Cuervo (fantasía urbana)

By AvaDraw

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Alexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que... More

Nota
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47 (I)
Parte 47 (II)
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52 (I)
Parte 52 (II)
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 60
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 65

Parte 43

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By AvaDraw

Corrí a mi habitación como si eso fuera a solucionar algo, como si pudiera huir de aquello. Apolo me siguió y se apoyó en el umbral de la puerta. Le supliqué con la mirada que me dejara sola, pero él no parecía muy interesado en mí sino en mi cuarto.

—Cielo, puede que tu sobrina sí sea una gorgona. Esto parece la cueva de una de ellas. Mira, incluso ha construido un nido —señaló un montículo de ropa que medía casi un metro—. Se está preparando para poner huevos.

Mi tía le agarró de una oreja y se lo llevó de vuelta al salón. Cuando volvió para cerrar mi puerta me pidió con un hilo de voz que descansara un poco.

En cuanto me quedé sola me lancé sobre las cajas donde aún tenía guardadas mis cosas del pueblo. Cuando me preguntaban "¿Qué salvarías de un incendio?" siempre respondía que salvaría mi móvil. Pero en ese preciso instante, cuando supe que lo había perdido todo, me puse a rebuscar desesperadamente hasta que encontré una vieja tortuga de peluche que resultó ser mi mayor tesoro. La abracé y me metí con ella debajo de la cama.

Mi madre me había regalado ese peluche cuando tenía diez años. El día que me lo dió lo desenvolví de mala gana y se lo tiré a la cabeza. Estaba furiosa con ella, le habría tirado cualquier regalo, incluso si hubiera sido la moto que llevaba meses pidiendo. Me habían dicho hacía pocos días que mi madre se iría a China a trabajar y no la vería en muchos meses, y yo estaba muy enfadada con ella. No le hablaba, destrocé sus productos de maquillaje y derramé aceite en su maleta. Mi abuela nunca me regañó tanto como el día que le tiré a mi madre la tortuga. Mientras abrazaba aquel peluche recordé lo triste que estaba en aquella época. Ahora que sabía a dónde iba mi madre todo tenía sentido.

En cuanto mi madre se marchó me arrepentí de haberla tratado mal y no me despegué de aquella tortuga hasta que regresó meses más tarde. Dormía con ella, la dejaba en el baño mientras me duchaba, la llevaba hasta a clase. Como los demás niños me la intentaban quitar la llevaba escondida debajo de la ropa, en la tripa, y les decía que tenía muchos gases.

Ahora podía perder aquella tortuga en cualquier momento, bastaba con que alguien me la pidiera. En cualquier momento podían quitarme mi móvil, mi ropa... había perdido mi intimidad. Me había perdido a mí misma.

Estaba tan aterrada que no podía ni llorar. Tenía tantos miedos y preocupaciones en la cabeza que era incapaz de pensar en nada. No supe cuánto tiempo había pasado encogida debajo de la cama, abrazando a la tortuga, cuando mi tía se tumbó a mi lado y me alcanzó uno de los cojines nuevos.

—Ponte esto debajo de la cabeza, la tienes que tener en alto.

—¿Vas a burlarte de mí por estar debajo de la cama? —me costaba hablar por el nudo de rabia que se me formó de repente en la garganta.

Ella miraba fijamente a las lamas del somier de mi cama como si fueran a darle la respuesta.

—Llevo siete años debajo de la cama y no tengo ni la mitad de tus problemas, así que...

La noté tan triste, tan desamparada que me sentí menos sola en mi agujero.

—Apolo se ha ido. Me ha prometido que buscaría a Atenea. Cree que ella podría darnos alguna solución —suspiró—. No te voy a engañar. Hace años que nadie localiza a Atenea y, según mi experiencia, es posible que no pueda hacer nada por ti.

Rompí a llorar.

—¿Qué haré si alguien me pide... me pide lo que Apolo...?

—Él cree que no todo el mundo tendrá la misma influencia sobre ti, que no es igual la orden de un mortal que la de un dios. Además, te has venido corriendo en cuanto él se ha alejado un poco, no parece algo perpetuo. Pero tienes motivos para estar asustada. Yo estoy asustada.

Se quedó a mi lado todo el tiempo que estuve llorando, sin decir nada. Solo me escuchaba. Salió solo para traerme agua y algo de comer. Yo me acabé cansando de llorar y me quedé dormida un rato.

Cuando desperté mi tía seguía a mi lado, debajo de la cama. Estaba viendo una serie sin sonido en el móvil.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —le pregunté abatida.

—Vamos a tener que improvisar algo, porque tú no eres de las que se quedan debajo de la cama.

Tenía razón. Cinco minutos después salí para ir al baño porque no me aguantaba más y no volví a meterme en mi torpe escondite hasta después de la cena.

Como siempre, pasadas las once de la noche, las serpientes aparecieron. Estaban algo desorientadas porque probablemente no entendían qué hacíamos debajo de la cama. La víbora hocicuda se enrolló a mi lado, la culebra bastarda se intentaba comer a la serpiente del maíz que entraba y salía de su boca como si aquello fuera un juego. La que lo llevaba peor era la culebra de escalera, que intentaba asomarse, pero no llegaba.

Con ellas aparecieron algunas escamas, el huevo en la garganta, la angustia y mis ganas de ir a buscar a Héctor. El miedo logró contrarrestar todo aquello y me quedé en casa, pero sabía que conforme pasaran los días mi miedo se disiparía y acabaría saliendo de casa para verle.

No pude quedarme dormida por culpa de la preocupación hasta que vi que Héctor había compartido una story en Instagram pasadas las doce. Era una foto de sus apuntes con el texto "se acabó por hoy".

Al día siguiente me llegó un mensaje de Tatiana.

10:50 * Tati: No tienes piojos, por qué no has venido al insti?

10:50 * Tati: Hemos mirado el pelo de Elena, no tiene y se frotó contra ti

10:50 * Tati: Es la mejor excusa de la historia, nadie sospecha pero a mí no me la cuelas

10:51 * Tati: Dónde estás?

10:51 * Tati: Estás de maratón sexual con el buenorro de la moto? 🌚

10:51 * Tati: Diego está triste, ayer apenas durmió en clase

10:51 * Tati: Mándale nudes así se anima

Esa chica no tenía ni una idea buena. No le contesté porque tenía asuntos más importantes que atender, como intentar no volver a meterme debajo de la cama cada vez que mi tía me pedía que le diera algún objeto.

Estábamos haciendo pruebas para saber cuáles eran los límites de la maldición. Al parecer la sudadera de Charlie era segura, al pertenecer a otra persona no tenía porqué entregarla. Probamos con ropa de mi tía y mis manos le dieron algunas prendas, las que ella ya no quería y quería donar. Dedujimos que cuanto más unida se sentía ella a algo, menos posibilidades había de que yo se lo devolviera.

—Es buena señal —murmuró poniéndose de pie—. Porque tengo apego a demasiadas cosas.

Sacó dos cajas enormes de la habitación secreta. Estaban llenas hasta arriba de ropa negra usada. Vaqueros, botas y camisetas de grupos de los que no había oído hablar en mi vida. Me contó que ya no podía usarlos, pero no podía deshacerse de esas prendas, le resultaba demasiado duro. La entendí perfectamente porque había guardado el chubasquero fucsia, que había quedado destrozado, en una bolsa de plástico, a pesar de saber que no había forma de repararlo.

—¿Qué hay en la habitación? —aproveché que estaba siendo amable conmigo para sacarle información.

—Tu lugar seguro está debajo de tu cama, el mío es esa habitación. —Su tono cambió de golpe. Se agarró un mechón del pelo y empezó a tirar de él nerviosa—. Te lo enseñaré, pero ahora mismo no. No, no estoy preparada.

Me dijo que iba a enseñarme a meditar e intentaríamos controlar mis serpientes y mis escamas de alguna forma para que fueran independientes de Héctor, aunque no estaba muy convencida de ello. La última parte de su plan consistía en que me pusiera en forma y aprendiera a defenderme. Así que me puse ropa para hacer deporte de la que había en las cajas y cuando se hizo de noche me llevó hasta un gimnasio que había a quince minutos de nuestra casa.

Me costó salir a la calle. La paliza estaba aún muy reciente y tenía miedo de cruzarme con los hombres que me habían golpeado. Al final me armé de valor, metí una toalla y a la tortuga en una mochila negra de mi tía, y salimos juntas de casa. Claro que, cuando estábamos llegando al gimnasio, pensé que llevarme el peluche no había sido la mejor idea ya que cualquier persona de la calle podría pedírmela y quedarse con ella.

Me costó no pedirle a mi tía que volviéramos a casa en ese momento, pero aguanté hasta que llegamos a nuestro destino.

Nunca había estado en un gimnasio de verdad, y era un sitio rarísimo. Todos se saludaban, sonreían e iban vestidos como se si fueran a hacer fotos para Instagram. Algunos hombres se miraban los músculos los unos a otros y bromeaban, la mayoría de las chicas escuchaba música mientras hacían un ejercicio que no necesitaban porque tenían cuerpos perfectos. Yo no pintaba nada allí.

—Esta es Alexia, mi sobrina —mi tía me presentó a un señor de edad indefinida que me saludó con amabilidad. Me dió la impresión de que nos estaba esperando. Tenía cuerpo de tener treinta años, pero la cara arrugada y acartonada como si tuviera sesenta.

Preguntó por los golpes que tenía en la cara y en los brazos. Mi tía no vaciló al contarle que me habían dado una paliza unos atracadores y por eso necesitaba aprender técnicas de defensa personal y hacerlo lo antes posible.

Hablaban como si se conocieran desde hacía años, de hecho él conocía a gente de Valdeculebras. Me habría gustado que él me enseñara defensa personal porque, a pesar de lo indescifrable de su edad, me había caído bien. Pero al parecer él solo era el encargado del gimnasio o algo así. No me enteré bien porque las mayas de mi tía se habían descolocado y me estaban metiendo por la raja del culo y tuve que ir a colocármelas al baño.

Cuando salí, vi a un chico joven estrechar la mano de mi tía y hablar con el encargado. Me dió la impresión de que él sí sería mi entrenador así que decidí observarles desde la distancia para poder examinarle y averiguar de qué palo iba. Aunque estaba de espaldas a mí me quedó claro en seguida qué clase de persona era. Vestía unos pantalones modernos de esos que se estrechan en las pantorrillas, unas zapatillas cantosas que probablemente se veían a varios kilómetros, llevaba una toalla al hombro y una camiseta remangada que dejaba ver sus músculos y sus tatuajes. No era tan musculoso como la mayoría de chicos del gimnasio, pero eso no parecía importarle. Tenía los brazos cruzados, las piernas separadas y alzaba la barbilla en una postura que parecía decir "ven aquí si te atreves". Habría sido la perfecta representación del típico chulo de gimnasio si no llevara el pelo cortado a trasquilones, como si se lo hubiese cortado él mismo estando borracho.

Mi tía me señaló, él se dio la vuelta y se me paró el corazón. Busqué una cámara oculta que me estuviera apuntando. Tenía que ser una broma. De los siete mil millones de personas que poblaban la Tierra, la última con la que me quería cruzar estaba allí. Su nariz estaba torcida y rota, pero sabía que era él. Reconocí los tatuajes sobre sus cejas. No se podía ser más ridículo y repulsivo. Su cara dibujó el gesto de asco más obvio de la historia. El Imbécil tampoco estaba contento de verme a mí.

Se giró hacia mi tía negando con la cabeza y alzando las manos. Intentó alejarse, pero el encargado y mi tía le taparon el paso. Empezaron a hablarle más de cerca mientras el encargado le ponía una mano en el hombro. No sé qué le estaría contando mi tía, pero de vez en cuando me miraba. Él no dejaba de negar con la cabeza, hasta que finalmente, después de más de un cuarto de hora, cambió la manera en la que me miraba. Me sentí como una idiota. Necesitaba un plan para escabullirme de aquello, pero no se me ocurría nada.

El Imbécil finalmente pareció ceder, se despidió de mi tía y caminó hacia mí. Yo no pensaba dejar ni que me saludara. Se me revolvía el estómago solo de pensar en oír su estúpida voz que siempre sonaba a recién levantado, así que salí corriendo en dirección a la puerta. Pasé a su lado sin mirarle y cuando estaba apunto de salir del gimnasio mi tía me detuvo.

—¿A dónde vas?

—Vámonos a otro gimnasio —dije con firmeza,

—Este está muy bien, les conozco y me hacen descuento. Además, han accedido a darte clases particulares para que vayas más rápido. Hace un tiempo estuve viniendo y está bastante bien.

—No está bien si le contratan a él.

—Tenía que haber sabido que Ray y tú os conocíais. Su abuelo era amigo del tuyo.

—Todos en el pueblo le conocen, es El Imbécil. Es un madraka de mierda, es muy tonto. Venía al pueblo a veranear y se creía lo más, como si el pueblo fuera suyo. Todos saben que es un imbécil, pregunta a cualquiera en el pueblo. Tía, por favor —supliqué—. Vámonos ya, no puedo ni verle, me da mucho asco, no pienso...

La mirada de mi tía me heló la sangre.

—Déjate de niñerías de patio de colegio y espabila. Que estés herida no va a hacer que sea blanda contigo. Así que o entrenas con él o te buscar un lugar donde dormir. Tengo su teléfono y si me entero de que no has ido a la clase no entras en casa.

En otras circunstancias habría dormido en la calle, me habría buscado la vida, pero estaba muerta de miedo y necesitaba un lugar seguro para dormir. Así que me tragué el orgullo y fui arrastrando los pies a pasar una hora con la persona a la que más he odiado en mi vida.

Hola!

mil gracias por todos los comentarios del capítulo anterior, son mejores que el capítulo en sí mismos, y si no me creéis volved y comprobarlo. Un millón de gracias 💕😁

Espero que este capítulo os haya gustado, presentar personajes nuevos a estas alturas interrumpe la acción pero creo que valdrá la pena. Quién es "El Imbécil"? recordáis que alguna vez Cuervo le mencionara? 

Creéis que la Tati es sabia y Cuerno debería estar haciendo maratones con Apolo y enviando nudes a Diego?

Por cierto, he visto a Ann Rodd hacer esta pregunta y me pareció muy buena (como todo lo que ella hace): "Hades secuestró a Perséfone antes o despues de que filmaran Hércules?" 😂

Este capítulo se lo dedico a @CazKorlov que se ha currado unos tiktoks de Cuervo que son una PASADA. Además de ser muy buena tiktoker es clavada a Cuervito, buscadla en Tiktok como polvofeliz.mkp ¿creéis que se parece?

Os dejo con un meme de Lorena 😁

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