto a su hermano de la enfermería.

La cabeza de Georgina todavía palpitaba por el pelotazo recibido,sus padres hablaban con el médico que la atendió, al parecer debían realizarle una tomografía computarizada para despejar cualquier duda de lesión en la cabeza. Recordaba con claridad el accidente, pero no tenía ninguna idea de cómo había llegado hasta la enfermería de la escuela.

-¿Señorita?- preguntó Georgina a la enfermera quien se giró hacia ella con una sonrisa- ¿podría decirme quien me trajo hasta aquí?

-Te trajo uno de los chicos que jugaba futbol, se quedó esperando fuera, pero ya fue enviado a clases. Mañana ya tendrás la oportunidad de saludarlo – contestó la mujer con voz plana y tranquila.

La chica asintió, aunque no tenía ninguna idea quienes eran los muchachos que habían estado jugando, de hecho, no se fijó en ninguno realmente, solo observaba el juego, sin embargo en su cabeza, apareció, aquella cabellera negra que sí recordaba, pero sabía que él ni siquiera la había y visto.

A la mañana siguiente, Diogo buscaba la cabeza rubia de GeorginaSpender, inexplicablemente su apacible y pálido rostro desmayado, lo habían acompañado toda la noche en sus sueños, deseaba muchísimo saber cómo se encontraba, recorrió despreocupadamente el patio central del colegio pero no la encontró, sabia por su hermano que compartía clases de inglés conversacional dos, así sabría cómo encontrarla en caso de que su plan del encuentro casualno funcionara.

Caminaba por uno de los pasillos cuando la vio, su corazón latió muy rápido con solo verla, no lograba explicarse esta reacción, solo la había visto una vez y estaba convencido que ella estaba completamente fuera de su rango de atracción; Caminaba hacia ella, sin dar mucha importancia a que de repente, sudaba.

-Hola Georgina, ¿cómo sigue tu cabeza?- preguntó sonriente.

La chica levantó la mirada para poder verle la cara, lo había visto caminar hacia ella, pero no imaginaba que tuvieran algo que decirse, por eso, su pregunta le sorprendió. Esbozó una tímida sonrisa y pudo sentir su rostro enrojecer.

¡¡Claro!! -pensó- porque me hablaría sino fuera porque fue testigo del accidente.

-Hola, estoy mucho mejor, gracias

Diogo se posicionó a su lado y la instó a caminar.

-Me alegra, fue un gran golpe el que te dieron ayer.

La chica se sonrojó aún más, gesto que a Diogo le pareció adorable, sus mejillas se tiñeron de un interesante color rosa que lo invitaban a tocarlas, para guardar la tentación de hacerlo y provocar una incómoda situación, metió sus manos en el pantalón. Caminaba junto a Georgina sin hablar, al contrario que en la mayoría de las ocasiones en las que conversaba con alguna chica, con esta, las ideas de conversación habían desaparecido de su mente, se estaba comenzando a frustrar, él que a sus catorce años se caracterizaba por ser un hombrecito seguro y confiado en su proceder con el sexo opuesto,  no entendía para nada la reacción tan estúpida que estaba teniendo en presencia de la jovencita.

-Este es mi salón- comentó la Georgina sacándolo de sus pensamientos- gracias por ayudarme ayer, lo aprecio, adiós.

-¡¡Espera!!- La detuvo Diogo antes de entrar al salón- ¿te gustaría tomar un helado conmigo mañana por la tarde?

La mirada sorprendida que ella mostraba, daba cuenta de lo que él mismo sentía. ¿De dónde rayos le había salido esa invitación?, se supone que solo debía acercarse para preguntar por su salud y nada más. Pensaba contrariado, mas sorpresivo, era que, la demora de ella para responder le estaba causando mucha ansiedad, ¿Le diría que no?.

-¿Después de la escuela estaría bien?- le preguntó de nuevo.

-Está bien- contestó ella dubitativa, aun no se creía que eso realmente le estuviera pasando.

Una brillante sonrisa, acompañada de un asentimiento fue la respuesta, Diogo la soltó y camino  rumbo a su primera clase. No lo vio de nuevo en el resto del día, pensaba constantemente en que quizá había imaginado la invitación, seguramente pronto sonaría el reloj despertador. Sin embargo, no sucedió. Se marchó a casa pensando en que lo vería al día siguiente.

Diogo se mantuvo ansioso todo el día escolar, esperaba buscar a Georgina para hablar con ella un poco más durante el descanso de clases, pero le fue imposible, su hermano Thiago sufrió una alergia estomacal y fue remitido al hospital y él siendo su única familia en Estados Unidos, se negó rotundamente a separarse de él. La enfermedad de su hermanito no resulto tan grave y  fue enviado a casa unas horas más tarde. Trato de contactarla a través de los compañeros de su hermano, pero ninguno de los chicos fue capaz de obtener el número de teléfono. Decidió entonces esperar hasta la mañana siguiente, la mirada verde la chica lo acompañó una vez más en sus sueños, además de provocarle una interesante reacción corporal.

Georgina despertó muy temprano, trenzó su largo cabello rubio y se puso su mejor uniforme, se maquillaría un poco luego de desayunar, una vez terminó de vestirse, bajo al comedor, al salir de su cuarto observó que eran las ocho quince de la mañana del once de septiembre del año dos mil uno.

En la cocina ya la esperaban su madre y la mujer que les colaboraba en el aseo del apartamento. Terminaba de desayunar, cuando el programa matutino fue interrumpido por una noticia de última hora, en la ciudad de Nueva York, un avión había impactado con una de las torres del centro de comercio más importante del mundo. Al escuchar esto, un pánico enorme se instaló en el corazón de la chica, pues sabía que su padre en ocasiones se reunía con colegas en ese sitio.

-¿Mami dónde está mi papá?- preguntó la niña con la voz ahogada, presa del miedo.

Su madre, con el rostro inundado de lágrimas le informo que recientemente había hablado con él y estaba en casa, esa mañana tenía una importante reunión a medio día por lo que había decidido prepararla en casa. Gina respiró aliviada al saber que su padre no estaba cerca del WoldTrade Center, sin embargo, la angustia no desapareció de su corazón, muchas personas acababan de morir, su mente no alcanzaba a comprender la razones que tendría el piloto de ese avión para estrellarse contra aquel lugar. La cadena de fatales acontecimientos continuo un rato después cuando una segunda aeronave impactó la otra torre que conformaba el emblemático lugar de su ciudad natal, no dejaba de llorar por la tragedia que enlutaba a su país y al mundo.

En el apartamento, que no muy lejos de ahí, Marlon Ribeiro había rentado para que sus hijos viviesen mientras participaban del programa de intercambio académico. Los jóvenes Ferreira no daban crédito a lo que sus ojos veían, el país más poderoso del mundo estaba siendo atacado con un golpe directo al corazón de sus finanzas, ambos chicos miraban la televisión y a su vez que intercambiaban miradas de incredulidad, minutos antes su padre los había llamado para informarles que más tardar en dos horas un carro pasaría a buscarlo porque ese mismo día regresaban a Rio de Janeiro; Su padre les aseguró, que la historia acababa de cambiar y que las consecuencias de ese ataque transformarían al mundo.

Gracias a las influencias económicas de las familias de Georgina y Diogo ese mismo día ambos jóvenes partieron de Estados Unidos rumbo a Italia y Brasil respectivamente, olvidaron cualquier probabilidad de encuentro, ante la tragedia que había caído sobre el poderoso país y que les había afectado a ellos, así como al resto de ciudadanos en el mundo.

Capítulo 1

 

Nueva York, 15 de diciembre del año 2010….

-¿Es necesario padre?- refunfuñaba Diogo al teléfono- esos eventos no me gustan, son muy aburridos, una cantidad de hipócritas vanagloriándose de lo que sus padres se han ganado no es mi idea de cerrar el año.

-Hijo, no seas amargado- Explicaba Marlon a su hijo mayor- solo ve un rato y luego te excusas.

Diogo rodaba los ojos a la nada girando en la silla de su escritorio.Conversaba con su padre sobre el evento anual de caridad de los empresarios americanos, para el mayor de los hijos de Marlon Ribeiro, este tipo de eventos eran un suplicio, no veía la necesidad de asistir, total que a esa gente solo le importa el monto del cheque que se envíe como donación.

-Está bien, padre – concordó el joven resignado.

Hablaron un poco más acerca de trabajo y tras una afectuosa despedida, colgaron.

Tres días más tarde, el dieciocho de Diciembre, Diogo descendía de la camioneta en la puerta acondicionada para el evento en el Rockefeller Center, el gran árbol de navidad, recibía a la crema  y nata de la sociedad neoyorquina, lucecillas blancas, azules y morado claro, brillaban por todo el lugar, mesas altas esparcidas por todo el espacio que dentro de poco seria una pista de hielo, acomodaban a las personas, sirviéndoles de apoyo para las bebidas y canapés.

Una mujer elegantemente vestida le entregó un programa para la noche, leyó rápidamente y se sorprendió al ver que solo habían dos discursos, uno encabezado por el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y el otro liderado por la mujer que organizaba la colecta anual de caridad, destinada para las distintas fundaciones cuyos programas de ayuda, habían sido escogidos como beneficiados de los dineros recaudados ese año.

El evento seria amenizado por la orquesta filarmónica de Nueva York, en un corto recital de treinta minutos, luego, se darían a conocer los distintos programas que se verían beneficiados, la noche cerraría con un concierto de variados géneros musicales; Diogo miraba entre sorprendido y complacido el papel que detallaba los pormenores del evento, sin duda, este año se habían esforzado por no aburrir a la gente.

En un rápido recorrido por la sala, no reconoció ningún rostro, se consideraba un novato en el mundo de los negocios, apenas ese año, había empezado a trabajar junto a Reihnard Garnett en la división de negocios internacionales, para muchos, resultaba extraño que no trabajara para su padre, sin embargo, la casa matriz del negocio de su progenitor estaba cien por cierto en Brasil y él aun no deseaba volver a su país, extrañaba a su familia, pero era feliz con su total independencia.

Caminó un poco alrededor y su mirada fue captada por una rubia cabeza que conocía muy bien, se acercó sonriente,

-¿Tú también?- preguntó Diogo en la espalda de Ian Garnett

El rubio se volteó con una aburrida sonrisa.

-Sí, lugar y hora equivocada, hermano irresponsable- respondió Ian.

Una sonrisa conocedora de las estratagemas que era capaz de inventar el menor de los Garnett con tal de librarse de los compromisos sociales.

-El programa de este año no es tan malo, habrá fiesta al final de toda la formalidad- acotó Diogo quien miró en ambas direcciones como buscando alguien-

-¿Y Thais?- cuestionó Diogo haciendo referencia a la novia del muchacho.

Una inmediata sonrisa brotó de los labios de Ian.

-Está en los servicios.

Diogo asintió en reconocimiento, perfecto haré de trípode junto a la feliz pareja. Pensaba el chico mortificado.

Minutos más tarde, la preciosa novia de Ian, regresó junto a ellos. El evento dio inicio según lo planeado. Una hora y treinta más tarde, el maestro de ceremonias, anunciaba el inicio de la fiesta que daría cierre al evento, de a poco, mujeres y hombres más jóvenes que los iniciales asistentes, comenzaron a llenar el espacio.

-La noche se torna interesante- comentó bajito Diogo a Ian, observando la cantidad de hermosas muchachas que pululaban por el lugar.

La noche avanzó entre diferentes géneros musicales, no particularmente del gusto de Diogo pero aceptable; Un rato más tarde, en su mente ya se formaba la idea de marcharse, entre las invitadas no había visto una mujer que realmente le atrajera, todas las presentes aunque muy lindas, no entraban en los gustos del joven, su diversión consistía en hablar con Ian o ver bailar a la feliz pareja. Estaba francamente aburrido.

En el escenario, hizo presencia el artista puertorriqueño Don Omar, las notas del tema que durante gran parte del año había causado sensación en las discotecas iniciaban, Danza Kuduro. El reggaetón, no era para nada de los gustos de Diogo, pero debía reconocer que la canción era bastante pegajosa. Admiraba a las mujeres bailar al compás de la canción, recorría con la mirada la pista de baile, cuando un grupo particular llamó su atención.

Una pelirroja, una morena y una chica rubia, bailaban en elegantes vestidos la movida canción. Su mirada se anclo en la chica rubia.

Georgina, al lado de sus amigas disfrutaba del evento celebrado junto al precioso árbol de navidad, cuando su padre a través del canal, les había conseguido entradas para la fiesta, estaba muy feliz, junto a las chicas no habían preparado nada especial para el cumpleaños de Miley, así que la fiesta les calló como anillo al dedo.

-¡! No te puedes quejar!!- exclamaba Lexi mientras bailaban- Todo Nueva York celebra tu cumpleaños

Ante el comentario de la chica pelirroja todas rieron. Las chicas continuaron con la diversión, sin percatarse que muy cerca de ellas, Diogo las observaba con infinita curiosidad.

-¡! Por Dios, Acércate o vete, pero has algo!!- exclamó Thais rodando los ojos.

-Es que con tanto material se acojona- dijo Ian risueño.

Diogo bufó.

-Idiota, sabes muy bien que las jovencitas no están en mi liga, yo juego en las mayores- recalcó con una sonrisa arrogante.

Ian sonrió, conocía perfectamente los gustos de su amigo pero se abstuvo de comentar algo más que lo delatara debido a la presencia de su novia.

Lexi y Gina caminaban a los sanitarios, conversaban trivialidades cuando lo vio, la joven rubia sintió la sangre congelarse en su cuerpo, la mirada verde y gris quedaron ancladas durante segundos, pero Georgina, la desvió rápidamente y caminó tan rápido como pudo a los servicios. No esperaba verlo nuevamente o por lo menos no en el mismo espacio.

Un leve zarandeo la sacó de su ensoñación.

-Lindo, muy lindo, yo hablando de la gran crisis de mi vida y tú pensando en quien sabe qué cosa- exclamaba Lexi con el exceso de dramatismo que la caracterizaba.

-¡Por supuesto que no!- contestó Gina- estaba escuchando, solo que mientras lo hacía analizaba la situación y creo que debes dejar pensar que todos los hombres que conoces serán el amor de tu vida.

Lexi abrió mucho los ojos.

-Georgina Spender, eres la peor amiga del mundo, yo no estaba hablando para nada de hombres- dijo indignada la joven pelirroja- te preguntaba acerca de mi gran indecisión acerca de la ropa que debo usar para la fiesta del trabajo.

-Oficialmente un hueco puede abrirse en la tierra y tragarme- profirió Gina contrariada, mientras luchaba con su vestido de noche para poder usar el baño.

Frente al espejo, Lexi sonreía, junto a sus amigas tenía esa pequeña broma privada respeto a estar soñando despierta con el hombre de su vida.

-¿Cómo eres capaz de decirme algo así?- seguía Lexi torturando a Gina con sus lamentaciones- Yo, que siempre te apoyado en cada paso de tu vida, no me he reído frente a ti viendo los videos que te hizo Miley cuando estuvimos borrachas para celebrar el día de la nieve- fingía sollozar la joven reprimiendo una carcajada.

-Oh por favor, déjame morir, ¿todavía ves eso?- preguntaba exasperada Gina, que seguía en batalla con su vestido.

-No lo dudes- respondió Lexi seria- siempre que estoy deprimida lo busco y haces la magia.

Una sonrisa tiró del rostro de ambas chicas en sus lugares, algunas semanas atrás, habían celebrado junto a la pequeña Gabrielle, la hija de catorce meses de Lexi, el día de la nieve, salían al jardín y disfrutaron de todo tipo de juegos, al final la bebe estaba tan cansada que se durmió rápidamente, mientras que ellas se habían tomado tres botellas de vino, el licor reveló el lado artístico de Gina al cantar rancheras en ingles sobre la mesa de centro de la sala, utilizando como micrófono.La escoba.

Unos minutos después, Gina estaba más tranquila, mentalizó que era una fiesta y no pasaba nada si veía en ella a Diogo Ferreira. De regreso a la mesa, no lo vio por ninguna parte, no había terminado de dar las gracias a los cielos, cuando la peor de sus pesadillas se hizo realidad. Frente a ella estaba Diogo, hablando muy amigablemente con su amiga Miley, quien por cómo extendía sus labios en una amplia sonrisa, había encontrado qué pedirle a Santa Claus, esa navidad. Una honda llama de malestar que nada tenía que ver con la cercanía de su amiga al hombre cuyo recuerdo la había atormentado en tantas ocasiones, se encendió.

Ian se había marchado de la fiesta, Diogo se disponía a hace lo mismo, cuando por menos de cinco segundo, cruzó su mirada con la chica rubia del trio que había estado observando largo tiempo, supo entonces que no iría a ninguna parte, esa mujer seria suya sí o sí, poco importaba que no estuviera dentro de sus estándares acostumbrados. La quería y la tendría, simple.

-Chicas, les presento a Diogo- comento radiante la Miley Summers

Quizás las luces robóticas que recorrían el lugaramenizando la presentación del naciente cantante adolescente que había sido descubierto a través de You Tube, no dejarían ver con claridad lo rojo que Gina sentía estaba su rostro, sin duda, el destino se ensañaba con ella cada vez que este brasileño se cruzaba en su vida, fiel a su proceder frente a una fémina, tenía estampada una sonrisa que llevaría a los pies las pantaletas de cualquier mujer con sangre en las venas.

Ella misma hacia un enorme esfuerzo por sostener las suyas en su sitio. Había cosas que simplemente no cambiaban.

A su lado, Lexi se presentó con su nombre completo, seguido, aquella mirada que tenía grabada en la memoria, se presentó ante ella extendiendo su mano y en ese justo momento una vez quiso que la tierra la tragara.

-Un gusto, Gina- contesto secamente.

Así que se llama Gina, Pensaba Diogo.

La fase uno del plan que en su mente había trazado el joven para llevarse a la chica rubia a la cama estaba completa, sabia su nombre, esto era lo único que necesitaba para seguir adelante.

-Les invito la próxima ronda- aseguro confiando en las armas que sabía tenia.

-No, gracias, nosotras ya no estamos marchando- aseguró Lexi, los hombres con la actitud de Diogo le traían pésimos recuerdos.

-Pueden irse si quieren, yo me quedo- aseguró Miley, entendiendo la actitud de su amiga, pero ni muerta dejaba pasar una invitación del pedazo de hombre que tenía al lado.

Aunque un poco descolocado por la hostil actitud de la joven pelirroja hacia él, no permitió que esta le calara, su meta estaba fijada y nada lo haría retroceder.

-Solo será una copa, Alexia, aún queda lo mejor la presentación electrónica – acoto sonriente.

-Anden chicas, solo una- pidió la joven pelinegra suplicante a sus amigas.

Gina no pudo reprimir rodar los ojos ante el pedido y contrario a lo que le dictaba su conciencia, asintió, no reconocería jamás que prefería soportar un trago junto a Diogo que dejar a su amiga a solas con él, no, eso no pasaría.

Diogo utilizó todas sus estrategias y encantos con las tres chicas que lorodeaban.Como mandados del cielo, aparecieron los primos Garnett. Thor había decido asistir a la fiesta electrónica, para nada, iba a escuchar la cháchara que se tenía que decir en el evento, él así como Samuel, se limitarían a dar una buena donación y disfrutar de la fiesta electrónica que cerraba el evento y que según los organizadores del evento, atraería más dinero que la comida formal.

Thor atendió una casi imperceptible señal de Diogo y abordó a Miley que inmediatamente calló rendida bajo la ternura y rudeza que exudaba el menor de los hijos de Reihnard Garnett, mientras que Samuel, leyendo la leve molestia que la situación causaba en la joven pelirroja optó por tener una charla más trivial que se tornó divertida e interesante, cuando concordó con la joven acerca de su carrera en común.

Georgina sintió su pulso acelerarse cuando sus amigas se retiraron a bailar con sus respectivos acompañantes, no daba crédito a su mala suerte, tenían que aparecer justo los amigos de Diogo Ferreira para mandar al traste su plan de sentirse mal y obligar a sus amigas a retirarse.

-¿Te molesto?- preguntó Diogo colocando su rostro justo frente al de ella para llamar su atención.

Gina parpadeó en varias ocasiones por lo sorpresivo de la invasión de su espacio personal.

-No, porqué habrías de molestarme si no nos conocemos- dijo ella tan casual como su estúpido golpeteo en el corazón le permitió.

-Pero podríamos- aseguró Diogo exponiendo la sonrisa marca Ferreira.

-Es lo que estamos haciendo ¿no?

Sin retirarse un milímetro de la posición que frente a ella había adoptado y que le estaba resultando de lo más fascinante debido a que podía estudiarle cada rasgo y comprobar lo bonita que era.

-Mentira, luego de tu nombre no te he escuchado decir ni una silaba.

Gina se ruborizó y comprobó que era muy susceptible a cada movimiento que hacia el iris gris en la mirada de Diogo, con cada mirada de aceptación que le ofrecía, se sentía menos decidida a abandonar la fiesta en el Rockefeller Center. Estar junto a él no era conveniente, ella conocía muy bien las reacciones de su cuerpo a Diogo Ferreira, antes las había experimentado y esta vez no tendría la fuerza suficiente para alejarse.

Lo había deseado antes y lo deseaba ahora, esta había sido su más grande y oscura verdad en el último tiempo. La encrucijada estaba ahora en aceptar o no el evidente juego de seducción que él le estaba proponiendo. Se debatía con argumentos de ser una mujer adulta, capaz de reconocer sus deseos, pero muy en el fondo tambiénsabía que no se limitaba a la atracción física, había más, un adicional que podría condenarla si se decidía a seguir el juego de ese hombre.

-¿Qué quieres saber? – preguntó ella recorriendo su rostro de la misma manera que él lo hacía.

Bingo, canto la mente de Diogo, Gina había dejado su debate mental y entró en el juego. No leía mentes, pero la cercanía le permitía interpretar todas las reacciones de su rostro, viendo tan claro como el agua, la coyuntura sobre la que reflexionaba, así como el momento en que decidió jugar.

Mirando a su boca, Diogo respondió.

-Quiero saber exactamente todo lo que quieras decir.

Gina no pudo reprimir la sonrisa irónica que se extendió en su boca, sin duda, el hombre tenía claro las líneas que debía seguir.

-No quiero decir mucho entonces, ¿querrías tú decir algo?

-Quizás sí, pero podría asegurarte que me va mucho mejor haciendo.

Aunque podría esperarlo, no negaría que el directo comentario le envió una corriente por todo su cuerpo, desapareciendo cualquier duda de querer pasar la noche o una horas en compañía del hombre del impresionante cabello oscuro.

-¡¡Wao!!- dijo Gina riendo- eso es francamente directo.

Diogo rio pero su mirada estaba seria, su cara estaba a milímetros de la de Gina y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para contenerse y no besarla, nunca antes había sentido esa necesidad por tocar esa delicada parte del cuerpo de una mujer, le estaba costando un mundo mantener la conversación, algo raro le estaba pasando, no reconocía ninguna de la emociones que sentía, tampoco se tomaría el tiempo de analizarlas, eso estaba claro.

-No voy a ocultarte lo que me estás haciendo Gina.

La chica se sonrojó.

-¿Debo estar alagada entonces?- inquirió tan bajito que Diogo casi no lo escucha.

-No podría responder a eso- dijo él antes de cerrar la casi nula distancia que los había estado separando.

Los labios de Diogo y Gina se tocaban pero ninguno de los dos los movía, el tiempo parecía haberse detenido. El muchacho había escuchado en las tontas películas románticas acerca de la corriente que atravesaba el cuerpo, pero nunca se imaginó que el sentiría algo como eso, aún más extraño le resultaba que al besar a Gina su cuerpo la reconoció, por ello, estaba siendo incapaz de continuar con el beso, sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar o recordar,porque ella tomó su rostro entre sus manos para besarlo profundo y duro haciéndole perder por completo la capacidad para razonar.

Había tomado la iniciativa luego de haber dudado, definitivamente esta mujer era compleja, una vez se había decidido a jugar, lo había hecho como una profesional, la postura de su cuerpo había pasado de insegura a estar por completo en sintonía con él.

Gina se lanzó por completo a lo que le pedía su cuerpo y solo por ese momento, no lo negaría. Sí, lo tomaría, luego se arrepentiría, no era su opción más inteligente, pero lo haría.

-¿Conduces o traes conductor?- dijo ella en medio del beso.

-Amen por la seguridad- fue lo único capaz de emular Diogo.

Cómo llegaron hasta el carro, no lo podrían decir con exactitud, dentro, no les eran suficientes las manos y la boca para tocarse. La lujuria elevada a su máxima potencia les corría por las venas.

Quince minutos después, atravesaban a trompicones la puerta del apartamento de Diogo, sin siquiera encender las luces y conociendo su espacio como la palma de su mano, el chico la guiaba a través del lugar en medio de besos y miradas cómplices llenas de deseo. En la habitación, la única luz provenía de la calle, colándose a través de la persiana, dándole una apariencia seductora, en concordancia con los sentimientos que consumían a la pareja.

Para cuando cayeron en la cama Diogo ya no tenía camisa; En las sombras de la habitación, daba una buena vista de su escultural cuerpo, el abdomen marcadorobaba el alimento. Por su lado, el vestido de Gina había desaparecido, era presa del mar de sensaciones que sacudían su cuerpo con cada toque de Diogo, tenía la piel en llamas, momentos antes, cuando él había bajado la corredera de su vestido tipo topless en color azul electrico, sintió su cuerpo desmoronarse por la intensa ola de placer que la recorrió, su deseo se intensificaba con cada roce, el contacto de sus pieles la estaba llevando más allá del límite de su resistencia.

Diogo se desconocía, no podía alejarse ni un milímetro de sus labios, de hacerlo, probablemente alguien moriría.Su necesidad por la mujer que tenía bajo su cuerpo aumentaba a cada segundo; Sonrió sobre sus labios al percatarse del contacto que ella hacía con la corredera de su pantalón, al instante la ayudó, él no sería la mala persona que la alejaría de lo que deseaba, sus pantalones desaparecieron con mucha rapidez, seguido se deshizo del resto de la ropa interior de ella, pero dejo sus tacones…

-Jesucristo… - susurró por lo bajo, la imagen de ella completamente desnuda, su piel reluciente por el resplandor de la luna, sumado a su agitada respiración casi lo doblegaron, no podía tragar, su garganta se tornó rasposa y solo esa mujer era quien podía calmar su sed. 

Estaba tan listo para entrar en ella que le dolía, abandonó su boca para dejar besos húmedos por su garganta y clavícula, bajó hasta los pechos de la chica y chupo cada uno, como si de un manjar se tratara, arrancándole fuertes gemidos de la garganta.Gina  se retorcía debajo de él, aferrándose a su cabello, presionando su cabeza contra sus senos suplicando por placer.

De a poco, la mano de Diogo se paseó por el cuerpo de Gina hasta llegar a su centro mojado de sus sabias; Lamiendo los rosados pezones de la chica, introdujo un dedo en ella, inmediatamente las caderas de la chica reaccionaron invitándolo a moverse dentro de ella, entendiendo el pedido, movió su dedo en círculos. Lo caliente que se sentía dentro de ella, lo adsorbió completamente, con la plena conciencia de que estaba lista, muy lista para recibirlo, tomó un preservativo de la mesa de noche y se lo colocó.

Se posicionó entre sus piernas y conectó sus ojos a los de ella, aun con la tenue luz los pudo con una claridad asombrosa, la mirada de Gina estaba cristalizada por el deseo, una extraña corriente recorrió su cuerpo al encontrar su mirada con ella; No podría definir nunca a qué se debía, porque jamás lo había sentido y eso lo asusto como el infierno, pero lejos de querer alejarse su deseo se cuadriplicó, entró en ella con un solo movimiento. Los ojos de Gina se ampliaron, respondió inmediatamente a sus movimientos, danzando junto a él con agitación y desenfreno; Rodaron sobre la cama, cambiando de posición, ahora, ella estaba sobre él girando en círculos sobre su miembro, inclinando su cabeza hacia atrás, la sola imagen pudo llevarlo hasta el límite. Esa mujer lo estaba montando con nunca antes ninguna lo había hecho, no se trataba de la técnica, en cada giro, en cada roce había algo, sin embargo él no podría definir lo que era.

Gina se empezó a tensar, sus respiraciones se volvieron mucho más agitadas, entonces,él supo que ella estaba llegando a su lugar feliz, así que decidió liberar todo lo que había estado conteniendo y tirándola sobre su espalda, comenzó estocadas brutales que quizá pudieran estarla lastimando, aun así, ella daba y recibía sin ocultar nada, arañazos, gemidos, tirones de cabello eran las caricias que ahora gobernaban el encuentro, entre fuertes gruñidos los dos llegaron al clímax.

Estuvieron en silencio para calmar sus agitados corazones, Diogo salió de Gina, en movimiento descuidado envolvió el preservativo en una toalla desechable y lo boto a la basura.

Gina mantenía sus ojos cerrados en la cama, el ritmo de su respiración se había normalizado, pero el golpeteo errático de su corazón no cesaba, esa sensación solo la había instalado ahí Diogo Ferreira era la tercera vez en la vida que se encontraban y así como en la segunda, no la había recordado, la aceptación de ese hecho, le produjo una triste sensación en el pecho, pero decidió apartarla, no arruinaría su momento, más tarde se regodearía en su pesar, pero ahora disfrutaría. Caminó hasta el baño donde estaba él y sin ningún tipo de aviso le beso, con necesidad y desenfreno, exprimiría cada segundo de su noche. A la mierda lo demás.

Diogo se estiró en la cama, la noche junto a Georgina había terminado entrada la madrugada, con los ojos aun cerrados palpó el espacio a su lado, encontrándolo vacío, abrió sus ojos de golpe, con lo poco que se veía a través de la ventana pudo observar que no había rastro cercano de la chica con la que compartió la noche, se levantó, lo primero que hizo fue tratar de escuchar ruidos en el baño, nada; Caminó alrededor del apartamento pero no encontró ninguna señal de ella.

Un torrente de emociones recorría el cuerpo de Diogo, si de nombrarlas se trataba, fácilmente podría ir desde el asombro hasta la molestia, se sentó en el sofá negro y pasó una mano por su rostro, una risa sardónica se marcó en su rostro.

-El maldito karma- dijo a la nada.

El resto del día en su mente aparecieron las imágenes de la noche compartida con Georgina, de su pecho no desaparecía la sensación de que algo se le estaba escapando con esta chica, la conexión que sintió con ella, no recordaba haberla sentido hace mucho tiempo, sin embargo, desechó el pensamiento, prefirió pensar que solo había sido una buena cogida.

Gina ingresaba a su apartamento veinte minutos después de haber dejado el apartamento de Diogo Ferreira, la sensación de que algo estaba mal no desamparaba su pecho, pero no lo reflexionaría, había sido su decisión pasar la noche con él, así que ahora asumiría las consecuencias, no se permitiría pensar en la conexión que sintió mientras tenia sexo, mucho menos daría lugar a pensamientos relacionados con las emociones, no con él y muchísimo menos lloraría porque él no la había recordado.

La chica limpió las lágrimas que recorrían sus mejillas con sus manos.

********

Lexi regresaba a casa después de haberse despedido de Samuel Garnett, el hombre había sido muy insistente con llevarla hasta casa en Greenwich Village, por primera vez en mucho tiempo le había resultado realmente duro no ceder ante la belleza y los encantos de un hombre, por lo general, le era fácil descartar a cualquiera que quisiera hacer su noche junto a ella, pero con Samuel, fue un verdadero sacrificio.

Habían hablado a gusto, reído y tomado algunos tragos sin evidentes segundas intenciones, reconocía que la actitud de él sorprendió, sin duda esperaba otro comportamiento de su parte. Le sorprendió la repentina desaparición de Gina, no esperó que al regresar a la mesa, ella ya no se encontraba; Samuel le dijo que quizá se había ido con su amigo.

Entró al cuarto de su hija y la vio dormida como el ángel que era, acarició sus mejillas y le sonrió, su pedacito de cielo era su mayor motivación para ser una buena profesional. Caminó hasta la puerta que conectaba con su cuarto y salió.

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