Mentiras reales (Descontrol e...

By marion09

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Robert Van Helmont es uno de los solteros más codiciados de Sourmun, pero el joven príncipe y heredero no mue... More

Mentiras reales
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¡AVISO! MÁS BESOS, SIN MENTIRAS
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CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO

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By marion09

Los médicos de la clínica querían seguir controlando a Adelaine un día más, pero dado que Callum vivía con ella, la dejaron volver a casa haciendo una excepción. Ada no soportaba estar en ese horrible lugar —por muy limpio y elegante que fuese—, necesitaba estar en su cama y abrazar a sus hermanas cuanto antes.

Había llorado una hora completa, presa de un estado de angustia que no podía controlar. Brianna la abrazó como su madre nunca lo había hecho antes y Alioth, luego de deshacerse del indeseable de Robert, se había sentado al otro lado de la cama sin decir ni una sola palabra, pero haciéndole saber que estaba allí para ella.

Ada no se había sentido tan estúpida en su vida. Al final, había terminado como su madre, enamorada de un hombre que solo la utilizaba, con el corazón roto por alguien que no la quería.

¿Cómo no se había dado cuenta? Él y Geraldine la habían engañado muy bien, tendría que haber seguido su instinto como al comienzo. Siempre supo que Geraldine no la quería allí, y fue una ilusa por pensar que eso había cambiado. Y Robert... ni siquiera quería pensar en él. Era demasiado doloroso saber que todo lo que le había dicho era una gran y horrible mentira.

Llegaron al palacio después de un viaje que le resultó interminable, y cuando bajó del coche, Charlotte fue la primera en aparecer ante sus ojos. No dijo nada, solo la abrazó haciendo que Ada tuviese que poner todo su esfuerzo en contener las lágrimas.

—Estoy bien, Charlie —susurró luego de inhalar profundamente.

La princesa se separó de ella y la tomó por los brazos para examinarla en detalle. —No te ves bien. No te ves nada bien, tienes los ojos hinchados y estás pálida como un cadáver.

—¡Charlie! —Exclamó Geraldine por detrás de su hermana—. No le digas esas cosas a la pobre Ada.

Al reconocerla, la joven sintió que un golpe de aire frío le helaba la columna vertebral, dejándola tiesa como una tabla.

Cuando Geraldine apareció en su campo visual e intentó abrazarla, Ada tuvo el impulso de retroceder como si así pudiera protegerse de todo el daño que ya le había causado. Dio un paso atrás y chocó con Alioth que acababa de salir del coche. Este la sostuvo rodeándole la cintura con un brazo y miró a sus dos hijas que contemplaban la reacción de Adelaine con perplejidad.

—Ada... ¿Estás bien? ¿Qué sucede? —Preguntó Dina arrugando la frente.

—¿Te sientes mal? ¿Estás mareada? —Intervino Charlotte dando un paso al frente—. Será mejor que la llevemos a su cuarto, papá. ¿Quieres que llame a Max para que te cargue hasta allí? Está con John en su estudio.

—Estoy bien —musitó Ada—. Puedo caminar sola.

—En todo caso, ¿por qué ibas a llamar a Max? —Replicó Alioth—. Yo puedo llevarla.

Charlie lo miró con suspicacia. —A tu edad sería preferible que no hicieras tal esfuerzo. Tienes que estar bien para llevarme al altar en una semana.

Los ojos del rey se entrecerraron. —Charlotte, ¿me estás llamando viejo? —Preguntó, y al ver que Ada soltaba una risita, también la miró a ella—. ¿Te parece gracioso que me llame viejo, Ada? Ven aquí, les mostraré a las dos de lo que soy capaz.

Sorprendiéndola, tomó a la rubia en sus brazos y la levantó del piso.

—¡Papá! —Exclamó Char poniéndose las manos en la cadera.

Ada empezó a reír y pasó los brazos alrededor de su cuello para sujetarse. Volvió a sentirse bien por una milésima de segundo hasta que vio que Geraldine todavía estaba allí y tenía la intención de seguirlos.

Ella no quería decir nada delante de Charlotte, lo último que deseaba era abrir una brecha entre las hermanas. Tenía el leve presentimiento de que si se enteraba, se pondría de su lado y todo se complicaría entre ellas. Ella no estaba allí para destruir su relación, incluso cuando todo fuese culpa de Robert y Dina.

Por suerte, Brianna salió del coche y luego de procesar la extraña imagen que tenía frente a sus ojos, arrugó la frente y habló. —¿Qué sucede? ¿Te sientes mal, Ada?

Charlotte respondió por ella. —Papá quiere demostrar un punto.

—¿Qué punto?

—Que no es un anciano —se burló la joven—. Y por eso va a cargar a Ada hasta su cuarto aunque implique que se lesione y no pueda llevarme al altar.

La pelirroja parpadeó. —Charlotte, querida, por supuesto que tu padre no es un anciano. Si lo fuera, querría decir que yo también lo soy. ¿Tú me ves como una anciana?

Char negó con la cabeza y pasó de su comentario, porque, obviamente, no concordaba con su objetivo. —Al menos usa el ascensor, papá. Por la seguridad de Ada si no es por la tuya.

El rey miró a su hija como si le hubiese planteado un reto y empezó a caminar hacia dentro del palacio.

—Geraldine, quédate conmigo, por favor —pidió la reina al ver que tenía la intención de seguirlos—. Tenemos que hablar tú y yo.

Dina se detuvo y su sonrisa se borró al ver la expresión de su madre. Ada no pudo ver nada más porque Alioth, ajeno a todo lo demás —o simulando que lo era—, entró con ella y Charlotte pisándole los talones.

Al final, terminaron utilizando el ascensor y el rey la llevó en sus brazos hasta su habitación.

—Iré por las niñas mientras te acomodas —le dijo luego de dejarla en su cama en compañía de Charlotte, que no dejaba de dar vueltas a su alrededor preguntándole cómo se sentía y qué necesitaba.

—Estoy bien, Char —compuso tomándola de una mano y tirando de ella para que se sentara en su cama.

—No te ves bien —repuso la princesa—. Te ves terrible, ¿cómo es que te dejaron salir de la clínica estando así? ¿Qué te ha hecho ese... monstruo?

Adelaine suspiró sabiendo que no iba a poder ocultarle el verdadero motivo de su malestar por mucho tiempo. Si se veía tan mal como se sentía, comprendía porqué Charlotte estaba tan preocupada.

—No es por él que estoy así —susurró dejándose caer sobre la almohada—. Todo lo que me dolía se fue por los calmantes que me dieron en la clínica.

—¿Te golpeó? —Preguntó Char apretando los labios en una fina línea—. ¿Cómo se atrevió?

—No, no me golpeó. Los golpes que tengo son por mi culpa, cuando intentaba escapar. Me daba algo para dormir cuando tenía que irse y eso me daba migraña al despertar —musitó con un suspiro—. Pero además de eso, cada vez estoy más convencida de que si bien sus métodos no eran los indicados, tenía buenas intenciones. Parece que no estaba mintiendo después de todo.

La castaña la miró confundida y se quitó los zapatos para acomodarse mejor a su lado en la cama. —¿Qué quieres decir? ¿Sabes que envió una carta en la que tú pedías que no te buscáramos? Nos dejó muy desconcertados, si quería pedir rescate... ¿Por qué mentir así?

Ada le explicó que su intención no era pedir dinero por ella, sino más bien llevársela lejos y no devolverla jamás. Que buscaba convencerla que él era lo mejor para ella y que todos los demás querían hacerle daño.

Al final, luego de pensarlo mucho, terminó confesándole lo que Justin había dicho sobre Robert. Evitó mencionar a Geraldine, aunque sabía que tarde o temprano se enteraría, prefería no ser ella quien fomentara una discusión, mucho menos con la boda de Charlotte tan cerca.

Al oírla, Charlie resopló. —Qué tontería, cualquiera puede ver que Robert te adora.

Ada soltó una risa amarga. —No, él no me quiere. Nunca me quiso, no es más que un buen actor. Uno muy, muy bueno.

—Adelaine —compuso la princesa con mucha delicadeza—. ¿Lo dices por lo que ocurrió la noche en el club? Mira, prometí no ponerme del lado de nadie, y le dije a mi hermano que no lo ayudaría a buscar la forma de hacer que lo perdones, pero él lo lamenta mucho. Apenas durmió desde que desapareciste, estaba loco de preocupación. Sé que es una persona complicada y a veces difícil de tolerar, pero de lo único que no deberías dudar, es que te ama. Además, es incapaz de idear un plan tan retorcido.

—Lamento mucho ser yo quién te señale lo equivocada que estás —replicó con acidez—, tampoco le creí a Justin cuando me lo dijo, pero tu hermano me lo confirmó hace un par de horas. Ahora mismo no puedo dejar de pensar en que puede que todas las cosas que dijo sean cierta y que no esté tan loco como pensaba después de todo.

Char se quedó de piedra, incapaz de reaccionar en un primer momento. —¿Qué quieres decir con que te lo confirmó? No tiene sentido.

—Pregúntale a tus padres, estaban con nosotros en la clínica —explicó y cerró los ojos al tiempo que inhalaba profundamente para serenarse. Charlie no merecía que descargara su enojo con ella. Ni su ira ni su tristeza tampoco, una futura novia no debería tener ningún tipo de disgusto días previos a su gran día. Demasiado daño le estaba causando contándole todo eso—. O mejor aún, no se lo preguntes. No pienses en eso, tienes cosas más importantes y más hermosas en las que pensar.

Por supuesto, Charlie no lo dejó estar. —¿Robert te confirmó que se acercó a ti para... tenerte controlada? —Repitió sin dar crédito a lo que había oído—. ¿Pero qué te dijo con exactitud?

—Nada. No necesitó decir nada. La expresión de su rostro fue mucho más explicativa.

Charlotte se quedó en silencio, muy seria y confundida. —Voy a hablar con él —terminó diciendo—. Seguro que es un gran malentendido. Ada, Robert te ama. Lo veo en sus ojos cada vez que te mira. ¿Dónde está ahora?

La rubia se encogió de hombros. Quería decir algo así como que quizás tendría que concertar una visita con el oftalmólogo, pero se abstuvo porque Charlotte no lo merecía.

La puerta de la habitación se abrió y Lucy entró corriendo, abalanzándose sobre la cama y sobre su hermana, ignorando por completo la presencia de Charlotte, quien decidió darles un momento a solas y aprovechar ese tiempo para buscar a su hermano.

Se detuvo junto a su padre, que se había quedado en la puerta contemplando la escena con Mina en brazos y le sonrió. —Mírate, te ves muy cómodo con ella en brazos.

Alioth miró a Mina, y le dio un beso en la cabecita. —Sí, es una pena que crezcan tan rápido. Pero por suerte para mí, una de mis hijas va a casarse pronto...

—Oh, no. Sé qué camino vas a tomar así que mejor me marcho. Tengo que buscar a Robert, ¿sabes dónde está?

La expresión del rey cambió por completo. —Charlotte, no te metas. Si no lo haces por ellos, hazlo por ti. Concéntrate en la boda y deja que los demás resolvamos esta situación.

—Sé lo que estás pensando, pero no quiero pelear con él —explicó la joven con calma y bajó la voz para que Ada no los oyera—. Voy a darle la oportunidad para explicarlo, sé que la quiere, papá. Nunca lo había visto tan feliz y enamorado, estoy segura que no le haría daño adrede.

Alioth suspiró. —Lo sé, cariño. Yo también lo creo, pero también creo que tu hermano cometió un gran error del que no va a poder redimirse fácilmente.

—Quiero ver qué puedo hacer de todos modos —insistió Char—. ¿Te quedas con ellas? Seguro que a Ada le sienta bien que le hagas compañía.

—Aquí me quedaré —prometió él.

La princesa salió al pasillo y se dirigió primero a la habitación de Robert, aunque estaba casi segura de que no estaba allí.

Al comprobar que sus suposiciones eran ciertas, bajó las escaleras en busca de alguien que le diera alguna pista sobre su paradero.

En el medio de uno de los pasillos, casi chocó con Geraldine, que salía distraída de la salita privada de su madre.

—Geraldine, ¿estás bien? —Inquirió arrugando la frente.

Dina negó con la cabeza. —Estoy bien, solo... Tengo que hablar con Adelaine, tengo que explicarle que no era nuestra intención lastimarla. Mamá acaba de contarme lo que...

Confundida, Charlie entrecerró los ojos y alzó una mano para detener su parloteo. —¿Nuestra? ¿Qué quieres decir con nuestra? ¿Estabas al tanto de lo que hizo Robert? ¿Lo ayudaste?

—No es como ella cree, Charlotte. Puede que haya sido así al comienzo, pero Robert la quiere. Él me lo dijo, aceptó que se había equivocado al juzgarla hace mucho tiempo y todo cambió. Ada tiene que entender que después de lo que ocurrió con Emalene no podemos confiar en nadie, aprendimos nuestra lección.

Cruzándose de brazos, Char miró a su hermana con desilusión. —Dina... ¿De verdad crees eso? ¿Crees que aprendieron algo? Porque lo que le hicieron a Ada no lo demuestra, en realidad, lo único que prueba es que siguen siendo tan estúpidos como antes. Siguen cometiendo los mismos errores solo que de una forma distinta.

Dina se tensó. —No puedes culparnos por querer protegernos.

—No, Geraldine —contestó Char con cansancio—. Los culpo por romperle el corazón a una persona inocente. No, no digas nada para defenderte. Entiendo que tuvieran reservas cuando llegó, incluso comprendo que tú o Rob intentaran acercarse a ella fingiendo ser sus amigos para conocerla mejor y asegurarse que es quien dice ser. ¿Pero seducirla, enamorarla? ¿No es un poco bajo? ¿No es cruel?

—No se suponía que se enterase, nunca quisimos hacerle daño —espetó la rubia—. Robert la ama, está enamorado de ella como no lo estuvo de Nina. Seguro que tú puedes verlo y que Ada también. Todo lo demás no tiene importancia.

Charlotte soltó una risa seca. —¿Por qué no intentas ponerte en su lugar por un segundo, Geraldine? Piensa en cómo reaccionarías tú si te enteraras que Charles te hizo lo mismo al comienzo de tu relación. ¿Serías capaz de ver que ahora te ama o tendría más peso la traición?

La otra joven se sentó en una de las tantas sillas antiguas que había a un costado del pasillo y se llevó las dos manos al rostro. Charlotte tomó lugar junto a ella con elegancia aunque también algo meditabunda.

—¿Estás diciendo... Estás diciendo que Ada solo necesita tiempo para perdonarnos? No me importa si me perdona a mí, aunque me gustaría mucho. Pero Robert no se merece sufrir tanto, lo destruirá.

Las cejas de la castaña se alzaron. —¿No lo merece? Yo creo que mientras Ada sufra, es justo que él también lo haga. Y por cierto, tú también, lo siento.

Dina la miró con exasperación. —Es nuestro hermano, Charlotte.

—Y ella es nuestra hermana y mi amiga —replicó enfrentándola—. ¿Qué importancia tiene eso? Yo también quiero que sean felices, pero no puedes obligar a Ada a perdonarlo y olvidarse de todo solo porque nuestro hermano está siendo miserable. Todo el mundo, aunque no lleve tu sangre, tiene sentimientos y son tan importantes como los nuestros.

Char notó que Dina no estaba demasiado convencida con su respuesta aunque tampoco se atrevió a contradecirla. Conocía muy bien a Geraldine y sabía que defendería a Rob hasta el final aunque supiera que su error pudiera causarle la muerte.

—Mamá está muy triste y muy decepcionada. De él y de mi —comentó la rubia para cambiar de tema.

—Claro que lo está. Papá también aunque intente disimularlo —comentó poniéndose de pie—. Ese es el problema de las mentiras, siempre explotan. Y se quiera o no, todos a su alrededor terminan resultando heridos. Tú deberías saberlo mejor que nadie, Dina.

***

Después de una hora de dar vueltas en el palacio, Charlotte tuvo una idea brillante respecto al paradero de su hermano y se regañó a sí misma por no haber pensado en eso antes.

Luego de comprobar que Ada no estaba sola, sino en compañía de su abuela y de Jaques, con la infaltable Lucy y Mina sentadas con ella en la cama, le pidió a Max que la llevara hasta allí.

—No seas demasiado dura con él —le pidió Maximillian caminando a su lado por las pequeñas callecitas del cementerio que conducían a la lápida de Nina. Habían estacionado junto al auto de Robert por lo que estaban completamente seguros que habían acertados en sus suposiciones, pero aun así, seguían temiendo a las condiciones en que lo hallarían—. Sé que lo que hizo fue horrible, pero aun así...

—Sientes pena por él —finalizó Char—. Lo sé, yo también. ¿Me estoy volviendo blanda?

Max sonrió y le tomó una mano. —No diría tanto, cariño.

—Es solo que... Lo veía tan feliz... ¿Cuánto tiempo hacía que Robert no sonreía de esa forma, que sus ojos no brillaban tanto?

—Me atrevería a decir que nunca lo había hecho. No desde que yo lo conozco al menos —comentó Max y apuntó con la cabeza hacia un punto a la izquierda de ambos.

Tal y como esperaban, Robert estaba sentado en el suelo junto a la lápida de Nina.

—Esperaré por allí —señaló Max apuntando hacia un banco de piedra en la dirección contraria a la que se encontraba el príncipe—. Ve a hablar con él.

—Te llamaré para que intervengas si empieza a exasperarme —bromeó Charlotte—. No quiero ser cruel, pero si comienza con sus tonterías, no sé si podré contenerme.

Max le dio un corto beso en los labios y le guiñó un ojo. —Como ordene, Alteza.

Char caminó despacio y con una expresión impertérrita hasta su hermano. Se paró frente a él esperando su reacción y no obtuvo nada por lo que pareció un minuto completo.

—¿Sabes que llevo más de una hora buscándote? —Preguntó con dureza al ver que ni siquiera quería mirarla.

Recién entonces, Robert alzó los ojos hacia ella. —¿Para qué? Estaba seguro que tú eras una de las personas que no querrían ni siquiera verme a lo lejos.

—¿Cómo podría decirte lo imbécil que eres si no te tengo cerca? —Replicó con las manos en la cadera—. ¿Puedes levantarte? No puedo agarrar tortícolis una semana antes de la boda.

—Deberías irte, pierdes tu tiempo, todo lo que has pensado en decirme, ya me lo he dicho a mí mismo mil veces —contestó desviando la vista en un punto fijo detrás de ella—. ¿Qué ibas a decir? ¿Que soy un imbécil, que merezco que no vuelva a dirigirme la palabra en toda su vida?

Char suspiró. —¿Sabes? No voy a negar que tengo el impulso de darte una bofetada y reclamarte por lo que has hecho. Decirte que, en efecto, eres un idiota de primera. Pero a diferencia de tú y la cabezota de nuestra hermana, he aprendido a ponerme en el lugar de otro, y pensar mejor las cosas antes de lanzarme a hacer la primera estupidez que se me cruza por la mente.

Rob se refregó el rostro con una mano, un acto muy propio de su padre, antes de volver a mirarla. —Oh, ahí está. El reclamo enmascarado con insulto incluido. Y hasta has mencionado a Geraldine, cuanta eficiencia.

La castaña entrecerró los ojos hacia él. —¿Puedes hacerme el favor de levantarte del piso? Me pone de mal humor tener que hablar mientras estás ahí sentado dando lástima.

Robert se levantó con suma lentitud hasta quedar parado frente a su hermana. Ahora era su turno de mirar hacia abajo, porque a pesar de que Charlotte tenía zapatos de tacón, seguía siendo más baja.

—¿Qué quieres, Charlie? —Inquirió con la voz ronca y una mirada desolada—. Soy consciente de lo que he hecho y no tienes ni idea de cuanto lo siento.

—Oh, yo sé cuánto lo sientes. Sé que la amas y también sé que ella te ama a ti, es por eso que está tan dolida. ¿Sabes? Cuando me contó todo, me dije a mi misma que Ada tenía que estar confundida —explicó con suavidad—. Que tenía que haber algún malentendido porque tú no harías algo así. Eres muchas cosas, pero no eres cruel.

—¿No lo soy? Por la expresión que puso Adelaine hoy, a mí me parece que he superado a un monstruo con creces. Le rompí el corazón, Charlie. A ella, a mamá, a papá... —Tragó e inhaló profundamente con una pena tal, que Char temió que se pusiera a llorar—. ¿Cómo está Ada?

—Mal, pero está con las niñas y ellas la han animado mucho.

El príncipe asintió. —Bien.

Char parpadeó. —¿Bien? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?

—No puedo decir mucho más en este momento —susurró él y su voz era casi inaudible. Estaba destruido, había absorbido la culpa y el sufrimiento de todos de una manera perturbadora.

Ella dio un paso hacia adelante y posó una mano en su mejilla. —Suenas como si te hubieras rendido y ninguno de mis hermanos tiene permitido hacer tal cosa. Le hiciste daño, sí. Cometiste un error estúpido, pero sé que aunque tuvieras malas intenciones al comienzo, ahora la amas y nunca le harías daño adrede.

—No eran malas intenciones, no quería hacerle daño... Yo solo... No confiaba en ella. Me dije a mi mismo que tenía que alejarla de Nolan porque podía ser peligrosa, pero lo cierto es que eso tampoco era más que una pobre excusa.

—¿Una excusa para qué? —Preguntó Char con el ceño fruncido y tomándolo de la barbilla para que no dejara de mirarla a los ojos.

—Para acercarme a ella porque me gustaba. No fue hasta hace poco que terminé de comprender que en el fondo, lo que me movía era lo que me hacía sentir. Nunca había deseado a una mujer como a... —se cortó y negó con la cabeza—. No quieres oír esto, pero seguro que comprendes el punto.

Char asintió sin inmutarse por su declaración. —Lo hago. Y no sé qué es peor, Rob. Pero ahora la quieres, la quieres de verdad, con el corazón y no con... otras partes de tu anatomía. O por lo menos la quieres con todo tu ser, ¿eso suena mejor?

El príncipe se rio por primera vez. —Con todo mi cuerpo, con todo mi ser, con toda mi alma y con todo lo que puedas imaginar.

—¿Entonces qué vas a hacer al respecto? —Insistió—. ¿Vas a desaparecer de su vida y darle la oportunidad a algún otro idiota peor que tú?

—¿Qué más puedo hacer? Nunca va a perdonarme, no voy a seguir causándole daño intentando justificarme o pidiendo perdón. Sé que no lo merezco.

—Pero ella te ama. Solo tienes que demostrarle que la quieres de esa forma que mencionaste antes. Que todo lo que ocurrió al principio fue una equivocación y que lo lamentas.

Robert dejó escapar un suspiro lastimero. —No confía en mí, todo lo que pueda decirle carece de valor.

—En eso tienes razón —comentó Char—. Me dijo que no la amabas, que nunca lo hiciste, que eres un muy, muy buen actor.

Él cerró los ojos como si le acabaran de dar un golpe en el estómago. —¿Lo ves? Me detesta. Dios... Me duele más lo mucho que debe estar sufriendo que el hecho que ya no confíe en mí.

—Los dos van a sufrir por un tiempo, me temo. Es inevitable, como se lo dije a Dina, es el precio de las mentiras, Robert. Pero no quiere decir que la hayas perdido para siempre. Dale un tiempo para calmarse y haz algo para recuperarla.

Su hermano mayor la miró con extrañeza. —¿Por qué me pides eso? ¿Por qué no me pides que me aleje de ella y la deje en paz? Corre menos riesgo de volver a sufrir si estoy en su vida, sabes muy bien que no soy capaz de hacer nada bien.

—Al contrario —respondió la joven alzando la barbilla—. Creo que sufrir será lo único que harán los dos si no están juntos y si no se perdonan. Si ella no te perdona a ti y si tú no te perdonas a ti mismo.

Rob la abrazó en un impulso y la apretó con fuerza. Charlie sonrió y también lo rodeó con sus brazos en un gesto poco común entre ambos.

—Te quiero —le dijo él—. Nunca actúas como espero. Cuando te vi acercarte creí que venías a golpearme.

Charlotte soltó una risa. —Dale las gracias de eso a Max, me dijo que tuviera piedad contigo —bromeó y se giró para ver a su prometido aún sentado en el banco, contemplándolos.

Rob asintió hacia su futuro cuñado a modo de saludo y volvió a girarse hacia su hermana. —¿Me ayudarás? ¿Qué puedo hacer?

Alzando las cejas, la joven lo miró con diversión. —Oh, no. Ese es tu problema, querido. Hagas lo que hagas, tiene que salir de tu corazón. Pero sí tengo una recomendación —musitó y él la contempló expectante—. Busca un médico, un psicólogo o un profesional que te ayude. Necesitas terapia, Robert. No puedes venir aquí a llorarle a Nina cada vez que algo te sale mal. Déjala descansar en paz.


HOLA A TODOS♥

AL FINAL, ESTA NOCHE LES TRAIGO UN SOLO CAPÍTULO LARGO.

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