30 días para enamorarme

By ReynaCary

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Laini es alumna de Martín y por azares del destino se unen con un propósito. Demostrar que solo hacen falta 3... More

Prólogo
Una L plateada
Presidenta del mundo
Su princesa
La única favorita
Buenas noches
"30 días para enamorarme (Parte I)"
Ansiosa
Ignorarme
Color coral
Tu mano
Recuerdo tangible
Grito desesperado
Estrella fugaz
Encantadora pelirroja compacta
Cuidador de tus sueños
¿Celoso?
Hogar, dulce hogar
Pitufo
Sueños con él
Lluvia de estrellas
Dulce como cupcake
No podré besarte
Hormiga pelirroja
En un hospital
Laini
Legalmente suyas
Olor amargo
Una persona que quiero mucho
Lo prometo por...
Me quedaré pequeña
Quiero vivir aquí
Abrazando a Katia
Anhelando 18 años
Cierra los ojos

Los problemas de papá y mamá

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By ReynaCary

Laini

Sus padres estaban muy felices, por primera vez Laini iba a llevar invitados a su fiesta de cumpleaños. Se les veía tan contentos que desde las 6 a.m. los escuchó levantarse para preparar ese día. Podaron el césped del patio principal, revisaron cada rincón para no dejar pasar la más diminuta basura. Prepararon las mesas, acomodaron la lona de plástico para poder inflar el brincolín. A las 10 de la mañana ya estaban preparando la comida y los dulces que le darían a cada niño.

Ella podía notar que era una fiesta muy grande y se preguntó si había abusado al invitar a todos los niños de su salón. Sus padres le dijeron que no que por eso habían impreso tantas invitaciones, pero al verlos trabajar desde temprano y decorar tantas mesas, dulces, la angustiaba un poco.

Sandra llegó antes del medio día para ayudarla a ella y a Katia a alistarse para la gran celebración. Desde el principio pidió no usar vestido pero sus padres la convencieron en que debía usar uno por el día de su cumpleaños, sobre todo para destacar entre sus amigas invitadas que también estarían usando vestidos de colores.

Por esa razón eligió uno que sin duda se notaría a metros de distancia.

Mientras Katia tenía un vestido naranja con un listón alrededor de la cintura un tono más oscuro y el cabello sujeto en una cola de caballo alta; ella decidió usar un vestido amarillo, lleno de tul de la cintura hacia abajo y hacia arriba del mismo color pero a cada costado tenía un par de líneas café brillante. Sandra le adaptó una tira de tul amarilla a la espalda que parecía un moño pero al mismo tiempo, el largo de los listones daba la alusión a una cola parecida a la de Pikachu. Dejó su cabello suelto y sobre la cabeza se acomodó una diadema con unas orejitas muy disimuladas a las del personaje.

Sus padres dijeron que era mejor no disfrazarla en su cumpleaños de un personaje en particular, pero ella así lo quería y a su forma consiguió un estilo de Pikachu princesa y se veía bien para ella.

Sandra terminó de vestirla al momento que los primeros invitados empezaron a llegar. Se asomó por la ventana de la sala y vio a dos de sus compañeras entrar al patio y quedarse sorprendidas el ver la decoración, señalaron al brincolín y le pidieron a sus mamás que las dejaran subir pero estaban siendo ignoradas puesto que los padres de las niñas y los suyos estaban hablando, presentándose formalmente.

Laini había notado que ese tipo de fiestas servían para que los adultos se conocieron y volvieran más cercanos, aunque también los había escuchado hablar y criticar cualquier cosa cuando las fiestas terminaban, lo notaba días después de los cumpleaños de Katia, por ejemplo.

Salió de la casa sujeta de la mano de su hermana y saludaron a las niñas que con emoción la abrazaron como si fueran muy buenas amigas y le entregaron dos bolsas pequeñas con presentes.

—¿Nos podemos subir al brincolín? —preguntó una y ella asintió.

Las niñas corrieron y Katia se inclinó a su lado.

—Se supone que debes ser tú la primera en subirte, es tu fiesta, Laini.

—Quiero esperar a Evan —terminó de hablar justo cuando su mamá la llamó con voz animada.

Corrió a la entrada del patio, aun sujetando la mano de Katia, y ahí vieron a Evan, usando un pantalón de mezclilla y una playera azul con blanco como ella le había pedido que se fuera. Solo por esa ocasión permitiría que él fuera el amigo alto.

—Laini, ya llegó tu amigo Evan —anunció su mamá y por primera vez Evan no estaba solo, a su lado, sosteniéndolo de la mano estaba una joven mujer, muy, muy joven el realidad.

Tenía una mirada seria y una sonrisa extraña, no se parecía a Evan pero de acuerdo a las descripciones que él le había dicho antes, ella parecía ser su madre, Laini casi nunca olvidada lo que le decían. Esa joven chica de ojos marrones, piel canela, cabello negro y corto hasta los hombros era su mamá.

—Mucho gusto, soy Janeth, mamá de Katia y Laini —habló su mamá extendiéndole una mano.

—Sí, hola, soy Nadia, mamá de Evan y solo de él —dijo con nerviosismo estrechando su mano—. Él ha hablado mucho de Laini, me alegra que se hayan conocido.

—Igual yo —continuó su mamá con la plática. A su mamá se le daba muy bien hablar con cualquier persona, no como a ella que a veces le costaba seguir una conversación cuando la otra persona le parecía aburrida o no aportaba nada.

Mientras sus mamás hablaron en el jardín ella y Evan, junto a Katia, corrieron a la sala y empezaron a tomar algunos de los postres que sus padres aún no sacaban a la mesa del patio.

Su hermana mayor parecía estar contenta con Evan, estaban hablando y riendo y ella se sentía feliz con eso.

Pasaron solo unos minutos antes de que los demás niños empezaran a llegar y cuando más de 15 se encontraban en el patio, su papá se acercó a ellos y les pidió que salieron a jugar y divertirse con la música, los globos y el brincolín repleto de niños.

Estaba pasando un bonito día, sus compañeros no paraban de llegar, darle presentes y abrazarla. Le decían que se veía bonita, se tomaban fotos con ella y algunos más atrevidos la llamaban amiga cuando la presentaban a sus papás. No lo negó, pero no se sentía tan cómoda con esa palabra.

De ahí, solo Evan era su amigo.

Después del show de magia siguió una parte que jamás olvidaría.

Su mamá la sentó en el centro de una mesa redonda donde estaba el gran pastel, quedó completamente rodeada de todos sus compañeros con Katia de su lado derecho y Evan por el izquierdo, y todos al mismo tiempo empezaron a cantarle el feliz cumpleaños, las velas estaba encendidas sobre el pastel y su papá tenía una cámara grabando el momento, aunque no hacía falta, ella iba a recordarlo a la perfección. Corearon su nombre y aplaudieron fuertemente animándola a apagar las velas.

Sopló con todas sus fuerzas y se escondió debajo de la mesa cuando su hermana intentó aventarla sobre el pastel, arruinándoles la broma final. Ya estaba preparada para eso, en cada cumpleaños de Katia pasaba lo mismo y no le agradaba la idea de terminar toda llena de betún amarillo.

Sus compañeros rieron y formaron una fila para empezar a recibir su rebanada de pastel, su bolsa de dulces y un globo con forma de animal. A pesar que tenían mesas y sillas por todo el patio, todos se sentaron sobre el césped formando un círculo y ahí entre todos disfrutaron de su fiesta de cumpleaños.

Cuando el sol empezó a bajar poco a poco llegaron los padres de los niños y se marcharon de uno en uno, abrazándola, deseándole un feliz día y esperando ansiosos el próximo día de clases para hablar sobre la fiesta.

Los despidió a todos con una sonrisa aunque ya se sentía cansada y quería quitarse los zapatitos para ponerse sus pantuflas.

Podía recordar que pasaban de las 6 de la tarde y Evan era el único niño que seguía en su casa, como empezaba a hacer frío decidieron entrar a la casa y le mostró su habitación, que compartía con Katia.

Él se miraba todavía tímido a pesar que tenían mucho tiempo hablando y juntándose a comer en el recreo; notó como caminaba con cuidado para no tocar nada y cuando vio todas sus figuras de Pokemón hizo sus manos puño para no tomarlas.

—Puedes tomarlos para verlos más de cerca —lo animó mientras ella se sentaba en el suelo para quitarse los zapatos.

—Mi mamá dice que no debo tomar nada que no sea mío y mucho menos si no estoy en mi casa —respondió y ella levantó la mirada.

—Pues tu mamá no está aquí y yo te doy permiso —tanteó debajo de su cama hasta que encontró sus pantuflas, se las puso y cuando los dedos de sus pies pudieron estirarse a gusto se levantó para acercarse a Evan—. ¿Cuál es tu Pokemón favorito?

—Me gusta Meowth —respondió con la mirada baja.

—¿Por qué?

—Siempre he querido un gato que hable.

Ella se quedó viéndolo por unos segundos antes de soltar una carcajada. Cuando le preguntaba eso a Katia solía responderle que Eevee porque era bonito o Sandra decía que Charizard por su nivel de ataque. Pero nunca había escuchado una respuesta así.

Recorrió la vitrina donde tenía guardada su colección y entre figuras, cartas, peluches y demás curiosidades tomó una figura pequeña de Meowth, no medía más de cinco centímetros, le limpió el polvo y se la extendió a Evan, él solo alternaba su vista entre ella y el juguete.

—Está bien —respondió retrocediendo y agitando sus manos en negación.

—Te la estoy regalando —volvió a acercarle la figura pero él seguía con sus manos en puños.

—Mi mamá dice que no está bien aceptar...

—Hoy es mi cumpleaños y se debe hacer lo que yo diga, y te estoy diciendo que tomes este juguete —se acercó a él y le tomó una mano para obligarlo a sostener la figura del gato. Evan tenía una expresión de susto y solo abría y cerraba la boca—. Se dice gracias.

—¿Qué le voy a decir a mi mamá cuando revise mis juguetes y encuentre algo que no me compró? —la preguntó horrorizado.

—¿No te dejan tener gatos? —le preguntó desviándose ligeramente de la pregunta.

—No, mi mamá dice que es alérgica y no podemos tener gatos ni perros.

—Le dices a tu mamá que yo te regalé un gato que no le dará alergia y que podrás tener dentro de la casa —resolvió ingeniosamente la situación, como Sandra siempre le decía.

—Pero...

—Vamos a la sala de nuevo, mamá dijo que freiría papas. Podemos comer antes de que lleguen por ti —lo jaló de la mano que no sostenía el juguete.


Estaban sentados en la sala con un tazón de papas fritas cada uno cuando apareció Nadia en la puerta principal. Se disculpó por haber llegado tarde y Evan se despidió de Laini con un abrazo. Lo notó nervioso y sabía que por esa actitud su mamá notaría inmediatamente que algo escondía, así que antes de que atravesaran la puerta le gritó:

—El gato también es mi animal favorito.

Evan volteó sin dejar de caminar y le sonrió antes de desaparecer por la calle.

Laini caminó de nuevo a la sala junto a su papá y apagaron la televisión para hablar y abrir los regalos. Sus papás, a comparación de otros, no dejaban que ella o Katia abrieran los regalos frente a sus invitados. Eso era trabajo para después, además que de esa forma podían grabar el momento sin interrupciones.

Se sentía feliz de estar rodeada de su familia, aunque Sandra ya se había ido un par de horas antes; los regalos, aunque los apreciaba mucho, no eran algo importante. Ya tenía muchas bolsitas o lociones con brillitos, los momentos eran mucho más valiosos.

Después de recibir abrazos y felicitaciones por parte de sus papás y su hermana, decidieron ir a dormir pues ya era muy tarde y la verdad es que todos estaban bastante agotados.

Abrió los ojos cuando escuchó unos murmullos.

Apartó las cobijas y se sentó sobre la cama para espabilarse, alcanzó a ver que apenas eran las 6 de la mañana pero ese constante parloteo no la dejaba descansar en paz. Recordó haber escuchado a su papá decir que mientras más crecía una persona se volvía más sensible y consciente de los ruidos que lo rodeaban.

Laini creyó que ya estaba creciendo pues años antes hubo un temblor y ella ni se dio cuenta de todo el caos hasta que a la mañana siguiente Katia le contó todo, como batallaron para despertarla y que al final su mamá la había sacado en brazos para evacuar en el punto de reunión.

En cambio, ahora a sus 6 años, era capaz de escuchar de forma muy lejana la plática que seguramente sus padres mantenían en alguna parte de su casa.

Saltó de su cama, atravesó la habitación abriendo la puerta cuidadosamente para no despertar a su hermana y caminó por los pasillos del segundo piso sin hacer ruido. Cuando llegó al inicio de las escaleras escuchó el tono de voz de sus padres y decidió ser aún más silenciosa. Había escuchado a los adultos discutir antes y justo sus padres estaban en eso.

Bajó la mitad de las escaleras y se quedó en silencio oculta en la delgada columna del barandal. Sabía que era buen escondite porque constantemente se ocultaba ahí para asustar a su familia cuando estaban distraídos en la sala.

Se suponía que estaba mal escuchar a escondidas, pero sabía que en ocasiones existían las justificaciones y para ella, esa situación lo ameritaba.

—No entiendo por qué no me hablaste nunca de eso —escuchó a su mamá contenerse, con voz débil—. Prometimos en el altar que jamás habría secretos entre nosotros, nos prometimos ser sinceros y estar en las buenas y en las malas.

—No quería que te preocuparas —esa era la voz de su papá, se escuchaba triste—. Pensé que podía manejar todo y así fue durante un tiempo. Pero ayer mientras veía la sonrisa de las niñas en su cumpleaños, me di cuenta que no iba a poder mantenerlas así de felices todo el tiempo, no solo.

—Si me hubieras dicho yo habría podido salir a trabajar el tiempo necesario mientras tú buscabas algo decente y honrado ¡algo legal! —Laini podía ser una niña de 6 años, pero entendía el significado de esa palabra, casi podía entender esa conversación aunque no la había escuchado desde el principio.

—Esto no es permanente, amor. Solo fue para salir de este bache. En unos días voy a terminar esos negocios y por seguridad nos mudaremos de esta casa, será algo más humilde pero si enseñamos a nuestras niñas, ni siquiera notarán la diferencia. Tengo todo bajo control, no debes preocuparte por nada...

—¿Laini? —susurró su hermana y ella se giró con sorpresa para ver a Katia con los ojos rojos y llenos de lágrimas—. ¿Qué haces despierta a esta hora? Ven, vamos al cuarto.

La tomó de la mano y poniendo su dedo índice sobre sus labios indicándole que no hiciera ruido, caminaron a pasos silenciosos hacia su habitación, cerraron con mucho cuidado la puerta y Katia colocó el seguro antes de caminar juntas a la cama y cobijarse.

—¿Por qué estabas llorando? —le preguntó a su hermana y ella apretó sus labios para no llorar de nuevo.

—Es que escuché a nuestros padres discutiendo y no había pasado eso nunca.

—Es porque papá está haciendo cosas malas —dedujo ella—. Pasó desde que cambió su perfume.

—¿Hace cuánto tiempo te diste cuenta? —preguntó su hermana entrecerrando los ojos, seguro dándose cuenta que aunque Laini tuviera solo 6 años, no era nada ignorante.

—Ya hace unos meses, después de Navidad su perfume cambió, y hace unas noches llegó con unos maletines extraños, además que todo ese tiempo llegaba muy tarde a casa y su sonrisa a veces se veía diferente ¿lo has visto a los ojos?

Katia negó pero vio como la boca de su hermana empezó a temblar por contener el llanto.

—Le brillan mucho, pero no como antes, parecen muy mojados como si estuviera llorando todo el tiempo.

—¿Crees que debemos decirle a Sandra? —Katia se acercó a ella hablando en un susurro.

Laini asintió.

—A mediodía cuando venga podemos hacerle preguntas, pero que no sean directas.

Katia asintió y bajó la mirada.

—¿Crees que nuestros papás se divorcien? —preguntó su hermana en un hilo de voz.

—No —dijo con firmeza—. Sé que ellos van a estar juntos hasta que estén viejitos. Los problemas de papá y mamá no son de ese tipo.

—¿De ese tipo? —murmuró Katia.

Ambas se sobresaltaron al escuchar pasos por el pasillo. Se revolvieron en la cama y cubrieron hasta la cabeza con las cobijas para que no las descubrieran despiertas en caso de que alguno de sus padres entrara.

Permanecieron así un par de minutos y cuando ella levantó la vista hacia su hermana mayor la descubrió dormida.

Después de haber dormido un par de horas más, ambas bajaron al primer piso tomadas de la mano. Durante el desayuno Laini hizo su mejor intento por actuar normal, según ella estaba haciendo un buen trabajo, aunque cada que echaba una mirada a su hermana la podía notar un poco nerviosa.

Sus papás también parecían distraídos, así que era probable que nadie sospechara de nadie.

Al segundo en que terminaron el desayuno su mamá se acercó a ella y la cargó en sus brazos, sin razón aparente. También vio a su papá acercarse a Katia y también la abrazó antes de caminar hacia la sala.

Las sentaron sobre el sillón y ellos se inclinaron frente a ellas con miradas serias.

—Katia, Laini ¿les gusta esta casa? —les preguntó su papá.

Su hermana se encogió de hombros y bajó la mirada.

Laini recordó la noche anterior, cuando estaba abriendo sus regalos y la emoción que tenía solo porque su familia estaba reunida.

—Me gusta que estemos juntos —respondió y notó una sonrisa en su mamá.

—¿Te gusta compartir cuarto con Katia?

—Mucho —dijo y volteó a ver a su hermana.

—A mí también —Katia estuvo de acuerdo—. Además así puedo cuidar de Laini en las noches. Cuando tiene pesadillas después de cenar helado.

—Katia siempre haciendo lo correcto —la apremió su mamá dándole un beso sobre la cabeza.

—Nos hace muy feliz escucharlas decir eso —dijo su papá con una sonrisa de lado, tenía los labios apretados y se miraba incomodo—. Mamá y yo decidimos que es tiempo de vivir en otra casa. Antes de que ambas nacieran, nosotros nos cambiábamos mucho de casa y era divertido guardar todo en cajas, visitar diferentes vecindarios y tener un lugar nuevo donde vivir. Ahora que están ustedes, queremos que sepan que es muy importante si ustedes también quieren vivir en otro lugar.

—Sí, tendrían una nueva habitación, otro patio, conocerán a nuevos niños para jugar en las tardes después de la escuela —añadió su mamá entusiasmada.

—Me gusta conocer a niños nuevos —Katia habló con una sonrisa incomoda pero fue suficiente para sus padres.

—¿Vamos a ir a la misma escuela? —preguntó ella.

Apenas había hecho un amigo, no quería perderlo.

—Sí, también podrán seguir viendo a Sandra como siempre —su papá le acarició la cabeza—. Y si quieren visitar a los niños de aquí, podrán venir al parque de la esquina cuando quieran.

—Está bien —respondió con un encogimiento de hombros.

Sus papás suspiraron con alivio y después de eso les enseñaron muchas casas por la computadora. Todas eran pequeñas, solo había contado 3 con dos pisos y las demás eran de un solo piso y la mayoría sin patio.

Ella quería uno para poder divertirse con Katia mientras crecían.

* * * * * * * * * * * * * *

¡Ya actualicé, ya actualicé! Chan, chan, chan, chan, chan, chan!! xD

Disculpen la demora y porque quiero, les haré un resumen, aquí vamos:

Hubo invasores en mi casa que me hicieron pasar momentos horribles y ayudaron a empeorar mi ansiedad. Tuve una herida en mi cabeza. Me dio influenza. Me recuperé. Mi mejor amigo de fue a vivir a otro país. Por el coronavirus me quedé sin ni un solo trabajo. Me volvió a dar influenza. Problemas personales. Crisis de ansiedad por cuarentena... Fin del resumen.

Lo importante es que estoy aquí y que cada CIERTA CANTIDAD DE VOTOS habrá un nuevo capítulo.

Así que no se les puede olvidar dejarme una estrellita (o quedará en ustedes si actualizo pronto o no) y comentar.

Recuerden seguirme en mis redes sociales, a veces cuento cosas bien divertidas y hay mucho chisme, creo que los jóvenes de hoy le dicen "salseo" :v

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