Lily tiene un secreto ©

By ElenaaL04

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Lily esconde un secreto, uno que no debe salir a la luz, un secreto que Stefano pondrá en peligro. *** Calcul... More

Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo final.
Epílogo.

Capítulo 4

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By ElenaaL04


Un halago

Stefano

Seguía mirando el lugar por donde Lily se había ido, durante algunos segundos cruzaron por mi cabeza un sinfín de cosas mientras la vi irse, la más presente y fuerte de todas era el impulso que me incitaba a subir en mi motocicleta e ir detrás de ella. Quería saber a dónde se dirigía, con quién se vería, qué haría; averiguar quién era tan especial para ella que la hizo vestirse de esa forma, destacando aún más la belleza natural de la cual era poseedora. Intenté aferrarme a la idea de que quizá no se trataba de una cita, sino de alguna fiesta, mas ella no lo negó cuando lo mencioné.

—¿Step? ¿Todo bien? —Me llamó Allison.

No le respondí, estaba aturdido, preocupado por lo irracional de mis pensamientos y mis impulsos. Apenas y conocía a Lily y ya quería indagar sobre su vida, eso estaba mal, era incorrecto y desistí de esas ideas, esforzándome para sacarlas de mi cabeza. Lily me caía bien, era una chica peculiar y distinta a las que conocía y eso que conocía a bastantes, mas ninguna como ella, y por eso no quería arruinar la amistad que comenzábamos a tener. Y sí, esa amistad es lo único que me importaba, no tenía la intención de follarla, Lily no era de las que seleccionabas para una noche, no, era ella quien te seleccionaba a ti, Lily era más que un revolcón y siendo sincero me sorprendía estar pensando de ese modo. Ninguna mujer pudo plantar ese tipo de pensamientos en mí.

—Oye, te estoy hablando —miré a Allison, mi ligue de esta noche—, pareces ido, ¿quién era ella?

—Nadie —espeté—, andando.

La tomé de la mano e ingresamos al edificio. Cuando llegué a este sitio luego de que me echaran de casa, lo visualicé como un espacio detestable y cutre, pero teniendo a Lily cerca ya no me parecía tan malo.

Subí las ruidosas escaleras con Allison a mi lado, sonriente y parloteando un montón de palabrería a la cual no presté atención. Aún me hallaba drogado y en lo único que quería pensar era en acostarme con ella, no tener una plática como si fuéramos buenos amigos.

Al llegar a mi departamento abrí la puerta a una velocidad récord, la cerré del mismo modo y no pasó mucho para tener los labios de Allison abarcando los míos. Su espalda estaba contra la pared, mis manos en sus nalgas, apretando firme mientras empujaba mi pelvis con la suya; llevaba un vestido de falda holgada que me permitía tener mejor acceso a lo único que ella tenía y me interesaba.

—Te había echado de menos —susurró, besándome el cuello a la vez que yo buscaba el preservativo guardado en mi bolsillo trasero—, pensé que no llamarías de nuevo. —En realidad no pensaba hacerlo, pero no tuve otra opción, mas eso era algo que no le diría.

—¿Ah sí? ¿Por qué no me demuestras cuanto me extrañaste? —Sugerí, mordisqueando su mentón.

Desabotonó mi pantalón e introdujo la mano entre ellos y mi bóxer. Sostuvo mi erección, gemí contra su boca, tiré de su labio con mis dientes al tiempo que ella me masturbaba suavemente. Cerré los ojos y la besé despacio, sin embargo, los abrí de golpe en cuanto la imagen de Lily se adueñó de mi mente. Agitado y confundido, detuve los movimientos de Allison sobre mí.

Agarré su mano y la llevé hasta el sillón, me senté en él y ella me montó sin problema, me arrebató el preservativo y se encargó de colocarlo.

Excitado y conmocionado, extendí los brazos a través del respaldo del sillón mientras Allison se penetraba por sí sola. Eché la cabeza hacia atrás, sintiendo sus movimientos, escuchando sus gemidos, absorto en el calor que desprendía y el olor de su sudor. En algún momento advertí lo largo de sus uñas hundirse en la carne de mi pecho mientras besaba mi cuello de nueva cuenta, gimiéndome cerca del oído, excitándome un poco más hasta que ambos terminamos. La sensación fue abrazadora, me hizo sonreír durante el tiempo que duró, el mismo que se volvió interminable.

—Me gusta cuando me dejas llevar el control.

—No te acostumbres.

La empujé de manera sutil para que bajara de mi cuerpo; se sentó a mi lado, me quité el preservativo, me puse de pie para depositarlo en la basura, posteriormente acomodé mis pantalones.

—Voy al baño —anunció. No respondí, saqué mi teléfono que no dejaba de sonar y ni siquiera había reparado en ello. Miré el nombre de Ronald en la pantalla. Respondí.

—¿Qué pasa?

—Ey, Step, ¿correrás hoy? —Preguntó— Tengo un cliente —bromeó, reí—, ¿qué dices? Mi bebé espera.

—¿Quién es? Mierda, Ron, ¿cuándo piensas aprender a correr tu auto? Sabes que no corro entre semana.

—No es lo mío, prefiero que lo lleves tú. Y se trata de Omar, son cinco mil, ¿qué te parece?

—Bien. Te veo en el lugar dentro de una hora —acepté. Ese dinero me vendría de maravilla.

—¡Perfecto!

Terminé la llamada justo cuando Allison salía del baño, sonreía coqueta, a la espera de más, pero no tenía tiempo. Ese dinero me haría falta, tenerlo impedía que les pidiera ayuda a mis padres, eso no lo haría jamás, preferiría morirme de hambre.

—Debes irte —ella me miró confundida—, voy a correr.

—Voy contigo. —Negué de inmediato.

—Ni loco, sabes que si vas conmigo te arriesgas a que te pidan como pago. —Se mordió el labio.

—Te importa que otro me tenga —susurró creída. Rodé los ojos.

—No te hagas ilusiones, lo que hagas con otros me importa poco, corro por dinero, no por mujeres —mascullé dirigiéndome a la puerta, Allison me miraba mal—. ¿Vienes o piensas regresar sola?

—Eres un idiota, Stefano.

—Dime algo nuevo.

♣️♣️♣️

Arribé a la carretera del kilómetro 95, aquí se llevaban a cabo las carreras clandestinas donde solía correr a menudo. Ron ya se encontraba ahí en compañía de un poco de público, chicos y chicas por igual, algunas caras me eran conocidas, otras eran nuevas.

Estacioné la motocicleta y bajé de ella, enseguida el rostro ansioso y sonriente de Ron apareció en mi campo de visión, vino hacia mí, me saludó y puso las llaves de su Golf R en mi mano, incluso cuando no las necesitaba.

—Gracias por venir —dijo contento.

—Sabes que no es gratis —le recordé.

—El dinero es tuyo, solo quiero que le des su merecido al cabrón de Omar.

Ubiqué al chico a unos metros de distancia, apoyado en el capo de su Honda, había varios chicos con él, entre algunas mujeres que lo engrandecían. Lo conocía, lo había visto correr, era bueno, pero su auto no tanto y para tener buenos resultados, debías estar acorde a tu potencial, se trataba de hacerlo crecer, no disminuirlo y por ende disminuir las posibilidades de ganar. Pero al parecer no sabía mucho de autos o tenía una fijación por esa marca que, a mi gusto, era pésima. Todo lo contrario, al Golf de Ron, un auto a que le invirtió muchos dólares, valía la pena.

—Así que tuvo que mandarte traer —se mofó Omar al verme. Di una calada a mi cigarrillo y solté el humo en su cara.

—¿Qué? ¿Miedo? —Emitió una risa despectiva.

—¿De ti? Vamos, Step, eres bueno, no invencible.

—Ya veremos, Omar —miré a Ron y al tipo encargado de decidir al ganador—, ochocientos metros —agregué.

—Es poca distancia —masculló Omar. Volví a dar una calada y luego arrojé la colilla a sus pies antes de pisarla.

—¿Lo vas a hacer o no? —Espeté.

—Andando.

Sonreí y sin prisas me monté en el auto de Omar. El olor del interior me volvía loco, los autos después de las motocicletas, eran mi debilidad, incluso por encima de las mujeres.

—¿No crees que es poca distancia? —Cuestionó Ron, apoyándose contra el borde de la venta.

—¿Tienes miedo de que pierda?

—Por supuesto que no.

—Entonces deja de molestarme con tus preguntas. Yo sé lo que hago —exclamé confiado.

—Bien, bien, suerte —reí—, aunque nunca la has necesitado.

—Si esperas que la suerte te solucione la vida, amigo mío, vas a terminar jodido.

Encendí el motor que hizo un sonido espectacular, francamente me fascinaba este auto, no era el más vistoso o completo si hablábamos de interiores, mucho menos uno que aparentara ser el más rápido, pero podía correr de cero a cien en poco más de cuatro segundos. Si bien, yo era un buen conductor, el motor de este bebé —como Ron lo llamaba—, me facilitaba las cosas.

Me posicioné en el sitio adecuado, justo a mi lado se encontraba un Omar más que preparado para perder, alrededor nuestro público y al frente una carretera recta sin ningún tipo de obstáculo. Fijé ambas manos en el volante, Ron se colocó en medio de nuestros autos y alzó el brazo, miró a Omar, luego posó sus ojos en mí. Asentí y apreté la palanca de velocidades entre mis dedos. La adrenalina comenzaba a acentuarse en mi estómago y cuando ambos aceleramos, esta se expandió por todo mi cuerpo.

No presté importancia a Omar, fijé la atención en mi objetivo que se hallaba delante, pero hasta ahora no vi sus luces traseras, solo segundos después me alcanzó, acelerando a fondo su chatarra. Reí, metí otra velocidad y casi lo alcancé; entonces lo vi adelantarse por pocos metros y fue momento de dejarlo atrás. No demoré en mover la mano, empujar el pie al fondo y traspasar la línea marcada, siendo el ganador de la carrera y echándome al bolsillo cinco mil dólares que necesitaba bastante; lo hice en menos de lo que otros hubiesen logrado.

Di la vuelta derrapando las llantas en el asfalto y volví tranquilamente hacia donde un Omar furioso echaba maldiciones a diestra y siniestra. Las personas que nos acompañaban se acercaron, apagué el motor y bajé.

—¡Has pateado su culo americano! —Celebró Ron.

—Cierra la boca que tú también eres americano —bromeé, cochando los puños con él.

—¿Hasta cuándo vas a admitir que modificas los motores de tus autos? Eres un jodido tramposo —reclamó Omar.

—Paga y deja de llorar. Has perdido, al menos hazlo con dignidad —aconsejé.

—No te pagaré ni una mierda —masculló.

—Oh no, amigo, las deudas de juego se pagan —intervino Ron—, vamos, Omar, antes de que Step te rompa la cara.

—Tú y él pueden irse al demonio —espetó, dirigiéndose a su auto. Respiré una, dos, tres veces y entonces fui por él.

Lo tomé de la camisa y estampé su cara contra el capo del auto mientras le flexionaba brazo por detrás de su espalda. Lo caliente del metal lo hizo quejarse, mas no lo solté y nadie intervino, me conocían bastante para saber que no era una buena idea.

—No me hagas molerte a golpes, dame el puto dinero o te prometo que vas a lamentarlo —amenacé.

—¡Está bien! —Aceptó de inmediato. Lo solté.

Abrió la puerta de su auto y sacó un sobre con los billetes, me lo tendió de mala gana, le sonreí en respuesta.

—Sabia decisión —articulé burlesco.

—Púdrete —increpó.

Reí más alto y volví con Ron mientras todos se retiraban, era la única carrera de esta noche. Por lo regular se hacían los fines de semana, pero Omar insistió en perder su dinero. Mejor para mí.

—Disfruta tus dólares —comentó divertido Ron.

—A tu salud —me mofé.

♣️♣️♣️

Era de madrugada cuando bajaba de mi motocicleta, tenía sueño y en unas horas debía ir a la universidad. La odiaba, pero necesitaba estudiar, aunque quisiera dedicarme a correr autos, eso no me serviría siempre, debía tener algo seguro.

Escuché la puerta de un auto cerrándose y antes de encender mi cigarrillo de marihuana, vi la silueta de una chica acercarse a la puerta del edificio. Cuando la luz le dio en el rostro, sonreí al ver que se trataba de Lily. Parecía cansada, cargaba las zapatillas en su mano, su peinado no seguía como cuando se fue, tampoco su maquillaje; no recordaba si usaba medias antes de irse o solo lo imaginé, pero una parte de mí prefirió omitir eso.

Calladita —dio un respingo y las zapatillas cayeron de su mano, trató de enfocarme entre la oscuridad—, estuvo buena la fiesta, ¿eh?

—Mierda, Stefano, me asustaste —se quejó—, ¿qué haces ahí escondido?

—No estoy escondido —respondí, agachándome para levantar sus zapatillas—, voy llegando al igual que tú.

Caminamos juntos al interior del edificio con ausencia de guardia; no le di sus zapatillas, le ayudé a llevarlas, aunque era un peso nulo, daba la impresión de que Lily no quería cargar con ellas.

—Viendo mejor tu cara, no parece que hayas tenido una buena noche —comenté. Suspiró.

—No lo fue, estoy cansada —confesó, pero más que cansada, se mostraba decaída.

—¿Qué pasó? —Negó, esbozando media sonrisa, pero esta no era ni la cuarta parte de las que siempre me dedicaba, se vio... triste.

—¿Tienes un cigarrillo? —Cambió el tema. Supe que no debía insistirle, no deseaba hablarme de lo que le molestaba y respeté su espacio.

—Solo de marihuana —se lo mostré—, puedo compartirlo, es el último.

—Mejor. Vamos a mi departamento.

En silencio llegamos al final del edificio, al ático. Abrió la puerta y me invitó a pasar. El olor de su perfume estaba impregnado en el aire; la escuché decir algo, pero me encontraba más interesado en los detalles del sitio donde ella dormía. Era pequeño, el techo triangular del costado derecho que daba justo al jardín trasero del edificio, la otra mitad que daba a las escaleras y pasillo, era normal. Su cama era individual, pegada a la pared y con luces de color púrpura alrededor de la cabecera metálica. Nada aquí dentro combinaba, ni la pequeña mesa de madera clara con la silla de madera marrón, o la alfombra rosada debajo del sofá rojo, ni qué decir del tocador o la pequeña estufa donde ella cocinaba.

—Me gusta que las cosas no combinen, ¿sabes? —Dijo, quitándome el cigarrillo de la mano, la cual enseguida tomó, tirando de mi cuerpo hacia la alfombra frente a la venta con vista al jardín.

—¿Por qué?

—Es mi toque —nos sentamos sobre la alfombra y ella encendió el cigarrillo—, así cuando vean algo mezclado con otro algo que no debería ir ahí, piensen: eso debió hacerlo Lily.

Dio una calada larga al cigarrillo y luego me lo pasó, la imité y soltamos el humo casi al mismo tiempo mientras reíamos. Se tiró al piso, su cabeza descansó en una almohada, sin saber si debía o no, me recosté a su lado. Ella aún llevaba ese bonito vestido negro, el escote me dejó ver el comienzo de sus senos, pero enseguida lo evité y preferí mirar sus ojos.

—También podría pensarte como la chica que fuma marihuana —susurré. Meneó la cabeza.

—No, no quiero ser esa clase de chica —repuso. Me le quedé mirando antes de dar otra calada.

—¿Cuál es tu secreto Lily? —Averigüé curioso.

—No hay secretos, Step —sonreí interiormente, me gustaba cuando me llamaba así—, solo soy yo, con deudas, tareas y... —calló.

—Vecinos insistentes —continué. Esta vez sonrió de verdad.

—Y guapos. —Le di el cigarrillo y lo aceptó.

—¿Tomo eso como un coqueteo? —El humo bañó todo a nuestro alrededor.

—Un halago, Step, solo un halago.

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