Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 2

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By juliettamv

BODA
.
Leanne

Me quito las gafas de sol mientras que mis guardaespaldas se encargan de llevar mis maletas a la limusina. Avanzo en total silencio hacia esta simultáneamente a medida que examino mi entorno con la mirada. Ha pasado una semana y ya me encuentro en Nueva York pese a que muero de sueño.

Aún queda mucho trabajo que hacer, hay muchas empresas que quieren trabajar conmigo en sesiones de fotos, desfiles, blogs o entrevistas. Sin embargo, al tener tantas propuestas no sé qué hacer. 

—Señorita —uno de mis guardaespaldas me abre la puerta y le dedico un asentimiento de cabeza antes de deslizarme dentro de la limusina, la cual arranca al cabo de unos segundos.

Me dedico a mirar el paisaje hasta que llegamos a la ciudad de Nueva York repleta de personas.

Al cabo de una hora aproximadamente, la limusina se detiene frente al edificio en el cual voy a hospedarme durante estas semanas y me ayudan con mi equipaje hasta llevarlo a mi flamante pent-house. Una vez allí, recorro la estancia con la mirada mientras me encargo de llevar las maletas a la sofisticada habitación. 

Me dejo caer sobre la suave cama y saco mi laptop que llevo dentro de mi bolso. Es necesario tenerla siempre debido a la comunicación.

Noto que mi hermano Alexander me ha enviado un correo electrónico, aparentemente él está en Nueva York y propone que nos veamos mañana. Finalizamos la conversación acordando un horario exacto para mañana y noto que Rebecca también me ha enviado un correo electrónico.

Asunto: Invitación
De: Rebecca Mancini
Para: Leanne Vitali

Buenos días Leanne,

espero te encuentres bien. Me comunico contigo para notificarte que David acaba de enviarte una invitación.

Procedo a dejarla aquí para que puedas leerla.

Frunzo el ceño cuando mis ojos hallan por sí solos a un pequeño texto con letras negritas.

En el día de hoy, nos complace anunciarle que usted ha sido invitada/o a la boda de David Adams y Charlotte Campbell el día 30 de marzo a las cuatro de la tarde en el Bryant Park Grill.

Los estaremos esperando con mucho entusiasmo, 

D & C.

¿David? ¿Va a casarse? Ni siquiera sabía de aquello, llevamos un buen tiempo sin vernos y no creí que había tomado este paso.

Me quedo circunspecta mientras se repite en mi mente.

¡Va a casarse! ¡Con Charlotte!

No puedo creer que haya dado aquel paso. En definitiva, me siento feliz por él, aunque me sorprende que no me lo haya comentado antes.

Cierro la laptop y empiezo a recorrer el penthouse, tomándome un par de minutos, detallando al pent-house mientras la noticia de la boda de mi mejor amigo sigue plasmada en mi mente, en definitiva, nos debemos una charla urgentemente.

Reparo la sala de estar de la estancia que adquirí hace dos años cuando empecé a tornarme conocida en la industria del modelaje. En aquel momento ya estaba empezando a ganar demasiado dinero por mi propia cuenta. Es increíble mirar este lugar y pararme justo en donde me paré hace dos años cuando creí que no sería tan reconocida, pero me equivoqué, ahora soy una celebridad italiana mundialmente reconocida y me encanta serlo. La fama puede ser pesada y tiene sus desventajas, pero es reconfortante de vez en cuando.

Me quedo pensativa durante unos minutos hasta que recuerdo al acontecimiento que tengo agendado para el día de hoy. ¡La sesión de fotos! Sería una vergüenza de mi parte llegar tarde a una sesión de fotos, por lo tanto, me apresuro a la salida del penthouse y una vez me encuentro en el exterior, visualizo a mi chofer esperándome.

—Señorita. —Trevor me abre la puerta de la limusina y le dedico un leve asentimiento de cabeza a modo de gracias antes de introducirme dentro del vehículo que arranca al cabo de unos minutos.

Rebusco en mi bolso la gomita que tengo allí y la utilizo para recoger mi pelo en una coleta alta para evitar sentir mi melena de pelo haciendo contacto con mi rostro. El día es caluroso y no quiero estresarme.

Lo que queda del transcurso de viaje, miro por la ventana, contemplando a la ciudad de Nueva York que se encuentra repleta de personas y coches por las calles. Cuando llegamos al edificio en donde se realizará la sesión de fotos, Trevor me abre la puerta de la limusina y abandono el interior del vehículo mientras me arreglo un poco la ropa para parecer presentable.

—¿Necesita que la acompañe? —interroga Trevor.

—No te preocupes, espérame aquí, cuando la sesión finalice te llamaré.

Me dedica un asentimiento de cabeza.

—Como usted diga, señorita Vitali.

Me adentro en el edificio con rapidez para evitar a cualquier tipo de persona y me meto en el ascensor que me lleva a la planta en donde Rebecca me dijo; la planta tres. Avanzo hacia la sala en la cual hay fotógrafos, una mujer y otras mujeres que deben ser las estilistas. Todos parecen notar mi presencia al instante y la primera en acercarse a mí es una mujer de melena rubia que sonríe.

—Leanne, estábamos esperándote —dice mientras me estrecha su mano para introducirse—. Mi nombre es Sheila y mi equipo se encargará de tomar las fotos. Nuestras estilistas; Sarah, Lisa y Chiara se encargarán de proveerte la ropa y el maquillaje. Es un placer finalmente conocerte, Rebecca me ha hablado mucho de ti. 

—Lo mismo digo. —Acepto su mano.

Los fotógrafos se introducen con sus nombres al cabo de unos minutos y luego, una de las estilistas me lleva hacia el tocador, en donde me entregan el precioso vestido ajustado que utilizaré y el cual me coloco. Me miro frente al espejo una vez noto como la tela se ciñe a mis curvas, irradiando elegancia. 

—Señorita. —Una pelinegra me invita a tomar asiento y acato aquello.

Les doy la libertad de hacer lo que quieran ya que ese es su trabajo. Las tres mujeres que no recuerdo muy bien sus nombres se encargan de prepararme para la sesión de fotos. La estética es elegante, el vestido que llevo encima es rojo carmesí ajustado que me llega casi hasta las rodillas. Mientras una de las estilistas se encarga de mi pelo, ondulando las puntas en gran cantidad y otra de ellas se encarga de empezar con mi maquillaje. 

Cuando las mujeres finalizan su trabajo, me miro reflejada en el espejo. El maquillaje que llevo encima se ha encargado de realzar mis facciones, pero a la vez, es tal como me gusta, sofisticado y sencillo, sin abrumarme demasiado. 

La puerta se abre minutos más tarde y Sheila me conduce hacia el fondo blanco en el cual me toman las fotos. No hay necesidad de explicarme algo porque ya estoy experimentada y simplemente me dedico a posar frente a las cámaras, irradiando seguridad. No sé cuántas fotos toman, pero son demasiadas y la sesión se basa en un minuto de descanso entre cada toma, luego un cambio de maquillaje y un cambio de vestuario. 

Todos los vestidos que utilizo son hermosos pero el que más me gusta es el que llevo ahora; es negro y deja una pierna al descubierto, también los tacones de aguja completan la vibra que se intenta transmitir. La elegancia se palpa a través del vestuario y de la clase que me hace irradiar inconscientemente.

Luego de la última toma de fotos, me acerco al fotógrafo que debe rondar los veintiún o veinte años, no le doy más de eso. 

—¿Puedo verlas? —interrogo.

Noto como da un leve respingo como mi presencia.

—Claro...

Me acerco a su lado y veo en la computadora las fotos que me tomaron, me veo radiante. 

—Usted se ve muy bien... —murmura y no puedo evitar retener una carcajada al ver como se sonroja con mi presencia—. Quiero decir... no quise decir eso, quise decir que...

—Lo entiendo, gracias —lo corto al pobre avergonzado hombre que se ha quedado callado sin saber que decir en medio de mi presencia. 

—Bella, dea dell'Olimpo —exclama alguien con muy mal acento italiano a mis espaldas y lo reconozco al instante por su terrible vocalización cuando viene al italiano. 

«Bella, diosa del Olimpo»

Me alejo un poco del fotógrafo y me volteo sobre mis talones sin poder creer a la persona que se encuentra frente a mí. La última vez que lo vi fue hace ocho meses. Inmediatamente, me rodea con sus brazos, abrazándome eufóricamente mientras suelta alguna que otra carcajada divertida. Cuando pongo un poco de distancia entre ambos, me examina con la mirada y suelta un silbido. 

—Te ves increíble, eres como un angelito, bellissima.

—El italiano no es tu fuerte, Dave.

Suelta un resoplido.

—Leanne, tuve que utilizar un puto traductor para poder decirte todo eso y así me tratas. 

—Cállate, estoy enfadada contigo, imbecille. 

—Vámonos, así te lo explicaré y no estarás enfada conmigo. —Me sonríe. Me quedo estática en mi lugar—. Ya sé que eres una mujer difícil, pero yo soy el mejor amigo del mundo y ahora te lo contaré todo.

Ruedo los ojos, corro a cambiarme de ropa y finalmente, me despido del equipo que me fotografió, agradeciendo cómo lo hago siempre con todas las personas. Posteriormente a eso, David y yo abandonamos el edificio y salimos al exterior, en donde nos metemos dentro de la limusina cuando Trevor nos abre las puertas del vehículo. 

—Entonces, cuéntame de la decisión que tomaron Charlotte y tú —digo apenas la limusina arranca, cruzándome de brazos. 

—Te ves tierna cuando aparentas ser mala.

—Voy a desheredarte si no empiezas a hablar ahora. 

Hace una mueca de disgusto.

—Por favor Leanne, no. —Intenta fingir tristeza, pero suelta en carcajadas—. No, en serio, quiero tener hijos, aun tengo una vida por delante. 

Ruedo los ojos.

—Eres una gruñona —dice cuando me cruzo de brazos nuevamente, esperando a que hable. Quiero saberlo todo ahora mismo, este imbécil me importa—. Está bien, ya puedes dejar de mirarme así, me está asustando —hace una pausa—. Quería dar el paso con Charlotte hace tiempo, pero me asustaba un poco, hasta que decidí hacerlo, así, sin más. La llevé a cenar a un restaurante el día de su cumpleaños y ya te das una idea de lo que hice luego. Fue todo bastante imprevisto, ni siquiera yo podía creérmelo cuando Charlotte me dijo que aceptaba ser mi esposa, incluso empezamos a organizar todo para el día de la boda y.... —se rasca la nuca sin disimularlo—, te olvidé por completo, de hecho, olvidé darle la noticia a muchas personas que conozco. 

—Eres un imbécil, pero estoy feliz por ti —concluyo. 

—Voy a comprarte uno de esos cafés que te gustan para que se te borre esa cara de amargada, o incluso podría comprarte una de esas cajas de chocolates que a ti te gustan, ¿qué me dices? 

Suelto una corta carcajada y le doy un golpe en el hombro.

—Eres un idiota.

—Un idiota muy lindo —corrige. Niego con la cabeza y hace una mueca—. Eso dolió. 

—Da igual —continúa hablando—, ahora, hablemos de ti pequeña diablilla, ¿qué es lo que estuviste haciendo últimamente? Charlotte me dijo que habías roto una relación con un tal, ¿Benjamín? No, creo que era... ¿Branden? 

—Brandon —corrijo.

—Brandon, así era, Brandon. Cuéntame, ¿qué sucedió con el tal Brandon? Creo que me lo habías presentado hace un par de meses si no mal recuerdo. 

—Tienes una memoria de mierda. —concluyo—. Y sí, te lo presente hace un par de meses. 

—¡Oh, ya lo recuerdo! ¿No era que estabas enamorada?

—Creo que sólo estaba confundida. No era todo lo que pensaba y caí en cuenta de ello muy tarde —admito—. La relación era un tanto aburrida y repetitiva.

Adoro el riesgo en las relaciones, y ninguno de los hombres con los que estuve alguna vez me proporcionó aquella sensación. Generalmente, nadie supera mis expectativas, pero solo me queda conformarme con la vida real. 

—Ouch, eso suena a que lo destrozaste, ¿tan malo fue?

—Sí —afirmo sin rodeos—. Me aburría, siempre era lo mismo. Necesito a alguien que llene mis expectativas, pero de momento, estoy bien así. Me gusta estar soltera.

—¿Segura? —interroga—. Yo conozco a unos cuantos hombres que podría presentarte.

Suelto una carcajada sin poder contenerme.

—No gracias.

—Bien, como quieras. 

En ese instante, la limusina se detiene frente a mi edificio. 

—Te veo mañana en tu boda, idiota. —lo saludo.

—Te veo mañana. 

Le lanzo un beso al aire antes de salirme de la limusina.

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