Caricias Prohibidas

By juliettamv

629K 42.2K 4.4K

LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 20

12.4K 841 27
By juliettamv

TREGUA
.
Leanne

Abro la boca para preguntarle cómo carajos fue que logró acceder al pasillo de los camerinos sin ser detenido, pero la acción queda a medias cuando recuerdo que su hermana forma parte del equipo.

Podría mostrarme sorprendida ya que siento un poco de aquella emoción, pero no demasiado. A decir verdad, podría mostrarme de muchas maneras. Si le preguntara qué es lo que quiere sería en vano, ya que no es un secreto para ninguno de los dos.

—¿Tanta desesperación por mí? —indago, me acerco a él. Noto como me repara con la mirada y pese a que lleve un encaje que me cubre parte del cuerpo, me siento desnuda bajo su tersa mirada.

—No te creas tanto.

—Ajá —emito, cruzándome de brazos—. Lárgate, ¿quieres?

Se me acerca y la piel se me pone de gallina. El deseo se respira en la habitación y suelto un suspiro al enfocarme en sus ojos azules.

Siento una leve presión en el vientre.

—¿Quieres que me largue, entonces? —interroga.

Me muerdo los labios de forma discreta, tensando los muslos. Su rebusque de alguna forma u otra logra encenderme aunque trate de negarlo y aunque lo odie por sus actitudes de mierda. Él no es más que un arrogante, ególatra e imbécil al cual detestaré por siempre, sin embargo, no puedo negar el efecto que nos causamos el uno al otro.

—No me vengas a negar que te mueres por mí —continúa—. ¿O vas a dejar que tu orgullo de mojigata lo tome?

—Me parece que aquí el único que muere por alguien eres tú y es por mí, de lo contrario, no estarías buscándome.

Su mano toca mi rostro.

—Eso da igual cuando eso se trata de deseo a cambio de sexo. Piénsalo de esa forma, ambos ganamos algo mutuo a cambio de esto —se me acerca un poco más, aceptando cada vez más la distancia—. Por más que trates de negar una y otra vez el que me deseas, tu cuerpo me demuestra todo lo contrario. Tú misma me buscaste en mi propio edifico, no vengas a jugar el papel de la inocente, no te queda.

—¿Intentas proponerme una tregua?

—Tómalo como quieras, a mí me vale mierda. Solo ten en claro que ambos saldríamos ganando.

Suena como un trato beneficioso, pero...

¿Qué más da? Él quiere lo mismo que yo, ambos queremos lo mismo y por Dios, es la primera vez que siento que el deseo me está consumiendo a carne viva.

Lo detesto demasiado, y también detesto desearlo.

Me dejo de tonterías y termino de acortar la distancia que nos separa, plantándole un beso que sobrepasa los extremos de la fogosidad. Su lengua me recorre la lengua, tornando el beso en un augurio un poco más salvaje, agresivo, muy él.

De un segundo a otro, me lleva contra el tocador, provocando un gran estruendo cuando el artefacto choca contra la pared y el calor se siente como una punzada en mi sexo al sentir su erección rozarme el muslo.

—Oye... estamos en mi camerino —jadeo en voz baja.

—¿Y?

—Compórtate.

Mis palabras quedan en el aire cuando hace a un lado las bragas de encaje. Tenso los muslos ante su caricia lasciva en mi sexo que me obliga a apretar los dientes para evitar soltar un estruendoso gemido.

No quiero que nadie nos oiga, estoy poniendo todo en riesgo con esto.

Aprieto mis manos contra el tocador, sintiendo que soy una bomba con cuenta regresiva en contratiempo a punto de explotar.

—Te queda bien la lencería —medio murmura.

Lo miro.

—Te odio y el que esté follando contigo no cambia lo mucho que te detesto.

—Tienes una forma muy rara de demostrar tu odio hacia mí.

—Cállate, no quiero oírte —ahogo un gemido.

Intento abrir la boca para protestar pero me calla cuando sus labios toman los míos de forma salvaje mientras me estimula con sus dedos. Noto como su mano izquierda se encarga de bajar la tela del sujetador de encaje, haciendo que mis pechos queden expuestos ante su mirada. La sensación de sentir sus labios contra la piel de mis pechos jugando a su antojo y causando estragos en mis terminaciones nerviosas me obliga a emitir un jadeo.

Siento que me cosquillea todo el cuerpo y aquella sensación se intensifica cuando exploto en un satisfactorio orgasmo que me hace soltar el aire con ligereza.

Se separa de mí, regresando con la distancia entre ambos, y me acomodo la lencería bajo su mirada.

—¿Necesitas algo más? —interrogo cuando toma asiento sobre el sofá como si estuviera en su casa.

—¿No vas a vestirte? No creo que sea de tu agrado la idea de salir al exterior en lencería.

Empiezo a quitarme el maquillaje a medias, ignorando su voz. Una vez finalizo la acción, abro mi bolso y empiezo a vestirme con la ropa que preparé, aún sintiendo su airosa presencia en la habitación.

—¿Tienes algún tipo de fetiche y te excita verme vistiéndome o qué? —interrogo mientras acomodo la respectiva lencería que acabo de utilizar en el perchero.

—¿Vas a demorar mucho más? Carezco de paciencia y tus vueltas me están empezando a impacientar.

—¿Y eso a ti te interesa por....?

—¿Se te contagió mi actitud? —interroga.

—Trata a las personas de la forma en la que quieres que te traten a ti —suelto, volviéndome hacia él.

Noto como se ríe con cierta discreción.

—O ya no te está funcionando eso de hacerte la desinteresada conmigo.

—O tú tienes la arrogancia metida hasta el culo. No tengo que "hacerme" la desinteresada con nadie y mucho menos contigo. No sé si necesitas que te recuerde que eres tú quien se empeña a buscarme.

—Habló la que fue a buscarme a mi edificio para follar —se mofa.

—Eres ridículo, Edward.

—Y tú eres una insolente, Leanne.

Resoplo, molesta. Su comportamiento me saca de quicio y me dan ganas de patearlo. Saca lo peor de mí.

—¿No te largas ya?

—Claro —afirma—, pero tú también te largas conmigo.

Lo miro como si acabara de decirme una muy mala broma.

—Me parece que no eres consciente de que tengo a un centenar de personas allí afuera con la intención de fotografiarme y entrevistarme.

—A mí me parece que tú nunca oíste de algo llamado salidas traseras, ¿no es así?

Imbécil.

—No voy a arriesgar mi vida privada por un polvo contigo.

—El mejor polvo conmigo —corrige—. Queda claro que soy mejor que todos los pubertos que alguna vez te han tocado.

—Te sugiero que te calles, no sabes nada de mi vida sexual.

—¿En serio? —me atrae hacia él y poso mis manos sobre su pecho, ejerciendo presión.

El deseo vuelve a consumirme, la piel me arde y de un segundo a otro, me veo besándolo con salvajismo.

—Que conste que si me largo contigo esta noche, será nuestro secreto y nadie tiene porqué enterarse de esto.

—No te preocupes, será nuestro sucio secreto —pronuncia con un atisbo de diversión. 

Me alejo lo suficiente de Edward con la piel de gallina y me dispongo a ordenar un poco el camerino. Una vez finalizo, recojo mi bolso y abandonamos el camerino que cierro bajo llave. 

—Te juro que si alguien nos descubre...

—¿Tu show se va abajo? —me interrumpe.

—Mi vida privada se va por la borda —lo corrijo al muy imbécil que solo se empeña en ponerme de los nervios—. No me gusta estar en boca de noticieros amarillistas que hablan de mi vida privada y deducen cómo es mi vida sexual.

—Vamos a tomar la puerta trasera, la prensa solo está en la puerta delantera.

—Eso espero —lo miro de reojo antes de echarme a caminar hacia la salida trasera.

El estrepitoso viento de la ciudad me acaricia la piel apenas abandono el interior de la estancia en compañía de Edward. Lo primero que hago es observar a la limusina de color negro mate.

Me apresuro a avanzar hacia el vehículo con rapidez, en donde un chofer me abre la puerta. Soy la única que le agradece ya que el imbécil que viene a mi lado ni siquiera se inmuta por dirigirle la mirada al pobre hombre.

La limusina arranca e inmediatamente me veo atrapada entre sus labios que me recorren de forma lujuriosa y de las manos que aprietan mi cintura hasta bajar a mi culo, arrancándome un leve jadeo.

Sus manos se cuelan por debajo del vestido suelto que llevo encima hasta llegar a la tela de mis bragas. Mi respiración se torna nula y su agarre se contrae sobre mi piel. Una de sus manos juega con la tela de mis bragas mientras que la otra aprieta mi glúteo derecho.

Continúo con las riendas del beso salvaje que nos consume a ambos y me veo presa de la desesperación, queriendo mandar todo a la mierda y que follemos en la limusina, pero otra parte de mí me pide a gritos que espere.

Necesito mantener el control, pero no puedo.

Me muevo sobre su regazo, procreando la fricción que me pone jadeante al igual que a él en medio de una fracción de segundos. Su mano que antes reposaba en mi glúteo ahora llega hasta mi sexo por debajo de la fina tela de mis bragas y me veo obligada a reprimir el gemido que estoy a punto de soltar en cualquier momento.

Generalmente, no habría hecho algo así en una limusina, pero el deseo y el calor están matándome por dentro. Siento que me ahogo en el placer que me ocasiona la estimulación en mi sexo.

Sus labios se posan sobre mi cuello con una lentitud embriagadora que solo aumenta mientras sus dedos se mueven sobre mi sexo, alternando entre mi clítoris. No sé cuántos minutos pasan, ni siquiera estoy segura de en dónde estamos, sólo caigo en cuenta de que la limusina se detiene frente a un edificio. El chofer nos abre la puerta y le agradezco la acción mientras que Edward se echa a andar sin emitir palabra alguna hacia el hombre.

—¿Se te cae la boca si le agradeces al pobre hombre? —indago a medida que avanzamos hacia el edificio.

—Quizá —repone sin mucha importancia.

Nos metemos dentro del ascensor, presiona una de los botones y me mira.

—Ven aquí —ordena, con la voz un poco más ronca de lo normal.

Me cruzo de brazos.

—Ven tú.

Resopla, se me viene encima y me besa con su característico salvajismo que me arranca un gemido de placer.

—Tu carácter me tiene hasta la mierda —gruñe contra mis labios.

—No te preocupes, el sentimiento es mutuo porque yo pienso lo mismo de ti.

Las puertas del ascensor se abren y entre besos, avanzamos por medio de un pasillo que posee elegancia. Es decir, no es lo más elegante que he visto, pero dentro de todo, es bastante sofisticado.

Edward saca algo de su bolsillo, me lleva contra una de las puertas color blanco y oigo el sonido de la cerradura contra lo que es una llave que él utiliza para abrir la puerta que da paso a un entorno que no soy capaz de ver debido a las caricias lascivas, mordidas y besos que nos proporcionamos el uno al otro.

Cierra la puerta detrás de ambos y entonces, soy capaz de examinar el entorno. Hay un inmenso ventanal frente a nosotros, un enorme sofá color morado, las paredes son de un color bastante elegante y agraciado, hacen juego con la alfombra que se encuentra en el suelo.

—¿Este es tu aposento al cual traes a todas tus conquistas?

No lo dije de forma seria, lo dije a modo de juego. No soy estúpida y sé que no vive aquí, de todos modos, no es como si me importara, vine aquí con un objetivo que estoy a punto de cumplir ahora.

—Al menos no te gusta crearte ilusiones como otras.

—La palabra ilusión no entra en mi vocabulario cuando se trata de un hombre como tú —le recuerdo.

—Yo te voy a dar otra cosa de la cual te vas a ilusionar esta noche.

Su tono de voz arrasa con las palabras, habla con seguridad y es aquello lo que me gusta en los hombres.

Me alza en brazos y nos traslada a ambos hacia el sofá de matiz morado. Se apoya contra el respaldo, de tal forma que yo me veo sobre su regazo.

No paramos de besarnos ni de tocarnos el uno al otro. Baja la cremallera de mi vestido, sin embargo, no se lo permito al ser más rápida y apartarle la mano.

Percibo su sonrisa cuando envío mi mano en dirección a la pretina de su pantalón y lo suelto. El miembro erecto se alza ante mi mirada y lo acaricio con una mano mientras me reincorporo sobre su regazo al querer completar la acción.

Me lo llevo a la boca con avidez sin perderme de los detalles de su rostro mientras lo chupo. Noto como el placer lo domina ante tal acción al oírlo soltar leves jadeos. Su mano hace contacto con mi pelo, haciendo un poco de control en aquellos movimientos que lo hacen perder el control. Paseo la lengua por el glande y repito la acción al llevármelo al fondo de la boca. El aire me falta de vez en cuando, pero no me parece un impedimento para continuar con lo que empecé. El repetir la acción me hace soltar jadeos, me veo envuelta en una situación de extremo placer en la cual la piel me quema.

Capto sus ojos azules que no dejan de mirarme mientras el placer lo abarca y sus gemidos solo consiguen prenderme más del miembro que mis labios reciben a gusto. En ningún segundo deja de mirarme, el contacto visual es latente entre ambos.

Su mano vuelve a adueñarse de mi pelo y me lleva al límite entre jadeos y gemidos. El tiempo se me hace infinito entre el placer y entonces, entre varios minutos, siento la descarga que acaba en mi boca. Él jadea mientras que yo recibo aquella descarga con fuerza.

Apenas esto sucede, me lleva contra él y sube la tela del vestido hasta llegar a mis bragas, de las cuales se deshace. Sus labios se estampan contra los míos de forma salvaje y sin aviso previo, me toma de las caderas, haciéndome caer sobre su miembro. Suelto un sonoro gemido mientras siento como mis glúteos se contraen ante la sensación que contemplo.

Siento sus manos en mi culo, apretándome con fuerza mientras me muevo sobre él con fiereza. La sensación es abrasadora, excitante, caliente. Sus labios me marcan la piel del cuello, las embestidas no cesan y me veo envuelta en un limbo de placer que se siente como algo prohibido y oscuro.

—Edward —jadeo.

Sus manos tiran de la tela del vestido que se encarga de cubrir mi busto hasta liberar mis pechos. La fuerza y el salvajismo con la que lo hace solo me provoca más calor. Mis gemidos son acompasados con sus jadeos a medida que me aprieta los glúteos con fuerza y me vuelve a alzar en brazos sin dejar de embestirme. Chocamos contra la pared hasta llegar a una habitación en la cual mi cuerpo cae contra la cama con brusquedad y su peso vuelve a recaer sobre el mío. Las embestidas se tornan más fuertes y placenteras, haciéndome gemir. 

Ambos terminamos de desvestirnos en tiempo récord mientras que él recorre las longitudes de mi cuerpo.

Siento que nos consumimos el uno al otro y tan solo acabamos de empezar.

Continue Reading

You'll Also Like

115K 4.8K 47
Cuando el capo de la mafia italiana Maximiliam Moreti se obsesiona de la modelo Hera Ken. La emborracha para casarse con ella,con el tiempo ella se a...
462K 42.9K 37
Ami es una niña que vive junto a sus padres en una pequeña casita escondida en la montaña. Un día ellos salen en búsqueda de provisiones, con ello...
998K 52.4K 37
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
6K 677 7
❝¿Me concede este baile?❞ 𓏲𓂃꒷꒦ ࣪ ☁︎ 𝘊𝘢𝘮𝘣𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘦𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴. 𓏲𓂃꒷꒦ ࣪ ☁︎ 𝘙𝘰𝘮𝘢𝘯𝘤𝘦 + 𝘧𝘭𝘶𝘧𝘧 𓏲𓂃꒷꒦ ࣪ ☁︎ 𝘏𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘢...