❝ Una mami para navidad ❞ ||...

Von _xYoungOnce

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❝ Todo comienza con el deseo anhelante de una inocente pequeña y termina con una intrusa muy dulce en la vida... Mehr

Capítulo 1;; Regalo de Medianoche
Capítulo 2;; Intrusa
Capítulo 3;; De compras con mamá
Capítulo 4;; Consiguiendo el árbol perfecto
Capítulo 5;; Tristes fiestas
Capítulo 6;; Mamá volvió
Capítulo 7;; Nuevas Sensaciones
Capítulo 8;; Unión familiar
Capítulo 9;; Obra Navideña
Capítulo 10;; Reencuentro familiar
Capítulo 11;; La primera nevada
Capítulo 12;; Amigas
Capítulo 13;; Salida Navideña
Capítulo 14;; Noche buena
Capítulo 15;; Media Noche
Epílogo

Prólogo

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Von _xYoungOnce

La fiestas se acercaban y lo último que quería era quedarse en casa, así que ese sábado por la mañana en cuanto vió partir a su madre al trabajo, decidió salir al centro de la ciudad.

Apenas había cumplido los 11 años pero ya era una joven muy lista y muy independiente, su madre le enseñó a ser así al sólo obtener de ella su ausencia.

Yeji caminó por las calles de Seúl luciendo su ropa desgastada y no es que no tuviera dinero, su madre trabajaba mucho para darle todo lo que necesitaba, pero tristemente jamás le había acompañado de compras, toda la ropa nueva que tenía guardada era un regalo de su madre y no la usaba para salir porque en definitiva no era su estilo y cuando estaba apunto de comprar por su cuenta terminaba topándose con la escena de una madre con su hija eligiendo ropa bonita.

Debía admitir que eso era duro de ver; las niñas de su clase con sus madres a su lado se veían mucho más felices y bonitas pues tenían una mamá atenta que les cuidaba hasta el cabello.

Entonces recordó que no se cepilló el cabello y gruñó con mala cara. Corrió al interior de una de las tiendas departamentales de un centro comercial cercano y se encontró con la misma escena, una madre y su hija.

Yeji miró de reojo fingiendo ver un par de prendas que estaban colgando de ganchos pero terminó de nuevo suspirando con la mirada al suelo.

— ¡Hey Yeji!

La voz de su amiga Ryujin le hizo volver a levantar su rostro y al verla sonrió por amabilidad y no porque realmente naciera de ella.

— ¿Qué haces aquí?

— Mamá me trajo de compras.

— Oh.

La sonrisa de la chica se fue apagando cuando vio una mala expresión en su amiga.

— Es horrible Yeji, sálvame.

— ¿Por qué? Parece divertido.

— No lo es, en serio.

Yeji frunció el ceño sin comprender y abrió la boca para decir algo pero la voz de una mujer mayor le hizo detenerse. Al dirigir su mirada allá notó que era la madre de su amiga y cuando volvió la vista a Ryujin esta puso los ojos en blanco y más a fuerzas que de ganas se despidió.

— Debo irme, nos vemos en la escuela.

Un asentimiento de la otra fue la respuesta mientras su amiga corría hacia su mamá.

Otro suspiro y dando pasos muy lentos pero a la vez largos se detuvo frente a dos maniquíes de una madre y su hija.

¿Acaso era una clase de tortura?

Extrañamente Yeji ya no anhelaba que esa persona fuera la madre que tenía, de hecho sabía cómo funcionaba; mientras una madre o un padre trabaja el otro se queda en casa con los hijos, y sinceramente se había cansado de buscar atención de la madre que tenía.

Muchas veces se enojaba con ella por desear una madrastra y más por el hecho de que no sabía sí a su madre le gustaban los hombres o las mujeres como a las mamás de Ryujin.

Cuando se cansó de ver a los bonitos maniquíes y estaba apunto de volver a casa sintió la mirada de alguien en ella pero no encontró a nadie mirando, así que siguió hasta que se detuvo en una fuente de deseos que se encontraba en la misma tienda departamental.

Caminó sin vacilar y al ver el interior notó que eran cajitas de regalo con un letrero que decía "tome uno" y otro decía "gratis".

Sonrió e introdujo su mano tomando una cajita dorada bastante bonita. Primero miró alrededor antes de abrir la cajita y encontrarse una hoja que decía "un deseo gratis". Frunció el ceño y caminó por la tienda sin rumbo, hasta que levantó la mirada y se encontró de nuevo con los mismos maniquíes.

— Así que un deseo gratis.

Yeji casi pega un grito por la sorpresa, la mujer se veía vieja, como una abuela pero muy guapa a decir verdad. Le sonrió y asintió.

— ¿Sabe donde puedo canjearlo?

— En realidad yo soy la encargada de ese pozo de los deseos.

La sonrisa de Yeji casi toca el cielo pero de nuevo una pregunta surgió porque no terminaba de entender.

— ¿Cómo funciona? ¿Debo elegir una prenda o producto de la tienda?

— Oh nena, es más que eso.

La amabilidad de la señora le hizo sentirse en confianza y rascándose la nuca negó

— No entiendo.

La mujer fijó la vista a la pequeña con una cálida sonrisa, cómo si quisiera leer sus pensamientos con ese acto.

— Dime ¿qué es lo que más deseas?

La pequeña miró por la tienda y se encontró de nuevo con ese maniquí pero su sonrisa se apagó y volvió la vista a la mujer.

— Una mamá.

La risa avergonzada de Yeji hizo sonreír con cierta ternura a la mujer y entonces accedió con un asentimiento.

— ¿Y tú mamá?

— Ella, ella no...

— Está bien, está bien. No tienes que decirlo.

La mujer le cortó pues veía mucha presión en la que para ella era sólo una niña.

— ¿Así que quieres una mamá para estas fiestas? Porque sabes, esto es sólo un deseo navideño. — Yeji asintió, no creía lo que escuchaba. — ¿Comenzando desde esta media noche hasta la media noche de navidad?

A Yeji casi se le caía la cabeza de tanto asentir.

— Pero primero ponte esto.

La mujer señaló la cajita que tenía Yeji en sus manos.

Ya no tenía más la nota de regalo, ahora tenía un collar muy bonito, en forma de una gota de agua, brillante y femenino.

Levantó su vista  a la mujer que le dirigía una mirada demasiado amigable.

La casi adolescente no se contuvo y sonrió con plenitud tomando el collar con una mano.

— Es bonito, gracias.

La mujer se levantó y despidió, no sin antes dedicarle las últimas palabras.

— La fe puede hacer maravillas.

Las últimas palabras le hicieron sentir extraña, miró el collar una vez más con pensamientos a medias.

•••

Al llegar a casa se encontró de nuevo con lo vacío de su hogar. Se dejó caer en el sofá y se puso el collar.

— Así que una mamá para las fiestas.

Una risa discreta salió de sus labios.

La madre que ya tenía no tuvo el tiempo para estar los días más importantes de su vida; como sus presentaciones de la escuela o en sus cumpleaños o esos días de navidad y el día de la madre o el día del niño...

Quizás sí lo deseaba con más fuerza.

Al final se negó a seguir fantaseando y se puso a ver televisión hasta que llegó la noche. Por suerte el viernes hizo su tarea, tenía el fin de semana para aburrirse.

Cuando las manecillas del reloj llegaron a las 11 pm la adolescente bostezó, su madre había entrado a casa antes de que la lluvia llegara. La escuchó abrir y sus pasos acercarse.

— ¿Yeji? ¿Qué haces despierta?

— Es sábado.

— Y en una hora domingo.

Yeji puso los ojos en blanco pero no se movió, su madre era muy estricta y las muestras de cariño escaseaban en ella.

De repente la escuchó bufar y subir las escaleras, se había librado de ella. Se frotó un ojo y siguió viendo la película navideña que pasaban por cable hasta quedar dormida.

No supo cuánto tiempo pero sí que supo quién le despertó.

El timbre.

Espera ¿qué?

Tomó su teléfono celular y miró la hora, eran las 12 y 20. Demasiado tarde para que alguien visitara su casa y más contando la tormenta allá afuera.

De nuevo los zapatos de su madre se dejaron escuchar y al pie de las escaleras le esperó mientras bajaba.

— ¿Quién es? — Su madre preguntó pero Yeji se encogió de hombros, ni siquiera fue a investigar.

La mujer con esa expresión irritada se dirigió hasta la puerta y la abrió sin importarle si era algún maleante por el vecindario, Yeji solo suspiró con preocupación.

Una mujer demasiado atractiva apareció en la puerta, con maleta y sombrilla en mano.

Ésta con una agilidad extraordinaria cerró la sombrilla y saludó con una sonrisa enorme dejando tanto a madre como a hija impactadas.

— ¡Hola! Lamento llegar tarde. Ya saben, la tormenta. Vine por lo del anuncio.

Yeji sonrió ampliamente al notar que se trataba de la mujer maniquí que vió en la tienda, era hermosa, totalmente una modelo...y su mamá hasta navidad. No sabía qué hacer.

Mientras tanto notó que su madre de sangre se quedó congelada sin entender y aún más por la confianza que tuvo la mujer en entrar a la casa. Sin embargo ella fue la primera en hablar.

— ¿Anuncio?

— Sí, hospedaje y alimento a cambio del cuidado de una niña.

La mirada del maniquí andante fue a su dirección al igual que sus pasos apresurados.

— Tú debes ser la niña.

Un instante más y volvió a hablar luego de haberla visto bien.

— Que linda.

Yeji se emocionó en su interior, trató de no mostrar cuán emocionada se sentía y sólo pudo sonreír y agradecer.

— Gracias.

— No, yo no he puesto ningún anuncio.

El ceño marcado en su madre era aterrador para la menor pero no para su nueva mamá, nada la hacía dejar de sonreír.

— Yo lo he puesto.

— ¿Qué? ¿Por qué?

Yeji se mordió el labio inferior tratando de buscar una buena excusa.

— ¿No es obvio? Vienen las fiestas navideñas y hay mucho que hacer, eso sólo hará que esté muy ocupada para su hija.

La mujer maniquí se adelantó, le salvó, cuando vió la ropa que usaba notó como las prendas aún tenían la etiqueta y cuando su madre se distrajo colocándose por detrás le arrancó la etiqueta a la ropa, a la sombrilla y a la maleta, esas dos últimas se habían quedado en la entrada. Todo mientras su mamá de sangre y su nueva mamá conversaban.

Su madre seguía sin convencerse de las palabras de la mujer desconocida pero notó algo en su expresión que nunca había visto.

— ¿Y cuál es su nombre?

— Oh, perdone. Mi nombre es Im Nayeon. Un placer.

Hizo una reverencia a la madre para luego volver a sonreír pero su madre seguía seria y muy confundida.

— Cómo la tienda departamental.

Los ojos de Yeji casi salen volando de su cara ya que era cierto "Im" era la tienda pero rápidamente intervino.

— ¡Qué coincidencia! Mamá, deberíamos darle el cuarto de huéspedes.

Los labios de su madre se apretaron evidentemente.

— Yeji, ve a tu habitación.

El pánico le ganó, pero sabía que no podía insistir demasiado o le daría el efecto contrario.

— Pero mamá, porfavor contrátala.

Dijo por último antes de subir las escaleras muy lentamente para escuchar pero no, no escuchó nada desde arriba.

¿Y ahora qué?

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