Enmerald. Guardianes 1. Orige...

By NomiSaez

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Enmerald es una ciudad regida por la magia, bestias y otras criaturas que se mantienen ocultas ante el ojo hu... More

Guardianes
Prólogo
Capítulo 1: Recuerdos
Capítulo 2: Sangre en el callejón
capítulo 3: Mansión de la rosa
Capítulo 4: Asamblea de Guardianes
Capítulo 6: Fuego azul
Capítulo 7: Habilidad de fuego
Capítulo 8: Se caen las máscaras
Capítulo 9: Atracción
Capítulo 10: Temor
Capítulo 11: Dolorosos secretos
Capítulo 12: Una bestia
Capítulo 13: Niña Federica
Capítulo 14: Voces del pasado
Capítulo 15: Boda de Tanils
Capítulo 16: Espía
Capítulo 17: Su rostro
Capítulo 18: Familia Olmos
Capítulo 19: Mal presagio
Capítulo 20: Preparativos
Capítulo 21: Peligro nocturno
Capítulo 22: Sus ojos azules
Capítulo 23: Otra visión
Capítulo 24: Verdades
Capítulo 25: Confesión
Capítulo 26: Oscuro
Capítulo 27: Nueva visión
Capítulo 28: Baile
Capítulo 29: La bestia
Epílogo

Capítulo 5: Memorias borradas

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By NomiSaez

Capítulo 5:
Memorias borradas

Tarde, 16 de mayo 1728
Selt Riquelme

He quedado un poco asqueada después de probar tantos dulces. Tengo el estómago revuelto, y estar delante de mi madre enfurecida no está ayudando mucho a mi estado de ánimo. Ya Nariel le había comentado lo que ocurrió con su pedido, aun así, me ha hecho contarle todo con lujo de detalles. El problema es que no tengo mucho para describir al hombre calvo, y eso la tiene muy molesta.

—¿Está segura de que no recuerda nada más? —pregunta con los labios apretados. Sus ojos parecen llamas danzantes entre el carmesí y naranja, algo inusual, que en realidad creo nunca había visto en ella.

—No, madre.

Ella respira despacio, en un fallido intento para controlar su ira. Siendo realista, no recuerdo haber visto a mi madre tan encolerizada desde que tengo uso de razón. Molesta por una que otra cosa, sí; pero no de esta manera, de cierta forma me da temor de solo mirarla. Ha estado caminando de un lugar a otro desde hace un buen rato. Mis hermanas observan desde el otro mueble.

—Sé que no ha sido tu culpa cariño —se cubre la cara con las manos. Se toma unos segundos y las retira, sus ojos vuelven a ser carmesís, como siempre. Ese pequeño cambio en su mirada da pie a una sensación que me aterra, algo no está bien con ella, no tengo idea de que sea—. ¿Te puedo pedir algo?

—Por supuesto, madre —negarme no va a mejorar las cosas. Ya hay suficiente tensión en la sala.

— ¿Podrías mostrarle a tu hermana Tanils el rostro de ese hombre? —estoy segura de que he palidecido porque mi madre suaviza su mirada. No puede ser que me esté pidiendo esto, con lo que me aterroriza Tanils y sus transparentes manos en mi cabeza—. Solo tienes que evocar su rostro y tu hermana solo mirara, no va a escudriñar en tu memoria. ¿Cierto, Tanils?

—Lo que tú digas madre —responde ella con respeto, pero sé que no muy conforme.

Mi hermana mayor disfruta del sufrimiento que puede causar sobre otros, he visto el deleite en su mirada cuando ha conseguido alcanzar mi mente para hacer sus tétricos juegos de horror con mis recuerdos, es un milagro que no ha hecho ningún daño permanente en mi cabeza. Aunque eso podría explicar algunas cosas sobre los vacíos que siento existen sobre mi padre. Ella sabe que le tengo miedo, y lo disfruta. Pero, sí es el caso ¿qué ganaría borrando el recuerdo de nuestro padre?, no, no, ella no sería capaz. Es una loca idea sin fundamentos.

—De acuerdo —digo no muy convencida.

No creo que llegue el día en que pueda confiar en alguna de mis hermanas. Desde que cada una se ha convertido en poderosas brujas y yo me he quedado como una frágil humana es como si yo fuera un estorbo para ellas. O algo mejor, el conejillo de indias de ambas.

Tanils se levanta y viene hacia mí. Como un depredador. Me recuesto más del mueble, no puedo fundirme con él, no hay a donde ir y ella sonríe. Respiro. Evoco el rostro de ese hombre cuando me quedo mirando antes de entrar al local del cuervo y siento sus manos a ambos lados de mi cabeza. Intento relajarme, pero me es imposible. Aunque si ella quisiera hacer de mi mente un fiasco no necesitaba tocarme, sigo temiéndole. Para mirar y proyectar imágenes de una mente ella tiene que hacer contacto y depende de lo que yo le muestre. Así que hago un recuento de ese momento y luego cuando apareció en el carruaje.

Ella se aleja, y abro los ojos. Mi calvario se acabó.

—Es un forastero —dice mi madre pensativa—, podría venir de cualquier lugar del mundo. No tenía nada que pudiera identificarlo.

—Puedo hablar con Carmelo para ver si puede ayudarnos —sugiere Tanils con una sonrisa que irradia felicidad. Debe tratarse de su prometido.

—Sí, eso está bien. Igual tendré que poner al corriente a los guardianes. Lo que está ocurriendo en la ciudad podría ser responsabilidad de un forastero en busca de culpar a las brujas de nuestro entorno —argumenta mi madre muy segura de que ha encontrado al culpable.

—Sobre todo ahora que nuestro apellido está entre el listado de los guardianes como posible responsable de lo que pasa —comenta Nariel con amargura.

Mia me comento sobre un listado, pero nunca imagine que mi apellido estuviera allí. Eso significa que, si los guardianes se llevaron por la idea de que la bruja tiene que estar cerca de la persona a hechizar para hacerle perder el control, alguna de ella tuvo que estar en el callejón en cada uno de los ataques, pero, cada vez que llegue a casa ellas estaban aquí. La única que ha presenciado los dos últimos ataques he sido yo, y a falta de magia falta de culpabilidad. Sin embargo, esa sensación inquietante de que algo va mal regresa en todo su esplendor, sofocando mi cordura.

— ¿Te culpan de algo madre? —pregunto en busca de una reacción más que por preocupación.

No me gusta esto, o lo que sea que estoy sintiendo. Es confuso y contundente.

—No, querida. No le prestes atención a lo que dice tu hermana —le da una frívola mirada a Nariel, como queriendo decir mantente callada—. Lo que pasa es que los guardianes están buscando un responsable, y lo primero que tiene que hacer es enlistar a todos los brujos de la ciudad. Nos hicieron llamar para comunicarnos lo que ha ocurrido, y lo grave que es, hacernos un par de preguntas. Evidentemente, todos somos sospechosos. Pero no hay nada de qué preocuparse, ya he conversado con Arturo y voy a colaborar en todo lo que este a mi alcance. Y lo que te pasó hoy es importante que él lo sepa.

—Entiendo.

Lo que no entiendo es ese remolino de miedo que se agita en presencia de mi familia.

Mi madre abandonó la casa horas más tarde y mis hermanas se quedaron inmersas en una conversación sobre Carmelo Acosta, el prometido de Tanils.

Yo me vine al bosque, en busca de un poco de tranquilidad y aire puro. No hay nada mejor que disfrutar de la brisa contra el rostro y mirar toda esa combinación de verdes entre las hojas de los árboles. Me ayuda mucho para no pensar en lo que no entiendo, lo que desconozco de mi familia y mi pasado, y las sensaciones extrañas que han comenzado a aparecer. Un paseo ayuda mucho.

Sostengo la tela del vestido por encima de mis tobillos mientras camino en una zona que no había explorado antes, me he alejado demasiado de mi lugar regular en el roble. Lo sé, no debería estar por este lugar. Mi madre siempre dice que el bosque es peligroso no solo por las bestias que liberan el salvajismo animal sino también porque hay brujas que usan los espacios boscosos para practicar rituales prohibidos.

Caminar por el boscaje me tranquiliza es una conexión con la naturaleza que no puedo explicar. Y después de tener las manos de mi hermana Tanils sobre mi cabeza y sentir sus poderes danzantes en mi mente estuve tan aterrada, mientras me alejé de casa perdí la noción de todo a mi alrededor.

Mis hermanas son crueles, no siempre fue así. Cuando éramos niñas y en ninguna de ellas había despertado la magia las cosas eran diferentes. Ellas eran amables conmigo, me cuidaban por ser la menor. Ahora, siento que me odian. No entiendo por qué. Tienen todos los que alguna vez quisimos las tres, soy quien se ha quedado atrás de un sueño. En ocasiones pienso que actúan como si les hubiera quitado algo y no puedo decir que sea el cariño de nuestra madre, puesto que ellas han obtenido mucho más que eso.

Soy quien no encaja en la renombrada familia Riquelme, y sin embargo algo no está bien.

Dejo caer la tela de mi vestido y me dedico a observar las copas de los árboles, donde los rayos del sol atraviesan esos pequeños espacios entre las ramas y las hojas. Aquí me siento conectada algo que me reclama en silencio, es una energía que fluye por mis venas y me transmite tanta paz. Nunca le he dicho nada a mi madre, cuando estoy en el bosque siento la palpitante tierra bajo mis pies es como un zumbido en mis oídos que se va aclarando con lentitud hasta convertirse en sonidos armoniosos.

Amo este lugar.

Bajo la mirada, esta parte del bosque es extraña. El suelo está de alguna manera diferente. La tierra está removida y hay algunas ramas tiradas de un lugar a otro, pero es la tierra lo que me tiene desconcertada. Camino hasta un pequeño montículo de tierra, me parece que alguien ha escarbado.

Algo sobresale, me agacho y me alejo a rastras por el suelo con un grito que abandona mi garganta. Las palpitaciones de mi corazón hacen eco en mi cabeza. Es una mano que sobresale de la tierra. Alguien ha sido enterrado allí. Quizás alguno de los desaparecidos.

No, eso no puede ser. ¿Qué otra explicación hay Selt?, no seas tonta.

Mi vestido está cubierto de tierra, me levanto y corro. Tengo que decirle a alguien. El camino de regreso a casa parece que se alargara con cada paso que doy, mientras pienso que estoy cerca es porque me encuentro más lejos.

El aire circula mejor en mis pulmones cuando alcanzo la puerta de la parte trasera de la casa, la que da directo a cocina.

Mi hermana se encuentra de espaldas con una mano sobre la mesa de madera y la otra en su cintura.

—En el bosque —digo sin coordinar muy bien mis ideas. Ella se da vuelta.

—Selt estás muy pálida —dice Nariel al verme. Hasta parece preocupada.

—Vi algo terrible —digo acelerada. Ella viene a mi encuentro.

— ¿Estuviste en el bosque? —Afirmo en silencio—. Es muy peligroso con todo lo que está pasando. Sé que te encanta ir allí, pero lo mejor es que te mantengas alejada hasta que las cosas se tranquilicen, una bestia podría atacarte o alguna bruja... Solo no vuelvas a ir.

Se parece tanto a la niña de mis recuerdos cuando se preocupa por mi bienestar. A esa hermana que tanto extraño y que no volverá.

—Ya sé que no debí haber ido, pero no estaba pensando cuando decidí ir a caminar —ella pasa una mano sobre mi cabello. Sus atenciones se sienten fuera de lugar.

— Qué fue eso que viste? —su amabilidad es extraña, ¿Por qué Nariel está siendo tan condescendiente conmigo?, pero no tengo tiempo para darle vueltas al asunto, puede más mi perturbada mente.

—Hay una parte del bosque donde enterraron a alguien, vi una mano sobresalir de la tierra —no sé cómo describir el cambio de su mirada un instante la preocupación estaba allí y al siguiente el horror de... y luego otra vez estaba esa suavidad que tenía en sus carmesís ojos cuando éramos niñas.

—No puede ser. ¿Estás segura?

—Sí, sé lo que vi Nariel no estoy loca.

—Y no he dicho eso. ¿Por qué no vas a cambiarte y descansas? Yo voy a avisarle a mamá sobre lo que acabas de descubrir. ¿Te parece?

—Iré a descansar. ¿Crees que pueden ser esas personas que han estado desapareciendo?

Ella baja la mirada y parece querer buscar las palabras exactas para algo que mi mente grita que es así.

—Es posible. Les dejaremos eso a los guardianes. Descansa.

Asiento y me alejo hacia la sala, pero mis pies se detienen antes de salir de la cocina. Quizás debería quedarme para indicarles a los guardianes donde es.

Ella me agarra por el brazo y con delicadeza me hace caminar hasta las escaleras.

—Ve, que nosotras nos haremos cargo de recibir a los guardianes.

Le hago caso. Subo las escaleras sin poder sacarme la mano sobresaliente de la tierra. Camino directo a la puerta al final del pasillo, necesito un baño.

Me voy a mi habitación después de asearme, y decido dormir un poco.

Vuelvo a soñar con él. Pero esta vez no se aleja, está frente a mí. Yo soy una niña, tan pequeña y menuda que él tiene que agacharse. No puedo detallar las facciones de su rostro, pero si escuchar su voz.

—Te voy a extrañar mi pequeña, sé fuerte, Selt. Por los dos, porque, aunque quiero quedarme contigo no puedo. Algo más fuerte que yo me obliga a abandonarte, a ti y tus hermanas —su mano acaricia mi rostro, y limpia mis lágrimas—. No me olvides mi pequeña mistyc...

Quiero detenerlo, pero la niña que soy no entiende lo que ocurre, no comprende sus palabras, y solo puedo observarlo partir como en cada uno de mis sueños. Un padre que no puedo recordar, mis memorias perdidas.

Después de todo, mi hermana quizás si ha causado daño a mi cabeza, ¿por qué no puedo recordarlo?, ¿por qué no te puedo recordarte papá?

Mi padre es un tema que muy poco se toca en esta casa, lo que sé de él es tan fugaz como lo son mis recuerdos. Mi madre nunca habla de él, como si no hubiera existido. Con el paso del tiempo he aprendido a mantener mis sueños y perturbaciones solo para mí, y nunca me había preocupado tanto eso, sencillamente no estaba ahí, eran sueños esporádicos y sin ninguna fotografía que lo confirmará de alguna manera pues, no le preste a tención hasta ahora que la sensación de que me falta algo.

Me levanto de la cama, he dormido un par de horas todavía es de día, camino de puntillas hasta la puerta, parece que hay una calurosa discusión en el pasillo. Me pego contra la madera.

—¿Cuántas veces te he dicho que no quiero que uses el libro sin estar en mi presencia? —grita mi madre molesta desde el pasillo.

—No hice nada malo, madre —responde Nariel con firmeza. No entiendo que pudo haber hecho que mi madre se enoje de esa manera, últimamente ha estado muy alterada.

—Lo que intentas hacer es peligroso, y no estás preparada —mi madre intenta contenerse, pero termina gritando de nuevo.

—Baja la voz madre —me sorprende la osadía de Nariel al ordenarle a mi madre. Yo no sería capaz de alzarle la voz—. Selt está dormida, la vas a despertar con tus gritos. Yo solo tenía curiosidad sobre él, pero no responde a mis preguntas.

—Y no lo hará —replica mi madre un poco más calmada. La discusión es por ese hombre que estaba temprano con Nariel, alguien a quien no llegue a ver, pero si escuchar. ¿Por qué tanto misterio?

—¿Por qué no? ¿Sabes que le han prohibido hablar sobre sí mismo?

—Sí, ya lo sé. Nariel tienes prohibido, escúchame muy bien —hace énfasis en cada letra— prohibido volver a hablar con él. ¿Te ha quedado claro?

Silencio. Mi hermana se ha quedado muda ante la intrínseca orden de nuestra madre.

—Nariel, ¿te ha quedado claro? —pregunta de nuevo.

—Sí, madre —no puedo ver su rostro, pero puedo jurar que ha respondido con los labios apretados, conteniendo su inconformidad.

—Solo quiero lo mejor para ti cariño —dice mi madre en un tono tan jovial que parece ilógico que hace unos segundos pudiera incinerar cualquier cosa de la ira.

Espero hasta que sus pasos se alejen por el pasillo para regresar a la cama. Desconozco en detalle del trabajo que realiza mi madre, sé que usa la magia para ayudar a otros, pero ¿de qué manera? Es algo por lo que nunca me he preocupado, puesto que mi falta de habilidades me hace vulnerable. Es lo que mamá siempre dice. Sigue siendo de día, pero dentro de una hora aproximadamente caerá la noche. Cierro los ojos y silencio mis pensamientos.

El ardor en mis venas me despierta. Me siento para darme cuenta de que el sudor corre por mi cuerpo mojando las sábanas y mi bata de dormir. Estoy hirviendo y mi cabeza punza con cada respirar. Me siento tan mal.

Me arrastro fuera de la cama, hacia el pasillo. Ansió un poco de agua para enfriar mi cuerpo, mis labios están partidos y ensangrentados. Mi sangre hierve dentro de mi cuerpo la puedo sentir burbujear por debajo de mi piel

¿Qué me ocurre?

Con mis pies tambaleantes voy hasta la puerta de mi madre, aporreo la madera con desesperación. Pero nadie responde, a mi madre no le gusta ser molestada... empujo la puerta, la oscuridad de la habitación me recibe, la brisa lleva la tela que cubre la ventana de un lugar a otro como un fantasma. Miro hacia la cama y está vacía, mi madre no se encuentra aquí.

Retrocedo hacia el pasillo y bajo las escaleras con mi cabeza queriendo explotar. Un pie en el último escalón y mi mundo se vuelve negro, mis manos buscan donde sostenerse, pero no encuentran nada... el impacto me deja sin aire y un cambio de temperatura que me hace gritar. El ardor ha sido reemplazado por el filo del frío. Mis huesos tiemblan ante una frialdad que congela mi sangre. Entumecida y con la garganta siendo rasgada por diminutas cuchillas de hielo, intento moverme en busca de ayuda. La sala esta solitaria y oscura.

¿A dónde pudo haber ido mi madre?

Tiemblo, hasta sentir que me descongelo, la presión en mis venas se diluye como el agua toma su caudal. Encuentro el aire, pero no las fuerzas para levantarme. Permanezco tendida a los pies de la escalera, mientras mi cuerpo regresa a su calor natural y mis piernas parecen haber recuperado la movilidad. Aun aturdida por todo me pongo en pie, me desplazo hasta la cocina y salgo al exterior.

La brisa nocturna esta helada y el cielo sangriento. La luna es completamente roja como la sangre, incitadora... sin pensar me dirijo hacia el bosque. Seducida por una fuerza que no consigo determinar, recorro un camino que me lleva mucho más allá de donde encontré los cuerpos más temprano. Me inquieta que no me moleste el recuerdo de los cadáveres, pero es algo fugaz. Me detengo detrás de un árbol y me asomo para ver a mujeres danzando al ritmo de una melodía que no tiene un origen para mí. Como si el viento cantara para ellas, el solo pensamiento me eriza la piel y me saca de mi aturdimiento.

Cada una de ellas está vestida con una traslúcida tela negra que deja al descubierto su cuerpo, el cabello suelto y salvaje al viento. Se mueven una entre otras con una sincronía perfecta.

—¿Atraída por el poder de la luna de sangre o solo es curiosidad? —me estremezco con la voz susurrante en mi espalda.

Doy vuelta, la corteza del árbol contra mi piel, para encontrar a un hombre de ojos negros rodeados por un aro rojizo. Alto y rubio. Algo siniestro en él me hace querer correr de regreso a casa, pero su cuerpo me impide ir a cualquier lugar.

—¿No quieres unirte al ritual? —pregunta de nuevo.

Niego. Ha sido una muy mala idea venir aquí. Intento pasar de él, pero me retiene contra el árbol, el pánico me domina.

—Déjame ir —mi voz tiembla.

Él sonríe y pasa una mano por mi mejilla. Vestido al igual que las mujeres que danzan a la luna, una túnica negra cubre su cuerpo y puedo mirar los vellos que cubren su pecho.

—Me gusta más tenerte aquí —arrastra su mano por mi cuello y hombro. No me gusta u toque sobre mi piel. Me agacho y rodeo su cuerpo, pero me agarra del cabello y caigo al suelo—. No irás a ninguna parte, el ritual está por comenzar y serás un buen sacrificio.

No puede ser. Son las brujas que están buscando los guardianes. Lucho por liberarme, doy patadas sin sentido mientras él se asegura de mantener en el suelo. Muerdo su brazo con todas mis fuerzas y lo libero cuando el sabor metálico de la sangre se desliza por mi lengua. Él gruñe y me suelta. Me arrastro lejos, lo oigo maldecir. Me levanto y corro. Siento sus pasos detrás de mí, pero no soy capaz de mirar sobre mi hombro.

Caigo un par de veces, pero no me detengo demasiado en el suelo, me arden las piernas un poco. Solo quiero llegar a casa.

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