Imprecisiones.

By aletheia_bellis

3.4K 340 405

Intentar empezar una nueva vida en París no es difícil, evitar que el pasado te encuentre sí. 1º libro: "El j... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 6

120 15 33
By aletheia_bellis

Las horas pasaban con rapidez mientras la lluvia seguía cayendo sin cesar fuera de la calidez del hogar de Víctor.

-Son las seis de la tarde- me quejé revolviéndome de entre sus brazos para poder levantarme y dirigirme hacia la venta. Las gotas salpicaban y corrían con libertad por el cristal y el viento mecía con violencia los árboles que cubrían el jardín de la mansión y los arbustos que la rodeaban.

-Vamos, no te levantes- gruñó Víctor con voz pastosa y lenta contra los cojines del sofá- Hace un día perfecto para que nos abracemos durante horas- sugirió con tono meloso logrando que una gran carcajada saliera de entre mis labios a la vez que intentaba ignorar el calor que me sofocaba la cara y que seguramente había cubierto mis mejillas de un tono rojizo.

-¿Desde cuándo eres tan cursi, ricitos?- me burlé desde la ventana viendo como me guiñaba un ojo coqueto a la vez que mordía su labio inferior. Todo mi cuerpo ardió en combustión espontánea ante aquel sutil gesto, especialmente la zona baja de mi estómago. Hacía mucho tiempo que no tocaba a nadie o que alguien me tocaba a mí, y sentía unas ganas irremediables por ir y lanzarme sobre él para dejar que me comiese entera.

>>Ahora te lo digo enserio- proseguí ignorando el hilo de pensamientos por el cual mi subconsciente me quería llevar- como siga así nos vamos a inundar.- ahora fue la risa de Víctor la que cubrió toda la estancia bajo su melodioso sonido- ¡No te rías! Lo digo muy enserio, me da mucha angustia morir ahogada bajo el agua y solo tienes que mirar la cantidad de lluvia que está cayendo. Esta casa está casi a ras del suelo, no tiene ni medio metro de altura de más...- empecé a divagar mirando de nuevo el cielo grisáceo a través de los cristales salpicados de gotas de lluvia- Voy a morir joven y bella atrapada en tu casa inundada- relaté con frustración sobresaltándome al sentir como unos brazos me rodeaban por la cintura y me apretaban contra un cálido y fornido pecho. El calor que emanaba Víctor contra mi cuerpo era la mejor sensación que había sentido en toda mi vida.

Bueno, tal vez iba después de besar su esponjosa y caliente boca.

-Nunca dejaría que algo malo te pasase- aseguró con completa seguridad al mismo tiempo en que su boca se cerraba sobre mi cuello en un húmedo beso- Además, si de verdad se llegase a inundar esta planta, siempre queda la segunda y, sino, la buhardilla.

-Pero ¿esta casa en algún momento se acaba?- cuestioné con las cejas levantadas con sorpresa, girando en el abrazo que había creado con sus brazos a mi alrededor- Hay interminables pasillos, decenas de puertas y además, por si fuera poco, una buhardilla.

-Te tocó el premio gordo- se jactó Víctor antes de bajar su rostro y atrapar mis labios entre los suyos de forma profunda y juguetona.

-No te creas tanto, ricitos- le dije separando su cuerpo de mío empujándolo levemente por los hombros- Me empezaste a gustar cuando ni siquiera había visto esta pedazo de mansión. Es más, caí por ti cuando pensaba que eras un chico que seguramente vivía en un piso maloliente y compartido- me burlé viendo como sus ojos me miraban incrédulos y una pequeña sonrisa se formaba en sus labios rosas. Sus ojos brillaban con furor y me llenaban el alma con calor y tranquilidad.

-¿Acaso huelo mal?- preguntó burlón mientras yo mordía mis labios para evitar reír.

-Es algo que siempre he temido decirte, Víctor.- le seguí el juego mientras apretaba mis brazos alrededor de su cintura. Notaba como su esbelto cuerpo se amoldaba a la perfección contra el mío.

-Pues para ser tan repugnante, te gusta estar siempre bien cerca de mí- susurró sobre mi rostro logrado que yo inconscientemente cerrase mis ojos ante su embriagadora cercanía- A lo mejor debería alejarme para no acabar de matar tu sentido del olfato- ofreció. Sus brazos cayeron a mis costados y separó su cuerpo del mío unos pocos y dolorosos centímetros.

-No hace falta, ya me he acostumbrado- le aseguré antes de acercarlo de nuevo a mí para fundir sus labios con los míos por centena vez en toda la tarde. Y es que no había podido controlarme, no podía evitar comerme la boca del rizado a cada segundo. Sus labios eran la peor adicción que jamás había probado y yo, como una completa adicta, no podía alejarme de ellos y de su tentación.

Sus brazos se apoyaron en mi culo y rápidamente entendí lo que pedía con sus gestos. Me impulsé hacia arriba rodeando mis piernas alrededor de su cintura y enredando mis manos en su espesa cabellera sintiendo como a su vez sus dos manos se desplegaban sobre mi culo, aferrándome con fuerza contra su cuerpo. Entre los besos y las caricias, los minutos pasaban, incluso las horas, pero sentía que jamás tenía suficiente. Que incluso la falta de oxígeno en mi organismo era una causa menor en comparación a la tarea de mantener aquellos labios pegados a los míos.

Habíamos pasado horas besándonos, tocándonos, abranzándonos y escuchando el repiqueteo de la lluvia en el porche. No habíamos vuelto a hablar, no habíamos puesto ninguna película, no habíamos hecho nada más que disfrutar de la compañía ajena, obviando durante unas horas todo lo que había sucedido en mi ausencia y todo lo que parecía presentarse de nuevo ante mi llegada. Ya habría tiempo para que todo se complicase, de momento, refugiados dentro de aquel manto de lluvia que parecía aislar la realidad, disfrutábamos el uno del otro.

Víctor se sentó sobre el acolchado sofá negro que habíamos movido horas antes para colocarlo cerca de la ventana, y me posicionó sobre él, quedando yo sobre sus muslos con una de mis piernas a cada lado de su marcado cuerpo. Sentía como sus fuertes músculos se amoldaban a mis muslos y como mi cuerpo encajaba a la perfección con el suyo. Me recosté en su pecho, logrando que ambos suspirasemos satisfechos en la boca del otro.

-Tenía tantas ganas de volver a tener a mi lado- susurró Víctor sobre mi rostro antes de bajar a mi cuello y repartir succiones y lametones a lo largo de este- He echado tanto de menos sentirte- murmuró para después coronar sus palabras dejando un húmedo beso sobre mi cuello.

-No he estado con nadie en todo este tiempo- le confesé notando como sus labios repartían pequeños besos por la longitud de mi cuello para después subir y dejarlos sobre mi rostro: mis mejillas, mi mandíbula, mi nariz, mi frente, todo quedó marcado bajo el rastro de sus labios- No porque no tuviese ganas o porque nadie se fijase en mí, sino porque tenía tu tacto tan grabado en mi cuerpo que no me veía capaz de sustituirlo por el de cualquier otra persona- hablé con sinceridad sintiéndome aletargada bajo la calma que plasmaban aquellos belfos sobre mi piel y por notar la firmeza de sus músculos danzar bajo mis manos. El único sonido que podía apreciar más allá del de la lluvia cayendo en el exterior, era el chasquido de los labios del rizado explorando la piel de mi rostro y de mi cuello. Mis ojos estaban cerrados y mi respiración lenta y acompasada.

Casi había perdido el hilo de la realidad y de mis últimas palabras cuando Víctor habló de nuevo sobre mi piel.

-Yo sí he estado con gente porque pensaba que tú me habías olvidado con otro y creía ilusamente que acostarme con otras personas haría que el dolor disminuyera o que de esa forma te olvidaría más rápido.- admitió bajo logrando que mi vello se erizase ante su ronca voz y su pesado aliento. Durante unos segundos, mi cabeza se vio llena con los recuerdos de las decenas de noches años atrás en las que yo misma, consumida bajo el mismo pensamiento, había dejado mi cuerpo a merced de cualquier persona.

-¿Y funcionó?- dudé pensando en lo vacía que me había sentido en aquellas situaciones y temiendo que tal vez Víctor sí se hubiese sentido complacido bajo aquellos toques desconocidos.- ¿Me olvidaste?

-Claro que no- rechinó con fuerza con el tono alto y ofendido- Para mí no eres un simple juguete, Alia. Lo que siento por ti es, y siempre ha sido, real. Un par de manos anónimas no podrían hacer que me olvidase de lo que siento por ti ni en un millón de años. Al contrario, cada noche me acostaba con la sensación de que te estaba traicionando y eso me jodía vivo porque yo pensaba que tú estabas feliz con otro y yo ni siquiera podía follar sin sentir como se me retorcía el estómago.

El silencio se instauró de manera pesada sobre el salón, no me sentía incómoda, pero la somnolienta calma que me había recorrido el cuerpo minutos atrás había desaparecido de un plumazo sin dejar el menor rastro en mi interior.

-No era mi novio.- Víctor sacó su cabeza de la curvatura de mi cuello, donde se había apoyado para respirar con profundidad sobre mi piel, y me miró con leve desconocimiento pintado en su mirada- El chico de la Torre Eiffel, es la segunda vez que me lo nombras. No era mi novio, era mi amigo.

-¿De verdad?- vaciló esperanzado, su mirada despejada y brillante como las estrellas en plena noche. Víctor no era posesivo ni me exigía nada, sin embargo, le había quitado un peso de los hombros al aclararle que mientras él sufría yo realmente no estaba en una nube de amor y fantasía completamente ajena a su existencia.

-Se llama Ivo y es un poco mayor que yo, unas semanas solamente.

-¿Dónde lo conociste?- interrogó curioso dejando su boca entreabierta y con la mirada cristalina. Víctor era simplemente perfecto en cada mínimo gesto que hacía, incluso en los más inconscientes.

-Trabajaba en una cafetería, ¿no me viste allí?- le pregunté logrando que negara brevemente con la cabeza- Vivía en un piso situado en el edifico encima de aquel local. Camile, la dueña del piso, me contrató en la cafetería y me salvó de deshacerme en mi pena en el interior de aquel pequeño apartamento. Ivo solía ir a la cafetería y al final acabó por hacerse mi amigo. Él y Camile me salvaron.- le expliqué sintiendo como una leve pesadez se me instauraba en la boca del estómago y me apretaba el cuello, creando un gran nudo en este.

Y yo los he abandonado.

-¿Por qué te has puesto triste?- cuestionó con voz suave llevando sus manos a mis mejillas y acunando mi rostro entre sus cálidas y suaves palmas.

-Porque fueron muy buenos conmigo y no los merezco.

-Alia, si la gente esta contigo es porque también se sienten bien estando junto a ti. Si las personas no te quisiesen con ellos, simplemente se irían y no mirarían atrás, bebé- acotó con firmeza clavando su mirada con la mía. Su calidez llenó el vacío que empezaba a formarse de nuevo en mi pecho.

-Víctor,- llamé después de unos minutos en los que me había apoyado sobre su hombro mientras él se dedicaba a acariciar mi pelo, y en el proceso, toda la longitud de mi espalda- después de leer aquella carta tantas veces, ¿por qué me buscaste?

-Porque a pesar de que en aquellos momentos estaba muy enfadado contigo y tenía más rencor que sangre en el cuerpo, no podía evitar quererte y necesitar encontrarte- musitó sobre mi oído mientras seguíamos en la misma postura. Noté como una pequeña sacudida me recorría el cuerpo y como el vello se me erizaba- Porque anhelaba verte y pedirte alguna explicación y porque, sobretodo, necesitaba saber que estabas bien. Que pese a que te habías ido, para ti todo había ido mejor- confesó logrando que mi corazón se oprimiese completamente lleno debido al cariño que había derramado con sus palabras.

-No lo estaba- admití finalmente con la verdad picando en el interior de mi garganta. Pues así era, igual que yo no podía llegar a imaginar la magnitud de dolor que había sentido Víctor con mi marcha, nadie era capaz de realmente saber cómo de intenso y profundo había sido el mío. Todo el mundo vive y siente el dolor de manera diferente, y yo en aquellos meses me había derrumbado por completo,

-Ahora lo sé, pero en aquel momento, cegado por el rencor y con la punzante sensación del abandono clavada en mi cabeza, no discutí, no luché por ti o siquiera me preocupé en acercarme a hablarte.- pronunció Víctor con tono apesadumbrado- Fui a París cinco días y los cuatro primeros me los pasé buscándote en las zonas por las que había investigado que podrías estar...

-¿Cómo?- interrumpí sus palabras- ¿Cómo pudiste dar conmigo?- interrogué con incertidumbre recordándome sobre él y recordando cómo había evitado los sitios con grandes controles de seguridad, o masas, o simplemente utilizar mi verdadera identidad.

-Soy muy cabezota cuando me lo propongo y tengo contactos hasta en el infierno, bebé. Cuando estaba en aquel grupo de peleas callejeras del que te hablé hace tiempo, había una chica llamada Estel que estaba obsesionada con la tecnología. Sabía cada pequeño truco para tener la red entera, legal e ilegal, a sus pies. Y gracias a ella me fue fácil localizar tu cara entre las miles de cámaras que diariamente graban París.- explicó consiguiendo que un frío escalofrío me recorriera de pies a cabeza.

No solo tú me encontraste.

A veces es imposible huir, incluso aunque lo intentes con todas tus fuerzas.

-Procuré hacerlo lo mejor que pude- me quejé con un mohín, ocultando mi rostro en su cuello y frotándome contra su piel con fuerza. Su olor fresco era un calmante para los nervios que empezaban a crisparse en mi interior. Mi cabeza empezaba a llenarse con pensamientos que quería mantener apartados por el momento.

-Lo hiciste realmente bien, por eso tardé tantos días en llegar a encontrarte.- aseguró con el orgullo goteando de sus palabras mientras sus manos pasaban a deslizarse sobre mis muslos de manera lenta y arrulladora.- Cuando te vi sonriendo con aquel chico sentí que mi interior se llenaba y se rompía con la misma intensidad. Me alegraba verte feliz, pero me partía el alma ver que ya nada te mantenía conmigo, que quien te hacía sonreír no era yo.- susurró con voz lenta y decaída.- Me partió el alma ver que yo no podía evitar cerrar los ojos y verte y que tú ya me habías olvidado.

-Eso nunca pasó- le contradije saliendo de mi refugio y pronunciando mis palabras con firmeza, queriendo que finalmente Víctor creyese que le quería- Jamás pude olvidarme ni un segundo de ti, de lo que siento y de lo mucho que te echaba de menos. La muerte de mi madre me hundía la vida en la miseria y la pena, y tu recuerdo era lo único que me llegaba a permitir seguir sujeta con la realidad. Añoraba que llegarás a buscarme- pronuncié con pena y la sensación latente de abandono en mi voz.

-Mierda, soy tan imbécil- se quejó envolviendo sus brazos con fuerza en mi cintura y pegando nuestros cuerpos tanto como era físicamente posible. Su pecho se hinchaba contra el mío y podía notar su cálido aliento cepillando mi rostro con una suavidad pesada y húmeda, mas extremadamente complaciente.

-No, y sinceramente ya nada de eso importa. No importa lo que viste, ni lo que has hecho, ni lo que yo llegué a soñar despierta... Lo que importa es el ahora y he extrañado tanto esto que no quiero nublar lo que tenemos con todas las angustias y las tristezas del pasado.- le pedí cerrando mis manos en puños sobre la tela que cubría sus pectorales. El cuerpo del rizado se marcaba con orgullo bajo la tela de su ropa, y sentía una imperiosa necesidad por no despegar mis manos de este nunca; bajo ninguna circunstancia.

Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos, unos minutos que pasaron bajo el sonido de nuestras pesadas respiraciones acompasadas y unidas en una sintonía que lograba ralentizar los latidos de mi corazón.

-Te quiero, Víctor- prometí sobre sus labios para después dejar una pequeña mordida en estos. Sus belfos se entreabrieron y vi como la punta de su lengua rosada se asomaba para lamer los bordes de su propia boca de manera lenta.

-Yo te quiero más, bebé- aseguró con firmeza antes de fundir sus labios con los míos logrando que un estremecimiento cargado de placer me recorriese desde la punta de los pies hasta la cabeza. Sus labios se amoldaron con los míos y, en cuestión de pocos segundos, su boca pasó de besar con delicadeza mis labios, con una delicadeza que parecía que tuviese miedo de romperlos bajo su tacto, a morder y succionar mi boca con furor y desenfreno.

-¿Cómo sabes cuanto te quiero yo?- reté sobre sus hinchados belfos disfrutando de la sensación de su respiración cayendo sobre los rastros húmedos de saliva que quedaban sobre los míos.

-Yo me enamoré de ti antes, por lo tanto te quiero más. Es por lógica- acotó con firmeza hundiendo sus dedos en mis caderas y apretando la carne de esta de una manera firme y placentera, llegando a ser casi dolorosa.

-Sí, tienes razón, te fijaste en mí cuando tenía quince años- me burlé logrando que Víctor cerrase los ojos con fuerza no sin antes haber evitado que viera el rastro de vergüenza cubriendo sus cristalinos iris.

-Joder- se quejó subiendo sus manos hasta su rostro y hundiendo su cara entre ellas. Me reí ante su reacción intentando descubrirlo y ver sus muecas avergonzadas.- Te juro que llego a saber que eras tan pequeña y ni me habría fijado dos veces.- prometió logrando que una gran carcajada saliera de lo más profundo de mi pecho.

-¿Estás sonrojado, bebé?- me burlé intentando meter mis dedos entre los suyos para así poder sacarle las manos de su cara y ver su rostro- Siempre he parecido mayor, es algo que me ha abierto muchas puertas durante años- justifiqué con orgullo logrando que sus dedos hiciesen unas pequeñas aberturas sobre sus ojos permitiéndome ver aquellos redondeados ojos esmeralda mirándome con atención.

-No lo creas tanto, ahora ya no pareces mayor. De hecho, sigues siendo igual que la primera vez que te vi en aquel gimnasio.- se mofó haciendo que una de mis manos pegase sobre uno de sus hombros.

-¡No me digas eso!- reclamé con un pequeño mohín pintado en los labios- En aquella época tenía el pelo más corto y las mejillas tan hinchadas que parecía una ardilla.- gesticulé recordando las decenas de fotos en las que mis ojos se perdían bajo mis mejillas cuando sonreía de pequeña.

-Para mí siempre serás una bebé- sentenció mientras yo luchaba por mantener mi ceño fruncido y fallaba estrepitosamente al ver los ojos chispeantes en diversión de Víctor que lograron que de nuevo la risa me hiciese apoyarme sobre uno de sus hombros para dejar caer todas mis carcajadas sobre la tersa y expuesta piel de su cuello.

-Bueno, ahora tengo diecinueve años- le sonreí orgullosa mientras besaba de manera superflua la piel de su cuello antes de erguirme sobre sus piernas. Sus ojos brillaban de manera intensa y cargada de adoración, y bajo aquella mirada era imposible no sentirse querida y amada.

Podría vivir a base de todo lo que Víctor me hacía sentir. De lo que me hacía sentir cuando me hablaba, cuando me tocaba o incluso cuando simplemente me miraba. Víctor te hacía sentir extasiada, con la respiración atascada en la garganta. Te hacía sentir como si realmente fueses alguien maravilloso y extraordinario.

-Me he perdido dos de tus cumpleaños- profesó con un leve deje apenado logrando que hundiese mis manos entre sus suaves hebras color chocolate y después ajustase mi boca sobre la suya, fundiendo nuestros labios como uno solo.

-El último fue hace poco- le susurré queriendo reconfortar la leve mueca decepcionada que había pintada en su rostros- Fue a principios de febrero, el día cuatro.

-Hace solamente unas semanas de eso, ¿lo celebraste?- preguntó con un brillo esperanzado pintado en sus luminosas orbes. El verde de Víctor era como el que pintaba un prado inexplorado y completamente dispuesto ante ti; era un verde puro y mágico que te extasiaba con una simple mirada.

-Camile e Ivo me prepararon una tarta de arándanos y luego nos pasamos todo el día paseando por la ciudad. Después de comer fuimos a los jardines de Luxemburgo, y te prometo que parece irreal y sacado de un puto cuento infantil, pero Ivo y yo empezamos a correr y de la nada aparecieron una docena de conejos y de ardillas persiguiéndonos por todo el parque- le relaté riendo al recordar la cara atemorizada de Ivo mientras gritaba: "Ils vont nous manger!". La sonrisa de Víctor se ensanchaba a medida que iba escuchando mis palabras y mi interior se sentía cálido viendo como tragaba mi felicidad y se acoplaba a ella.- Después nos fuimos a cenar al lado del río Sena y, pese a que la comida estaba demasiado salada y los turistas hablaban a gritos a nuestro alrededor, no podía haber pedido algo mejor para mi cumpleaños- le aseguré con una sonrisa sincera que me entrecerró ligeramente los ojos.

-Parecen buenas personas- habló mientras sus brazos danzaban por mi cuerpo hasta rodearse en un suave apretón alrededor de mi cintura.

-Lo son... Pero, oye, ¡me acabo de dar cuenta!- exclamé con asombro haciendo que levantase la mirada de mi cuello y la clavase con incertidumbre sobre mis ojos. El marrón de mi iris y el verde del suyo se mezclaban con familiaridad, con cariño y con el sentimiento incansable del deseo y la añoranza.- Yo también me he perdido tus cumpleaños- me quejé apretando sus mejillas entre mis manos logrando que sus labios se hinchasen y me permitiesen besarlo con profundidad.

-Mi cumpleaños- corrigió separándose con una amplia sonrisa de mi rostro- Cumplo el día veintidós de julio, por lo tanto solamente te has perdido uno de mis aniversarios- remarcó orgulloso con sus manos extendiéndose por mi espalda.

-Entonces eso me da tiempo para organizar algo realmente increíble, ¿no?- soñé admirando como las leves motas doradas en sus ojos relucían con felicidad. Víctor rezumaba cariño y alegría en cada respiración, en cada movimiento cuando estaban junto a mí.- Conociéndote, seguro que organizas unas fiestas increíbles.

-Así era- confirmó con una fina sonrisa- Aunque hace tiempo que no lo celebro a lo grande, más que nada porque solo me quedaban César, Azul y Lucas y eran los únicos a los que realmente quería ver- dijo con tono ligero, pero hundiendo mi interior en cuestión de segundos. Primero se había ido su familia, y luego yo; Víctor siempre había acabado quedándose atrás.

-No volverás a pasarlo solo, ahora me tienes a mí, ricitos, y te aseguro que tu fiesta de este año la recordarás para siempre- prometí antes de sellar mis palabras con un profundo beso cargado de sentimientos. Su lengua y la mía se encontraron meciéndose en una danza que únicamente ellas compartían. Nadie nunca me había hecho sentir como Víctor y mi cuerpo reaccionaba solamente ante él; con la piel erizada constantemente, la lengua nerviosa ante su tacto y la piel sedienta de su roce.

El rizado empezaba a recostarme contra la tela del sofá cuando mi teléfono comenzó a sonar justo cuando se presionaba sobre mí estando entre mis piernas.

-Mierda- jadeó con frustración sobre la piel de mi cuello a la vez que le daba una leve mordida y se levantaba. Ambos teníamos la respiración agitada y las pulsaciones aceleradas, y agradecí internamente que Víctor fuese a por mi móvil, ya que sentía mi cuerpo como de gelatina; las piernas me temblaban y dudaba que pudiese moverme sin hacer el ridículo en el intento.

Te quiero tanto que me da miedo.

Pensé mientras veía cómo su cuerpo se encaminaba hacia mí con el teléfono entre sus manos y tendiéndolo en mi dirección. El aparato dejó de sonar justo cuando lo apreté entre mis dedos, pero a los pocos segundos volvió a temblar y a dejar salir una suave melodía.

-Dime- saludé mientras leía "Zoe" en el identificador de llamadas.

-¡Vaya!- exclamó sorprendida- Al fin y te dignas a dar señales de vida- se quejó con tono jocoso mientras escuchaba de fondo cono Azul le decía "no actúes como una maruja"- Soy consciente de que estás en una luna de miel ahora mismo, sin embargo, tienes que venir a casa- pidió la pelinegra mientras yo rodaba mis ojos.

-¿Cómo quieres que vaya?- increpé notando como el sofá se hundía a mi lado debido al peso de Víctor y como este se acomodaba junto a mí hundiendo su rostro en mi garganta- Está lloviendo como si fuese el maldito apocalipsis.

-Hace una hora que ha dejado de llover, Alia.- matizó con obviedad- Despreocupada Alia- susurró logrando que mis ojos se abriesen en demasía al ver los rayos de sol impactando contra los rastros secos de las gotas que habían caído rodando por el cristal de la ventana. Estiré levemente los rizos de la cabellera de Víctor para que levantase la mirada y observase el cambio de clima. Sus ojos se abrieron con sorpresa a la vez que su sonrisa se iluminaba con la misma luz exterior. Un tono rosado cubría su piel, ya que pese a que la lluvia había cesado, la noche amenazaba con ganarle el cielo al día. Y podía jurar que bajo aquella luz, Víctor parecía un auténtico ser divino. Un ángel bajado del cielo para mostrarme el paraíso a través de él.

-¿Cómo...?- intenté pronunciar después de unos segundos en silencio hipnotizada por la belleza irreal del rizado.

-Misterios climáticos, ahora ven para casa, que yo también quiero verte- acotó la pelinegra logrando que mi interior se ablandase y se viera imposibilitado a negarle algo- Además, mi padre quiere hablar contigo.

Y con eso la llamada se cortó, y en consecuencia, mi tranquilidad también.

Hacía años que no veía al padre de Zoe, y pese a los leves besos que me daba Víctor sobre la sensible piel del cuello intentando llamar mi atención y reclamando mi cuerpo, no podía borrar las palabras de la pelinegra de mi cabeza.

¿Qué quiere su padre de mí?

¿Acaso querrá echarme de su casa?

¿Llamará a la policía?

¿Habré hecho algo mal otra vez?

Acabo de llegar, no me ha dado tiempo de nada.

Pensé mientras veía los ojos de Víctor observarme con un leve deje preocupado pintado vagamente debajo de todas las capas de curiosidad que mostraba.

No tenía ni idea de que podría pasar en casa de Zoe y a medida que pasaban los minutos más se encogía mi estómago con la anticipación apretándose en sus paredes.

Continue Reading

You'll Also Like

21.4K 2.8K 62
[HISTORIA M-PREG] Park Jimin y Jeon Taehyung han sido inseparables desde su nacimiento, así es, ambos nacieron el mismo día, a la misma hora y como s...
47.6M 2.2M 117
Señorita Isabella Mariet Moore acepta como esposo al señor James Alexander Harrison- me quedo en silencio es un debate en mi mente en este mismo inst...
59.9K 1.9K 39
Mi vida es una auténtica mierda. O eso pensaba, eso pensaba antes de conocer a ese chico.... En cuanto lo ví... Afirmé que mi vida era una mierda.Per...
4M 231K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...