Si las personas fueran conste...

By flormsalvador

10M 1.1M 2.1M

Aidan tenía una vida perfecta, hasta que descubre que su familia le oculta un terrible secreto. *** La vida d... More

LIBRO 1. Introducción
✵ Capítulo 01
✵ Capítulo 02
✵ Capítulo 03
✵ Capítulo 04
✵ Capítulo 05
✵ Capítulo 06
✵ Capítulo 07
✵ Capítulo 08
✵ Capítulo 09
✵ Capítulo 10
✵ Capítulo 11
✵ Capítulo 12
✵ Capítulo 13
✵ Capítulo 14
✵ Capítulo 15
✵ Capítulo 16
✵ Capítulo 17
✵ Capítulo 18
✵ Capítulo 19
✵ Capítulo 20
✵ Capítulo 21
✵ Capítulo 22
✵ Capítulo 24
✵ Capítulo 25
✵ Capítulo 26
✵ Capítulo 27
✵ Capítulo 28
✵ Capítulo 29
✵ Capítulo 30
✵ Capítulo 31 - PARTE UNO
✵ Capítulo 31 - PARTE DOS
✵ Capítulo 32
✵ Capítulo 33
✵ Capítulo 34 - PARTE UNO
✵ Capítulo 34 - PARTE DOS
✵ Capítulo 35
✵ Epílogo
DISPONIBLE. Libro 2

✵ Capítulo 23

199K 26.6K 60.7K
By flormsalvador

Oculto el cabello que sobresale debajo del gorro de lana y observo por el reflejo a mamá entrar a la cocina. No me ha dirigido la palabra en toda la mañana, solo la he escuchado discutir con Darel y reprender a Molly por no dejarse peinar para ir al colegio.

Observo mis ojeras y elevo mi ceja izquierda, entreteniéndome por un momento en la manera en la que mi piercing se mueve. Suelto un suspiro, empañando el espejo, dibujo una seña obscena y me río por lo bajo.

La mujer regresa a la sala, cogiendo una carpeta de la mesa. Me giro para verle.

—Voy a salir —le aviso. Ella alza su mirada y asiente—. Regresaré mas tarde.

—Cuídate —se limita a decir.

Quiero acercarme y darle un beso en la frente como es de costumbre hacerlo. Sin embargo, antes de decidir, ya he comenzado a caminar en dirección a la puerta principal para salir. Me coloco los auriculares, camino a la parada y espero a coger el bus que me llevará hacia mi destino.

Mi celular vibra, notificándome un nuevo mensaje.


De: Aitor

nos podemos ver???? No ahora, más tarde, cuando salga de clases

puedes??

sigues durmiendo?


Me quedo en duda, releyendo lo que me ha escrito. No tengo idea si eso es algo bueno o malo. Tiene días que no hemos hablado, ha reaccionado a mis historias de música y yo no he visto las de él, no porque las evite, sino que, simplemente no me aparecen. Quizá me ha bloqueado. No lo sé. No me importa.


De: Aidan

Supongo que sí, estaré en mi casa a las tres de la tarde.

De: Aitor 

okkokok, nos vemos!! Bonito día!!


Automáticamente, mi ceño se frunce. Él jamás es de desear lo último. Me extraña demasiado, aunque, a decir verdad, desde que Aitor ha pasado de un día a otro de odiar todos los detalles cursis a hacer mandalas junto a su novia dejándose fotografiar por ella... dudo que eso sea lo más confuso que tenga para mí.

Siendo las siete treinta y cinco de la mañana, el cielo se encuentra nublado, hay nubes grises danzando por el cielo y el sol se oculta entre ellas, su luz es casi eclipsada. Ya no me sorprende los cambios climáticos de la ciudad, se ha vuelto impredecible, un día puede llover y al otro existe la posibilidad de que haya una sequía.

Dejo caer la cabeza sobre el cristal del bus y me dedico a tararear las canciones que se oyen a través de mis auriculares. Me llevo alrededor de veinte minutos de camino hasta que pido la parada y continúo adentrándome al fraccionamiento.

El guardia que cuida la entrada me mira de manera interrogativa y... ¿ya he dicho que odio ese tipo de miradas? De acuerdo, puede ser que parezca un ladrón o sicario por vestir de negro, sin embargo, no sería uno estúpido que se arriesgaría a realizar su acto en la mañana en un lugar con seguridad de primera mano.

—Vengo a visitar al abogado Beckinsale —Trato de recordar el apellido del hombre.

—¿324-A? —pregunta.

Mi ceño se frunce.

—Venga, no sé qué código sea, pero solo debo ir a verlo, llegaré tarde. Si gusta puede escoltarme hasta la puerta de su casa.

Quiero avanzar y él me lo está impidiendo. El guardia suspira asintiendo varias veces.

—Es el lote —indica—. ¿Me puedes prestar tu identificación?

Aprieto mis dientes, repitiéndome que la paciencia hace al humano. Saco mi cartera del bolsillo trasero de mi pantalón y le tiendo mi Id. Este la coge y apunta algunas cosas, al final, termina regresándomela e diciendo que puedo pasar, con las mínimas ganas de querer seguir ahí; me obligo a dar zancadas huyendo de él.

Trato de recordar la casa y alrededor de otros diez minutos doy con ella. Después de que mis nudillos han tocado el portón varias veces, me fijo que hay un timbre a lado, ¿eso estaba ayer que vine con mi tío André? Tal vez me habría dado cuenta sino lo hubiese ignorado.

La misma señora de ayer me recibe con una sonrisa. A medias, le saludo de la misma forma y atravieso todo el jardín, a mi izquierda observo una camioneta blanca con diseños negros en las orillas de las puertas y luces.

«Por favor, yo quiero una así», pienso.

Y aquí estoy nuevamente de pie en la sala, balanceándome con mis pies mientras jugueteo con mi perforación pareciendo lo más entretenido que puedo hacer entre esas cuatro paredes.

—Buenos días, Aidan —Una voz ronca saluda a mis espaldas. Volteo al instante, viendo al hombre abrocharse los botones de la manga de su camisa.

—Buenos días —le devuelvo, asintiendo en señal de respeto.

—¿Trajiste lo que te he pedido? —pregunta, me indica con su cabeza que lo siga.

—Sí —afirmo.

Me deja pasar a —lo que parece— su despacho. Él rodea el escritorio y coge asiento, invitándome a que yo lo haga también.

—Antes que nada —inicia—, te debo una disculpa; te cité al final en casa porque mi esposa tuvo que salir por asuntos personales y los niños se quedaron conmigo, espero y no te sientas incómodo.

—Descuide —Le resto importancia.

—De acuerdo. Necesito que me des el citatorio y me cuentes bien lo que pasó, la razón por la que se pelearon, quién inició, si tuviste cicatrices o golpes, igual debes recordar si hubo presentes, es decir, testigos que puedan validar tu testimonio. No me mientas porque si lo haces; me complicarás el que yo pueda accionar ante tu caso. ¿Entendido?

Sus palabras son claras, su voz es calmada y lenta como si estuviese remarcando cada palabra con una finalidad de que comprenda a la perfección.

—Sí, está todo entendido.

—Bien —suspira, cogiendo una libreta café junto a un bolígrafo. Me extiende la palma de su mano y en mi cara se forma un gesto de confusión—. El citatorio.

—Oum, cierto, lo siento —me disculpo. El señor Beckinsale suelta una risa.

Hurgo en el interior de mi mochila y doy con este. Se lo entrego. Él le da un vistazo, leyendo detenidamente. Su ceño se frunce suavemente y rasca su barbilla. Tiene dos anillos. Uno en el dedo anular y otro en el medio. Sé que uno es de matrimonio. Ladeo la cabeza, intensificando mi mirada sobre el pequeño rodete, es de un color dorado y brilla con el reflejo de la luz.

Me pregunto de qué es el otro... ¿alguna promesa?

Retomo mi posición cuando dobla la hoja y la pone debajo de su libreta. Apoya sus brazos en el escritorio y yo esbozo una sonrisa nerviosa ante la mirada seria que me da. Si algo me ha quedado en claro, es que sus ojos verdes pueden tornarse oscuros si se lo propone, sí, qué miedo daría verlo enojado.

—Te acusan de haberlo golpeado con un casco, le has hecho una herida en la ceja donde se realizaron tres puntos de sutura, otra abierta en el labio de casi dos centímetros y múltiples golpes que dejaron marcas —destaca—, lo más seguro es que tengan pruebas mediante fotografías, eso complica un poco las cosas. Ahora bien, dime tú, ¿qué fue exactamente lo que pasó? La verdad, solo eso quiero que me digas.

Joder, me siento un completo niño regañado.

—Él inició-

—Aidan —me interrumpe—, necesito seriedad. Prometo ayudarte, puedo hacer que pagues una fianza muy pequeña, sin embargo, cuéntame bien lo que pasó. Ya te he dicho qué es lo esencial, vamos, tengo todo el día para escucharte... claro, hasta que mis niños necesiten algo.

Lo última suena tierno por lo que no puedo evitar elevar la comisura de mis labios.

—Ok —Me obligo a recordar el suceso.

Inicio pestañeando varias veces, siendo titubeante y dubitativo en todo el transcurso ante la firme mirada verdosa del hombre. Sé que he tenido culpa, yo siempre estuve en contra de la agresividad, pero con Brendon nuestros roces y pequeñas peleas hacían crecer esa línea tensa que nos dividía para que al final la decidiéramos cortar en medio del gimnasio. Yo no he jugado sucio metiendo el casco, quién cogió esa táctica ha sido él y yo solo quise finalizarla al ver que se estaba sobrepasando por algo que yo no tuve la culpa. Me lleva la mierda, si todo fue por su exnovia a quien me he tirado en aquella fiesta, la misma en la que Sue me hizo conocer a su diablillo.

«También el beso de tres, no olvides el beso de tres», mi subconsciente salta.

Oh, sí, súper importante, eh.

Cuando termino de hablar, el hombre desvía su vista a otro punto, pensando y recapitulando todo lo que le he dicho. Tal vez a estas alturas esté creyendo que la mejor opción sería dejarme en la cárcel por ser un completo salvaje. No lo culparía, pero tampoco quiero que lo haga.

Soy demasiado joven y definitivamente el color anaranjado no me quedaría.

Claro, lo que más temo es saber que no me vería cool siendo parte de los reos con aquel uniforme. Igual tendría comida gratis y cama... estoy pesando de manera estúpida. Lo sé. Me he dado cuenta. Fuck, no ir a clases comienza a afectarme.

En mi rostro hay una sonrisa de lado que intento ocultar ante mis pensamientos. No mentiré al decir que no siento presión por todo lo que me pasa, aunque tampoco puedo darle mala cara a... mejor cállate, Aidan, siempre tiene mala cara.

—Necesito que me digas quienes estuvieron presente —La voz del señor Beckinsale me regresa a la realidad—. Tal vez podríamos hablar con alguna de esas personas y puedan testificar lo que vieron. El hecho de que Brendon haya dado el primer golpe, no te quitará las consecuencias que tu respuesta ocasionó.

—¿Y qué se supone que iba a hacer? —arremato— ¿Dejar que me golpeara hasta quedar inconsciente y no defenderme? No es la primera vez que lo hacía.

—Te entiendo, pero a veces las peleas solo ocasionan más problemas. En el aspecto legal no importa quien haya sido primero, sino quien ha resultado más dañado.

Mi entrecejo se frunce. Sé perfectamente que no fue la mejor decisión. Igual necesito que me comprendan, no ocupo que me estén repitiendo lo que ya me sé de memoria, mucho menos que me hagan sentir mal. Parecen putas grabadoras.

—Esto es una mierda —siseo, dejándome caer contra el respaldo de la silla.

Él enarca una ceja y niega.

—Es lo que parece justo ante la ley.

—Pues la ley es una mierda —repito, acomodando la frase.

Se ríe y alarga un suspiro.

—¿Por qué no dejamos a un lado la mierda y lo que parece justo o injusto? —me pide—. Cuéntame, ¿tu familia lo sabe? Exceptuando a André.

—No es mi familia, no directamente —digo de mala gana—, y no, nadie de mi familia lo sabe, solo mi tía, la novia de André. Prefiero pasar por esto solo, yo... no tengo... solo no quiero.

Mueve una figura de cerámica y coge un bloc de notas. Mi atención va hacia los pequeños retratos que tiene a su lado, puedo fijarme que uno es de su familia.

Últimamente me siento vulnerable, débil, tan triste por dentro e intento esconderlo porque ya no quiero seguir así. Estar acompañado se vuelve como un antídoto para no caer y volver a ese hoyo del cual no he salido, solo doy brincos creyendo que estoy bien y las cosas se solucionarán de forma automática.

No es así. Sigo ahí adentro. Solo. Y cada vez se hace más profundo.

—Deberías pensarlo —murmura, inclinándose sobre su escritorio—. En momentos así es mejor tener de apoyo a nuestros seres queridos. No has matado, sin embargo, esto es catalogado como una riña, ¿sabes qué significa?

—No quiero sonar grosero, pero no me importa —digo de mala gana, mirándolo directamente a los ojos—. No pienso solicitar la ayuda de ellos, sería otra obra caritativa.

Lo último suena tambaleante. El nudo en mi garganta regresa y esa presión, a la cual le hice caso omiso durante un tiempo, regresa haciéndome saber que todavía me ahoga.

Él quiere volver a hablar. No pasa. El sonido de su celular indicando que ha entrado una nueva llamada lo interrumpe. Una mueca se forma en su rostro y mira la pantalla, quizás intentando saber de quién se trata.

—Discúlpame —se lamenta, cogiéndola.

Hago una seña con mi mano, restándole importancia.

Vuelvo a la fotografía que yace en su escritorio y cierro los ojos durante unos segundos, escuchando lo que dice a la persona que se encuentra al otro lado de la línea telefónica.

—Neisan, ahora no puedo... —Se queda en silencio—. Vamos, me platicas más tarde. Sí... Neisan, solo deja de quemar velas aromáticas y arregla esa fuga, hablamos luego.

Su voz se ha elevado y cuelga soltando un bufido.

El ambiente se ha tornado tenso y yo me obligo a olvidar lo que mi mente ha traído de regreso. Un silencio casi sepulcro envuelve su oficina, no sé si está analizando lo que le han dicho en la llamada o en cómo retomar la conversación que teníamos.

—¿Tienes idea de la cantidad de dinero que se tiene que pagar para una fianza? —Finalmente, cuestiona.

No soy capaz de decir algo al respecto, mis párpados tiemblan y mis ojos se abren, mi campo de visión es el mismo punto de hace unos minutos atrás.

—En eso estoy, buscaré la forma. Lo prometo —musito.

Suspira.

—¿Qué te está atormentando, Aidan?

—¿Qué clase de terapia psicológica es esta? No recuerdo haber pedido un grupo de apoyo —Me río, sintiendo mis ojos arder.

—No se trata de eso —dice con calma—, soy una persona empática. Por la manera en que te expresas de tu familia y actúas a la defensiva, solo puedo intuir que estás un poco roto. Es difícil digerir el dolor ajeno, lo sé, creo que todo esto del asunto de la demanda te pone más estresado. No tengo conocimiento sobre lo que ha pasado con tu familia para que estés así, aunque en tiempos difíciles es mejor mantenerla cerca. Todos necesitamos que nos sujeten cuando nuestras piezas están a punto de caer.

Sus palabras se vuelven sublime y no puedo digerirlas bien debido al nudo que se mantiene en mi garganta. Debo admitir que una capa se ha caído. No mentiré. Llevo queriendo escuchar algo como eso. También me duele, porque hay más interés en alguien que no me conoce que en otros que sí lo hacen.

Mi vista arde y se nubla, de esa manera, cae la primera lágrima.

—¿Cómo me podrían sujetar las mismas personas que me rompieron? —Mi voz se rompe y seco por debajo de mis ojos—. Yo-yo solo quiero —tartamudeo. No quiero sollozar, por lo que me quedo callado e intento controlarme— quiero que todo regrese a la normalidad. Me harté de la situación y de sentir que estoy haciendo mal... quiero paz. Nece-necesito paz.

Me deshago de mi gorro de lana. El calor ya se ha apoderado de mi cuerpo y la inestabilidad de mi respiración. Paso mi mano por mis mejillas y trago saliva. Mierda, estoy llorándole a un tipo desconocido con acento británico.

—Estamos hechos de errores y consecuencias, ¿y sabes? Eso nos hace humanos. Eres muy joven para alimentarte de odio y rencor.

—Pero me duele —murmuro, mordiendo mis labios.

—Y es normal —continúa.

—¿Aunque me hayan mentido? —me burlo. Las lágrimas me distorsionan la imagen del hombre—. Me quisieron proteger a base de mentiras y solo me destruyeron cuando supe toda la verdad, y ni siquiera me la dijeron ellos.

—La descubriste —comprende asintiendo—. Ya veo.

Hay un peso aplastándome por completo. Entierro mi cara entre mis manos y sorbo por la nariz, al mismo tiempo que cojo una bocanada de aire que llene mis pulmones.

—No voy a justificar ese acto, sin embargo, solemos tomar decisiones que creemos mejor para quienes amamos sin pensar en las repercusiones que vayan a haber más adelante. Míralo desde ese punto de vista. Pregunta y medita. A veces tomar el dolor, moldearlo y comprenderlo puede ser una buena alternativa.

Lo último me recuerda a lo que me dicho André hace unas semanas antes de que todo esto ocurriera.

Alzo mi vista al hombre y hablo:

—¿Para la felicidad?

Él sonríe.

—Exactamente.

Apoyo mis brazos sobre el escritorio y dejo caer la cabeza sobre ellos con la intención de ahogar un pequeño sollozo. Escucho como arrastra su silla y el sonido de la zuela de sus zapatos chocar con el suelo.

Lo último que espero de su parte es sentir palmadas pausadas en mi espalda, tratando de calmar mi estúpido llanto que se ha creado en pequeños lapsos, su tacto no es repetitivo, es intermitente y se mantiene en silencio durante unos minutos, dejándome liberar lo que siento en mi interior sin agregar algo más.

Más tarde, aprieto el gorro de lana entre mis manos, encontrando tranquilidad luego de unos segundos.

—¿Por qué hace esto? —pregunto. Mi nariz está tapada y mi voz se escucha griposa.

—¿Hacer qué?

Volteo para verlo y su gesto es serio.

—Aguantar el lloriqueo de un adolescente. —Una risa sin humor se escapa de mi boca.

—Trata a la vida y a las personas como quieres que te traten, o hubieses querido que te trataran. —Sonríe a medias—. En algún futuro mis hijos tendrán tu edad, en algún momento se romperán, todos lo hacemos, y quizá para ese entonces sus padres ya no estén, quiero creer que tendrán a alguien que, no importa si son unos desconocidos, sentirán empatía por ellos y le darán la libertad de llorar en su hombro.

Por favor, esos niños tienen un padre que daría la vida por ellos.

—Aidan, tienes dieciocho años, ante mis ojos eres un niño todavía. ¿Sabes? Las miradas no deben reflejar un punto de quiebre, mucho menos a tu edad.

—Ya no quiero llorar —digo por lo bajo.

El señor Beckinsale aprieta mi hombro.

—Hazlo, tal vez necesitas llorar, romperte lo suficiente para que pueda iniciar de nuevo. En ocasiones es mejor caer por completo —comenta—. El día que las Torres Gemelas cayeron, pensaron que ya nada podría levantarlas, tuvieron razón. En su lugar se levantó el One World Trade Center, ¿y sabes? Es el edificio más alto de todo Estados Unidos.

—¿Es una metáfora? —Sonrío.

—Lo es. Derrúmbate, pero cuando te sientas bien, construye la mejor versión de ti. Estarás bien.

—¿Debo tomar eso como un consejo de abogado o terapia?

Él se pone de cuclillas con el objetivo de estar casi a mi altura, se sostiene de mi silla y se queda pensando, aprieta sus labios y niega, volviendo a mí.

—Toma el consejo como el padre de familia que soy.





Mis pasos se detienen poco a poco y me quito los auriculares. Él me ve desde el otro extremo y se aleja de la camioneta. Al estar a unos metros, me fijo en su apariencia. Ok. Está de puta madre su nuevo corte de cabello, ¿pero no iba a dejarlo crecer más?

—¿Qué le han pasaron a tus rizos? —cuestiono, enarcando una ceja.

—Solo es un nuevo estilo —Aitor responde.

—¿No se supone que lo querías largo? No comprendo.

—El cabello crece, ¿bien?

Mi ceño se frunce por su actitud. No diré que esto es obra de Sue porque no se trata de echarle toda la culpa a ella de las decisiones de Blakely... al demonio, claro que esto es obra de ella.

—Lo entiendo, nada más que no te creo que sea un nuevo estilo. No cuando estuviste meses peleando con los preceptores cada que te reprendían por llevarlo largo. Sé geometría, por lo tanto, cuadrado no es igual a triángulo.

—Wow, ahora iniciamos con los chistes matemáticos.

Pongo los ojos en blanco.

—¿A qué viniste? —cambio el tema de conversación, yendo al punto principal.

—Buena pregunta —ríe—. Quiero decirte que tienes razón.

—¿Razón en qué? —interrogo confundido.

—He sido un pésimo amigo, ¿vale? Puse varias cosas por encima de otras que se trataban de ti, debí ir a tu cumpleaños en lugar de ir a donde Sue, estuve excusándola cuando también tuve que comprenderte. No es fácil pasar por todos los problemas familiares, tú siempre me has ayudado en los de mi padre. Quizás esa vez no quise entender mejor las cosas porque creí que la perra de Borris me estaba robando a mi mejor amigo, cosa que aún no duda y pienso encerrarla para la próxima en la bodega del conserje.

—Ok? —musito dudo y divertido.

—Oye —me llama—, somos mejores amigos. Eso jamás va a cambiar. Somos Aitor y Aidan, yo voy primero porque ya te dije que, en una relación entre los dos, yo sería el activo y-

—Sí, claro, sólo en tus sueños, imbécil —le interrumpo.

El chico deja escapar una carcajada.

—Te daré la razón porque no pienso herir tus sentimientos —se burla—. Hey, en serio, lo lamento. No voy a permitir que el Zaboo y Mafoo se acabe. Mucho menos por un tercero, eso incluye a Sue. Si te pierdo, perderé a la mejor persona que he conocido. Así que no me volveré a ir. De hecho, soy capaz de hablar con mi padre si necesitas dinero...

—No, no, no —niego rápidamente—. No voy a permitir que le pidas perdón por algo que fue su culpa, prefiero ir a la cárcel antes que te chantajee, estás estúpido si crees que aceptaré. Bien, viéndolo desde este punto, sí lo estás, pero no te dejaré.

—¿A quién has ofendido ante mi ausencia? —Se cruza de brazos.

—No te sientas importante, eres reemplazable —me encojo de hombros.

—Y tú un completo hijo de puta —farfulla y esbozo una sonrisa a medias.

—Eres reemplazable, más no repetible. He de admitirlo.

—¿Entonces me perdonas?

—¿Por qué debería de hacerlo?

—Porque tú igual tuviste culpa, me estuviste ignorando.

—Eso es verdad.

—Y porque de ahora en adelante seremos tú y yo, no pienso perder a mi mejor amigo por una chica, mucho menos si esta nos hace pelear, encontraré alguien que igual... me haga feliz como ella —Lo último suena bajo y su semblante cambia a una melancólico.

Ese gesto lo conozco. Ay, no. Por favor, dime que no es cierto.

—¿Qué quieres decir con eso?

Se encoge de hombros.

—No quería que nos distanciáramos, así que le terminé.

Por la puta madre.

—¿Qué? No, no debiste, oye-

—Tranquilo —corta e intenta sonreír—, no hay problema. Fue mi decisión. Estoy bien, en serio, lo estoy.

Si antes me sentía mal, ahora estoy peor, porque mis indiferencias con Sue no tenían que afectar lo que había entre ella y él. Porque Aitor realmente es feliz a su lado, y no, él no está bien. Le ha dolido dejarla, y a mí me ha dolido saberlo.

Maldita sea. 


Continue Reading

You'll Also Like

762K 46.6K 40
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
655K 76.4K 34
Cassie Harper es una amante del chisme que tiene una sola regla desde que le rompieron el corazón: No volver a enamorarse. Así que crea un plan perfe...
190K 18.2K 67
Jeon Jungkook es un Omega de 20 años, el cual siempre soñó con encontrar una pareja, pero nadie lo aceptaba, ¿ porque ? Fácil, Jungkook nacio con un...
69.5K 6.2K 63
Sus métodos de espantar a los hombres han mantenido a Melanie Grey a salvo de cualquier traición o decepción. Una estrategia que ha funcionado exitos...