El Bosque de los Dioses

By HjPilgrim

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Efasthereth es un lugar prohibido para los habitantes de Dëkifass. Morada de los dioses antiguos que alguna v... More

Prólogo
Día de Entrenamiento
La Gran Noche
Refundación
Desaparecida
Efasthereth
El Pacto
La Pérdida
Apéndice 1: Dëkifass
Apéndice 2: Zhora Lumbardis

El Peso del Poder

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By HjPilgrim

Suena el despertador. Unos pocos rayos de luz se filtran por las persianas verticales de madera de nuestro dormitorio. A mi lado duerme Orph, mi marido. Estará soñando con Ricca y conmigo o, tal vez, con su trabajo. Se cumple su primera semana desempeñando el rol de secretario general del Ministerio de Educación Física. Es un trabajo muy exigente, de jerarquía, y las responsabilidades están a la altura de su salario.

Giro la cabeza y me siento tentada de despertarlo. Me miraría con expresión somnolienta, entre la duda de besarme o mandarme de paseo a Efasthereth —y me lo merecería, para qué negarlo. Su trabajo transcurre en otro horario y, a pesar de que trabajamos juntos en el MEF, pocas veces coincidimos debido a nuestros roles.

Mientras él hizo la carrera administrativa, yo me decanté por la de instrucción. Entreno a: los futuros miembros de los cuerpos de seguridad de Dëkifass, los candidatos a instructores y los futuros militares de Tie-Galam, nuestro país.

Me levanto delicadamente de la cama y me cubro con un manto. Hoy será un día caluroso, lo presiento. Aunque estemos en Sesem —el mes más caluroso del año—, en la mitad superior de la isla se disfruta de un clima cálido, pero no agobiante, a diferencia de la zona meridional. Podremos disfrutar del inicio del Día de la Refundación y —lo que es más importante—, del cumple de Ricca en las calles de Dëkifass.

Nada más me asomo en la habitación de mi bebé —sí, ya sé que no es un bebé ya, pero para mí lo es—, la encuentro destapada y despaturrada para todos lados. ¡Esta niña es terrible! Me muerdo el labio mientras la miro y la veo tan grande. ¡Tres años va a cumplir mi tesoro! Cuando menos me dé cuenta, ya será una mujercita que terminará dejando la casa y buscando su propio camino en la vida. ¡Qué los días pasen lentos, boyr Thelos!

En mi inocencia, pensé que la maternidad sería una tarea sencilla. Lo tenía todo claro: qué haría, qué no o cómo obraría en una u otra circunstancia. Todo eso no vale después para nada. Si bien no tuve un embarazo complicado y el parto fue llevadero —mi actividad física me permitió una dilatación relativamente rápida y una mayor tolerancia del dolor— desde el primer momento que sostuve a Ricca, supe que no sabía nada. Que todas mis presunciones estaban basadas en la lógica; pero, si algo aprendí durante estos tres años, es que este camino se vive día a día. Vas con una brújula avanzando, buscando el norte, porque el mapa que tenías nunca fue válido.

Hemos vivido momentos muy tensos con Orph, porque su cuidado, el mantenimiento de nuestra casa, de nuestros trabajos y, ante todo, de nuestra relación nos obligó a reorganizar y redefinir rutinas y prioridades. Nada podía ser igual. Estábamos obligados a cambiar. Costó tiempo encontrar esas nuevas versiones de nosotros mismos. Hoy puedo decir que lo conseguimos. Nuestra familia no puede ser mejor.

Acaricio sus cabellos castaños y lacios y la despierto con un beso. Ella se despereza, estirándose, frotándose los ojos y a punto de sollozar. Nunca tiene ganas de levantarse.

—Vamos, mi amor. Vamos a desayunar.

Ayudo a Ricca a incorporarse. La llevo de la mano a la planta baja, mientras bajamos los escalones de madera. Sé que no deberíamos ir descalzas, pero el suelo está fresquito —estoy por tirarme sobre él y aprovechar esa sensación que no durará mucho tiempo. En un rato estaré rogando para que el sistema de refrigeración natural haga su trabajo.

Llegamos a la cocina y ella se sienta en su silla de bambú y espera a que le ponga un buen tazón de cereales con leche de soja, acompañado por algo de fruta. Yo me preparo un menú similar, salvo que agrego una infusión de semillas de Hidria que te despiertan y te cargan de energía. Hoy me toca entrenar con un escuadrón de las fuerzas armadas. No va a ser fácil. Son muy exigentes y suelen menospreciar mi trabajo. Esperemos que no me toque un grupo complicado...

Activo el visor y en el canal del Ministerio de la Infancia emite la animación que cuenta la historia de Tie-Galam de forma educativa para los niños. De momento Ricca no está atenta más que a los personajes que se mueven, saltan y juegan los unos con los otros. Se cuenta todo desde un punto de vista muy simple, muy infantil. Nuestra historia dista mucho de ser algo pueril —aunque no me verás nunca con ganas de hablar de estos temas. Eso se lo dejo a Orph, que su puesto tiene mucho de eso.

—Mamá, no quedo maz —dice con esa vocecita tan mona que me vuelve loca.

—Vamos, Ri-ri. Come sólo un par de cucharadas más —animo, mientras predico con el ejemplo—. Así vas a estar bien fuerte. No querrás que Celenis te saque ventaja hoy, ¿no?

La mera mención de su enemiga mortal en la sala infantil la hace, no solo tomar ese par de cucharadas, sino acabarse el tazón. Me alegra que tenga ese espíritu competitivo. No obstante, le recuerdo que toda victoria tiene que ser honorable. No hay que perder la cabeza.

Cuando ambas estamos arregladas, salimos de la casa e iniciamos nuestro paseo hacia el gimnasio en donde se desarrolla mi trabajo. Yo estoy vestida con la ropa deportiva que me provee el Ministerio de Educación Física —con su omnipresente logo: un triángulo cuyo pico apunta hacia abajo—, ajustada y cómoda, mi pelo negro azabache atado en una cola alta y larga —voy a tener que cortarme ya las puntas—, y un poco de protector sobre mi rostro que actúa como base de maquillaje. Si bien mi piel es morena, a diferencia de mis padres y hermanas, necesito esa protección. Mi madre dice que ese rasgo es herencia hédrerin por parte de su abuela paterna. En fin, el Ministerio de Salud y Alimentación informa que, en estas calurosas fechas, tenemos que protegernos de la luz del muir.

Paseamos agarradas de la mano, mientras Ricca me habla de sus planes para hoy.

—Voy a coded maz que Cedeniz. Depuez cedé la campeona y me ofecedán un tabajo como el tudo.

—¿En serio quieres seguir mis pasos como instructora? —pregunto feliz. No puedo negar que amo mi trabajo. Hago lo que me más me gusta, aunque tal vez a mi familia le habría gustado que me hubiera enfocado más a otro tipo de carrera. Mi padre Careus, es el ministro del MEF; mi madre Leann trabaja como jefa de auditores para asegurar que todos los gimnasios y centros deportivos cumplen con los estándares del ministerio. Y yo, la primogénita de la familia Lumbard, elige la carrera deportiva. Pero ¡es lo que me gusta! Si tengo la oportunidad de hacer lo que quiero, ¿por qué no habría de hacerlo? Lo último que pienso hacer es elegir otro tipo de trabajo por el qué dirán.

Zi, mami. Quedo sed fuedte como tú.

Esta nena puede conmigo. La levanto, la abrazo fuerte y le doy muchos besos. Ella me mira extrañada. Todavía es muy chica como para entender que, conforme creces, la vida se complica y te pone dos caminos delante de ti: el que quieres seguir y el que esperan que sigas. No quiero poner esa presión en Ricca ¡nunca! Me encanta que quiera ser instructora, aunque el día de mañana ella podría querer ser artista o contable o conductora... ¡lo que ella desee!

—¿No te gusta en lo que trabaja papá?

—Papá haba y odena mucho. Ezo ez abudido. Tú te divietez maz.

La familia de Orph gobierna Dëkifass desde tiempos inmemoriales. Su ancestro —Meur Glarfeld— la fundó arrebatándosela a los espíritus que viven ahora en el Efasthereth, el Bosque de los Dioses. Es el destino de Orph terminar como gobernador por lo que, a pesar de estar en el MEF, su trabajo es puramente administrativo. Tiene que habituarse a ese tipo de tareas: mandar, sentir el poder y su responsabilidad. El día de mañana tendrá que ejercer un trabajo mucho más complejo. Esto no es más que un aperitivo.

—El trabajo de papá es importante.

—El tudo tambén. Hacez a la gete fuedte. Sin gete fuedte loz maloz no tendían medo.

—Eres muy pequeña para saber tanto. ¿Cuántos años vas a cumplir?

Tez.

—¡Tres ya! ¡Quién lo diría! ¿Y cuándo los vas a cumplir?

—¡Mañana! Lo tendíaz que zabed —replica enojada.

—¡En dónde tendré la cabeza! Tal vez en un gran y bonito regalo para la mejor hija del mundo.

—¡Quedo mi degalo!

—¡Vaya por dios! Para qué habré dicho nada... Cuando mamá termine de trabajar, iremos a celebrar las vísperas del cumple de Dëkifass, que coincide con el tuyo y, cuando regresemos a casa, papá y yo te daremos tu regalo. ¿Trato hecho?

Ricca entrecierra los ojos y me hace reír su mirada. Me tengo que morder el labio para no carcajearme.

Ezta ben —concede, no muy convencida.

La vuelvo a agarrar de la mano y continuamos el camino al gimnasio del MEF.

Unos pocos minutos nos separan del centro de Dëkifass. Durante nuestro paseo, nos cruzamos con mucha gente que va a sus respectivos trabajos —algunos en bicicleta, otros en sus autos de motor eléctrico y, alguno que otro, caminando como yo. La gran mayoría me saluda cordialmente o con amables sonrisas. Estoy destinada, por mi unión con Orph, a señorear sobre ellos. Si por mí fuera, yo seguiría con mi carrera en el MEF sin preocuparme por nada más que organizar las actividades dirigidas con las que entreno a las fuerzas de seguridad. Al contrario que mis hermanas, no me siento atraída por el poder. No me quita el sueño no ser la reina de Dëkifass. Sólo me interesa destacar por ser la mejor instructora.

Me pregunto si no estaré arrastrando a Ricca a una vida de exigencias y presiones. Yo ignoro cada una de las responsabilidades que, entre mi madre y la familia de Orph, intentan imponerme. Siempre les digo que, cuando él sea el gobernador, ya me preocuparé; mientras tanto, mi prioridad es mi trabajo.

—Zhora querida —interpeló mi madre en cierta ocasión—, si no estás a la altura de Orph, no harás que su mandato brille. Tener la crítica de cada uno de nuestros conciudadanos puede ser una mancha para ambas familias. La conjugación de ambas nos está permitiendo adquirir una influencia para mejorar nuestras vidas.

—Vamos, mamá. Lo único que os preocupa es que yo sea la mujer florero ideal de Orph para que, cuando nos paseemos por el resto de Galam e, incluso Selmek, adoren a nuestra familia. Sé que estáis planeando usar el gobierno de la ciudad para postularlo como presidente del país.

—¿Y qué de malo tiene tener aspiraciones? Tú deberías entender que un trabajo físico como el tuyo, no te lleva a ningún sitio. Además, termina...

—Termina qué, mamá. —Ya sabía lo que venía a continuación.

—Me gusta que sepas defenderte, querida, pero tienes que pensar que esto es un todo. El parto de Ricca fue increíblemente bueno por ello, pero es hora de que te preocupes por tu cuerpo, de otra forma.

—Yo no salí con Orph por quién era, sino por cómo era: una persona buena, amable, simpática y muy responsable. Su profesión o su familia es lo que menos me importa.

—¡Cómo me habría gustado que hubieras salido un poco más ambiciosa! Tarine y Welorys...

—¡Ojalá alguna de ellas hubieran sido las primogénitas y se hubieran enamorado de Orph! —exclamé enojada—. ¡Así podría haber hecho lo que hubiera querido sin que me tuvieras que estar molestando continuamente!

Aquel día me fui dando un portazo. Al siguiente le estaba pidiendo perdón a mi madre por mis malas maneras. Debería de ser más firme. Por estas actitudes termina todo el mundo aprovechándose de mí.

Ella mamó este tipo de ambición de sus padres desde la infancia. Leann, mi madre, había elegido una carrera en el MEF, descartando seguir en el Ministerio de Economía que administraban mis abuelos. Ella entendía esa presión. Seguro que se arrepiente de haber hecho carrera en un lugar con tan poca influencia. Ahora ve que estoy cometiendo el mismo error y quiere evitarlo. Pero ¿qué puede hacer realmente, si no me queda otra que ser gobernadora junto a Orph en un futuro demasiado próximo? ¿No es eso lo que quiere? ¿Para qué me sirve tanta ambición?

¡Oh, Ricca! Espero que puedas elegir tu camino sin presiones. Que nadie te obligue o quiera forzar tus pasos. Aunque, siendo la primogénita, van a querer que continúes con el legado de los Glarfeld en el gobierno de Dëkifass o de Galam.

Hay días en los que me habría gustado no haberme fijado en Orph. Así podría haber sido nada más que Zhora, la chica del MEF. O, al menos, no haber sido la primogénita. Yo quiero disfrutar mi vida, sin tener la constante presión de que, si no me comporto como se espera de mí, termine arrastrando el buen nombre de los Lumbard.

Me encuentro, finalmente, ante la fachada de gran gimnasio del Ministerio de Educación Física. Con un pórtico con nueve columnas sobre una plataforma a nueve escalones del nivel de la calle, parece más un museo que un centro de formación física.

Subimos a la entrada, mientras que Ricca corretea por la rampa y juntas franqueamos el portón, en cuyo hall nos recibe Ava, la recepcionista.

—¡Buenos días, Zhora! —exclama tan jovial como siempre—. ¡Ya queda menos para tu cumple, Ri-ri! Pasado mañana, después del festivo, te estará esperando una sorpresa.

—¡Oh, dios! —lamento de forma exagerada.

—¿Qué sodpeza?

—Has cometido el peor error de tu vida —indico mientras sacudo la cabeza—. Ahora te va a volver loca hoy y, por supuesto, a mí también.

—¿No puedez dámelo antez?

—Para este vas a tener que esperar un poco —aviso, mientras me pongo de rodillas y la miro a los ojos. Al contrario que yo, ella ha salido a la familia Glarfeld: ojos verdes, pelo castaño claro y piel sonrosada—. Además, así te lo dan todos tus compañeritos. ¿No te gusta más?

Me mira, un tanto insatisfecha, pero mis palabras conciliadoras me hacen lograr ganar esta nueva batalla. Asiente y le guiño un ojo. Me pongo en pie, marco mi entrada en el lector y me despido de Ava con una expresión de alivio que ella misma replica. ¡Hemos evitado una crisis de proporciones épicas!

Dejo el amplio recibidor atrás caminando hacia a mi izquierda donde, tras una puerta de vidrio con figuras infantiles en constante movimiento, está la sala infantil. Saludo a Menys, mi compañera que se encarga de cuidar a los hijos de los empleados del MEF.

—¡Hola hermosas! —Nos recibe y se inclina para hablarle a Ricca—. Celenis preguntó por ti. Quiere contarte algo, aunque no estoy segura el qué.

Sin despedirse ni corresponder al saludo de Menys, Ricca se pierde por el interior a toda velocidad.

—¡Qué terribles que son estas chiquillas! —indico risueña.

—E inseparables. Por mucho que compitan, son las mejores amigas que puede haber.

—Así es. ¡Qué bonito es vivir esa amistad tan intensa! —comento melancólica—. Bueno, me toca ir también a donde me corresponde. Hoy tengo clase con los difíciles.

—¿Los veteranos? —Asiento—. Se hacen los duros, pero al final los tienes bailando a todos a tu son.

—No es para tanto. En fin, ya te contaré después.

Me despido y camino hacia el fondo del hall, donde una puerta prohíbe el paso al personal no autorizado. Ahí se encuentran los vestuarios individuales. En el amplio pasillo de color blanco que hay tras la puerta me encuentro a Juset, Lingel, Andur y Loen —compañeros instructores que viven conspirando y planeando nuevas salidas una vez que acaba su jornada.

—¡Todos firmes! —exclama Lingel al verme. Siempre le gusta molestarme por ser la mujer de Orph. Tiene un humor ácido muy particular, pero que no me cabrea en absoluto. Es un buen tipo y el más veterano del grupo—. Llegó nuestra ama y señora.

—No todavía, pero pronto —expreso con un tono de voz amenazador.

—Se nota tu herencia hédrerin con esa sonrisa malvada —apunta Loen.

—Nuestra herencia, mi querido paisano.

Loen, al igual que yo, es moreno de piel y cabellos. Si bien él nació aquí, sus padres emigraron de Hidria buscando una nueva oportunidad en Dëkifass. No es lo mismo ser comerciante en una metrópolis que en una ciudad un poco más humilde. De momento, no se equivocaron.

—Al final, sois todos invasores menos yo, fassi de pura cepa —espeta Lingel.

—Espera un momento, que mi familia también estuvo en la fundación del sitio este —aclara Andur.

—Salvo que tus ancestros fueran fantasmas de Togash, me temo que eres tan foráneo el resto, incluido Andur —indica Jouset, originario de Valehn, la capital de Tie-Galam.

Togash no es un nombre que se pronuncie con frecuencia ni en vano. Sólo los capitalinos lo dicen ignorando el poder y la historia que carga. Sería remontarnos a poco más de mil años atrás cuando Dëkifass se llamaba Daudëki, la segunda ciudad que Eber Galam había fundado cuando descubrió la isla de Nemravros. La muerte visitó una gloriosa ciudad llevándose más de lo necesario. Esta historia se narra en La Cruzada de la Rosa Negra —mi libro favorito. Aunque se cuenta todo con un tinte novelesco y fantástico, todavía hay cosas que no comprendo si son reales o invención de la autora. Cuanto menos es fidedigno sobre los hechos que tomaron lugar en la Edad Media galame.

—Como descendiente de una casta antigua hédrerin, que se puede trazar a la propia Nâtar, nuestra diosa, os ordeno que vayáis a vuestros lugares de trabajo o seréis castigado con la asignación de mis clases, empezando por la de veteranos —ordeno ceremoniosamente.

—¡Ni de coña! —exclama Loen marchándose, seguido de Juset y Andur.

—¿Después viene Orph? —pregunta Lingel. Asiento—. Tengo que hablar con él seriamente.

—¿Algún problema? —Su tono no era para nada halagüeño.

—Creo que ya es hora de que el MEF me reconozca todos mis años de servicio. Hay una plaza abierta para auditores y me la merezco. Quiero hablar con Orph para que me tenga en cuenta. No voy a estar esperando eternamente.

—Estoy segura de que él hará todo lo posible para que seas el nuevo auditor de Dëkifass —indico conciliadora.

Entre tantas cosas, Orph es quien tiene la última palabra sobre los ascensos y cambios de roles relativos al personal del MEF, y sus decisiones suelen ser inapelables, aunque el ministro puede vetarlo si lo estima conveniente. En el caso de Lingel, no veo ningún motivo para frenar su crecimiento. De todos, es quien más lo merece —y no es que los demás seamos malos instructores, pero él ya se encuentra en un nivel superior.

—Gracias, Zhora.

—Nada que agradecer. Te lo has ganado. Ya es el momento de que se te reconozca.

Sonríe y se va. Me alegra que me siga viendo como su compañera y no como la mujer del enemigo. El equipo administrativo no siempre se involucra con el equipo de instructores y termina tomando decisiones que terminan perjudicándonos. Lo he discutido varias veces con Orph y él se enfada porque, según él, no entiendo el plan general. Por muchas vueltas que le doy, no veo más que el MEF trata de ahorrar donde no debe y la calidad de nuestro trabajo se resiente.

—Mi amor, tienes que entender que, muchas veces, para ganar tienes que perder —me repetía cada vez que le mencionaba sobre el asunto.

—Nunca veo que perdáis vosotros los administrativos.

—A ver, no hay un nosotros y vosotros. Somos todo un equipo. No cometas el mismo error que Lingel y el resto.

La mayoría de las veces no replico, simplemente dejo por imposible la conversación. Él debería saber cómo es la vida del instructor. Se la he contado desde mis inicios. Espero que alguna vez reaccione. Todos sabemos que Lingel, en particular, está muy cotizado por otros centros privados de formación física. Si no consigue el puesto de auditor, lo perderemos y, mucho me temo, que no será el único.

Notas del autor:

Boyr Thelos: ¡Por Thelos!, en galame. Equivalente a: ¡Por Dios!

Hedrerin: Gentilicio de los habitantes de Hidria.

Muir: Nombre del sol del planeta Henyêr.

Galam: Se suele usar Galam como diminutivo de Tie-Galam.

Henyêr: Planeta que se compone principalmente de dos continentes: Tie-Galam y Selmek, junto a muchos archipiélagos repartidos por sus océanos.

Fassi: Gentilicio de Dëkifass. Lit. habitante del bosque.

¡Bienvenidos a Efasthereth 2.0!

Esta nueva versión del primer capi viene dividido. Lo consideré muy largo para mi gusto así que ahora lo partí en dos para una lectura más dinámica.

¿Qué os parece Zhora y sus circunstancias? Todavía hay mucho por contar, así que os espero en el siguiente capi.

Aguardo con muchas ganas vuestros comentarios sobre ella, este nuevo mundo y sus particularidades.

¡Nos vemos en el siguiente capi!

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