βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida

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By Lucy_BF

N. de la A.cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.

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──── CAPÍTULO LV──

DOLOR Y PÉRDIDA

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        DEFINITIVAMENTE LOS DIOSES no estaban de su parte. Aquella mañana Lagertha se había despertado con una espantosa noticia: el rey Harald había huido de Kattegat. Pero eso no era lo peor, ni mucho menos, sino que Astrid había desaparecido junto a él y sus hombres. La noche anterior, durante el nattveror, la soberana se había reunido con ella, Kaia, Torvi y Margrethe —a quien había tenido que incluir en sus círculos más cercanos por ser la esposa de uno de los hijos de Ragnar— para disfrutar con ellas de la última comida del día y contarles cómo había ido su encuentro con el gobernante de Vestfold. Les había explicado que este había confesado por qué las había atacado, arguyendo que lo había hecho por amor a una mujer que jamás lo había correspondido, y que le había propuesto un trato, dado que, tal y como había jurado y perjurado, ya no le interesaba ser el monarca de toda Noruega.

Así pues, le había ofrecido una alianza, protección frente a cualquier enemigo a cambio de matrimonio. En otras palabras, convertirse en su reina. Y aquello, como cabía esperar, no le había agradado en absoluto a Astrid, quien se había enfrentado a Lagertha en un arranque de rebeldía y después había abandonado el Gran Salón hecha un auténtico basilisco.

Esa había sido la última vez que la había visto. No había acudido a su lecho en toda la noche y la rubia tampoco le había dado demasiada importancia, creyendo que aún estaría resentida por su discusión durante la cena.

Grande fue su sorpresa cuando, al alba, Ragnild y Ágærðr irrumpieron en su alcoba para comunicarle que Harald y sus hombres se habían ido, matando a los guardias que hacían su turno de vigilancia en el proceso. No cabía la menor duda de que alguien los había ayudado a escapar, valiéndose de la oscuridad de la noche para poder pasar desapercibido.

Lagertha se masajeó las sienes con acritud. La presión a la que se había visto sometida desde que se había enterado de que su prisionero había huido y su amante se había desvanecido sin dejar rastro le había provocado una terrible jaqueca. 

Se sirvió un poco de hidromiel en un vaso de cuerno y avanzó hacia una de las ventanas con las que contaba la estancia.

Sus iris azules contemplaron el exterior con inusitada atención. Las calles de la capital eran bastante transitadas a esas horas del día; hombres y mujeres iban y venían, grupos de niños jugaban y llenaban el aire con sus voces y risas... Todo parecía tan normal y cotidiano que, durante unos breves instantes, la afamada skjaldmö creyó que nada de lo que había ocurrido en esas últimas horas era real. 

Pero lamentablemente sí lo era.

—Hola. —Aquella voz dulce y aterciopelada hizo que saliera de su ensimismamiento.

Lagertha giró sobre su cintura para poder encarar a Kaia, que se hallaba de pie en el umbral, con las manos entrelazadas sobre su regazo y una mueca indescifrable contrayendo sus facciones. A la reina le alarmó verla más pálida y demacrada a cada día que transcurría, como si se estuviera consumiendo. Las ojeras que se atisbaban bajo sus ojos grises aumentaban con cada hora privada de sueño y parecía haber perdido peso, cuando en su estado debería ser al contrario.

Lagertha terminó de voltearse hacia ella.

—¿Te has enterado? —inquirió, escudriñándola en la distancia.

La Imbatible realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, para luego acercarse a su amiga, que no se había movido de su sitio. Esta apegó el recipiente que sostenía en su mano derecha a su pecho y elevó sutilmente la barbilla, tratando de mostrar fortaleza y estoicidad, aunque de sobra sabía que a Kaia no podía engañarla. La conocía demasiado bien, y no era para menos: llevaban juntas muchos años.

—Sí. Esta mañana vino Torvi a casa y me lo contó todo —respondió la castaña. Se detuvo frente a Lagertha y clavó sus orbes cenicientos en ella, que se había resguardado tras una máscara inexpugnable. Sin embargo, en su mirada descubrió un poso de atribulación que evidenciaba que no estaba tan serena como quería aparentar.

—Esa sucia rata ha escapado junto a sus hombres —masculló la soberana entre dientes. La pena y el desasosiego no tardaron en convertirse en una furia catastrófica que hizo que la sangre le subiera a las mejillas y a las orejas. Apretó con más fuerza la jarra de mjöd, hundiendo las uñas en su lisa superficie—. Y Astrid... Astrid está con ellos. —Evocar a la que había sido su pupila fue como un golpe seco en el pecho.

Kaia arqueó una ceja.

—No pensarás que se ha ido por voluntad propia, ¿verdad? Ella te ama, jamás te traicionaría —remarcó. La boca le supo a hiel al pronunciar esa última frase, aunque no permitió que aquello se delatara en su expresión. Apreciaba a Astrid, la conocía desde que era una cría y sabía que su lealtad hacia Lagertha era plena. Siempre lo había sido.

La rubia inspiró por la nariz y se dio media vuelta, a fin de seguir observando a través de la ventana. Se llevó el vaso a los labios y dio un largo trago. Sus sienes parecieron palpitar con más virulencia ante la ingesta de aquella bebida hecha por los dioses, pero a ella no le importó. Comprimió la mandíbula y cerró momentáneamente los ojos.

—Al principio sí, lo confieso. Tengo edad para saber que nunca se puede estar seguro de lo que otro puede hacer, y me han traicionado tantas veces a lo largo de mi vida que no pude evitar sopesar esa posibilidad. —Realizó una breve pausa antes de proseguir—: Estaba molesta conmigo porque pensaba que iba a aceptar la propuesta de Harald, tú lo viste. Pero ahora sé que no es así. Astrid no fue quien lo ayudó a escapar, ella solo es una víctima más —declaró, consciente de que La Imbatible continuaba tras ella, escuchándola atentamente—. El motivo por el que la quiere Harald lo desconozco todavía. Quizá para hacerme daño, quién sabe... De lo que sí estoy segura es que, algún día, sus naves regresarán a Kattegat llenas de guerreros.

La fisonomía de Kaia se crispó en un gesto adusto. El gobernante de Vestfold les había dicho que había renunciado a convertirse en rey de toda Noruega, pero aquella tan solo había sido una más de sus mentiras. Aún creía en sus sueños y ambiciones, y era evidente que no iba a renunciar a ellos tan fácilmente. Habría dicho lo que fuera con tal de salir vivo de allí. La castaña lo sabía muy bien, puesto que, antes de que se lo propusiera a Lagertha, la oferta de matrimonio había sido para ella. Y es que Harald no tenía reparos a la hora de manipular a las personas con tal de salirse con la suya.

—Astrid es fuerte. Podrá con ello —señaló Kaia en tono plano y monocorde.

—Ella no es la razón por la que te he hecho venir —manifestó la soberana, encarándola de nuevo. Las palabras le quemaban en la punta de la lengua, ansiando ser liberadas—. Mis hombres han averiguado la identidad de la persona que liberó a Harald y lo ayudó a escapar. —Dejó la frase en el aire a propósito mientras escrutaba con sumo detenimiento a su interlocutora, que no varió lo más mínimo la expresión de su semblante—. Trygve —reveló. Aunque ni siquiera eso consiguió arrancarle una reacción a Kaia—. Anoche una mujer vio a un grupo de hombres en el muelle, preparándose para embarcar. Entre ellos pudo distinguir a Astrid, y a alguien más. Lo reconoció como uno de los pescadores de Kattegat y por la descripción que nos brindó todo apunta a que se trataba de Trygve. —Pudo percibir la tensión que emanaba del cuerpo de su compañera, el ligero temblor en uno de los músculos de su mandíbula—. No pareces muy sorprendida.

Kaia se forzó a mantener la compostura y a no ceder a las emociones. Las náuseas se agitaban en el fondo de su estómago como serpientes furiosas, y a ella cada vez le costaba más contenerlas. Por no mencionar que sentía que la cabeza le iba a estallar de un momento a otro.

—Algo he oído en el mercado —se limitó a decir, lacónica.

Lagertha entornó los ojos.

—Tu amante, el hombre con el que has pasado gran parte de tu tiempo estos últimos meses, ha ayudado a Harald a escapar y ha huido con él —subrayó a la par que avanzaba un paso hacia la más joven, que sostenía con firmeza su acuciante mirada—. ¿Por qué, Kaia? ¿Por qué el padre de tu futuro hijo ha hecho algo semejante?

Aquella pregunta —y la mención del niño que llevaba dentro— hizo que la susodicha frunciera el ceño, poblando su frente de arrugas. Su boca suave se curvó en una mueca desdeñosa y sus iris platinados relucieron con evidente molestia. No podía creer lo que estaba insinuando.

—¿Piensas que he tenido algo que ver? —Ella también dio un paso al frente.

—No. —Lagertha negó con la cabeza, lo que alivió efímeramente a Kaia. Habría sido demasiado doloroso que dudase de ella—. Pero creo que sabes más de lo que aparentas. ¿Me equivoco?

La Imbatible cuadró los hombros y se irguió en toda su altura. De nada servía seguir ocultándole la verdad. Había llegado el momento de sincerarse con ella y contarle todo lo que había descubierto desde que había empezado a desconfiar de Trygve.

—Él fue quien conspiró con Herrød para acabar contigo. Y es bastante probable que también haya estado detrás de alguno de los altercados que hemos sufrido últimamente —confesó sin romper el contacto visual con la reina.

Lagertha palideció al escucharlo.

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde hace unas semanas —contestó Kaia. Su amiga chasqueó la lengua y se aproximó a la mesa para depositar en ella su jarra de hidromiel. Se quedó allí, dándole la espalda, y apoyó las manos en el borde de la superficie de madera—. No tenía pruebas factibles contra él, solo sospechas. Así que preferí esperar a que se delatara de alguna manera —apostilló.

Lagertha negó con la cabeza, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. Kaia, por su parte, se mantuvo serena. Debía asumir las consecuencias de sus actos, y lo haría con la cabeza bien alta y sin esconderse tras meras excusas.

—Sabías que podía estar implicado, y aun así no me lo dijiste —farfulló la rubia a la par que giraba sobre sus talones, quedando nuevamente cara a cara con su compañera. A esta se le encogió el corazón ante el modo en que la miraba, como si la hubiese traicionado de la peor forma posible—. Me has estado mintiendo todo este tiempo.

—No te he mentido, Lagertha. Nunca lo he hecho —impugnó Kaia.

La mencionada soltó un exabrupto.

—¿Qué más me has estado ocultando? —exigió saber.

La Imbatible respiró hondo, ganando así unos segundos para poder elegir bien sus palabras. Debía ser cauta y no precipitarse ni dejarse llevar por la tensión que enrarecía el ambiente. Lo último que quería era empeorar las cosas.

—Hablé con él hace dos días —señaló, a lo que Lagertha frunció los labios en una mueca desdeñosa. Sus ojos parecían encontrarse en llamas. Se notaba a la legua que no le agradaba no haber sido informada de un tema tan peliagudo como aquel—. Quería presionarlo para que confesara, pero se mantuvo firme y defendió su inocencia hasta el final. —Algo se aligeró dentro de ella. Había guardado con recelo sus sospechas hacia el pescador y, ahora que había hablado, se sentía liberada. Al menos en parte.

La soberana apretó los puños contra sus costados, en un intento desesperado por descargar toda su frustración, que no era poca. Su rostro estaba lívido y su cuerpo temblaba debido a la rabia que corría anárquica por sus venas. Y la imperturbabilidad de Kaia no mejoraba las cosas, esa displicencia con la que hablaba y actuaba.

—Eres consciente de que por culpa de esa conversación en la que lo dejaste al descubierto ahora estamos en esta situación, ¿no? —le recriminó Lagertha, avanzando hacia ella—. En vez de contármelo a mí, que es lo que tendrías que haber hecho desde el principio, decidiste actuar por tu cuenta. Y ahora Trygve ha ayudado a escapar a Harald y este ha secuestrado a Astrid. ¿Cómo has podido ser tan ingenua?

Kaia tragó saliva ante la mención de la joven escudera. Le resultaba imposible no sentirse culpable por el destino que había sufrido. La reina, por otro lado, abrió la boca con perplejidad cuando reparó en algo que hasta ese momento no había tenido en cuenta.

—Lo hiciste a propósito, ¿no es así? Todo ha sido hecho a conciencia —dilucidó Lagertha—. Tenías dudas, por lo que decidiste hablar con él para poder resolverlas. Si al final resultaba ser inocente no haría nada, simplemente esperaría a que todo se aclarase. Pero si era culpable... Si era culpable contaría con un salvoconducto, el tuyo. Por eso te expusiste ante él, ¿verdad? Porque solo así el padre de tu hijo viviría. Le diste la opción de huir.

La castaña apretó los labios en una fina línea. Había sido impulsiva y visceral, lo reconocía. El tiempo que había pasado con él, los momentos compartidos, le habían nublado el juicio, impidiéndole pensar con claridad. No le amaba, jamás lo había hecho, pero sí había llegado a apreciarle y a tenerlo en alta estima. Al fin y al cabo, era el padre de la criatura que estaba creciendo en su interior, y eso era precisamente lo que había frenado su mano.

—Cometí un error —admitió.

—¿Un error? —Lagertha chistó de mala gana—. Me has ocultado información y has actuado a mis espaldas. Y ahora Harald se ha ido —le increpó. Su tono era burdo y severo—. ¿Pero sabes qué es lo peor? Que Astrid ha pagado por ello. —La señaló acusatoriamente con el dedo índice.

El nudo que se había aglutinado en la garganta de Kaia se estrechó como si fuera una soga. Los ojos se le cristalizaron a causa de la impotencia que en aquellos instantes le oprimía las entrañas, pero hizo todo lo posible para mantener las lágrimas a raya. No podía venirse abajo.

—Lo lamento. —Su voz salió como un trémulo susurro.

Lagertha realizó un ademán con la mano para que guardara silencio.

—Quiero estar sola. —Fue todo lo que dijo.

La Imbatible no pudo hacer otra cosa que obedecer. Miró una última vez a la rubia, que no titubeó a la hora de torcerle el gesto, y abandonó la dependencia a paso ligero. 

Lloró en silencio de camino a casa, sintiendo cómo su maltrecho corazón se resquebrajaba un poco más.

El furor de la batalla se desvanecía rápido, y lo que venía después siempre era atroz. Las calles de York estaban repletas de cadáveres. Los cuerpos de los sajones habían sido arrojados a una fosa común, lejos de la ciudad, donde serían pasto de los cuervos y los gusanos, pero los de los paganos aún se acumulaban en las arterias de piedra oscura, a la espera de que fuesen incinerados para que pudieran reunirse con los dioses, ya fuese en el Valhalla o en el Fólkvangr, el palacio de Freyja.

Habían sufrido numerosas bajas en ese último enfrentamiento. Eivør y Drasil lo sabían muy bien, dado que Runa había perecido durante la contienda e Iben se encontraba gravemente herida.

Las dos aún lucían sus atuendos de skjaldmö, pero al menos habían podido limpiarse los restos de sangre y suciedad que se habían quedado adheridos a su piel. Había escampado hacía unas horas, por lo que ahora el cielo estaba despejado, con el sol brillando en todo su esplendor. Aunque el ambiente que se respiraba en York era de todo menos alegre y dicharachero.

Ambas amigas habían estado colaborando en el transporte de cadáveres y ahora se dirigían hacia la tienda que compartían para poder cambiarse de ropa y relajarse un poco. En pocas horas anochecería y se procedería a la quema de los cuerpos de todos aquellos que habían caído en combate, de modo que querían estar presentables.

Apenas habían hablado desde que se habían enterado de que Runa había muerto e Iben se encontraba en estado crítico, pero el mutismo que se había instaurado entre ellas era relativamente cómodo. Disfrutaban de la compañía de la otra en tanto permanecían inmersas en sus propias cavilaciones.

Si bien era cierto que Drasil estaba más tranquila luego de cerciorarse de que Ubbe y Eivør se encontraban sanos y salvos, el hecho de que una de las chicas con las que había pasado gran parte de su tiempo allí ya no estuviese en Midgard había mellado considerablemente su estado anímico. La imagen de su cuerpo tirado en el suelo sobre un enorme charco de sangre era algo que tardaría en olvidar. E Iben... La pobre Iben se debatía entre la vida y la muerte junto a muchos otros heridos que agonizaban lejos de su hogar, de su patria.

Allá donde mirase, la hija de La Imbatible solo veía cascarones vacíos, los restos de lo que alguna vez habían sido personas con las que se había cruzado o hasta incluso intercambiado alguna palabra. Pensar en ello, en la cantidad de vidas que se habían perdido desde que estaban en Inglaterra, hizo que una desagradable presión se aposentase en su estómago, de manera que sacudió la cabeza con brusquedad y se obligó a mantener la vista al frente, a no mirar a los cadáveres que había esparcidos por las calles.

Obviamente su plan no funcionó.

#

Como si una fuerza superior a ella la empujase a hacerlo, sus orbes esmeralda se desviaron hacia uno de los grupos de fallecidos que había en una esquina. Un sudor frío recorrió su espina dorsal, haciéndola estremecer, cuando creyó reconocer a uno de ellos.

Se detuvo en seco, tan pálida que casi parecía traslúcida. Eivør también ancló los pies en el suelo y le preguntó si todo estaba bien, aunque solo le bastó ver la expresión de horror que se había adueñado de su semblante para saber que no era así.

Drasil se quedó paralizada, sin poder asimilar lo que sus ojos estaban vislumbrando. Las palmas de sus manos empezaron a humedecerse mientras se forzaba a no dejarse dominar por la angustia. Su corazón se apretó tanto que dolió y sus piernas se movieron por voluntad propia, como si gozasen de libre albedrío.

A medida que la distancia entre ella y su objetivo menguaba, miles de pensamientos asediaron su mente. Varias imágenes pasaron fugazmente ante sus ojos, ocasionando que la presión de su vientre se incrementara y que las lágrimas amenazasen con salir a flote.

Algo dentro de ella se quebró cuando pudo corroborar la identidad de aquel cadáver que había captado irremediablemente su atención. Se llevó una mano a la boca, ahogando el sollozo que pugnaba por brotar de lo más hondo de sus entrañas, y se dejó caer de rodillas al suelo.

Eivør corrió hacia ella, alarmada, y se acuclilló a su lado. Sus iris pardos se posaron en el difunto y entonces lo comprendió todo. No quiso decir nada, dado que sobraban las palabras, de modo que le frotó la espalda con suavidad, en un vano intento por brindarle algo de consuelo.

La piel de Aven ya había comenzado a adquirir un inusual tono azulado. Drasil extendió una mano hacia él, pero no se atrevió a tocarlo. En su torso pudo avistar la espeluznante herida que había sido la causante de su muerte. Esta ya no sangraba, pero aquel líquido carmesí cubría gran parte de su peto de cuero endurecido. Su cara se hallaba contraída en un grito silencioso y sus orbes color miel, que alguna vez habían sido cálidos y radiantes, ahora no transmitían nada.

La hija de La Imbatible no pudo evitar rememorar su último encuentro, cuando el aprendiz de herrero acudió a su carpa para arreglar las cosas con ella. Se había disculpado por su comportamiento en la taberna y le había propuesto empezar de cero, ya que no quería perderla como amiga. Y ella, en vez de dejar el pasado atrás, había permitido que el orgullo y el resentimiento la cegaran.

Y ahora Aven estaba muerto.

Ya no volvería a escuchar su voz ni su risa, ni a ver sus hermosos ojos iluminarse cada vez que se hacían alguna broma. No volvería a compartir ningún momento más con él, ni a disfrutar de su plácida compañía. Porque se había ido.

Le atusó el pelo en tanto las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Luego cerró sus ojos por última vez y estrechó sus frías manos entre las suyas. Sus falanges entraron en contacto con algo metálico y ella fijó la vista en el brazalete de su muñeca, aquel que todos los varones llevaban una vez que alcanzaban una determinada edad, marcando su paso de niño a hombre. 

Resiguió las líneas de la pulsera una y otra vez, hasta que al fin decidió quitársela. Eivør continuaba a su lado, apoyándola en aquella situación tan difícil. Contempló el brazalete, acariciando las cabezas de los dragones que había en los extremos, y se lo puso en su muñeca izquierda. Acto seguido, se inclinó sobre el cuerpo inerte de Aven y, tras depositar un beso en su frente, murmuró un «volveremos a vernos» que la rompió por dentro.

Eivør la ayudó a levantarse, cogiéndola por los codos para evitar que perdiera el equilibrio. Después le pasó un brazo por encima de los hombros y la instó con un leve empujoncito a que echara a andar junto a ella. Drasil obedeció, sintiéndose como una muñeca que había perdido el control sobre sí misma. Estaba ida, conmocionada. Su cuerpo no le obedecía, no respondía a ninguna de sus órdenes, y su mente saltaba de pensamiento en pensamiento como se salta un río de piedra en piedra. Así que simplemente se dejó hacer, dando un primer paso y después otro, y otro más.

Sus manos temblaban con violencia, al igual que el resto de su cuerpo. Su compañera pareció reparar en ello, puesto que la apegó aún más a ella, arropándola entre sus brazos. No se molestó en secarse las lágrimas que humedecían sus mejillas, tan solo se sorbió la nariz y dejó que Eivør la condujera de vuelta a su carpa. La sola idea de estar encerrada, a merced de su retorcida mente, hizo que un nuevo escalofrío le pusiese el vello de punta, pero no se resistió ni dijo nada al respecto.

Torcieron en una esquina y siguieron todo recto. En sentido contrario aparecieron un par de hombres que custodiaban a un grupo de soldados ingleses.

La morena los observó con una ceja arqueada: eran cinco sajones, los cuales habían sido maniatados para que no supusieran ninguna amenaza. Tres de ellos estaban heridos, los otros dos, en cambio, se encontraban en perfectas condiciones, a excepción de algunas magulladuras. No le costó llegar a la conclusión de que los usarían para obtener información sobre Æthelwulf y su séquito.

Arrugó la nariz, compadeciéndose de ellos. Morir habría sido un destino mejor que el que los deparaba mientras estuviesen en su poder.

La reacción de Drasil, por el contrario, fue totalmente diferente. Al principio no les prestó demasiada atención, obcecada en el dolor que la corroía por dentro, pero, en cuanto los tuvo lo suficientemente cerca, se dio cuenta. 

El aire se le quedó atascado en los pulmones cuando esos ojos tan negros como la noche volvieron a cruzarse con los suyos, que estaban ligeramente enrojecidos. Su expresión mudó a una de auténtico desconcierto cuando reconoció al joven cristiano con el que se había batido en duelo durante la batalla. El mismo al que hirió sin contemplaciones y luego, cuando cayó inconsciente, abandonó a su suerte.

El chico al que, en cierto sentido, había salvado la vida.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Apuesto a que no esperabais capítulo nuevo tan pronto x'D Soy consciente de que las actualizaciones de esta historia son cada dos semanas, pero ayer fue el cumpleaños de una personita muy especial, aka DramaKingBitches, de modo que esto se puede considerar una especie de regalo, jajaja. Que además te lo mereces, ya que eres una de las personas que más apoya Yggdrasil <3

Bueno, yendo al contenido del cap... Ya avisé que iba a ser intensito y bastante dramático, y Lucy nunca os miente. Decidme, ¿qué os ha parecido? ¿Habéis sufrido tanto como yo al escribirlo? Porque debo reconocer que me ha tocado la fibra sensible. Lo he pasado mal escribiendo la primera escena, puesto que Kaia solo se merece cosas buenas y últimamente no hacen más que ocurrirle desgracias (mea culpa, lo admito). Aparte de que me duele en el alma separar así el Kagertha... Pero ya sabéis que amo el drama u.u

Ya os comenté que Kaia no hace nada sin una razón, y en la primera escena está la explicación al comportamiento que tuvo en el capítulo 52, que es cuando se enfrentó a Trygve y lo dejó al descubierto. No quise que actuara impulsivamente, delatándolo o hasta incluso matándolo ella misma, porque no me cuadra con su forma de ser y no quería que fuera una Lagertha 2.0. Me gusta que cada personaje tenga su propia personalidad y que actúe en base a ella, aparte de que Kaia no está bien emocionalmente hablando. Entre que tiene las hormonas revueltas por el embarazo, que no sabe nada de Drasil y que se ha enterado de que el padre de su futuro hijo es un traidor, pues es normal que se sienta desbordada y que no tome las decisiones correctas.

En relación a esto, me gustaría recalcar que, aunque ame el empoderamiento femenino y trate de añadirlo en la medida de lo posible a todas mis historias, también hay que saber establecer un límite y ser conscientes de que no dejan de ser personas, y que como tales cometen errores. No todo le puede salir bien a nuestro trío de oro. Unas veces saldrán victoriosas y serán muy badass, y otras no tanto. Aparte de que hay que tener en cuenta que Yggdrasil no se basa en la sociedad actual, sino que tiene lugar en una época muy anterior a la nuestra. Y por mucho que quiera darles poder a mis personajes femeninos, no dejan de vivir en una sociedad creada por y para hombres. Por no mencionar que errar es humano, y el hecho de que se equivoquen y no hagan las cosas bien 24/7 les da mucho más realismo. Así que lo dicho xD

Respecto a la última escena... Un minuto de silencio por Aven, por favor. Siempre tuve claro que moriría en York, pero me ha dolido mucho matarlo, la verdad. Aunque la cagase con Drasil, le he cogido bastante cariño a su personaje. Pero su muerte es necesaria para la evolución de Dras =( Porque ya adelanto que esto va a suponer un punto de inflexión para ella, jeje.

¿Y qué me decís de los dos últimos párrafos? ¿Alguna teoría? (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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