El mundo oculto del Espejo [S...

By monicadcp10

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¿Conocéis a los vampiros? ¿Habéis escuchado sus historias? Bien. Porque este cuento no va de los vampiros que... More

[Adelanto]
Prólogo
Adiós, Neptuno
Conversión
El Espejo
El rey
Primera toma
¿Por qué a mí?
Asskiv
El diario
Primera Luna llena
Cárcel
Descendencia
Sed de sangre
Liberación
Reina
ESPECIAL - Día del Libro (23 de abril)
Proposición
Contrarreloj
Gota de sangre
Sedientos
Hipnosis
Una lección para el maestro
El anillo
Nolan
Lágrimas de diamante
La carta
Confesiones
Despedida
Incógnitas
Luna de sangre
Nadie podrá
Sin poder vampírico
Duelo
Tigres
La disculpa tardía
Padre
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

Poder vampírico

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By monicadcp10


No dijo nada. Tampoco creo que pudiera, aunque no estaba segura del estado en el que se encontraba un vampiro influido por la Luna llena. Pareció olvidarse de mí y se marchó por la derecha. Me quedé quieta, como si de esa forma pudiera borrar de mi memoria aquel suceso. Un aullido sonó en la lejanía y el vello de todo mi cuerpo se erizó. No había entendido antes lo que significaba que Asmord hubiera quedado libre de su prisión, pero no tardé en comprenderlo. Ámarok estaba en peligro, y también las elfas.

Miré las cadenas que aprisionaban mis muñecas. Mi profesor había echado abajo la puerta, pero aquellas esposas estaban encantadas. Quizás por eso se había dado por vencido. No tenía tiempo para analizar su comportamiento. Mi problema más inmediato era cómo salir de allí para proteger a los que me importaban. Quizás a Asmord no le importara desangrar sin miramientos, pero yo no estaba dispuesta a permitirlo.

Primero empleé la fuerza bruta, tirando de aquellas condenadas cadenas hasta que comprendí que sería imposible. Era una pérdida de tiempo continuar así. Lo siguiente que intenté fue forzarlas utilizando mi elemento predilecto: el aire. Las cadenas se sacudieron ferozmente, pero no sufrieron daños. Era lo único que tenía, ya que utilizar el fuego no lo consideraba una opción. A menos, claro, que la desesperación me consumiera.

Otro aullido sacudió mi cuerpo. Algunas lágrimas aparecieron en mis ojos, nublándome la vista, pero pestañeé para quitarlas. No me serviría de nada lamentarme o llorar. Tenía que encontrar la manera de salir de allí. YA.

Tiré con todas las fuerzas de las cadenas al tiempo que utilizaba el aire ara forzarlas, para hacer que cedieran. No daba resultado. No había más remedio. Rezando para que funcionara, cerré los ojos y me dejé llevar.

Sentí como todo mi cuerpo se calentaba desde dentro hacia fuera. Era como una vela en el centro de mi pecho que iluminaba y ofrecía diminutas olas de calor. Pero al poco tiempo, esa vela se tornaba en una hoguera, al principio hogareña y dulce, casi reconfortante, y luego en un incendio descontrolado que abrasaba mi piel. Abrí los ojos a tiempo para comprobar mi obra maestra: toda mi celda se encontraba en llamas que se arremolinaban a mi alrededor. Por suerte parecían no querer tocarme ni hacerme daño. Tampoco me había dado nunca por tocar aquellas llamas, así que no sabía lo que ocurriría.

Me concentré todo lo que pude y las dirigí hacia las cadenas con la esperanza de que pudiera derretirlas o algo parecido. Utilicé el aire para guiar el fuego y concentrarlo en las partes que quería al tiempo que tiraba de las cadenas con todas mis fuerzas. Tenía que funcionar. Era necesario.

Caí hacia delante cuando, milagrosamente, quedé liberada de mis ataduras. Permanecí allí el tiempo suficiente para tratar de apagar las llamas como buenamente podía. Y después me precipité fuera, inhalando el aire puro de la noche unos segundos y corriendo a toda velocidad hacia mi objetivo: la Academia.

Mientras utilizaba todas mis fuerzas para propulsar mis piernas cada vez más deprisa iba pensando en lo peor. Si llegaba tarde, si a Ámarok llegara a pasarle algo, jamás me lo perdonaría. Ni a Asmord tampoco. Lo destrozaría con mis propias manos. Esa rabia, esa ira, me dio fuerzas para continuar hasta llegar a la puerta del edificio. Desde allí podría captar el olor del lobo y rastrearlo, tal y como mi profesor me había enseñado. Al fin iba a servirme para algo.

Conseguí su esencia en apenas unos segundos y seguí mi instinto, caminando hacia el bosque. Tenía que ser cautelosa, ya que si Asmord no había encontrado aún al lobo, yo podría conducirlo hasta él. Debía ocultarme al tiempo que perseguía. No era tan fácil como sonaba.

Un nuevo aullido me descompuso. Sonaba asustado. Y si Ámarok era quien producía aquel sonido, casi pidiendo ayuda, solo podía ser por una cosa. Asmord tenía que haberlo encontrado y estaba en apuros. Podría no llegar a tiempo hasta él. Tenía que tratar de llamar la atención del vampiro al tiempo que me comunicaba con el lobo. Él y yo nunca habíamos tenido que hablar desde tan lejos, pero si podía escuchar sus aullidos, en teoría también tendría que ser capaz de escuchar sus palabras si las pronunciaba tan altas como aquellas.

—¡Ámarok! —mi cuerpo decidió por mí—. ¡Ámarok, ¿dónde estás?!

¡Silene!

Se escuchaba más apagado que sus aullidos, pero para mi oído era suficiente. Corrí en aquella dirección tanto como me permitieron las piernas.

Silene, Asmord está...

—aquí —completé mientras me colocaba delante de él.

Lo había encontrado justo a tiempo y parecía estar de una pieza. No tenía ni un solo rasguño, por suerte. Escudriñé la vegetación a nuestro alrededor. No podía permitirme el lujo de desconcentrarme sabiendo que mi profesor estaba suelto y vigilándolos desde alguna parte de aquel bosque.

—¿Lo has visto? —pregunté a Ámarok sin mirarlo.

Bastante bien —aseguró—. Parecía un monstruo horrible con esos ojos rojos... daba escalofríos.

Mientras escuchaba lo que Ámarok me decía, recordé las palabras de Kinn. Asmord era muy peligroso. ¿Pero hasta qué punto estando convertido y bajo la Luna llena? ¿Sabría su bestia sacar provecho de todo su potencial o solo estaría rabiosa? Si era todo impulso y nada de cerebro, tendríamos una oportunidad.

Pudo haberme atacado, Silene. Pero no lo hizo —el lobo continuaba hablando a mis espaldas—. ¿Tendría miedo de algo?

—No lo sé, pero será mejor que vayamos a un lugar seguro.

Lo miré de reojo para asegurarme de que había entendido mis palabras y echamos a correr. Me mantuve todo el tiempo por detrás de él, cubriéndolo. Por desgracia, Asmord no tardó en seguirnos la pista. Y él era mucho más rápido que Ámarok, por lo que no tardaría en alcanzarnos.

—¡Más rápido! —le grité, pero sus patas no daban para más.

Mordí mi labio, sintiendo a mi profesor pisándonos los talones. Sin pensármelo dos veces, aceleré y tomé al lobo entre mis brazos. Por suerte, mi cuerpo podía cargar mucho más peso que antes y, aunque me costaba mantenerlo en mis brazos, corrí todo lo rápido que me permitieron mis piernas. Ya estábamos muy cerca.

—No lo siento detrás —le conté, pero no dejé de correr.

Empecé a esperanzarme cuando pude ver la Academia por encima de los árboles. Unos instantes más y podríamos atrincherarnos allí dentro. Resistiríamos mejor y podríamos buscar a las elfas para asegurarnos de que nada malo les había pasado. Solo un poco más...

Tuve que frenar de golpe. No podía creer lo que veían mis ojos. Era imposible... Pero Asmord se encontraba allí, delante de la puerta de la Academia. Parecía que su inteligencia estaba intacta, y sus capacidades eran plenas, aunque su cordura no. Rápidamente, bajé a Ámarok de mis brazos.

—¡Corre! —le pedí.

Silene...

—Haz lo que te pido. ¡Ya! —clavé mis ojos en los suyos—. Lo retendré como pueda y no va a ser agradable.

Entendiendo la situación, el lobo comenzó a correr hacia el bosque. Mientras tanto pensé en lo que le había dicho. ¿Sería capaz de cumplirlo? ¿Podría retener a mi profesor? ¿Por cuánto tiempo?

Un movimiento me sacó de mis pensamientos. Asmord se acercaba a mí a toda velocidad. Necesitaba centrarme, dejar de pensar en Ámarok. Él estaría bien, siempre y cuando yo no fallara. Y no podía fallar.

Me coloqué en posición, pretendiendo pararle en seco, si podía. No podía correr el riesgo de que tratara de ir detrás del lobo. Lo contendría allí, sin permitir que atravesara la primera línea de árboles... O, al menos, ese era el plan.

El encontronazo con Asmord fue peor de lo que me había imaginado. La fuerza bruta no serviría con él, ya que él era un muro de carga mayor del que podía llegar a formar yo. El golpe me hizo volar hasta chocar con el suelo. Al día siguiente estaría hecha polvo. Pero en ese momento tenía que levantarme, y así lo hice. Asmord volvía de nuevo hacia mí, con aquellos fieros ojos rojos fijos en mi persona. Utilicé mi poder sobre el aire para crear la corriente más fuerte que pude, provocando que retrocediera varios metros. Sin embargo, no duró mucho. Volvió a la carga dos segundos después. Creé de nuevo la corriente de aire, pero esta vez la mantuve, impidiendo el avance de mi profesor. Pero incluso utilizando todo mi poder, Asmord continuaba dando pasos hacia mí. Tenía que pensar en algo más eficaz que permanecer así hasta que las fuerzas me abandonaran.

Por desgracia, no lo hice a tiempo. Un insoportable y agudo dolor en mi cabeza me hizo perder la concentración y caer de rodillas al suelo mientras mis manos apretaban mis sienes. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Era Asmord? ¿Estaba utilizando su poder para quitarme de en medio? Mi teoría quedó confirmada cuando el vampiro se me echó encima, tumbándome bocarriba y sujetando mis manos por encima de mi cabeza. Su rostro estaba completamente desfigurado y me quedé totalmente paralizada.

—Eres mía —le entendí entre gruñidos.

—Querrás decir que soy tu cena —tercié mientras me removía, deseosa de poder librarme de su agarre.

Temí que me dejara inconsciente, igual que había hecho una vez con Kinn delante de mis narices. Si eso ocurría, tanto Ámarok como yo estaríamos acabados. Y mientras luchaba por liberarme, un pensamiento se vino a mi mente. Mi profesor podría haber atacado al lobo antes de que yo lograra encontrarlo. Ámarok tenía razón: no lo había hecho por algún motivo. Y en aquellos ojos del Infierno encontré la respuesta.

—Me estabas esperando a mí —musité, aterrada—. Me liberaste de la celda, pero no podías quitar mis cadenas y provocaste que yo lo hiciera. Porque si yo pensaba que Ámarok estaba en peligro, entonces...

—Vendrías a mí.

—¿Por qué?

Fruncí el ceño y los ojos se me llenaron de lágrimas de rabia. Había jugado con nosotros como si fuéramos simples muñecos, monigotes, peones en el ajedrez. No podía creer que hubiera puesto en peligro la vida de mi mejor amigo.

—Te lo he dicho: eres mía —fue mi respuesta.

Grité, frustrada, y me preparé para arrancarle la garganta de un mordisco. Sin embargo, descubrí que mi cuerpo no se movió, ni un solo músculo de mí. Miré a Asmord, bastante asustada, pero él solo sonreía como un verdadero loco. Por lo que deduje que había sido él. Había manipulado mi mente para paralizar mi cuerpo. Una jugada maestra, sin duda. Lo cual me aterrorizaba.

Acercó su cara a la mía con total confianza, sabiendo que no podría hacer nada para detenerlo. En aquel momento me daba igual. Que hiciera lo que quisiera conmigo, pero que no tocara a Ámarok. Aunque, ¿quién me aseguraba que después de terminar conmigo no iría a por él?

—¡Kaiserin!

No. Miré de reojo (lo único que podía hacer) hacia la Academia y maldije en todos los idiomas que conocía. Annelya se encontraba en la puerta. Ella era la que había gritado. Recé para que Asmord no se interesara, pero estaba segura de que iría a por la elfa. Cuando se levantó enseñando los colmillos hacia ella aproveché para cerrar los ojos y concentrarme. No me hacía falta mi cuerpo para invocar mis elementos. Solo deseaba que Asmord no hubiera inutilizado mi cuerpo de forma permanente porque de ser así me iba a ver enfadada de verdad.

Con las fuerzas que pude reunir logré convocar al aire para hacerlo girar en torno al vampiro, provocando un torbellino lo suficientemente grande como para alzarlo del suelo. Su concentración se desvió y yo pude volver a moverme. Suspiré, aliviada, y miré hacia la elfa.

—¡Entra dentro! —le ordené—. ¡No vuelvas a salir, pase lo que pase! ¡No te preocupes por mí!

Annelya asintió, temerosa, y volvió dentro, cerrando la puerta en el proceso. Volví la mirada al torbellino para descubrir que estaba perdiendo velocidad. Mis fuerzas estaban al límite y aún quedaba mucha noche por delante. Debía pensar en algo rápidamente, pero tampoco se me venía ninguna idea a la mente. ¿Qué podía hacer?

Asmord logró salir de mi trampa de aire y rugió, furioso. Lo único que se me ocurrió fue correr. Corrí siempre cerca de la Academia, manteniéndolo alejado del bosque y de Ámarok. Pero las piernas también comenzaban a fallarme. Hasta que de repente caí al suelo y no logré levantarme de nuevo. Menudo vampiro estaba hecho. Ni siquiera era capaz de proteger a los que me importaban. Al menos me guardaba una carta bajo la manga.

Mi profesor no tardó en llegar hasta mí, triunfante. Tenía la expresión de una persona que había ganado, la expresión de un tigre ante su gacela herida.

—No creas que esto significa que no pelearé hasta mi último aliento —dije.

Cerré los ojos y una lágrima traicionera resbaló por mi mejilla. Las llamas no tardaron en alzarse en un círculo bastante desigual, signo de mi descontrol frente a ese elemento. Pero cumplían su objetivo: encerrarnos a los dos tras un potente muro de fuego. Si todo salía bien, Asmord no podría salir y dañar a otros. Solo a mí.

—Jaque mate, monstruo —sonreí un poco.

Contra todo pronóstico, él también sonrió. Después, se abalanzó sobre mí y hundió sus colmillos en mi cuello. Grité, grité de puro dolor porque me abrasaba más su contacto que el fuego que había a nuestro alrededor. Gracias al subidón de adrenalina pude separarlo de mi cuerpo de manera brusca.

—¡Detente! —grité, mirándole a los ojos.

Y juro que en aquel momento algo extraño sucedió. Las pupilas del vampiro se contrajeron hasta ser solo pequeños puntitos en el centro de aquel mar rojo. No movió ni un músculo. Permaneció como una estatua durante tanto tiempo que comencé a temer que le hubiera pasado algo.

Me incorporé lentamente y comencé a apagar las llamas sin perderlo de vista. Tampoco quería provocar un incendio innecesario. En todo el tiempo que me demoré para lograrlo, Asmord no se movió. Quizás se hubiera calmado, pero me parecía raro que estuviera tan quiero. Me senté delante de él y lo miré a los ojos. Sus pupilas continuaban de la misma forma. ¿Significaban algo? Sacudí mi mano por delante y su mirada continuaba en algún punto fijo, no sabía dónde. Quizás fuera una estratagema. Por una parte, quería llamar a Ámarok y que se pusiera a salvo dentro de la Academia. Pero, ¿y si era una trampa? A lo mejor era eso lo que esperara que hiciera.

Me mantuve en cuclillas, vigilándolo. No sabía cuánto faltaba para el amanecer, pero esperaba que no demasiado. Quizás la luz del sol lo hiciera volver en sí, en el verdadero Asmord. No debía perder la esperanza.

Permanecí despierta toda la noche hasta la salida del sol. Su luz comenzó a molestarme y conseguí mover a Asmord hasta la sombra que proyectaba la Academia. Aun así, lo mejor era movernos hacia el bosque y cobijarnos en los árboles. Puesto que su estado no parecía mejorar, y yo ya me estaba preocupando, me armé de valor y lo miré a los ojos.

Silene.

Me puse una mano en el pecho y me giré para mirar a Ámarok, quien estaba en la linde del bosque. Menudo susto. Cuando el lobo vio la situación, se acercó cautelosamente a nosotros.

¿Qué le ha pasado? —me preguntó.

—Aún no lo sé —miré al vampiro—. Lo he estado meditando durante horas y me parece que tengo una teoría.

Me agaché hasta ponerme a la altura de mi profesor y volví a mirarlo a los ojos, concentrándome lo máximo posible.

—Sígueme sin hacer nada raro —le dije.

No sucedió nada. Me puse de pie nuevamente y comencé a caminar hacia el bosque. Ámarok se posicionó detrás del vampiro, por si acaso. Para nuestra sorpresa, Asmord se levantó y me siguió caminando con movimientos un poco mecánicos, pero decisivos. El lobo lo vigilaba desde atrás mientras yo continuaba hasta llegar al bosque. Una vez allí, busqué el mejor sitio para guarecernos de la luz del sol. Hice que el vampiro se sentara y Ámarok me acompañó.

¿Qué clase de magia es esta? —me preguntó.

—Lo cierto es que no lo sé —fruncí el ceño mientras me rodeaba las rodillas con los brazos—. Asmord dijo algo de que todavía tenía que desarrollar un poder vampírico. Puede que sea eso.

Continué despierta un par de horas, pero mis párpados comenzaban a pesar una barbaridad. El lobo trataba de mantenerme despierta, pero la luz del sol me afectaba más de lo que yo había pensado.

—Tienes que aguantar un poco más, Silene... —me rogaba.

—Lo siento, Ámarok.

Recuerdo que fue lo último que le dije.

Sentí unos brazos rodeándome, un roce como de tela y una oscuridad absoluta acompañada de un suave vaivén. Abrí los ojos y traté de incorporarme, sobresaltada. Alguien me estaba llevando en brazos.

—Tranquila, Kaiserin —era la voz de Asmord—. Te estoy llevando a la Academia. Debido al sol, tienes que ir lo más tapada posible, ¿de acuerdo? Tu lobo está aquí. Se ha asegurado de que soy yo mismo.

Dice la verdad, Silene —escuché a Ámarok—. No te preocupes. Llegaremos enseguida.

Aquello me relajó, aunque no puedo decir cuánto. Seguía estando muy cansada y volví a caer rendida en sus brazos hasta llegar a mi cama. Asmord me depositó con cuidado en ella y me tapó con una tela oscura que no supe identificar. Apenas era capaz de mantener los ojos abiertos.

Noté el peso de Asmord sobre la cama, a mi derecha. Igual que sentí cómo se inclinaba hacia mí hasta que su nariz tocó la mía y nuestras respiraciones comenzaron a mezclarse. Casi podía sentir sus labios sobre los míos.

—Perdóname, Kai —su voz sonaba dulce y apesadumbrada, llena de dolor—. Lamento mucho lo que te he hecho sufrir esta noche. Ojalá pudiera compensarte... Quizás, algún día.

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