FIGHTER ( CHANBAEK )

By nobarabyakko

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Encerrado durante años en un lugar donde le exigen combatir entre sus compañeros, Chanyeol se mantiene en la... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5

Capítulo 2

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By nobarabyakko




El suspiro de su caballo se pudo notar al salir el aire por sus fosas nasales y ser alumbrado por los faros del quad. Él miró al conductor, quien se levantó la visera de su casco para que pudiera ver quién era.

Chanyeol.

En seguida clavó sus talones un poco más atrás de la tripa del caballo para darle a entender de que tenía que salir al galope. Se levantó de la silla de montar para indicar que fuera todo lo rápido que pudiera. De fondo, oía el quad rugir detrás de ellos.











***











El corazón de Chanyeol parecía a punto de salir de su pecho. Los guardias le habían obligado a sentarse en una silla fría y dura que además le sujetaba la cabeza con un suplemento que había en el respaldo. Su cuerpo se agitaba en pequeños temblores esporádicos provocados por la pelea de hacía tan solo unos pocos minutos. De alguna forma, su contrincante había dado en los puntos correctos para dejar sus músculos agitados e incontrolables y, aunque no estuviera atado a aquella silla, él no podría dar dos pasos sin caerse al suelo.

Las personas con las batas de científicos entraron a la sala donde él estaba, siendo seguidos por el chico nuevo delgaducho. Chanyeol abrió los ojos, aún su vista seguía borrosa pero le reconocería al instante por su tamaño.

¿Qué hacía él aquí?

Un foco fue encendido delante de sus ojos, cegandole y obligándole a cerrar los ojos de la intensidad de la luz. Para cuando consiguió abrirlos después de muchos parpadeos, el delgaducho había desaparecido de allí. Aunque en ese momento eso no le importó. Toda su atención se centró en la aguja que sostenia uno de los científicos.

Tragó saliva e intentó agitarse pero era imposible. Sus brazos, piernas y cabeza estaban atrapadas a la silla y no tenía fuerza para conseguir liberarse. Si estuviera en todos sus sentidos, tal vez conseguiría romper la silla de algún modo.

El pinchazo fue inevitable. Y él solo pudo observar impotente como el espeso líquido rojo se introducía dentro de su cuerpo. El dolor no tardó en aparecer.

Era horrible. Sentía que se ahogaba, que a sus pulmones no llegaba ni una pizca de aire, sin embargo no llegaba a morir asfixiado. Su cuerpo se calentaba hasta tal punto en que pensaba que se autocalcinaria, pero de nuevo, no llegaba a morir. La sangre en sus venas se cristalizaba y llegaba a arañar todo su organismo por dentro al avanzar dificultosamente por él. Era una auténtica tortura de un dolor insoportable que duraba horas y del que no podías hacer nada. Te faltaban solo 5 minutos sintiendo aquello para que prefirieras morir en el campo de combate que seguir viviendo pero en aquella silla.

Y por desgracia para Chanyeol, aquel insoportable dolor ya lo habia sentido anteriormente.











***











Nunca sabes cuánto tiempo exacto pasas en aquella silla, sufriendo sin poder hacer nada, pero nunca ves el final hasta que de golpe te despiertas en la habitación que te han asignado, en la cama individual de colchón duro. Al menos debía agradecer que las sábana siempre olían a limpio y eran suaves, algo que reconfortaba a todo su cuerpo que se sentía como si le hubieran atropellado repetidas veces.

Para cuando quiso darse cuenta, ya era la hora de la cena del lunes, por lo que se había tirado todo el fin de semana o en aquella silla o durmiendo. Esperaba que hubiera sido lo segundo, para su salud mental.

Al entrar al comedor, el jaleo de voces habitual se quedó apagado y reinó el silencio mientras todos sus compañeros le observaban atentos. Chanyeol se había consagrado una reputación muy importante allí. El número en sus placas indicaban, de alguna manera, cuánto tiempo llevabas allí dentro. A menor es el número, más tiempo llevabas. Él había peleado en demasiados combates y había ganado a todos, o más bien, a casi todos. Sus compañeros le tenían respeto, no solo porque él era fuerte, sino porque sabía que, si alguna vez les tocaba combatir contra él, ellos terminarían muertos en apenas unos minutos y sin sentir el dolor abismal de la silla.

Si, Chanyeol había matado a muchos con sus propias manos, pero él no era malvado, tan solo no quería que los demás sufrieran el mismo destino que acababa de sentir él.

Ahora no sabía lo que iba a suceder. Sus compañeros tenían miradas extrañas en sus rostros. Algunos se sorprendían de volverlo al ver, tal vez porque pensaban que llegaría en los huesos y con aspecto de haber vuelto de entre los muertos, cosa que Chanyeol no negaba que sentía pero hacía ver que no era así. Otros le miraban con terror, seguramente pensando que ellos podrían ser los siguientes en pasar por la silla. Y otros le miraban con burla, eran pocos pero se habían juntado en pequeños grupos y soltaban algunos comentarios despectivos hacia él, como que un niñato débil le había derrotado en apenas unos segundos.

Al escuchar aquellos comentarios, Chanyeol volvió a pasear su mirada por todo su comedor pero no encontró lo que buscaba. El chico delgaducho no estaba allí.

Se sentó en una de las mesas con su bandeja de comida ignorando la mirada de los demás. Aquel dia habia una especie de sopa de un color demasiado amarillo para ser sopa de pollo, que es lo que se supone que debía saber. Arrugó la frente por el extraño sabor pero siguió comiendo, su organismo necesitaba nutrientes y él no era tan tonto como para rechazar una comida que sabía mal para esperar por algo suculento que nunca llegaría.

Los murmullos fueron aumentando de volumen exponencialmente hasta que volvió el jaleo de siempre. Un chico se acercó a él y se sentó a su lado, empezando a hablar enseguida.

—Has estado demasiado tiempo ahí, amigo. —le comentó.— Ya pensábamos que habías conseguido cortarte las venas antes de llegar a la silla, pero vaya que nos ha sorprendido que estés de vuelta. El fin de semana ha sido aburrido sin ti.

—Sea lo que sea que quieras decirme, Sehun, suéltalo ya. —casi le gruñó al decir aquello mientras se llevaba la cuchara a la boca. Le miró de reojo con actitud molesta. La placa del pecho del chico con el número "194" destacaba en su pecho.

—Hay rumores, ¿Sabes? —le empezó a contar, acercándose a él para no hablar demasiado alto—. Ese chico no ha aparecido por ningún lado desde que te derrotó. Los tipos de las batas se lo llevaron en tu misma dirección y tampoco los hemos vuelto a ver. —miró para todos lados, como asegurándose de que efectivamente ningún guardia los vigilaba—. Lo que te hizo fue... demasiado extraño. Quiero decir —añadió rápidamente—, los nuevos no suelen ser fuertes... sabes lo que esos pinchazos te hacen. Sabes lo que pasa en aquella silla,...

Chanyeol golpeó fuerte contra la mesa donde ellos estaban. El plato de sopa salió volando hasta chocar contra el suelo y hacerse añicos, la cuchara aterrizó en otro lado, resonando el metal dando varios botes. El silencio volvió a reinar el comedor.

Sehun miró asustado la mesa de madera partida por la mitad y las astillas clavadas en el puño cerrado y sangrante de Chanyeol. Éste también estaba sorprendido y tenía la respiración agitada, con su pecho subiendo y bajando dolorosamente, pero intentó ocultar sus nervios bajo un rostro de indiferencia.

Cuando el más alto, Chanyeol, subió la mirada hacia sus compañeros, éstos rápidamente volvieron su mirada hacia sus platos y siguieron comiendo en un silencio tenso y lleno de nervios. Sehun había desaparecido de su lado sin darse cuenta.

La puerta del comedor se abrió de repente, aunque la mayoría de los que estaban allí no se atrevieron a mover la mirada de su plato, los que lo hicieron se quedaron con la boca abierta. Chanyeol seguía mirando su puño lleno de trozos de madera incrustados en su piel, con su corazón latiendo con fuerza contra su pecho, cuando sintió que alguien se sentaba en el banco frente a él.

Primero miró hacia las piernas de la persona, tapadas por los pantalones grises inmaculados que llevaba, luego fue subiendo. La camiseta que llevaba le quedaba algo ancha, estaba claro que debajo de ella no había músculos, o al menos no tantos como los que tenía él. Cuando subió la mirada al rostro de aquel chico se quedó petrificado. Sus rasgos eran frágiles, como si de un muñeco de porcelana se tratara. Se pelo estaba ligeramente desordenado, sus ojos miraban hacia la mesa mientras intentaba averiguar dónde podía dejar la bandeja con su comida, a lo que acabó optando por dejarla en el mismo asiento donde estaba sentado; sus mejillas estaban levemente rojas, como si tuviera fiebre, al igual que sus labios, los cuales tenían las comisuras hacia abajo lo que le daba un toque de tristeza a su rostro. Pero lo que más destacaba, era el collar que tenía alrededor de su cuello.

En ningún momento el chico le miró a él. Parecía que nada a su alrededor existía, solo se enfocó en comer con sus manos, sin importar si se manchaba o se quemaba. Un gruñido salió de lo más profundo de la garganta de Chanyeol, aquel chico no estaba comiendo la sopa amarilla fosforita, sino pasta con tomate que soltaba un delicioso aroma. Al chico no parecía ni siquiera disfrutar del manjar que comía entre sus manos manchadas de la salsa, manchando también el borde de sus labios con ella. El puño del alto se agitó de cólera y se levantó de golpe, casi tirando al suelo el banco donde había estado sentado.

—¡¿Por qué?! —gritó, más bien rugió, con todas sus fuerzas—. ¡¿Por qué tú?!

El delgaducho no parecía haberse enterado de que él le estaba gritando hasta que finalmente y con mucha tranquilidad le miró a los ojos. Chanyeol enfureció aún más, arrancándose a sí mismo las astillas de su mano y tirandoselas en el plato de comida del chico, quien parecía no importarle. Todo el mundo observaba aquello como meros espectadores.

Pronto varios pares de brazos le agarraron desde atrás y le inmovilizaron. Chanyeol ya sabía que se trataban de los guardias así que no quitó la mirada de los ojos del chico.

Porque había algo más que le hacía enfurecer a parte del hecho de que le habían derrotado, de que le habían hecho vivir un infierno en su propia piel y de que el chico estuviera comiendo algo delicioso sin importarle nada.

Y era su mirada.

¿Por qué tenía esa mirada de tristeza si era él el que estaba sufriendo más?








De nuevo le arrastraron por los pasillos pero esta vez Chanyeol no se resistió. Si te portabas de forma indebida había dos opciones: O no te tomaban en cuenta ya que muchos de los que estaban allí peleaban constantemente y no pasaba nada, o te encerraban en una habitación sin comida ni bebida durante varias horas para que recapacitaras. Pero el alto empezó a ponerse nervioso cuando pasaron por delante de las puertas de las habitaciones de castigo y no le encerraron sino que siguieron de largo. En su mente se activó una alarma y en ese momento empezó a resistirse contra los guardias quienes no le dejaban escapar aunque Chanyeol no se lo ponía fácil. Notaba que ahora tenía mucha más fuerza que antes y eso le aterraba un poco.

—¡No!

Tanto fueron sus luchas porque le soltaran que los señores en bata tuvieron que intervenir y le pincharon a la fuerza un calmante que le dejó indefenso por completo. Sus ojos se mantuvieron abiertos en todo momento y sus miembros permanecían inertes. Uno de los guardias cargó su cuerpo por los pasillos como si fuera un muñeco sin vida.

Hubiera deseado poder mover sus labios para chillar al ver de nuevo aquella silla y sentir cómo le dejaban sobre ella y le ataban los brazos, los pies y la cabeza a ella.

No de nuevo. No otra vez. ¿Por qué? Se supone que este es el castigo por perder un combate, pero hoy no es viernes y yo no he perdido.

Escuchó palabras incoherentes para él. Sus ojos se movieron muy levemente, tratando de enfocar los rostros de los señores en bata que había allí pero era imposible. Siempre era imposible.

Todos sus compañeros, absolutamente todos, veían borrosas las caras de los guardias y de los científicos o médicos o lo que fueran. Tampoco entendían su idioma. Esas personas hablaban muy poco pero cuando lo hacían era como si se comunicaran en un lenguaje primitivo, o quizás demasiado avanzado, y que era imposible de descifrar. Muchos de los que habían allí hablaban varios idiomas pero ninguno había logrado traducir una sola palabra de las personas que los controlaban. Tampoco nadie recordaba cómo habían llegado hasta ese centro, por llamarlo de alguna forma porque ni siquiera sabían dónde estaban.

Todo estaba lleno de misterios pero ellos no tenían forma de descubrir nada. Y la única forma de escapar de allí era conseguir quitarse la vida, pero eso no era tan fácil. La mayoría de ellos había intentado suicidarse, pero por alguna razón terminaban despertando en su cama como si nada les hubiera pasado. Otros se batían a duelo a muerte o se apuñalaban entre ellos pero antes de que eso pasara los guardias aparecian y los encerraban durante horas en habitaciones de castigo separadas. Allí era imposible morir salvo que fuera en los combates.

La aguja resplandeció en el encuadre que podían captar sus ojos. Esta vez ni siquiera pudo hacer el intento por moverse ya que tenía todo el cuerpo dormido, pero el pinchazó si lo sintió, al igual que el dolor intenso que vino poco después.

Le gustaría al menos haber podido cerrar los ojos e imaginarse que estaba en otro lugar, fuera de allí, en algún mundo fantástico de dragones y princesas, o siendo un hombre lobo, o un vampiro. Pero ni siquiera podía darse ese lujo. Sus párpados no reaccionaban por lo que sus ojos se quedaron abiertos y gruesas lágrimas caían de ellos sin poder controlarlas.

Chanyeol vivía allí dentro, amargado y sin una pizca de felicidad, pero al menos libraba a sus compañeros de tal terrible dolor y los ayudaba a salir de allí, aunque fuera a través de la muerte. La silla era algo que él no se merecía, y no pudo evitar pensar que desde que ese chico delgaducho apareció por las instalaciones todo se habia vuelto mucho peor.

Sintió rabia y también un poco de miedo. Si no fuera por ese chico, él no estaría ahí sentado.

Lo odiaba. Realmente lo odiaba.

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