Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 14

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By juliettamv

LA MODELO
.
Edward

La sala se ve atormentada por la infalible cantidad de personas qué hay. Ni siquiera sabía que eran tantas.

Me muevo sobre mi lugar, o al menos hago un intento, ya que cierta figura femenina que reconozco se me atraviesa en el camino.

—¡Hola! —Noemí se me cuelga del cuello como si fuera su monigote de plástico.

—¿Que estás haciendo aquí? —la aparto.

—Me invitaron. ¿No es obvio? —Me da un beso en la mejilla—. ¿Qué? ¿Acaso creíste que no iba a venir? —Examina el entorno—. Me encanta la decoración, es muy minimalista.

Me importa una mierda lo que quiera decirme, hay cosas más importantes que hacer. Me toma del brazo cuando intento alejarme.

—¿Adónde vas? —interroga.

—Tengo cosas más importantes que hacer, ¿te crees el centro del evento o qué? —me suelto de su agarre y se precipita hacia mí. La tomo por los hombros para hacerla reaccionar ante semejante estupidez—. ¿Sigues con lo mismo, Noemí? No me jodas.

—Escucha... sé que estás confundido Ed, sé que es extraño sentirte de esta forma y...

—¿Sentirme de qué forma exactamente? ¿En la forma en la que simplemente te veo como a la mujer que me tiro? ¿O es que también crees que eres la única a la que me follo?

Niega con la cabeza.

—Somos especiales y...

—¿Somos? No hay ningún "somos" porque no veo más que dos personas que quisieron satisfacerse mutuamente —me aparto—. ¿No fue así desde siempre? Te advertí desde un principio cómo funcionaban las cosas conmigo.

Me suelta una bofetada.

—¡Vete a la mierda!

Da igual.

Me mezclo entre los invitados y entonces, localizo a Daniel en la punta del salón. Está conversando con una mujer de vestido opulento. No puedo distinguirle muy bien el rostro debido a las luces, pero me resulta familiar la figura. Quizá me la follé, es probable, pero me recuerda a alguien en particular.

Visualizo como terminan de conversar y por inercia, sigo a Daniel, quien parece notar mi presencia al instante.

—¿Se te perdió algo? —interroga.

Traslado la mirada hacia donde se encontraban conversando, pero ya no hay rastro de aquella mujer.

—¿Con quién hablabas? —suelto.

Frunce el ceño.

—¿Qué te pasa?

—¿Quién era? —insisto.

—Parecía una buena mujer como para que la quieras para que sea uno de tus ligues de una noche.

Es un caso perdido cada vez que intenta hacerme razonar, sabe que me la voy a tirar igual.

—Solo dime el puto nombre.

—Leanne Vitali —lo sabía.

Le doy una palmada en el hombro y le dedico un asentimiento de cabeza. Me encamino hacia el ascensor, me meto dentro del cubículo y presiono el botón que me lleva hacia la última planta del edificio.

Me meto dentro de mi oficina y llamo a mi secretaria, quien se aparece en la oficina con una sonrisa plasmada en el rostro. «De seguro piensa que la llamé para follar»

Señor Haste —se acerca un poco, pero mantiene una distancia un tanto aceptable entre ambos—, ¿necesita algo?

—Sí. Llama a Leanne Vitali y dile que se presente en mi oficina ahora —ordeno.

Da un paso atrás, confundida.

—¿Leanne Vitali?

—¿Tienes algún tipo de problema auditivo? —la miro.

—Eh... no, claro que no. Solo...

—¿Qué? ¿Creíste que iba a llamarte para que sigamos tirando? —Le hago un gesto para que se marche—. Ve a buscar a la modelo y exígele que venga. No tengo tiempo para tus lloriqueos.

Inmediatamente se retira de la habitación. Me sirvo un trago y le doy un sorbo al alcohol que me quema la garganta.

No sé qué le sucede a esa inepta de mierda. Todo porque me la chupó se cree que ahora vamos a construir una historia de romántica como dos pubertos empedernidos, ¿por quién me toman esas ilusas? Esa es la principal razón por la cual no debí desahogar mi apetito sexual con ella.

Los empleados son empleados. Me lo había dicho mi padre para que me evitara cierto dolor de cabeza, terminé haciendo lo incorrecto y dejándome llevar por la calentura como un imbécil. Pero no tengo la culpa de ser tan jodidamente irresistible y que la secretaria termine colgada del techo del edificio por mí. Si supiera diferenciar entre amor y una mamada matutina quizá las cosas serían más diferentes.

Dejo el rock glass sobre la mesita al oír como tocan la puerta.

—Adelante.

La puerta se abre y volteo, observando la esbelta figura que cierra la puerta a velocidad lenta. El vestido oscuro de tono violeta le deja los hombros descubiertos, exhibiendo la piel bronceada y la pierna derecha que se ve a la vista debido a la abertura del vestido.

Noto como mi sangre empieza a bombear hacia un punto en concreto.

—La mia presenza è necessaria per lei, signor Haste?

«¿Mi presencia le es necesaria, señor Haste?»

Su acento envuelto en italiano me prende más y doy un paso hacia ella.

—Sí —afirmo.

Tuerce los ojos mientras suelta el aire con fuerza. Pasa su peso de un pie a otro y devuelve su mirada hacia la mía, creando un contacto visual estrecho nuevamente.

—¿Qué quieres, Edward?

Pregunta estúpida, incluso ella lo sabe. Me hace pensar que simplemente está nerviosa, pero su expresión no me lo demuestra de forma directa, aunque es deducible según mi punto de vista.

Intenta darse la vuelta, pero la tomo del brazo.

—No saldrás de esta oficina hasta que follemos. Hice que te trajeran hasta aquí con un objetivo y eres muy consciente de lo que quiero.

La llevo contra la pared y le pongo el seguro a la puerta. Noto la sonrisa que realza sus labios.

—¿Qué? ¿Acaso el arrogante de mierda no fue capaz de olvidarme? 

—¿Y a ti te infla el ego el que te busque? —interrogo—. Porque aquí la única afortunada eres tú.

Me mira, molesta.

—Te crees que por ser atractivo eres el centro del mundo —alza la mano, pero se la sostengo cuando intenta propasarse—. Eres patético.

—Y tú una insolente que no puede mantener la boca cerrada.

—Podré ser una "insolente" que según tú, no sabe cerrar la boca, pero al menos no me creo superior a los demás.

—Ese es tu error —asevero—. No me creo nada, simplemente lo soy. ¿Por qué crees que ahora todos se encuentran bajo el techo de este edificio? —se mantiene en silencio.

—Dices no soportarme, pero mueres porque te arranque el vestido y te folle en este instante —murmuro.

—No tengo nada qué negar. Parece que aún no te ha quedado claro que no eres el único capaz de decir las cosas en la cara siendo claro y conciso, porque yo también puedo hacer lo mismo.

Me toma de la corbata y pega sus labios contra los míos. La llevo contra el escritorio mientras la obligo a abrir la boca para que reciba mi lengua.

Lo único que puedo resaltar que me agrada además de su físico, es que no se anda con rodeos asimilándose a una inmadura que pretende que la busque
a cada rato. Ella lo admite y lo busca sin necesidad de andar con estupideces encima.

Le separo las piernas y dirijo mis manos hacia las bragas de encaje que se sitúan por debajo de la tela del vestido. Como era de esperarse, está muy mojada y dispuesta.

Suelta un gemido ante el primer tacto, echando la cabeza hacia atrás y soltando leves gemidos cuando empiezo con los juegos previos. Introduzco dos dedos en su interior mientras araña la tela de mi camisa y gime.

Está tan empapada que podría embestirla ahora mismo y no voy a perder el tiempo con los juegos previos, necesito hundirme ahora. La volteo contra el escritorio y le levanto el vestido. Termino de descender la tela de sus bragas por debajo de sus muslos, libero mi miembro y separa las piernas.

Le rodeo la cintura con la mano y la embisto desde atrás sin contemplaciones, provocando su sonoro gemido que inunda la habitación. Suelto un jadeo ante la sensación de piel a piel, está muy estrecha y la sensación me envuelve.

Enredo mi mano alrededor de la cabellera castaña oscura que le llega casi hasta la cintura y juego con él a mi antojo. Noto como sus manos se aferran al borde del escritorio al acelerar los movimientos que incrementan sus gemidos.

Mi peso se va sobre el suyo mientras me sostengo la melena de pelo y arremeto con los empellones que nos hacen jadear a ambos. Oigo su acelerada respiración cuando me detengo durante una fracción de segundos y vuelvo a embestirla con el doble de fuerza. Suelta el aire con fuerza y echa la cabeza hacia atrás.

—¡Dios! —jadea, extasiada.

—Lo sé.

—Cállate —gruñe—. Tienes la puta arrogancia metida hasta el culo.

—Deja de jugar el papel de la mojigata —la embisto lentamente, torturándola—, te gusta de todas formas.

Se vuelve hacia mí y de un momento a otro, me empuja contra el sofá que se sitúa detrás de ambos. Mi espalda choca contra el respaldo y observo la vista que me ñ regala desde mi lugar mientras se acerca a mí hasta posicionarse sobre mi regazo.

Termina de deshacerse de sus bragas y se deja caer sobre el falo erecto que le arranca otro gemido. Crispo mis manos alrededor de cintura y vuelve a moverse sobre mi regazo, marcando los movimientos.

Traslado las manos hacia la tela del vestido que le dejan los hombros al descubierto y hago fuerza sobre la tela hasta liberar los pecaminosos pechos por encima de la tela del vestido. Me prendo de ellos con vehemencia mientras marca los movimientos circulares sobre mi miembro.

Sus labios buscan los míos e introduzco mi lengua en el proceso. Ejerzo más fuerza sobre su cintura con mi mano, incrementa los movimientos, las placenteras sensaciones de mi miembro palpitante en su interior que me recibe de forma gustosa la hace explotar en medio de un fogoso orgasmo y tan sólo al cabo de unos segundos, me descargo en su interior con fuerza. Solo espero que se tome la maldita píldora o lo que sea que utilice para prevenir algún embarazo.

—Abre la maldita puerta, Edward.

Oigo la voz de Joseph desde el otro lado de la puerta y Leanne no tarda mucho en levantarse de mi regazo. Me levanto también del sofá mientras me arreglo el pantalón y la observo recoger su bolso que yace en el suelo.

Se vuelve hacia mí con una leve sonrisa que solo muestra sus labios curvándose.

—Buenas noches.

Le dedico un leve movimiento de cabeza y procede a abandonar la oficina. Me convenzo de que esta es la última vez que la voy a buscar, «Ya me aburrí» Me convenzo. Nunca he buscado a una mujer tanto para follar, generalmente no suelo follarlas más de cinco o cuatro veces, pero extrañamente, tengo ganas de seguir divirtiéndome.

Cojo una de las botellas de whisky que vierto dentro de un rock glass y me lo llevo a los labios, dejando que la esencia me queme al garganta.

—Mientras yo aguantaba a tu puta amante, tú bebías y follabas como si nada con la modelo —se queja Joseph.

Me vuelvo hacia él.

—¿Te molesta?

—Lo único que me molesta es que Noemí haya estado persiguiéndome toda la velada con la intención de que le dijera acerca de tu paradero. El único que debe hacerse cargo de sus amantes eres tú. ¿Por qué mierda la invitaste si no soportas su presencia?

—Yo no la invité, dile a la inútil que contrataste como secretaria, fue ella la que la invitó.

Deja escapar el aire con fuerza y examina la oficina con la mirada.

—¿Desde cuándo te metes con tus amantes en la puta oficina? Teníamos un acuerdo.

—Me importa una mierda —dejo el rock glass sobre el escritorio—. Tú haz tu vida, yo hago la mía.

Me detiene antes de que abandone la habitación.

—Sherlyn quiere vernos mañana en la mansión —dice.

—Que se quede esperando.

Afianza el agarre en mi brazo.

—Tenemos que ir.

—No tengo por qué rendirle cuentas a esa mujer —me suelto de su agarre—. Ve y diviértete en esa mansión como la falsa familia que somos, pero a mí no me metas en esa mierda.

Termino por abandonar el despacho, ya es tiempo de largarme y los dramas familiares me colman la poca paciencia que tengo.

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