Extraño |NoMin

Από scaretwoo

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Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... Περισσότερα

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31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Agradecimientos.

Epílogo

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Από scaretwoo

Un par de años después.

   — ¿Estás seguro de que vas a estar bien?

   Pongo los ojos en blanco ante su innecesaria preocupación e intento mantener la paciencia para no exasperarme. 

   —Mamá, no es la primera vez que me dejan solo. Además, ya soy mayor. No es como que le tenga miedo a la oscuridad o algo así.

   Bueno, eso último es mentira, pero ella no tiene que saberlo.

   Mi madre arruga la nariz y entorna los ojos, como si no estuviera satisfecha con mi respuesta. La verdad es que hace mucho que no me dejan solo en casa y entiendo su preocupación. Debe creer que he perdido por completo el sentido de la responsabilidad.

   — ¿Vas a cerrar bien las puertas?

   —Sí.

   — ¿Y no te vas a dormir tarde?

   —Ma, tengo diecinueve años no cinco. Además, todavía tengo una semana de vacaciones, déjame disfrutarla a mi manera.

   Eso era cierto. Estaba a punto de cursar el tercer semestre de la universidad y lo único que quería antes de atarearme hasta morir, era relajarme y prepararme psicológicamente para lo que se venía.

   —Ya lo escuchaste, Taeyeon—mi padre interfiere desde las escaleras, cargando con cada mano las maletas rosa chillón de mi madre—. No es un niño pequeño, sabe cuidarse solo, ¿Verdad, cariño?

   —Seguro.

   —Ya lo sé —mi madre suspira y me mira de soslayo—, pero nunca lo habíamos dejado por tanto tiempo. ¿Y si se cae en el baño mientras se ducha? ¿O se ahoga mientras se come el cereal?

   — ¡Mamá! Me sorprende que pienses que soy tan descuidado.

   —Yo más bien diría estúpido, pero no te preocupes hijo, es de familia.

   — ¡Baekhyun! ¡Cierra la boca!

   Le saco la lengua a mi padre y él me regresa el gesto. Es obvio que le encanta molestarme. Mi madre por su parte, no parece realmente convencida, pero después de algunos discursos más de mi parte sobre lo responsable que voy a ser en su ausencia, accede y ayuda a mi padre a subir las maletas que faltan a la cajuela del auto.

   Como todos los años van a hacer un viaje por su aniversario, pero en esta ocasión con la variante de que no van a volver en un par de días. Lo cual es maravilloso, últimamente han estado más estresados y atareados que nunca. Se merecen un descanso.

   — ¿Me vas a llamar si tienes algún problema? —mi madre se detiene frente al auto y me mira con un puchero mientras coloca sus manos sobre mi cabello y me lo peina con los dedos—. Sabes que cualquiera de los vecinos te puede auxiliar. Incluso te dejé sus números anotados junto con los de la policía en la puerta del refrigerador.

   —Mamá, de verdad, no me va a pasar nada —trato de reconfortarla dándole un abrazo—. Te escribiré. Si tengo algún problema (cosa que no creo) pido ayuda. Váyanse tranquilos y disfruten del viaje.

   Otra vez me da una mirada severa, buscando en mi discurso la mentira, pero al ver que no pienso cambiar mi postura, termina por resignarse y asentir.

   —Está bien, cariño, confió en ti. Te amo.

   —Y yo a ti, ma.

   Suspira y me da un beso en la frente antes de subir al auto. Mi padre es otra historia y simplemente me abraza antes de pedirme atentamente que no incendie la casa y que grabe su novela de las ocho.

   Cinco minutos después, los veo marcharse. Agito la mano a manera de despedida e internamente prefiero no entender que es lo que significa que se vayan dos días enteros a un hotel en la playa. Prefiero quedarme con el beneficio de la duda. Aun quiero mantener mi mente limpia.

   Regreso a casa y agradezco en el proceso que el clima de octubre sea la definición de perfecto. Pues no hace demasiado frío ni demasiado calor. El aire es fresco, pero la temperatura se mantiene agradable. Los árboles se mecen suavemente de un lado a otro y desprenden sus hojas secas que se resquebrajan con cada paso sobre la acera. Y aunque la idea de quedarme afuera un rato para observar las brillantes estrellas en el cielo y disfrutar del otoño es tentadora, tengo asuntos más importantes, casi vitales, que atender.

   Corro hacia mi habitación y me encierro en el baño para cepillar mis dientes y peinar mi cabello. Una vez que siento que me veo decente, salgo y tomo mi computadora del escritorio junto con mis audífonos y una frazada del armario, apilándolo todo y recargándolo sobre mi pecho para hacer malabares y tratar de mantener el equilibrio mientras bajo las escaleras.

   Dejo todo sobre el sillón y me recargo contra el reposa brazos para posteriormente colocar la frazada encima de mis piernas y luego, la computadora, verificando la hora. Sorprendido noto que todavía faltan veinte minutos para las nueve. Así que mientras espero a que llegue la hora, estiro el brazo y tomo el control remoto de la mesa de centro y sintonizo el canal de música. Sin embargo, un documental de asesinos en Discovery llama mi atención. Hace mucho que no veía uno estando solo en casa.

   Subo el volumen y me dispongo a perder los pocos minutos que me quedan enterándome del método que siguió un asesino para comerse a su víctima, a sabiendas de que después no voy a poder dormir. La espera para que sean las nueve me parece eterna, pero intento no estar demasiado ansioso y mantener la calma. Como todos los jueves, Jeno y yo hacemos video llamada, pero desde hace dos semanas que no hemos podido por los horarios de la universidad y creo que en el fondo, es eso lo que me tiene tan alterado. Los momentos que compartimos por el teléfono para mí son preciados y que desde hace días no haya podido verlo o escuchar su voz, me ponen de un humor que ni yo mismo entiendo.

   Ayer por la tarde acordamos nuestro horario. Y ahora estoy tan deseoso por ver a mi novio que incluso me planteo la posibilidad de ponerle más empeño a mi aspecto y cambiarme de ropa. Aunque, descarto la posibilidad casi enseguida. Jeno sólo mira mi rostro y no creo innecesario ponerme algo extravagante que no va a poder apreciar a menos de que le haga un recorrido de cuerpo completo con la cámara. Una vez lo intentamos y bueno, las cosas no salieron exactamente... decentes.

   Fijo mi atención en el documental y cuando salen los comerciales voy a la cocina para hacerme unas palomitas con extra mantequilla. No me vendría mal acompañarlas con un poco de gaseosa. Espero a que el microondas indique que mi aperitivo está listo y regreso a la sala para dejar el bol y el vaso sobre la mesita de centro.

   Me dispongo a volver a acurrucarme y reanudar el programa cuando mi teléfono comienza a sonar. A pesar de que todavía faltan algunos minutos para que sean las nueve, tomo mi teléfono y veo que es Jeno. No puedo evitar sentirme un poco desilusionado. Esperaba que fuera video llamada. Estoy deseoso por ver lo guapo que se ha puesto estos últimos días.

   —Buenas noches, dulzura. —contesto cantarín, jugueteando con mis dedos sobre la manta que cubre mis piernas.

   —Hola, precioso.

   Cierro los ojos y por dignidad aguanto un gritito. Deseaba tanto escuchar su voz ronca.

   —Pensé que haríamos una video llamada —abulto los labios y exteriorizo mi inconformidad—. ¿No puedes ahora? Es que tengo muchas ganas de verte.

Él suelta una risita que me pone los pelos de punta. De verdad que no tiene idea de lo que daría por tenerlo a mi lado.

   —Dejémoslo para después amor. Ahora yo... necesito tu ayuda.

   Me pongo alerta por el tono serio que ha tomado súbitamente su voz y me yergo en el sofá, pegándome el celular al oído con fuerza.

   — ¿Mi ayuda? ¿Qué pasa Jeno? ¿Estás bien?

   —Sí, yo sé que es extraño pero... —baja la voz y comienza a susurrar—, ¿estás solo en casa?

   Su pregunta me extraña como nunca. Me quedo sin aliento y trato de entender que es lo que intenta decirme. ¿Estará en peligro? ¿Tendrá problemas?

   —Jeno, me estás asustando, ¿Qué es lo que pasa? ¿Estás bien?

   —No, la verdad es que no estoy bien. Pero... necesito quedarme en tu casa, ¿crees que eso se pueda?

   El corazón se me acelera y mi respiración se vuelve irregular. El celular tiembla por el inseguro agarre de mis manos y siento que pasa una eternidad antes de que pueda decir algo más.

   —Bien, tomaré eso como un sí. Ya estoy afuera precioso, ¿quisieras abrir por favor?

   Dejo caer mi mano con el celular lentamente, volteando hacia la puerta mientras el mundo me da vueltas. Todo se siente irreal, como si fuera un sueño. El momento parece tan sublime, tan soñado e imaginativo, que tardo algunos cuantos segundos en reaccionar y levantarme.

   ¿Jeno está aquí? ¿Finalmente lo está?

   Tomo el pomo de la puerta y con los dedos temblorosos la abro lentamente. Juro que si Jeno me mintió, que si está jugando conmigo...

   Pero no lo está.

   Porque él realmente esta aquí. Realmente lo está.

   Después de dos años, de una larga y ardua batalla para vencer miedos y superar trágicos sucesos, el hombre del que estoy enamorado finalmente esta frente a mí. Con los ojos brillosos, la punta de la nariz enrojecida por el fresco de la noche y los labios curvados en una sonrisa. Esa misma que me quita el aliento como la primera vez que la vi.

   —Hola precio...

   Ni siquiera lo dejo terminar. Es cosa de verlo y entender que si no lo toco, que si no me lanzo hacia sus brazos y palpo su existencia, entonces desaparecerá.

   Tomo el último impulso de mis debilitadas piernas y lo abrazo con fuerza. Percibiendo como los pedazos sueltos de mi corazón toman su lugar destinado, como un rompecabezas al que finalmente terminan de armar, para sanar por completo. Paso mis manos por su espalda y aferro los dedos a sus hombros, temblando de pies a cabeza, con un nudo en la garganta que debo tragar para poder hablar y llamarlo por su nombre, ese mismo que se pasea por mi mente sin cesar, sin descanso.

   —Jeno, Jeno, Jeno, Jeno —susurro como un mantra, sin dejar de tocarlo, de acariciarlo—. Estás aquí, ¡estás aquí!

   Suelto un grito extasiado y él una risita que me derrite por completo. Me separo para mirarlo de frente. Lleva el cabello un poco más largo. Con un flequillo oscuro que casi le cubre los ojos. Me pierdo por completo en sus tupidas pestañas y creo que no voy a tener suficiente de esto. Va a tener que pasar mucho tiempo antes de que sea capaz de dejar de mirarlo como si fuera la octava maravilla del mundo.

   Jeno no esconde su ambición y pronto vuelve a estrecharme entre sus brazos que se han vuelto más fuertes, pues es como si me estrujara con ellos. Ambos nos volvemos locos tratando de sentir al otro. Sus finos labios rosados se estrellan contra mis mejillas y pronto comienza a llenarme el rostro de besos.

   —Lo estoy precioso, porque vine por ti —sube las manos y las posa sobre mis mejillas, acunando mi rostro. Coloco las mías encima de la suyas y besa mis nudillos, a la par en que roza nuestras narices tan lentamente, que cierro los ojos para tomar su respiración como oxígeno puro—. La espera termino. Ha llegado nuestro momento mi amor.

   Junto nuestras frentes y suelto un jadeo, abrumado, extasiado, sumamente emocionado. No puedo creer como una sola persona puede hacerme sentir tantas cosas al mismo tiempo. Es como si el corazón se me fuera a salir en cualquier momento.

   — ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Quién fue por ti al aeropuerto?; ¿Ya comiste? ¿Tienes hambre? ¿Estás cansado? ¿No tienes coronavirus? Yo, ¡argh! Estoy actuando como mi madre, ya lo sé, pero no lo puedo evitar, porque estás aquí, finalmente estas aquí Jeno y yo... no lo creo, eres como un sueño.

   Me interrumpo a mí mismo y vuelvo a abrazarlo con fuerza. Aferrándome a él, como si fuera un manantial en medio del desierto y yo un miserable por beber. Lo estrecho con fuerza y sin dudarlo ni un instante vuelvo a tomar su rostro entre mis manos y lo beso. Adorando la textura de sus suaves labios que me reciben con gloria.

   —Eres un egoísta —me separo de él y le doy un pico con cada palabra—, ¿por qué... por qué no me dijiste que venias?

   Ni siquiera soy capaz de hablar correctamente. Me tropiezo entre palabras y mis pensamientos no se hilan correctamente. Pero eso no parece importarle, pues acaricia mi cabello y deja escapar su dulce risa, inundando mis oídos.

   —Quería darte una sorpresa.

   — ¡Y vaya que me la diste! ¡No puedo creer que estés aquí! ¡No puedo creer que tardaras tanto en volver!

   Lo beso y no permito que me conteste. Él también parece haber desistido de hablar pues sus manos van directo hacia mi cintura y me pega a su cuerpo, fundiéndose contra mis labios y olvidándose de darme una explicación.

   —Te extrañé Jae, te extrañé tanto mi amor, pero ya estoy aquí y jamás volveré a separarme de ti.

   Susurra y me empuja hacia su boca mientras su agarre se vuelve hacia mis piernas y yo las paso por su cadera, abrazándolo como si fuera un koala. A cada dos segundos deja de prestarle atención a mis labios para besar mis mejillas, o mis parpados o mis oídos. Impregnándome de esos besos que tanto me hacían falta.

   Entierro los dedos sobre su cabello, me separo de su boca y me pongo de pie para tomar su mano y tirar de ella hace adentro. Jeno hace una mueca y antes de seguir mis inconscientes ordenes toma sus maletas, que solo hasta ese momento noté.

   — ¿Qué haces, Jeno? ¡Entra!, ¡Date prisa!, ¡Date prisa!

   Hago un puchero y él suelta una carcajada por mi inminente desesperación. Una vez que deja las maletas al lado de la puerta, la cierro a su espalda y vuelvo a besarlo con desenfreno, aferrando las manos a su cabello. Entre empujones nos dirigimos a mi habitación, pero en el proceso se golpea con la pared del pasillo y luego contra el marco de la puerta, haciéndonos soltar risitas que mueren en la boca del otro.

   —A este paso voy a terminar teniendo una contusión.

   Cuando está cerca de la cama lo empujo sobre ella y me subo a ahorcajadas sobre su regazo. Vuelvo a besarlo y sus manos se aferran a mi espalda, ayudándome a tener estabilidad.

   —No puedo creer que no me dijeras que ibas a volver, ¡eres tan desconsiderado! ¡Tan egoísta!

   —Lo soy, precioso. Pero fue porque quería darte una sorpresa.

   — ¡Yo quería ir por ti al aeropuerto! —jadeo, deshaciéndome de mi camiseta, dando saltitos sobre su pelvis mientras su boca comienza a recorrer la piel de mis hombros que queda al descubierto—, ¡Para hacerte una escena ridícula como los dramas que ve mi padre!

   —Podemos regresar mañana y hacer de cuenta que apenas volví.

   Me dispongo a quitarle la camiseta, pero tengo que detenerme para soltar una carcajada por su absurdo comentario.

   —Hasta te voy a hacer un cartel de bienvenida.

   Lo escucho volver a reírse y ataco sus labios una vez más, sintiendo que si no lo beso, me volveré loco.

   Invierte nuestras posiciones y me deja tendido sobre la cama, haciéndose espacio entre mis piernas. Suelto un gemido y me da suaves mordiscos sobre la manzana de adán, succionando mi piel de vez en cuando.

   —Jeno, Jeno—suplico su nombre y él hace un sonido afirmativo de que me está prestando atención—, dime que vas a quedarte o al menos que será por un largo tiempo. No pienso soltarte, no creo poder.

   Sube la nariz por mi cuello e inhala, haciéndome estremecer.

   —Está vez tengo otros planes.

   — ¿Y yo estoy en ellos?

   —Siempre lo estuviste mi amor.

   Se detiene a mirarme con los ojos brillantes y el cabello revuelto. Vuelto el desastre que más amo, suspiro, estiro la mano y acaricio su mandíbula. Jeno la atrapa en un movimiento y la llena de besos, para después ascender por mi muñeca y continuar su camino.

   Dios, no puedo creer lo ansioso que estoy por verlo, por tocarlo, por sentirlo.

   — ¿De verdad?

   —Todo este tiempo estuve esforzándome por sobresalir en la universidad, aunque no se note —le doy un pellizco en el brazo para que no diga eso y él sonríe—. Verás precioso, he estado haciendo todas las actividades que un becario necesita para tener créditos. Adelanté materias y conseguí rendir dos turnos de trabajo en una cafetería los fines de semana. Me hice de algún dinero y ahora pues... renté un departamento aquí en la ciudad.

   Lo escucho atentamente y evito adelantarme a los hechos. No quiero ilusionarme. Esto puede significar muchas cosas. Demasiadas.

   — ¿Eso quiere decir que...?

   Me mira fijamente y después me besa la frente.

   —Eso quiere decir que conseguí una transferencia para terminar la universidad aquí.

   Inmediatamente abro la boca para decir algo, lo que sea, pero no soy capaz de articular palabra y él lo nota.

   —Eso quiere decir que vine para quedarme —deposita otro beso sobre mi mejilla y sus dedos buscan los míos para entrelazar nuestras manos—. Eso quiere decir que aunque la lucha interna continúa, que aunque aún hay cosas que quisiera olvidar, ahora lo voy a hacer a tu lado. Porque si algo me ha enseñado la distancia, es que las penas del corazón se alivian mejor cuando estás a lado de la persona que amas.

   Eleva nuestras manos entrelazadas y las coloca a lado de mi mejilla, acariciándolas con los labios, sin dejar de mirarme.

   —Eso quiere decir que vine aquí por ti Jaemin. Porque te amo y quiero pasar el resto de mis días a tu lado. Sé que somos jóvenes, que cometimos errores y que nuestro pasado nos va a perseguir por siempre. Pero nunca he amado a alguien con tanta fuerza como a ti. Y no creo poder seguir con la batalla sino te tengo a mi lado, ¿es eso egoísta? Probablemente lo sea. Lo siento precioso. Lo siento Jaemin pero yo realmente... te amo.

   Se acerca lentamente hacia mí y deja un beso dulce sobre mis labios. Sellando inconscientemente sus palabras.

   —Jeno...

   — ¿Aceptarías, precioso? ¿Aceptarías estos descabellados planes de un enamorado que no sabe vivir sin ti?

   Cierro los ojos y aunque la opresión es mucha y la emoción abrumadora, no dejo escapar ni una sola lágrima.

   Porque hemos tenido suficiente de ellas. El arcoíris siempre sale después de la tormenta y ahora es nuestro momento para levantar la mirada con dignidad y dejar que el sol nos bañe con su resplandor ígneo.

   Por años corrimos contra la corriente. Dejamos que nos arrastrara, que nos volcara y por momentos, que nos abandonara. Por años corrimos sin descanso y dejamos que el aire quemara dentro de nuestros pulmones y amenazara con llevarse de a poco, nuestras ganas de seguir luchando.

   Pero eso acabó.

   Porque llegó nuestro momento de dejar de correr para tomar un respiro y caminar. Juntos.

    Los dos extraños que se conocieron sin serlo en realidad, ahora son dos fieles amantes que prometieron jamás volverse a extrañar. 

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