Cairo | Palermo | LCDP

By Diany66

145K 9.6K 2.9K

Para Sabrina, los últimos tres años solo significaron dolor, en aquella Fábrica de Moneda y Timbre había perd... More

Cast y aclaraciones
Prólogo
Capítulo 1: "La nueva recluta"
Capítulo 2: "Charlas de madrugada"
Capítulo 3: "Furia en clase"
Capítulo 4: "Cambios de actitud"
Capítulo 5: "El reto y la llamada"
Capítulo 6: "Secretos y caricias"
Capítulo 7: "Bum bum ciao"
Capítulo 8: "Sonrisas encantadoras"
Capítulo 9: "Encuentro nocturno"
Capítulo 10: "Llamado de urgencia"
Capítulo 11: "Ni Palermo lo sabe"
Capítulo 12: "La hora cero"
Capítulo 14: "Problemas"
Capítulo 15: "Juntos"
Capítulo 16: "Somos diferentes"
Capítulo 17: "Besos con olor a rosas"
Capítulo 18: "Para amar se necesita coraje"
Capítulo 19: "Blindado para el corazón"
Capítulo 20: "El regreso de Río"
Capítulo 21: "El escape"
Capítulo 22: "La Traición"
Capítulo 23: "De error en error"
Capítulo 24: "Enfrentados y enojados"
Capítulo 25: "Plan Sofía"
Capítulo 26: "En peligro"
Capítulo 27: "Heridas en el corazón"
Capítulo 28: "Todo se tiene que acabar"
Capítulo 29: "Marcando el ritmo"
Capítulo 30: "En la línea de fuego"
Capítulo 31: "El fin de algo"
Capítulo 32: "Todo tiene que continuar"
Capítulo 33: "Entre amor y odio"
Capítulo 34: "Cómo una despedida"
Capítulo 35: "Cuando el muro se derrumbó"
Capítulo 36: "Entre el desamparo y la desolación"
Capítulo 37: "¿Alguna vez me vas a dejar saber algo de vos?"
Capítulo 38: "Cuando los días eran más simples y bonitos"
Capítulo 39: "¿Te confieso algo?"
Capítulo 40: "La primera vez que te vi"
Capítulo 41: "Martín"
Capítulo 42: "Lo que hizo Andrés"
Capítulo 43: "Descubramoslo juntos"
Capítulo 44: "Éxtasis"
Capítulo 45: "Bésame o déjame"
Capítulo 46: "Te elijo a vos"
Capítulo 47: "Adiós"
Capítulo 48: "A corazón abierto"
Capítulo 49: "Le deseo a las estrellas"

Capítulo 13: "Balas para llevar"

2.9K 210 71
By Diany66

La humedad y la tranquilidad del suelo era todo lo que necesitaba en este instante, por mas que sepa que iba a ser por unos escasos segundos.

Mi respiración insistía con permanecer acelerada, haga los intentos que haga por controlarla, terminaba fallando.

-Joder... que puto susto -soltó al aire Denver, mientras se pasaba una mano por el pelo frustrado.

Aún seguía en el suelo, a pocos centímetros de las grandes puertas cerradas de metal. Las misma que hace menos de un minuto, casi me dejan del otro lado.

-¡¿Pero que mierda fue eso?! -pregunto Palermo claramente sacado de sus casillas por todo lo ocurrido recientemente.

Sabia que la tranquilidad del piso iba a durar muy poco.

Me levante dificultosamente, al percatarme del leve dolor en mi pierna derecha. El espacio por el que pase había sido tan estrecho, que me raspo la piel.

Una vez en pie, recién ahí me digne a dirigirle la mirada a mi compañero frente a mi, que estaba echando fuego por los ojos.

-¡¿Qué carajas se te metió en la cabeza para hacer eso?! -volvió a preguntar a medida que movía los brazos bruscamente.

-Palermo... -dije con la voz bastante rasposa por haber corrido tanto.

-Venga tío, que logro entrar... que esta todo bien... -intento tranquilizarlo Denver.

-Vos me cerras el culo -lo amenazo Palermo, para después señalarme a mi más enojado, si es que era posible- Y a vos te di una puta orden.

-¿Y que querías que hiciera?, estaban las cosas fuera, y fui a entrarlas, nada mas -dije intentando defender mi culpabilidad- De todas formas nada paso.

Lo tenia tan cerca que podía sentir su pesada respiración en mi rostro.

No se veía nada contento con mis palabras.

-Vamos a dejar en claro una cosita... -dijo relajando forzosamente un poco el tono- Si yo te doy una orden, vos la acatas. Si yo te digo salta... vos saltas. Si yo te digo ¡entra!... ¡vos entras! -mas hablaba y mas cerca lo tenia, estaba casi aprisionándome en la pared... por suerte Denver ya había ido a controlar a los rehenes- Esto no es una maldita democracia, y si no queres desear haberte quedado fuera... empieza a obedecerme carajo.

Mi cuerpo había olvidado lo que era respirar... se supone que esto ya no tendría que pasarme.

Es como si tuviera una especie de manipulación sobre mi. ¿Por que no era yo misma cuando lo tenia tan cerca?

Se supone que yo no siento nada, absolutamente nada por él, no entiendo por que su cercanía me sigue afectando... de seguro fue por la adrenalina y el susto del momento anteriormente vivido.

Ni bien termino de hablarme... o gritarme, prácticamente, se dio la vuelta, y comenzó a caminar.

Después de unos segundos que utilice para tranquilizarme, empecé a caminar, siguiendo sus pasos.
Pase por entre los rehenes, que estaban siendo controlados por mi compañero Denver, que a penas me vio, me lanzo una mirada de entre miedo y preocupación, aún impregnada por el susto. Tranquilamente le hice una seña para que se relajara, no había sido nada, pero siento que debería de sentirse culpable, por el hecho de haber estado en sus manos, el evitar que pásese lo que podría haber pasado, lo entiendo porque yo estaría igual... pero por suerte no paso nada, no tenia que preocuparse, de todas formas después hablaría con él.

Seguí avanzando, y subí las escaleras, hasta toparme otra vez con Palermo, que estaba escoltado por Helsinki. Se lo veía bastante enojado todavía, y hacia esfuerzos por tranquilizarse y centrarse en lo que importaba ahora.

-Aquí estaréis seguros. Entre literatos y poetas no haya nada que temer -comenzó a hablar mi compañero con tono solemne mientras miraba desde arriba a todas aquellas personas que no había podido salir del banco- Tranquilos. Levantad las manos, vamos, así, como en un atraco -hizo señas con sus propios brazos demostrando como tenían que hacerlos. Las personas abajo se miraban unas con las otras con incertidumbre, mientras Denver sin pronunciar palabra, intentaba preguntarme que carajos estaba haciendo mi compañero- ¡Vamos!. Bien. Señoras y señores, tengo dos noticias para daros -continuo a medida que se desabrochaba poco a poco el traje de militar- Una buena y otra mala. La mala, es que el Banco de España esta sufriendo un ataque. Y la buena... ¡es que los atacantes somos nosotros muchachos!

Termino con una gran sonrisa, y vistiendo en esta ocasión ese llamativo mono rojo.

El leve temor que se había generado entre las personas al enterarse del repentino ataque al Banco, se incremento a creces cuando Palermo dejo ver su ya conocido atuendo.

-¡Todo el mundo tranquilo! -grito Denver hacia los rehenes en un intento de controlarlos.

Pero yo ya no estaba escuchando con claridad todo el alboroto. Algo en mi estaba pendiente de otra cosa... de otra situación.

Tokio y Nairobi.

¿Hace cuanto se había ido ya?, deberían de estar acá, y con el Gobernador.

Voltee y me asomé a la baranda para ver si del otro lado las alcanzaba a ver, sea a ellas o al Gobernador... pero no veía a ninguno.

Palermo que se percato de mi preocupación se acercó a mi.

-¿Que pasa? -pregunto escuetamente.

-El Gobernador... ¿lo viste vos?

-La puta que las pario a aquellas dos -mascullo pasándose una mano por el pelo bruscamente- Una sola cosa tenían que hacer...

-Bueno... vos anda por allá, y fíjate si están en el segundo piso -señale el pasillo por detrás de las escaleras en la que estábamos- Y yo voy por abajo...

-Vos a mi no me vas a venir a mandar pendeja -me interrumpió algo enojado. Creo que le di justo en su orgullo de líder.

-Eso ahora no importa -llegue a decir antes de verlo desaparecer por detrás de las escaleras con dirección al pasillo del fondo. Mientras se iba escuchaba partes de los muchos insultos que soltaba hacia mi persona.

Sin perder mas tiempo, y con una traviesa sonrisita, baje las escaleras prácticamente corriendo. Esquivando a las personas me dirigí al vestíbulo para luego comenzar a buscarlas.

Cuando era evidente que ahí no había nadie, e intente encarar hacia las escaleras... el característico sonido de las puertas del asesor se hizo presente.

De el salieron a tropezones Nairobi y Tokio, completamente alerta.
Ambas sostenían un arma en cada una de sus manos, y apuntaban a todas direcciones, como si buscaran algo... o a alguien.

Mierda. Los escoltas.

-¿Donde esta el Gobernador? -pregunte apresuradamente.

-Cairo, agáchate -soltó Tokio entre dientes.

-No, no, con nosotras, para aquí niña -se apresuro a corregirla Nairobi.

Algo en su tono de voz me decía que iban completamente en serio con lo que hablaban. A medida que avanzaba hacia ellas, escuche unas rápidas pisadas acercándose cada vez mas.
Sin perder mas tiempo, me les uní a mis compañeras, en una especie de circulo improvisado, alzando nuestros revolverse hacia los malditos escoltas.

-Tranquila Tokio. Tranquila -la intento calmar Nairobi al verla tan decidida a disparar.

No tenia idea de que pudo haber pasado anteriormente entre ellas y los escoltas, pero sea lo que sea, no había salido para nada bien, se veían completamente enojados, un pelado en especial. Miraba a mis compañeras de una forma casi bestial.

-A la de tres disparan, y ábranse al suelo. -susurro Tokio sin despegar la mirada de sus objetivos.

¿Que posibilidad había de que todo salga mal?

Muchas.

Era tan posible que nosotras les disparemos, como de que ellos nos lo hagan a nosotras.

Ahora estaba todo en el azar.

-¡Tirad las armas, ratas! -dijo entrando tan precipitadamente.

Si... esto era justo lo que necesitábamos.

A medida que girábamos, pude notar como también desde los balcones del piso superior se iban asomando tanto Helsinki como Estocolmo, todos apuntando a los escoltas.

-Señores, me presento, soy Palermo, y soy el atracador al mando. Así que les ruego, apunten a mi pecho, soy el blanco más valioso -volvió a hablar mientras se sacaba la careta con una mano sin dejar de apuntar con su arma a los que nos estaban apresando.

-A ella -dijo el mismo pelado apuntando a una de mis compañeras.

-Bien, veo que tenemos unos segundos antes de empezar, así que vamos a hablar de anatomía, ¿que les parece? -dijo Palermo con un tono de voz queriendo ser despreocupado.

No... ya va a empezar... todo menos esto.
Retiro lo dicho, este hombre va a hacer que nos maten acá mismo.

¿Es que no podía mantenerse callado por unos minutos y aguantarse sus ridículos discursos para otro momento?

Si antes no estaba tan nerviosa, ahora si.

-El ser humano tiene dos ojos, y a diferencia del camaleón, los presenta fijos, en la parte frontal del rostro. Esto los deja en clara ventaja ante un tiroteo, ¿no les parece? -tanto ellos como nosotras habíamos dejado de movernos en círculos, estábamos completamente quietos, apuntando a nuestro objetivo frente a nosotras.

Yo tenia de frente al pelado, que para su mala suerte, estaba de espaldas a Palermo, que lo apuntaba fijamente con el revolver a la cabeza.

-Dispara y tendrás tres tías muertas. -dijo decidido el hombre frente a mi.

Me apuntaba con actitud, y tanto de sus ojos como palabras por igual brotaba odió...

A este hombre yo lo conozco.

¿Pero de donde...?

-Y te hablo puntualmente a vos, Gandía. Que vas todos los domingos al estand de tiro, que compras revistitas de armamento, que llevas toda tu puta vida esperando este momento -siguió hablando mi compañero desde el balcón.

¿Que es lo que pensaba hacer?

Otra vez el resultado de todo esto estaba en el azar, podía salir como Palermo lo estaba planeando, o absolutamente todo mal.

-...yo te recomiendo que pienses mucho en Marisa, que visualices el angelical rostro de tu hijo Juanito, y que bajes el arma muy lento hijo de puta -termino Palermo.

Por un fugas milisegundo despegue solamente mi vista del hombre frente a mi, para posarla en el aterrado rostro de Palermo.

Sus expresiones eran todo lo contrario a sus palabras.

Desde la altura me recrimino con la mirada. Me estaba dando a entender que me concentre.

-Vale... vale -dijo de pronto Gandía. Parecía que realmente estaba considerando la rendición.

Pero algo no encajaba...

-¡No...! -grite fuertemente sin siquiera percatarme de que lo hacia, cuando inesperadamente Gandía se volteo veloz hacia atrás, disparando en dirección a Palermo.

Tal como había dicho El Profesor, vacié todo el cargador en el chaleco anti-balas del hombre frente a mi. Pero no lo hice como si de una parte del plan se tratase, fue mas personal...

No me fui hasta que comprobé que estaba realmente inconsciente en el suelo. Una vez hecho, salí corriendo hacia mi compañero en el piso superior.

Corría por las escaleras, con Nairobi y Tokio a mis pies.

Cuando finalmente llegue, fue un alivio ver que el disparo había impactado en la ventana... por un momento creí que le había dado de lleno a él...

-¡Ayuda, a Palermo! -gritaron.

Ese grito me desprendió brutalmente de mi imaginada tranquilidad, para volcarme en la espantosa realidad en un solo segundo.

Palermo...

-¡Hay que sacarlo de aquí, buscar camilla! -grito desesperado Helsinki, mientras lo inspeccionaba.

No entendía nada, y verlo así tirado en el suelo, no ayudaba a mi situación... pero si hace unos segundos estaba bien.

Lo que pueden cambiar las cosas con simples segundos de diferencia.

-Todo a la mierda. ¡Tiene los ojos llenos de cristales! -dijo Estocolmo caminando en otra dirección.

-¿Que? -pregunte en un susurro.

Me agache en cuclillas a su lado para comprobarlo yo misma.

Palermo estaba temblando. No solo los ojos tenían cristales, si no que toda su cara también.

Cuando coloque mi mano en su mejilla, por un segundo pareció relajarse.

-Cairo... -y ahí mismo abrió los ojos dejándome ver mejor el daño. Sus bellísimos ojos claros estaban bañados en sangre y cristales.

-Dios. Ayúdenme. ¡Cairo, apartad! -dijo Tokio para después manotearme y sacarme del medio.

-Que le brota sangre de los putos ojos como si fuera una jarra llena dada vuelta -soltó al aire Denver nervioso hasta las trancas.

-Denver, cálmate -le reprocho su esposa.

En ese mismo instante vino corriendo Nairobi acompañada de Bogotá con la improvisada camilla.

Con ayuda lo subieron. Comenzaron a correr mientras lo empujaban.

Denver y yo íbamos detrás de todos como si solo fuéramos espectadores de una película.
Solo corríamos detrás de nuestros desesperados compañeros.

Por mi parte temblaba a mas no poder.

-Contra la pared, todo el mundo. Vamos, vamos -grito Bogotá a los rehenes que estaban en el camino.

Estocolmo y Tokio le hablaban a Palermo con intención de tranquilizarlo, pero parecía que lo decían mas por ellas que por él.

-Analgésicos Cairo -me dijo Tokio, y sin saber que hacer, fui a buscarlos- Voy a quitarte esto, ¿vale? -la escuche decir cuando volví- Despacio, muy bien. Ahora abre los ojos despacio.

Estocolmo se volteo y agarro de mis temblorosas manos el analgésico para prepararlo e inyectárselo por intravenosa.

-No puedo mantenerlos abiertos por mucho tiempo, no puedo -dijo con la voz ahogada mi compañero.

-¿Ves algo? -quiso saber Tokio.

-No veo una puta mierda, ¿que esta pasando?

Mierda. ¿Todo mal tiene que pasar?

-Me cago en mi vida, ¿ves la luz? -volvió a preguntar ella mientras le acercaba demasiado a los ojos la lámpara.

-Como si estuviera en el estadio Maracaná, ¿te dice algo? -que bárbaro, ni en estas condiciones puede dejar de ser como es- ¿Que estas jugando al oculista Tokio? -pregunto al sentir la inyección en el brazo.

-Tokio, necesita un oftalmólogo. Hay que llamar a El Profesor -dijo Estocolmo en un intento de detenerla.

Denver y yo nos lanzábamos miradas de preocupación, ambos estábamos en la misma, no sabíamos que hacer.

-Estoy viendo los cristales. Estocolmo, botiquín número 4, el quirúrgico, ya -le grito. Tokio parecía ni inmutarse por las quejas de los demás.

-¿Que estas pensando hacer? -pregunto desconfiado y molesto Palermo.

-Te los voy a sacar -contesto escuetamente sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

-¿Ah, si?, ¿Como? -pregunto sonriendo burlonamente anticipándose a la respuesta.

-Con unas pinzas.

-Yo no lo tocaría ni con un palo -dijo Denver mientras caminaba de un lado a otro- Vamos a llamar al Profesor, soltamos tres rehenes y que metan un puto oculista.

-Denver, cállate. Vete -le grito Tokio agitando las manos en señal de que se vaya.

-No Tokio -me anime a decir- Creo que Denver tiene razón, no podemos hacer esto así... con unas pinzas, como si fuéramos unos malditos cavernícolas.

-Bien Cairo -dijo Palermo más calmado- Por favor escúchenla, es la única acá que no dice pelotudeces.

-Tú también, cállate -me grito ella exasperada.

-Vamos a ver, Tokio, ¿vos sabes por que se usa laser para operar los ojos? -empezó Palermo, y parecía intentar controlar la bronca- Por una nimiedad. Se requiere una precisión de micras para intervenir oftalmológicamente. Y fíjate vos, che, Denver - él nombrado a mi lado tenia unos gestos faciales que delataban la incomodidad de que lo metieran en una discusión ajena- Acá la señorita Tokio quiere usar las pinzas con la que se depila el mato groso que tiene ahí abajo, pero por favor. Es ridicul...

Mi compañera que desde antes de que Palermo comenzara a hablar ya estaba bastante delicada en cuanto a paciencia, no se aguanto ni un segundo más para hacer valer su respeto.

Después de dirigirnos una incrédula mirada, dirigió rápidamente su mano al arma que reposaba en una de sus piernas, y le introdujo el cañón en la boca.

-Repite -mascullo con odio.

-Era coña. Seguro que ahí abajo tenes un albaricoque sedoso.

Por mas que él ya se haya disculpado, a su manera, pero disculpado en si, Tokio siguió apuntándole de todas formas.
Debería de sentirlo placentero el tener literalmente debajo de ella a alguien como Palermo; indomable en todo sentido de la palabra.

-Di, "Nunca volveré a hablar del coño de mis compañeras" -pronuncio con fascinación Tokio.

-Nunca volveré a hablar del coño de mis compañeras -repitió dificultosamente Palermo a causa del arma que todavía estaba en su boca.

-Otra vez.

-Nunca hablare de tu coño hija de puta -soltó con tremendo odio mientras la miraba con dolor en los ojos.

-De puta madre Palermo -exclamo Tokio con frustración mientras volvía a guardar el arma.

Denver y yo nunca intercambiamos tantas miradas que van desde incomodidad, hasta miedo que en este día.

-Bien, de mis ojos nos encargamos después -dijo él a medida que se sentaba en la camilla- Denver, a mi derecha. Dame tu brazo, vas a ser mi lugarteniente, ¿si?.

El susodicho se le acerco dudoso.

-¿Queres que sea tu puto lazarillo? -le pregunto algo cohibido.

-Silencio. Tokio, tenemos 40 toneladas de oro allá abajo, decime que Nairobi esta con Bogotá. Cairo... vos quédate con los rehenes en el lugar de Denver.

Se le podía notar a simple vista que hacia esfuerzos descomunales para parecer que todo estaba en orden, pero no hacia falta conocerlo mucha para darse cuenta de que le dolía demasiado.

Pero así y todo me quedo con los rehenes mientras lo veía irse hacia uno de los despachos, colgado de uno de los brazos de Denver... y en cuanto a este ultimo, creo que podría jurar ahí mismo que nunca lo había visto tan incomodo.

                             ---

Después de que Nairobi le quitara la tarjeta de la chaqueta al Gobernador, mientras que el la miraba sin poder hacer nada para evitarlo, decidí recorrer por entre los rehenes para controlar un poco mas la situación. Pero en ese mismo instante, llego casi corriendo, y con cara de espanto mi compañero Denver.

-Te llama Palermo, ocúpate tú del puto loco, no quiere que nadie le toque los ojos -dijo sofocado.

-¿Pero... como los tiene? -pregunte con timidez.

-Uff, no lo se tía, para la mierda es poco -dijo con preocupación.

Y sin más se fue, como si no quisiera seguir hablando de eso.

Tragando con dificultad me fui encaminando hacia donde se encontraba, con la esperanza de encontrarlo tranquilo, por más que ya sepa que eso no iba a ser posible ni en un millón de años.
No entiendo por que caminaba como si al mismísimo infierno me dirigiera... aunque si del otro lado de la puerta iba a encontrar a Palermo... el infierno no me sonaba a mala idea.

Ahora comprendo el porque de sus palabras... y en este momento, tal como lo había dicho hace menos de una hora... desearía haberme quedo fuera.

•   •   •

Holaa, por fin el capítulo...

Espero que les guste, de verdad!
A más tardar el viernes subo el siguiente.

Muchas gracias por leer! 😚😚😚

Buena semana!!❤❤❤

Continue Reading