MONARCA | YoonMin [+18]

נכתב על ידי rocmabe

190K 16.6K 7.4K

Min YoonGi es un despiadado, terco y manipulador monarca de la dinastia Joseon quién, en un tributo bajo su r... עוד

Monarca
GUÍA HIBRIDOVERSE
Monarca: Prefacio
Monarca: Capítulo 1
Monarca: Capítulo 2
Monarca: Capítulo 3 [Parte 2]
Monarca: Capítulo 4
IMPORTANTE DE LEER ANTES DE LEER EL CAPÍTULO 5
Monarca: Capítulo 5
Monarca: Capítulo 6 [Parte 1/2]

Monarca: Capítulo 3 [Parte 1]

13.3K 1.6K 560
נכתב על ידי rocmabe

—¡Largo de aquí todos! —la voz del monarca entonaba una furia que imponía un miedo irremediable en todos los presentes, quienes se apresuraron a salir del salón con los rostros tallados en terror puro y crudo. Nadie se atrevió a negarse y ninguno dispuso en voz alta la contrariedad de su precepto, actuando como piezas desechables y siguiendo aquellas ordenes como un mandamiento imposible de eludir.

Por el rabillo del ojo podía ver a algunos guardias dispuestos a los lados de la entrada, controlando a los betas que correteaban hacía la salida como sucios cobardes. Mis manos temblaban con cada nueva puntada en mi vientre bajo y mi piel ardía en llamas, consumiendo mi anatomía en ellas. Me negaba a mirar hacía arriba, confundido, atemorizado y avergonzado de mi estado; sin embargo, el agarre en mi cuello me incitaba de sobremanera, casi como un aliciente y, es que, era imposible para mí no fijarme en las venas traslúcidas que saltaban sobre aquella mano grande envuelta en mi carne, quitándome el aliento.

Me sentí perdido en aquél momento, demasiado obnubilado en la cantidad de sentimientos encontrados que traía encima. Sabía y me daba cuenta, de que estaba perdido y que la muerte me esperaba con el chasquido de una orden, más mis pensamientos no podían unirse correctamente y abogar algo que pudiera salvar mi pellejo. Estaba tan caliente como jamás lo había estado en mi vida. Mi celo nunca fue así de fuerte, y me negaba a aceptar que el alfa frente a mí era el causante de aquel abrumador cambio.

Una parte de mí, la consciente y analítica, tenía miedo. Tanto que la necesidad de llorar y rogar por mi vida al rey era un planteamiento incesante en mi cabeza; no obstante, la otra parte, aquella –carnal, salvaje e imprudente– me gritaba que calmara mi lascivia elevada, sacando mi lado animal, aquél que actuaba por instinto y se dejaba guiar por el celo que se sobreponía a mi razón. Ciertamente, no sabía qué lado seguir y las dudas no me beneficiaban tanto como el uso propio de una contradicción a todo lo que yo creía correcto.

—He dicho largo, Kim... —la voz del Monarca volvió a hacer acto de presencia, con un siseo tan bajo que erizó la piel de mis brazos, y me fue imposible no fijarme en la persona a quién se dirigió.

Estaba ahí, detrás del feroz alfa que me tenía apresado, con las manos en puños y en una posición que dejaba en claro su desdicha ante aquella orden explícita. La cabeza del hombre se encontraba gacha, en una posición sumisa, pero yo sabía que se trataba de NamJoon. Su voz fue inconfundible desde el primer momento que intentó abogar por mí, y aunque agradecía internamente que estuviera poniendo las manos en el fuego al tratar de deshacer mi trágico final, no podía permitirlo. Yo me había metido solo en aquél problema y usarlo a él como un escudo era bajo, una treta abismal que ponía en duda mi buen juicio. Asímismo, intenté no pensar en mi excitación y con desesperación busqué su mirada, sin emitir sonido, peleando conmigo mismo y con las ganas de gritar en frustración al no conseguir nada.

—Recuerda a TaeHyung —habló el rey Min, en un entonación que ponía en tela de juicio su amenaza sin tapujos o pelos en la lengua, mirando sobre su hombro a NamJoon. No sabía de qué estaba hablando o de quién se trataba la persona con aquél nombre, pero pareció accionar algo en el otro alfa, quién alzó la mirada con un sentimiento que me supo a pánico.

Pero entonces, sorprendiéndome, NamJoon aparentó pensarlo por un momento, abriendo y cerrado sus manos, luchando con lo qué sea que estuviera reflexionando. Finalmente, cuando creí que la estupefacción no me podría caver más en el cuerpo, sus ojos me miraron por un momento inyectados en desolación y profunda tristeza, para luego pronunciar una especie de disculpa por su intromisión y, al igual que los otros betas, darme la espalda y desaparecer por las puertas dobles.

Un suspiro corto, de ajena felicidad por su desición razonable, se me escapó sin darme cuenta y al instante me arrepentí por exponer un sentimiento que podía poner en aires de sospechas a Kim.

La mirada del Monarca Min se posó de nuevo en mí y como si fuera un iman de doble filo, yo alce la mía para encontrarme con la suya. Un par de ojos pardos, dorados como el oro, me observaban enojados y su semblante podía ser, perfectamente, la personificación misma de la contención. Tenía la mirada nublada y dura, con la mandíbula tensa y las venas de su cuello sobresaliendo. Su aspecto era parecido al de un monstruo y su persona no estaba lejos de ese adjetivo. No pude evitar sopesar en el detalle de su rostro estando cerca, casí a milímetros del mío y cuando exhaló el aire de sus pulmones, la corriente impactó contra mis calientes labios, produciendo un estremecimiento por todo mi cuerpo.

—Voy a matarte, omega... —declaró, en un murmullo ronco y arrastrado. Su tono lejos de ser enfadoso o colérico, había sonado malditamente excitado y profundo. Mis ojos se aguaron, y no precisamente de miedo, sino de una abrasadora necesidad que me estrujaba desde adentro.

—Por f-favor... —mi voz salió en un hilo, rompiéndose a mitad de camino. No sabía qué pedía o qué rogaba en esas dos palabras que percibían algo más que una simple súplica, pero estaba muy deacuerdo con cualquier resultado que ellas me dieran.

Mi juicio tambaleaba en esa fina cuerda entre lo inmoral y lo correcto, bañándose en una indecencia que traía como resultado un aspecto poco favorable y nada razonable a mi persona.

—Voy a despedazar cada parte de ti... —siguió hablando el alfa como un monólogo, ignorando mi diatriba, mirándome con tanta intensidad que podía sentirlo hasta en los huesos, calando hondo dentro mío. El uso de su poderío en todas sus palabras no me sorprendía, ni se me hicieron insólitos, pero sabía de la severidad que había en cada una de ellas—. Ahora, dime tu nombre, omega.

Si bien aquello no fue una pregunta, sino un mandato en sí, había producido en mi cuerpo un sin fin de reacciones penosas que tuvieron como resultado que mi entrada trasera destilara un flujo propio de lubricación. Estaba sumamente abochornado por dejarme ver de esa manera ante el rey; sin embargo, por más que quería abrir un pozo en la tierra y enterrar mi cabeza allí, no podía hacerlo.

Mi aroma de poco en poco comenzaba a esparcirse por todo el lugar, en una escencia parecida al almizcle, pero mucho más fuerte e intensa, llevándose la antigua fragancia de loto y lavanda que por tanto tiempo me empeñé en mantener. No era propio de mi espécie poseer olores fuertes, ni mucho menos celos tan potentes y agudos. La confusión de mi cambiante estado me hacía cuestionarme de cuál fue el detonante de todo aquello, buscando entre desesperadas posibilidades una salida a la situación en la que me encontraba.

—Park Ji... Min —farfullé, al cabo de tensos segundo en donde su mirada nunca dejó la mía, escuadriñando mi semblante como un animal que analiza a su presa antes de devorarla.

Bajé mis ojos y miré en otra dirección, sintiéndome incómodo al darme cuenta de la cicatriz grande y burda que ensuciaba su atractivo rostro. Hacía años atrás, cuando en el reino aún no se regía bajo su dictadura sangrienta, el rey Min poseyó una benevolencia y carisma que ahora parecían un burla de la cruel realidad.

—Park JiMin —susurró mi nombre como si probara el sonido de las letras en su boca, y de sus labios salieron como una caricia a mis oidos. Las palpitaciones en mi entrada, aquellas que sentía en un estado de pura necesidad, se multiplicaron por mil al oírlo. Un gemido bajo y quebrado salió de mis labios cuando su agarre se afianzó en mi cuello, sus garras adueñándose de mi piel como si fuera la suya propia—. Dame una razón para no asesinarte aquí mismo.

Aún cuando mi mente pensaba en cientos de argumentos que podrían justificar mis acciones, yo no podía formular ninguna de ellas en voz alta, dejando que el silencio hablé por mí. Podía sentir la pesada sensación de su mirada puesta en mi rostro, pero me sentí incapaz de alzar la cabeza para comprobarlo. Estaba acabado, hundido de todas las formas posibles y mi realidad resentida sería morir a manos de un tirano despiadado y sádico. Lágrimas traicioneras hundieron mis ojos, y se convirtieron rápidamente en un torrente salado que bajó por mis mejillas dando un claro avisto de mi derrota. No tenía fuerzas para luchar y la calentura que me embargaba creaba una contradicción de dos sentimientos completamente distintos que colisionan en mi interior.

Un sollozo bajo y desgarrador brotó de mi boca, y tuve que apresar mis labios entre mis dientes para detener los otros que amenazaban con salir y desbordarme allí, frente a alguien que no tendría clemencia ni caridad.

De pronto, como una escena irreal, la fuerza de las garras en mi carne se aflojaron y, lentamente, la mano del Monarca se alejó, dejándome libre. Respiré entrecortado, tomando grandes bocanadas de aire, sintiendo el dolor lacerante que rodeaba toda la zona de mi cuello, el cual ardía como si cientos de avispones hubieran hendido su aguja en él. Aún tenía su presencia lo bastante cerca como para sentir su calor corporal y anonadado por su reciente acción, levanté mi mirada acuosa para observarlo.

El rey Min mantenía una expresión molesta y su inspección se retraía pensante, casí podía vislumbrar en su vista oscurecida mi semblante afligido, y me temí lo peor cuando una de sus garras se acercó de nuevo a mi cuerpo. Sorprendido, observé como su dedo indice recorrió la línea de mi cuello lastimado, despacio, como tentando el liso terreno, deteniendo su cometido en el hueso de mi mandíbula y tirando de ella hacía su rostro en un movimiento abrupto. Mis ojos se abrieron espantados y como si fuera un reflejo involuntario, mis manos se posaron sobre su duro pecho en puños.

—Mírate... —su susurro fue tan bajo y ronco, que envió oleadas de escalofrios placenteros por toda mi anatomía—, llorando como el sucio omega que eres. Me das lástima —escupió con verdadero asco y aunque me sentí ofendido, la acalorada zona de mi centro se sacudió ante su cercanía. Mis pezones se sentían pesados y puntiagudos con cada roce de la seda y un gemido volvió salir de mi boca, aún cuando intenté inútilmente detenerlo. La cabeza del rey se inclinó ligeramente, y con una morbosa curiosidad preguntó: —¿Te excita mi voz?

Una pequeña sonrisa torcida, sumamente siniestra, se dibujó en la comisura de sus labios y mi vientre se apretó en consecuencia. Los latidos de mi corazón se aceleraron masivamente cuando, tomándome desprevenido, su rostro disminuyó la distancia con el mío y sus manos apresaron mis caderas en un gesto altanero y posesivo. Una pequeña capa de sudor comenzó a envolverme y mi cara estalló en distintas tonalidades de rojo ante tan repentina acción de su parte. Que si bien estaba mal en todos los sentidos, mi cuerpo lo recibió temblando y sintiéndose caluroso en aquellos lugares donde su tacto se hallaba. Sus delgados labios se acercaron a mi oído y el aroma a menta y miel impregnó mi sentido del olfato, dejándome atontado por unos momentos.

—Te mataré aquí mismo —declaró en un gruñido atroz que disparó las alarmas en mi cabeza.

El peso de sus palabras cayó como cientos de piedras en mi estómago y la desesperación me embargó por completo. Sentí como toda la sangre se fue de mi cuerpo y hasta la última parte se congeló, atemorizado en niveles inimaginables con aquellas palabras cargadas de una amenaza aseverada. El pensamiento de enfrentarlo, pese a las consecuencias, y dejar de someterme, me llenaron y se fundió en mí de manera permanente. Debía rogar, gritar o luchar, hacer algo que pudiera asegurar mi libertad. Sabía que tentaba a mi suerte; sin embargo, no tenía opciones y mi razonamiento había volado por la ventana.

—Por favor, no... —fue la única oración coherente que pude formular y volteé mi rostro para encontrarme con su perfil anguloso a milimetros del mío, mirándome expectante—. Haré lo que sea. C-cualquier cosa. No m-me maté...

Mis manos temblaron debido al nerviosismo y mi boca se sentió seca, así que tuve que mojarla con la punta de mi lengua para quitar aquella sensación, gesto que no pasó desapercibido por el monarca, quién inhaló entre dientes.

—¿Cualquier cosa? —preguntó con una calma aterradora y yo asentí, dispuesto a seguir cualquier orden que él me pidiera—. Entonces, desearás haber muerto por lo que te haré y tú me complacerás en todo lo que yo diga.

Sin darme tiempo a reaccionar, una de sus ásperas manos envolvió la mía, y tirando de mi cuerpo, yo seguí temeroso su andar hacía la salida, dejando atrás las miradas poco disimuladas de pasmo de los guardias. Mis piernas temblaban con cada tramo recorrido y mi pulso latía veloz en mis venas, tratando de seguir el ritmo apresurado de su caminata. Nos abriamos paso por pasillos largos y oscuros, con el Monarca guiándome a dónde sea que él pretendía ir. Luego de lo que parecieron horas de caminata en un silencio pesado e incómodo, llegamos a una puerta doble forjada de hierro dorado, con dos alfas grandes y fuertes custodiandola. El miedo se apoderó de mis entrañas y con pavor observé como uno de los guardias abrió la pesada puerta con una pequeña llave que se encontraba en un estuche.

Me tomó unos segundos caer en cuenta de donde estábamos cuando crucé el umbral y es que, era imposible no reconocer lo ostentoso de toda la habitación a primera instancia. Aúnque, yo estaba más atento a todo lo que me rodeaba y un poco descarado, me permiti detallar con mi vista nublada la enorme alcoba. Había una gran cama de dosel en medio, con dos bancos a los lados y un enorme espejo de cuerpo completo se hallaba postrado cerca de una ventana. El dorado era todo lo que podía ver y apreciar además de ello, demasiado pulcro y ordenado.

La resolución de qué, ésta alcoba tal vez fuera del soberano rey, me paralizó en mí lugar y me hizo cuestionarme alarmado qué demonios estaba sucediendo.

—Acércate.

La petición del rey Min me sacó de mi momentáneo ensimismamiento y miré en la dirección de donde provenía su voz, para hallarme con su presencia parada a un lado de la enorme cama, en una postura que irradiaba altanería y soberbia. Con el temor arañando mi piel, tragué duro y avancé hacía él con pasos temblorosos como de ternero recién nacido, con un centenar de cosquilleos recorriendo mi vientre en ansiedad. Cuando la punta de sus zapatos tocó la punta de mis zapatillas, detuve mi andar y levanté la cabeza para hallarme con su expresión ensombrecida por las tenues luces de las velas.

—¿Qué d-debo hacer, majestad? —cuestioné, incómodo y sin saber como reaccionar. Luché contra los miles de improperios que se arremolinaban en la punta de mi lengua y contra la parte de mí que quería correr y huír lo más lejos posible, enconderme para nunca volver.

La imágen que se plató frente a mí en aquél instante, fue digna de una pintura vulgar y obscena. La mirada del rey destilaba una inusual impudicia lacerante y pude sentir en mi cuerpo el llamado de su propio instinto animal, atrayéndome a él. Mis ojos no se hallaron avergonzados de estar mirando como, sin emitir palabra alguna, sus grandes manos se engancharon al borde de su vestuario y con parsimonia comenzó a desprender los hilos que lo sostenían. El pesado material de su myeonbok resbaló por sus anchos hombros lentamente, acariciando su pálida piel hasta descender y enredarse alrededor de sus caderas.

Su torso quedó libre y mi respiración se atascó en la base de mi garganta, dejándome sin valor ni fuerza de voluntad para apartar mi mirada. La piel de su pecho y abdomen poseían unas cicatrices pequeñas e irregulares, ensuciando su tersa carne con imperfecciones, haciéndole lucir tan feroz e imponente que provocó que mis rodillas temblaran. No lucía marcado, ni masivo o cincelado; sin embrago, la firmeza de sus músculos estaban ahí, acompañados de un abdomen sólido y unos brazos fuertes, con venas saltando en cada racimo.

Sus brazos se cruzaron sobre su pecho y no me pasó desapercibido el movimiento de sus músculos ante la acción, que no eran hoscos o prominentes, pero me alteraron de igual manera. Mi calentura no ayudaba en nada y sin darme cuenta, mis manos tentaron hacía adelante, actuando por voluntad propia. No sabía qué estaba haciéndo, pero mi cuerpo parecía mandar por mí mismo, enviando ordenes a mis extremidades a su conveniencia.

Trazé con timidez, bajo el ojo observador del rey, los pequeños vellos rubios, casi imperceptibles, que llevaban a su pelvis con mis dedos y un jadeo –entre asustado y complacido– me asaltó cuando su mano volvió a tomar mi cuello, pero ésta vez con menos fuerza que la anterior. Me acercó a su rostro un poco más serio, con brusquedad, poseyendo un aire que le otorgaba poder sobre mí. Me sentía humillado y desorientado y, al mismo tiempo, tan excitado que no podía cavilar un pensamiento coherente.

—Compláceme, omega —su pedido fue cargado de una entonación tan ronca, baja y arrastrada que me sacudió por completo. Me atreví a mirarlo y noté como sus ojos se oscurecieron en varios tonos desiguales—. Hazlo y, tal vez, te perdone la vida.

Me sentí sorprendido, atemorizado y sumamente confuso ante su mandamiento. Pero sabía, muy adentro mío, que era mi única posibilidad de salir ileso. No iba a ser la primera vez que alguien usaba mi cuerpo, pero sería la primera vez que me encontraba ante una situación desfavorable y sin salida. Una punzada de resentimiento se apoderó de mi pecho solo porque sabía que mis opciones eran ilimitadas y con toda la resignación lacerante calando hondo en mi pecho, asentí con la cabeza.

—Está bien —mi voz tembló ligeramente, con un sentimiento que no supe descifrar y en sus ojos observé la satisfacción de verme caer rendido, sin nada que pudiera yo hacer ante tan horrible desenlace—. Lo complaceré, majestad.


המשך קריאה

You'll Also Like

259K 18.2K 91
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
132K 11.2K 32
Lara pensaba que Toni era el amor de su vida, pero dejó de serlo hace mucho, después del primer golpe que recibió por su parte cuando estaba embaraza...
159K 7.6K 41
Un día, dos chicas se encuentran en el metro. Violeta, que acaba de ser abandonada, se está recuperando de un corazón roto, y Chiara está lidiando co...
1.7M 85.4K 110
Como el título indica, veremos como reaccionan los héroes y heroínas de Marvel a este entretenido fic y las desventuras tanto de Peter como Logan La...