Mi Tormento Favorito©+18 [MC...

By Cinnluna06

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La vida de Amber y Evan da un giro inesperado cuando secretos del pasado se ven mezclados con el presente de... More

*A V I S O*
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Epílogo [P1]
Epílogo [P2]
¡3 PARTE YA DISPONIBLE!

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By Cinnluna06

Amber POV

El estudio de Sebastian era precioso, era espacioso, demasiado luminoso e incluso tenía un ventanal enorme de donde se podía salir para ir a un pequeño jardín dónde tenía una estancia que servía como comedero para aves y una fuente de piedra muy antigua, había una pared que llegaba desde el techo hasta el suelo y estaba lleno de libros, del otro lado una pared tapizada con cuadros  de muchos tamaños, no fue necesario preguntar quién era el autor, tenían su nombre en una firma elegante sobre una esquina.

Sebastian era una persona increíble, sabía mucho de arte, de pintura sobre todo de lo que yo podría aprender en medio año, estaba fascinada por las miles de historias que nos contó a mí, Evan y Audrey acerca de sus propias pinturas y lo feliz que fue al empezar a venderlos hace como cuatro meses, la mitad de ese dinero lo donaba a una fundación para personas con quemaduras y reconstrucción. Él sufrió mucho en aquel atentado donde casi le cuesta la vida, Evan tenía razón, Sebastian se vio muy afectado pues él mismo mencionó algo de eso y su compostura cambió drásticamente.

Decidimos volver al tema de las pinturas así que yo hablé sobre Lisa Hill quien de inmediato Sebastian reconoció, le hablé también de la fotografía y también quedó encantado.

—¿Desde cuando trabajas en el periódico de Chicago?

—Hace poco más de cinco años, la verdad es que hice mis prácticas ahí mismo y poco después de graduarme me contrataron. Llevo poco de que me ascendieran de puesto.

Sebastian sonrió, él había dejado de pintar en su lienzo, la verdad es que la habitación olía a pintura pero no era algo que desagradara, era una pintura suave que no provocaba incomodidad, además, la lluvia hacía que aquel aroma se esfumara por el ventanal que habían dejado entre abierto.

—Eso es increíble, eso quiere decir que has estado haciendo las cosas bien —sonrió, a pesar de las quemaduras de Sebastian en su rostro se veía atractivo, amigable, sobre todo su sonrisa, era linda y sus ojos grises tales a como los de su madre lograban hacerte olvidar su aspecto, también su increíble conocimiento y su humor alegre. —Me muero por ver tu trabajo, soy tan buen admirador de la fotografía como la pintura.

—Tus pinturas son increíbles —admití todavía fascinada de ellas, aquella pared era una obra de arte real, sus pinturas iban de paisajes hasta también de autorretratos, algunos supuse debían ser sueños, ideas abstractas. —¿Has hecho alguna clase de exhibición?

Sebastian sonrió todavía un poco más, todos estábamos bebiendo café del que Mónica preparó para nosotros, Evan se paseó por la habitación mientras nosotras hablábamos con Sebastian.

—Sí, una vez hace como un año pero fue algo muy íntimo, solo amigos y familia, pensaba hacer una pronto para recaudar fondos.

—Esta vez en Italia —comentó Audrey entre risas burlonas.

Sebastian se pasó los dedos entre su cabello rubio casi castaño, un poco ansioso.

—Sí, claro —le respondió con sarcasmo.

—¿Italia? —los interrogué, confundida.

—Vivo en una toscana en Italia —me informó ella —Le he dicho a Sebastian que debería venir a visitarme, a los italianos les encanta el arte, son muy aficionados. Vamos, deberías hacerla y quedarte en casa, así conocerías a Bill.

Sebastian hizo una mueca, estaba poco decidido pero Audrey era muy insistente.

—Audrey, preferiría  quedarme a trabajar y terminar los cuadros —le explicó con voz firme pero suave —¿Tal vez en navidad?

Ella dio un insulto en italiano y él rompió a reír.

—¿Bill te ha enseñado esa palabrota?

—Ella ha tenido mal lenguaje desde siempre —intervino Evan con una sonrisa triunfal, estaba ahora en la pared llena de libros, sosteniendo uno que parecía ser de paisajes silvestres —¿O no Audrey?

De repente me sentí confundida y un poco extraña de no entender ni conocer sus chistes privados, fingí que entendía pero la verdad preferí escuchar que tenían que decirse, no quería arruinarles el momento.

—No seas estúpido, Evan —le recriminó Audrey pero no de mala manera, ella sonreía pero fingía estar molesta por ser burla de Sebastian y Evan —Que bueno que no te llevaremos a la ópera mañana, serías un dolor de cabeza horrible.

Evan resopló.

—Sí, estoy tan resentido por eso —dijo, fingiendo que tenía una expresión de dolor. —Nosotros iremos a ver El fantasma de la ópera y no estás invitada.

—¿Qué? —exclamó ofendida, mirando a Sebastian y luego a Evan demasiado rápido, sus ojos pasaron de estar rasgados a redondos, sinceramente era divertido verla enfurecida, era pequeña de estatura y era como hacerle ver un berrinche —¡Sebastian! ¿Por qué no me invitaste?

Sebastian se encogió de hombros pero tampoco podía aguantarse la risa.

—En primera porque son boletos para el día en que te vas y en segunda, no te gusta esa obra en específico, siempre te duermes.

Torció el gesto.

—No es verdad, solo cuando es el principio, en fin, no me importa, no me harán sentir mal ustedes dos. —de repente se levantó, tomó su taza de café y se arregló la ropa que tenía unas cuantas arrugas —Debo llamar a Bill, quedamos que me enviaría fotos del huerto de naranjas y el invernadero que construía con su madre. Me dio un gusto enorme conocerte Amber, espero no te enojes conmigo por dejarte con estos dos locos.

Reí entre dientes y negué, ella sonrió de oreja a oreja.

—No te preocupes, estoy muy bien aquí, es agradable y entretenido ver a Sebastian pintar.

Sebastian despegó sus ojos del lienzo que tenia sobre las piernas y me dedicó una sonrisita leve, después volvió a su pintura con la misma sonrisa pegada al rostro.

—¡Me parece bien! Entonces me voy, tal vez regrese en un rato para ver si no han molestado tanto a Amber a como lo hacen conmigo.

—Audrey, ella no es molesta ni tampoco irritable como tú —declaró Evan, con seguridad, sonriendo a su vez.

—3 Strikes ¡Evan Ross! —le advirtió ella, señalándolo con un dedo —¡No esperes la invitación a mi boda!

—¡Iré con la de Sebastian! —le gritó él, justo antes de que ella cerrara la puerta.

Jamás había visto a Evan convivir de manera juguetona con ninguna otra persona, ni siquiera con Karen o sus amigos en Chicago, aquí era diferente, como si se sintiera cómodo y feliz, se le podía ver en todos los sentidos que este ambiente lo transformaba o tal vez solo era parte del nuevo Evan.

—Oye Amber, ahora que lo pienso —se dijo de repente Sebastian, dejando el lienzo para verme a mí —¿Tú tampoco has exhibido tus fotografías? Deben ser increíbles si tomaste de inspiración a Lisa Hill.

Contuve una risa.

—No he exhibido mis fotografías pero siempre ha sido un gran sueño llegar a hacerlo un día, la verdad es que mi sueño antes de trabajar en Chicago Journals era tener un estudio fotográfico y dedicarme a viajar por el mundo y así tomar miles de fotos, tener una carrera como Lisa Hill y vivir de la fotografía.

Evan se acercó al sofá, dejó de vagar por la habitación y se sentó cerca del lugar que Audrey dejó disponible, presentí que comenzó a prestar atención a lo que decía sin dejar de hojear el libro que todavía tenía en la mano.

—La fotografía es lo que más me apasiona —proseguí, los dos ahora me contemplaban, me sentí extraña al tener toda la atención sobre mí, sobre todo Evan quien sin duda tenía un interés mayor. —Sería increíble si pudiera vivir de ello, me gusta trabajar en Chicago Journals pero prefiero vivir de lo que amo por mi cuenta, con mis gustos y mis propias ideas creativas.

En respuesta, Sebastian sonrió con suavidad mientras que Evan me estudiaba todavía, me moría de ganas por saber que estaba pasando por su cabeza en ese momento.

—¿Cuánto tiempo te quedarás en la ciudad? —preguntó Sebastian con tono amigable —Podemos llevarte a los mejores lugares, ¡Tus fotos quedarían fantásticas! Yo te puedo decir donde conseguirías unas tomas increíbles, a veces yo mismo uso de inspiración algunos monumentos y paisajes para mis pinturas.

—¡Me encantaría! —solté risitas, estaba emocionada —Me quedaré las dos semanas que dure la convención, supongo que será tiempo suficiente, si es que no tengo mucho trabajo.

Sebastian se volvió hacia Evan quien todavía tenía sus ojos en mí, comencé a sentirme incomoda, preferí ver el trabajo de Sebastian o incluso jugar con cualquier pieza de porcelana que tenía en la mesita de centro, el hecho era no encontrarme con sus ojos.

—¿Tú solo te quedarás una semana, verdad Evan?

Alcé mis ojos, ahora éramos Sebastian y yo quien esperábamos respuesta, no sé pero quería saber cuánto tiempo de estancia estaría en la ciudad, dudaba que fuera el mismo que el mío.

—Sí, solo una semana —respondió con el tono un poco seco, como si la idea no le gustara, de repente su expresión cambió, se relajó y ahora parecía más complacido. —Estaba pensando y no sé si sea buena idea que invitemos a Amber a la obra de teatro, ¿Te importaría venir con nosotros, Amber? Así podrías conocer la ciudad y además distraerte un poco.

Me paralicé, no sabía si me estaba desafiando a decir que sí frente a Sebastian quien aceptó sin problemas que yo asistiera con ellos, le di mil vueltas al asunto pero no supe que hacer, tenía la presión de aceptar porque su invitación había sido con buena intención, yo moría por asistir a una obra en París, pero ¿Con Evan Ross? La idea me parecía desquiciada.

El silencio se hizo más largo conforme yo no decía todavía una respuesta, al final suspiré resignada, ¿Realmente lo estaba haciendo por propia voluntad o presión?

—Seguro, me gustaría asistir —admití, mostrando una sonrisita inocente, quería mostrarme entusiasmada pero los ojos de Evan viéndose intensos hacia a mí me hacían preguntarme una y otra vez si era lo mejor, yo sabía que esa mirada quería decir algo pero se lo callaba. —Solo que espero tener tiempo para asistir, últimamente tengo mucho trabajo.

—Iremos cuanto estés desocupada —repuso Evan perfectamente confiado, no se sintió triste o resignado cuando medio rompí sus esperanzas al decirle que tenía trabajo. —Tú y yo, si gustas.

Su mirada más ahora que nunca se desbordaba en una fuerza hipnótica que no pude romper, ni siquiera escapar, no podía alejarla de mí, el reflejo de su deseo se asomaban desde el brillo que sus pupilas dejaban escapar y yo estaba hechizada por aquel resplandor, porque me gustaba, porque había pasado tanto desde la última vez que lo sentía dentro de mí, me gustaba esa sensación y el goce que viajaba por mi cuerpo a causa de esa reacción magnética que la tensión sexual entre nosotros emanaba desde que subimos al bus.

Le eche una mirada llena de intención pero tampoco de forma muy descarada.

—¿Por qué no?

Sebastian no nos prestaba la atención suficiente para darse cuenta pero yo sabía que el ambiente se había puesto profundo y muy cargado de una tensión que seguro le debía inquietar un poco, a nosotros nos empezaba a gustar esa guerra de miradas que entre tanto silencio empezaban a decir mucho de lo que ya no pensábamos callar. Él lo veía en mí y yo lo veía en él, era una forma espléndida de tocar aquello que estaba lejos de nosotros pero bastante cerca para no atrevernos a hacerlo, el deseo.

(...)

La mayor parte de la tarde la pasé con Sebastian en su despacho y estudio, me enseño algunas fotografías que compró de Lisa Hill por internet, también algunas cámaras antiguas que compró en una tienda de antigüedades, algunas servían y el resto pensaba  mandarlas  a arreglar para conseguir un buen precio por ellas, me ofrecí en comprarle una si en dado caso se animaba a hacerlo, él prefirió obsequiármela ya que estaba satisfecho de mi excelente gusto y oficio.

No pude quedarme más ya que tenía una entrevista a las seis y no quería llegar tarde, para mala suerte nuestra todavía seguía lloviendo, no parecía acabar jamás, faltaba poco para que el cielo cayera, esta vez Mónica nos ofreció un paraguas y nuestra ropa finalmente seca; me despedí con mucho cariño de Mónica, Audrey y Sebastian por el amistoso recibimiento, prometiendo en volver para traerle a Sebastian muestras de mi trabajo como fotógrafa.

Salimos de la casa en lo que Evan abría el paraguas, solo debíamos caminar unos metros para llegar a la parada del bus y estar bajo techo, él me miró, esperando a que me uniera a él para caber juntos debajo.

—¿Vienes? —me preguntó en lo que yo todavía esperaba debajo del techo de la entrada y él ya estaba en el jardín.

Me acerqué a él y cuando llegué me di cuenta que el paraguas era pequeño y solo me cubriría si me mantenía muy cerca de Evan, lo que quería decir que debía pasarle la mano por la cintura o que él me tuviera que abrazar.

—¿Te importa sí...? —empezó a decir, se detuvo cuando alcé mis ojos, sabía lo que intentaba proponer.

—Bien, hazlo —susurré, bajando la cabeza y cerrando los ojos muy fuerte, me preparé para su toque.

Sentí como su brazo se deslizaba por encima de mis hombros y me apretaba a su costado, yo tenía mis brazos sobre mi pecho, justo sentí las palpitaciones sin control de mi corazón, enloqueciendo y dificultándome el respirar, no pude calmarme aunque lo hubiese intentado, que difícil era resistirse ante esto, su toque jamás me había parecido más poderoso a como ahora, basta de engaños, mi cuerpo lo decía todo, lo gritaba, me estremecía de tan solo pensarlo, ahí estaba de nuevo, mis fantasías no se frenaron y el deseo mucho menos.

Yo estaba más sofocada que Evan, él  frenó antes de que pudiéramos llegar a la parada, sin soltarme me contempló con una expresión de preocupación, me veía a todos los lados del rostro para intentar buscar el problema.

—¿Amber? ¿Estás bien?

La solución estaba frente a mí, el remedio estaba sobre sus labios, a unos cuantos centímetros de mí, aclamaba por sus labios, por un beso pero no era capaz de decírselo porque estaba mal pero aun así pretendía que él se diera cuenta de eso.

—No lo sé....no sé —repetí de forma atrabancada, mi lucha interna era difícil de vencer, estaría a punto de causar una catástrofe si lo besaba pero lo necesitaba.

—Amber —dijo mi nombre en un tono conciliador, suave y arrullador, nunca lo había escuchado antes, vino desde su interior con una calidez que abrazó a mi cuerpo tanto como su brazo sobre mis hombros, para añadir mucho más desequilibrio emocional, me acercó más, manteniéndome prisionera de su abrazo —Sé que lo sientes tan fuerte como yo, solo pídelo y lo haré, esta vez dejaré que seas tú quien me diga hasta dónde puedo llegar contigo.

En sus ojos se veía el amor y el deseo que se mantuvo guardado desde que nos subimos al bus, sus palabras decían tal cosa pero su lenguaje corporal lo contradecía, se quería contener a no tocarme pero la forma en que sus manos se ceñían sobre mí lo delataban  tanto que yo no me preocupé en que estuviera acercándose más sin siquiera haberle dado permiso, me gustaba la calidez que emanaba de su aliento, de la tentación de comerle la boca y robarle las gotas de lluvia que llevaba pegado en los labios, ya que el viento soplaba y la lluvia caían en nuestros rostros.

Su mirada me ofrecía tanto de donde tomar y yo quería tomarlo todo ahora porque tal vez jamás volvería a tenerlo así de cerca, ni tampoco la oportunidad de aceptarlo.

—Solo pídelo —me recordó con voz angelical, expresando la súplica antes de que se volviera una agonía que no quería cargar.

—Bésame, por favor —susurré, sintiendo el frío colándose una última vez en mi cuerpo y siendo remplazado por un abrasador calor al contacto exacto dónde sus labios tomaron los míos sin dudar.

Mi boca se cerró en la suya y sus labios se movieron con suavidad y con una delicada urgencia que después se descontroló, fue un suave alivio cuando me empapé de aquel dulzor y tomé lo que quería de él, esa necesidad y ese deseo que necesitaban ser saciados se revelaba cuando eché mis brazos a su cuello y me impulsé en mis pies para llegar con más determinación y mantener sus labios sobre los míos por tiempo indefinido; necesitaba tanto de este alivio, me sentía satisfecha y completa y él como yo se benefició de llevar su deseo también a rienda suelta, me apretó a su cuerpo tanto como pudo porque sabía que podría hacerlo ya que mi permiso esta vez no era necesario.

—Amber...—murmuró sobre mis labios, robándose mi último suspiro pues era suyo, él lo había provocado, se adueñó del primero, del último y de los que habrían si tan solo no se hubiera detenido.

Enredé mis dedos en su pelo, logré robarle un ligero jadeo cuando tomé su labio inferior con los dientes, las gotas de la lluvia chocaban en nuestros rostros, descendían y mojaban nuestros labios, se lograba convertir en un juego absorber el agua de nuestros labios, bebiendo literalmente el néctar más puro.

—Te necesito Amber, necesito tú...

Lo interrumpí con un beso y después de la nada, sabiendo lo que iba a decir, me alejé rápidamente, una clase de sentido común me obligó a hacerlo, no quería dejar sus labios, me resultaba familiar y por la misma razón de que me resultaban familiar aquello me hizo daño, me dolió a causa de los recuerdos que nublaron mi mente.

—Amber, ¿Estás bien? —me preguntó tratando de mantener la respiración coordinada, su brazos todavía estaban sobre mí pero fue alejando su rostro para verme mejor.

—No sé —respondí realmente confundida, no tenía la mente en claro, todo era una confusión, estaba intentando pensar con racionalidad  pero entre más quería encontrarle una razón a lo que acababa de hacer me era más difícil encontrarla.

Sabía lo que acababa de hacer, estaba consciente de que era lo que necesitaba pero ¿Debí haberlo hecho? ¿Había cometido un error?

—No voy a tocarte hasta que me lo pidas.

Alcé mis ojos a su dirección y lo contemplé dudosa, todavía intentando y luchando con mis propias emociones.

—¿Qué? —su abrazo ya no era tan prominente, solo lo mantenía a la distancia adecuada y respetuosa para cubrirme.

—No quiero manipularte, eso se acabó, tú podrás decirme hasta dónde quieres que llegue contigo, quiero mantenerme en tu vida, Amber, pero de la manera en que tú desees, como amigo, como un guardián, lo que me importa es solo mantenerme cerca pero hasta dónde tú quieras. ¿Esto era lo que querías?

—¿Y tú?

Dibujó una sonrisa hermosa, tierna.

—Quiero lo que tú quieras desde ahora en adelante.

Me mordí el labio, no despegó sus ojos de mi boca.

—Ni siquiera lo sé, no lo sé —me frustré de no saberlo, me gustaba tenerlo a mi lado, me gustaba su presencia pero detestaba tener que disfrutarlo, ¿Qué significaba? ¿Qué pasaba conmigo? Quizá el rencor que le tenía no dejaría que pudiera saber a ciencia cierta si realmente quería a Evan de vuelta. —¿Puedo pedirte algo?

—Seguro.

—No me mires así.

Frunció un poco el ceño, se le asomaba en la expresión que le parecía raro pero divertido.

—¿A qué te refieres?

—Esa mirada cuando me invitaste a ver la obra, se podía saber a dónde ibas, tú intención, por ahora no quiero tener que vérmelas difícil por esa mirada, es manipuladora.

—Haré un esfuerzo, aunque suele ser involuntario, es como si no quisieras gritar cuando te clavan una aguja, te tapas la boca o tienes los labios apretados pero se sabe que estás gritando por dentro, no puedes ocultar la intención.

—Entonces eso quiere decir que no asimilas bien el dolor. Necesitas practicar más.

—Asimilo perfecto el dolor, el dolor de un abandono, el dolor de una perdida, el dolor de las palabras pero no puedo asimilar lo que deseo y menos si es más fuerte que yo, es una dominación casi completa. Tú sabes de lo que hablo.

El diluvio sobre nosotros encontró un punto exacto donde cayó con una increíble fuerza que el paraguas formaba una cortina gruesa de agua, hubo varios relámpagos que me hicieron brincar y entrar en razón, sus ojos sobre los míos era una advertencia pero no agresiva, me quería hacer entender que lo iba a intentar pero como él dijo, era difícil y yo debía reconocer que era verdad.

Y lo era, era verdad, entendía de lo que hablaba pues yo me había dejado vencer por el deseo de besarlo, de sentir su toque sobre mí, de empaparme de él a rienda suelta si no hubiese despertado en el momento exacto de mi posible error.

—Inténtalo —remarqué, alzando mis cejas para retarlo.

Sonrió pero no con descaro, sino como respuesta.

—Ya lo estoy intentando.

—¿Qué quieres decir?

—Con el hecho de dejarte todo el control, eres tú quien decide hasta dónde puedo llegar contigo, Amber, si por mí fuera, ahora mismo estaríamos mojados, me olvidaría de este paraguas y te rodearía en mis brazos. Te estoy dejando manejarme a tu merced, contrólame, hacerme sufrir cuanto más quieras si lo deseas, provócame o destrozame el corazón.

—¿Eso quieres? ¿Qué te atormente?

—Será mi tormento favorito, estaría complacido de que puedas regresarme el dolor que merezco y que te causé.

Escuchamos de nuevo un relámpago y después lo vimos destellar entre las negras y espesas nubes, parpadee y me acomodé más la chamarra, había dejado de sentir el frío desde que nos besamos pero ahora volvió a colarse dentro de mi ropa, ya estaba empezando a entrar en razón y eso me  regresó  a mi antigua posición que  era volver a mi trabajo y ocuparme de eso durante todo el día.

Avancé para llegar a la parada, él fue detrás de mí pero ya no me rodeaba los hombros, ahora solo se mantenía como un guardián, protegiéndome de la lluvia, seguramente estaría volviéndose a empapar pues me había dejado la mayor parte del espacio del paraguas para mí. Al llegar a la parada del bus vimos que había una pareja de casados con un niño de nueve años, le entregaban un pan para mantenerlo ocupado, le agradecí a dios no tenerme que estar esperando el bus yo sola con Evan, hubiera deseado cualquier distracción para ignorarlo y como si mi petición hubiese caído del cielo, recibí un mensaje en mi teléfono.

Supuse que debía ser Sara pero no era de ella, ni de mi equipo de producción, era ni más ni menos que Chris, me quedé viendo fijamente la pantalla hasta que Evan me regresó la mirada pensando que algo estaba mal pero guardé inmediatamente el teléfono otra vez, después de semanas sin saber de él, ahora aparecía de la nada, como una aparición del más allá para igualmente torturarme a como lo hizo Evan en este viaje.


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