Dos centavos por una canción...

By lepetitcafe

227K 18.6K 30.6K

- ¿Sabes? -me pregunto Marinette evidentemente molesta- En tiempos de Copérnico se descubrió que el mundo gir... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Aviso
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Aviso.- Miraculers Awards 2020
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Epílogo
Curiosidades y Agradecimientos

Capítulo 40

4.3K 327 877
By lepetitcafe

Más de diez mil palabras para que se distraigan un rato de tanta mala noticia.



Adrien.

El día más extraño, inusual y definitivamente abrumante de toda mi vida aún estaba lejos de terminar para mi desgracia.

De alguna forma me las había arreglado para acabar comiendo "toda la comida que puedas" por once cincuenta en un restaurante con buffet al otro lado de la ciudad. Lugar que Jordan parecía visitar con frecuencia ya que la gente le conocía, nos atendieron muy amablemente e incluso descubrí al rato una foto suya con todo el personal colgada de la pared.

El auto de su madre estaba en el estacionamiento con todas mis cosas mientras él, Sophie y yo aprovechábamos esos benditos once dólares de la mejor manera posible; aunque debía reconocer que yo no estaba dando mi mejor esfuerzo en comer luego de la tremenda mañana que acababa de pasar.

Mi apetito se había esfumado sin más junto con la adrenalina que había invertido en mi reunión con Jenkins, y ya después de que todos lograran juntar mis cosas nos retiramos de Journal los tres dejando a Marinette, Rita y Lance ahí para que siguieran disfrutando del drama que había montado.

Al parecer el gordo de mi ex jefe había enloquecido, y me apenaba imaginar que haría con cualquiera de los tres después de mi manera tan poco ortodoxa de renunciar. Lo más seguro era que para esta hora Rita ya no siguiera perteneciendo a la empresa y estuviera igual que yo limpiando su escritorio.

Joder, me sentía fatal.

- Debimos quedarnos –dije sin mucho ánimo revolviendo la comida con mi tenedor– Rita tal vez necesitaría transporte.

- No te preocupes hermanito. Ella tiene mi número, le dije que me llamara si necesitaba que la lleváramos a algún sitio.

- Si no hemos tenido noticias es porque de seguro no pasó nada Adrien. Ya no te preocupes –contesto mi cuñado con la boca repleta de comida.

No dije nada más y ambos me vieron con preocupación otra vez antes de lanzarse miraditas de advertencia entre ellos.

Sé que los dos estaban orgullosos de mi por lo que había hecho. Tanto Sophie como Jordan alucinaron todo el trayecto de camino al restaurante preguntándome como es que supe que Jenkins estaba extorsionando a Marinette, que me dijo cuándo se enteró, como fue la discusión y donde fue que le pegue el puñetazo en un intento de armarse la película completa en la mente. Película que parecieron disfrutar haciéndome sentir un poco mejor, pero insisto, luego de eso mi adrenalina se fue al suelo y mi apetito también.

- Es tan romántico –soltó mi hermana de pronto haciéndome levantar la vista– ella quería salvarte a ti acosta de su sacrificio y tu terminaste salvándola a ella de las garras de ese asqueroso ogro panzón.

- ¡Si! –grito Jordan llamando la atención sin querer.

- No exageres.

- ¡No estoy exagerando Adrien! –exclamo– de seguro Marinette estará muy agradecida de ti. Dime ¿pudiste hablar a solas con ella?

Hicimos más que hablar, me dije recordando la extasiante sensación de esos labios de ensueño moviéndose sobre los míos. Solo pensarlo me generaba un agradable peso en el estómago y un escalofrío me recorría la espalda desde la nuca.

- Aun no –conteste concentrándome en la comida– quiero decir, aun no hablamos bien.

- Aja, hablar. Ya sé a qué te refieres –Jordan me miraba con una sonrisita picara, moviendo las cejas a mil por hora.

Le di un pequeño empujón tratando de ocultar mi sonrisa ante esa muestra de doble sentido. No era que no me ilusionara la idea pero tampoco es que anduviera buscando eso, es decir, no hice todo lo que hice solo por volver a acostarme con ella. Quería que realmente fuera feliz y buscara realizar todas las cosas que siempre quiso hacer, sobre todo las que desconocía por completo. Aquellas que Alya me conto cuando pase todo el día con ella cuidando de su extrañamente adorable bebé.

Y bueno, no iba a mentir, si después de todo esto resultaba que también me aceptaba de vuelta en su vida como antes no respondería de mí. Joder, la haría recorrer la galaxia entera en mi cama todas las veces que quisiera.

- Adrien. Te estoy hablando, ¡vuelve!

- Ah, sí, ¿Qué? –me había perdido en la estratosfera con semejante sueño– ¿Qué pasa?

- Te decía que más tarde queríamos invitar a algunas personas al departamento.

- Amm no estoy de humor para fiestas So.

- ¡No es una fiesta! Solo es una pequeña reunión para... celebrar.

- ¿Celebrar qué? –dije levemente molesto– ¿celebrar que arruine mi vida? ¿Qué perdí el mejor trabajo del mundo?

Se hizo un silencio incómodo y Sophie agacho la cabeza con tristeza haciéndome arrepentirme por levantarle la voz. Había vuelto a ser el gruñón de siempre y ella no tenía por qué cargar con mi mal humor después de lo mucho que me había ayudado.

- Bueno pues... en china le pagan a la gente por abrazar pandas –soltó Jordan en un afán por relajar el ambiente– yo diría que ese si es el mejor trabajo del mundo.

Me quede viéndole. Esperando a que dijera algo mas y al poco Sophie se me unió pero el grandulón solo nos miraba de vuelta, dándonos luces de que ese había sido todo su aporte. Hablar de pandas era todo lo que tenía que decir.

- ¿Qué? –alcance a preguntar antes de que los tres nos echáramos a reír.

Una imagen mental de mí, disfrazado de oso madre me vino a la mente, persiguiendo panditas bebé con un palo de bambú para ganarme el sustento diario. Un abrazo más dinero y así mientras gente como Jordan envidiaban mi labor alrededor del mundo.

- Bueno, no estaría mal –dije tomando algo de agua– aunque no creo que me contraten con este genio.

- Tienes razón, eres un gruñón hermanito.

- Realmente lo siento, no quería ser grosero –le dije tomando su mano– es solo que no creo estar de humor para ver gente.

- Estaba pensando en que solo seriamos nosotros. Invitar a Marinette, a Alya y a su novio –insistió contando con la mano– Rita de seguro querría verte, y tal vez Lance.

- ¿Lance?

- ¡Claro! Nos ayudó muchísimo hoy –lo defendió Jordan– cuando seguridad nos impidió subir por tus cosas él les dio la orden de que nos dejaran pasar.

- Además ha cuidado de Marinette. Y te hizo recapacitar –Sophie parecía cada vez más emocionada– caray, es un gran tipo. No lo había pensado.

- Cierto, es un tipazo –afirmo Jordan– y muy guapo además.

- ¡Es verdad! Me encanta su corte de cabello.

- Y parece estar en muy buena forma. Me pregunto cómo es que no tiene novia.

Literalmente Sophie y Jordan estaban hablando como dos amigas. Opinando acerca de un agradable sujeto que parecía que acababan de descubrir mientras se ponían de acuerdo en un plan para conseguirle una chica.

- Está bien, está bien, invítenlo si lo aman tanto –dije dándome una palmada en la cara– ¿podemos hablar de otra cosa?

- ¿Entonces aceptas? –me pregunto Sophie sorprendida– ¿lo de la reunión?

Me lo pensé un momento y accedí haciendo una simple pregunta.

- ¿Marinette va a ir?

La rubia salto de alegría sobre su asiento y se levantó de inmediato para hacer llamadas en lo que Jordan y yo nos acabábamos la cerveza tamaño jumbo que ambos habíamos pedido.

- Salud –me dijo alzando su copa hacia mi esperando a que la chocara– por los nuevos comienzos.

- ¿Crees que esto es un comienzo? –pregunte devolviendo el gesto.

- Claro que sí. Cada final de algo es un comienzo para otra cosa –soltó sonriendo– y tal vez sea otra cosa mil veces mejor.

Empapándome de ese sentimiento de optimismo nos tomamos de una vez lo que quedaba en el vaso, deseando internamente que fuera real, de lo contrario no sé qué diantres haría con mi vida.

- Todo listo. Pasare a la tienda de camino a casa –balbuceo Sophie volviendo a la mesa– necesitamos queso, aceitunas, algo para brindar. Tal vez un poco más de alcohol, ¿Qué opinas?

- Uh, uh, podemos hacer esos mini sándwiches que vimos en televisión el otro día.

- ¡Si! Y esas salchichas envueltas, joder se veían deliciosas.

Los deje planeando su menú mientras volvía a desconectarme del planeta tierra. Al rato pagamos la cuenta y volvimos en el monstruoso auto de la mamá de Jordan directo a mi departamento. Sophie nos dejó en la entrada, subimos mis cosas y luego ambos se fueron a la tienda a comprar todos los ingredientes que necesitaban para montar su fiesta en lo que yo me iba directo a llenar mi bañera de agua caliente.

No estaba de ánimo para empujarles el carrito ni menos de escuchar sobre los programas de cocina que ambos amaban ver. Sin duda ese par era el uno para el otro pensé quitándome la camisa y sacando una botella de jarabe de maple del escondite secreto no tan secreto de mi hermana.

- Bien –me dije a mi mismo en voz alta. En la soledad de mi hogar– nada mejor que un baño caliente y un poco de jarabe después de arruinar mi vida.

Me metí a la bañera y perdí por completo la noción del tiempo. Incluso creo que me dormí por lo que supuse fue un pequeño instante pero cuando Sophie apareció en el baño para despertarme supe que llevaba poco más de una hora ahí dentro.

- Los invitados están abajo –dijo alcanzándome una toalla del armario– están ansiosos por verte.

Me salí y vestí rápidamente con lo que usualmente usaba, un pantalón azul oscuro de tela italiana y una camisa blanca Armani sin corbata. Por muy desempleado que estuviera tampoco iba a permitir que las únicas personas que me importaran me vieran celebrar mi desempleo en ropa deportiva pensé listo para verla, pero grande fue mi decepción al bajar y saludarlos a todos menos a ella.

- Se quedó en el apartamento –me susurro Alya al verme buscándola– tuvo que cambiarse a última hora, de seguro no tarda en venir.

Alex en sus brazos estiro las manos en mi dirección queriendo jugar con mis botones, así que me dedique a entretenerlo mientras todos se agruparon en la sala charlando, bebiendo y comiendo la comida que Sophie y Jordan prepararon, que aquí entre nos lucía muy producida y elegante.

- ¿Te sirvo algo hermanito?

- Amm no, déjalo. Así estoy bien –balbuce atento a la puerta.

- Alya dijo que está por llegar, tal vez solo se le hizo tarde.

Media hora después estaba definitivamente preocupado y a la vez desilusionado. Seguramente no tenía intenciones de venir, o será que me había pasado con el beso que le robe esta tarde, supuse devolviéndole a Alya su bebé. Era eso o le sucedió algo por el camino, lo cual sin duda era mucho peor pues en ese caso prefería que no quisiera verme a que estuviera en manos de algún secuestrador.

- ¿Todo bien? –me pregunto la morena tras recibir a Alex en sus brazos.

- Iré por ella –le dije en medio de un impulso– puede que haya sucedido algo.

- Okey. Llámame cuando la encuentres.

Tal vez estaba exagerando, y si es así lamentaría haber preocupado a Alya de esa manera ya que la cara que me puso fue su típico gesto de desesperación, sin embargo algo dentro de mí me decía que debía ir. Como si un presentimiento me instara a que lo mejor sería estar con ella ahora.

Al final hubiera deseado no haberme escuchado.

Marinette.

Supongo que las cosas no salieron para nada como las tenía planeadas. Aunque aún no decido si todo fue para mejor o peor.

La tarde en Journal resulto ser un martirio, tanto así que si no fuera por Rita me hubiese largado justo después de Adrien, pero lamentablemente Rita fue la siguiente víctima de esta catástrofe y no podía abandonarla.

Hace tan solo unos días le ayudaba a organizar la oficina de quien fue su jefe por años y ahora me tocaba ayudarle a armar las cajas que servirían para llevar sus cosas, y luego cargarlas con pesar hasta el auto que le encargué a Etienne. Había prometido llevarla hasta su casa y ayudarle en todo lo que estuviera a mi alcance el día de hoy y así lo hice.

Parecía menos afligida de lo que yo estaba pero sabía que era porque no quería preocuparme, y mucho menos a Adrien por lo que se negó a llamarle para contarle lo que había ocurrido. No entendía porque si al final se enteraría de todas maneras, pensé volviendo al carro y regresando sola a la empresa donde Lance me esperaba.

Planeamos un sinfín de estrategias, planes y nos pusimos en todos los escenarios posibles para determinar que sería lo mejor para mí de aquí en adelante. Si seguir como compositora, si renunciar y buscar en otro lugar o si aceptar continuar con mi carrera, opción que ambos ya descartábamos casi rotundamente.

Al fin y al cabo todo este drama me había hecho pensar.

Una vez estuve de vuelta en casa y me desahogue con Alya ella se puso la mar de contenta con como había resultado todo. Y es que, a pesar de que el despido de Adrien era un efecto colateral muy lamentable, le fascinaba la idea de que estuviera por librarme de este teatro de ser cantante para poder empezar a materializar algunas de las cosas que teníamos en mente.

- Al fin podrás comprar la tienda en la calle Gotlib –celebro cambiando el pañal de Alex– hace mucho tienes eso en mente, ¿no es genial?

- Sí, mucho –conteste sin ánimo.

- ¿Por qué no estas feliz?

- Es extraño Alya. Siento que todo pudo terminar mejor –me queje cargándolas contra un osito de felpa– lo tenía controlado.

- Marinette, Adrien es un adulto. Y a pesar de que a veces es un tonto, es bastante grande para tomar sus propias decisiones –me dijo con extrema condescendencia– además tienes que admitir que esto fue un hermoso gesto de su parte, ¡y lo hizo por ti! ¿No estás feliz por eso?

No le respondí. Claro que me sentía halagada por su gesto, y admito que más de una vez desee que dejara a un lado esa ridícula idea de que su trabajo era lo único y más importante en el mundo; pero tampoco me gusto verlo renunciar a todo lo que gano con esfuerzo.

- ¿Acaso no fuiste tú la que me dijo que no podía obligarlo a ser alguien que no es? –hablo Alya dando en el clavo.

- Si –susurre.

- ¿Y no crees que después de todo lo que paso Adrien sea ahora una persona diferente?

¿Alguien mejor como siempre espere de él?

- Tal vez.

- Entonces respeta su elección cariño. Piénsalo, el antiguo Adrien Agreste no hubiera dudado en pasar sobre todos para volver a la cima –me dijo sonriendo– y si ahora prefirió dejarlo todo antes que aprovecharse de tu esfuerzo significa que al fin está pensando bien las cosas.

Me agradaba esa teoría, solo que no me ilusionaría con ella. Sufrí mucho por su culpa, tampoco puedo darme el lujo de confiar en eso ciegamente, y menos aún dejarme confundir como lo estaba después de ese beso.

Tan solo pensar en ello me hacía sonrojar.

- Puede que tengas razón –balbucee intentando esconder mi rostro.

- ¿Acaso sucedió algo entre ustedes que deba saber?

- No, como crees.

Y antes de que mi amiga me descubriera fui salvada por la campana. Su teléfono comenzó a sonar.

- ¿Sophie? ¿Qué hay? ¿Cómo va todo? –contesto mi amiga sin quitarme los ojos de encima– sí, está aquí conmigo, ¿quieres hablar con ella?

Creí que me alcanzaría el aparato pero el parecer ese no era el plan de la rubia.

- Claro, ¿y él accedió? –pregunto la morena extrañada– correcto, yo le diré. ¿A qué hora?

La curiosidad ya empezaba a carcomerme el cerebro. ¿Hora de qué?

- Bien, si, si lo prometo. Haré que vaya. Nos vemos.

- ¿Qué sucede? –pregunte rápido apenas aparto el teléfono de su oreja.

- Sophie quiere que vayamos a su apartamento hoy a las siete. Al parecer van a celebrar.

- ¡¿Celebrar?! –exclame confundida. Yo aquí toda triste y ellos queriendo celebrar– ¿Y Adrien estuvo de acuerdo?

- Ella dijo que si –sonrió– apuesto a que no está tan afligido como imaginamos. Me pregunto qué cosa le habrá pasado que lo tiene con ganas de celebrar. ¿Tendrá que ver contigo?

- Yo no sé nada.

Me levante y me fui. Eran casi las cinco por lo que haciendo cuentas mentales alcanzaría a hornear un postre para la reunión si me ponía manos a la obra ahora mismo.

Así lo hice y como no pude decidirme entre una tarta y croissants prepare ambos, lo que me tuvo maravillosamente ocupada hasta la hora de irnos.

- Vamos, ya son siete quince Marinette –me apresuraba mi amiga con Alex listo y Nino esperando abajo– ¿Cómo es que siempre encuentras la manera de llegar tarde a todos lados?

Iba a quejarme de su reclamo diciéndole que ya estaba lista y que quince minutos no era la gran cosa, pero justo cuando acabe de empacar los croissants me di cuenta que mí vestido azul estaba manchado de harina por todos lados.

- Joder –balbucee corriendo a la habitación– vosotros adelántense, debo cambiarme.

- ¿Estás segura?

- Sí, sí. No hay problema, iré en un rato –prometí gritando desde mi cuarto.

Lo que menos quería era pasar todo el camino escuchando más reclamos de Alya por ser tan descuidada, lenta o inherentemente capaz de ser impuntual.

Escuche como cerraba la puerta y el apartamento quedo en repentino silencio. Lo único que oía era mi propia voz interior decidiendo que usar, si optar por algo más casual, más elegante o igualmente atrevido como el vestido que traía puesto, no con el afán de causar revuelo ni nada por el estilo, aunque parte de mi le fascinara sentir la mirada de Adrien sobre un atuendo como ese.

- Solo espero no arrepentirme –pensé temiendo tentar al dentino con ese vestido color cereza que Nora hizo para mí.

No lo sobre analice más tiempo y corrí al baño para arreglarme, lave bien mi rostro, peine un poco mi cabello para dejarlo suelto y me maquille rápidamente a lo natural antes de enfundármelo junto con unas zapatillas altas cuyo broche me dio una pelea que tuve que luchar en el piso.

Estaba casi lista, solo me faltaba algo que ponerme encima pues parecía que la noche me pillaría de camino, y mientras estaba en eso el timbre sonó de improviso dejándome estática.

¿Quién podía ser a esta hora? Balbucee llegando a la puerta y abriéndola de par en par.

Mierda.

- ¿Q-que haces aquí? –balbucee atónita.

No estaba preparada para verlo después de...

- Hola Marinette –me dijo con una sonrisa, al parecer aliviado de verme– me alegra encontrarte aquí. ¿Vas de salida?

Comencé a asentir balbuceando algunas letras juntas que no podían considerarse palabras porque básicamente no lo eran. Algo así como una frase en hebreo antiguo que delato mi súbito nerviosismo por tenerlo en frente tan repentinamente.

Luka rio por mi falta de elocuencia con esa hermosa sonrisa suya y luego me miro de arriba abajo haciéndome sonrojar, al punto de desear haberme puesto otra cosa.

- ¿Podemos hablar? –me pregunto colando las manos en sus bolsillos y balanceándose tiernamente de un lado a otro.

- Amm claro.

Celebre que mi cerebro haya producido su primera palabra. Era una buena señal empezar a recuperar mis funciones cognitivas sobre todo ahora que las necesitaría al cien por ciento ya que definitivamente no estaba preparada para verle después de nuestra última charla hace un par de días.

Había pasado ese tiempo tan distraída por lo de mi nuevo contrato que era lógico que él ya necesitara alguna respuesta de mi parte pero el problema es que yo aún no tenía nada resuelto.

- ¿Interrumpo algo? –pregunto extrañado ante mi falta de respuesta.

- Oh, joder. Lo siento, pasa por favor –literalmente me había quedado viéndole sin reaccionar– no interrumpes, es solo que Alya no está y planeábamos vernos en... un lugar.

Será mejor acotar información pensé cerrando la puerta tras de mí con nerviosismo.

- Luces muy bien.

- Gracias. ¿Te ofrezco algo de beber? –pregunte apresurándome a cambiar el tema– hornee unos croissants hace rato, por si te apetece.

Acepto y me moví rápido para servir un plato y hervir algo de agua en lo que se acomodaba en un banquillo alto junto a la isleta de la cocina viéndome trabajar.

- ¿Cómo has estado? –me pregunto de buen humor.

- Bien, ¿qué tal tú?

- Algo arrepentido –se sinceró agradeciéndome la comida– estos días han sido como vacaciones forzadas sin Jordan en la banda.

No dije nada. No quería ser grosera pero se lo había buscado, y el sabia como arreglarlo así que no necesitaba un consejo mío para solucionar eso.

- ¿Has hablado con él?

- Si, y déjame decirte que está dispuesto a volver siempre y cuando cumplamos con algunas condiciones.

- ¿Condiciones? –pregunte sirviendo café para dos y sentándome a su lado.

- Para empezar desechar la idea de mudarnos a Tokio –me respondió haciéndolo obvio– y también quiere que sigamos sin Kagami.

- Bien por él –solté sin pensar arrepintiéndome inmediatamente.

- Sé que la odian, y ya no voy a defenderla. La verdad es que si no hubiese sido por ella vosotros no se hubieran enfadado conmigo.

- No fue solo por ella Luka. Tu decidiste creerle y arriesgarlo todo –dije algo molesta– ahora no te queda de otra que aceptar la perdida.

Caramba, no traía filtro justo hoy. Lo admito, estoy molesta, pero a pesar de eso creo que debo decir las cosas un poco más suaves a pesar de que no lo mereciera. Tampoco es que me robara la cartera o me engañara con otra chica como para comportarme grosera con él, aunque no olvidaba que todo este lio empezó por su falta de confianza en mí.

- ¿Entonces crees que los perdí? –pregunto triste.

- Bueno siempre puedes convencer a Jordan de volver si estás dispuesto a cumplir sus condiciones.

- ¿Y qué hay de ti?

Mi cabeza era un lio, no era justo que me lanzara esas preguntas tan intensas estando a solas con este silencio incómodo. En mi estado solo aceptaba interrogantes básicas que pudiera responder rápidamente con: sí o no, verdadero, falso, manzana roja, nueve quince, P. Sherman calle Wallaby 42 Sydney.

- Mira Luka yo no estoy pensando bien las cosas –respondí sincerándome hasta cierto punto– sigo muy confundida. Sé que aun siento algo por ti pero no creo que después de todo lo que pasó debamos seguir insistiendo en...

- Lo sé Marinette, cometí un terrible error y lo lamento. Pero por favor, no puede acabar así.

- No estoy diciendo que vaya acabar, solo digo que sería bueno... replantearnos algunas cosas.

¿Cómo podía esperar que Luka lo entendiera si ni siquiera yo lograba explicarme como se debía?

No quería mirarle a los ojos. Sabía que me derrumbaría, que lo que sentía por él aún no se esfumaba del todo y lo peor es que dolía horrible, solo quería estar sola ahora. Para pensar, para tomar una maldita decisión y dejar de sentirnos así de mal uno con el otro. No veía otra salida.

- Creo que deberíamos dejar de vernos por un tiempo –susurre juntando todo mi coraje para permanecer valiente– tal vez estando separados podamos resolver mejor todo esto.

- No quiero estar lejos de ti –mierda, no podía verle a los ojos. No podía– mírame.

No lo hagas.

- Luka, deberíamos...

Tomo mis manos y ya no lo pude evitar, ahí estaba el hombre del que estuve tan enamorada hace tan solo una semana sujetándose fielmente a lo que sea que quedara de la idea de nosotros. ¿Quién podría culparlo por insistir? Si no lo hiciera llegaría a pensar que no le interesa, a pesar de que ahora esté poniéndome en una encrucijada terrible.

¿Y quién podría juzgarme a mí por quererle aun? Si desgraciadamente los sentimientos no desaparecen por mucho que una quiera quemarlos de una vez, o por mucho que nos quemen a nosotros sin intensión.

- Escúchame, solo debes darme la oportunidad para arreglarlo –me dijo parándose frente a mí y sujetando mi cara entre sus manos– por favor.

Se acercaba y yo estaba estática.

Joder, joder, joder. No podía besarme, no debía besarme. Si lo hacía me sentiría aun peor, literalmente tendría dos extensiones de mi cuerpo jalando en direcciones opuestas tratando de llegar a lugares y personas distintas.

¡¿En qué momento llegue a este punto de mi vida?! Me parecía que de alguna forma estaba jugando con ambos por mi indecisión, y es que no podía descifrar que carajos sentía por Adrien en este momento. Si tan solo hubiera seguido el plan, si tan solo no existiera esa nota, si no lo hubiese dejado todo por mi bienestar, definitivamente no sería tan difícil ahora.

¿Por qué no me dejo enterrarlo en el fondo de mi ser cuando lo nuestro acabó? Cuando el rencor y el dolor te hace más fácil la tarea de olvidar. ¡¿Por qué tenía que revivirlo ahora?!

Cerré los ojos ante lo inminente. No podía ni quería evitarlo en el fondo de mis ser, aunque tampoco encontraba que estuviera bien. Yo era algo, un ser sin decisión que en este momento, guiado por las circunstancias, solo existiría sin estar de acuerdo o en desacuerdo. Esperando de todo corazón no causarle daño a nadie, aunque cualquier decisión generara su respectiva consecuencia.

Lo que no sospechaba era que el universo se apiadaría en el último segundo, haciendo que el timbre me diera la excusa perfecta para volver en mí.

- Lo siento –susurre apartando mi rostro. Desde ahí podía sentir su condenado perfume y eso no ayudaba al autocontrol– debe ser Alya.

A duras penas me soltó de su agarre y camino conmigo hasta la entrada para saludar a mi amiga en lo que yo le agradecía a esa fuerza superior que me saco de mi encrucijada. Lo que no sabía era que el cochino universo no tenía ninguna intensión de salvarme sino todo lo contrario.

Quería verme arder en el mismísimo abismo. Y así lo hice al abrir de par en par y encontrarme nada más y nada menos que con Adrien.

- Me lleva el carajo.

- Marinette, joder estaba preocupado. Alya me dijo que...

- ¿Adrien? –soltó Luka apareciendo tras de mí.

Ese nombre en su boca tuvo muchas connotaciones. Sonó con una equilibrada mezcla de sorpresa, enfado, tal vez algo de decepción y por sobre todo coraje mientras el rubio pasaba la vista de él a mí con lentitud.

- Ya veo por qué no llegabas –me dijo molesto– lamento interrumpiros.

- A-Adrien, yo iba camino a tu apartamento pero...

- ¿Ibas a su apartamento? –pregunto Luka repentinamente enfadado también.

Mierda. Siento que sería un gran momento para sufrir una embolia.

- Vamos a celebrar –le contesto el rubio adelantándose hasta quedar frente a él– ¿quieres saber porque?

Ambos dentro de mi casa y yo en la puerta aún abierta completamente paralizada.

- Me importa una mierda. Marinette y yo estábamos en medio de algo importante –ataco Luka sin retroceder.

- ¿Ah sí? ¿Y qué seria eso? –pregunto con sarcasmo dirigiéndose a mí pero no tuve tiempo de contestar. La pelea verbal era entre ellos– ¿se puede saber?

- No te interesa.

- Seguro que sí. Imagino que es algo parecido a lo que ella y yo dejamos inconcluso esta misma tarde.

Que ganas de tener una nuez. Me la tragaría ahora mismo sin dudar pensé un segundo antes de que las cosas se pusieran realmente intensas.

Adrien.

No podría considerarme un hombre violento, pero debo admitir que hoy la única forma que tenia de resolver mis problemas no era precisamente hablando.

Ni menos cuando el primer golpe no lo lanzaba yo.

- ¡Luka! –grito Marinette en el momento en que ese imbécil me dio justo en el pómulo izquierdo.

Apenas lo vi con ella supe que llegaríamos a esto. Al final, ¡¿a quién le importaba tener más cardenales en la cara?! Pensé saliéndome de mí y lanzándome sobre quién era el actual responsable de muchos de mis males, cayendo ambos en medio de las sillas del comedor que abrieron paso a nuestra pelea.

Si no fuera por él nuestra gira por Tokio no habría terminado tan mal, Kagami no hubiese logrado lo que quería y no me habrían despedido. Le había dado todo mi maldito trabajo, años de esfuerzo y aun así decidió terminarlo de la peor manera posible, humillándome, sin decirme nada, como un asqueroso cobarde.

Cada palabra en mi mente avivaba la furia, sobre todo después de encontrarle aquí a solas con Marinette mientras yo le esperaba como imbécil en mi maldita celebración.

- ¡Pagarás por lo que hiciste! –le grite atizándole un golpe que de inmediato le rompió el labio.

- ¡Basta! ¡Deténganse!

Los gritos de la azabache no lograrían nada de mi parte y parecía que en Luka tampoco causaban efecto ya que rápidamente recupero el control de la situación y me hizo rodar varios metros quedando sobre mí. Propinándome un puñetazo en el estómago que me dejo sin aliento por dos segundos.

- ¡Jamás debiste entrometerte entre nosotros! –me grito enfurecido– ya le habías hecho mucho daño, ¿por qué demonios no te largaste como debías?

- ¡No me iré a ningún lado idiota! ¡Ella aun me ama!

Protegí mi cara con mis brazos y de un codazo logre zafarme de él. Lo arroje lejos llevándonos con ello el florero de cristal de la mesa de centro y unos cuantos libros que quedaron regados en el piso donde estábamos empeñados en rompernos la madre.

- ¡No te necesita! ¡No después de como la trataste! –me acuso justo antes de que le pateara las costillas.

Me levante a duras penas con él aun en el piso, pero mi pequeña ventaja no duro mucho porque de inmediato enredo sus piernas entre las mías para arrojarme de vuelta al suelo.

Ahora forcejeábamos para ver quien daba el siguiente golpe, y para mi mala suerte logro reducirme con otro puñetazo que dolió incluso más que el anterior. Supuse que después lo lamentaría pero por ahora la adrenalina me impidió rendirme, le di un rodillazo para quitarlo de encima y antes de que cualquiera pudiera seguir con la pelea Marinette apareció con un extintor de incendios para bañarnos por completo con esa sustancia blanca que nos dejó pasmados.

- ¡Dije que basta con un demonio! –grito fuera de sí, poniéndose entre medio antes de que volviéramos a montar alboroto.

Por mi parte tarde un segundo en recuperar el aliento, y cuando lo hice sentí como los golpes en mi cuerpo que me impidieron levantarme en seguida. Estaba muy adolorido y cubierto de ese maldito polvo blanco, aunque si Luka estaba dispuesto a continuar no le diría que no.

- Levántate –me ordeno la azabache con el ceño fruncido para luego ayudar a Luka a ponerse de pie.

El labio le sangraba sin parar y debía admitir que entre tanto blanco se veía bastante mal, lo cual no me remordía en lo más mínimo. Entre más sangre le quitaba a ese mal nacido mejor para mí.

Intente levantarme pero una punzada en el costado me lo impidió nuevamente. Me quede acostado en el piso, tratando de encontrar la manera de recuperarme en lo que Marinette me arrojaba desde lejos una bolsa congelada y le aplicaba a ese tarado unas compresas en el labio para que no se le vaciara toda la sangre de la cara.

De inmediato note como mi pómulo comenzó a hincharse mientras seguía buscando la forma de ponerme de pie. Ese idiota de Luka Couffaine definitivamente sabia como golpear pensé imaginando que mi hígado estaba hecho carne molida dentro de mi tórax, pero eso no me detendría así que me levante a la fuerza sintiendo el crujir de mi espalda.

Marinette tenía a ese bastardo sentado en la única silla del comedor que quedo en pie, obligándolo a presionar su labio inferior para que se detuviera de una vez y limpiando con una toalla húmeda los restos de sangre y polvo que tenía en la cara.

Y claro, que Adrien se limpiara solo ¿no?

- Estarán contentos –nos dijo a ambos apenas llegue hasta ellos a duras penas– casi destruyen mi apartamento.

- ¿Eso es lo que más te importa? ¿O estas preocupada porque le rompí la cara a tu noviecito? –espete con sarcasmo.

Me lanzo una mirada fulminante que me hizo callar de inmediato. Levante una silla del suelo a duras penas y me deje caer sobre ella aplicando el hielo en mi mejilla, sintiendo el alivio frio de ese paquete de chicharos congelados sin apartar la mirada del origen de mi agonizante ira. Luka por supuesto me devolvía el gesto viéndome igual de mal, y ambos parecíamos casi dispuestos a volver a golpes sin percatarnos que Marinette estaba de pie frente a nosotros a punto de echarse a llorar.

- Carajo –dije apenas me di cuenta, haciendo que Luka la viera también– oye, lo lamento. No volverá a suceder.

- Cariño, yo también lo siento –soltó él rápido llegando hasta ella al mismo tiempo que yo.

- Fue solo un malentendido, te prometo que no pasará de nuevo.

- Arreglaremos este desastre, ¿verdad que si, Adrien?

- Claro, Luka.

Fingir que ahora éramos amigos fue la cosa más falsa que he hecho en toda mi jodida vida. Sobre todo porque decir su nombre me salió tan del asco como a él, quien evidentemente no estaba nada cómodo con el hecho de socializar conmigo.

Pero la habíamos regado, y teníamos que arreglarlo de alguna manera así que sin esperar una respuesta de su parte nos dimos a la tarea de poner las cosas en su lugar, recoger los cristales rotos y limpiar un poco la sala antes de que una extraña y nada agradable petición saliera de su boca.

- Luka, ¿podemos hablar en privado? –dijo la azabache, sacándonos de ese silencio incómodo.

Obviamente el tarado no se hizo de rogar y la acompaño hasta su mismísimo cuarto donde ambos desaparecieron tras la puerta. De inmediato me cole hasta allá sin hacer ruido y trate sin éxito de escuchar la conversación pues parecía que, o estaban hablando muy bajito o en pleno no estaban siquiera hablando.

Joder. Mejor me devolví a mi sitio antes de que me pescara intentando husmear en charlas privadas. Ya habia acumulado demasiadas tarjetas amarillas con semejante desastre como para que Marinette también me odiara por inmiscuirme en sus asuntos con ese malnacido. Me decidí a terminar de barrer la sala y, a pesar de que tarde un poco, apenas termine ellos seguían adentro sin dar señales de querer salir al punto en que comencé a imaginarme lo peor.

Yo limpiando su apartamento mientras ellos bien podrían estar montándoselo ahí dentro.

- ¿Acaso creen que soy tan idiota? –pregunte al aire tirando ese aparato limpiador justo cuando la puerta se abrió y Luka salió del cuarto.

En silencio y sin mirarme se dirigió a la salida, dedicándome extrañas y consideradas palabras antes de desaparecer.

- Lamento haberte golpeado –dijo de espaldas a mí– y también lamento lo de tu empleo.

Hizo una pausa de medio segundo antes de salir y luego cerró la puerta tras de sí dejándome absolutamente confundido. ¿Acaso se podía ser amable después de semejante pelea?

- ¿Qué carajo? –alcance a susurrar apenas ella apareció.

Tampoco levanto la vista hacia mí, y temo que lucía algo compungida, aunque no sabría si atribuirlo a su charla con Luka o a nuestro pequeño y poco inocente ajuste de cuentas.

- ¿Estás bien? –le pregunte llegando hasta ella.

Recién en este punto me di cuenta de que ya no estaba enfadado. Tal vez porque las disculpas del imbécil surtieron efecto o porque no pretendía seguir discutiendo, sin embargo, no consideraría que todo estaba bien hasta que no supiera que pasaba por su mente.

- Oye sé que estas molesta pero en mi defensa tengo que decir que...

- Ven –dijo guiándome hasta la cocina.

Rebusco entre los cajones donde saco una toalla limpia que de inmediato hundió en agua, me pidió que me sentara y obedecí sin chistar usando uno de los banquillos altos de la isleta que parecía haber estado ocupado antes de que llegara. Vi un par de tazas de café que seguían humeantes y un croissant aun sin probar en el plato de en medio, lo que me dio luces de que al parecer mi imaginación había llegado demasiado lejos cuando los vi juntos.

- No podemos dejar que vayas así a tu fiesta –me dijo limpiando un poco mi rostro y las partes de mi camisa que aun traían polvo del extintor.

Joder. Ya estaba empezando a sentirme terrible.

- E-Escucha, yo pensé que te había ocurrido algo –solté tartamudeado mi pobre excusa– Alya me dijo que no tardarías y... creí que...

- No sabía que él vendría –me dijo evidentemente triste.

No iba a discutir eso. Y de hecho no estaba en posición de discutir nada, solo me limite a poner otro poco de hielo en mi cara en lo que ella acababa su tarea concentrada sin dirigirme la palabra. Supuse que me echaría en cuanto terminara pero solo me pidió que lavara bien mi cara antes de ponerme una pomada antiinflamatoria. Solo asi encontró que por fin estaba algo más "presentable" para volver a mi apartamento.

- Se siente mejor –dije apuntando mi mejilla– gracias.

No respondió. En lugar de eso me alcanzo dos cajas de cartón color blanco y acto seguido me abrió la puerta de par en par invitándome a salir.

- Esta es una tarta de chocolate, la otra son croissant de queso y frambuesa –me indico pasando el dedo de una a otra– que la pases bien.

- ¿No vendrás conmigo?

- No estoy de humor para fiestas.

- P-pero... todos esperan por ti –insistí– no puedes quedarte aquí sola.

- Claro que puedo. Buenas noches Adrien.

Me dio un leve empujón pero eso no iba a convencerme. Ya habíamos planeado todo, no podía dejar que se arruinara por una estupidez.

- Por favor, Sophie preparo comida y Rita está allí. ¡Incluso invitamos a Lance! –exclame agotando recursos– si no vienes Alya se preocupará y querrá regresar, ¡justo cuando Alex la estaba pasando tan bien! Eso sería una grosería de tu parte Marinette. Jamás pensé que fueras una grosera, definitivamente creo que deberías pensarlo mejor y acompañarme.

- Adrien ya cállate un momento, ¿Cómo puedes hablar tanto? –me pregunto sorprendida– además yo no soy ninguna grosera. El que vino a armar escandalo a mi apartamento fuiste tú, pequeño simio.

- ¡Pero ya me disculpe! –grite– ¿Quieres que lo haga de nuevo? ¡Está bien! Lo lamento Marinette, soy un completo mono. ¿Quieres que me arrodille? ¡Está bien, pero que conste que mis pantalones son italianos!

- Habla más bajo, molestarás a mis vecinos –susurro tapándome la boca. Estaba a punto de reír.

- Me estoy arrodillando.

- Ya basta, no lo hagas.

- Si, lo estoy haciendo –baje una rodilla al piso y sentí como buena parte de los doscientos dólares que invertí en mis pantalones se llenaba de mugre– aquí va la otra.

- Dije que basta, no me obligaras a disculparte –sentencio cruzándose de brazos.

- Okey, no lo hagas. Pero no puedes estar enojada para siempre –alegue desde abajo– además limpie tu apartamento, mira. Quedo reluciente.

- ¿Reluciente? –pregunto casi gritando y apuntando al sitio donde el jarrón había explotado.

Joder, desde aquí parecía que alguien simplemente había revuelto el polvo en el mismo sitio. Si hasta arroje al suelo esa cosa que use para intentar limpiar, lo que lo hacía ver aún más desordenado.

- L-lo siento yo... no sé usar bien la... amm.

- ¿Escoba?

Me limite a sonreír.

- Por favor –roge una vez más– si quieres seguir molesta está bien, pero no te quedes aquí sola.

Varias veces Sophie me había dicho que mi intento de poner ojos de perrito daba miedo en lugar de lastima, pero esta vez me arriesgue. Y sorprendentemente gane.

- Arg, ya levántate de ahí –regaño molesta tomando las llaves– es increíble.

Celebre mi victoria de un salto haciendo que una de las cajas se me resbalara de las manos, y ganándome con eso otra mirada de odio que esta noche parecía estar coleccionando por gusto. Gracias al cielo la caja no se abrió, y gracias al cielo no era la tarta de chocolate, de otra forma se habría arruinado.

- Lo siento –susurre tratando de no reír en lo que esperábamos el ascensor– creo que los golpes afectaron mi coordinación.

Salimos en absoluto silencio y ella caminaba rápido uno o dos pasos delante de mí, pienso que para no verme y arrepentirse de venir. Lo que sea que fuera estaría bien si llegábamos allá, a pesar de que a medio camino ambos estuvimos obligados a apurar el paso porque repentinamente comenzó a llover.

- Carajo –susurro corriendo a mi lado– y yo vestida así.

- En defensa del vestido puedo decir que...

- Ah, ah, ah. No digas nada.

Supuse que Adrien pervertido tendría que estar un poco clausurado hoy hasta que la azabache recuperara el buen humor. Llegamos a mi edificio y apenas subimos al apartamento todos celebraron nuestra entrada hasta con aplausos.

- ¡Al fin! –grito Sophie emocionada– hermanito, ¿Qué clase de cosas estuviste haciendo?

Le advertí con una mueca que no fuera por ahí, de lo contrario la azabache nos cortaría el cuello a ambos.

- Luego te explico –le susurre.

- ¿Tiene algo que ver con el golpe nuevo en tu cara?

- Algo así, pero no imagines cosas –le pedí haciéndola reír– digamos que me caí sobre una perilla.

- Okey –se carcajeo y me quito ambas cajas de las manos para llevar los postres a la mesa.

Si bien en un principio no creí que la "celebración" de mi definitivo desempleo fuera una buena idea, ahora debo admitir que me lo estaba pasando bastante bien. Marinette hablaba muy animada con Rita quien sostenía entre sus brazos al bebé de Alya, Jordan y Lance por su lado intentaban sin éxito ganarle a Sophie una partida de FIFA en mi televisor extra grande, y yo admiraba su entusiasmo a pesar de que sabía que jamás lo lograrían porque yo mismo la entrene en persona. Mi pequeña Padawan nunca sería derrotada.

Al rato llegó Nino junto a mí alcanzándome una cerveza y charlamos sobre cosas casuales como su pronto matrimonio o su adorada paternidad. Me conto que sus padres nunca tuvieron mucha fe en él pero que todo eso ha cambiado desde que tiene un nuevo trabajo y una relación formal con Alya pues parece que la morena y Alex resultaron ser la adoración de sus suegros.

- Estuvimos hablando sobre darle mi apellido –me conto emocionado– pero ella quiere que el suyo siga yendo primero.

- Supongo que las chicas mandan cuando se trata de bebés –especulé dándole un sorbo a mi botella– si son capaces de cocinarlos por nueve meses y luego expulsarlos enteros tienen el divino derecho de decidir.

- Cierto, además cuando se trata de Alya no hay poder en la tierra que la haga cambiar de opinión. Supongo que Marinette es igual.

- Ni te imaginas –reí mirándola– es terca como ella sola.

- Veo que a pesar de todo si la amas hermano.

- ¿Disculpa?

- Alya me ha contado el rollo que traen ustedes dos –me dijo relajado, como si estuviese hablando de cualquier cosa– me conto como inicio y cómo fue que acabaron antes de que ella y Luka fueran novios.

- Veo que Alya no sabe guardar secretos.

- No conmigo hermano. Además no es ningún secreto que estuvieron juntos una temporada, yo estuve ahí, ¿recuerdas?

La verdad poco y nada recordaba de cómo es que había conocido a Nino. Solo sé que trabajaba en el Bourbon y luego repentinamente era el novio de la hermana de la mujer de la cual me estaba enamorando. Esos días parecían tan lejanos que se me hacía raro pensar en ello, sobre todo sabiendo que ahora las cosas no podían ser más diferentes, incluyendo en eso mi jodida actitud.

- Si te soy sincero no recuerdo haber hablado mucho contigo –le dije provocándole risa.

- Tampoco yo, pero me agradas. ¡Me diste trabajo hombre! ¡¿Cómo no te voy a amar?!

Atrapo mi cabeza con su brazo y me dio un repentino beso en la coronilla antes de zafarme.

- No es para tanto –admití sintiéndome extrañamente halagado– lo hice porque ella me lo pidió.

- Eres un buen hombre.

- ¿Lo crees?

- ¡Claro que sí! ¡Venga ya! –grito– tal vez antes eras un poco arrogante, pero ahora hasta podrías hacerme dudar de mi heterosexualidad.

- Okey, okey, creo que ya entendí –reí buscando de reojo a la azabache quien ahora hablaba con Alya en la cocina– me bastaría con ser lo suficientemente bueno para ella.

- Entonces es cierto que aun la quieres.

No considere necesario responderle ya que tanto para él como para mí era suficientemente obvia la respuesta.

Al rato fue mi turno de jugar unas partidas de FIFA contra Sophie, y dado que era la actual campeona invicta me quede con el primer lugar tras derrotarla tres veces seguidas, ganándome el título de numero uno para envidia de los demás quienes emocionados se atoraban con croissants mientras veían a la rubia invencible caer.

Los postres de Marinette estaban deliciosos, pero para mí desgracia ella parecía empeñada en ignorarme conforme avanzaba la noche. No insistí en ello considerando que aún podría estar molesta conmigo así que pase un buen rato hablando con Rita quien me conto con lujo de detalles como fue que Jenkins la despidió esta tarde, cosa que me resulto muy desagradable además de culposa.

En pocos días viajaría fuera de París para visitar a sus hijos y luego de unas merecidas vacaciones volvería para intentar buscar empleo de secretaria o asistente en algún despacho de abogados o de consultoría, lo cual ya era un plan mucho más elaborado del que yo tenía para mí.

- Debería seguir mi ejemplo y regresar a Yvoire un tiempo –me aconsejo acunando la cabeza de Alex en su regazo pues el pequeño había empezado a bostezar.

- No creo que sea lo mejor Rita –admití algo asqueado– lo que menos quiero en este mundo es volver a ese pueblucho como el fracasado que soy.

- Pero el aire de campo le sentara bien, además sus padres de seguro lo extrañan mucho.

- ¿Ellos ya lo saben? –pregunte temiendo la respuesta.

- Hable con ellos esta tarde –me dijo algo triste– llamaron justo cuando estaba por desconectar mi línea.

- ¿Qué les dijiste?

- Que usted ya no trabajaría en la empresa.

- Joder –susurre sin querer entristecerla ni a ella ni a mí.

- Lo siento, tal vez no debí decirles.

- No te preocupes, en realidad me ahorraste una conversación –admití viendo el lado positivo– al menos ya no tendré que contarles que su primogénito arruino su carrera.

Charlamos un par de minutos más y al rato ella y Lance se marcharon. Él, a diferencia de mí, tenía trabajo mañana y se ofreció a llevar a Rita hasta su casa porque la lluvia se había intensificado bastante.

- Yo igual me voy. De seguro mamá está preocupada por su bebé –agrego Jordan viendo la hora.

- ¿Te refieres a ti o al auto? –pregunte queriendo burlarme de él.

- Al auto.

Se despidió de mi hermana de una forma que hubiese preferido no ver, y cuando se fue ya quedábamos cinco personas y media si contábamos al bebé, que dormía plácidamente en manos de su madre.

- No traje nada para protegerlo de la lluvia –le dijo la morena a Marinette viendo hacia afuera con preocupación.

- Podemos acercarlas en auto si quieren –propuse antes de que me hermana me pisara el pie.

- ¡O pueden quedarse aquí esta noche! –grito sonriente– no creo que sea buena idea sacar a Alex con este clima. Podría pescar un resfriado.

Marinette y Alya se miraron una a la otra evidentemente preocupadas y Nino sugirió que sería bueno aceptar la propuesta de mi hermana dado que, al mirar hacia afuera cualquiera diría que el asunto daba para tormenta.

Y precisamente estaban en pleno debate cuando un rayo ilumino la estancia y el viento azoto la ventana, haciendo que Alya terminara por aceptar mientras la azabache luchaba por no temblar. Su cuerpo se notaba tenso a pesar de su sonrisa forzosa y pude notar pequeños escalofríos imperceptibles que se esforzaba mucho por evitar haciéndome recordar el pequeño detalle que traía contra las tormentas.

- ¿Estás bien? –le susurre pasando un brazo por su espalda.

- S-sí, sí, todo e-está perfecto.

- ¿Seguro? No tienes por qué preocuparte, aquí estaremos a salvo.

- L-lo sé Adrien, no es nada. De verdad.

Al pasar mi mano por su espalda eran mucho más evidente los pequeños temblores que la recorrían cada que el viento se escuchaba rugir afuera. Y en un afán por distraerla un poco le pedí que me ayudara a arreglar el cuarto de invitados que usaría esta noche, uno justo al lado del de Alya por si eso le daba algo de tranquilidad.

- No creo que logre pegar un ojo en toda la noche –admitió estirando las sabanas– no sabes cómo odio las tormentas.

- Siempre puedes embriagarte.

- Pero que buena idea Agreste, la tendré en cuenta. Muchas gracias.

- De nada –sonreí consiente de que en realidad fue sarcasmo.

Cuando estuvo todo listo Nino pidió un taxi y se fue casa. No quiso decirlo frente a mí pero su razón para no quedarse era que mañana debía estar en Journal a primera hora, lo que me hizo pensar en las enormes ganas que tenia de tener un puto trabajo.

Me arroje en la cama deseando que el sueño se apoderara de mi pero lo único que empecé a sentir fueron los golpes de Luka que parecía traer equitativamente repartidos por todo el cuerpo. Sopesé la opción de levantarme para tomar un analgésico pero estaba tan cómodo que no quise moverme así que mientras no me dieran ganas de ir baño todo estaría bien.

La tormenta afuera amaino un poco aunque nunca dejó de llover, y en ese pequeño espacio de tranquilidad comencé a urdir un plan en mi mente para enfocarme en como conseguiría otro empleo, pero en lugar de eso solo podía pensar en que Marinette dormía a un par de puertas de aquí. Con eso en mente me despedí de mi conciencia sin darme cuenta, y esperaba que ella hubiera logrado lo mismo, pero no supe cuánto tiempo paso hasta que el viento azoto la ventana otra vez despertándome de golpe.

- Joder –susurre enfadado rodando por la cama hasta mi despertador.

4:08 am.

Me senté a duras penas y volví a sentir un dolor punzante en el costado derecho que creo era el punto más álgido de todos. Me arrastre al baño, busque un frasco de analgésicos y tome dos antes de examinarme el rostro, el pómulo se había puesto un poco morado pero la hinchazón no fue demasiada para mi suerte. Tendría que esperar a que todo esto sanara antes de presentarme en alguna disquera a conseguir empleo pues dudo que alguien quisiera contratarme en este estado.

Volví a mi cama maldiciendo para mis adentros cuando escuche un ruido extraño entre el barullo de la lluvia así que me asome por la puerta tratando de enfocar en la oscuridad.

Y ahí estaba la azabache. Sentada fuera de la habitación de Alya, con la cabeza hundida entre las rodillas.

Marinette.

Sino era la lluvia, era el recuerdo de lo había hecho tan solo esta tarde.

Definitivamente no podría dormir. Por lo menos no sabiendo que estaba en su casa y menos mientras el cielo se caía afuera, llevándome irremediablemente de vuelta al peor día de toda mi vida.

- Carajo –susurre dándome la vuelta numero mil en la cama que compartía con Alya y mi sobrino.

Ni tonta habría intentado dormir sola. Si apenas todos se fueron a acostar tome mi almohada y me escabullí a su cuarto donde mi amiga ya tenía un espacio para mi igual que en cada tormenta. La diferencia era que ahora no estábamos solas y mi insistente desesperación estaba por despertar a Alex cada que me movía o hablaba; pero joder, no podía evitarlo.

- Marinette, trata de tranquilizarte –me pidió Alya adormilada.

- Lo siento –susurre lamentándolo de verdad.

Quince minutos después no aguantaba más. La tormenta volvió a golpear el vidrio del cuarto, esta vez muy fuerte, y yo comencé a temblar horrible pegando un salto de aquí al techo, lo que termino por despertar al bebé haciéndolo chillar.

- No, no, no –le pedí susurrándole antes de que la morena igual abriera los ojos– Shh duerme Alex, por favor.

Tararee una de las miles de canciones de cuna que había inventado para él y lentamente volvió a cerrar los ojos hasta que por fin se durmió de nuevo dándome algo de alivio.

Ya estaba, no lo soportaba más. Me levante molesta y decidí volver a mi cuarto, de lo contrario terminaría por despertarlo otra vez y no era justo que él pagara por los desórdenes mentales de su loca tía.

- Me lleva el carajo –el sonido de la lluvia era mucho peor con el eco del pasillo.

Era igual a ese condenado día. No podía pensar en nada mas, casi sentía que me faltaba el aire o que las paredes se hicieran cada vez más pequeñas. Sudaba frio y a la vez sentía mucho calor, como si la lluvia estuviera caliente a pesar de que jamás me hubiese caído una sola gota encima, mi mente imaginaba desesperante vapor. Definitivamente estaba enloqueciendo.

- Marinette –escuche susurrar mi nombre.

No había caído en la cuenta de que estaba prácticamente acurrucada en el piso y Adrien apareció de repente frente a mi entre la oscuridad.

- ¿Q-Qué haces despierto? –balbucee con un hilo de voz.

- ¿Estás bien? –pregunto ignorándome y buscando mis manos.

- Sí –mentí levantándome– lo siento, es que...

Le mire y sentí unas horribles ganas de aferrarme a sus brazos. Incluso con la poca luz que se colaba sus ojitos lucían tan verdes, era eso o es que mi cerebro extrapolaba ese color a sabiendas que ya lo conocía con cada detalle, como si pudiera verlo aunque ni siquiera le mirara.

Me arroje sobre él y me envolvió con su intensidad.

Era detestable para mí ser vulnerable pero joder, no había nada más a lo que quisiera aferrarme ahora. Su abrazo no sería mi salvación, pero si un consuelo, un respiro entre tantas cosas que no quieren dejarme en paz. Nunca lo más importante, nunca lo único, pero justo lo que necesito ahora para descansar un minuto.

Escondí mi cara en su cuello y él la hundió en mi cabello inspirando profundamente para luego susurrarme que todo estaría bien. Eso quería, que me lo dijeran aunque no estuviésemos seguros de que fuese verdad o mentira.

- ¿Será que puedo ofrecerte un trato? –me dijo cuándo, después de estar asi mucho tiempo en pleno pasillo, fui consciente de lo que hice.

- ¿Un trato?

- Si fingimos que yo nunca arruine nada –susurro meciéndome al ritmo de una canción imaginaria– te dejare usarme de almohada.

Si quería hacerme reír lo logro.

- ¿No crees que ese trato te beneficia más a ti que a mí? –le pregunte siguiéndole la corriente.

- Soy muy cómodo Marinette, ¡No te arrepentirás!

- Shh no hables tan fuerte.

Le tape la boca justo a tiempo para evitar esa carcajada que de inmediato se me pego, y tuvo la amabilidad de ayudarme de la misma forma. Así que ahí estábamos, tapándonos la boca mientras un trueno ilumino la estancia.

- Si quieres que suba mi propuesta –dijo atrayéndome hacia él– puedo prepararte mi especialidad.

- ¿Especialidad?

- Chocolate caliente a la Adrien.

Eso sí sería interesante de ver. Hasta donde había comprobado él solo sabía hervir agua, y no es que le quedara a tan bien, así que acepte siguiéndolo hasta la cocina donde por fin nos atrevimos a encender una luz sin el peligro de despertar a alguien.

- Bien, veamos –dijo subiendo las mangas de su camiseta– donde demonios estará el chocolate.

- Amm creo que en la segunda repisa, junto al cajón de los cubiertos –le indique recordando aquella vez en que vine a hacerle el desayuno.

Sophie había sido muy amable de prestarnos a mí y a Alya un par de prendas para dormir más cómodas por lo que, ahora que me había sentado en la encimera de la cocina y mis pies colgaban del mesón, tuve la oportunidad de admirar detenidamente los bonitos calcetines a rayas que traía puestos, además de un pantalón de tela ligera color beige y un sweater delgado de algodón blanco que me quedaba algo grande.

- Veo que conoces la organización de mi cocina mejor que yo –se burló Adrien viendo como inspeccionaba mi ropa.

- Es una cocina Adrien, no el panel de control de una planta nuclear –respondí sintiendo otro trueno afuera– ¿olvidas que crecí en una?

La cocina de la pastelería era dos veces más grande que esta. Y como no, si mi padre además de ser alto y robusto abastecía a casi medio Paris con el mejor pan de la ciudad, por lo que necesitábamos mucho espacio. Pasteles, crepas, bollos dulces, croissants y un sinfín de postres que a veces ni siquiera alcanzaba a recordar, y para hacer todo eso su secreto era...

- Una perfecta organización Marinette –recordé imitando su voz amable y profunda– mi padre siempre decía que todo tenía su lugar, y si lo tienes bajo control tardaras mucho menos y quedará mejor.

- Tal parece que conocía muy bien su trabajo –me dijo poniendo algo de leche al fuego– ¿puedo preguntar cómo se llamaba?

- Tom –respondí con una sonrisa– y mi madre Sabine. La mujer más amable del mundo entero.

- ¿Te pareces a alguno de los dos?

- A mamá, creo. Aunque no soy ni de cerca tan calmada como ella –reí– más bien en eso me parezco más a mi padre.

- Me habría fascinado conocerlos –dijo al parecer sin pensárselo mucho.

Estaba muy concentrado en que lo que sea que estuviera preparando no fuera a quemarse, lo que me dio algo de tiempo para admirarlo en su tarea. Lucia tan diferente al hombre arrogante que conocí hace tiempo, ese que solo recordaba traseros y casi hace que me corran la primera vez que me vio. No puedo creer que haya terminado enamorada de él, luego botada por él y ahora... ahora confundida por él.

¿Qué tanto más querrá Adrien Agreste de mí?

- Bien preciosa, ¡voilá!

Sirvió dos tazones con su brebaje mágico, y a juzgar solo por el aroma podría decir que no era letal. Punto a favor pensé sentándome a su lado en la cocina para degustar su chocolate que, para mi asombro sabía bastante bien.

- Oye, esto esta rico –dije incrédula.

- Pareces sorprendida, ¿Qué acaso no tenías fe en mí?

- No voy a responder a esa pregunta.

Lo bebimos en silencio el resto del tiempo, supongo que cada uno hundido en nuestros propios pensamientos a pesar de que yo ya no tenía ánimos de pensar. Todo en esta noche me llevaba de vuelta a mis asquerosos recuerdos, y al final lo único que podía concluir es que debería pagarme una buena terapia. Era eso o enfrentar de una vez las cosas que debía hacer.

El reloj de la cocina marcaba casi las cinco de la mañana, afuera seguía lloviendo a cantaros y recién ahora fui consciente de que tenía a Adrien despierto por culpa de mi ridícula fobia a las tormentas. Me acabe el chocolate de un último sorbo, se lo agradecí en el alma y ambos subimos de nuevo tratando de no hacer ruido, y obvio de no tropezarnos en medio de la oscuridad, hasta que alcanzamos la puerta de mi cuarto.

- Gracias –susurre deseando que la conversación no acabara aquí.

- No hay de qué –me dijo con una reverencia– cuando quieras puedes cobrarme la otra parte del trato.

- O-okey.

- Buenas noches –se volteó pero antes de seguir me vi tentada a impedirlo.

- A decir verdad –susurre algo nerviosa– n-no creo que tengamos otra oportunidad muy pronto. Digo... luego podrías olvidarlo.

- ¿Ah sí?

- Sí –solté rápido– creo que sería mejor si lo solucionamos ahora. Solo por temas de logística Adrien, no pienses mal.

- ¿Logística? –pregunto sonriente, aprisionando mi cintura y quedando a un centímetro de su cara– bien, lo que usted diga milady. ¿Mi cuarto o el suyo?

- C-como quieras.

De repente sentí que su agarre se hacía más fuerte y un segundo después me subió sobre su hombro para llevarme hasta su cuarto, donde una vez cerrada la puerta me deposito con suavidad sobre su cama.

- Hey, yo podía llegar sola hasta aquí –me queje.

- No quería que te arrepintieras en el camino –dijo quitándose la camiseta de un tirón.

- ¡¿Qué haces?! –exclame cubriéndome la cara a pesar de que la luz estaba apagada– ¡Solo vamos a dormir!

- Lo sé, yo duermo así –respondió riendo– hace calor.

- Nada de eso, póntelo.

- ¿Por qué? ¿Acaso te distraigo? –se burló acercándose aposta y ganándose un empujón de mi parte que pareció dolerle más de lo normal.

- Cielos, ¿estás bien?

- Si, si, no te preocupes. Es solo que, estoy algo magullado, ¿recuerdas?

Encendí la lámpara sobre la mesita de noche y lo que vi me dio dos perspectivas muy diferentes. Por un lado Adrien estaba buenísimo, joder, no hay otra manera de decirlo. Era tan guapo que dolía en las entrañas.

Y por otro lado sorprendía el cardenal que traía en el costado derecho.

- Me tienes que estar jodiendo –dije tocando con suavidad. No recordaba haber visto que Luka le pegara tan fuerte como para provocar esto.

- En serio no es nada, además ya tome algo para el dolor –insistió sin que yo lo creyera.

- Deberías ver a un doctor.

- Por favor Marinette, no exageres y mejor vamos a dormir.

Se puso la camiseta para que dejara de insistirle, apago la luz y tiro de mí para dejarme recostada a su lado mientras nos cubría con las colchas hasta el cuello.

- Te mentiría si dijera que no estoy emocionado –susurro.

- ¿Emocionado?

- De tenerte aquí.

Mierda. También yo Adrien.

- Descansa –dije muy bajito, sintiendo por fin ese cansancio que te hace dormir sumado a un par de brazos que se colaron por mi cintura atrapándome hasta el alma.

No sé en qué momento me dormí, pero lo hice a pesar de que afuera el cielo no tuviera intención de abandonar su lucha entre rayos y truenos. 



Primero lo primero, esta vez no tarde tanto :D  Y sí, tiene bastante que ver con que la mayoría de nosotros está en cuarentena (no, no estoy enferma)...  En estos días raros y complicados les recomiendo no entrar en pánico, no perder la calma, no creer en todo lo que dicen por la tele, y no sobre analizar una situación que no es ni de cerca tan grave como otras pandemias peores que han azotado esta tierra. 

Os lo digo en serio, y como consejo. Son reglas simples las que hay que seguir, lavarse las manos, quedarse en casa, estar atento a los síntomas, saber cuando acudir al médico y estar en calma. La mayoría de los contagiados se recupera en casa cuidando de no contagiar a nadie mas.  

Y por ultimo, les recomiendo leer todo lo que no pueden leer cuando trabajan o tienen clases. Sobre todo esta historia que esta a 5 capítulos de terminar. 

Os amo como no imaginan. 



Este capítulo va dedicado a LunaIbbella. Me alegraa montones que te guste esta historia!!!! Chica, eres lo máximo. Te agradezco el apoyo y espero que su desenlace te vaya gustando. 


Un abrazo intergaláctico a un metro de distancia para no contagiarnos :v  

Petit. 

Continue Reading

You'll Also Like

22.1K 1.8K 32
Estas son historias cortas pero bonitas versión Jelsa, hechas por mi o que simplemente consigo por alguna fuente Muchas de ellas tienen moralejas o s...
58.3K 3.9K 21
2do libro de "En La Noche". Chat Noir le revelo su verdadera identidad a Marinette¿Como reaccionara?¿Seguirán juntos aun con todos los problemas que...
1.8K 200 9
Despues de morir en un accidente por culpa de una chica, desperté en una cueva en un mundo fantasia. Lamentablemente este mundo es muy peligroso para...
495K 68.2K 43
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!