Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 29

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By juliettamv

PÉRDIDA
.
Leanne

La noticia es como el doble filo de un cuchillo. Soy un rejunte de ansiedad, lágrimas, miedo y angustia...

Lo que tanto temía acaba de suceder y yo no pude despedirme. No pude hacer nada.

Señorita Vitali...

Tengo que colgar —la voz me tiembla y doy la llamada por finalizada—. Espérame en la recepción, voy a necesitar que me lleves.

Dejo el teléfono en su lugar y las ganas de romper a llorar se convierte en un ansia.

—Leanne —me llama.

—Tengo que irme —pronuncio.

Me doy la vuelta, pero me sujeta del brazo. Me vuelvo hacia él y sin decir nada, me suelto del agarre antes de echarme a caminar hacia la salida. Se me nubla la vista debido a las lágrimas y me meto en el ascensor.

No pude despedirme, no pude verlo una última vez. Y todo porque creí que lo mejor sería pasar mi cumpleaños con mis amigos cuando ellos me lo aconsejaron, pero no debió ser así, debí quedarme. Debí haber dejado que la angustia me ganara porque ahora, acabo de perderlo después de tantos años.

Las puertas se abren en la recepción y me acerco hacia Lorenzo mientras me limpio las lágrimas.

—Llévame al hospital donde mi padre estaba internado —le ordeno con voz quebradiza.

Abandono el edificio y me meto dentro de la limusina que arranca al segundo. De nuevo, vuelvo a sentir las lágrimas instaladas en mi mirada. Recuerdo sus palabras, las veces que hemos salido a cenar juntos, las veces que me dijo que me quería con sus pocas pero suficientes muestras de afecto y me rompo en un llanto silencioso que acaba conmigo por dentro.

Siento que se oprime mi pecho mientras me paso las manos por el rostro, deseando que nada de esto fuera real, deseando que no hubiera sido él quien se fue. Sabía que en algún momento esto iba a suceder, pero no quería afrontarlo, no quería perderlo porque lo quiero más que a nada. Preferí mantenerme positiva e invertir todo el dinero posible en esto.

Me llevo una mano a mis labios con tal de calmar el inminente llanto pero se me hace imposible. Se me secan los labios y la respiración se me acelera de tanto pensar. No pude despedirme de mi padre. Aquello se repite en mi mente un centenar de veces y me siento como si estuvieran apuñalándome. El dolor es demasiado y los pensamientos no me dejan en paz. Un débil sollozo brota de mis labios y sé que no podré lidiar con el que ya no esté aquí. No quería perderlo. No a él.

El pecho me duele y echo la cabeza hacia atrás, queriendo que se acabe.

—Señorita —mi chofer me abre la puerta del vehículo—. Ya llegamos a su destino...

Me limpio las lágrimas y salgo del vehículo a toda velocidad hasta tomar el ascensor del hospital que me lleva a la tercera planta. Avanzo por el pasillo con las lágrimas en los ojos hasta visualizar a mi hermano, quien se encuentra sentado en una de las sillas con su cabeza entre sus manos.

—Alexander —pronuncio, deteniéndome frente a él. Su mirada de inmediato cae sobre la mía y se pone de pie. Sus brazos me rodean, dándome un abrazo que solo me hace volver a romper en llanto, sintiendo que todo se torna oscuro—. Me dijiste que todo iba a estar bien. Papá me dijo que...

—Las cosas se salieron de control —me dice, con voz profunda—. No pudieron reanimarlo a tiempo.

Aquello solo me hace sollozar. El llanto me oprime el pecho de nuevo mientras mi hermano trata de calmarme acariciándome el pelo, pero nada se detiene.

—No pude despedirme —suelto un sollozo cargado de dolor—. No debí irme, debí haberme quedado, debí...

—Leanne —pone distancia entre ambos y me toma por los hombros—. Iba a pasar de todas maneras. Duele decirlo, pero es así. Ya nada podía ayudarlo, estaba muriendo lentamente con los días.

—No —niego con la cabeza, limpiándome los rastros de lágrimas.

—Sí. Tú no debías hacer nada, pasó lo que tuvo que pasar. Ya no podíamos hacer nada para intervenir —vuelve a rodearme con sus brazos—. Él se fue teniendo en cuenta que estabas siendo feliz, Lea.

Empuño mi mano sobre su hombro. Mi llanto incrementa.

—Pero yo lo necesito.

—Lo sé.

***

El día es nublado, no hay ni un solo rayo de sol. Todos están vestidos de negro. Es un velorio pequeño, no hay demasiadas personas, optamos por algo más privado. El cura habla del increíble hombre que fue Giovanni Vitali, del buen padre que ha sido con los años y el apoyo incondicional que le ha brindado a toda su familia. La tumba se encuentra frente a mí y mi mirada decae al suelo. No puedo seguir aquí presenciando esto. Me duele demasiado.

Las lágrimas se acumulan en mi mirada. Es difícil soltar a aquella persona que me acompañó desde que era una niña y que me brindó ayuda un centenar de veces. Es difícil saber que mi padre acaba de morir.

No presto atención a las palabras que pronuncia el cura, solo estoy concentrada en la tumba que tiene grabado el nombre de mi padre. No soy capaz de alzar la mirada y afrontar esto. Me siento destruida y solo quiero regresar a casa a llorar como lo he hecho estos últimos dos días.

No sé cuándo es que el cura termina de hablar, pero lo hace y todos empiezan a dejar flores frente a la tumba de mi padre.

—Hey.

Una voz a mi lado me hace moverme un poco sobre mi lugar y una mano se posa sobre mi hombro en señal de apoyo.

—Brandon —murmuro, dirigiéndole la mirada por una milésima de segundos—. ¿Qué haces aquí?

—Tu padre me apreciaba mucho.

Asiento.

—Leanne...

—Brandon, no quiero hablar ahora —lo interrumpo—. Lo apreciaría mucho si me dejaras sola.

—No pretendo incomodarte —su mano vuelve a posarse sobre mi hombro pero me aparto—. Está bien, lo entiendo —alza las manos—. Solo quiero brindarte apoyo. Sé lo mucho que apreciabas a tu padre y aunque nunca sentí lo que estás sintiendo ahora, puedo imaginar el inmenso dolor que sientes. Déjame darte apoyo, no como tu ex pareja, sino como tu amigo.

Lo miro por segunda vez y entonces, me rodea con sus brazos.

—Todo va a estar bien, tranquila —murmura.

Me muerdo el labio para evitar romper en llanto. Siento que voy a sollozar y no quiero mostrarme así, pero me es inevitable. Mi aspecto ya denota lo mucho que he llorado antes de asistir al funeral. Ya no tiene sentido tratar de esconder lo obvio.

—Me duele —admito en un hilo de voz.

—No te preocupes, lo sé —se separa de mí y se aclara la garganta—. Te dejaré a solas. Espero que puedas recomponerte pronto, Lea. Sabes que me importas.

—Está bien, gracias.

Me dedica una última mirada y se retira.

Detallo la rosa que tengo entre mis manos. Es roja. Papá solía contarme que siempre les obsequiaba unas así a mamá, de color rojo oscuro, puro.

Doy unos pasos hacia la tumba, me agacho un poco y dejo la rosa allí. Me mantengo en esa posición durante unos cuantos minutos, observando aquella tumba y sintiendo rabia de que tenga que ser de esta forma. Me levanto de mi lugar y me dirijo donde mi limusina que me traslada hacia mi apartamento. Una vez allí, me encuentro con mis amigos en la sala de estar, esperando por mí.

Dejo mi bolso sobre el sofá sin dirigirle la mirada a ninguno de ellos y ni siquiera tengo que decir palabra alguna, ya que ellos se acercan a mí y me abrazan. Me acompañan durante la mañana, no decimos muchas palabras, simplemente están ahí para mí así como siempre.

Sin embargo, se hace tarde y ya es hora de marcharse.

—¿Estás segura de que nos marchemos? —dice Lidia—. Emma, Hailey y yo podríamos quedarnos si gustas...

Niego con la cabeza.

—No gracias, estaré bien.

Nos despedimos, Francesco también me saluda con un beso en la mejilla junto con un abrazo y finalmente, me quedo a solas en mi apartamento. Regreso a la sala de estar y me dejo caer sobre el sofá, soltando un suspiro de cansancio. Miro hacia el ventanal, detallando el cielo nublado del día. El ruido de la lluvia no tarda mucho en aparecer y por inercia, cierro los ojos, queriendo tener un momento de relajación, al menos durante unos segundos.

Los ojos empiezan a pesarme debido al sueño, termino de cerrar los ojos, convenciéndome de que debo descansar un poco ya que no lo he estado haciendo muy bien estos últimos días. Sin embargo, el que alguien toque la puerta del apartamento me hace ponerme de pie. Preguntándome quién demonios podría ser, camino hacia el corredor y abro la puerta, sorprendiéndome al verlo allí.

—David —digo, un tanto confundida.

Me sonríe de lado mientras mete su mano en su bolsillo, haciendo el mismo gesto que utilizaba cuando éramos niños y me sentía mal. El gesto hace que se me pongan los ojos de lágrimas. Él no dice nada, simplemente abre los brazos y me recibe con un abrazo.

—Lo siento —murmura—. Tomé un vuelo apenas me enteré.

—Está bien —pongo un poco de distancia entre ambos—. ¿Quieres pasar?

—Claro.

Me hago a un lado y lo dejo pasar. Caminamos en dirección a la sala y tomamos asiento sobre el sofá. Cojo la tetera y le hago un gesto a forma de preguntar si quiere un poco. Niega con la cabeza.

—¿Cómo estás? —me pregunta mientras sirvo un poco de té sobre una de las tazas.

—Mal. ¿No es obvio?

—En realidad sí, pero solo quería que tengamos un tema de conversación.

Le muestro una leve sonrisa de boca cerrada.

—No pude despedirme de él —inicio—. Falleció al día siguiente de mi cumpleaños. Alexander y él me dijeron que lo mejor era que no me quedase en el hospital ya que merecía disfrutar de mi cumpleaños. Les hice caso y luego me enteré que él murió por la mañana.

—No te culpes por ello.

—No me culpo, es solo que me duele el no haber estado ahí —apoyo mi cabeza sobre su hombro—. Pero ahora no quiero seguir hablando sobre ello. ¿Cómo está Charlotte? —indago, cambiando de tema.

—Bien. Todo está en orden.

—Me alegra oírlo —digo mientras le doy un sorbo a mi taza de té.

Dejo la taza sobre la mesa y regreso a la posición en la que estaba antes; mi cabeza sobre su hombro.

—No tengo muchas ganas de hablar, sólo quiero descansar y que te quedes en silencio. Es la única forma de hacerme sentir bien.

—Está bien —me rodea con un brazo—. Ten en cuenta que voy a quedarme si necesitas desahogarte.

—Lo haré —digo, mientras me permito cerrar los párpados—. Sé que no es bueno y no quiero guardarme el dolor solo para mí. Cuando esté lista lo hablaré todo con cualquier persona, pero ahora mismo, sólo necesito asimilarlo y descansar.

—Eres libre de descansar y hacer lo que quieras. ¿Necesitas que me marche?

—Puedes quedarte y marcharte cuando me quede dormida. Haz lo que quieras, no me molesta.

Asiente.

Vuelvo a cerrar mis ojos y me dejo caer en el sueño. Siento que me debilito cuando pienso de nuevo en mi padre. Pero trato de evitar hacer aquello, solo empeoro la situación y lo único que quiero ahora es descansar.

***

Mis párpados se abren en medio de la sala de estar. Me encuentro sobre el sofá, una manta cubre mi cuerpo y la tenue luz de la lámpara provee una leve luz que es pequeña, pero brillante a la vez. Me paso una mano por el rostro y me reincorporo sobre el sofá. Muero de hambre. Mi mirada se traslada hacia el ventanal y caigo en cuenta de que ya ha anochecido. De seguro David se marchó apenas me quedé dormida.

Me dirijo a la cocina por un bocado simple junto con un vaso de agua y regreso a la sala. Tomo asiento sobre el sofá nuevamente con la comida y procedo a comer en silencio. Quiero mantener la mente en blanco, no quiero pensar demasiado en lo ocurrido.

De pronto, tocan la puerta del apartamento. Me pongo de pie y me encuentro con Rebecca, quien me mira con dulzura.

—Lea —me abraza—. Lo lamento me demoré porque no estaba en Milán. Traté de tomar un vuelo lo antes posible. ¿Cómo lo estás sobrellevando? Ya oí todo.

—Mal.

—No esperaba otra respuesta —me mira, apenada—. Pero estoy segura de que mejorarás. Giovanni era un gran hombre.

Evito las lágrimas al oírla decir aquello.

—¿Quieres pasar? —cambio de tema.

Me sonríe.

—Claro.

La invito a pasar, cierro la puerta detrás de mí y nos encaminamos hacia la sala de estar. Una vez allí, regreso al sofá y ella se siente frente a mí.

Me observa durante un par de segundos y entonces, deduzco que quiere decirme algo pero no sabe cómo.

—¿Hay algo que quieres decirme? —rompo el hielo. Rebecca se aclara la garganta ante lo que digo.

—Leanne, yo entiendo que es difícil por lo que estás pasando ahora. Sé que hoy fue el funeral de tu padre y que estás tratando de sobrellevarlo, pero...

—¿Qué? —insisto.

—Tienes un contrato, Leanne. Firmaste un contrato con la empresa para la que modelas, lo cual es irreversible.

—No entiendo qué quieres decirme. Eso lo tengo claro, Rebecca.

Respira hondo.

—¿Acaso lo olvidaste? Pasado mañana es el desfile —dejo caer el cubierto sobre la mesa al oírla decir aquello—. Escucha, sé que...

—Cancélalo, no quiero ir.

—Leanne...

—Te dije que lo canceles. No quiero desfilar. No estoy de humor para hacerlo y no importa cuánto me guste hacerlo.

—Leanne, si pudiera hacer algo al respecto lo haría, pero me veo incapaz. Firmaste un contrato, sellaste un trato y tienes que desfilar. No puedes ausentarte.

—No me importa —niego con la cabeza—. ¿Acaso crees que eso me importa ahora? ¿Crees que ahora mismo tengo cabeza para ponerme pensar en que estúpido conjunto de lencería voy a tener que desfilar en mi próximo show? —mi tono de voz se torna más duro.

—No, no creo que tengas tiempo para ponerte en pensar en eso ahora. Yo entiendo que tu padre siempre te ha importado, pero es necesario que entiendas que firmaste un contrato y no puedes hacer nada al respecto. Este es tu trabajo, eres una modelo.

—No me importa, Rebecca. Tienes que ponerte en mi lugar y entenderme como mi representante. ¡Mi padre acaba de morir! ¡¿Es que es tan difícil de entender que no quiero ponerme a desfilar?!

Me empiezan a picar los ojos, advirtiéndome de que en cualquier momento me echaré a llorar de la frustración.

—Lo sé. Pero necesito que tú también me entiendas a mí. Yo jamás te pondría en riesgo, Leanne, tú me importas. No sólo soy tu representante, también soy tu amiga, nos conocemos desde hace tiempo. Quiero lo mejor para ti y siempre ha sido así. Entiendo tu dolor porque sé que es lo que se siente perder a uno de tus padres, pero necesito que tengas en cuenta que has firmado un contrato con la empresa. No podemos hacer nada al respecto por más que queremos.

—Rebecca, no tengo ánimos para hacerlo.

—Lo sé. Te juro que si pudiese intervenir lo haría, pero no puedo. No es algo que esté en mis manos. Has firmado este contrato hace meses, por lo tanto, es irreversible.

Me mantengo en silencio mientras siento la frustración esparcirse en mi mente. Me encanta desfilar, ¿pero hacerlo ahora? ¿Cuando mi padre acaba de morir? No tengo cabeza para eso ahora.

»Leanne, lo entiendo perfectamente. Estás dolida. Pero necesito que entiendas que no podemos hacer nada al respecto y ausentarte no es la mejor opción. Llegar hasta donde estás ahora te ha costado años de trabajo y no puedes tirarlo a la basura ahora —me quedo en silencio de nuevo, asimilando lo que me dice—. Escucha, te prometo que después del desfile podrás tener las vacaciones que quieras, serás tú quien elija que hacer con su vida. Pero ahora necesito que asistas a este desfile.

Tiene razón. No puedo hacer nada al respecto. La muerte de mi padre me duele demasiado que me destroza por dentro, pero no puedo hacer nada al respecto. Voy a tener que desfilar aunque me encuentre destruida, es mi trabajo, vivo de esto.

—Está bien —acepto, mirándola fijamente.

NOTA DE AUTORA

¡Hola! ¿Cómo están? Espero que les haya gustado la actualización del día de hoy. Y sí, fue difícil escribir a Leanne tan tríate, pero son cosas que pasan.

En fin, sólo hago esta nota para anunciarles que finalmente, encontré una modelo que me recuerda mucho a Leanne y que la próxima actualización será dentro de unos días. No tengo planeado cuándo, pero sé que lo más probable es que no me demore mucho con el capítulo 30.

Sin más, les dejo las fotos de Leanne.

PD: no hay modelo para Edward porque todavía no vi a ninguno que me convenza del todo.


¿Opiniones? El nombre de la modelo es Madalina Diana Ghenea y apenas la vi me hizo acordar muchísimo a Leanne.

Sin más, nos estaremos leyendo en el próximo capítulo.

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