โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos

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By Lucy_BF

──── CAPÍTULO LIII──

DE DISCULPAS Y
CORAZONES ROTOS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        AQUEL ERA EL PRELUDIO DE UNA BATALLA. En esos momentos un ejército sajón se dirigía implacable hacia York para recuperar lo que era suyo. Al parecer, Æthelwulf, quien, tras la muerte de su padre, se había convertido en el nuevo rey de Wessex, había logrado reunir una gran milicia con la que pretendía hacer frente a los paganos. De ahí que, pese a no haber amanecido todavía, la ciudad fuese un hervidero de actividad. Las órdenes de los Ragnarsson habían sido claras, y todo el mundo estaba poniendo de su parte para que el plan de defensa fuese un éxito rotundo. No podían permitirse cometer el más mínimo error, no ahora que gran parte de las huestes habían partido con Björn hacia el mar Mediterráneo y con Harald de vuelta a Escandinavia.

Drasil sabía que se jugaban mucho en aquel enfrentamiento. Las cosas habían cambiado, y no para bien precisamente: ellos ya no eran tan numerosos y ahora los cristianos contaban con refuerzos. Ya no poseían el factor sorpresa, como había sucedido con Ælla, y eso era un punto menos a su favor. Por eso debían ser más inteligentes que los ingleses y adelantarse a sus movimientos, tratar de anticiparse a sus estratagemas de ataque.

La hija de La Imbatible emitió un grácil suspiro.

Por más que intentase estar tranquila, no lo conseguía. Estaba nerviosa y asustada. Tenía el estómago cerrado y una molesta presión se había instaurado en su pecho, pero aquello no le había impedido prepararse para la contienda. Se había enfundado en su traje de skjaldmö y se había pintado el rostro, ocasionando que sus iris esmeralda destacaran contra la tinta oscura del kohl*.

Estaba sola en su tienda, lo que había agradecido inmensamente, puesto que necesitaba tiempo para aclarar sus ideas y poner sus pensamientos en orden. Iben y Runa llevaban toda la noche fuera, ayudando a elaborar las trampas que se estaban creando para los sajones, y hacía por lo menos una hora que no veía a Eivør.

Terminó de ponerse los mitones de cuero y cogió su talabarte, atándoselo después alrededor de la cintura. Su espada descansaba sobre su lecho, junto con el seax de su tía Jórunnr. Asió ambos y los aseguró a su cinto, guardando cada uno en su respectiva vaina. Acto seguido, hizo lo mismo con la correa que siempre llevaba amarrada a su muslo izquierdo, enganchando allí su viejo cuchillo.

Respiró hondo y exhaló despacio.

Podría decirse que ya estaba preparada.

Oyó cómo la lona se movía a su espalda y luego cómo alguien irrumpía en la carpa. No tuvo que volverse a mirar para saber de quién se trataba. Llevaba tantos años a su lado que la reconocería hasta incluso con los ojos cerrados.

—¿Vas a luchar? —La voz de Eivør rompió la quietud que hasta ese momento había imperado en la tienda. Ella también lucía su atuendo de escudera y tenía la cara maquillada de igual forma que Drasil, con una gruesa franja oscura resaltando su afilada mirada. El olorcillo a almendras quemadas y cobre oxidado le picaba la nariz, pero poco a poco se iba acostumbrando a él.

La aludida giró sobre su cintura para poder encararla. Ya había revisado que los mitones estuvieran bien ajustados a sus muñecas, pero volvió a hacerlo debido a la intranquilidad que la corroía por dentro. Odiaba sentirse así, como una novata en su primera batalla.

—Así es —respondió Drasil con simpleza.

La mayor frunció el ceño, poblando su frente de arrugas.

—¿No crees que deberías esperar hasta estar segura de que...?

—No estoy embarazada —la cortó la hija de La Imbatible. Ni su voz ni su semblante transmitían la menor emoción. Ella misma se había encargado de que así fuera, controlando esa vorágine de sensaciones discordantes que se agitaba en su interior.

Eivør entreabrió la boca con perplejidad.

—¿Estás segura? —insistió, aproximándose a su mejor amiga.

Drasil realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, a lo que la morena dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, como si se hubiese quitado un gran peso de encima. Aquella reacción, el modo en que parecía sentirse aliviada, hizo que la menor se removiera con cierta incomodidad.

Las irregularidades en su último sangrado habían hecho saltar todas sus alarmas, haciéndola pensar en la posibilidad de que una nueva vida estuviese creciendo dentro de ella. Que los encuentros íntimos que había tenido con Ubbe, su semilla, hubiesen dado su fruto. Pero tan solo se había quedado en eso, en una falsa alarma.

—¿Dras? —La llamó Eivør, haciendo que saliera de sus cavilaciones. La susodicha parpadeó varias veces seguidas y se aclaró la garganta, en un intento desesperado por alejar aquellos turbulentos pensamientos—. Espera un momento... ¿No era eso lo que querías? —cuestionó sin ser capaz de ocultar su desconcierto.

Drasil se mordisqueó el interior del carrillo.

¿Lo era?

Estaba confundida y se sentía más dividida que nunca. Por un lado, la sola idea de esperar un bebé la aterraba. No creía estar preparada para ello, y mucho menos en aquellos momentos, con la situación tan delicada en la que se encontraba. Ahora que sabía que quería estar con Ubbe, debía prepararse para lo que la esperaba en Kattegat. Porque si de algo estaba segura era que no iba a tenerlo nada fácil, y un niño solo empeoraría las cosas... Pero también era cierto que, por un instante, la esperanza había crecido ácida en su corazón.

Sacudió imperceptiblemente la cabeza, tratando de despejarse. Daba gracias a los dioses por no habérselo contado a Ubbe. Una reacción negativa por su parte habría sido demoledora para ella, tanto que prefería no imaginárselo. Le atormentaba el hecho de que hubiese supuesto una carga para él. Algo que en otras circunstancias no se hubiese planteado siquiera.

—Sí —solventó tras unos segundos más de fluctuación—. Es solo que estoy nerviosa por la batalla. —Se encogió de hombros con naturalidad, restándole importancia al asunto.

Eivør la observó no muy convencida.

Sabía que había algo más, algo que no le estaba diciendo. Podía apreciarlo en su mirada, en el pequeño fulgor que se había adueñado de sus orbes verdes. Y el retraimiento con el que estaba tratando aquel tema no hacía más que confirmar sus sospechas. Pero conocía a Drasil lo suficiente como para ser consciente de que no era bueno presionarla ni hacerla hablar a la fuerza, de manera que optó por no insistir. Bastante le había costado hacerla partícipe de sus escarceos amorosos con Ubbe. No quería que se sintiera agobiada ni que viese como una obligación compartir con ella sus problemas e inquietudes. Ya lo haría cuando estuviese preparada.

—Eh... —La mayor acortó la distancia que las separaba y posó una mano en su hombro, estrechándoselo después con cariño—. Todo saldrá bien, ¿de acuerdo? —remarcó, queriendo infundirle algo de seguridad y confianza—. Estamos juntas en esto. Hasta el final.

La hija de La Imbatible asintió, para posteriormente aferrar la mano de su compañera como si fuese un ancla que pudiera mantenerla con los pies en el suelo. Eivør no pudo hacer otra cosa que sonreír con afecto, justo antes de juntar sus frentes en un tierno gesto.

Tras ellas, la lona volvió a moverse. Ambas amigas se separaron, desviando su atención hacia el recién llegado, que se había quedado apostado junto a la entrada. Las pulsaciones de Drasil se dispararon al atisbar una mata de rizos oscuros y unos ojos color miel que le dedicaban una mirada apocada.

Era Aven.

Hacía semanas que no le veía. No había vuelto a coincidir con él desde aquella noche en la taberna, cuando el aprendiz de herrero le dedicó esos comentarios tan hirientes, abriendo una nueva brecha entre los dos. Ambos habían decidido poner tierra de por medio y evitarse en la medida de lo posible, y así había sido hasta ese preciso momento.

—¿Qué diantres haces aquí? —ladró Eivør, dando un paso al frente.

Aven la miró fijamente, y luego a la castaña, cuyo rostro se había vuelto pálido y tenso, como si tuviera delante a un fantasma. No la culpaba, en realidad. Llevaba mucho tiempo desaparecido, sin querer saber nada de ella. Era normal que aquello la hubiese pillado desprevenida.

—He venido a hablar con Drasil —contestó sin querer entrar en más detalles.

Ante esa última alegación, los músculos de la mencionada se contrajeron y la presión de su pecho se incrementó, generándole una desagradable sensación de asfixia. Las palabras pugnaban por abrirse paso en su garganta, tantas que fue incapaz de decir nada.

—Más te vale marcharte, si no quieres que... —Antes de que la morena pudiera concluir la frase, Drasil la tomó suavemente de la muñeca. Eivør se volteó hacia ella, suavizando de forma inconsciente la expresión de su semblante.

—Tranquila —musitó la más joven en tono apacible.

Su mejor amiga arrugó la nariz con disconformidad. No le agradaba la idea de dejarla a solas con él, no después de cómo la había tratado en su último encuentro, como si no fuese más que una vulgar ramera. Tenía suerte de que no hubiese estado presente cuando ocurrió todo, porque, de lo contrario, no habría podido salir por su propio pie de la taberna. Los puñetazos de Ubbe no habrían sido nada en comparación con lo que ella le habría hecho.

—No tienes que hacerlo si no quieres —le recordó, para después fulminar con la mirada a Aven, que se había quedado relegado a un discreto segundo plano.

—Lo sé. —Los labios de Drasil hilvanaron una efímera sonrisa—. Estaré bien. No te preocupes.

Eivør suspiró, resignada.

—Estaré fuera por si acaso —dijo, bajando la voz para que solo su compañera pudiera escucharla—. Avísame si necesitas cualquier cosa. —Cubrió la mano de Drasil con la suya propia y la apretó con fuerza.

Apenas un instante después, Eivør echó a andar hacia la salida, dejando atrás a la hija de La Imbatible. Sus pies se anclaron en el suelo cuando llegó a la altura de Aven, que no se había movido de su sitio. Lo examinó de arriba abajo con una mueca huraña contrayendo sus facciones. Sus iris pardos relampagueaban como dos bolas de fuego en una promesa silenciosa.

—Como me entere de que has intentado cualquier cosa, te rajaré de la verga al gaznate. Y luego alimentaré a los puercos con tus pelotas —le advirtió con una calma letal.

No esperó a que el muchacho respondiera. Miró una última vez a Drasil, que afirmó levemente con la cabeza, dándole a entender que todo estaba bien y que no tenía nada de lo que preocuparse, y sin más dilación abandonó la carpa.

En cuanto la figura de Eivør desapareció tras la lona, Aven volvió a focalizar toda su atención en la castaña, que ya había recuperado el color. Esta trató de adoptar un porte firme e impertérrito; se enderezó en toda su altura y se cruzó de brazos, cuidando que su rostro no reflejara nada en absoluto.

Al aprendiz de herrero le pareció verla más delgada.

—Bueno, pues aquí me tienes —articuló Drasil, haciendo todo lo posible para que no se le quebrase la voz. Un ligero temblor se había apoderado de todo su cuerpo, pero supo mantenerlo a raya—. ¿Qué es lo que quieres, Aven? —preguntó, impaciente.

El susodicho cambió su peso de una pierna a otra. Su aspecto no estaba tan descuidado como hacía unas semanas, cuando la abordó borracho en la taberna. Su cabello seguía estando largo, pero lo llevaba pulcramente peinado para que no entorpeciera su visión, y tenía la barba recortada. Las heridas y hematomas que le había infligido Ubbe ya estaban prácticamente curados, aunque sus ojos continuaban oscurecidos por dos sombras violáceas.

—He venido a disculparme —contestó él.

Drasil tragó en seco al oírlo. Los muros que había erigido a su alrededor empezaron a derrumbarse uno tras otro, dejándola indefensa, desprotegida, a merced de esa vulnerabilidad que ya comenzaba a abrirse paso en su interior. Sus orbes esmeralda eran una puerta abierta que dejaba ver todo lo que sus rasgos no permitían, y Aven pudo distinguir un vestigio de aflicción en ellos. Un pequeño hilo del que tirar para poder acceder a ella.

—Sé que nuestra última conversación no fue... agradable —prosiguió el aprendiz de herrero, alentado por el mutismo de su interlocutora, que lo observaba con cierto recelo—. Yo... No estaba en mis cabales, Drasil. Había bebido mucho y estaba resentido por todo lo que había pasado entre nosotros. Sé... —Realizó una breve pausa para inspirar por la nariz—. Sé que eso no es excusa. Te hice daño, y no te imaginas cuánto lo lamento. No hay ni un solo día que no me odie por ello. —Se detuvo a medio metro de ella, pero el espacio que los separaba le pareció curiosamente íntimo. La hija de La Imbatible lo miró a los ojos, como queriendo avalar la veracidad de sus palabras—. Créeme cuando te digo que si pudiera volver atrás en el tiempo, lo haría. De verdad.

Drasil apretó los labios con tanta fuerza que estos palidecieron. Estaba tan abrumada que no sabía qué decir. Las cuerdas vocales se le habían agarrotado a causa de la represión de emociones y las sienes le palpitaban con virulencia debido a un incipiente dolor de cabeza. Todo estaba siendo tan repentino e inesperado que se había quedado en blanco.

—Fui un cretino. Lo siento mucho —volvió a hablar Aven.

La skjaldmö se abrazó a sí misma. De repente tenía frío.

—Aven, no... No tienes que hacer esto. —Movió la cabeza de lado a lado.

—Debo hacerlo —rebatió él con la convicción grabada a fuego en sus pupilas. Las piernas de Drasil flaquearon—. Lo que dije, cómo te traté... Me avergüenzo de ello. —Se pasó una mano por la cara en un gesto cansado. Realmente parecía estar arrepentido.

Un nudo se aglutinó en la garganta de la joven, cuyos ojos se habían tornado vidriosos. Hundió las uñas en sus brazos y comprimió la mandíbula con fuerza, tratando por todos los medios de no venirse abajo. La culpa aún la carcomía.

—Yo tampoco me porté bien contigo —logró decir tras varios quiebres de voz—. Me lo merecía. —Clavó la vista en el suelo, apesadumbrada. No quiso mirar a Aven por temor a lo que pudiera encontrarse en sus ojos color miel, que estaban más apagados que de costumbre.

—No, Drasil. Eso no me justifica —contrapuso el aprendiz de herrero, a lo que ella volvió a alzar el rostro—. Sé que es probable que no quieras volver a saber nada más de mí, pero necesitaba disculparme. No podía dejarlo estar. —Respiró profundamente, ganando así unos segundos para poder pensar bien lo que iba a decir a continuación. La escudera lo observaba expectante—. Me gustas, Drasil. Me gustas mucho. Pero ante todo eres mi amiga, y no... No quiero perder eso.

El corazón de la mencionada se apretó tanto que dolió. Una parte de ella se sentía aliviada. Aliviada porque Aven no le guardase rencor, porque estuviese dispuesto a arreglar las cosas con ella, aun después de todo el daño que se habían hecho mutuamente. Él también era su amigo y lo apreciaba. Le había cogido mucho cariño y había disfrutado enormemente de su compañía en los últimos meses, antes de que las cosas se torcieran. Pero había otra parte que todavía estaba dolida y que se sentía demasiado insegura.

Miró al muchacho, cuya expresión se había dulcificado. Quería abrazarlo, decirle que todo había quedado atrás y que podían empezar de cero. Quería volver a pasar tiempo con él, a reírse con sus bromas y comentarios. Quería hacer las cosas bien, demostrarle que no era como la había pintado aquella noche en la taberna.

Pero no era tan sencillo. Ya nada lo era.

—Aven, yo... Necesito tiempo. Los dos lo necesitamos —manifestó Drasil, procurando no sonar demasiado soez. Lo último que quería era volver a estropearlo todo—. Tú también eres mi amigo, pero... Están pasando muchas cosas, demasiadas. Y yo necesito tiempo para aclararme. —Se recogió tras la oreja un mechón de pelo—. Lo comprendes, ¿verdad?

El aludido asintió, para luego carraspear levemente. Trató de sonreír, pero su boca tan solo se curvó en una mueca tirante y forzada. Aquello, la decepción que podía discernirse en sus ojos, hizo que una dolorosa punzada le atravesara el pecho a la castaña.

—Claro, no hay problema —indicó a la par que se frotaba la nuca con cierto nerviosismo. Rehuyó la mirada de Drasil y se concentró en las irregularidades del suelo. De pronto el ambiente se había enrarecido—. Será mejor que me vaya. Los sajones no tardarán en llegar.

—Aven... —bisbiseó la hija de La Imbatible.

—Tranquila, lo entiendo. —El aprendiz de herrero alzó la mano en un gesto conciliador. Aquel intento de sonrisa seguía estando presente en su semblante—. Si me necesitas, ya sabes dónde encontrarme.

Drasil abrió y cerró la boca varias veces, a fin de decir algo, pero no consiguió reunir el valor suficiente para darles voz a sus pensamientos. Así que se quedó callada, con la mirada acuosa y las manos cerradas en dos puños apretados.

Aven asintió con resignación.

—Adiós, Drasil.

Ella no le retuvo cuando lo vio marcharse por donde había venido, pero sí sintió cómo una nueva fisura se abría paso en su corazón.

Harald se acurrucó para poder conservar el calor.

Pese a encontrarse en la época más «calurosa» —por decirlo de alguna manera— del año, la temperatura descendía en picado al caer la noche, trayendo consigo una fría brisa vespertina, y él tan solo contaba con unos pantalones y una camisa rasgada. Lo habían despojado de su capa y no le habían concedido ningún tipo de frazada con la que poder cubrirse para protegerse del frío, de modo que solo le quedaba encogerse sobre sí mismo y encomendarse a los Æsir y a los Vanir para que fuesen clementes con él.

Ya llevaba dos días encerrado en aquel sucio agujero. Dos largos e insufribles días en los que había sido tratado como un animal, o hasta incluso peor. Había sido insultado, humillado y vejado. Primero por Kaia, quien estaba tan desesperada que no lo había dudado a la hora de recurrir a él para obtener información de su hija, y luego por Lagertha.

A ambas les había ofrecido una alianza, la posibilidad de ocupar el trono de Vestfold, de reinar codo con codo. La primera se había negado en rotundo, alegando que nunca le había interesado esa clase de poder, pero la segunda no le había brindado aún una respuesta. Si bien se había mostrado algo reticente al respecto, no había desechado la idea como lo había hecho La Imbatible. Y eso le había dado esperanzas, porque era evidente que la actual gobernante de Kattegat estaba barajando aquella opción. La de unificar ambos territorios, siendo así más fuertes ante futuras amenazas, ante futuros peligros... Como lo podían ser Ivar y sus hermanos.

Había pecado de confiado, no lo iba a negar. Había depositado todas sus esperanzas en Egil y en aquella milicia que él mismo se había encargado de reunir para derrocar a Lagertha y así hacerse con el control de Kattegat, y se había dado de bruces con una realidad que lejos estaba de ser como la había imaginado en un principio. No había contado con que aquel maldito bastardo sería atrapado e interrogado, exponiéndolo a él como el cabecilla y dirigente del ataque. Y ese había sido su gran error... Bueno, ese y subestimar a la rubia.

Porque era evidente que no le había convencido su excusa de haberse pasado por allí para informarles de que la venganza por la muerte de Ragnar había sido un éxito rotundo y que ahora Björn, junto a su hermano Halfdan, navegaba hacia el mar Mediterráneo para seguir explorándolo. No se había creído ni una sola de sus palabras, obcecada en el hecho de que la había traicionado. Y él tampoco se había molestado en defender a capa y espada su inocencia.

Tenía la cara hundida entre los brazos, pero alzó la cabeza un momento para poder contemplar la escasa luz que se colaba por la ventana. El sol había desaparecido, dando paso a una negrura impenetrable que tan solo era franqueada por una media luna brillante. Apenas se oía alboroto fuera, dado que la mayoría de los aldeanos estaba disfrutando del nattveror junto a sus familias. Él apenas había sido alimentado con un poco de pan duro y mohoso.

Se masajeó cuidadosamente las muñecas, que se hallaban en carne viva a causa del roce constante de los grilletes, y maldijo para sus adentros. El tiempo se dilataba y se contraía en torno a él; algunas horas transcurrían en segundos y otras duraban una eternidad.

Se reacomodó en aquel lúgubre rincón al que había sido confinado, a fin de rendirse al cansancio que atenazaba su cuerpo, pero unos sonidos procedentes del exterior acapararon irremediablemente su atención. 

Sin despegar la vista de la puerta, se inclinó hacia delante y agudizó el oído. Los ruidos se volvieron más intensos, aunque no por ello dejaron de ser confusos. Primero escuchó unas voces, después algo parecido a un forcejeo y, por último, un par de golpes sordos.

Sus pulmones parecieron encoger de tamaño cuando la puerta de doble hoja se abrió de par en par, revelando una figura encapuchada.

Tras ella, tendidos en el suelo terroso, se encontraban los dos guardias que hasta ese preciso momento habían ejercido de sus custodios. Ninguno se movía y, a juzgar por el ángulo antinatural en el que se hallaba el cuello de uno de ellos, este no estaba precisamente inconsciente. Aunque eso a él poco le importaba. Las vidas de aquellos pobres desgraciados no podían serle más indiferentes.

Lo que sí le preocupaba, en cambio, era el hombre —porque saltaba a la vista que se trataba de un varón— que se había deshecho de ellos sin apenas esfuerzo y que ahora lo escudriñaba en la distancia. Harald entornó los ojos, en un vano intento por vislumbrar el rostro que se ocultaba tras la capucha, pero todo estaba demasiado oscuro.

—¿Quién eres? —inquirió, receloso.

El desconocido se mantuvo inmóvil y sin articular palabra alguna. Su riguroso escrutinio comenzó a crispar los ya alterados nervios del monarca, a quien no le había pasado desapercibida la clara desventaja en la que se encontraba. Estaba encadenado a la pared y se sentía muy débil, por no hacer mención de las heridas y magulladuras que le habían infligido Lagertha y sus acólitos. En caso de que aquel hombre intentase algo contra él, no iba a poder defenderse. Estaba completamente indefenso y a su merced, y eso era algo que lo enervaba a más no poder, porque odiaba no tener todo bajo control. Al fin y al cabo, era rey, estaba acostumbrado a ello. Lo suyo era dominar, no ser dominado por otros.

—Te he hecho una pregunta —siseó Harald, escupiendo las palabras entre dientes, como si tuviera en la boca un sabor amargo. Era perfectamente consciente de que no estaba en condiciones de exigir nada, pero aquella situación empezaba a exasperarlo. Nada le garantizaba que aquel tipo no le hiciera lo mismo que a los guardias, y si estaba allí para matarlo, quería saberlo.

—Considérame tu salvación —respondió el recién llegado.

El rey arqueó una ceja al oírlo. La curiosidad surgió y titiló en el fondo de su mirada, cobrando más fuerza a cada segundo que transcurría. 

Definitivamente aquello no lo esperaba. Ese misterioso hombre se había ganado toda su atención e interés. Aun así, no se permitió bajar la guardia, pero sí relajó un poco la postura. Volvió a recostarse sobre la pared, apoyando la cabeza en la fría superficie. Las cadenas gimieron cuando descansó las manos sobre su regazo.

—Soy todo oídos.

El encapuchado avanzó unos pasos, deteniéndose frente a Harald, que lo examinó de arriba abajo. Su enorme silueta le pareció mucho más intimidante de cerca, pero no se dejó amedrentar. En su lugar, cuadró los hombros e irguió el mentón con soberbia.

—Tú y yo tenemos un objetivo común —volvió a hablar el desconocido, envuelto en un aura mística. La lobreguez en la que estaba sumido el habitáculo le impedía al gobernante de Vestfold ver su semblante, aunque pudo distinguir unas facciones angulosas y una barba de varios días—. Puede que por motivos diferentes, pero ambos queremos lo mismo: acabar con Lagertha. —Se acuclilló para así quedar a la misma altura que Harald, que lo observaba con la intriga empañando sus rasgos.

—¿Y tú qué tienes en contra de Lagertha, si puede saberse? —interpeló el soberano.

El extraño esbozó una sonrisa ladina.

—Eso no importa ahora. —Negó rotundamente con la cabeza—. Te estoy ofreciendo la oportunidad de escapar de Kattegat de una pieza. El tiempo se te acaba. Tarde o temprano Lagertha firmará tu sentencia de muerte, o puede que te deje vivir para que sigas siendo su prisionero... Sea como sea, el que sale perdiendo eres tú —puntualizó, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo—. Lo tomas o lo dejas.

Harald se incorporó como buenamente pudo. Sus ateridos músculos se resintieron debido al esfuerzo, pero él se mantuvo imperturbable. Sus ojos, que eran tan fríos como el hielo, habían adquirido un inusual brillo y las comisuras de sus labios se habían curvado hacia arriba.

—¿Y tú qué ganarías a cambio? Porque no creo que esto sea un arranque de altruismo por tu parte. Ni siquiera te conozco. —El monarca encogió un hombro e hizo un mohín con la boca—. ¿Cuál es el precio? —cuestionó, yendo directo al grano.

—Poder, riqueza, notoriedad... Lo que cualquier hombre querría —ronroneó el aludido—. Pero voy a ser humilde y me voy a conformar con un condado en Vestfold. Aquí ya no me puedo quedar, así que necesito empezar una nueva vida en otra parte. ¿Y qué mejor lugar que el reino del hombre al que voy a salvar la vida? —Dejó escapar una risita sardónica.

Harald lo miró ceñudo, más divertido que molesto. Mentiría si dijera que aquel desconocido no le producía una inmensa curiosidad. ¿Quién era? ¿Qué había hecho para verse en la obligación de huir de Kattegat? ¿Por qué quería ver muerta a Lagertha? Sabía que por mucho que insistiera, no le daría la respuesta a esas preguntas, y él tampoco estaba para perder el tiempo... Su ayuda podría beneficiarle en más de un aspecto, y él nunca había tenido ningún reparo a la hora de hacer promesas vacías con tal de lograr sus propósitos. Siempre podría deshacerse de él cuando dejara de serle útil.

—¿Tenemos un trato? —Le oyó decir al encapuchado.

—Tenemos un trato —accedió Harald.

—Bien. —El extraño hizo tintinear unas llaves, las mismas que les había hurtado a los guardias. Los músculos del soberano cosquillearon de anticipación—. Tus barcos ya están listos para zarpar y tus hombres esperan en el muelle —explicó mientras lo liberaba de sus grilletes. Al parecer, lo tenía todo meticulosamente planeado—. Debemos ser rápidos. No tardarán en darse cuenta de que algo va mal.

Harald asintió, justo antes de ponerse en pie con ayuda de su nuevo aliado. Un vahído lo embargó de pies a cabeza, pero se forzó a no perder la compostura.

—¿Vas a decirme ya cómo te llamas? —Su tono sonó autoritario.

El otro hombre pareció vacilar, pero acabó cediendo luego de unos instantes más de incertidumbre. Reculó un par de pasos y se quitó la capucha, dejando al descubierto su rostro. Sus orbes zarcos se clavaron en los del rey con una fiereza y una seguridad apabullantes.

—Trygve. Mi nombre es Trygve.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

—El kohl es un cosmético usado principalmente por las mujeres (y en menor medida por los hombres) para oscurecer los párpados y como máscara de ojos. Puede ser negro o gris oscuro, dependiendo de las mezclas utilizadas. El kohl de los vikingos se elaboraba a base de almendras quemadas, antimonio triturado, cobre oxidado, plomo, ocre, malaquita, ceniza y crisocola.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Vale, estoy muy hypeada con este capítulo, jajaja. Tenía muchísimas ganas de subirlo y al final no he podido resistirme a la tentación, aunque eso haya supuesto quedarme sin caps. de reserva x'D Pero bueno, qué se le va a hacer. La carne es débil u.u Además, el capítulo anterior fue cortito en comparación a los últimos que he publicado. Así también compenso un poco, jajaja. Pero mejor vayamos por partes, porque creo que hay muchas cositas que comentar.

Primero: LA FALSA ALARMA DE EMBARAZO. Que creo que a todos se nos ha parado el corazón durante unos segundos cuando lo hemos leído. Es que, o sea, DRASIL FANTASEANDO (aunque solo haya sido por unos instantes xD) CON SER MAMÁ CON UBBE. Me peta la patata, en serio. ¿Del 1 al 10 cuántas ganas hay de bebé Drabbe? (¬‿¬)

Segundo: la entrada triunfal de Aven. ¿Esperabais que volviera a aparecer tan pronto, después de cómo la lió en la taberna? ¿Qué os ha parecido su conversación con Dras? ¿Perdonamos el arranque de estupidez que tuvo o le seguimos tirando tomates? Porque Drasil no parece tenerlo muy claro... Hay que entender que algunas cosas no se olvidan tan fácilmente, y estos dos se han hecho mucho daño. El caso es que estamos entrando en una parte de la historia donde las decisiones de los personajes van a repercutir muchísimo en acontecimientos futuros. Ahí lo dejo, jeje.

Tercero: ¿confirmamos que Eivør es muy puta ama y que nos da la vida cada vez que amenaza a alguien? Confirmamos. Amo cuando se pone en modo mamá osa con Dras.

Cuarto: me atrevo a decir (y creo que no me equivoco) que prácticamente nadie se esperaba esa última escena, más que nada porque no ha habido ningún comentario del estilo en capítulos anteriores, jajaja. Así que, decidme: ¿he conseguido sorprenderos? (͡° ͜ʖ ͡°) ¿Qué creéis que pasará ahora que Trygve se ha ido con Harald? Y lo más importante... ¿CÓMO REACCIONARÁ LAGERTHA CUANDO SE ENTERE DE QUE KAIA SABÍA QUE EL PESCADOR ESTABA METIDO EN EL AJO Y AUN ASÍ DECIDIÓ NO COMPARTIRLO CON ELLA? Una única palabra: drama.

Y bueno, para ir acabando este testamento, comentaros que aunque estos últimos capítulos no tengan salseo de parejas (todos misseamos el Drabbe, soy consciente de ello, pero paciencia), son súper importantes para la trama y están suponiendo un grandísimo esfuerzo por mi parte, de modo que agradecería que los votarais como hacéis con aquellos en los que hay escenas subidas de tono y esas cosas. Intento traeros una historia completa y lo mejor estructurada posible, en la que además de romance haya otras cosas que la enriquezcan. So, apreciad eso también, please.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y esas cosillas. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo. Y si sabéis de gente a la que le guste el fandom, recomendad la historia y compartidla. Así nos ayudaréis a llegar a más personas =)

Un besazo ^3^

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