Caricias Prohibidas

By juliettamv

628K 42.1K 4.4K

LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 9

15.4K 1K 231
By juliettamv

INSOLENTE
.
Leanne

Termino de aplicarme el labial rojo que me realza el contraste de mi tono de piel, realzando mi look. Termino de ondular mi pelo mientras me observo en el espejo, tratando de habituarme al vestido en el cual me encuentro.

Es un vestido negro de escote abierto profundo que me llega un poco más arriba de las rodillas. Para la ocasión, decidí ondular un poco mi pelo para darle más volumen y poder darle un toque más diferente.

Matarás a todos los hombres —exclama Emma desde la otra línea del Picturephone—, te ves como una diosa italiana.

«Picturephone: El primer aparato capaz de transmitir imagen además de voz y plenamente disponible para el público en general se llamaba Picturephone. Era utilizado antes de que la tecnología evolucionara»

Observo el Picturephone que vino en conjunto en la habitación y que tengo apoyado a un lado del tocador, en el cual visualizo a Emma con su pelo recogido en un moño. Decidimos hacer una videollamada para conversar un poco.

Dejo escapar una corta risita y me acerco un poco a la cámara para observar mi maquillaje.

—Gracias.

Me siento sobre la silla para colocarme los tacones negros de punta alta que solo consiguen realzar mi figura.

¿No vas a contarme como va el viaje? —interroga, entusiasmada— Me concierne saber qué has estado haciendo últimamente. ¿Cómo va eso de soportar a Cindy y a Edward?

—Terrible —suelto un suspiro—. Ese hombre es un idiota, su actitud me provoca migraña y ni te imaginas Cindy.

Rueda los ojos.

Ya me la imagino, aun recuerdo aquella vez que Charlotte me la presentó en Las Vegas. Es una mujer extremadamente entusiasta, grita demasiado y es muy caprichosa.

—Es caprichosa —afirmo—. No te das una idea de la rabia que sentí cuando le gritó a aquella recepcionista el día que llegamos —ruedo los ojos—. Su actitud no tiene remedio, es una caprichosa que cree que puede tener el mundo a sus pies si se le da la gana. Cree que por tener un par de millones de dólares es superior a los demás y puede tratarlos como meros sirvientes.

Te compadezco. ¿Cuándo regresas? Hailey está en Las Vegas realizando un desfile de modas muy importante y yo no he estado con mucho trabajo encima.

—No estoy segura de por cuánto tiempo estaré aquí —admito—. Supongo que será poco, aunque me iré cuando Charlotte y David se marchen —esbozo una sonrisa—. ¿Acaso ya me echas de menos?

La veo hacer una mueca.

No, solo extraño molestarte.

—Mentirosa —suelto una carcajada—, me extrañas demasiado —miro a la cámara—. ¿Qué te sucede ahora?

Le da un sorbo a la copa de vino que tiene en la mano derecha antes de trasladar su mirada hacia la cámara.

Ya me decidí, me haré lesbiana, los hombres me tienen harta —ruedo los ojos—. De verdad, a este punto no sé si yo soy el problema o son ellos. Quiero a un jodido mastodonte de un metro noventa que no juegue conmigo y conozco a puros imbéciles, ¿puedes creerlo? Tengo mala suerte, no nací para el amor, soy pésima.

—Primero que nada, tú no eres el problema —me levanto de mi asiento—. Si algún hombre no puede apreciarte entonces el único que tiene un problema es él. Tan solo debes seguir adelante y quizá en un futuro encuentres al indicado.

—¿En cuál futuro lejano? ¿Dentro de cincuenta años, quizá?

—En el tiempo que sea necesario y en el cual tú te sientas estable para mantener una relación con alguien. No creas que tú eres el problema porque no lo eres.

—¿Y entonces quién es el problema?

Ruedo los ojos.

—Estás dramatizando —digo—. Nadie ni nada es el problema, a veces las personas no están destinadas a ser. No siempre se necesita un problema en concreto.

Lo dice la que tiene a todos los hombres detrás suyo. Si quisieras, podrías tener un novio diferente cada día Leanne. Eres la mujer del momento, todos te desean.

Despejo la atención de mi maquillaje para observarla.

—Lo sé —afirmo—, sé que estoy en el mejor momento de mi carrera y sé lo mucho que algunas personas me prestigian por ello, pero eso no significa que un par de hombres que estén detrás de mí me hagan feliz. La soltería es algo que debe disfrutarse y aunque te cueste creerlo, a veces, es bueno estar sola durante un tiempo. Estar a solas durante un tiempo te sirve para conocerte a ti misma y lo digo por experiencia propia. 

Se pasa las manos por el rostro. 

Debe ser fácil para ti, yo solo quiero una relación con alguien que me entienda.

—No siempre las cosas son como queremos —concluyo—. Deja de torturarte por hombres que no valen la pena y disfruta de tu vida. Hablas de mi vida, ¿pero qué hay de ti? Tú eres una muy buena arquitecta con una gran carrera en la cima.

—No exageres.

—No exagero. De hecho, no entiendo mucho acerca de la arquitectura, pero tú pareces ser buena en ello, he visto tus proyectos y tienes una gran inteligencia.

Gracias.

—No me agradezcas, no dije más que la verdad —me acerco a la cámara—. ¿Qué opinas de mi look para esta noche? —le muestro mi vestido.

Estás buenísima, ve a ese puto bar y fóllate a todos —suelto una carcajada.

—Claro, lo haré —ironizo. Observo la hora en la pantalla de mi teléfono—. Tengo que colgar, ya es la hora y todos deben de estar abajo. ¿Te llamo luego?

Disfruta de la noche y mañana me cuentas qué tal.

—Está bien, buenas noches.

—¡Buenas noches! —exclama antes de colgar.

Guardo mi teléfono dentro de mi pequeño bolso de mano de preferencia negra y finalmente, abandono la habitación.

Recibo un mensaje entrante de Charlotte al abordar el ascensor, el cual leo con inquietud apenas las puertas se cierran.

Cindy se impacientó más de la cuenta, no ha dejado de chillar y tuvimos que irnos al bar antes. Te esperamos abajo, tómate tu tiempo.

Guardo el teléfono nuevamente dentro de mi pequeño bolso cuando las puertas se abren y avanzo por la recepción hasta llegar hacia el apartado, cruzando el restaurante que no se encuentra muy habitado.

Al llegar al bar titulado como Amore, oigo la estruendosa música que resuena dentro del lugar. La verdad es que me cuesta un poco habituarme a la esencia de la estancia, pues no suelo salir mucho. Soy del tipo de persona que prefiere quedarse en casa viendo una película, haciendo un poco de ejercicio físico o tratando de cocinar con mis amigas una de esas recetas de internet para profesionales y fallando en el intento, provocando un desastre en la cocina.

Los bares son de mi agrado, pero diría que este lugar es más bien un tipo de club con una esencia más sensual. Las luces son de una tonalidad rojiza, produciendo un augurio un poco más sensual y relajante. Hay una enorme pista con música italiana, una barra metálica, un DJ que juega con la música y camareras que visten sensualmente y reparten aperitivos o bebidas exóticas.

Me mezclo entre las personas hasta llegar a la mesa en la que los veo a lo lejos a Cindy, David y Charlotte. Todos ellos, menos Edward.

Ojalá haya tenido que marcharse. Deseo, no lo soporto en lo absoluto a ese imbécil.

—Leanne —Charlotte se levanta de su asiento a recibirme. Observo el vestido ceñido blanco que lleva encima, le queda bien—. Te ves increíble.

Siempre ha sido una persona muy dulce y expresiva, es como el perfecto complemento para David. Es amigable sin siquiera intentarlo, solo le basta una mirada. La describiría como a ese tipo de persona en la que puedes confiar.

Le dedico una sonrisa.

—Gracias, tú también.

Le doy un beso en la mejilla a David y hago lo mismo con Cindy a modo de saludo, sin embargo, la rubia se muestra indiferente. No le pregunto qué le sucede, no me interesa y seguro es otro de sus caprichos. Ya se le va a pasar.

Tomo asiento justo al lado de la rubia que bebe un martini con una extraña serenidad y por inercia, cojo el trago de David y le doy un sorbo.

—Podrías haber ido a buscar uno —protesta éste.

—Tú mismo lo dijiste, podría —me encojo de hombros y dejo el trago sobre la mesita.

Conversamos un poco durante un par de segundos, poco a poco, Cindy va recuperando su entusiasta actitud y regresa con sus típicos gritos a la hora de hablar.

Sin embargo, al cabo de unos minutos, David muestra su atención en alguien más.

—Hasta que alguien se dignó a aparecer —exclama éste, sonriendo divertidamente.

Volteo y allí lo veo a Edward avanzando justo hacia aquí. Lleva unos pantalones negros junto con una reluciente camisa blanca. Su pelo de tonalidades oscuras se encuentra revuelto de forma ordenada, es como si fuera desordenado pero a la vez, ordenado.

Cindy sonríe de lado a lado al verlo.

—¿No crees que es guapo? —interroga a mi lado. La observo, ¿qué le picó? ¿Por qué me lo pregunta a mí?

—Me da igual —admito, observando mis uñas.

—No mientas —murmura—, cualquiera admite que está bueno y que podría volver loca a cualquier mujer si se lo propone. Es un hombre increíble.

Me pregunto si lo conoce realmente más allá de su físico como para hablar de esa forma. Lo dudo mucho.

—No mentí —la miro a los ojos—. Reconozco que es guapo, pero eso no significa que me vuelva loca. Es otro hombre más.

—Entonces deberías saber que él me interesa.

—¿Y qué te hace pensar que a mí me importa?

Sonríe.

—No vengas con ese cuento, he visto como ambos se miran mutuamente.

—No tengo la culpa de que él esté interesado —concluyo—. Si quieres reclamarle algo a alguien ve con él, yo no he hecho absolutamente nada.

—Ten cuidado, Leanne.

—¿Estás amenazándome? ¿Por un hombre? —interrogo. Su idiotez cada día me sorprende más.

Sin embargo, suelta una sonora carcajada.

—¡¿Amenazarte?! ¡¿Yo?! —se carcajea, rompiéndome los tímpanos con su sonora risa— ¡Claro que no! —me da una palmada en el hombro y se levanta de su asiento.

Ruedo los ojos y me abstengo a dejarme llevar por mis impulsos. La observo avanzar hacia Edward y darle un efusivo beso en la mejilla para luego dirigirse a la barra para ordenar un trago.

Al cabo de unos segundos, Edward toma asiento a mi lado y le da un largo sorbo a la bebida alcohólica de David, quien suelta un bufido.

—¿Qué es lo que tienen con mi bebida? —le arrebata la bebida a Edward y se la termina de un sorbo—. ¿No vas a saludar a Leanne? —le hago un gesto a David con la mano para que no insista, pero solo consigo que me lance una mirada desafiante.

Ruedo los ojos y cruzo una pierna sobre la otra cuando la mirada de Edward se posa sobre la mía.

—No me vengas con esa mierda —le oigo decir.

—No me sorprende viniendo de una persona tan maleducada y arrogante como tú —suelto, mirándolo.

—¿Te ofendí? —interroga, sonando sarcástico, pese a que en su rostro no hay ninguna expresión de que la situación le produzca gracia alguna.

Abro la boca para soltar otra bomba impulsiva, sin embargo, Charlotte interviene y le da un casto golpe a David en el hombro al ver que no para de sonreír como imbécil ante la situación.

—¿Van a seguir peleando siempre? —interroga la esposa de mi mejor amigo—. ¿No podrían llevarse ni siquiera bien por un instante?

Ambos nos miramos mutuamente, pero aparto la mirada antes de que siga acribillándome con ella.

—No —soltamos inevitablemente, al unísono.

—Los enemigos se aman —decreta David, sonriendo como idiota—, ¿no es así?

—No —niego.

—¡¿De que hablaban?! —Cindy regresa y detrás de ella, una camarera avanza hacia la mesa, dejando una bandeja con cinco vodkas.

—Gracias —agradecemos David, Charlotte y yo mientras que Cindy y Edward se mantienen en absoluto silencio. Imbéciles malagradecidos.

Cojo un shot de tequila y le doy un rápido sorbo. En definitiva, no estoy preparada para oír a Cindy contar una de sus anécdotas o soltar alguno de sus comentarios retrógrados que me sacan de quicio.

En la mesa en la que estamos, hay un total de cinco sofás para cada uno. David y Charlotte están sentados uno del lado del otro, Cindy está en el centro y Edward está a mi lado —lamentablemente—, lo cual provoca que cada vez que muevo un poco mi pierna izquierda, mi piel roza con la tela de su pantalón, produciéndome un leve escalofrío que me llega hasta el muslo. Él parece notarlo y como si lo hiciera apropósito, mueve su pierna un poco de vez en cuando, creando un leve contacto entre ambos. Vaya imbécil.

Mientras tanto, Cindy habla entusiasmada acerca de su cumpleaños ya que apenas sean las doce, oficialmente, la mujer cumplirá veintitrés años y no puede parar de chillar acerca de que recibirá muchos regalos y felicitaciones.

Sin embargo, de pronto hemos pasado de hablar del cumpleaños de la rubia a pasar de hablar de las cirugías plásticas. No sé como fue que surgió el asunto, simplemente Cindy lo tocó.

—Jamás me haría algo en la cara —admite Cindy, haciendo una mueca de disgusto—. ¿Acaso me imaginan con bótox? Se vería horrible, no podría ni siquiera mover mi cara para hacer alguna expresión. No entiendo por qué hay mujeres que disfrutan del bótox —le da un sorbo a su vodka—. Además, a los hombres les gustan las mujeres naturales —la rubia traslada su mirada hacia mí—. Leanne, ¿tú te has hecho algo en la cara?

Alzo la mirada, conectando con la suya. ¿Quiere tomarme el pelo?

—No.

—¿Segura? —ríe con nerviosismo—. Quiero decir... no tienes nada que ocultar con nosotros, ademas...

—No —repito, impacientándome con su actitud—. No lo he hecho y de lo contrario, tampoco lo negaría. No tengo nada que ocultar, tú misma lo has dicho.

Se carcajea y asiente con la cabeza.

—¿Y a ti David? —traslada su mirada hacia mí mejor amigo—. ¿Te gustan las mujeres naturales?

Éste se pasa una mano por el pelo, algo nervioso, y pensativo ante su irreverente pregunta.

—Eh... honestamente, me da igual —admite.

—¿Y a ti Edward? —traslada su mirada hacia el hombre que se sitúa a mi lado y que tiene la atención puesta en su vodka—. ¡Oh, es verdad, a Edward le encantan las mujeres naturales!

—¿Yo cuándo he dicho esa mierda? —interroga Edward, mirándola.

—Cariño no te lo tomes a mal, era solo una bromita—se carcajea ésta, pero a él no parece producirle gracia alguna—. De todas formas, las mujeres naturales siempre serán las mejores, las plásticas son unas ridículas. Deberían aprender a amarse a sí mismas en vez de cambiar sus apariencias para satisfacer a los demás, quiero decir, es injusto. Además, la mayoría de las operadas se creen que por un par de cirugías son las mujeres más bellas del mundo, son realmente hipócritas.

La rabia se me sale por los poros. ¿Desde cuándo una mujer se expresa de esta forma de las demás? ¿No se supone que tenemos que respetarnos entre nosotras y apoyarnos mutuamente? ¿Dónde quedó el respeto que todos merecen?

—¿Insinúas que una mujer que tenga cirugías plásticas merece menos respeto que las demás que son naturales?interrogo—. Todos merecemos respeto, no importa lo que nos hayamos hecho en la cara. Cualquier mujer que haya decidido hacerse una cirugía plástica es libre de sentirse bien consigo misma, ¿cuál sería el problema si quiere presumir que se siente bien con su apariencia?

—Que es falso —se carcajea—, nada de eso es real, es solo plástico y ellas viven en una realidad falsa. Se han hecho todas esas cirugías para encajar y satisfacer a los demás.

—¿Qué te hace pensar que lo han hecho para encajar? Quizá simplemente quieran hacerlo para ellas mismas y no hay nada de malo en ello. Todas las mujeres son libres de sentirse bien consigo mismas tengan una cirugía o no. El respeto es esencial y el que te expreses de esa forma de las demás dice mucho de ti como mujer —dejo mi copa sobre la mesita—. Iré a tomar aire fresco.

Abandono el club, llegando hacia la bajada de la playa en la cual hay luces por todos lados junto con personas que conversan. Es un ambiente mucho más tranquilo en comparación al bar. La música es un poco más tranquila, no hay muchos murmullos ensordecedores y hay una barra pequeña con taburetes en la cual también se preparan tragos.

Me alejo un poco de la multitud y me quito de los tacones, dejando que el agua de la orilla del mar me moje la punta de los pies, está algo fría pero me es satisfactorio sentirla haciendo contacto con mi piel.

—Hey.

Una voz a mis espaldas me hace voltearme sobre mis talones y visualizo a Charlotte. No había podido detallarla muy bien dentro del club pero con la iluminación aquí fuera puedo examinar mucho mejor su pelo que está alaciado y que se encuentra recogido en un bonito peinado al igual que el vestido ceñido blanco que se cierne sobre su cuerpo.

—¿Qué haces aquí? —interrogo.

—Nada, solo quería venir contigo —suelta una corta risita—. Me ha gustado como le cerraste la boca a mi prima.

Mi único inconveniente con esta mujer que parece ser un amor de persona, es que se mantiene callada y no corrige las actitudes de su egocéntrica prima.

—¿Por qué no la callaste? —interrogo— Sé que no piensas de la misma forma que Cindy, tan solo me pregunto por qué soportas que se exprese de esa forma. Eres su prima, podrías corregirla, quizá te haga más caso a ti que a mí.

Deja escapar un suspiro.

—Me es complicado... Cindy siempre ha estado sola, sus padres no le dieron atención y nunca tuvo a alguien que la quisiera realmente.

—Eso no justifica que trate a todo ser humano como la mierda —espeto—. Es caprichosa y engreída.

—Lo sé —se arregla el pelo con una mano—, pero nunca sé cómo controlarlo cuando se trata de ella. Es fácil para ti decirlo, pues tú sueltas todo lo que piensas, a mí se me hace difícil soltarle sus verdades como si nada.

Me encojo de hombros. Generalmente, intento controlarme y por arte de magia, logro hacerlo, aunque a veces, me es simplemente imposible cerrar la boca.

—Pues deberías empezar a hacerlo, es solo un consejo. Si nadie la corrige, nunca cambiará su actitud al igual que sus pensamientos retrógrados.

Nos quedamos conversando en las afueras durante un buen rato hasta que su teléfono empieza a sonar. Ambas nos detenemos y la observo coger su teléfono mientras le echa un vistazo a la pantalla.

—Es mi madre —me informa—, debo contestar, quizá sea importante. ¿Regresarás adentro?

—Sí —afirmo—, está empezando a refrescar un poco. ¿Te veo dentro del bar? —asiente con la cabeza y le devuelvo el gesto antes de encaminarme hacia el hotel. 

Una vez me encuentro frente a las puertas del bar, me quito la arena de los pies y vuelvo a colocarme los tacones antes de regresar adentro. La música regresa a mis oídos como un vaivén y observo a las personas que bailan en la pista. Traslado mi mirada hacia el lugar en el que nos encontrábamos, pero no hay nadie allí. ¿Se habrán ido? Cindy, no lo creo, es su cumpleaños, David tampoco se habría ido y mucho menos sin su esposa, ¿y Edward? Es muy probable. 

Por inercia, me dirijo hacia la pista de baile, tratando de localizar a algunos de ellos, pero no hay rastro alguno. ¿Adónde mierda se fueron? Aparto a las personas que se me cruzan en el camino, sin embargo, una mujer corpulenta me pasa por al lado con fuerza de tal forma que me empuja y entonces, termino chocando contra otra persona desconocida.

Alzo la mirada, anonadada y ya preparada para disculparme con la persona que me llevé por delante gracias a la idiota que me empujó.

Me trago todas las palabras que estaba a punto de decir al ver a la figura que se cierne frente a mí.

—¿Siempre te chocas con todas las personas que conoces o tienes algún tipo de retraso del cuál aun no me han hablado? —interroga, serio.

—¿Siempre eres un imbécil con todas las personas que se chocan accidentalmente contigo? —contraataco, observando sus ojos azules. Imbécil, eso es lo que Edward Haste es, pero si tuviera que describirlo con una palabra, sería la que voy a soltar—. Eres un bastardo y un engreído de mierda al igual que Cindy, son tal para cual.

—¿Ahora crees que estás soltándome las verdades? —se mofa—. Eres patética.

—Como si tú ya no lo fueras, imbécil.

Esboza una corta sonrisa.

—Te encanta enfrentarte a mí y mostrarme cuán altanera eres, ¿no es así?

—Y a ti te gusta ser un bastardo con los demás, ¿no es así? —la rabia me gana. Su actitud me enfurece, no sé por qué me enfurece tanto y he conocido a personas que denotan arrogancia, pero no tanto como él, la tiene metida hasta el culo.

—Eres una insolente, Leanne.

—¿Ah, sí?

Observo la mesa que está a mi derecha con miles de tragos encima, todo parece dar vueltas, los impulsos me ganan y entonces, termino cogiendo una de las copas con hielo y se la vierto encima.

El contenido de la copa le empapa la camisa blanca y al instante, siento arrepentimiento por haber realizado tal impulsiva acción.

—Edward...

Antes de que pueda terminar de hablar, ahogo un grito cuando él me hace lo mismo. Lo observo extremadamente molesta mientras lo que parece ser agua me moja la piel y me empapa el costoso vestido negro.

Imbécil. Hijo de puta. No creí que se atrevería a hacer lo mismo que yo le hice, pero lo hizo.

—¡¿Cuál es tu problema?! —exclamo.

—Tú me has hecho lo mismo.

—¡Estaba a punto de disculparme contigo!

—Muy tarde, lo hubieras pensando antes. 

Me doy la vuelta, molesta, y avanzo hacia la recepción a pasos rápidos. Una vez frente al ascensor, presiono el botón y las puertas se abren al cabo de unos minutos.

Me meto dentro del cubículo y no puedo evitar hacer una mueca al verme reflejado en el espejo con el pelo empapado en agua que contenía la copa. Presiono el botón de la tercera planta, las puertas amenazan con cerrarse, sin embargo, alguien impide que se cierren con su brazo.

Ruedo los ojos al ver a Edward, quien se aposta a mi lado en silencio y presiona el botón con destino a la tercera planta nuevamente, haciendo que esta vez, las puertas se cierren.

Me mantengo en silencio. Siento rabia, ira, sensaciones impulsivas que contengo y aprieto los labios con fuerza. Es un imbécil, un jodido imbécil, lo odio tanto.

Las puertas se abren en la tercera planta y ambos abandonamos el cubículo en silencio. Avanzo hacia mi puerta, sin embargo, me toma del brazo.

—¿Qué carajos crees que estás haciendo? —espeto, rabiosa.

Observo su pelo que se ve abordado por un par de gotas de agua que le salpicaron de la copa de agua que le lancé encima.

—¿Qué quieres, Leanne? —interroga.

—¿De ti? Nada.

—¿En serio?

—¿Qué te hace dudar?

Se mantiene en silencio y detallo su rostro con más amplitud al tenerlo muy cerca. Tiene rasgos faciales muy favorecedores. Lo miro, sin romper el contacto visual y me estremezco al percibir un repentino impulso que siento repentinamente. No es el tipo de impulso que me gustaría sentir precisamente. Él es una bestia, es un bastardo y no me agrada en lo absoluto.

Me muevo un paso hacia atrás sin destruir el inminente contacto visual. Antes de que pueda protestar, de un segundo a otro, me atrae hacia él y sus labios se estrellan sobre los míos, moviéndose frenéticamente. Apenas soy capaz de reaccionar, pero me veo correspondiéndole el beso y empujándolo contra la pared. 

Puedo saborear sus labios con frenesí y se nota su experiencia dado a que besa muy bien, no puedo negarlo.

Abro la boca, dejando que su lengua me recorra por completo.

—¿Vas a negarme que no has disfrutado provocarme de forma altanera? —me obliga a mirarlo.

—Yo no te provoqué, tú confundiste las cosas como el imbécil que eres.

Suelto el aire cuando me clava la erección en el vientre. Todo se siente muy intenso.

—Dices odiarme pero aquí estás, correspondiéndome y probablemente mojada —tira de mi labio inferior con fuerza.

—Cállate o te quedas sin nada —le exijo.

Me alza en brazos si dejar de besarme hasta que me apoya contra la puerta y lo veo sacar la tarjeta. Un solo clic basta y la puerta de la habitación se abre detrás de ambos.

—Que conste que esto es lo único que obtendrás de mí —digo contra su boca.

—No te creas tanto, Leanne. No me arrastro por nadie y tú no serás la primera en hacerme sentar cabeza.

—La arrogancia la tienes metida hasta el culo, bastardo. Yo tampoco me arrastro por nadie y menos por un imbécil como tú.

—Siempre hay una primera vez para una mujer como tú —desliza sus labios por mi cuello, pasando la lengua por los rastros de gotas de agua de la copa que el muy imbécil me tiró encima.

—Cállate de una vez —exijo—, te odio a ti y a tu insulsa arrogancia.

—Ajá.

Ni siquiera podemos parar de pelear ahora. Increíble, bufo para mis adentros.

Me calla con un gemido que me provoca al pasar sus manos por mi culo. Sus manos van a la cremallera de mi vestido y no tarda en liberar los pechos por encima de la fina tela, chupándolos.

Le desabotono la camisa empapada con destreza y logro tocar los duros abdominales que culminan su abdomen. Nunca había estado con un hombre tan dotado y aunque este imbécil no me agrade en lo absoluto, sabe tocarme.

Vuelvo a sentir la dura erección que me seca la boca y me quita el aire. Me derrumba contra la cama y termina de quitarme el vestido que cae al suelo. Sus caricias incitan lo prohibido, todo en él se siente como si fuera prohibido.

Separo las piernas mientras me convenzo que solo será una noche y luego me largo. Suelto jadeo al sentir su peso sobre mí, no despega la boca de mis pechos que chupa y tira de los pezones con fuerza.

Deslizo mis manos por su pelo y le alzo el rostro, obligándome a mirarme a la hora de buscar sus labios que danzan con los míos de manera ardiente. Rodamos sobre la cama nuevamente y vuelve a posicionarse entre mis piernas mientras me arranca las minúsculas bragas que lanza por algún lado en específico de la habitación.

Termino de desvestirlo con destreza y vuelve a cernirse sobre mí. Encamina su mano hacia mi sexo y toca mi clítoris con agilidad antes de enterrar un dedo en mi humedad hasta añadir otro.

—Mojada, tal como lo supuse —jadea en mi oído mientras me masturba con agilidad.

Clavo las uñas sobre las sabanas de seda mientras respiro de forma irregular. Separa mis piernas un poco más y me observa.

—¿Te cuidas? —interroga.

—Sí.

Apenas respondo, ya tengo su miembro en mi interior.

—Como termine en la ginecóloga a causa de una ETS voy a matarte —suelto en medio de un  tembloroso jadeo. Utilizo inyecciones anticonceptivas mensuales, aun así, jamás suelo decir aquello ya que algunos hombres tratan de desistir a la idea de utilizar un puto condón.

Vuelve a arremeter con fuerza, arrancándome un sonoro gemido, aun me cuesta adaptarme a su tamaño pero la sensación me es placentera después de haber estado bastantes meses sin actividad sexual. Clavo mis uñas sobre su espalda, sintiendo las palpitaciones en mi epicentro que envían descargas de placer y me provocan un cosquilleo en el vientre.

—Mierda —jadeo.

Sus estocadas no son tiernas o dulces en comparación a cualquier de otro de mis amantes que he tenido por una noche. Sus embastes son duros, fuertes y además, sabe aprovechar sus dotes con su experiencia. Jamás había mantenido relaciones sexuales sin condón y esta experiencia solo consigue incrementar las placenteras sensaciones que me provoca.

—¿No que me odiabas? —murmura con burla, desacelerando un poco sus movimientos.

—Cállate —gimo—. Eres un egocéntrico de mierda.

Desliza su miembro en mi interior con destreza pero lentitud. Mierda. Echo la cabeza hacia atrás, sintiendo como el placer se adueña de mí y de aquellos puntos nerviosos.

—Más rápido.

—No me exijas —gruñe mientras dirige su atención hacia mis pechos.

—Voy a exigir lo que se me dé la gana —suelto un gemido.

Incrementa mucho más los movimientos mientras acorrala mis muñecas contra el colchón sin dejar de embestirme en ningún momento. Llega un momento en el que simplemente, me dejo ir, soltando otro sonoro gemido al alcanzar el inminente orgasmo, sin embargo, me mantengo quieta al sentir su intensa descarga en mi interior. 

Se aparta de mí y se deja caer al otro lado de la cama. Me muevo sobre el colchón mientras intento estabilizar mi inquieta respiración, aun siento mis piernas temblar a causa del intenso orgasmo que me dio.

Paso una mano por mi melena de pelo y me preparo para levantarme de la cama. Fue solo una follada, ya tuve lo que quería al igual que él.

—¿Adónde crees que vas? —interroga con voz territorial.

—Me voy a mi habitación, no comparto una cama con nadie y menos contigo.

—Si alguien se va, soy yo —aclama.

Me vuelvo hacia él.

—Oh —finjo consternación—, ¿te pegué en donde duele? Siempre hay una primera vez para hombres como tú —utilizo sus mismas palabras.

Intento levantarme de la cama, pero vuelve a derrumbarme contra el colchón.

—Te vas cuando yo te lo diga, te guste o no.

—No siempre obtendrás todo lo que quieres, ¿eres consciente de ello?

Pasa una mano por mis pechos.

—Ya lo obtuve.

—Bastardo —murmuro.

—Insolente.

—Cállate, imb...

Me calla con un imponente y fogoso beso en el cual su lengua juega con la mía. Lo derrumbo contra la cama, sentándome a horcajadas sobre su regazo.

Continue Reading

You'll Also Like

137K 9.3K 76
Massimiliano Benedetti acostumbrado al dominio y poder otorgado por el imperio que construyó junto a su padre se cruza durante una gira ejecutiva con...
42.5K 2.5K 14
Tomioka y Tanjiro se convirtieron en pareja,todo iba bien hasta una misión en la que tomioka seria trasformado en demonio,a partir de ahi tendría que...
393K 28.6K 64
El "primer" amor de Devon, empezó con una aventura, noches de pasión, entrega total y sin compromisos. No terminó nada bien, solo un chico con el cor...
211K 13.3K 25
En su vida se había encontrado tantas veces en peligro que ya no le temía a nadie, luchaba para sobrevivir en un mundo donde si alguien triunfaba, lo...