( CAPÍTULO TRES: POBRE EXCUSA DE HOMBRE )
LOS CUATRO MERODEADORES estaban en la parte de atrás de la biblioteca discutiendo, mientras Remus intentaba mantener el silencio y respetar a Madam Pince. Si los merodeadores no estuvieran allí, la biblioteca estaría en silencio, como debería ser.
—¡Shh!—Madam Pince se calló por centésima vez.
Los chicos no escucharon. En cambio, James y Sirius comenzaron a empujar a Remus hacia Dawn, quien estaba escribiendo en silencio su ensayo para Adivinación en un rincón de la biblioteca.
A diferencia de los merodeadores, a Madam Pince le agradaba Dawn porque nunca causaba problemas y siempre estaba revisando libros para hacer tareas.
Remus plantó sus pies en el suelo.—¡No quiero, no! ¡James! ¡Sirius! ¡Deténganse! No, no quiero——
—¡Vete, pobre excusa de hombre!—gritó Sirius, dándole un último empujón.
Remus se tropezó hacia adelante, agarrándose de una mesa con las manos para tratar de mantener el equilibrio.
—¡Shh!—Pince los volvió a callar.
Dawn levantó la vista con curiosidad, su mano que estaba escribiendo se detuvo en el proceso.—¿Qué estás haciendo, Remus?
Se quedó sin palabras.—Uh... yo, no lo sé.—sus mejillas enrojecieron cuando sacó la silla frente a ella y se sentó.
Las comisuras de sus labios se estiraron.—¿No sabes?
—No.—intentó mirar a cualquier parte menos a ella.
Dawn tarareó.—Interesante. Entonces, ¿tus pies te llevan a lugares aleatorios?
Si respondía que sí, quedaría como un idiota. Si respondía que no, tendría que inventar una excusa. Remus tartamudeó y terminó encogiéndose de hombros con una sonrisa nerviosa. Dawn se rió a carcajadas, haciendo que Madam Pince suspirara y la hiciera callar. Estaba decepcionada con Dawn por romper el silencio de la biblioteca.
Detrás de Dawn, James y Sirius pronunciaban las palabras: ¡Invítala salir a Hogsmeade!
Entonces, Remus volvió su atención a Dawn y abrió la boca para hablar.
—¿Quieres ir s Hogsmeade conmigo, Remus?—preguntó Dawn.
La boca de Remus estaba abierta de par en par.
—¿Remus?
—¡Oh, si! Quiero decir, me encantaría ir contigo.—respondió, tratando de parecer tranquilo.
Dawn le dirigió una mirada de complicidad. Remus tosió y se golpeó el pecho ligeramente.
Ella sonrió y se levantó de su asiento.—Te veré este fin de semana, ¿si?
Él asintió, su boca repentinamente se secó y resecó. La chica empacó sus cosas y comenzó alejarse, pero segundos después se dio la vuelta.
—Oh, sé que están ahí, muchachos.—dijo, arqueando una ceja hacia el librero detrás del cual se escondían.
Silencio.
Dawn rió.—Bien, iré a hablar con Lily ahora.
En un apuro, James salió rápidamente.—¡Espera!
El resto de los merodeadores rodó los ojos ante lo estúpido que era.
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