La miré despectiva esperando que respondiera a mi pregunta, pero lo único que obtuve como respuesta fue silencio. La mujer se alejó, pero instintivamente tomé su arrugada mano y con ojos suplicantes repetí la misma pregunta.
— Eres tú ¿Agatha Di Blake? — con precaución ella me miró.
— ¿Quién te envía?
— Lady Miranda — respondí, ella amplió los ojos al reconocer el nombre; sin embargo, ella parecía aun desconfiar de mí — No vengo a causar ningún daño — me apresuré a decir — La única intención por la que he venido a usted es porque deseo su ayuda.
— ¿Y por qué debería ayudarte? — ¿por qué? Una simple pregunta con tan grande respuesta — Agatha Di Blake fue uno de mis antepasados, mi nombre es Rebeca Di Blake — ella se dirigió hacia uno de los estantes y encendió una vela — Y gracias a sus dones fue condenada a la hoguera. No arriesgaré mi vida solo por ayudarte a menos que ofrezcas un precio justo — miré mis manos mientras jugaba con los guantes de seda negra; yo no poseía nada de valor que pudiera complacer a esta mujer.
— Señora, no poseo la misma riqueza que la nobleza. Soy solo una simple mujer que desea ayudar al hombre que ama — una sonrisa adornó su arrugado rostro.
— ¿De verdad? — con su dedo índice levantó mi mentón — Esa ropa que llevas es tela importada directamente de los barcos mercantiles y los botones de oro de tu blusa dicen que provienes de una familia muy bien acomodada — soltó un bufido — Los nobles son así ¿verdad? Entre más poseen más es su ambición; dices que deseas salvar a tu hombre, pero no estás dispuesta a pagar.
— Detrás de estas ropas solo hay una simple campesina; pobres de aquellos ojos que solo ven el exterior y no el interior — recalqué — Pero si debo ofrecer mi alma para salvar a mi amado eso haré; sin embargo, espero que esto sea suficiente como pago — sobre el mostrador de madera dejé caer la joya que Sebastian me había dado.
— ¿De dónde la has sacado? — tal fue su impresión al ver el collar que sus ojos se ampliaron hasta el punto de que llegué a creer que podrían llegar a salirse de su órbita.
— No importa la procedencia — dije con tono hostil — Pero esto es lo único que poseo ¿es suficiente para usted? — Rebeca tomó el collar entre sus dedos y la contempló como si se tratara de algo muy preciado para ella.
— Esta gema solo la poseen los vampiros, cuando la paz persistía entre ellos y las brujas, les fueron entregados estos collares como protección. En estos collares, yacen los algunos de los poderes sobrenaturales de los vampiros, gracias a esta gema ellos pueden caminar bajo el sol — masculló para ella, pero fue audible para mí — Agatha fue quien forjó este collar — sus ojos se volvieron a los míos — Esta joya pertenece a la dinastía Di Blake y por ende me pertenece y por traerlo de vuelta ¿qué deseas a cambio? — alcé la mirada. No podía dejar pasar esta oportunidad.
— Quiero un hechizo que pueda acabar con una bruja descendiente de los exterminadores.
— Un hechizo procedente del abeto plateado, es lo que pides — asentí. Rebeca tomó mi mano de repente provocando un atisbo de miedo en mi interior — La pregunta es ¿para qué querría una chica como tú un arma letal como esa?
— ¿A qué se refiere?
— Un hechizo procedente del abeto plateado puede causar mucho daño a todo ser inmortal o que posea magia, es por eso que es importante que definas muy bien para que lo quieres. Siempre debes ser muy específica al pedir un conjuro — tragué en seco y procedí a explicar lo que sucedía; el plan de Hazel era destruir a Sebastian — Tengo lo que necesitas.
[...]
Mis manos temblaron cuando la sostuve, ella me dijo que era lo único que podría liberar a Sebastian; sin embargo, lo que ella me pedía iba más allá de mis propios ideales y convicciones. Ahora frente al espejo de mi habitación miraba la estaca proveniente del abeto plateado bañada con una empuñadura de plata; en mis manos yacía la un arma para vencer a Hazel, pero eso implicaba la muerte de Sebastian.
Cuando Miranda me dijo que lo único que podría detener a una bruja era el abeto plateado creí que se trataría de un embrujo o una posición para detenerla, pero Rebeca me dijo todo lo contrario. La magia de Hazel era poderosa, pero ella desconocía sus propias debilidades. Los hechizos para manipular vampiro tan poderoso como Sebastian requerían de mucho poder e inevitablemente sucedió algo que Hazel desconocía; la magia negra implicaba mucha energía y sin que ella se diera cuenta había vinculado su vida a la de Sebastian así que si él moría ella lo haría también.
Lancé el objeto de madera dentro de uno de los cajones y envolví mi cabeza entre mis manos. No podía dejar que el único hombre que he amado fuera condenado a la muerte; sumida en mi propia melancolía reposé mi cabeza sobre la madera del tocador y me sumí en las oscuras nubes del sueño; no pasó mucho tiempo desde que había decidido perderme en la inconsciencia cuando alguien tocó mi hombro haciéndome sobresaltar.
— Señorita — solté un suspiro de alivio al ver que se trataba de Ana — No fue mi intención asustarla.
— ¿Qué sucede? — dije con voz soñolienta.
— He venido a alistarla para dormir señorita.
— Está bien — nuevamente llevé una mano a mi cabeza y dejé que Ana hiciera sus habituales; sin embargo, mi cuerpo se puso rígido en cuanto Ana se acercó al cajón en donde había guardado la estaca.
Había olvidado que ese era lugar donde ella guardaba mis pijamas.
— ¡Ana! — mi voz salió más agitada de lo normal — ¿Podrías dejarme sola un momento? Me duele un poco la cabeza.
— Como ordene mi lady — hizo una reverencia y salió de la habitación.
Me dejé caer sobre la cama y cerré los ojos dejando que el sueño me llevara a un lugar donde esta pesadilla no existiera.
¡Violet!
Abrí los ojos de golpe, frente a mí se encontraba ella. El supuesto fantasma de Lily, un invento de la misma Hazel para sacarme de su camino.
— No eres real — siseé.
<<Vas a morir>>
— No — tomé el triskel que Renata me había obsequiado y me aferré al talismán con fuerza.
Mientras lo sostenía, una cálida energía me invadió; la paz y la serenidad me acogieron como un suave abrazo que me decía que todo iba a estar bien así que, cuando abrí los ojos tan solo la tenue luz de la vela alumbró la habitación. Ella había desaparecido.
Era tal y como había dicho Renata, solo había sido un truco de Hazel.
— ¡Mi lady! — gritó alguien — ¡Mi lady! — Greta entró a mi habitación totalmente exasperada.
— ¿Qué sucede?
— Debe salir de aquí — cuando abrí la puerta los ojos de Ana y Greta estaban inyectados por el miedo.
— ¿Qué sucede? — volvía a preguntar, pero ninguna de ellas respondió solo se concentraron en cubrir mi cuerpo con el primer vestido que encontraron.
— Mi lady debe huir de aquí — dijeron al mismo tiempo, me aparté bruscamente.
— No me iré sin que me digan que está sucediendo — ambas se miraron entre sí cuando la puerta de la habitación fue abierta abruptamente.
— Mi señora — ambas chicas se pusieron de rodillas ante la presencia de Miranda.
— ¿Está lista? — preguntó sin ni siquiera mirarme. Ana y Greta asintieron.
— ¿Lista para qué?
— Dense prisa — Miranda tomó mi brazo, pero me solté de su agarre.
— No pienso ir a ninguna parte sin una respuesta — Miranda me mostró sus colmillos haciéndome retroceder.
— No pondré a discusión mis actos niña — dijo con superioridad — Vendrás conmigo — tomó mi brazo nuevamente y me condujo escaleras abajo. Fue entonces cuando la luz del sol acarició mis mejillas.
Miré el reloj, apenas pasaba algunos minutos después de la media noche. Entonces ¿por qué la luz era tan intensa? Fue cuando me percaté de que no era la luz del sol la que se asomaba desde afuera sino las llamas del fuego que consumían la mansión Radclyffe Grey.
— Está empezando — susurró Miranda — Estuvimos equivocados todo este tiempo.
— ¿Qué quieres decir? — los ojos color carmesí de Miranda me miraron con aflicción.
— Hazel no quiere a el poder de Sebastian — su confesión me tomó por sorpresa — Ella te quiere a ti.