Arréglame o Destrúyeme/Nuestr...

By paandreaBlack

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Hermione no sabe en qué parte Draco comenzó a formar parte de su vida y Malfoy no sabe cómo Granger dejó de s... More

Sirope y Porcino
Terror Nocturno
Un aleteo
Galeón
Vicenza
Chica de elección
Sólo chicos
El increíble club del hurón saltarín
Sólo es Draco
Destrúyeme I
Destrúyeme II
Destrúyeme o sálvame
Narcisa
Lucius
Cargas
A salvo
Como siempre, como le enseñaron
Sensación y unión
Arréglame o destrúyeme: nuestro secreto
Destrúyeme, arréglame: La redención de un dragón I
Destrúyeme, arréglame: La redención de un dragón II
Destrúyeme, arréglame: La redención de un dragón III

Malfoy embustero

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By paandreaBlack



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Nota 2021: De nuevo le he dado otra corrección al texto, nada particular, sólo algunas ideas sueltas que deberían atarse desde el inicio, uniendo algunos capítulos demasiado cortos para mi gusto actual, (2020 en FF, 2021 en Wattpad).

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Nota de la autora 2018: Hace unos muchos años comencé esta historia, entre mis fantasías febriles adolescentes, del romanticismo juvenil y los héroes malvados, quise escribir este Dramione. Con el paso de los años, se fue quedando al final, entre sueños rotos y cuadernos perdidos... Así que es hora de darle un buen giro, menos hormonal, para saber qué pasó con aquellos enamoradizos... Lo he vuelto a re-editar, replanteado en ideas sueltas.

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Esta historia vio por primera vez el internet en abril de 2010 en FF.

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Arréglame o destrúyeme: Nuestro Secreto

Destrúyeme o Arréglame

Malfoy Embustero

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—¿Sabes por qué le gusta a todo mundo hacer enojar a Doña Perfecta? —preguntó él mientras la arrinconaba en el baño de prefectos—, porque te ves tan sensual... los ojos cristalinos, las mejillas arreboladas... tu voz jadeante —A cada palabra, le recorría con el dorso de la mano el cuerpo, con parsimonia—. ¡Imagínense a Doña Perfecta en cuatro, jadeando, con el pelo alborotado y mis manos en su cuello! —Le apretó un costado del hombro y subió su mano, haciéndola mojarse—. Mientras pide más, mientras suda y gime, pidiendo más... —susurró la última palabra contra su cuello mientras dejaba que el aliento hiciera lo suyo, que los pezones se le endurecieran y las bragas se mojaran—. Ah, Granger —suspiró—, yo te voy a dejar tan satisfecha...

Hermione tenía los ojos cerrados mientras se recreaba en sus manos, imaginándose todo lo que no se atrevía a pedir, menos admitir que quería le hiciera él, mientras apretaba los muslos para no dejarse llevar, pegándose lo más que podía a la pared, como si la frialdad de la roca le hiciera ya algo a su cuerpo caliente y expectante. No podía articular palabras con él tan cerca, mientras olía su tenue aroma, tan varonil, tan deseable... si sentía su cuerpo más cercano... enloquecería. Entonces, él acabó con la poca distancia que había entre ellos y recargó su erección en las caderas de ella.

Soltó un gemido mientras su cuerpo desobedecía y se pegaba a él, mientras sus pechos chocaban con su torso y sentía cómo poco a poco, con delicadeza calculada, subía sus dedos por el dobladillo de su falda, enloqueciéndola.

—Doña Perfecta está empapada —susurró cuando alcanzó el puente de su ropa interior. Con firmeza, separó sus muslos mientras se miraban a los ojos, ella tenía los labios rojos, húmedos, las mejillas sonrosadas, el cuello sudoroso y su cabello castaño se pegaba alrededor, sus pezones erectos se traspasaban a la blusa del uniforme y sus muslos... por Merlín, estaba empapada, escurría y sin pensárselo dos veces, dejando a lado el autocontrol, la tomó del cuello y la besó, no fue un beso suave ni prometedor, sencillamente buscó con su lengua la apertura de ella y la metió, sin delicadeza, sin amor, con posesión y deseo rudo.

Hermione gimió mientras se dejaba llevar, nada era delicado, ni la forma en que él clavaba sus labios en los de ella, ni su lengua invasiva o cómo sentía prácticamente los dientes de él morderla y lastimarla, saboreó la sangre de ambos mientras sus manos se clavaban vorazmente en el otro.

Estaba enojada, quería hacerle daño, él era grosero, lo que había dicho era lascivo y falso. Ella no era el tipo de chica que llamara la atención, Hermione Granger era el tipo de joven que pasaba desapercibida en un salón cuando no tenía la respuesta, que usaba siempre la túnica bien puesta y las calcetas hasta arriba, que nunca subió su falda como las demás ni parecía aficionada a los cosméticos de Corazón de Bruja... Era el tipo de mujer que pasaba más de una hora al espejo para conseguir resultados medianamente aceptables y a los cinco minutos en un caldero, parecía más despeinada que cuando despertaba, era el tipo de chica que se delineaba los ojos "de manera natural" y nunca parecería maquillada, que se veía igual a las ocho de la mañana que a las doce de la noche, siempre con ojeras, siempre el mismo pelo crespo, siempre cansada, siempre sabihonda y difícil de querer, solitaria, callada fuera de clases.... Era el tipo de chica con la que podías convivir cinco años y no notar que era bonita a simple vista, podrías decir que era de "belleza normal", discreta, suave, de curvas que a veces se sentía gorda, otras demasiado para el promedio y muy pocos tantos, la cosa más sensual del planeta...

Y él, era "ÉL".

El tipo de chico que siempre tenía compañía pero nunca novia, guapo, alto, atlético, nunca quieto, demasiado frío para gustar, demasiado atractivo para desagradar. Demasiado rubio, mimado y déspota.

Entonces, él se separó un poco, para tomar aire y ella reaccionó, abofeteándolo.

—¿Qué te pasa, Malfoy? —gritó mientras lo empujaba con todas sus fuerzas—. Eres un cabrón —Sacó su varita y le apuntó al pecho—. Como me vuelvas a hablar, tocar, o pensar, te haré tanto daño que tu club de mortífagos será de niños.

Dio media vuelta y se marchó con toda la dignidad que pudo, luchando con sus piernas que le suplicaban regresar y enredarse en las de Malfoy.

—Como imaginaba, una Sangre Sucia como tú no sería capaz de nada, Doña Perfecta... una niña —escupió a lo lejos.

Era el impulso que necesitaba para dar media vuelta y tomarlo del cuello de la camisa, parándose de puntitas, lo besó, aún más feroz que el anterior, Draco le enterró las manos en las caderas y la empujó a un armario. Entraron mientras ella le acariciaba sobre el pantalón y bajaba el cierre.

Draco ahogó un gemido cuando ella sacó su miembro y empezó a acariciarlo con ritmo, cada vez más rápido hasta que echó la cabeza hacia atrás y sintió que terminaría.

—¿Crees que una "Sangre Sucia" no es capaz de nada? —siseó ella—. Pues al príncipe de Slytherin lo acabo de dejar en el mejor punto... Así es, una Doña Perfecta niña.

Hermione lo soltó con asco y salió del armario, dejándolo ahí, con la más grande erección de su vida.

Draco se dio la vuelta en su cama, despertó bañado en sudor y jadeante. Ocultó su rostro entre sus manos, ahogando un grito de frustración. La Sangre Sucia se metía hasta en sus sueños y lo dejaba más puesto que nada... Precisamente ahí estaba su enojo. El poder que ella tenía en su cama sin siquiera imaginarlo. Ella, que lo ignoraba la mayor parte de los días, la que nunca cedía a sus ataques, jamás le dedicaba una mirada, menos la palabra y ahí estaba ella, provocándolo sin saberlo. Tentándolo sin proponérselo. Creando deseo donde ella apenas le daba un suspiro.

Se levantó con lentitud y entró al baño, mientras miraba la ventana que daba al Lago Negro, al tormentoso y frío lago, no tan frío como necesitaba que estuviera para que bajara sus sueños y se derramaran en forma de líquido sobre los pechos blancos de ella.

—Esa mujer me va a enloquecer —susurró para sí mismo—. La odio.

No la odias, dijo una vocecita en su interior, todo lo contrario. Sin pensarlo más, salió del baño y se dirigió a la sala común.

Junto al fuego, recostada sobre su lado, fingiendo leer una revista, estaba Pansy, con su largo cabello negro y ondulado tan perfecto, con sus curvas tan suaves y angulosas, con sus uñas largas, su falda corta dejando admirar sus largas y deliciosas piernas, toda una mujer Slytherin. Él se tendió a un lado suyo y la atrajo, besándola vorazmente.

Pansy no parecía sorprendida, acostumbrada a sus arranques de ánimo, le devolvió el beso con fuerza y comenzó a acariciarle debajo de la bata.

—Vaya Draco, estás listo—susurró ella mientras se relamía los labios y miraba hambrienta, cual golosina, a su erección.

Draco echó la cabeza hacia atrás y se dejó disfrutar, mientras la acariciaba y le indicaba el ritmo, tomándola con fuerza y alejándole el cabello de la cara.

Más duro, más rápido, demandaba mientras cerraba los ojos y se dejaba ir.

Normalmente, no se perdería un segundo de eso, dado que Pansy era una actriz nata, siempre era un espectáculo verla, como una actriz porno, perfecta, sin que el maquillaje se corriera, sin lágrimas, sin sudor... siempre perfecta. Pero esta vez se le antojaba un par de ojos castaños, un pelo rizado y las mejillas más rosadas del universo... Se le antojaba la calidez y el amor que Pansy nunca sabría dar.

—Caramba, Malfoy—exclamó ella cuando él se separó, le quitó la ropa interior y la colocó boca abajo, sin pedir más permiso, la penetró. Soltó un gemido, quiso decir algo más, pero Draco no podría soportarlo, le tapó la boca y ella sonrió, gustosa.

¡Oh, Hermione!, exclamó la vocecita en su interior cuando se venía en los pequeños pechos oliváceos de Pansy Parkinson.

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Draco despertó por quinta noche consecutiva enredado entre sus sábanas, con una gran erección. Nuevamente había soñado con Granger enredándose con él en la Sala de Menesteres hasta quedar exhaustos, nuevamente era ella, de espaldas, de lado, arriba o abajo, nuevamente era esa voz pronunciando su nombre hasta el orgasmo y eran sus uñas las que se clavaban en su espalda, su pecho, se enredaban en su cabello mientras Draco la penetraba salvajemente, sudorosos, como la fiera sexual que de lejos era.

A veces era ella la que se atragantaba con las embestidas de Draco hasta correrse en su boca, escurriendo su líquido por la barbilla y resbalando por aquellos pechos tan excitantes... Y a veces era él lamiendo aquel jugoso y tierno fruto que tenía entre sus piernas, hasta verla llegar al orgasmo, tan abierta, tan sudorosa, clavando sus manos en el cabello de él, atrayéndolo mientras gustoso la bebía, con ese morbo pornográfico que pocas veces había experimentado en la vida real.

Hermione no era todo, pero se convertía en un todo al verla pasar cerca suyo, con su pequeña nariz pecosa mirando al techo, la vista fija en todo, excepto en él. Había dejado de ser "Granger", "Sangre Sucia", incluso "Doña Perfecta" para pasar a llamarse Hermione, la dueña de sus mejores pajas, de sus deseos más reprimidos y los orgasmos más intensos.

La única persona en todo Hogwarts que no alzaba la mirada al verlo pasar, que no reía sus bromas o temía su voz... La única persona que parecía inmune a su encanto tan Slytherin. La más sensata del trío, la que miraba a sus amigos con la voz de la razón, ignorándolo por completo y los calmaba, apenas dedicándole un segundo de su nariz pecosa.

Y por eso mismo, lo enloquecía.

Abrió la ducha y sin esperar agua caliente, entró y se desfogó, recreando sus deseos más intensos, exagerando las proporciones de sus caderas, la cadencia de su trasero al moverse y volviendo más maliciosa su mirada más tierna, haciéndola una fiera sexual que él necesitaba poseer, una leona pura sangre convertida a una simple gatita con el poder de sus dedos, magnificando su desempeño sexual, la forma en que la enloquecería con una simple mirada, su fantasía de mojarla con solo mirarla a través del salón...

Dejó que el agua corriera y cuando sintió su cuerpo regresar a la normalidad, salió del baño, se vistió y bajó al Gran Comedor.

Era demasiado temprano para el estudiante promedio en un sábado por la mañana, sin embargo, decidió que sería mejor así, no estaba de suficiente humor para soportar a los monos de Crabbe y Goyle con sus ronquidos guturales hasta para tragar cereal... Y hacía días que evitaba a Parkinson a toda costa.

Después de su arranque en la sala común, Pansy se había vuelto a obsesionar con él, le enviaba regalos a su habitación que no abriría, limitándose a amontonarlos en una esquina, lo más lejano a su cama. Y aunque él no era el dios sexual que le gustaba imaginar que era, Pansy sí era una chica peligrosa de la que cuidarse, eso lo había aprendido a la mala hacía un año, en quinto.

Pansy le ofreció una gallete en Hogsmeade mientras caminaban a solas por un callejón, recordaba su cabeza dando vueltas y después había despertado, totalmente desnudo con ella recostada a su lado, también desnuda y con un brillo triunfante en sus ojos oscuros. Pero la sábana y sus muslos manchados con la virginidad de ella fueron suficientes para encajar la realidad. No fue especial, ni siquiera recordaba cómo pasó. Pansy Parkinson le arrebató algo que no sabía que quería guardar.

"Toma la virginidad de un chico y será tuyo por siempre", le había escrito la madre de Pansy a su hija días atrás.

Así que Draco hizo lo que mejor sabía: fingió.

Fingió acordarse de todo, decidido a no salir afectado, arrebatándole el poder, total dueño de la situación, con frialdad se vistió y entró a la sala común pavoneándose con Pansy colgada de su brazo. Alardeó hasta cansarse de su cogida cual macho en celo. Jamás admitiría que no recordaba nada, ni que era su primera vez o que ella lo había forzado, humillándolo. O lo vulnerable y humillante que había sido ser drogado en la primer cita de verdad que tuvo con una chica que realmente le gustaba. Porque Pansy realmente le gustaba en ese entonces.

Él era el príncipe de Slytherin, heredero de la casa con mayor abolengo en todo Hogwarts, y esas eran cosas que pasaban, diría su padre. Era un hombre y debía mantener la cabeza en alto, omitiendo la vergüenza o el sentimiento de ultrajado que pudiera tener. Pero también era un Slytherin y mientras se recostaba en el sofá de su sala común, con Pansy sentada en su regazo, quien mirando con supremacía a Daphne Greengrass le contaba lo increíble que era el sexo, Draco la miró al rostro y se juró jamás amarla. Después se rio de un chiste.

Por ello, desde entonces, Draco intentó marcar la distancia con Pansy Peligrosa Parkinson, lo cual fue tan difícil siendo ella tan sensual, tan persuasiva y tan... obsesionada con tener una relación con él. Tan accesible. Cabe mencionar que nunca, desde aquella vez, comió o bebió algo que ella ofrecía, y aunque no podía alejarse físicamente, no hubo cabida para los sentimientos.

Al contrario, aquella chica elegante, sólo una cabeza más baja que él, de cuerpo esbelto y aristocrático, sensual al caminar, cabello oscuro y ondulado, tan sexualizada en su mirar y hablar, de lengua afilada y hábil, maquillaje implacable... sólo lograba despertar en Draco tres sentimientos; desprecio, excitación y asco por sí mismo cuando terminaba cediendo. Y sorprendentemente, ella lo sabía, admitía y lo aceptaba.

Al parecer, prefería mantener esa relación de abierto desprecio y asco que él le demostraba, rindiéndole pleitesía y disfrute cuando fuera necesario, que aceptar la realidad; Malfoy nunca sería suyo. Al menos, así podía fingir ser la reina de Slytherin, la pareja perfecta, la que le presumiría a sus primas en fiestas y a quien ella besaría imaginando que aquel chico rubio de mirada fría podría amarla algún día.

Extraño acuerdo que él no se cansaba de recordarle, donde acariciarle la cabeza en el vagón camino a Hogwarts públicamente, era su mayor logro, algo que daría de qué cotillear con las otras chicas, ser la envidia de otras más bonitas, mantener su perfil de abusadora sensual amada.

**~~°~~**

Draco llegó al comedor y eligió el rincón más alejado de la mesa. Inevitablemente miró hacia la mesa de Gryffindor, aún no llegaba el trío dorado, lo que indicaba un día muy tranquilo para él, alejado de sus pensamientos más perversos y hormonales. Un buen día.

Se sirvió una tostada de buena gana y comenzó a resolver el crucigrama muggle que alguien había dejado olvidado, iba casi por el final del crucigrama, cuando las puertas se abrieron y entró ella, con dos trenzas despeinadas, las mejillas sonrosadas y los ojos castaños tan grandes y brillantes mirando a Harry Potter mientras éste la abrazaba por el cuello y le susurraba algo seguramente tan gracioso que la hizo soltar una sonora carcajada. Hermione se tapó la boca con la mano y miró alrededor, avergonzada.

Draco sintió un monstruo saliendo de su interior, una ira que no conocía, el sentimiento infantil que se volvería impulso como Potter le siguiera susurrando tan cerca, un impulso que acabaría con su vida, estaba seguro. Quería levantarse y separarlos de un manotazo, tomar a Hermione sobre su hombro y salir de ahí, llevarla a un salón vacío y besarla, morderla, estrujarla y hacerla suya hasta que esos ojos brillantes y gigantes, ese cuello delgado, esos pechos suaves fueran declamados suyos.

Hermione tomó asiento en la mesa de Gryffindor justo frente a él y alzó la vista, encontrándose con su mirada. Ella estaba hermosa, tan desaliñada, tan feliz... que lo único que él deseaba era besarla y que le compartiera su felicidad, que le enseñara a ser como ella, menos como él, más luz, menos oscuridad decadente. Se sentía tan solo, que, por un momento, un sólo momento, Draco deseó pertenecer a otra casa, tener otro apellido y ser él quien le ocasionara aquella sonrisa y no Potter Pipote.

Siguiendo un impulso, agitó los dedos de su mano, acompañado de un torpe intento de sonrisa humilde e inmediatamente salió del comedor, dejando su desayuno y el crucigrama a medio terminar.

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Hermione estaba confundida.

Draco Malfoy había levantado sus dedos y sonreído con gracia, hacia ella y después salió casi corriendo del Gran Comedor. Giró con discreción hacia atrás, esperando a algún Slytherin a sus espaldas, al cual el rubio habría saludado, pero no había nadie.

—Hermione... llamando a Hermione... —la llamó Harry—. 1... 2... 3...

—Perdón, Harry, estaba pensando en los exámenes —mintió, totalmente confundida—. ¿Qué decías?

—Decía que Ron me pidió que te trajera a desayunar aquí mientras él preparaba una sorpresa para ti, por tu cumpleaños.

Hermione meneó su cereal, sonriente, mientras el estómago se le revolvía. Desde inicio de curso, Ron se había comportado distinto a todos los años y esperaba, en lo más profundo de su ser, que pasara algo bonito entre ambos, que este fuera su año. Ella ya no podía esconder más lo que sentía por él y al parecer, todo mundo lo sabía, excepto él. Pero ahora comenzaba a sorprenderla, con pequeños detalles en sus libros o anotaciones al margen de sus cuadernos. Este era su año.

Y eso que sólo han pasado 19 días desde el inicio de curso. Se dijo mientras una pequeña Hermione interior gritaba con corazones en su pecho.

—Y bien... ¿Eso ameritaba arrojarme de la cama y arrastrarme a las ocho de la mañana a desayunar? —preguntó, fingiendo enojo.

Harry echó a reír y le sirvió zumo de naranja, convencido de que ese año, sus mejores amigos se volverían una hermosa pareja.

Definitivamente, sería un hermoso año.

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Draco se dirigió a la biblioteca, mientras deseaba jamás haber levantado la mano. No podía olvidar la mirada confundida y desconfiada que Granger le había dirigido, ni la forma en que Potter la abrazaba, o lo hermosa que se veía tan temprano. Tenía ganas de pegar a alguien, torturarlo hasta que se volviera una araña y si era un Gryffindor, sería lo máximo.

Tomó un libro sobre Pociones y se dispuso a canalizar su enojo en información útil, por cosas así, cerca del último año, se había vuelto el mejor alumno de todo Hogwarts, quizá hasta mejor que Hermione.

Desde que Voldemort había regresado, su padre le abrió las puertas de la mansión Malfoy, que ahora era el cuartel general y su tía Bellatrix lo presionaba para unirse a los mortífagos, Draco acostumbró a fugarse de la realidad, a leer para evitar pensar en aquellas personas torturadas, los cautivos en su sótano, a su pobre madre ojerosa, demasiado delgada y apretando su hombro como si él fuera el único soporte al cual aferrarse para no caer en la locura a la cual era sometida día a día, con la casa llena de mortífagos, esclava de los deseos de Voldemort y a los caprichos de Bellatrix. A veces, Narcisa solía entrar en su cuarto por la madrugada y acurrucarse a su lado, mientras ambos se tomaban de la mano con fuerza y las lágrimas empapaban la almohada al escuchar los gritos de algún muggle o sangre sucia ser amortiguados por las risas frenéticas de Bellatrix y cualquier otro mortífago degenerado. Ambos, madre e hijo, se convertían en niños indefensos en una casa dedicada al abuso y los excesos, el único lugar seguro de toda la mansión era ese cuarto, el rincón que no les habían arrebatado. La única puerta a la cual su padre había apelado privacidad, consciente de la carencia a la cual los tenía sometidos, esclavos en sus propios dominios.

Los Malfoy sabían que ninguno de ellos obedecía al Señor Oscuro por convicción, era miedo latente de que alguno saliera herido, torturado, era el miedo al qué dirían los demás que poco a poco los había llevado a servir de nuevo a alguien en quien no confiaban, era una bola de malas decisiones de sus padres que lo habían orillado a odiar a Potter, a Granger y a cualquier persona que no tuviera los medios económicos para solventar una vida de lujos, pero sobre todo, era odiar la libertad y amor de todos aquellos que habían crecido con los privilegios más grandes de la vida: una familia que lo amara.

Por ello, cuando Draco conoció a Potter, pensó que podrían ser amigos, ambos en hogares difíciles, ambos careciendo del principio básico de amor... sin embargo, Potter pese a todo, había elegido amigos buenos, leales, una verdadera familia, los Weasley lo habían adoptado como otro hijo, Black y Lupin lo acobijaron con paternidad y despreciaba a Malfoy por su altanería y arrogancia, cuando el principio de carencias era proporcional, aun así, Potter era mejor persona, más valiente, más leal, más honorable, lo contrario a todo lo que le había enseñado su padre a punta de golpes y desprecios. Más, más, más, siempre más.

A lo lejos, escuchó ruido, carcajadas amortiguadas, sacando de su ensimismamiento a Draco.

Con curiosidad, echó una ojeada por la ventana. A pie del ventanal, se encontraba el trío de oro, junto con los Weasley, Longbottom y Lovegood. Todos traían unos picos de papel en la cabeza, algo había escuchado sobre ellos gorritos de fiesta creía se llamaban. Hermione sonreía mientras Lovegood le tendía un pastel con velitas y todos reían mientras ella cerraba los ojos y soplaba las velas.

Con que es tu cumpleaños se dijo Draco y se alejó de la ventana, volviendo a sumergirse en su libro de pociones, dispuesto a ignorar ese hecho que no le concernía y apelaba a su Malfoy interior para despreciar las fiestas de cumpleaños y a las personas, en general.

Tomó sus apuntes, dispuesto a concentrarse en serio y adelantar los deberes de Slughorn, tanta ira convertida en deberes adelantados lo iban a matar. Necesitaba follar para olvidar la asquerosidad de sentimientos que lo invadían, la soledad latente y el trabajo que Voldemort quería que realizara.

Definitivamente, éste no era para nada su mejor momento, su peor año por mucho.

El único lugar donde se sentía protegido, medianamente tranquilo era en Hogwarts, perdiéndose por sus pasillos, encerrado en los baños de prefectos, en la sala de prefectos, intocable. Aquel lugar libre de mortífagos debía ser profanado por Voldemort y él era el encargado de traerlos al castillo a final de curso...

**~~°~~**

Ron miraba a Hermione divertirse con sus amigos, durante todas las vacaciones había planeado el cumpleaños de ella, divertirse con ella, desayuno, pastel y amigos por la mañana, pruebas de quidditch por la tarde y una escapada romántica a Hogsmeade por la noche, donde le confesaría su amor. Era el plan perfecto y este, era su año.

Harry y Ginny reían, pero sabía que estaban impacientes por salir al campo a realizar las pruebas de campo, Ron estaba nervioso, era pésimo, pero entrenaba muy duro y quizá lo conseguiría este año. Harry decía que necesitaba disciplina, Ginny lo alentaba y él sólo deseaba ser medianamente bueno como ellos.

—Vaya, ¡qué tarde es! —dijo Harry mientras miraba a Hermione—, ¿nos vemos en las pruebas, Hermione?

Hermione asintió mientras engullía un pedazo de pastel.

—Sí, sólo iré a cambiarme y los alcanzo —contestó.

—Ponte algo elegante, ¿verdad Ron? —se mofó Ginny con picardía.

La castaña se giró hacia él y le dio un beso en la mejilla, poniéndolo rojo hasta las orejas.

—Gracias por el pastel, me encantó —le dijo y se marchó, apretando su mano al pasar.

**~~°~~**

Era el mejor día de su vida, Ron había preparado su pastel con receta de la señora Weasley y nada podía salir mal. O eso pensó hasta que subió a las gradas y ahí estaba Lavender Brown, con sus rizos alborotados y perfectos gritándole a Ron, SU Ron.

Había evadido a McLaggen al entrar al campo de Quidditch y ahora estaba Lavender gritando a todo pulmón, el ánimo de Hermione se tambaleó un poco.

No importa, es mi cumpleaños y será un excelente día, se dijo incluso cuando usó el confundus para que McLaggen fallara y Lavender celebrara a Ron, haciéndolo olvidarse de ella.

Eso repitió cuando bajó al campo y Lavender estaba coqueteando con Ronald y los vio alejarse juntos, riendo. Tomó asiento en el campo y esperó a que volviera, quizá con otra sorpresa como el hermoso pastel.

Hermione se sintió estúpida cuando pasó una hora y Ron no regresó. Sintiendo las lágrimas acumularse, se encaminó hacia la biblioteca, el único lugar donde el estúpido de Ronald no la buscaría si es que llegaba a acordarse de ella. Se pasó la manga de la chaqueta por el rabillo de los ojos y deseó no haberse puesto un intento pobre de delineador, o haber traído ese vestido demasiado corto en pleno septiembre, incluso haber pasado una hora arreglando sus rizos para darle forma... cual fuera el caso, era patética, llorando en su cumpleaños.

Entró a la biblioteca y tomó un libro al azar, afortunadamente era inicio de curso y casi ningún estudiante pasaba sus sábados ahí. Se sentó en un rincón, dándole la espalda a las ventanas y abrió el libro, mientras las lágrimas comenzaban a salir en forma de torrente. Puso su manga sobre la nariz, intentando ahogar los hipidos y concentrarse en las letras, pero las lágrimas no le permitían ver absolutamente nada. Le apetecía más ir a su cama y encerrarse a llorar y autocompadecerse, que estar en la fría y oscura biblioteca, sin embargo, no estaba lista para afrontar a los demás, que seguramente no sabían lo estúpido que había sido Ronald y le preguntarían cómo había ido todo. Cerró el libro y enterró la cabeza entre sus manos, intentando tranquilizarse.

—Toma, creo que lo necesitas —Alguien le tendió un objeto suave—. ¿Estás bien?

Hermione tomó el pañuelo y se secó los ojos, entonces los abrió de golpe, Draco Malfoy la miraba con seriedad desde el otro extremo de la mesa.

Lo que faltaba, el peor de todos los Slytherin del mundo estaba sentado frente a ella y le había dado un pañuelo. Hermione aventó el pañuelo y se limpió las manos.

—¿Qué tiene? ¿Está envenenado?

Hermione comenzó a tocarse el rostro en un ataque de pánico.

—¿Qué?, ¿por qué estaría envenado? —preguntó Draco—. Te lo di porque parecía que lo necesitabas.

La chica miró dubitativa a Malfoy, nunca había que confiar en un Slytherin, sobre todo, no en el enemigo de Harry.

Malfoy tomó el pañuelo y se lo pasó por la cara.

—¿Ves, Granger? —le dijo—, limpio como mi conciencia. —Le tendió de nuevo el pañuelo y dubitativa, Hermione lo aceptó y secó sus lágrimas.

—Gracias, supongo.

—¿Estás bien?

Hermione asintió más tranquila y levantó la vista hacia el rubio, sintiéndose desconfiada de nuevo. ¿Por qué era tan amable alguien de naturaleza tan déspota?

—¿Le vas a contar a todo mundo que viste a Doña Perfecta llorando?

Malfoy se removió en su silla y sonrió de lado, negando con la cabeza, con su gesto más angelical y falso.

—A decir verdad, es una opción muy tentadora, pero también hay otra opción que me tienta aún más y hoy me siento benévolo —Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa, automáticamente, Hermione se echó hacia atrás, marcando la distancia con aquella sonrisa perversa—. Haz mi tabla de Slughorn y lo olvido, Hermione.

Le arrojó sus apuntes a Hermione con una sonrisa de suficiencia. Hermione le echó un vistazo cínico e hizo una mueca.

—Oh, vaya —suspiró aliviada—. No te haré la tarea, pero sí te puedo explicar cómo hacerlo. Y por favor, dime Granger, no somos íntimos.

Draco soltó un bufido que parecía una risa y arqueó una ceja.

—¿Así que no te importa que le diga a todo mundo que vi llorando a Doña Perfecta?

Hermione tragó y se encogió de hombros, poniéndose de pie y tomando su libro, con la mirada ya puesta en otro sitio.

—Haz lo que quieras, Malfoy. Me da igual.

Draco se impulsó hacia adelante y sostuvo el extremo del libro que ella tenía en las manos, deteniéndola. Se recompuso cuando ella lo miró, ofendida.

—Anda, Granger. Ayúdame con mi tarea, no lo capto. ¿Qué hay con eso de los Gryffindor de ayudar al prójimo?

Hermione levantó la nariz y tiró de su libro, pero Malfoy no cedió.

—Eso es de los Hufflelpuff —dijo, con tono mordaz.

—Si repruebo, será tu culpa —contestó Malfoy con una sonrisa, soltando la esquina del libro—. Le diré a Shlughorn que no ayudaste a un alumno en problemas, tú, la perfecta prefecta tan egoísta para sobreponer su apatía de casa sobre el compañerismo. Vete, Hermione.

Hermione frunció el ceño y arrojó su libro sobre la mesa, tomando los apuntes de Malfoy y rayándolos. No se podía ir aún a su sala común, sería demasiado temprano y sus amigos harían preguntas.

—Bien, te ayudaré. Pero eso que hiciste, es despreciable.

—Pero funciona —contestó él, mirando con curiosidad sus correcciones—. Hermione.

La chica soltó la pluma y lo fulminó con la mirada.

—Está bien, Granger, para no intimar.

—Dado que ya lo entendiste, me quedaré —contestó ella y sonando ligeramente aliviada, comentó, divertida—. Por un momento pensé que me pedirías algún favor sexual.

Malfoy se quedó callado y un leve rubor se extendió por sus pómulos, pero ella estaba muy distraída para notarlo. Después de unos segundos, alzó la vista y le tendió la mano, dándose por satisfecha, él se la estrechó, intentando hacer caso omiso a las punzadas que sentía por todo el cuerpo cuando ella pronunció favor sexual e íntimos.

**~~°~~**

Pasaba la hora de la cena cuando ambos terminaron con los deberes de toda la semana.

Hermione sonrió satisfecha, nunca había tenido un compañero de estudio tan inteligente. Por momentos, olvidaba que se trataba de Draco y reía. Se veía tan guapo relajado, con la túnica abierta, la corbata floja y ligeramente despeinado. Había demostrado increíbles dotes para Runas Antiguas y una asombrosa habilidad para explicarle hechizos avanzados que ella temía probar.

—Vaya, es muy tarde —dijo Malfoy mirando a la ventana más cercana—, ¿tienes hambre?

Hermione suspiró negando con la cabeza.

—No quiero bajar a cenar, no tengo mucho ánimo.

Draco la miró con atención, sonaba triste, todo un cambio contra la Hermione de la mañana, la que reía y se veía plena.

—Pero es tu cumpleaños —dijo sin pensar, mirándola fijamente.

Hermione abrió los ojos y éstos se le llenaron de lágrimas inmediatamente.

—Lo siento —se disculpó Draco—, no sabía que a los muggles les ponía triste cumplir años.

—Para empezar, yo no soy muggle, soy tan bruja como cualquiera —le corrigió—, en segunda, no, a los muggles les encanta cumplir años. Sencillamente no fue un buen día.

Draco la miró con seriedad y se levantó del asiento.

—Vamos, nadie, mago o muggle, bruja, murtlap o dementor merece tener un mal cumpleaños. ¿Qué dices si nos escapamos un rato? Conozco un lugar donde les encantan los cumpleaños.

Hermione sonrió y asintió unos segundos después.

—Hoy puedo hacer una excepción.

Malfoy desapareció sus apuntes con un movimiento de varita y caminaron juntos hacia el pasillo.

—No vas a torturarme hasta la muerte, ¿verdad? —preguntó de pronto Hermione—, sería muy triste morir en mi cumpleaños.

Draco se alzó de hombros y se acercó a un tapiz de brocado.

—Cualquier muerte es muy triste, pero hoy tenemos una especie de tregua. Además, las probabilidades de dejarte loca antes que matarte son muy altas. No me quiero arriesgar. Ya he visto lo que haces enfadada, no me imagino loca...

—¿Hermione?

Hermione se dio la vuelta y encontró a Ron que corría hacia ella.

—¡Aléjate de ella, Malfoy!

Draco alzó las manos con un gesto aburrido.

—¿Estás bien?, ¿te hizo daño? —preguntó Ron al llegar a su lado, examinándola con cuidado.

Hermione estaba seria y se alejó del pelirrojo con arrebato.

—Estoy bien, Ronald. ¿Olvidaste a Lavender en algún lado? Me voy a dormir. Adiós.

La chica dio la vuelta hacia las escaleras y se despidió con la mano de ambos chicos, más en un gesto despectivo que en otra señal.

Draco se quedó mirándola hasta que desapareció, mientras la furia invadía su tranquilidad.

Con que Weasley la había dejado sola en su cumpleaños por la loca de Brown... se giró para mirarlo con asco y desapareció. Recordando abruptamente que él era un Slytherin, que odiaba a los Sangre Sucia, las comadrejas y a la gente, en general.

**~~°~~**

Draco entró a la sala de pociones después de una muy mala noche donde había tenido noticias de Bellatrix, la cual le urgía encontrar el armario evanescente y repararlo para que pudieran ingresar a Hogwarts. Estaba cansado y de mal humor, dispuesto a desquitarse con Weasley.

—Hoy veremos las leyes de Golpalott. Saquen sus tablas de tarea y comiencen.

Sacó sus apuntes y en cuestión de minutos, alzó la mano.

—¿Dime Malfoy? —preguntó el profesor, acercándose—, ¿tienes dudas?

—No profesor, he terminado.

Slughorn revisó sus resultados y sonrió satisfecho.

—Muy bien hecho Malfoy, diez puntos para Slytherin por su esmero.

Draco se recostó en la silla, muy satisfecho de sí mismo, cuando algo le dio golpecitos en la pierna, miró al suelo y encontró un gato de papel girando sobre sus pies. Levantó la nota con cuidado y leyó:

*¿Cómo lo has hecho tan rápido?

Seguramente hiciste trampa, Malfoy embustero.

H.G.*

Draco sonrió y escribió una respuesta.

*No hice trampa, ¿quién me crees? Mi talento e inteligencia han respondido por mí.

Puedo explicarte mi método, si gustas. Cruza los números de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba y voilá.

Malfoy, el embustero.

*Quieres decir... ¿Que me pasé dos horas explicando algo que ya sabías hacer?

*Así es. Por cierto, eres una buena maestra, pero yo soy mejor.

*Embustero.

*¿Hoy te sientes de mejor ánimo para cenar algo? P.D. Mi día va de mierda y creo es tu deber animarme, aunque sea haciendo los deberes del próximo año.

*Siento lo de la otra vez, es verdad que te lo debo.

*Nos vemos a las seis, tercer piso.

Draco se estiró como gato y miró hacia el frente, sonriendo por primera vez desde el sábado.

**~~°~~**

Espero les haya gustado.

Con amor, Paola.

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