Enmerald. Guardianes 1. Orige...

By NomiSaez

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Enmerald es una ciudad regida por la magia, bestias y otras criaturas que se mantienen ocultas ante el ojo hu... More

Guardianes
Prólogo
Capítulo 1: Recuerdos
Capítulo 2: Sangre en el callejón
capítulo 3: Mansión de la rosa
Capítulo 4: Asamblea de Guardianes
Capítulo 5: Memorias borradas
Capítulo 6: Fuego azul
Capítulo 7: Habilidad de fuego
Capítulo 8: Se caen las máscaras
Capítulo 9: Atracción
Capítulo 10: Temor
Capítulo 11: Dolorosos secretos
Capítulo 12: Una bestia
Capítulo 14: Voces del pasado
Capítulo 15: Boda de Tanils
Capítulo 16: Espía
Capítulo 17: Su rostro
Capítulo 18: Familia Olmos
Capítulo 19: Mal presagio
Capítulo 20: Preparativos
Capítulo 21: Peligro nocturno
Capítulo 22: Sus ojos azules
Capítulo 23: Otra visión
Capítulo 24: Verdades
Capítulo 25: Confesión
Capítulo 26: Oscuro
Capítulo 27: Nueva visión
Capítulo 28: Baile
Capítulo 29: La bestia
Epílogo

Capítulo 13: Niña Federica

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By NomiSaez

Capítulo 13:
Niña Federica

Tarde, 04 de junio 1728
Selt Riquelme

No dejo de ver los ojos de Federica cada vez que cae al suelo y el cuchillo se acerca a su cuerpo. La necesidad de salvarla me oprime hasta sacarme lágrimas. Las pocas horas que he dormido han sido angustiosa con la pesadilla. Por lo que he decido no volver a cerrar los ojos por un buen rato.

Sigo estando en casa de Mia. Después que Henry se fue ella no me permitió regresar a casa a menos que descasara un poco, para que mi cuerpo se recuperara por completo. Así que aquí estoy usando la ropa de Mia, otra vez.

Tocan la puerta antes de entrar. Mia pasa como si se escabullera, de puntillas en la habitación y cierra con cuidado.

—Descubrí algo interesante —dice bajito.

—¿Sobre qué? —terminó de ponerme las zapatillas que me quedan un poco pequeñas, pero es lo que hay, las mías se extraviaron mientras me traían después del ataque en el sendero.

—Una mujer pelirroja que vivió en la ciudad hace algunos años, al parecer sus ojos también eran carmesís —Mia está emocionada.

Le conté sobre mis pesadillas, sobre Federica y a ella que le encanta descubrir cosas se puso manos a la obra mientras dormía.

—¿Y?

—Vamos, que una de las ancianas del clan nos contara la historia. Quedo ciega después de una pelea, pero dice que recuerda a una familia de mujeres pelirrojas y ojos carmesís.

Me arrastra fuera de la habitación, nos precipitamos por las escaleras. Qué bueno que su padre no se encuentra en la sala, solo algunos sirvientes que no nos prestan atención, acostumbrados a vernos corretear de un lugar a otro sin decoro.

Salimos por la puerta de atrás hacia el extenso jardín que limita con el boscaje, tomamos un camino enmarcado con piedras de diferentes tamaños hacia una cabaña.

Una mujer mayor está sentada en frente en una mecedora de madera con los felinos ojos mirando a nada en particular pero sonriente. Su cabello es completamente blanco como el mío, pero su rostro es tan arrugado que se marcan un poco sus huesos. Es muy vieja.

—¡Es muy importante esa historia! —dice la anciana vivaz—, la has traído rápido.

—Muy importante Tata —dice Mia con respeto—. Estamos por resolver un misterio.

La anciana se ríe con una carcajada poco enérgica, con sus delgados y frágiles pies impulsa la silla hacia atrás. Me percato de que ya no tiene ni un solo diente, sus labios arrugados como una pasa.

—¿Qué misterio puede haber con los pelirrojos? —inquiere la mujer.

—Es lo que queremos averiguar —respondo.

—¿Eres pelirroja?

—No, pero mi hermana y madre lo son —respondo un poco nerviosa.

La diversión que le causamos en un principio se ha esfumado de inmediato. La anciana se ha quedado en silencio con los labios fruncidos, o simplemente es la forma en que su piel arrugada los hace ver.

—No sabía que quedaban pelirrojas en la ciudad —dice como reflexionando—, ¡caray estoy ciega y hace muchos años que no abandono mi cabaña! Tu padre debió haberlo mencionado. Ese muchacho siempre ocultándome cosas. Cuando aprenderá.

Me tenso un poco, debe estar hablando del padre de Mia. Ella se acomoda a un lado de la anciana, acomoda su falda para sentarse en el suelo. Hago lo mismo.

—¿Por qué te molesta tanto, Tata? —pregunta Mia, tomando su mano en el descansa brazo de la silla.

—Porque esa es la respuesta a muchas cosas, ¿las pelirrojas tienen los ojos carmesís?

—Sí —responde Mia.

La anciana niega con la cabeza tan vigorosamente que creo que se le desprenderá en algún momento, pero todo se mantiene en su lugar.

—Espero que no se trate de la misma persona —dice la anciana con muy pocas esperanzas. Hay muchas personas con en cabello rojizo en el mundo, pero no con los ojos carmesís. El color de ojos es como un escudo familiar, así como los de Mia, donde ella se pare sabrán cuál es su apellido—. Existe una zona del bosque al que no van ni las bestias, del otro extremo de la ciudad. Algunos de los que vivíamos allí, abandonamos todo y venimos a este lado. Donde la seguridad era mucho mejor que el desastre que ocurrió en aquellas tierras. Fuimos pocos los que sobrevivimos a la ola de muerte que arraso con toda la pequeña población.

—¿Qué fue lo que pasó? —la insta Mia para que continúe.

Un nudo se hace en mi estómago, tan grueso que me hace querer irme de aquí. Esa historia no ha comenzado nada bien, y tengo miedo de saber lo que sucedió.

—Había una mujer de cabello rojizo y ojos carmesís, vivía sola en una de las casas más grandes de la ciudad, no tenía muchas riquezas, tenía un talento innato para la magia, pero no era tan poderosa. Una mujer con buenas habilidades, nada más que eso. Tuvo un hijo sin casarse, nadie supo quién era el padre. Con los años se casó con un forastero, y tuvieron cuatro hijos si mal no recuerdo era un varón y tres hembras. Esa mujer comenzó a crecer en poder sin ninguna explicación, pero como no lastimaba a nadie, ¿para qué preocuparse?

La anciana se queda en silencio como rememorando sus memorias del pasado. Lo que dice coincide con mi pesadilla, la mujer, el hombre que están muertos, hay un muchacho y dos niñas, está la joven con el cuchillo, pero falta uno, tiene que ser la voz. Eso haría cinco hermanos con sus dos padres, la familia de la que habla. Es posible.

—¿Y qué pasó con ellos? ¿Recuerda sus nombres? —pregunto en busca de la verdad. ¿Sería una de esas niñas Federica?

—La mujer tenía una pequeña cabaña distanciada en el bosque, allí les enseñaba a sus tres hijos mayores sobre la magia. Pero algo ocurrió en esa cabaña, algo muy malo se desató allí. Esa mujer, su esposo y tres de sus hijos murieron allí, de los otros dos no se supo nada. Lo que pasó en la cabaña desato algo tan siniestro que se extendió por toda la localidad alimentándose de todos los habitantes. Las brujas que intentaron contenerlo, dicen que se trataba de un demonio. Pero nunca supimos con certeza lo que ocurrió. Ese lugar quedo inhabitable, y quienes lo abandonamos a tiempo nunca volvimos a ver a ninguna persona con ojos carmesí, así que asumimos que todos habían muerto.

—¿Hasta ahora? —dice Mia.

La anciana asiente.

—¿Algunas de las niñas se llamaba Federica? —insisto.

—Sí, Federica Olmos —dice la mujer—, así se llamaba la familia Olmos.

El nudo en mi estómago de alguna manera se va desenredando, quizá se trate de alguna familia lejana a la de mi madre, por eso no hablara de ello. Fue tan trágico.

—Tu madre podría ser descendiente de ellos, hay que ver quiénes son sus antepasados —dice la anciana—. Me preocupa esa línea de sangre y lo que ocurre con la ciudad. Voy a comentarle a tu padre sobre esto, para que indague un poco más.

En definitiva, mi madre es descendiente de esa familia, sino porque Henry conocería de Federica. Lo que sea que no me está diciendo, la anciana tampoco lo sabe. Pero quizás sepa de otra cosa.

—¿Qué sabe de los oscuros? —Mia me pela los ojos.

La mantiene el ritmo de la mecedora con sus pies.

—Los dirige una mujer con ojos de demonio, es todo lo que recuerdo de ella. Años más tardes, cuando comenzamos a llegar, este lado de Enmerald comenzó a desaparecer personas, mi esposo era el canciller en aquel tiempo. Los oscuros para aquel entonces eran solo una mujer, y unos tres o cuatro seguidores que tenía. Los guardianes la acorralaron en el bosque, toda la población estuvo allí para acabar con la bruja, nadie salió como se esperaba. Desde aquel día perdí la vista —dice con melancolía—. ¿Alguna otra cosa que quieran saber niñas?

—No, Tata. Eso era todo —dice Mia con amabilidad, se levanta y deja un beso en la mejilla de la anciana—. Selt y yo nos vamos, tenemos que pensar en lo que nos has contado para resolver el misterio.

—Espero haber sido de ayuda. Dile a tu padre que venga a verme cuanto antes.

—Lo haré.

—Gracias, señora —digo poniéndome en pie.

—Vuelvan pronto, niñas.

Nos alejamos de regreso a la mansión. El atardecer pronto cubrirá el cielo, y es momento de regresar a casa. Se supone que no debí haber salido, y en este día han pasado muchas cosas. De momento tengo mucho en que pensar y muy poco que probar. Sonia Riquelme sigue siendo un misterio para mí.

—Deberías intentar llegar al sótano de nuevo a ver qué otras cosas encuentras.

Sugiere Mia, su voz cargada de emoción. Yo, por el contrario, no sé qué sentir.

—Tienes razón, debo volver ahora. Quizás mi madre sigue ocupada. Tiene que existir una razón para que ella guarde los cuadros.

—Selt, ¿no has pensado que allí podría estar algún retrato de tu padre?

—No lo había pensado, pero lo buscaré —pasamos a través de la sala de la mansión.

Espero que Mia permanezca en el interior de la casa mientras salgo, pero no es así. Ha insistido en acompañarme para asegurarse de que llegaré en una sola pieza a mi casa. No tiene intenciones de ponerme en peligro cuando los ataques de bestias se han vuelto más constantes e impredecibles.

Ella está muy emocionada por el misterio que representa mi madre más que asustada por descubrir que sea verdad. Yo, por el contrario, estoy aterrada de conocer al monstruo que Henry me ha descrito, y el que poco a poco he comenzado a presenciar en el rostro de la mujer que me ha dado la vida. Lo que no coincide de lo que ha dicho la anciana es los ojos de demonios que se supone tiene la líder de los oscuros. Mi madre en ocasiones tiene repentinos cambios, no son como para denominarlos endemoniados. En cuanto a lo demás, tiene algo de lógica, solo un poco.

Por ahora tengo un nombre y un apellido que indagar, Federica Olmos, tengo que saber qué tan cerca estuvo su línea de sangre con la de mi madre, y para eso Mia se ha ofrecido muy voluntariosa. Con ella investigando seguro que un par de días tengo desvelado el secreto de mi familia. Mientras me encuentre en casa con los entrenamientos, y la boda de mi hermana que es mañana no tendré momento de acercarme a una biblioteca, allí siempre tienen registro de las antiguas familias, si tengo suerte mi amiga encontrara algo.

Mia se detiene y olfatea el aire. Se ve rara haciendo eso, sus ojos se han rasgado por completo. La bestia asomándose.

—Tus hermanas están por llegar, debes apurarte —dice.

¡Oh, no! Agarro la tela del vestido y la subo por encima de mis tobillos, en esta ocasión tendré que correr si quiero llegar primero. Qué bueno que a Mia se le ocurrió recortar camino por medio del bosque, si nos hubiéramos ido por la carretera ya mis hermanas sabrían que no estaba en casa.

—Nos vemos mañana, Mia. Gracias por acompañarme —digo mientras corro hacia la casa.

Salgo del bosque por un lado y voy hasta la puerta. Me detengo un instante para mirar por donde he venido, y Mia me saluda desde la distancia y se aleja.

Abro la puerta, no hay nadie en la sala., la cierro y corro por las escaleras hasta llegar a mi habitación. Me asomo por la ventana y el carruaje está llegando. Justo a tiempo, me saco las zapatillas, el vestido y me preparo para ir a la cama. Mejor que piensen que estado durmiendo, no creo que decidan venir a tocar mi puerta, aunque con ellas nunca se sabe.

Oculto el vestido de Mia, con este ya son dos que se encuentran en mi armario. La próxima vez que vaya a su casa debo devolvérselos. Me acuesto de espalda a la puerta, si me quedo dormida espero no tener pesadillas de nuevo.

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