No es un cuento de hadas (Bil...

By MnicaGarcaSaiz

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Bilogía Alas I. Amberly sufre de una rara anomalía genética que la hace diferente al resto. Teme que la pueda... More

Sinopsis
Dedicatoria
Capítulo 1
Capítulo 2 (parte 1)
Capítulo 2 (parte 2)
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Epílogo
Capítulo extra
Agradecimientos
No es una historia de amor
Sobre la autora

Capítulo 6

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By MnicaGarcaSaiz

Capítulo 6

Christopher:

Casi nadie sabía que reservaba un pequeño hueco en mi agenda para disfrutar de un momento de soledad en un pequeño claro que había en el bosque de Los Vanir. Allí, lejos de la civilización, me gustaba pasar el rato, leyendo un libro con tranquilidad o estudiando, disfrutando de la armonía del piar de los pájaros. Me daba tanta paz que al volver, me sentía diferente.

Aquel domingo por la tarde, tras hacer de príncipe perfecto, me dirigí hacia aquel remanso de paz. Llevaba a las espaldas una mochila con lo indispensable: un par de bocadillos por si me entraba el hambre, mis apuntes y ese libro que tanto me estaba gustando.

Se encontraba bastante apartado de aquella laguna a la que todos acudían para zambullirse entre sus aguas y se respiraba tanta libertad que a pesar del frío, me acomodé junto a un tronco. Había sido precavido y había metido un par de mantas también. Me gustaba aquel lugar, era tan tranquilo; nada de revuelos y de doncellas yendo y viniendo o de mayordomos apresurados. No había tanto jaleo y nadie ponía nervioso a nadie, así como tampoco había deberes reales ni contratos que leer ni visitas que atender.  No tenía que ser Don perfecto; solo era Christopher, el hombre que estaba detrás de la corona, aquel al que nadie parecía ver.

Era claramente consciente de que las mujeres solo querían estar conmigo por lo que conllevaría casarse con un príncipe: todas las riquezas y lujos a los que tendrían acceso. Lo que todas desconocían era la gran responsabilidad que requería, todos los deberes a los que un simple matrimonio ataba de por vida. Porque, claro, en nuestra familia no había opción al divorcio, así que debería dar con la indicada a la primera de cambio. Era tan injusto y había tanta presión bajo mis hombros. Se esperaba tanto de mí.

Por una sola vez me gustaría ser solo un chico normal y corriente.

Pero esto era la vida real. Jamás sería normal a los ojos de mi pueblo y todas las mujeres solo veían la corona y no al verdadero Christopher; no se interesaban por mis gustos, solo fingían estar interesadas.

Estudié y adelanté la materia, leí varios capítulos y para cuando quise darme cuenta, ya estaba empezando a anochecer. Muy a mi pesar, debía volver a las tristes paredes de palacio, a esa maldita jaula solitaria. Antes de adentrarme en los jardines, me giré y deseé por una sola vez no ser el heredero a la corona.

.   .   .

De vuelta a la normalidad, el lunes tuve que faltar a una de mis clases ya que debía dar un discurso de apertura en un acto benéfico. Toda la familia estuvo al completo. Mamá estaba sentada junto a papá en las dos tribunas que habían colocado a la izquierda y mi hermana Star estaba en una de las dos que habían colocado a la derecha. El otro asiento lo ocuparía yo tras el discurso.

Había fotógrafos desperdigados por toda la sala y por el rabillo del ojo pude ver a la familia Tyson: a Gideon, a Grace, su mujer, y a Amanda. Ocupaban los asientos de la primera fila y en el instante en el que me tocó hablar, aplaudieron con moderación.

Solté aquel discurso que me había preparado con anterioridad sin apenas esfuerzo. Todos me escuchaban atentos, como si lo que tuviera que decir fuera de gran importancia cuando todos sabíamos que solo era un pequeño trámite. Hablé con un tono moderado, serio y formal. Me aseguré de darle la emoción necesaria a cada palabra que salía de mis labios, tal y como se me había enseñado desde que era pequeño.

Aquel paripé desembocó en una comida con todos los socios y en la que me situaron al lado de Amanda. Si bien por dentro me estaba muriendo de aburrimiento por la chapa sobre zapatos y prendas que me estaba soltando (me contaba cosas que ya sabía), como si aquello fuera lo que se esperaba de ella, por fuera fingía estar muy interesado en sus palabras.

—Mis padres ya tienen casi todo organizado para mi fiesta de cumpleaños. Espero que puedas asistir, sería todo un honor.

Me metí un trozo de lubina en la boca y mastiqué.

—Nos ha llegado la invitación la semana pasada y creo que mi madre ya os habrá enviado la confirmación. Tu padre debe estar eufórico por que cumplas ya los veintiuno, y, al mismo tiempo, tirándose de los pelos porque su única hija se esté haciendo tan mayor y pronto deje el nido. A mi padre le está pasando con Star. —La señalé con sutileza—. Está acabando sus estudios de arquitectura y, a pesar de eso, yo todavía tengo la sensación de que es una niña pequeña.

—Claro, su única hija —masculló con rabia, casi escupiendo las palabras. Estuve a punto de preguntarle al respecto, pero se me adelantó—. Mi padre también piensa lo mismo conmigo. A veces es tan sobreprotector que siento que no puedo ni respirar, pero sé que cuando forme mi propia familia y me mude echaré de menos el tenerlo siempre encima de mí. ¿Has pensado qué regalarme? Porque si no tienes ni idea, he visto un collar precioso en esa joyería tan elegante que hay en el centro.

Intenté con todos mis fuerzas no poner los ojos en blanco y forcé una sonrisa. Cómo no: solo quería de mí regalos caros.

—Lo tendré en cuenta.

Cuando finalizó la velada, mis padres se quedaron un rato charlando con los señores Tyson. Vi cómo mi hermana fingía que Amanda le caía bien. Sabía por ella que no la podía aguantar, que le parecía una mujer aprovechada y mimada. Star era tan atípica a las chicas de su edad, todavía más para ser hija de un rey. Le gustaba vestir prendas sencillas y aprovechaba siempre que podía para no arreglarse tanto, como cuando iba a clase o se quedaba en su cuarto haciendo sus cosas. Si dependiera de ella, no se pondría atuendos tan elaborados como aquel vestido de satén precioso que le sentaba como un guante ni el conjunto de pendientes y collar de diamantes que la hacían lucir perfecta, como toda una princesa.

Entendía completamente a mi hermana; me parecía excesivo que nosotros, una familia de cuatro personas, tuviésemos más lujos que otras. ¿Era necesario vivir en un gran palacio y poseer tanto dinero? No era tonto. Sabía que había familias a las que les costaba llegar a final de mes y, por ello, estaba trabajando en un plan de ayudas mejorado. No solo eso, había críos cuyo hogar era apenas una chabola. ¿Por qué teníamos tanto mientras que otros apenas tenían nada?

La vida en sociedad me parecía tan hipócrita. Los ricos pagaban sumas de dinero para ayudar a esas personas, sí, pero en cuanto se les decía que habría algún becado proveniente de una clase baja enseguida se enfurecían y pedían a gritos que sus hijos no se mezclaran con ellos. Lo había vivido. Cuando estaba en el colegio, un compañero de mi curso se cambió de colegio y, meses después, se supo que provenía de una familia humilde que vivía en un barrio no tan bueno. No veáis el escándalo que se armó y el gran revuelo que hubo. Incluso mis compañeros marginaron al chaval. Menos mal que a mí las clases sociales me importaban un comino; de lo contrario, Nick no se habría vuelto mi mejor amigo.

—La velada ha sido perfecta —los halagó Gideon Tyson haciendo una reverencia formal.

—Gracias por invitarnos. —Amanda y su madre imitaron el gesto de su marido.

Mis padres hicieron un leve movimiento con la cabeza, tal y como dictaba el protocolo.

—Gracias a ustedes por venir.

Los vi marcharse y, en cuanto pude, me despedí de mi familia para encerrarme un rato en mi dormitorio. Debido al evento, que había tenido lugar en el palacio real, me había perdido la última clase, una de las más duras. Le escribí a un compañero de confianza preguntándole qué apartado del temario habían dado para leerlo y escribir las preguntas que me surgieran y, en el caso de que las hubiera, concretar una tutoría con el profesor.

<<Lo siento, pero no he podido ir a clase hoy. Estoy enfermo>>.

Vaya. ¿A quién más podría pedirle ayuda? Revisé la lista de todos mis contactos y un nombre me llamó la atención. Al instante, una sonrisa involuntario se me pintó en los labios. Recordé la vez en la que nos pusieron juntos en un trabajo, la única vez, y cómo me dio su número un poco a regañadientes para que pudiésemos conversar.

El nombre de Amberly brillaba en la pantalla y, por impulso, empecé a redactarle un mensaje. Sabía que sus notas eran brillantes y que siempre recogía muy buenos apuntes. La vez en la que nos tuvimos que quedar para hacer el dichoso trabajo aprecié lo organizada que era. El último mensaje era de octubre, hacía ya cuatro meses atrás.

Sin pensármelo dos veces, le escribí: <<Buenas tardes, Amberly. Espero que estés teniendo una tarde agradable. ¿Podría pedirte un favor?>>

Tardó casi media hora en responder. Recordé entonces que por las tardes trabajaba y que con total probabilidad tendría un acceso limitado a su teléfono. Cuando estaba repasando un tema de otra asignatura, mi móvil vibró en señal de que había recibido un mensaje. Cuando fui a desbloquearlo, su nombre brillaba en la pantalla.

<<Alteza.>>

No pude evitar corregirla.

<<Te he dicho que me llames solo Christopher, por favor.>>

<<Está bien, Christopher. ¿Qué favor es?>>

<<¿Podrías decirme qué me he perdido hoy en la clase del señor Kozlov? He tenido que asistir a un evento muy importante y me he perdido su clase. No quiero retrasarme y que el resto piense que como soy el príncipe tengo privilegios.>>

Vi cómo aparecían en la pantalla los tres puntos suspensivos que indicaban que la otra persona estaba escribiendo. No sé cuánto tiempo tardó, pero cuando recibí el mensaje me llevé una gran decepción al ver que era tan corto.

<<¿Te importa que te escriba en un ratito? En diez minutos salgo de trabajar y podré decírtelo con tranquilidad. Mi jefa me está mirando con ganas de cortarme en pedacitos y yo no quiero que sirvan batido de Amberly.>>

Una pequeña carcajada se escapó de mis labios. Me fue imposible no hacerlo. Había sonado tan natural.

<<Sin problema. Que te sea leve. ¡Hablamos en un rato!>>

Me llevé el aparato al pecho y comprobé que estaba sonriendo como un tonto. Aquel intercambio de mensajes me había dejado descolocado y con un sabor agridulce en la boca, puesto que quería volver a hablar con ella.

Intenté centrarme de nuevo en mis deberes, pero me fue imposible hacerlo. A mi mente venían las palabras de aquella chica, el intercambio espontáneo y la charla banal que habíamos mantenido. Era la primera vez que mantenía una conversación normal con una chica sin coqueteos de por medio ni segundas intenciones.

No fui consciente del paso del tiempo hasta que recibí otro mensaje de ella, esa vez un audio. Mientras lo ponía en alto, me di cuenta de que lo que de verdad quería era escuchar su voz de nuevo.

.   .   .

Mientras la señora Craig soltaba su discurso diario no pude apartar la mirada de ella. Estaba sentada en primera fila escribiendo a todo correr lo que soltaba la mujer. Era zurda, movía con elegancia el bolígrafo sobre el folio con la mano izquierda. Se había puesto una sudadera bastante grotesca, aunque no la culpaba por ello; en las tiendas la única ropa bonita estaba destinada a las personas delgadas y aquellas prendas feas eran siempre eran destinadas para las personas que la sociedad no consideraba que tuvieran un cuerpo bonito.

—Nos vemos la semana que viene. Recordad que debéis entregarme el trabajo individual y la reflexión para el lunes de la semana entrante. Tened un buen día —se despidió aquella mujer de unos treinta años.

Suspiré de manera imperceptible. La mañana de aquel martes se me estaba haciendo eterna y sentía que miraba el reloj a cada segundo que pasaba. Estaba inquieto porque anoche papá me había pedido que asistiera a una reunión aquella tarde y, por ello, me perdería parte de las horas en las que estaría en mi santuario, con las ganas que tenía de terminar el diseño. Ya tenía en mente otro mejor.

—Por un momento he pensado que me moriría de aburrimiento. La señora Craig no sabe cómo dar clase —se quejó Lena, la que estaba sentada a mi lado. Bariel, su mejor amiga, estaba a su lado.

—Los martes son matadores e intensivos. Tres horas de Econometría son fulminantes.

Apenas las estaba escuchando; mi mirada estaba enfocada en aquella chica de ojos color ámbar. Estaba aprovechando el descanso de las once para quién sabe qué cosas. Redactaba con rapidez en su agenda de colores vivos al mismo tiempo que charlaba con su amiga. Desde la primera vez que pisó la clase ambas se habían llevado muy bien, lo que sorprendió a la gran mayoría. Cathrine Frazén era hija de un hombre muy apoderado y, por ello, todos dábamos por sentado que no era más que otra niña rica. Nos dejó patidifusos que defendiera a Amberly cuando en su primer día Lena y Bariel empezaron a meterse con su físico. Aquel día nos demostró a todos que estábamos equivocados con ella y aquel día aprendí que no debía fiarme de las apariencias.

Quizás por eso me sentía tan intrigado con respecto a Amberly. Había algo en ella que me provocaba curiosidad y que me gritaba que no apartara los ojos de ella. Además, desde el comienzo me había parecido una persona agradable y yo no era de los que marginaban a las personas solo porque sus familias no fueran del mismo rango social, aunque dudaba de que el rumor de que provenía de una familia de la plebe fuera cierto. Si tan siquiera supiera cuál era su apellido podría incluso investigarlo, pero eran tan malo para esas cosas que a pesar de haber trabajado con ella no lo recordaba.

En cuanto vi que se quedaba sola, decidí acercarme. Me despedí de aquellas dos pesadas con un simple <<Ahora vuelvo>> y me acerqué a la primera fila. Pese a que mi mente me decía que era una idea malísima, mi corazón gritaba todo lo contrario. Era ahora o nunca.

Cuando llegué a su altura, me fijé que estaba picoteando unos frutos secos que había guardado dentro de papel de aluminio. No se había percatado de mi presencia y parecía muy ajena de todas las miradas indiscretas que nos dirigían los pocos compañeros que se habían quedado en clase. Seguía absorta en el contenido de su agenda, que ahora que me percataba era de una de esas influencers que tanto se habían puesto de moda y, por lo que pude comprobar unos segundos después, también traía consigo unas pegatinas que servían de anotadores. Vi cómo redactaba a todo correr en uno de los días de la semana entrante: <<Estudiar temario nuevo. Leer el artículo tres del tema diez. Terminar el trabajo de la señora Craig.>> Se estaba organizando.

Me aclaré la garganta para que notara que estaba a su lado. Ella dio un pequeño bote en su lugar y, al volverse, me lanzó una mirada fulminante, aunque enseguida rectificó.

—Ah, eres tú. ¿Ha pasado algo? ¿Te ha llegado mi audio? Sé que debería de haberte escrito, pero estaba demasiado cansada para hacerlo y...

—No te preocupes. Entiendo que tuviste mucho lío. —Esbocé una sonrisa—. Gracias por pasarme todos los apuntes y su explicación. Me has salvado. De lo contrario, dudo mucho que hoy hubiese podido seguir la clase, menos responder a la pregunta que me ha lanzado.

Al parecer, que me mostrara tan cercano hizo que ella se relajara. Una sonrisa preciosa iluminó su rostro ya de por sí bonito.

—La señora Craig es una señora amargada que cree que exponiendo a sus alumnos y humillándolos delante de sus compañeros es divertido. Además, me ha gustado la cara de sorpresa que se le ha puesto cuando no solo has acertado correctamente a su pregunta, sino que también has expuesto tu punto de vista muy bien argumentado. ¡Así se hace!

Me encogí de hombros.

—Qué se le va a hacer. Me negaba a que pensara que era un retardado solo porque había faltado un solo día a clase. Puede que sea el príncipe y tenga mis obligaciones, pero no me gusta que nadie intente quedar por encima de mí solo porque sí.

—Créeme: nadie querrá hacerte enfadar. Podrías enviarlo a las mazmorras del palacio o incluso obligar que le corten la cabeza.

Su broma me causó gracia. Vaya, no tenía ni idea de que fuera la clase de persona que vacilaba con cariño. Sí que desde fuera parecía que fuera un poco reservada, pero siempre había pensado que ella era maja. Esa fue la sensación que me dio cuando me tocó trabajar con ella, siempre sonriente y agradable.

Me llevé una mano al pecho con dramatismo exagerado.

—¿Cómo puedes pensar eso de mí? Ordenaría que lo expulsaran de inmediato del reino, pero no una ejecución pública.

Ahora quien soltó una tremenda carcajada fue ella. La forma en la que sus ojos se achinaban cuando se carcajeaba me resultó familiar, aunque no sabía por qué.

Continuamos charlando muy animados hasta que su compañera de pupitre volvió con dos tazas de cartón desechable en la mano. Nos miró a los dos con una expresión que no supe descifrar, aunque no dijo nada al respecto. Me despedí de ellas dos y, al volver a mi lugar, fue plenamente consciente por primera vez de las miraditas indiscretas que nos lanzaban a ambos y cómo las chicas parecía que querían asesinar a Amberly con los ojos.

Antes de que la clase comenzara, nuestros ojos se conectaron de nuevo y, por una extraña razón, mi corazón empezó a bombear con más fuerza. Una tímida sonrisa se extendió por sus labios y yo no pude resistir la tentación de guiñarle un ojo.

Aún no lo sabía, pero aquello fue el detonante de toda aquella locura que viviría en los próximos meses.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, mis queridos lectores!

¿Qué tal el inicio de la semana? ¿Qué tal lleváis la cuarentena? Aquí en España Nos han dicho que la cuarentena se alarga hasta abril.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. El rincón secreto de Christopher.

2. Gala benéfica.

3. La familia Tyson.

4. Primeros mensajes entre Christopher y Amberly.

5. Christopher no puede dejar de mirar a Amberly.

6. Pequeña conversación.

7 ¡Saltan las chispas entre estos dos!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos en el próximo! Os quiero. Un besito.

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