llena de gemidos de las víctimas.
Unas pocas calles más abajo, cuerpos inmóviles tendidos en líneas
ordenadas. Estos cuerpos estaban dispuestos en filas mientras se ponían piezas de ropa amarilla sobre sus caras.
Caminando a través de todo esto, los pasos de Chu Qiao gradualmente se hicieron más pesados. En el
cielo oscuro, los cuervos chillaban en lo alto, enviando escalofríos por su espina dorsal. En toda su vida, esta
fue la primera vez que Chu Qiao sintió tal soledad e impotencia. Sus esperanzas y sueños habían sido
completamente destruidos, sin embargo, todavía debe mantenerse erguida y ofrecer un espectáculo para los
guerreros. Necesitaba mostrarles que todavía tenía confianza y que continuaría y sacaría a todos fuera de este
lugar con vida.
El viento frío rozó su frágil figura cuando escuchó un zumbido a cierta distancia. La canción estaba
llena de tristeza, y Chu Qiao caminó hacia la fuente. Al girar en una esquina, vio a un soldado. Era un joven
apuesto, y ni siquiera tenía bigote.
Su delicado rostro parecía un erudito que estaba mejor preparado para
estudiar que para luchar. Una de sus piernas faltaba de la rodilla hacia abajo. Él sólo se sentó allí. En lugar de
gemir de dolor, simplemente sonrió, con sus ojos inocentes y claros, como si estuviera hipnotizado por un
recuerdo feliz del pasado lejano, mientras seguía cantando:
—Adiós, mi bella dama. Recogeré armas para defender nuestras tierras. El enemigo está listo, y tengo
que proteger nuestro país de las maravillas. Tal vez, nunca más volveré a ver tus hermosos ojos. Tal vez, nunca
más te oiré cantar. Pero por favor…
Chu Qiao permaneció allí en silencio durante mucho tiempo hasta que la voz del soldado se
desvaneció. La nieve se acumuló en su rostro pero no se derritió. El viento tiró de sus mangas como para
recordarle sus viejos sueños. El cielo estaba desolado y vasto.
Aunque el mundo era grande, aparentemente
habían sido abandonados por él. Una enorme cantidad de pensamientos cruzaron la mente de Chu Qiao.
Pensó en las visiones que tenía desde pequeña, su determinación de hacer que sucediera, esos momentos
apasionados de anticipación y esperanza. Pensó en la fría y oscura celda de la prisión en la que estaban
encerrados hace muchos años, cuando el joven tomó sus manos y la calentó. Yan Xun le había contado muchas
cosas sobre Yan Bei con una mirada brillante en sus ojos. Pintó un cuadro rosado de la nieve, la hierba y los
caballos allí, junto con las Llanuras Huolei y las Montañas Huihui. Dijo que los civiles allí eran diligentes y de
buen corazón, y que no había conflictos. Solo había paz y tranquilidad, semejante a una utopía.
Yan Bei, Yan Bei... Chu Qiao levantó la vista lentamente, un torrente de lágrimas corría por su
rostro. Ella se puso de pie, su cuerpo en forma de jabalina. Los copos de nieve aterrizaron en su hombro.
Nadie te protegerá más. Déjame hacer el trabajo en tu lugar. Esperaremos a que vuelvan.
Continuara