El mundo oculto del Espejo [S...

Door monicadcp10

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¿Conocéis a los vampiros? ¿Habéis escuchado sus historias? Bien. Porque este cuento no va de los vampiros que... Meer

[Adelanto]
Prólogo
Adiós, Neptuno
Conversión
El Espejo
El rey
Primera toma
¿Por qué a mí?
Asskiv
El diario
Primera Luna llena
Descendencia
Sed de sangre
Liberación
Poder vampírico
Reina
ESPECIAL - Día del Libro (23 de abril)
Proposición
Contrarreloj
Gota de sangre
Sedientos
Hipnosis
Una lección para el maestro
El anillo
Nolan
Lágrimas de diamante
La carta
Confesiones
Despedida
Incógnitas
Luna de sangre
Nadie podrá
Sin poder vampírico
Duelo
Tigres
La disculpa tardía
Padre
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

Cárcel

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Door monicadcp10

—Vamos, junta las manos.

El rey Hesper había llegado enseguida con un pequeño frasquito de cristal. Este contenía un líquido de color morado que no había visto jamás. Habría jurado que incluso resplandecía sutilmente, aunque en aquel momento no estaba muy pendiente de los detalles. Mi cabeza se encontraba embotada, casi como si quisiera permanecer inactiva.

La voz del rey casi sonaba como si proviniera de un lugar lejano. Tuve que hacer un esfuerzo considerable para lograr que mi cuerpo se moviera. Junté las muñecas, provocando que las cadenas chocasen, emitiendo un ruido metálico. El rey destapó el frasco y vertió, muy cuidadosamente, unas gotas en ambas esposas. Tras unos segundos, estas comenzaron a aflojar su agarre hasta dejarme en libertad. Pero yo no me moví del sitio.

—Ven aquí, Kaiserin.

El rey colocó uno de sus brazos por debajo de mis rodillas y el otro por mi espalda. Ni siquiera el tacto ante un desconocido al que había visto una vez en mi vida lograba sacarme del ensimismamiento. Todo estaba tan difuso...

Suavemente me levantó, cogiéndome en brazos. Mi cabeza quedó apoyada en su hombro y tuve que resistir la tentación de cerrar los ojos. Porque estaba segura de que cuando lo hiciera, mi cerebro dormiría profundamente. Y era algo que en aquellos momentos no podía permitirme. Tenía que reaccionar, tenía que saber...

—Voy a llevarla conmigo a mi cámara.

Aquella declaración me cogió por sorpresa, obligando a mis labios a moverse.

—No es necesario —no me atrevía a mirar al vampiro a los ojos—. Ámarok estará preocupado...

—Le diré a tu lobo que te encuentras bien —fue Kinn quien habló aquella vez—. No te preocupes, se lo contaré todo y después podrás verlo.

Si fuerzas para objetar nada, permití que el rey se teletransportara conmigo hasta su habitación, la cual yo ya había tenido el placer de visitar. Un leve mareo me sobrevino por el viaje, pero me aferré profundamente a mi consciencia. Mientras él me acercaba a su cama, yo miré discretamente por si lograba localizar a su compañera. La habitación estaba vacía.

—Tranquila, Kaiserin —me depositó sobre la mullida cama todo lo despacio que fue capaz—. Vas a estar bien.

Sus ojos conectaron con los míos. Eran tan exóticos, tan atrayentes... ¿Cómo alguien podía tener un color así en su iris? Distintos tonos entre el morado y el violeta, pasando por el púrpura, se entremezclaban en hebras finas. Era absorbente. ¿Cuánto tiempo llevaba admirándolo?

—Cuéntamelo —su voz fue un susurro, una caricia contra la piel de mi mejilla.

Se me formó un nudo en el estómago. Tragué saliva, intentando disiparlo, pero no surtió efecto. Sin embargo, debía hablar con aquel hombre. Él tenía que saber lo que había sucedido para que pudiera ayudarme a entender... Para que pudiera explicarme qué era lo que me estaba sucediendo. Al final, no sé cómo, encontré las palabras.

—No me he convertido —era la misma frase que resonaba en mi cabeza una y otra vez.

El rey se sentó a mi lado y su mano se enredó en mi pelo, acariciándolo. Era reconfortante. Permaneció así durante lo que me parecieron varios minutos hasta que rompió el silencio.

—No tengo las respuestas que estás buscando, Kaiserin. Lo siento.

Demoledor. La persona más importante de aquel lugar ni siquiera podía decirme por qué. Eso significaba que no tenían constancia de casos como el mío. O sea, que el problema era mío. Yo estaba mal, era defectuosa.

—Se supone que soy el rey, que debería saber cómo ayudarte y qué es lo que te ha ocurrido esta noche... —continuó mientras me acariciaba—. Pero no tengo ni la menor idea.

—¿Eso es malo? —mis ojos seguían fijos en los suyos.

—No lo sé.

—¿Qué es lo que tú crees?

—¿Lo que yo creo? —sus caricias bajaron hasta mi nuca, masajeando lentamente.

Asentí con la cabeza. Sí, quería saber qué era lo que él pensaba de todo aquello. Qué se le ocurría.

—Creo que eres muy especial.

—¿Esto tiene que ver con mis dones?

—Podría ser —su cabeza se movió arriba y abajo de forma pausada—. ¿Cómo te sientes?

Era una buena pregunta, aunque difícil de contestar. Estaba cansada, abatida, nerviosa, preocupada, histérica, ofuscada, confusa, enfadada, triste... Demasiados sentimientos para una persona que no debería tenerlos. Mi mente estaría a punto de colapsar. Quizás era eso.

—No tienes que estar asustada —sí, ese era otro sentimiento que se me había olvidado—. No es nada malo.

—¿Cómo lo sabes? —mi labio inferior tembló ligeramente—. ¿Y si estoy enferma?

La risa que salió de su garganta fue ligeramente ronca, pero sincera. ¿Se estaba riendo de mí?

—Nunca he visto a un vampiro enfermo —sacudía la cabeza con la sonrisa aún pintada en sus labios—. Debe de ser interesante.

Yo tampoco sabía si los vampiros enfermábamos o no, pero era la única opción que tenía en mente. ¿Cómo si no iba a poder explicar lo que había sucedido aquella noche? No tenía ningún sentido.

—Quizás soy especial para eso también.

El vampiro apartó un mechón de pelo que comenzaba a caer sobre mi rostro y lo colocó detrás de mi oreja. Por primera vez en mi vida me había sentido vulnerable, en peligro, con verdadero miedo. Ahora comenzaba a tranquilizarme. Algo tenía que ver la presencia de aquel hombre. ¿Sería uno de sus dones?

—¿Cómo llegaste a ser...? —dejé la pregunta en el aire, temerosa de que no le gustara hablar sobre eso.

Él continuaba mirándome a los ojos. No parecía haberle molestado. Su mano continuaba en mi nuca, acariciándome.

—Mi padre fue uno de los primeros en llegar a este lugar —parecía el principio de una historia muy larga—. Fue un caos al principio, como todo. Luchas, peleas, combates, disputas, agresiones... Parecíamos verdaderos animales. Yo llegué aquí un poco después que él. No había nada construido, solo un paisaje hermoso que nosotros estábamos destruyendo con nuestros actos. Él se impuso y, junto con otros vampiros que también querían la paz, combatió una y otra vez, haciendo valer su fuerza y su destreza. Los vampiros lo eligieron como líder por eso, entre otras cosas. Establecimos que sería un cargo que pasaría de padres a hijos siempre y cuando se vieran capacitados para gobernar. Y esperemos que sea así porque no creo que sobreviviéramos a una guerra por el trono.

—Entonces, ¿tu padre...?

Su mano se apretó más sobre mi nuca durante un instante, pero después se aflojó y retomó sus masajes. Solté suavemente el aire que había retenido sin querer.

—Murió —saba la impresión de que aún le dolía—. En una de las últimas peleas, de hecho. Fue un golpe sucio.

No quise preguntar más.

—¿Qué te ha contado Asmord en las clases teóricas? —se interesó.

—No mucho —musité—. Solo me entregó el diario.

—¿Lo leíste?

Moví afirmativamente la cabeza. Me mordí otra vez el labio.

—Aunque no lo entendí del todo —me atreví a decir—. Supongo que tendré que asistir a otra clase con Asmord para preguntarle.

—O podría yo resolver tus dudas.

Su aliento rozaba mi cara con suavidad y sus lentos pero constantes masajes en mi nuca me estaban provocando algo... aunque no sabría decir qué era. Sentía mi corazón ir ligeramente más rápido de lo que debería. Sin embargo, no tenía miedo, ya no estaba asustada. Qué extraño...

El rey inclinó su cabeza sobre mí y antes de que pudiera entenderlo sus labios ya se encontraban sobre los míos. Fue un beso tan suave... casi como el roce de una pluma. Y cuando se separó lo hizo para tener el suficiente espacio para hablar, rozando sus labios con los míos en el proceso.

—Asmord está preocupado por ti. Será mejor que te lleve con él.

Parpadeé como si me hubiera despertado de un sueño. ¿Asmord? ¿Preocupado por mí? ¿Llevarme con él? Casi me dieron ganas de gritar que aquello era imposible. Seguramente quisiera reírse de mí.

Sabía que el rey se preparaba para teletransportarnos hasta el lugar donde el vampiro nos esperaba, pero yo tenía una última pregunta que hacerle... Una que quizás no me hubiera atrevido a formular de no saber que nuestro encuentro estaba a punto de concluir.

—¿Dónde está tu compañera?

Él me miró y pareció sonreír con el brillo de aquellos ojos morados.

—Se ha ido.

—¡Kaiserin!

Como siempre, la pelirroja tenía que estar de por medio. Parecía realmente preocupada, aunque verme le alegró un poco el rostro. El rey Hesper y yo habíamos aparecido en el salón de la Academia, junto a la cocina. Asmord y Ámarok también se encontraban allí.

—Gracias —miré al rey cuando me percaté de su brazo en mi cintura.

¡Silene! —el lobo se abalanzó sobre mí, gimoteando—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —correspondí a su cariño con caricias—. No te preocupes, no ha sido para tanto.

—Ya veo que te encuentras mejor —Kinn asentía y casi parecía estar convenciéndose a sí misma.

Asmord era el único que no decía nada. Estaba allí, de pie, con los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión severa en su mirada. Parecía realmente enfadado... ¿Pero por qué?

—Te dejo en buenas manos —Hesper se estaba despidiendo—. Ahora será mejor que descanses.

Y con una pequeña sonrisa, desapareció. Cuando volví el rostro hacia los demás me percaté de que el ceño de Kinn estaba levemente fruncido. Con un pequeño carraspeo logré reclamar su atención.

—¿Te encuentras bien tú? —le pregunté.

Ella pareció recomponerse y esbozó una sonrisa.

—¡Claro! Me has dado un susto de muerte, Kaiserin. Me alegra saber que estás mejor. Dime, ¿ha podido Hesper aclararte algo?

Negué suavemente con la cabeza. Sabía que esa respuesta la iba a decepcionar, pero seguro que no tanto como a mí. Después de todo, estaban ante una vampira que no perdía el control las noches de Luna llena.

Pero eso es bueno, ¿no?

Iba con Ámarok de camino a la habitación cuando me lo preguntó.

—No lo sé —suspiré—. Lo cierto es que es un alivio no perder la conciencia, pero... No puedo evitar pensar que soy diferente, distinta, extraña... No soy como los demás neptunianos y ni siquiera soy como los vampiros normales. Entonces, ¿qué soy yo?

Era una pregunta complicada de la que no esperaba una respuesta inmediata. Pero soñaba con la posibilidad de encontrarla algún día.

Asmord me había concedido la noche libre para que pudiera dormir largo y tendido. Sin embargo, no lo había visto muy conforme con aquello. Seguramente detestaba perder su tiempo. Pero yo necesitaba descansar y estar lejos de su mal carácter me vendría bien. Ya tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparme por eso.

Tras darme una necesitada ducha y meterme en la cama dejé que todos los pensamientos acumulados se precipitaran hacia mi mente. Curiosamente, lo primero que recordé fue aquel beso, pequeño y suave, que el rey Hesper me había dado en los labios. Rocé mi labio inferior con mi dedo índice. ¿Había ocurrido realmente? Lo recordaba como si hubiera sido una especie de sueño... pero era real. ¿Qué había significado aquello? ¿Me gustaba aquel vampiro? ¿Le gustaba yo a él? ¡Claro que no! Qué cosas más tontas pensaba. ¿Cómo podría estar el rey de lo vampiros interesado en una cría como yo? Era una novata. Incluso se podría decir que tenía colmillos de leche. Absurdo.

Me di la vuelta en la cama y me forcé a cerrar los ojos para dormir. Ámarok se encontraba encima de la cama, sobre mis piernas. Le había dicho que podía irse a dar una vuelta o a cazar, pero no quería dejarme sola. Y no lo culpaba. Lo cierto es que yo tampoco quería estarlo.

—¿Tú qué crees que significa? —no pude evitar que la pregunta brotara de mis labios.

Significa que estás destinada a grandes cosas. Descansa, Silene.

Abrí un ojo. Todo estaba en calma. El lobo respiraba tranquilamente, dormido. Los recuerdos de la noche anterior regresaron a mi cabeza, pero los expulsé a patadas. Bostecé un poco y me incorporé lentamente. A pesar de eso, desperté a Ámarok. Pensé que Kinn habría venido a despertarme, pero ella también tenía sus clases. No podía estar pendiente de mí. Y ya era hora de que yo comenzara a tomar mi papel, mi lugar.

—Buenos días —vislumbré la campanilla del lobo mientras bostezaba.

—Buenos días, Ámarok. Debería vestirme.

—Todavía no es la hora. Queda poco más de una hora para el anochecer.

Sus palabras me frenaron en seco. Tenía sentido. Había dormido durante muchas horas. Pero no sería capaz de volver a dormirme. Quizás debería ir a despertar yo a Kinn e intercambiar los papeles por una vez.

«Si no es mucha molestia, me gustaría que bajaras a verme mañana por la noche», las palabras resonaron en mi cabeza. El rey Hesper me había dicho aquello antes de irse. Me mordí el labio inferior. ¿Estaría despierto? De todas formas, tampoco tenía mucho más que hacer. Bajaría a la sala del trono y si no lo encontraba por allí daría una vuelta por el bosque para despejarme. Seguro que me vendría bien.

Le conté los planes a Ámarok y él insistió en acompañarme, pero yo logré convencerlo para que cazara mientras yo estuviera con el rey, si es que lo veía.

¿Y si no está? —me preguntó el lobo mientras yo me cambiaba de ropa.

—Nos iremos al bosque —me encogí de hombros—. Puedes aprovechar para cazar allí. Incluso puede que haga trampas una última vez y beba un poco de sangre de aquello que caces.

Y, con estas ideas en la cabeza, nos dirigimos hacia las escaleras. Mientras bajábamos no pude evitar pensar en aquel beso. ¿Debería decirle algo sobre eso? ¿Lo haría él? Quizás era mejor hacer como si no hubiera pasado. Sí, era lo mejor.

Llegamos, por fin, hasta la sala del rey. Aquellos imponentes asientos volvieron a llamar mi atención. ¿Se sentarían allí el rey y su compañera en las celebraciones? ¿Por qué me había dicho que ella ya no estaba? ¿No era la reina del Espejo?

—Kaiserin.

Su voz poseía un matiz de sorpresa. Contuve las ganas de saltar debido al susto. El rey Hesper se encontraba a solo unos pasos hacia mi derecha. Su figura era imponente, pero me producía una calma extraña. Era como estar con un amigo, casi como cuando estaba con Ámarok.

—¿Cuál es tu otro don? —pregunté sin pensar.

—Soy inmune a poderes psíquicos.

Una buena cualidad para un rey. No se le podía manipular. Eso esclarecía un poco más el hecho de que quisiera tener a Asmord tan cerca de su persona.

Los ojos del rey se posaron sobre el lobo, quien no parecía del todo convencido. No quería dejarme allí sola.

—No te preocupes, Ámarok. Estaré bien.

—No pienso hacerle ningún daño —aseguró Hesper.

Aunque reticente, el lobo soltó un pequeño gruñido y se marchó. Una parte de mí habría deseado que se quedara, pues me sentía mucho más segura con él. Pero no podía depender de él toda la vida. Nunca me había dado cuenta de lo débil que era en realidad... hasta ahora.

—¿Qué haces levantada tan temprano? —me indicó con un brazo que camináramos hasta unas piedras.

—No podía dormir más. Pensé que quizás encontrara a alguien despierto.

Nos sentamos en aquellas rocas y permanecimos en silencio un rato. Tenía muchas peguntas que hacerle, pero tampoco quería avasallarlo.

—¿Cómo supiste que Asmord estaba preocupado por mí?

No podía creerme que esa hubiera sido mi primera pregunta. ¡Con todas las que tenía! Me maldije mil veces en mi interior mientras aguardaba una respuesta.

—Él mismo me lo dijo —no me lo esperaba—. Soy inmune a los dones mentales de los demás, pero no a la parte telepática de su don.

—Es decir, que podéis hablar entre vosotros —comprendí.

—Al principio no. Mi don solo permitía que Asmord colocara pensamientos en mi cabeza que pertenecían a él, tenían su sello.

—Eso es lo que hace conmigo —recordé la noche en que tenía que salvar a Ámarok de otros vampiros—. Lo escucho en mi cabeza.

—Exacto. Pero, con el tiempo y con mucha práctica, logré controlar mi poder de forma que él también pudiera leer pensamientos que yo le ofrecía, pensamientos exentos de mi don que los protegía.

—Vaya —estaba realmente asombrada—. Debió de ser duro.

—No fue fácil —admitió.

Su rodilla rozó la mía. Apenas le había mirado a los ojos desde que había llegado. Me preocupaba perderme en ellos y no poder desviar la mirada, como ocurrió en sus aposentos. ¿Lo recordaría él? A veces me habría encantado poder saber lo que pensaban las personas. Todo sería más fácil.

—¿Echas de menos Neptuno?

Su pregunta me cogió por sorpresa. Al principio había pensado que el Espejo no estaba hecho para mí y que tenía que salir pitando de aquí. Sin embargo, comenzaba a verlo con otros ojos. Pero, ¿echaba de menos Neptuno?

—Sí —era la verdad—. Echo de menos el clima, aunque la vegetación del bosque que tenéis aquí es perfecta. Me siento bien entre los árboles. Sobre todo, echo de menos a mi madre, mi casa.

—¿A tu madre? —pareció extrañarle—. ¿Teníais una relación... íntima?

La risa burbujeó en mi garganta y salió por mi boca sin que yo pudiera controlarla. Era una risa seca, casi sin gracia, realmente. Amarga y un poco triste. Sacudí la cabeza.

—No, por supuesto que no —sus hombros se relajaron—. Ella... es una mujer difícil. Digamos que si los neptunianos no tienen sentimientos, ella menos.

—Pero tú eres diferente.

Bien, lo había notado. Su mano en mi pelo me sobresaltó, aunque no lo suficiente para evidenciarlo físicamente.

—¿Por qué? —me preguntó.

—Ámarok. Él llegó a una edad más o menos temprana. Aportó cosas a mi vida que jamás habría descubierto por mí misma...

—Sentimientos —entendió—. Debes de haberlo pasado muy mal.

—Lo tenía a él —me encogí de hombros, restándole importancia—. Mi madre nunca fue una persona muy cercana a mí, pero yo... la quería. Y aún la quiero.

Su tensión aumentó en aquel instante y no pude evitar preguntarme por qué. Fue entonces cuando recordé que él la había mencionado, él sabía quién era mi madre. ¿Qué más conocería? Lo miré a los ojos, siendo absorbida por su color morado intenso.

—Mi madre... ¿Tú la conociste?

—Ella fue quien me trajo aquí —había algo en su voz que no conseguí clasificar—. Más allá de eso, no la conozco.

—Pero sabías que ella era mi madre... ¿Cómo?

—Te pareces bastante a ella —sentí que mentía; yo había salido a mi padre—. Además, Asmord me lo dijo cuando manipuló tu memoria.

—Pensé que nombrar a mi madre quizás no fuera una buena idea aquí dentro... No quiero tener ningún trato diferente a los demás.

Su mano dejó de tocar mi pelo para aferrar mi nuca.

—Te puedo asegurar que mi trato hacia ti nunca se verá afectado por quién sea tu familia. Solo por quién eres tú.

Aquellas palabras, junto con su mirada abrasadora, me aceleraron el pulso.

—¿Y quién soy? —murmuré.

—Tendremos que averiguar la respuesta a esa pregunta.

—¿Dónde está Alycia?

La pregunta había salido sin más de mis labios, pero no me arrepentía. Él no apartaba la mirada de mí. No era una situación incómoda, sin embargo. Era... ¿excitante? Me costaba clasificar todo lo relacionado con los sentimientos.

—Ya te lo he dicho: se ha ido.

—¿A dónde? ¿Con los de su raza?

—¿Sabías que era una elfa?

—He leído los suficientes libros de fantasía terrestre como para percatarme de ello, sí.

—No —supuse que era la respuesta a mi pregunta—. Sigue en el Espejo, en la Academia. Pero ahora utiliza una de las habitaciones de estudiantes hasta que decida lo que quiere hacer con su vida.

—¿Erais pareja? —me mordí el labio, sabiendo que quizás estaba tocando terreno pantanoso.

—¿Has tenido alguna relación?

Aquel cambio de conversación y cercanía me desorientaron. Las parejas se establecían en Neptuno por compromiso, por procrear, por conveniencia. Era muy joven para haber podido establecer una relación como aquella y él lo debía de saber muy bien. Por lo tanto, sabía la respuesta a su pregunta.

—¿No terminasteis bien? —definitivamente, no veía el peligro ni aun teniéndolo delante de mis narices.

—Te responderé a eso la próxima vez que vengas a visitarme.

Su aliento contra mi rostro fue como una brisa cálida. Había llegado la hora de salir de allí. Seguramente Asmord me estaría esperando para mi clase. Pero me prometí que aquello no acabaría así. Quería saber.

Salí de la sala y subí las escaleras. Tras salir de la Academia e inspirar profundamente el aire fresco del exterior, me encaminé hacia la primera fila de árboles del bosque. Sin embargo, el sonido de unas voces me hizo andarme con cuidado. Recordando las lecciones aprendidas con aquel vampiro, me acerqué lo más sigilosamente posible. Eran Asmord y Kinn.

—¿Por qué no se lo has contado todavía?

Apoyé mi espalda contra el tronco de un árbol de forma que el viento no delatara mi olor. No podía verlos, pero no me hacía falta. Estaba mal espiar a los demás y yo lo sabía. Aun así, no pude resistirme. Ocultaban algo.

—Eso no es asunto tuyo.

Asmord casi había gruñido aquellas palabras. Si yo hubiera sido Kinn, habría echado a correr. De hecho, ¿por qué se había atrevido a cuestionarlo?

—Tienes que decírselo. No sé qué te traes entre manos ni cuáles pueden ser tus razones, pero no puede seguir así.

—No hables si no sabes de lo que hablas, Kinn, te lo advierto —sonaba a una amenaza clara—. Soy su profesor y haré lo que crea necesario cuando lo crea necesario. Ella no es tú.

Estaban hablando de mí. De repente aquella conversación comenzó a adquirir un valor personal. Según mi compañera pelirroja, Asmord me estaba ocultando algo. No había podido averiguar el qué, pero quizás si continuaba escuchando...

Nadie hablaba. Todo estaba en la más absoluta calma, lo que me puso la piel de gallina. ¿Le habría hecho algo mi profesor a la vampira? Quizás había obligado a su cerebro a olvidar esa información. ¿Se habría desmayado?

Estaba a punto de darme la vuelta para echar una ojeada cuando un borrón negro se interpuso en mi campo de visión. Acto seguido, dos fuertes brazos me impidieron la huida, colocándose uno a cada lado de mi cuerpo, apoyando las palmas de sus manos en el árbol. Unos ojos rojos me miraban con ira. Tragué saliva, o al menos lo intenté. Asmord parecía realmente cabreado.

—¿Cuánto has escuchado?

Utilizó su cuerpo para aprisionarme hasta dejarme casi sin respiración. Su rostro estaba tan cerca que su aliento chocaba contra mi boca. Debería estar asustada, aterrada, más bien. Sorprendentemente, yo también empiezo a enfadarme.

—Lo suficiente —casi fue un siseo salido de mis labios—. ¿Tienes algo que decirme?

—Nada —su mano apresó mi cara—. ¿Vas a cometer el error de cuestionar mis decisiones?

—Lo haré siempre, y más si esas decisiones me influyen a mí.

El rojo de sus ojos se intensificó. Comenzaba a leerlo, a comprender sus emociones. ¿Lo estaba cabreando? Bien. Él a mí más.

—Eres una novata insignificante que no entiende nada.

—Pues esta novata se ha cansado de tus juegos —me zafé de su agarre—. Quiero la verdad y la quiero ahora.

—¿Y estás segura de que tu mente de princesita mimada podrá soportarlo?

¿Princesita mimada? Asmord no sabía con quién se estaba metiendo, pero no tardaría en descubrirlo. Sintiendo toda la rabia en mi interior, y con una rapidez que ni yo sabía que poseía, utilicé la fuerza de Asmord en su contra. El vampiro terminó empotrado contra el tronco del árbol, lo que me brindó otra de sus miradas asesinas, esta vez con colmillos incluidos. Pero para colmillos los que yo tenía. Antes de que pudiera hacer nada, apreté con una mano su garganta y con la otra sostuve su brazo. Un segundo más tarde estaba clavando mis colmillos justo en el punto en que el brazo se unía al hombro.

Su sangre entró en contacto con mi lengua y mi cuerpo entero reaccionó a ello como una bendición. Anhelaba la sangre y teniéndola allí no podía negársela. Mi objetivo de hacerle daño se transformó en otro mucho más simple, más instintivo: alimentarme. Mis colmillos se hundieron más profundamente en su carne y no pude evitar cerrar los ojos al disfrute de aquel festín. Era el éxtasis. Escuché a Asmord gruñir, probablemente en señal de desacuerdo, pero yo no pensaba parar. Tampoco era como si él se estuviera resistiendo demasiado. Al menos hasta que me agarró por los brazos y volví de nuevo a estar contra el árbol. Emití un siseo de disconformidad, puesto que ya no podía continuar bebiendo. Sus ojos continuaban rojos, pero aquella vez era diferente...

Lo que menos esperaba era que el vampiro se acercara mucho más a mí y lamiera mi labio inferior, probando su propia sangre. Acto seguido, sus colmillos se cerraron sobre mi cuello. Mi primer pensamiento fue para el dolor, pero este no intervino en ningún momento. Al primer contacto de sus dientes contra mi carne, mi cuerpo entero se encendió. Ardía completamente, casi como si quisiera autoconsumirse. Sin duda alguna, estaba enferma.

Asmord me cogió por la cintura y yo, instintivamente, rodeé su cuerpo con mis piernas. A pesar de estar bebiendo de mí, no me sentía cansada, más bien llena de energía. Sentí su mano colarse por debajo de mi camiseta y abrasar toda mi piel hasta mi espalda, donde se detuvo. No entendía por qué, pero una parte de mí quería que continuase con lo que estaba haciendo. La otra parte de mí, se impuso.

Con un fuerte empujón, separé al vampiro de mí lo suficiente como para que me dejara en el suelo. Reavivando las llamas (del enfado) que se habían quedado rezagadas, lo empujé contra el árbol. El fuego de mi interior comenzaba a impacientarse por salir. Casi lo podía notar prendiendo las hojas de mi alrededor.

—Dime lo que ocultas, Asmord —siseé.

Él me miró a los ojos. Se relamió la sangre que había quedado en sus labios, mi sangre. Parecía descontento. Quizás porque había interrumpido su cena o lo que quiera que hubiera sido eso. Pero yo necesitaba respuestas y las quería en ese preciso instante.

—¿Por qué crees que no está permitida la entrada a otras criaturas que no sean vampiros, Kaiserin? —dijo mi nombre en tono de provocación.

—Esto es un santuario para vampiros, un lugar donde aprender —mi respuesta fue rápida.

Sonrió. Fue una sonrisa escalofriante que erizó el vello de mis brazos.

—El Espejo es una cárcel creada por los neptunianospor y para los vampiros. ¿Quieres saber qué significa eso? Que no hay salidaposible. Estás encerrada aquí, como nosotros. Y lo estarás para toda laeternidad.


. . . . . . . . . . . . . . . .

Seguro que ya os lo esperábais ;) Espero que os haya gustado. ¡Votad si ha sido así! Hasta la próxima semana. <3

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