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CAPÍTULO SEIS
🗯️ UN LINDO IDIOTA.
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Las cosas se habían calmado, o por lo menos June. Al no tener necesidad de estar cerca del dios del trueno, seguir a las únicas personas que le traían una vibra relajante fue su mejor opción para sentirse cómoda. Cualquiera diría que la presencia de la mujer era inútil en el laboratorio, con los tres científicos trabajando en busca del cubo, pero una vez más, aligeraba el ambiente. Charlie había aprendido a lidiar con las personas, si tenía que lidiar con niños de todas las edades y Tony Stark, definitivamente podía estar en la misma habitación que una chica intergaláctica que se la pasaba preguntando acerca de lo que hacían.
No podía hacer algo mejor. Ella quería, pero el travieso Loki ya estaba encerrado, y localizando el Teseracto encontrarían a los secuaces. Los tres parecían saber bien lo que hacían, les tenía cierta fe, aunque no los conocía en absoluto. Pensó que la pizza había tenido cierta influencia en ello, se terminó por su propia cuenta una caja entera, y aunque nadie se lo había señalado hasta el momento, todos lo habían notado. No era relevante a esas alturas.
—Yo debería estar en Malibú, con mi hija —murmura Charlotte.
—Sí, gran momento para venir a Nueva York —responde Tony—. Aunque, si lo piensas bien, fue tu culpa —señala, ganándose una mala mirada de la rubia.
—¿Qué? —inquiere.
—Tú querías venir, pudiste quedarte.
—No nos hemos visto casi en dos meses, tú me volviste adicta al trabajo —exclamó.
—¿Tienen una hija? —les pregunta June, en seguida.
—Tengo una hija —responde la rubia.
—Si crees que Charlie es radiante, Andy va a derretirte. Es una niña genial, estoy seguro de que le caigo mejor que su mamá —asegura—. ¿Quieres ver una fotografía...?
—Ella dijo que ama tu enorme cocina, no dijo que te ama —Charlotte asegura, comenzando un divertido pleito que no tenía fin.
—Espera, ¿ustedes no están casados? —June se confunde, mirando con atención al par.
—No todavía —se apresura a decir el moreno—. Doctora Charlotte Stark suena muy bien, aunque ella dice que no.
—¿Qué tal si haces tú parte para regresar a casa lo más pronto posible, señor Stark? —pide en voz baja, concentrada en su trabajo.
Era casi imposible mirar a esa pareja y no creer que eran un matrimonio. June no sabía casi nada de ello, ni de amor, tampoco de relaciones, casi de ningún tipo de relación que involucrara lazo afectivo, a excepción de sus hermanos y madre. Meredith Quill siempre trató de criar a sus hijos por sí misma, incluso después de haber sido brutalmente abandonada dos veces por dos hombres que le prometieron el cielo, las estrellas y de más. Pero, uno no había tenido la culpa, pues había fallecido. Andrew era tan sólo un bebé en brazos cuando su papá dejó el mundo, y su madre tuvo que recuperar fuerzas de dondequiera, porque tenía que estar para su hijo. Y después de un tiempo de haber estado cerrada con candado de los hombres, el señor de las estrellas estaba ahí, tan persuasivo, tan perfecto. Era claro que June jamás había conocido a su padre, pero su mamá decía hasta el cansancio que era un hombre espectacular, a ella y Peter. Siempre se preguntó: si era tan espectacular, ¿por qué nunca estuvo para ella? No tuvo un padre, y sabía que la mujer que la había criado era más que suficiente, que era asombrosa y también recordaba que la amaba, con mucha intensidad, sólo que le costaba trabajo recordar porqué la amaba tanto. Una parte de ella creía que era por el hecho de que era su madre, pero no le parecía ser suficiente para amar tanto a alguien. Estaba segura de que, aunque el último tiempo que estuvo con ella estaba enferma, recordaba vagamente su sonrisa y brillantez.
Andrew era tan sólo dos años mayor que sus dos hermanos, pero de algún modo, sentía que, si algún día se reencontraba con él, él sería la persona que aclararía todas sus dudas, que le diría todo lo que quería saber, que le daría el abrazo que necesitó durante tantos años. Habían sido veinticuatro cumpleaños difíciles, con el tiempo le importaba menos, pero seguía pensando al respecto.
Charlotte le recordaba a su hermano, era igual de lista de él, rubia y con lindos ojos. Siempre sintió que Andrew era la persona más lista que había conocido, y lo era para tener diez años. Estaba en concursos de ciencia, siempre leyendo sobre algo nuevo y tratando de arreglar todo lo descompuesto en casa. Hacía que sus hermanos fueran especie de asistentes para cada nuevo proyecto, y ellos lo hacían con gusto. Pero eso era todo lo que recordaba de su infancia. La única cosa que sabía con certeza, era que, los pocos recuerdos que tenía, eran el tesoro más grande en su memoria.
Mientras que Banner y Stark estaban teniendo una propia conversación en un lado de la habitación, Charlotte estaba trabajando en lo suyo, con June frente a ella.
—Oye —atrae la atención de la rubia—. Las películas existen todavía, ¿verdad? —Charlie asiente con la cabeza, ciertamente confundida por la muy rara pregunta—. ¿Qué pasó con McFly o el doctor Brown?, ¿fueron a 2015...?
—¡Oye! —escuchan una masculina voz, que las interrumpe—. ¿Estás loco? —se refiere a Stark.
—Eso dicen —le responde—. Realmente lo tienes controlado. ¿Cuál es tu secreto? ¿Música jazz, marihuana?
—¿Todo es una broma para ti? —le recrimina Steve.
—Las cosas graciosas —no se inmuta a responder. June se ríe sin necesidad de reducir el volumen.
—Amenazar la seguridad de todos aquí no es gracioso —espeta el Capitán—. Sin ofender, Doc.
—Está bien, no habría venido si no tolerara las cosas puntiagudas —dice Banner.
—Eres demasiado precavido, grandulón. Deberías liberar algo de tensión...
—Y tú concéntrate en el problema —pide Rogers, provocando que June rodara sus ojos una vez más. Ese hombre provocaba tensión en cualquier lugar al que entraba.
—Testosterona —murmura Charlotte, para sí misma al mirar al par de hombres.
—¿Crees que no lo hago? —frunce el ceño—. ¿Por qué Fury nos llamó? ¿por qué ahora y no antes? ¿qué no nos está diciendo? No puedo hacer la ecuación sin todas las variables.
—¿Crees que Fury está ocultando algo? —cuestiona.
—Capitán, es un espía, es el espía. Sus secretos tienen secretos —le explica—. También a ellos les molesta, ¿cierto? —señala a Banner y Heller.
—¿Podemos seguir trabajando, señor Stark? —le pregunta la rubia, llamándolo de aquella forma irónicamente—. Tenemos a un dios con límite de poder desconocido que nos quiere matar encerrado, así que, hay que trabajar rápido.
—Yo también quiero terminar mi trabajo aquí...
—¿Doctor? —le pide el Capitán.
Charlotte suspiró. Una vez más le quedó claro que su pareja jamás se podía quedar callado, y menos ante alguien como Steve Rogers. June prestaba atención a las palabras, acercándose hacia los hombres. No tenía mucho que ver, ella había sido un conveniente accidente, y una clara ventaja.
—«Una luz cálida para la humanidad» —citó Bruce las palabras del dios del engaño—. Así es como Loki ofendió a Fury, con el cubo. Creo que el comentario era para ustedes —le dice a la pareja, captando la verdadera atención de Charlotte—. Incluso si Barton no le habló acerca de la torre a Loki, eso estuvo en todos los medios.
—¿La torre Stark?, ¿esa espantosa...? —Steve frena sus palabras, al detectar la mirada del hombre—. ¿El edificio en Nueva York?
—Trabaja con energía Arc, un tipo de energía autosustentable. Se abastecerá a sí misma por un año, ¿no? —asume—. No entiendo por qué Fury no lo incluyó el en proyecto del Teseracto, o por qué están en la industria de la energía.
—Le echaré un vistazo a eso, en cuanto mi decodificador termine de penetrar los archivos secretos de S.H.I.E.L.D. Jarvis lo empezó a correr en cuanto entramos al puente. En unas pocas horas sabremos todos los sucios secretos que S.H.I.E.L.D. nos ha tratado de ocultar. ¿Una mora? —le ofrece.
—Un segundo, ¿sucios secretos? Creí que esta era una organización que los protegía. ¿Qué sucede? —pregunta Quill.
—Salvar vidas muchas veces es sinónimo de arriesgarlas, eso no es un secreto y menos en S.H.I.E.L.D. Tony, ¿qué pretendes? —cuestiona Charlotte
—Ese es el punto. ¿Una organización de inteligencia que teme a la inteligencia? —le responde el moreno—. Históricamente, no es genial.
—Yo creo que Loki trata de separarnos. Este hombre busca una guerra, y si nos descuidamos, lo logrará —pronuncia Steve, ganando otra risa seca de June.
—¿Qué somos?, ¿un escuadrón de rescate? —la castaña mete la mano en la bolsa de moras de Stark—. ¿Una tropa? —hace referencia.
—Tenemos órdenes —le hace saber, con un fuerte tono de voz—. Debemos seguirlas.
—No trabajo así —dice June—. En realidad, seguir órdenes, no es mi estilo.
—¿Y desde cuándo trabajamos acorde a tu estilo?
June prefiere guiñarle un ojo. Si algo conocía de un varón, era que le molestaba ser retado por una mujer, cosa que en realidad no funcionaba mucho para Steve, que era un hombre recto y sumamente convencional; pero la actitud rebelde y renegada, de parte de quien fuera, esa sí era exasperante en tiempos como ese. O por lo menos, lo era para él.
Lo curioso, era que rara vez él se daba cuenta que actuaba del mismo modo.
—Steve, dime que nada de esto te huele mal —interviene el doctor Banner.
El Capitán les da una mirada a todos los presentes. Charlotte trataba de liberar un poco de tensión generalmente causada por Tony, comiendo una golosina, sabiendo que su nombre saldría entre los tantos archivos de S.H.I.E.L.D. y cómo constantemente ella estaba en las instalaciones ayudando a Fury, y a la institución en general. Era, técnicamente, una persona más trabajando ahí.
—Sólo encuentren el cubo —finaliza Rogers.
El hombre decide abandonar el laboratorio, dejando ligeramente nerviosa a Charlotte. June prefiere bufar, aunque estaba confundida al respecto del pequeño altercado que habían tenido, no le hacía falta ser brillante como su hermano para notar que algo estaba torcido entre tanto, y le preocupaba estar defendiendo una parte que estaba haciendo las cosas mal. Tenía que averiguar más sobre lo que hacía.
—¿Ese es el hombre del que mi padre no dejaba de hablar? —se queja Tony.
—Bueno, es muy ardiente, pero con aires de idiota —confiesa Charlotte—. Eso pensó Acacia la primera vez que le hablé de ti.
Su novio rápidamente le da una mala mirada. Ella se encoge de hombros, sabiendo que era bastante verdad. Lo había dicho desde que tuvo edad para desarrollar el pensamiento de decir que un hombre era sexy, y se lo pareció siempre.
—Es verdad —secunda June—. Pero también eres ardiente —le dice a Tony, ganándose una sonrisa e interrogante mirada de Charlotte—. Oh, por favor, tú nos superas a todos —June le dice a la rubia.
La chica de las estrellas comienza a alejarse, dejando al par algo confundidos, pero divertidos ante el cumplido.
—Ella tiene razón, señorita Heller —menciona Stark.
—La tiene, señor Stark.
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