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Ada regresó a clases al día siguiente a pesar de que todos le recomendaban lo contrario

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Ada regresó a clases al día siguiente a pesar de que todos le recomendaban lo contrario. Necesitaba volver a la normalidad y mantenerse ocupada para no pensar en todo eso que le estaba causando dolor. Porque si bien los calmantes que le daba Callum ayudaban con su malestar físico, con el emocional y mental no había nada que hacer.

Robert no había vuelto a cruzarse en su camino desde el día que lo había visto en la clínica, según había oído, estaba quedándose en el departamento de Max por unos días y no había puesto un pie en el palacio desde entonces. Ada se decía a sí misma que era toda una suerte no tener que verlo, si de ella dependiera, no volvería a hacerlo en toda su vida. Lo deseaba tan lejos suyo como fuese posible.

Pero por las noches, cuando se quedaba sola y tranquila, contradictoriamente, Robert era en la única persona en la que pensaba. Le dolía su traición, la forma mezquina en la que había actuado, pero no podía dejar de amarlo a pesar de todo.

Se sentía como una estúpida y al instante se prometía que aprendería a transformar ese amor en odio, o peor aún, en indiferencia. Pero a ese ritmo, le llevaría una eternidad. Estaba decepcionada de él y de ella misma, no solo por haber caído en su juego, sino porque no era capaz de quitárselo de la cabeza y del corazón por mucho que se esforzara.

Algunas noches despertaba en el medio de la madrugada con la tonta idea de que él estaba allí junto a ella e incluso podía sentir su perfume en todo el cuarto. Obviamente eran sueños, o pesadillas, que parecían tan reales porque Robert seguía presente en sus pensamientos y por mucho que los reprimiera, estos siempre lograban salir a la superficie cuando bajaba la guardia.

También estaba su preocupación por Justin, a quien todavía no habían logrado hallar. Luego de pasar años trabajando para el Departamento de Seguridad Real, el muchacho debería saber cómo esquivarlos. Ada confiaba en que terminarían encontrándolo en un momento u otro, pero no por eso dejaba de temer que pudiera llegar y llevársela cuando menos lo esperase.

Luego de su clase del viernes por la mañana, Ada se acercó a la habitación en la que se encontraban Arlet, Charlotte y los vestidos de novia. Entró con una gran sonrisa porque nunca había asistido a una boda y estaba muy ansiosa por ver a una pareja pronunciar los votos de amor que los uniría para siempre.

El aire de felicidad en esa habitación era contagioso. —¿Cómo va todo? —Preguntó sentándose en un sofá frente a Arlet y Charlotte.

—Repasamos todo por milésima vez —suspiró Char pero sin poder borrar su sonrisa tampoco—. Estoy tan nerviosa... Yo nunca estoy nerviosa.

—Yo creo que es normal —respondió Ada mirándola con cariño—. Uno de los días más importantes de tu vida... ¿No estabas nerviosa en tu boda, abuela?

Ante la insistencia de Arlet y Jaques —y Lucy—, había decidido que podía llamarlos abuelo y abuela porque eso serían por el resto de su vida. Se daría el gusto de tener un par de abuelos, un privilegio que nunca había tenido.

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Where stories live. Discover now