Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 16

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By juliettamv

MAISON ALBAR HOTELS LE DIAMOND
.
Edward

—¿Le gusta jugar, señor Haste? —se me acerca, mostrándome sus ojos verdes.

Me acerco un poco y le devoro la boca a la rubia que se me sube en el regazo mientras me acomoda contra el respaldo del sofá de mi piso de soltero.

Paso una mano por los pequeños pechos que tiene mientras se restriega con mi entrepierna, fallando en el intento de provocarme algo, porque no lo hace, ni dura se me pone.

—Vete —pronuncio.

Se mueve y me mira, confundida, pero vuelve a sonreír.

—¿Este es el tipo de juegos que te gusta? —interroga. Qué lenta es.

Me levanto del sofá.

—No. Dije que te vayas y eso es lo que quiero que hagas.

—¿Qué? —se levanta—. Pero...

—¿No me oíste?

Recoge su blusa y se larga, furiosa, dando un portazo histérico y dramático. Me dejo caer sobre el sofá y me sirvo un poco de champán. Necesito sexo con alguien que sepa satisfacerme y ponérmela dura en serio.

Me regresa a la mente la follada con la modelo en mi oficina y siento como se me empieza a poner dura.

Parezco un puberto de quince años, no tengo remedio maldita sea.

Me levanto del sofá en busca de largarme de este apartamento que utilizo cuando quiero tirarme a alguna que otra mujer. Lo utilizo casi siempre ya que no me siento cómodo llevando a los ligues de una noche a mi penthouse.

Abandono el lugar y salgo del edificio, metiéndome dentro de mi limusina.

—Señor Haste, ¿a dónde nos dirigimos? —interroga el chofer.

—Società Haste.

La limusina se detiene frente a Società Haste al cabo de unos largos minutos y abandono el vehículo, dirigiéndome a la última planta. Me encierro en mi oficina y tomo asiento sobre mi lugar.

No tengo ganas de trabajar, pero prefiero eso a que pensar en cómo vuelvo a follarme a cierta persona que ya no volveré a buscar. Odio su actitud de mojigata que se cree que con un par de palabras me va a quitar la arrogancia, pero me gusta follármela.

El teléfono de la oficina empieza a sonar y tomo la llamada para evitar oyendo el estruendoso ruido que me advierte de una llamada entrante.

—¿Qué?

Señor Haste —habla Antonella, la secretaria—, su madre se encuentra aquí y quiere pasar a verlo.

—Dile que se largue.

Pero...

De nuevo con querer llevarme la contraria. Parece tener un serio problema con seguir órdenes con su estúpida incompetencia que me tiene los huevos al plato.

—¿Pero qué? Deja de cuestionar a tu superior y haz tu trabajo o te dejo en la calle —cuelgo la llamada.

Sherlyn Haste es el mayor dolor de cabeza que alguna vez he conocido. La odio por querer controlarme y particularmente porque ha sido una pésima madre. 

La puerta de mi oficina se abre y me acaricio la sien con cierto estrés al ver a Sherlyn en la puerta.

—¡Antonella! —grito. La secretaria se aparece en cuestión de segundos con las mejillas sonrojadas.

—Se... señor Haste, lo lamento yo...

—Da igual, lárgate —exijo. Se retira a la velocidad de la luz y me pongo de pie para servirme un trago cuando me quedo a solas con mi progenitora—. ¿Qué quieres?

—¿Te gusta evitarme?

—¿Te gusta joderme? ¿No entiendes lo que significa la palabra no?

—Eres un imbécil.

Termino de servirme whisky y le doy un largo sorbo. Estas disputas no me llevan a ningún lado.

—Y tú una idiota. ¿Ahora quieres largarte? Tengo trabajo que hacer.

—Tenías que venir con tus hermanos a la mansión y no fuiste.

—Lamento no ser tu perro faldero —me vuelvo hacia ella—. ¿Te vas a ir ya?

Se acerca y posa su mano sobre su mejilla.

—Me encanta el pequeño monstruo que he criado —murmura—, estás a la altura Edward.

Le aparto la mano.

—Quítate y deja de joder.

Se ríe.

—He oído que aparentemente alguien de la familia está involucrado con una modelo, según los rumores —dice.

—Ajá.

—Si se trata de ti, sería un gran momento como para que sientes cabeza, finalmente te cases y tengas hijos.

—Continúa soñando.

Prefiero morirme antes que ser padre.

—Tan solo piénsalo, el primer heredero Haste —se ríe—, tendría mucho poder.

—Eso es lo único que te importa, el poder, por eso te casaste con Abraham, ¿no es así?

Me suelta una bofetada que me voltea el rostro.

—A veces me preocupa tu ignorancia.

—A mí me preocupa cuán cegada estás, Sherlyn —dejo el rock glass sobre el escritorio—. Si quieres ve, vive tu vida y folla  todo lo que quieras con Abraham, pero no me vengas a joder a mí.

—¿Es qué no te das cuenta aun? —toma mi rostro entre sus manos—. Necesitas dejarle tu fortuna a alguien y procrear un Haste.

—Díselo a Daniel, estará encantando de vivir su historia de romance con una princesa —me mofo.

—¿Me guardas rencor, figlio? —interroga. Me quedo en silencio y deposita un beso sobre mi mejilla—. Siempre serás el mejor Haste para mí —murmura.

—Lárgate, ¿quieres?

Se marcha y me dejo caer sobre mi asiento.

***

Merodeo por el penthouse de cierta persona, encontrándome con los diseños y todo el desastre qué hay.

—¿Qué haces aquí?

Me vuelvo hacia Laura, quien como siempre, lleva su pelo negro recogido en un moño a la hora de enfocarse en su trabajo.

—No me dijiste que estabas de vuelta en Milán, creí que seguías en Paris —admito.

Deja escapar un suspiro y se dispone a ordenar los papeles que están sobre el escritorio, uno de ellos cae al suelo y me apresuro a recogerlo.

Lo examino con la mirada y frunzo el ceño al ver que se trata de una lista de nombres femeninos, entre ellos, me sorprende leer al nombre Leanne Vitali. Sin embargo, mi hermana me arrebata el papel de las manos antes de que pueda seguir leyendo.

—Deja de tocar a mi lista de modelos —se queja.

Me dejo caer sobre el sofá.

—¿Es un desfile? —indago, logrando que se vuelva hacia mí.

—¿Desde cuándo te interesa?

—No lo sé.

—¿Te estás follando a una de las modelos?

—¿Qué? —me hago el desentendido.

—Escúchame bien Edward, me tiene sin cuidado lo que hagas con tu pito, pero no quiero que te entrometas y ni mucho menos quiero ver a una de mis modelos llorando porque les has roto el corazón. ¿Entendido?

—Muy entendido.

—No me seas sarcástico —se vuelve hacia mí—, estoy hablando en serio.

—No estoy siendo sarcástico —se me viene una idea a la cabeza—. Aunque me gustaría ver tu trabajo.

—No digas sandeces, solo lo dices porque quieres ir a ver a la que te follas.

Coge una botella de champán junto con dos copas, vierte el líquido dentro de ambas y me extiende una de ellas.

—¿Esperas que me crea esa excusa de que repentinamente te interesa el mundo de la moda? —inquiere mientras se lleva la copa a los labios—. Tienes miles de mujeres a tu disposición y decides venir a molestar a alguna de mis modelos.

Mil de mujeres pero por el momento, me encapriché con una.

—Claro, tienes razón.

Cojo mi teléfono y le marco a cierta persona de confianza con la que podré resolver este asunto gracias a su eficiencia.

«Última vez» Me repito, no estoy seguro de cuanto más quiera seguir con este maldito capricho encima.

Leanne

Emerjo a la superficie y subo las escalerillas mientras me escurro el agua del pelo empapado. Recojo la toalla que está sobre la tumbona y me seco un poco el cuerpo.

Por inercia, traslado la mirada hacia el ventanal. Es temprano, hay mucho movimiento en la ciudad en el día de hoy. Me pareció una buena idea relajarme un poco en mi alberca, disminuye el estrés de una buena manera.

De repente, el sonido de mi teléfono me hace trasladar la mirada hacia el aparato, se trata de Rebecca y no dudo a la hora de aceptar aquella llamada.

—¿Si? —digo.

Buenos días, ¿cómo amaneciste?

—Muy bien, ¿y tú?

Bien, gracias por preguntar —hace una pausa—. Escucha, ¿recuerdas cuando te comenté que la empresa tiene un contrato con la diseñadora de modas con Nicola Berlusconi?

—Claro.

La recuerdo. Su contrato se termina dentro de esta semana puesto que ya tendremos el último desfile de modas coordinado por ella. Posteriormente a ello, ya empezaremos a trabajar con Laura Haste, quien promete mucho con sus hábitos e ideas.

Bueno, acaban de informarme que hubo un cambio de planes; el desfile se realizará dentro de tres días en Paris.

—¿Qué? —suelto la toalla abruptamente ante la noticia que recibo.

No hay tiempo Leanne, tendrás que viajar hoy mismo para ya estar lista. La reserva en el hotel ya está hecha y modificada, no tienes de qué preocuparte.

Suelto un largo suspiro.

—Está bien, empacaré todo.

Lamento no haberte avisado con tiempo, de verás... Se me había olvidado por completo.

—No te preocupes —me agito la melena de pelo—. Te llamaré cuando esté allá.

—Está bien, ten un buen viaje.

—Claro, adiós.

Adiós.

Cuelgo la llamada y me apresuro a correr a mi habitación. Empaco un centenar de ropa, un poco de maquillaje, tacones, abrigos, básicamente todo. Una vez tengo todo el equipaje listo, me comunico con Trevor, pidiéndole si sería tan amable de recogerme y llevarme donde el jet privado. Evito dar muchas explicaciones, pero aún así, él acepta.

Al colgar la llamada, por instinto, le echo un vistazo a mi lista de contactos. Hailey ahora mismo está fuera de Milán y según lo que sé de Emma, ha estado desocupada.

No pierdo mucho tiempo en llamar a mi amiga, siento que mi deber es subirle el ánimo después de que su última cita con el hombre con el cual estaba saliendo haya sido un fiasco. Resulta que se enteró que era casado y que tenía tres hijos. Fue toda una decepción.

—¿Qué sucede? —es lo primero que dice al responder mi llamada. 

—Te doy veinte minutos para prepararte, te vienes conmigo a Paris.

Espera... ¿qué?

—Mi desfile se adelantó y es dentro de tres días. Ven conmigo, pasemos un par de días juntas en Paris.

Se ríe.

Estás loca.

—Por subirte el ánimo —respondo.

—¿Estamos en esa película en la que mi amiga multimillonaria me saca a pasear en su jet privado de lujo, me lleva a un hotel de cinco estrellas y me invita a su desfile de modas en Paris? —vuelve a reírse—. Eso no es algo que suceda todos los días.

No puedo evitar soltar una carcajada también.

—Tómalo como un regalo por parte de tu mejor amiga.

Me estás malcriando.

—Prefiero eso a que estés de mal humor, y no voy a aceptar un no por respuesta —atino antes de que empiece con sus protestas—. Hailey no está en Milán, por lo tanto, seremos solo nosotras y no tengo problema alguno en llevarte conmigo. Además, me gustaría que estés allí, viéndome en el desfile.

Está bien.

—En veinte minutos mi limusina estará fuera de tu casa, estate lista —le informo.

Claro, te veo dentro de veinte minutos, adiós.

—Adiós —cuelgo la llamada.

Finalmente, abandono el edificio y una vez me encuentro en el exterior, Trevor me recibe con la limusina, esperándome.

—Signorina Vitali.

—Trevor —lo saludo y se apresura a tomar mi equipaje. No hago más que meterme dentro del vehículo y él hace lo mismo al cabo de unos minutos.

—¿A dónde nos dirigimos?

—A casa de Emma, luego llévanos donde el jet privado por favor.

Pone en marcha el inmenso vehículo y me pongo cómoda sobre los asientos de cuero. Al cabo de unos veinte minutos, la limusina se detiene frente a la pequeña pero rústica residencia de Emma.

No vive en una enorme mansión, pero su casa es preciosa. Siempre he sentido cierta satisfacción con sus gustos. Es muy rústica y sencilla con este tipo de detalles.

Trevor ayuda a mi amiga con el equipaje al abandonar la limusina y al cabo de unos segundos, Emma entra dentro del vehículo.

—Buongiorno —la saludo con una sonrisa.

Se ríe y me da un beso en la mejilla.

—Gracias, gracias.

—No tienes que agradecerme, al fin y al cabo, soy tu amiga.

—No me importa, te lo voy a agradecer siempre por haber pensando en mí —chilla, entusiasmada.

—¿Cómo te sientes? —interrogo.

—Sobrellevándolo —responde—. No te imaginas mi sorpresa cuando me enteré que el muy hijo de puta tenía una familia, no podía creérmelo. Todo este tiempo estuve siendo la otra revolcándome con él mientras él tenía a una esposa que lo esperaba en casa junto con sus tres hijos. Fue un fiasco, nunca en mi vida me había sentido tan decepcionada.

—Ya llegará alguien mejor —digo, en un intento de darle esperanzas y hacer que se sienta un poco mejor.

—Eso espero —suelta un suspiro—. En fin, ya no quiero hablar de ello, es tema pasado. Concentrémonos en Paris y en tu desfile, estoy más emocionada que tú. Hace tiempo que no te veía en la pasarela de forma presencial, la última vez que eso sucedió fue hace dos años.

Sonrío al recordarlo. Estaba muy emocionada al verme por primera vez.

—Sí, ha pasado mucho tiempo desde entonces.

—¿Y cuánto tiempo nos quedaremos allá?

—Unos tres o cuatro días en los cuales nos hospedaremos en Maison Albar Hotels Le Diamond.

Está bien.

Conversamos en el trayecto hasta el jet privado y una vez llegamos hacia la dirección, Trevor nos ayuda con el equipaje. Abordamos el jet, nos ponemos cómodas cuando no encontramos dentro y el jet no tarda mucho en despegar en dirección a Paris.

Estoy preparada para estos tres días y al menos, tengo compañía.

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