Al final te quedas | DISPONIB...

By AnnaMarquez_

318K 33.5K 12.9K

Durante los noventa, Alessio formó parte de la banda de rock más grande del mundo. Una década después, debe d... More

Sinopsis
¡Volvemos a ser una historia 100% gratuita!
Ilustraciones
Epígrafe
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
36
37
38
39
40
41
42
43
44
EXTRA #1
EXTRA #2

35

2.4K 519 305
By AnnaMarquez_

La casa de mis padres continuaba siendo la misma. Los muebles estaban donde siempre desde hacía más de diez años, de tal manera que hubiese podido atravesar la estancia y el comedor para ir hasta la cocina con los ojos cerrados, sin golpearme ni una sola vez. El tapiz, de aquel color verde lima tan deslavado por los años, pero tan familiar para mí como la luz cálida de la lámpara que colgaba sobre la mesa; al contemplarlo solo era capaz de sentir paz y calidez hogareña. Luego de tantos meses lejos de mi hogar, inclusive era reconfortante el desgastado sofá reclinable tapizado en cuero, donde mi padre solía descansar y ver televisión luego de sus largas jornadas de trabajo. Cosas, detalles mínimos, se convirtieron justo frente a mis ojos en nuevas fuentes de nostalgia, y me di cuenta entonces de que, cuando menos te lo esperas, los momentos han dejado de serlo para convertirse en recuerdos.

Busqué empaparme de aquella sensación de seguridad, por lo que me dediqué a hacer hasta lo imposible por evocar la cotidianeidad de la que hasta hace no mucho tiempo atrás había formado parte. Escuché a mi padre hablar de sus pacientes, contando historias de hospital y salas de urgencias que siempre, desde muy niño, me habían resultado interesantísimas; todo eso mientras iba de un lado a otro por la cocina, ayudando a mi madre con la cena.

Ellos también me preguntaron sobre mi nueva vida, estaban curiosos de saber en viva voz tantas de las cosas que les conté por teléfono desde la mudanza. Les hablé de lo pesado que era trabajar en el estudio, y lo agotador que podía volverse dar un concierto; también que la vida de Los Ángeles no difería mucho de la de Las Vegas, pues ambas ciudades estaban activas día y noche de la misma manera.

Me contaron, ya entrados en la conversación, que en más de una ocasión habían encendido el televisor, encontrándose con Waterhunt dando una entrevista en algún canal. Me lo dijeron con mucho orgullo, y aunque hicieron hincapié en lo extraño que les resultó al principio ver el cambio paulatino de mi imagen, pronto se acostumbraron a él. Claro, no les conté lo inconforme que yo estaba con ello.

Lo único que en realidad me asombró, fue que ninguno de los dos me riñese por el tatuaje del cuello, incluso cuando ambos dejaron bien claro que lo vieron desde el instante en que atravesé la puerta. Al parecer, ellos habían caído en cuenta, mucho antes que yo, que ahora era un adulto cuyas decisiones eran solo suyas.

Como no podía ser de otro modo, eventualmente el tema de Jackson llegó a la mesa, y lo increíble fue que ni siquiera porque yo lo hubiese tocado, fueron ellos quienes lo nombraron por primera vez. Pensándolo ahora, tampoco debió ser un hecho extraordinario, puesto que ellos conocían que era mi compañero de piso y uno de mis «grandes amigos»; aquello aunado a lo bien que les caía, me preguntaron cómo estaba. Yo respondí, a muy grandes rasgos, que se encontraba bien y, de hecho, también en la ciudad.

―¡Deberías decirle que venga a cenar! ―sugirió mi madre, y mi padre la secundó.

―Está resolviendo un par de asuntos. ―Bastó solo eso para que los nervios comenzasen a aflorar en mi piel, como si, por algún motivo, ellos fuesen capaces de leerme la mente y adivinar cuales eran los pendientes que le atañían por ahí―. Pero seguramente venga más tarde.

«Si todo sale bien», añadí mentalmente.

Decidí cambiar el tema, pues todavía no estaba listo para comenzar a sumergirme en las aguas de Jackson; aún necesitaba tiempo y tener el estómago lleno para soportarlo.

Recuerdo aquella tarde como una cuyas horas se volvieron cómodamente lentas, tal vez yo me forcé a vivirlas de ese modo, pues todo mi ser clamaba por impregnarse de aquello que, sin caer por completo en cuenta, llevaba tanto tiempo extrañando. Así como recuerdo la luz azul de la casa donde conocí a Jackson, recuerdo el aroma de la comida de mi madre, o el perfume ambiental de cítricos que antes, cuando vivía ahí, siempre me pareció tan desagradable. Rememoro tu risa, así como el tic-tac del gran reloj de pared a un lado de la entrada de mi hogar, que era tan ruidoso que a veces era capaz de escucharlo tenue desde mi habitación en el segundo piso. Incluso evoco con facilidad las pequeñas discusiones de mis padres, que jamás parecían alargarse por más de tres minutos, pues comenzaban de la nada y como si nada se iban.

Viviendo contigo, las cosas siempre fueron diferentes. Nuestro apartamento estaba constantemente impregnado del aroma del humo de tabaco y marihuana; hacer que se fuese era complicado, tanto, que en algún punto dejamos de intentarlo. En nuestro pequeño lugar, la música nunca cesaba, siempre estaba algo sonando. Las paredes eran de un viciado color blanco que quedamos en cambiar, pero nunca lo hicimos; al principio por falta de tiempo, después por falta de ganas. No digo que fuese malo, porque no, se volvió otra memoria en la que nado cada vez que trato de hallar un sitio que nombrar hogar.

Cuando finalmente se hizo de noche y llegó la hora de la cena, cenamos jugando cartas. Póker, que era lo único que yo aprendí alguna vez. No fue sorpresa que mi madre nos ganase en casi cada ronda, pues desde siempre tuve la concepción de que era una mujer con mucha suerte, casi todo le salía bien. «Por esa razón siempre está contenta», pensaba cuando era todavía más joven; con el tiempo aprendí que todo le saliese bien, sino que le saliese lo que le saliese, aprendía a estar bien con ello. Era positiva, más que cualquier otra persona que yo hubiese conocido jamás.

Al terminar, después de recoger los platos, insté a mis padres a que se quedasen conmigo a la mesa un par de minutos, porque tenía algo que decirles. Les recuerdo sentados frente a mí, con sus manos sobre la superficie de madera y observándome como si fuese a dar el discurso más importante de mi vida. Había estado ensayando durante toda la tarde, en mi cabeza, sin embargo, en ese instante me quedé en blanco y supe que tendría que improvisar. Comenzaría a esculpir mi soliloquio hasta que este tomase forma, sin importar si arrancaba solo como una amorfa pieza gigante de mármol.

―Pues... conocí a una persona. ―Me aclaré la garganta al sentir el rostro caliente; puedo ver, tanto tiempo después, la sonrisa de mi madre y la intriga de mi padre. Puedo asimismo recordar la necesidad de fumar algo, para disipar mis nervios―. Bueno, en realidad, la conocí hace ya un tiempo y hemos estado juntos un largo rato hasta este momento. ―Las tripas comenzaban a revolverse bajo mi piel, apretujándose y pidiéndome que liberase la tensión―. A-al principio yo no sabía hacia dónde íbamos involucrándonos, pero las cosas pasaron y yo, bueno, me enamoré. Y esta persona de mí.

―Me alegra mucho que por fin hayas encontrado a una mujer, hijo ―dijo mi padre, orgulloso, hecho que me provocó un nudo en la garganta. Entendí a la brevedad que no podría responder a su alegría sino hasta que escuchase la última de mis palabras.

―Sí... lo que pasa es que nosotros hemos estado juntos por casi tres años ya. ―Eso les sorprendió, y no los culpo―. La verdad es que han sucedido un montón de cosas; muchas buenas, algunas malas, pero seguimos en esto y estoy seguro de que jamás había sentido esta clase de amor por nadie. Desde que conocí a esta persona, es como si hubiesen encajado un montón de piezas dentro de mí, como si preguntas que me había hecho durante años solo hubiesen desaparecido. ―Antes de dejar caer la bomba, yo deseaba que conociesen mis sentimientos al respecto, así que me tomé mi tiempo―. Después de tanto, he, hemos, llegado a la conclusión de que ustedes deberían saberlo, porque me haría feliz que así sea.

Nunca olvidé la sensación de mis ojos escociendo con ferocidad, pero negándose a derramar una sola lágrima sencillamente porque no tenía idea de por qué quería llorar. Era solo un cúmulo de sentimientos tan intenso que la boca me sabía a hierro, todas esas emociones estaban aglomeradas en mi estómago y detrás de mi garganta.

―¿Y si es tan maravillosa cuándo la vamos a conocer? ―insistió mi padre.

Era hora.

―Lo que sucede, papá, es que ustedes ya lo conocen.

Notaron el cambio de artículo, pues de pronto ya no era la persona, sino «él». Hubo un gran silencio durante unos segundos, tan pesado y helador como un iceberg en medio del océano. Pude ver que se cuestionaban en silencio mis palabras, como si no hubiesen comprendido de primera instancia, así que antes de que dijesen nada, agregué―: Es Jack.

Deseé tenerte ahí, a mi lado. El corazón me latía tan rápido como las alas de un colibrí batiéndose en plano vuelo.

―¿Es una broma? ―Serio, negué con la cabeza a su pregunta.

El tic-tac del reloj se tornó más ensordecedor bajo el silencio absoluto de la sala de estar. Creí incluso escuchar los engranajes de nuestros cerebros, todos trabajando a máxima potencia. Me quedé petrificado en la mirada verduzca de mi padre durante un tiempo que pareció la eternidad, hasta que volteé la vista a mi madre y me encontré con sus ojos tan castaños como los míos; me sonreía con ellos. Quise que mi padre dijese algo, cualquier cosa, pero se mantuvo callado durante mucho tiempo. En su lugar, fue mi madre la que se aventuró primero a hablar.

De todas las posibilidades que exploré, lo que me dijo nunca estuvo en los planes.

Me preparé para una confrontación, como con Sam; indiferencia, como con Raphael; inclusive solo aceptación, como con Bryan. Lo que ella dijo fue distinto y, al mismo tiempo, sé ahora que debí habérmelo esperado. Mi madre me amaba, y con su pregunta supe que no le importó que le hubiese confesado que estaba enamorado de Jackson, o que Jackson fuese un hombre; era mi madre, y como tal solo esperaba una cosa, misma que hubiese pedido de cualquier novia.

―¿Te hace feliz?

―Sí. ―Mi respuesta fue apenas un susurro.

―Sí... ―repitió ella, después de mí―. Ya me pareció que lo hacía la primera vez que lo trajiste a la casa.

Bien pudo ser su mirada, o el tono al hablar, pero entendí que ella ya lo sabía; y si no, al menos lo intuyó tiempo atrás porque, ¿cómo no hacerlo? Si yo tenía su mirada y ella me crio, era normal que mis pupilas le delatasen mis secretos más profundos.

No supe qué hacer o decir, lo mismo que le sucedió a mi padre, pues al final lo que hizo fue levantarse de su asiento y rodear la mesa hasta llegar a mi lado. Él colocó su mano sobre mi hombro, después sobre mi cabeza y me sonrió; apenas un gesto para que supiese que no estaba molesto conmigo, pero que necesitaba tiempo. Se fue. Le vi desaparecer por las escaleras rumbo al segundo piso. Fue entonces que mi madre también se levantó, pero contrario a él, ella se sentó a mi lado y tomó una de mis manos entre las suyas; a comparación, las mías eran bastante grandes, lo cual me resultó extraño, siendo que tuve la impresión de que las suyas eran mucho más seguras y firmes de lo que alguna vez serían las mías.

―Cuando abandonaste la carrera, ni tu papá ni yo entendíamos qué fue lo que te llevó a tomar esa decisión ―comenzó, mirándome conciliadora a los ojos―. Nos costó mucho trabajo darnos cuenta de que, aunque nos costara aceptarlo, eras una persona independiente y debías tomar tus propias decisiones.

»Alessio, desde que supe que te tendría comencé a fantasear con la vida que ibas a llevar cuando fueses mayor; y no te miento, hijo, no has atinado a ninguna de las aspiraciones que yo tenía para ti, pero eso está bien. ―Llevó una de sus manos a mi rostro, recuerdo la forma en que acarició mi mejilla, como lo hacía cuando yo no era más que un niño―. Cada uno forma su camino, tú has sabido hacerte con el tuyo de una manera que me llena de orgullo porque sé que, ante todo, eres un buen hombre. No podría pedirte más. Quiero que cuando mires atrás sonrías, pues la vida es muy corta como para arrepentirse, tanto de las cosas que no se pueden cambiar como por no vivir como nos hubiese gustado.

Tenía en la garganta un nudo tan grande y doloroso, que creí que me desgarraría por completo. Sabía que mi rostro estaba rojo, mis ojos cristalizados y que las profundas respiraciones eran solo mi último recurso antes de quebrarme por completo. Cada vez que recuerdo sus palabras, experimento lo mismo.

«La vida es demasiado corta como para arrepentirnos por no vivir como nos hubiese gustado». Aquella fue, probablemente, la lección más grande que me dio jamás. Tanto, que cada vez que la visito puedo verlo grabado en el mármol, bajo su nombre.

―Si es verdad que lo amas, no podría sentirme más contenta por ustedes. Jackson es un buen muchacho, estoy segura de que sabe que tú también lo eres.

No pude contenerlo más. Recuerdo recargar mi frente sobre su hombro y llorar, llorar y no por miedo, frustración o tristeza en mucho tiempo, sino de alivio. En ese instante dejé atrás una carga que arrastré, sin saber, desde aquella noche de octubre del noventa y uno en la que me di cuenta de lo que sentía por él. Mi madre besó mi cabeza y me dejó desahogarme; cuando por fin recuperé el aliento, me preguntó si él iba a ir a la casa aquella noche. Le dije que sí.

Pensar en todo eso me llena de una calidez tan abrumadora que es complicado no dejarme arrastrar a la lluvia, pero contrario a las demás, es una refrescante y abundante luego de una larga sequía; no la que mata cosechas, sino la que da vida y devuelve la esperanza. Aquella que cae desde nubes que permiten el paso de la luz.

Fue rarísimo verla tratarte como a su yerno, en especial porque no fue distinto a la manera en que te trató desde aquella primera Navidad.

¡Hallo! Ya es miércoles, wow, que rápido pasan los días, estoy sorprendida.

Hoy tenemos un capítulo que me pone muy sensible cada vez que lo leo, espero que les guste mucho. <3 Ya estamos cerca de la recta final, no falta mucho para el desenlace de estos dos muchachos y, la verdad, me encanta leer todas las teorías que tienen respecto a la actualidad de Jack y Ale.

Nos leemos el domingo. <3

Xx, Anna. 

Continue Reading

You'll Also Like

847 384 16
La verdadera traicion escrita. Ella trato de suicidarse y todo por ti.. te odio son las palabras que uso para referirme a el,ella lo dio todo por el...
2.8K 200 10
Luca Paguro, un chico humano de 13 años quien trabaja en el extravagante circo del señor Ercole Visconti, tiene una rutina común para alguien como él...
210K 13.6K 43
Desde que podía recordar, Nahuel Lowell siempre ha tenido el mismo sueño. Sin embargo, él nunca creyó en premoniciones ni sucesos sobrenaturales, ni...
468 106 16
Dylan es un chico que tiene la intención de suicidarse, no sin antes cumplir su último deseo: hacer feliz a su hermanito. Por lo tanto, le incita a h...